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=== Persecución de los Sectarios ===
 
=== Persecución de los Sectarios ===
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Tras la derrota y encierro de Morathi, Nagarythe quedó bajo el gobierno de Malekith. El príncipe regente juró ante el mismísimo Rey Fénix que exterminaría las sectas, y durante años él y sus guerreros se dedicaron a cazar y llevar ante la justicia a todos los sectarios que hubieran logrado escapar, ocultándose entre la población. La determinación de Malekith fue ferrea, y durante años, numerosos elfos fueron investigados ante el menor rumor de ser sectarios, siendo perseguidos y ajusticiados cuando se encontraba cualquier prueba que demostraran que eran miembros de las sectas proscritas. Ni siquiera elfos pertenecientes a las clase nobles se veían libre de este despiadado escrutinio.
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En esta época de sospechas, Yeasir contrajo matrimonio con una elfa llamada Saphistia, y con el tiempo tuvieron un hijo, al que nombraron Durinithill. Aún así debía seguir cumpliendo su cometido de perseguir sectarios. Llegado el momento, Malekith envió a Yeasir con una comitiva de guerreros a Elanardris, las tierras de la Casa Anar, ya que había sido informado de que los Anar pertenecían a las sectas. Esto generó preocupación en Yeasir, pues los Anar había sido los aliados que les había permitido tomar Anlec, sin embargo obedeció y partió a Elanardris, poniendo bajo arresto domiciliario a Eoloran Anar y a su familia mientras investigaban la mansión y sus terrenos en busca de pruebas.
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Los Anar no se tomaron bien estas noticias, pero Yeasir tratód e ser los mas diplomático, comprensivo y conciliador posible. Les aseguró que tanto él como el príncipe Malekith que las acusaciones no eran más que un ardid que buscaba colocar la Casa de Anar en una situación embarazosa o desacreditarla, ya que no fue la primera vez que se realizaban falsas acusaciones para ajustar antiguas cuentas pendientes. Aún así el sentido del honor del príncipe le obligaba a trataros de la misma manera que a los demás, pues un alarde de favoritismo u hostilidad en este tema menoscabaría su imagen. Eoloran dio permiso a Yeasir y sus guerreros para que realizaran las pesquisas, y ordeno preparar habitaciones para alojarlos durante el tiempo que durara la investigación.
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Durante los siguientes días, Yeasir y sus caballeros se mostraron excepcionalmente meticulosos e inspeccionaron todos y cada uno de los corredores, cámaras y alcobas de la mansión, en busca de amuletos e ídolos que delataran a los Anar como adoradores de los cytharai. El lugarteniente se ocupó de tomar las medidas del edificio y las habitaciones con el fin de localizar los posibles espacios muertos que pudieran ocultar algún tipo de altar secreto consagrado a los dioses ínfimos.
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A pesar de su aversión a la situación, el joven Alith Anar estaba profundamente impresionado e intrigado por la diligencia de Yeasir. Mientras investigaba los jardines, pudieron mantener una conversación. Yeasir se disculpo por someter a él y su familia a ese escrutinio, y le aseguró de que estaba convencido de que los Anar eran inocentes, pero Malekith necesita pruebas de ello, no palabras. Pese a la situación en la que estaban, ambos estrecharon lazos de respeto mutuo.
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Finalmente, Yeasir finalizó su exhaustivo registro y no encontró ninguna prueba de actividades relacionadas con las sectas entre los miembros de la familia de Anar ni entre sus vasallos. El comandante envió un mensaje a Anlec adjuntando una lista completa de sus descubrimientos, o más bien de la falta de los mismos. Yeasir explicó a sus anfitriones en tono de disculpa que debía mantenerlos bajo custodia hasta nueva orden de Malekith. Aún así, temiendo que sus enemigos tejieran una trampa para desprestigiarlos y que Malekith no fuera capaz de ayudarlos, los Anar enviaron en secreto a Alith a Tiranoc para solicitar ayuda al propio Rey Fénix.
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=== La Gran Traición ===
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[[Categoría:Personajes Literarios Altos Elfos]]
 
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Revisión del 12:35 5 nov 2024

NO TOCAR, PENDIENTE DE MEJORA

Yeasir fue uno de los lugartenientes de mayor confianza de Malekith, acompañándolo en sus aventuras a los largo y ancho del mundo.

Historia

Leal servidor de Malekith

Yeasir era originario del reino de Nagarythe. Acompañó a Malekith cuando este decidió marchar de Ulthuan después de que no fuera elegido sucesor de su padre Aenarion como Rey Fénix, en favor de Bel Shanaar. Viajaron a las tierras de Elthin Arvan, donde Malekith esperaba obtener fama y gloria combatiendo contra las numerosas amenazas que allí existían, siendo su primera hazaña la salvación de la colonia de Athel Toralien, que se convertiría en la capital de los dominios de Malekith.

Mientras exploraban los densos bosques de Elthin Arvan, la expedición de Malekith se tropezó con el campamento de una raza que no habían conocido hasta el momento: Los Enanos. Al contrario que los brutos Pieles Verdes y los salvajes Hombres Bestia, los Enanos eran una raza disciplinada y organizada, y Malekith estaba deseoso de conocerlos mejor. Junto a su compañero Aladrian, acompañaron a su señor al campamento de los Enanos, y pese a que su actitud y costumbres les resultaron chocantes, las relaciones fueron bien, e incluso invitaron a algunos de ellos a visitar su propio campamento. Finalmente el líder de aquella expedición enana, un Noble Enano llamado Kurgrik, invitó a Malekith a viajar a los reinos enanos de las montañas, y visitar la fortaleza de Karak a Karak, donde conocer al Gran Rey de los Enanos, Snorri Barbablanca.

Malekith discutió esto con sus dos lugartenientes. Yeasir se mostró cauteloso, ya que no sabía que peligros se podían encontrar, pese a que Kurgrik había jurado por su honor proteger al príncipe de Nagarythe de cualquier amenaza. Por otro lado, pudo comprobar de primera mano que los Enanos eran unos armeros excelentes, fabricando armas y armaduras de gran calidad. Dado que todavía dependían de las importaciones de Nagarythe para el abastecimiento de sus guerreros, una alianza con los Enanos garantizaría una fuente de suministros en aquellas tierras, haciendo que la seguridad de los elfos mejorara notablemente.

Los argumentos prácticos de Yeasir convencieron a Malekith de aceptar la invitación del noble Enano, siendo acompañado por Aladrian. A Yeasir, en cambio le encomendó otra tarea. Debía viajar de vuelta a Ulthuan con dos cartas suyas. Una estaba destinada para Bel Shanaar. Malekith no quería darle la oportunidad al Rey Fénix de acusarle de no haberle informado. La otra era para su madre Morathi. Debía asegurarse de de entregar ésta primero.

Yeasir cumplió su cometido y regresó de nuevo a Elthin Arvan para seguir sirviendo lealmente a su señor y luchando junto él en los años venideros. Malekith logró una alianza con los Enanos, trabando una gran amistad con el Gran Rey Snorri Barbablanca. Durante los siguientes siglos, ambos combatieron y derrotaron juntos a los numerosos enemigos de Elthin Arvan y más allá. Los acuerdos comerciales con los Enanos también hicieron que las colonias prosperaran enormemente, con Athel Toralien más que ninguna otra.

Expedición al Norte

Habiendo transcurrido más de un milenio desde que abandonó Ulthuan, Malekith empezó a distanciarse cada vez más de su corte en Athel Toralien, legando el gobierno en un Consejo de príncipes. Deseaba explorar tierras aún más lejanas, y finalmente declaró que se adentraría en las tierras del norte, en una campaña que se prolongaría varios años y de la que quizá nunca regresaría, y pidió voluntarios para acompañarlo. Miles de elfos y decenas de príncipes se presentaron voluntarios para acompañarlos, pero Malekith solo podía llevarse a quinientos, así que descartó a la gran mayoría. Yeasir fue uno de los pocos elegidos para acompañarlo, ya que no tenia familia de la que ocuparse y era un soldado de pies a cabeza. Además, como recompensa por su lealtad y dedicación, Malekith lo nombró comandante de Nagarythe, un cargo que él mismo desempeñó cuando su padre Aenarion aún estaba vivo.

Mientras organizaba la expedición, Yeasir fue a avisar a su señor de que había llegado a la ciudad un barco nunca visto de un tamaño descomunal. Yeasir preparó a Malekith con su indumentaria y se adelantó para permitirle el paso, apartando a la muchedumbre que se congregaba en el puerto para contemplar tan magnifica nave. Fue una sorpresa para todos que de ella desembarcara Morathi, la madre de Malekith. Entre otros asuntos, Morathi había viajado a Athel Toralien al oír los planes de su hijo de explorar el peligroso norte. No solo no trató de disuadir a Malekith de su continuar con aquella empresa, si o que lo apoyaba, y como muestra de ello, quería hacerle entrega del Indraugnir, la primera de la Naves Dragón.

Días más tarde, la expedición por fin dio comienzo. Tras dejar a su madre en Ulthuan, Malekith partió hacia el incógnito y peligroso norte. Durante las siguientes semanas, él y sus guerreros se adentraron en los Desiertos del Caos, enfrentándose a multitud de amenazas: bárbaros humanos, Hombres Bestia, fenómenos atmosféricos totalmente antinaturales, criaturas tan horriblemente mutadas que era imposible saber que habían sido originalmente, etc. Los elfos lograron superar todas y cada una de las amenazas que les salían al paso, sin embargo se adentraban cada vez más en el norte. Parecía como si Malekith estuviese buscando una señal que el indicara que debía regresar a Ulthuan y reclamar su destino.

Una noche tormentosa, Yeasir le hizo saber a su señor sus preocupaciones, pidiéndole que le hiciera a él y al resto de soldados partícipes de sus intenciones. Malekith le respondió que estaba pensando en la posibilidad de desafiar al mismísimo Reino del Caos. Yeasir no contestó inmediatamente, con el rostro horrorizado ante la respuesta. Eligiendo con cuidado sus palabras, el fiel lugarteniente le replicó que, aunque todos y cada uno le seguirían hasta el mismo hasta el corazón del Caos si decidía tomar esa decisión, emprender una acción de aquella naturaleza era una locura pues poco podían hacer contra el poder de los Dioses del Caos. No obtendrían gloria ni fama sino la muerte y la condenación de todos, y serían recordados como unos necios guiados por la estupidez y la vanidad, hasta que sus nombres fueran olvidados con el paso del tiempo.

Malekith torció el gesto, no de ira sino de frustración. Sabía que la opinión de Yeasir era válida, pero en el fondo de su corazón anhelaba algo más. Cuanto más tiempo permaneciera en aquellas latitudes, mayores serían las opciones de que otro príncipe sucediera a Bel Shanaar antes de su regreso. El príncipe de Nagarythe no soportaba la idea de volver con la cabeza gacha a Ulthuan y pasar el resto de sus días alejado de las gestas marchitas de tiempos pasados. Malekith anuncio a su lugarteniente que de momento no tomaría una decisión al respecto.

A la mañana siguiente, la tormenta cesó y la calma se instaló en la tundra. Al norte del campamento élfico, bajo la luz cada vez más intensa del nuevo día, Malekith y sus guerreros vislumbraron unas estructuras en lontananza. Al aproximarse descubrieron que se trataba de una ciudad abandonada, cuya arquitectura era totalmente alienígena, no pareciéndose a nada que hubieran visto antes, ya fuera erigido por elfos, enanos u hombres. Con precaución, los elfos exploraron las desiertas y ruinosas calles, y se adentraron en la estructura más grande de la ciudad, llegando a una cámara funeraria. Allí encontraron los esqueletos de una raza que les era totalmente desconocida. Sobre una tarima escalonada se encontraba el cadáver de un rey, en cuya cabeza reposaba una extraña corona.

Malekith se sintió atraído hacia la corona. Yeasir, nervioso y atemorizado ya que sentía la maldad de aquel lugar, le advirtió que no deberían tocar nada, temiendo que pudiera estar maldito. Malekith desestimó sus temores, diciéndole que encontrar aquella corona era la señal que estaba buscando. Sentía el gran poder de la misma, así como su antigüedad, anterior incluso al Caos y los dioses élficos, y sin temor, levantó el aro metálico del cráneo del rey muerto. Con la voz trémula por el miedo, Yeasir le dijo que ya tenía su tesoro y le pidió marcharse de allí, pero el príncipe de Nagarythe le ordenó que se tranquilizara, y se ciñó la corona en la cabeza..

Repentinamente, una fulgurante luz dorada inundó la inmensa cámara. No parecía brotar de una única fuente, sino que irradiaba desde todas las paredes. Yeasir parpadeó ante el repentino resplandor, tratando de disipar las manchas que flotaban delante de él. Cuando sus ojos se acostumbraron a la luz, pudo ver con mayor claridad dónde se encontraban. Era una sala enorme, mayor que cualquiera que hubiera visto en Ulthuan o en el imperio de los enanos. Las paredes se levantaban a una distancia imposible, un techo inmenso que se extendía hasta el horizonte, y habría jurado que el número de paredes crecía y menguaba, de modo que a veces estaba en una irregular y gigantesca cámara octogonal, y en otras, en una triangular.

Yeasir apartó la vista de aquel decorado turbador y se volvió a su señor. Tuvo la impresión de que el príncipe estaba congelado. Malekith permanecía junto al esqueleto regio en el centro de la tarima, como una estatua, con la corona en la cabeza y los dedos todavía posados sobre el aro metálico. El lugarteniente se adelantó de un salto y le gritó, temeroso de que el príncipe hubiera sido víctima de un hechizo; pero otro chillido proferido por uno de los guerreros atrajo su atención y se volvió.

El lugarteniente descubrió con horror que los cadáveres de la cámara descendían de sus pedestales y enfilaban hacía los elfos, con las armas preparadas. Yeasir inmediatamente ordenó a su guerreros tomar una formación defensiva, y los naggarothi inmediatamente se juntaron para formar un anillo de lanzas y escudos alrededor de la tarima elevada. Yeasir inmediatamente se volvió hacia Malekith para sacarlo de su trance, pero en cuanto tocó a su señor, saltaron chispas de energía por todo el cuerpo del lugarteniente y salió disparado hacia atrás y fue rodando con estruendo por el duro suelo de piedra hasta el otro extremo de la tarima.

Mientras la energía mágica le recorría el cuerpo entumecido, sus músculos se sacudieron espasmódicamente. Yeasir apretó los dientes y trató de controlar las convulsiones de sus extremidades, pero sentía que las fuerzas le habían abandonado. Permaneció tumbado, rezongando; los brazos y las piernas le pesaban como si fueran de plomo, le pitaban los oídos y tenía la visión nublada. Intentó hablar, pero lo único que consiguió fue apretar los dientes y emitir un silbido. Sintió una punzada de dolor en la columna que fue ascendiendo y le explotó en el cerebro. Entre los zumbidos y los pitidos que se le apelotonaban en sus oídos, se colaron retazos de gritos y el atroz estrépito de cientos de huesos avanzando por el suelo de piedra.

Yeasir consiguió ponerse de rodillas a duras penas. Los gritos de alarma de sus camaradas se multiplicaban a medida que los esqueletos ascendían por los escalones en dirección a los naggarothi. El lugarteniente fue gateando hasta el borde de la plataforma y vio la legión de cadáveres avanzando implacablemente hacia ellos. Cuando la vanguardia de esqueletos alcanzó la plataforma, los naggarothi arremetieron contra ellos. Varios de los cadáveres fueron destruidos, pero era un combate que los elfos no podían ganar. Yeasir trató de levantarse para ir en ayuda de sus compañeros, pero todavía estaba muy debilitado por la explosión de magia que lo había derribado

Uno de los guerreros no muertos avanzó hacia él, enarboló la espada por encima del cráneo, y la perversa y oscura hoja irradió una luz dorada. Yeasir gritó e intentó escabullirse, pero el esqueleto dio otro paso adelante, listo para asestar el golpe. El lugarteniente alzó el escudo justo en el momento en el que caía la espada y la hoja del cadáver impactó contra él con un estallido sordo. La espada aporreó repetidamente el escudo del elfo, con una ferocidad inquebrantable y cadenciosa. Al décimo golpe, Yeasir se había quedado sin fuerza en los brazos, y la undécima arremetida le hundió la parte superior del escudo en el rostro y lo dejó aturdido. Casi sin sentido, ya no podía hacer nada para zafarse de la espada que una vez más levantaba el esqueleto; miró intensamente los ojos del guardián y no vio nada más que dos abismos tenebrosos.

Cuando ya se preparaba para recibir el golpe mortal de aquella hoja sobrenatural, repentinamente todos los guerreros esqueléticos se quedaron quietos. Entonces Yeasir reparó en las risas estrepitosas a su espalda y se volvió poco a poco, preguntándose qué nueva aparición terrible lo aguardaría. Sin embargo vio a Malekith, con la corona resplandeciente sobre la cabeza, y su cuerpo irradiando energía. El príncipe miró a Yeasir un buen rato, pero no parecía verlo. Entonces, Malekith agitó un brazo en el aire, y para alivio de Yeasir, los esqueletos regresaron a sus pedestales y retomaron su vigilia estática.

Con la amenaza neutralizada, Malekith informó a sus tropas que había llegado el momento de regresar a Ulthuan. La corona no solo le otorgaba poderes impensables incluso para los magos de Saphery si no que le había otorgado visiones sobre la verdadera amenaza que suponía el caos, y consideraba que él, y solo él, era él único capaz de hacerles frente y proteger a los Elfos.

Reconquista de Nagarythe

Durante los siglos de ausencia que Malekith estuvo de Ulthuan, su madre Morathi quedó como regente de Nagarythe, gobernando el reino en su nombre durante sus siglos de ausencia. Morathi nunca abandonó la ambición de que su hijo fuera nombrado Rey Fénix, y a lo largo del gobierno de Bel Shanaar, usó su poder e influencia para obtener apoyos y aliados en los demás reinos de Ulthuan. Nunca fue directamente en contra de Bel Shanaar, pero si que fue sutil a la hora de menoscabar su poder.

Su jugada maestra fue la creación y el fomento de sectas que adoraban a dioses exóticos como los Cytharai, las deidades más siniestras del Panteón Élfico, e incluso a deidades aún más oscuras. Logró que por los restantes reinos de Ulthuan surgieran numerosos cultos dedicados a los Excesos, al Placer y del Lujo. No solo elfos de las clases más humildes se unieron, si no que incluso algunos príncipes también cayeron en sus garras. Al principio estos cultos fueron visto como algo inofensivo o una mera curiosidad que no suponían mal alguno, pero con el tiempo, sus ceremonias se volvieron cada vez más depravados, que implicaba sacrificios y Magia Oscura.

Los miembros de estas sectas empezaron a causar toda clase de violentos disturbios, desafiando la autoridad de Bel Shanaar y de los príncipes élficos. A raíz de estos acontecimientos, en el XIII siglo de su reinado, Bel Shanaar convocó en su palacio en Tor Anroc un Consejo de Príncipes para discutir la situación y tratar de hallar una solución.

Tras días de deliberaciones entre el Rey Fénix y los Principe soberanos, se acordó prohibir los cultos y la formación un ejercito que estuviese integrado por tropas procedentes de todos los reinos de Ulthuan para combatir las sectas y actuar directamente contra Nagarythe, pues todos tenían claro que la raíz del problema se encontraba en Anlec, la capital de Nagarythe, y que Morathi era la responsable de todo. Sin embargo, ninguno de los príncipes quería asumir la responsabilidad de liderar dicha fuerza e invadir el reino de Aenarion.

Las negociaciones persistieron durante varios días más en la corte del Rey Fénix hasta que, para sorpresa de todos, Malekith se presentó ante ellos tras haber regresado en secreto tras décadas de ausencia, ofreciéndose voluntario para comandar a los ejércitos del Rey Fénix y liberar el reino fundado por su padre de la tiranía de su madre. Malekith fue reconocido por todos sin objeción como el comandante del ejercito del Rey Fénix, ya que era considerado el mejor estratega y general de su época, además que al ser el príncipe regente de Nagarythe e hijo Aenarion legitimaba la intervención militar en el reino.

Yeasir acompañó a su señor, siendo uno de los comandantes más destacados del ejercito del Rey Fénix, combatiendo en numerosas ocasiones contra los ejércitos de cultistas y fanáticos que Morathi enviaba contra ellos y liberando asentamientos. La organización y desarrollo de la campaña de liberación mantuvo a Malekith mucho tiempo ocupado, por lo que Yeasir apenas intercambiaba unas pocas palabras con el al día. El príncipe de Nagarythe, si que pasaba más tiempo con Carathril, el Heraldo del Rey Fénix. Pese a esto, Yeasir no se sintió ofendido ni desplazado, y siempre defendió y elogió a su señor frente al resto de aliados.

Tras semanas de batallas, el ejercito liberalizador llegó a Anlec, la capital del reino y que se consideraba un bastión inexpugnable debido a sus defensas e imponentes murallas. Pese a todo, Malekith tenían un plan para superar aquella contingencia. Durante el asedio, Yeasir pudo ver a uno guerreros embozados atacando a los defensores, aunque ignoraban quienes eran, pero sus actos permitieron la entrada a las fuerzas de Ulthuan en la ciudad. Pese a todo, aquella fue la batalla mas dura de toda la campaña para Yeasir, no solo al gran numero de fanáticos y soldados leales a Morathi opusieron un férrea resistencia, si no que también él y sus guerreros también tuvieron que combatir contra las monstruosidades que el enemigo lanzaba contra ellos.

Pese a todo el ejército de Ulthaun salió triunfantes. Solo quedaba derrotar a Morathi, quien se había atrincherado en el palacio de Aenarion. Yeasir se reencontró con un Malekith lleno de buen humor, y acompañado por tres de los misteriosos guerreros que había visto. Malekith presentó a Yeasir a sus acompañantes dando unas palmadas alentadoras en la espalda a su segundo al mando y felicitándolo por su valor y determinación en la batalla. Los tres individuos eran Eoloran, señor de la casa Anar, y su hijo Eothlir y su nieto Alith. Ellos le explicaron que Malekith había contactado en secreto con ellos para solicitar su ayuda, infiltrándose con sus guerreros en secreto en Anlec y sabotearon las defensas para que el asedio acabara en éxito.

Yeasir le agradeció enormemente su ayuda antes de volverse hacia Malekith con el ceño fruncido. Se sentía herido de que su señor no le confiara sus planes. Malekith se disculpo con sus lugarteniente por haberle ocultado su verdadera estrategia pero temía que esa información influyera en su comportamiento en el campo de batalla. Quería que las tropas defensoras creyeran que tenían la situación bajo control y centraran todos sus esfuerzos en el enemigo exterior de la ciudad y no se percataran de los que había en el interior. Tras esto, despojado de todo buen humor, Malekith se dirigio al palacio de su padre, para hacerle frente a su madre.

Malekith saldría victorioso del duelo en solitario contra Morathi, derrotándola y llevándola como prisionera a la Corte del Rey Fénix para que fuera juzgada por Bel Shanaar y varios príncipes de Ulthuan. A pesar de que no fueron pocos los que pedían la cabeza de la hechicera, Malekith recordó a lo presentes que había hecho el juramento de mostrarme clemente con todo aquel que lo suplicara, y eso también se aplicaba a su madre, dejando su sentencia a decisión de Bel Shanaar. El Rey Fénix optó por mantener encerrada a Morathi en su palacio en Tor Anroc y bajo constante vigilancia.

Persecución de los Sectarios

Tras la derrota y encierro de Morathi, Nagarythe quedó bajo el gobierno de Malekith. El príncipe regente juró ante el mismísimo Rey Fénix que exterminaría las sectas, y durante años él y sus guerreros se dedicaron a cazar y llevar ante la justicia a todos los sectarios que hubieran logrado escapar, ocultándose entre la población. La determinación de Malekith fue ferrea, y durante años, numerosos elfos fueron investigados ante el menor rumor de ser sectarios, siendo perseguidos y ajusticiados cuando se encontraba cualquier prueba que demostraran que eran miembros de las sectas proscritas. Ni siquiera elfos pertenecientes a las clase nobles se veían libre de este despiadado escrutinio.

En esta época de sospechas, Yeasir contrajo matrimonio con una elfa llamada Saphistia, y con el tiempo tuvieron un hijo, al que nombraron Durinithill. Aún así debía seguir cumpliendo su cometido de perseguir sectarios. Llegado el momento, Malekith envió a Yeasir con una comitiva de guerreros a Elanardris, las tierras de la Casa Anar, ya que había sido informado de que los Anar pertenecían a las sectas. Esto generó preocupación en Yeasir, pues los Anar había sido los aliados que les había permitido tomar Anlec, sin embargo obedeció y partió a Elanardris, poniendo bajo arresto domiciliario a Eoloran Anar y a su familia mientras investigaban la mansión y sus terrenos en busca de pruebas.

Los Anar no se tomaron bien estas noticias, pero Yeasir tratód e ser los mas diplomático, comprensivo y conciliador posible. Les aseguró que tanto él como el príncipe Malekith que las acusaciones no eran más que un ardid que buscaba colocar la Casa de Anar en una situación embarazosa o desacreditarla, ya que no fue la primera vez que se realizaban falsas acusaciones para ajustar antiguas cuentas pendientes. Aún así el sentido del honor del príncipe le obligaba a trataros de la misma manera que a los demás, pues un alarde de favoritismo u hostilidad en este tema menoscabaría su imagen. Eoloran dio permiso a Yeasir y sus guerreros para que realizaran las pesquisas, y ordeno preparar habitaciones para alojarlos durante el tiempo que durara la investigación.

Durante los siguientes días, Yeasir y sus caballeros se mostraron excepcionalmente meticulosos e inspeccionaron todos y cada uno de los corredores, cámaras y alcobas de la mansión, en busca de amuletos e ídolos que delataran a los Anar como adoradores de los cytharai. El lugarteniente se ocupó de tomar las medidas del edificio y las habitaciones con el fin de localizar los posibles espacios muertos que pudieran ocultar algún tipo de altar secreto consagrado a los dioses ínfimos.

A pesar de su aversión a la situación, el joven Alith Anar estaba profundamente impresionado e intrigado por la diligencia de Yeasir. Mientras investigaba los jardines, pudieron mantener una conversación. Yeasir se disculpo por someter a él y su familia a ese escrutinio, y le aseguró de que estaba convencido de que los Anar eran inocentes, pero Malekith necesita pruebas de ello, no palabras. Pese a la situación en la que estaban, ambos estrecharon lazos de respeto mutuo.

Finalmente, Yeasir finalizó su exhaustivo registro y no encontró ninguna prueba de actividades relacionadas con las sectas entre los miembros de la familia de Anar ni entre sus vasallos. El comandante envió un mensaje a Anlec adjuntando una lista completa de sus descubrimientos, o más bien de la falta de los mismos. Yeasir explicó a sus anfitriones en tono de disculpa que debía mantenerlos bajo custodia hasta nueva orden de Malekith. Aún así, temiendo que sus enemigos tejieran una trampa para desprestigiarlos y que Malekith no fuera capaz de ayudarlos, los Anar enviaron en secreto a Alith a Tiranoc para solicitar ayuda al propio Rey Fénix.

La Gran Traición