
El Príncipe Yrellian de Ulthuan, hijo primogénito del Rey Fénix Finubar el Navegante es uno de los mejores comandante de la flota de Ulthuan, tan experimentado como impetuoso. Debido a esto, Yrellian se enzarzó en una batalla naval contra los Elfos Oscuros, donde su hermano menor fue derribado y devorado por una Sierpe de Sangre. Quizás por esta razón el Príncipe Yrellian decidió no regresar a su hogar hasta haber recuperado el cuerpo.
A causa de este exilio autoimpuesto, Yrellian exploró el Cementerio de los Galeones en el El Dragón Marino, acompañado de sus fieles Dragones en un intento por recuperar el cadáver de su hermano y poder llevarlo a casa.
Historia[]
El Príncipe Yrellian se enamoró del océano desde su más tierna infancia. A su espalda, muchos cortesanos murmuraban que su amor por el mar era lo único que tenía en común con su padre. Aunque Yrellian era un estudiante teórico de lo más aplicado, en la práctica siempre abogaba a favor de ir a la guerra sin importar cual fuese el coste. Para el joven príncipe, la necesidad de conflicto era tan clara como las piedras preciosas que adornaban la corona de su padre. Los males del mundo necesitaban ser exorcizados por las armas de los valerosos y los justos. Si aquellos que ostentaban el poder se mostraban demasiado cobardes como para combatir; tarde o temprano Ulthuan acabaría por convertirse en una pesadilla viviente.
El Rey Finubar veía a su hijo como un elemento peligroso, un exaltado que podía llegar a minar todo el buen trabajo que él había llevado a cabo para unir a las naciones de los Hombres, los Enanos y los Elfos contra la oscuridad. Yrellian, por su parte, veía a su padre como un político, mucho más proclive a perder el tiempo parloteando con las razas inferiores que a comprometerse y pasar a la acción. Con el paso del tiempo, el rencor y la intolerancia de Yrellian se fueron acrecentando, y le llevaron a iniciar peleas y duelos siempre que podía. Varios de los demás nobles Altos Elfos comentaban en los mentideros que el interior del joven príncipe estaba dominado por una negra sombra. Aún así, Yrellian seguía siendo el hijo primogénito del Rey Fénix, por lo que los ancianos tenían grandes esperanzas de que lograse hacer una brillante carrera en la Guardia Marina de Lothern. Y efectivamente, hizo carrera.
Paralelamente a sus estudios de las artes mágicas, Yrellian logró ganarse el respeto de los Maestros de la Espada de Hoeth, pues su maestría en el combate con armas le permitía hacer frente con garantías a guerreros que tenían muchos más siglos de experiencia que él. A bordo del Dragón Marino, el navío más preciado de toda la flota de Ulthuan, los comandantes del Rey Finubar enseñaron a Yrellian cómo hacer frente a los invasores con barcos de guerra en vez de con espadas. El viejo y sabio Caladran enseñó al príncipe el ancestral arte del habla dracónica, en el cual Yrellian demostró también un sorprendente nivel de excelencia, hasta el punto de que Symiel, uno de los Dragones de Ulthuan, llegó a establecer estrechos lazos con el joven y apasionado príncipe tras apenas un año de conocerse.
En la Batalla de los Riscos Desolados, Yrellian cayó en desgracia. La vanguardia de la flota de Ulthuan había descubierto la localización de una armada de sus más grandes archienemigos: los Elfos Oscuros. Era una fuerza de tamaño considerable y bien pertrechada, pero no invencible. Una docena de jinetes de dragones, entre los cuales se encontraba el propio hermano pequeño de Yrellian, Bel-Alhor el Dorado, se lanzaron sobre los apretujados navíos de la flota de Finubar. Mientras tanto, la flota de los Altos Elfos acortó la distancia con sus enemigos confiando en la victoria, pues les superaban numéricamente en una relación de dos a uno.
Lo que no sabían, no obstante, era que la armada de los Elfos Oscuros estaba allí para recolectar los huevos de diversas familias de Dragones Negros. La batalla subsiguiente se extendió durante tres días y tres noches, ambas flotas combatiendo junto a los acantilados mientras el cielo se llenaba con una rugiente tempestad mágica. Los Magos Dragón se enfrentaban en duelos a muerte con los crueles Príncipes Oscuros; impresionantes bestias serpentinas surgían de las profundidades, y cuando eran por fin abatidas sus cuerpos caían aplastando las cubiertas de los barcos, por todas partes, incluso los mas detallados planes de batalla se veían engullidos por el horroroso caos y la enrome escala de combate.
A través de toda aquella destrucción, Yrellian aguantaba el tipo al mando de su navío guerra, el Dragón Marino, cuyos lanzavirotes abatían a capitanes y comandantes Elfos Oscuros uno tras otro. Al mismo tiempo Symiel, su aliado draconiano, se dedicaba a cubrirle las espaldas haciendo pedazos a cualquier enemigo que se le acertase demasiado. Las canciones y poemas inspirados por aquellas titánicas jornadas dicen que fueron Yrellian y su hermano Bel-Alhor quienes cambiaron el curso de la batalla y forzaron a los Elfos Oscuros a retirarse.
Con sus enemigos a la fuga, la flota de los Altos Elfos desembarcó. Todos y cada uno de sus integrantes, desde el Guardia del Mar más irrelevante hasta el más noble capitán, se pusieran a la tarea de peinar las grutas y acantilados para erradicar toda presencia de las ponzoñosos Elfos Oscuros. Yrellian en cambio consideraba que su deber estaba en otra parte, y contraviniendo las órdenes directas de su padre lideró a su hermano Bel-Alhor en persecución de los restos de la flota de Ellos Oscuros.
Así pues Yrellian y Bel-Albor se lanzaron a la caza. Sus respectivos Dragones, Symiel y Aragnin iban escupiendo largas lenguas de fuego contra las naves enemigas mientras el barco de Yrellian se acercaba más y más para propinar el golpe de gracia. Al principio los dos hermanos causaron un elevado índice de bajas al enemigo, pero los Elfos Oscuros no tardaron en responder. Una lanza de resplandeciente energía verdinegra surgió del navío más cercano, impactando como un trueno en el pecho de Bel-Alhor y haciéndole caer de su montura. Para horror de su hermano Yrellian, el príncipe Alto Elfo de dorados cabellos se precipitó al mar; en donde fue de inmediato devorado por una Sierpe de sangre de no menos de una legua de largo, que estaba oculto bajo las aguas acechando a la maltrecha flota de los Elfos Oscuros. El Dragón Marino concentró todo el fuego de sus lanzavirotes sobre la bestia hasta darle muerte, pero ya era demasiado tarde: Bel-Alhor había desaparecido.
Yrellian no padía permitirse volver a las cortes de Ulthuan con la noticia de la muerte de su hermano. Destrozado por la sensación de culpabilidad, el príncipe Alto Elfo convenció a su tripulación de no poner rumbo a casa sin al menos haber recuperado el cuerpo de Bel-Alhor. En sus diversos estudias sobre los océanos, el joven príncipe Yrellian había descubierto la extraña leyenda del Cementerio de los Galeones, un reino de tinieblas que atraía hacia sí a todas las cosas que morían en el mar. Por tanto, sin duda su hermano iría a parar allí tarde o temprano (o al menos, su alma).
Dicho y hecho, Yrellian se dirigió al exilio con su barco (y acompañado por los dos Dragones Symiel y Aragnir), dedicando su vida a explorar las mares para tratar de dar con el Cementerio de los Galeones. Una vez lo hallase podría poner fin a la maldición que dominaba aquel lugar de pesadilla, y quizás incluso liberar a su hermano de las garras de la propia muerte. El Dragón marino volvería a casa triunfante, con Bel-Alhor sano y salvo, o no volvería jamás.
Fuentes[]
- White Dwarf 198. Pág. 26.
- Manual de Dreadfleet. Págs. 56-57.