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Escenario warhammer Mark of Chaos

Imagen Ilustrativa

En el extremo septentrional del Imperio, a la sombra de las Montañas Centrales en medio de vastas alfombras de bosque, se alza la gran ciudad centinela de Wolfenburgo, capital de la provincia de Ostland.

Wolfenburgo es una hermosa ciudad y un centro de comercio clave en los límites orientales del Imperio, ya que es el nexo de unión del tráfico comercial interior entre Kislev y el Imperio. Sus grandes murallas ofrecen protección de los seres que infestaban en el Bosque de las Sombras, y los Von Raukov han llevado el orden y la estabilidad a la región tras el incompetente mandato de los van Tasseninck.

Descripción[]

Situada sobre una colina, por encima de un meandro del río, Wolfenburgo consiste en un sombrío conglomerado de torres y murallas grises que rodea una miríada de edificios antiguos. Es una ciudad que había resistido durante siglos los estragos del tiempo y los ejércitos invasores y jamás ha caído. Dominando la ciudad antigua hay un castillo, una inexpugnable fortaleza gótica con algunas secciones tan antiguas como el propio Imperio.

Wolfenburgo es una ciudad fortificada de construcción antigua. Altas y sólidas murallas exteriores puntuadas a intervalos regulares por poderosas torres constituyen su primera línea de defensa. Detrás de éstas, hay otras murallas y torres mucho más sólidas que las primeras. En el pasado, sus antiguas murallas la habían protegido de incontables asedios, y su ejército regular era orgulloso y fuerte. A menudo había encabezado la ofensiva contra el enemigo en los problemáticos territorios fronterizos o en las cumbres montañosas donde se reunían renegados y rebeldes, además de bandidos y otros adversarios inhumanos.

Las fuerzas de la ciudad se combinan con varias órdenes templarias que consideran un deber sagrado proteger este bastión limítrofe del Imperio y salvaguardar la seguridad del resto de la nación que se extiende allende los salvajes territorios de Ostland.

Historia[]

En el año 2514, el Waaagh del Kaudillo Orco Azhag el Carnicero asedió la ciudad de Wolfenburgo, donde Valmir von Raukov se vio obligado a soportar el duro invierno tras sus sólidas almenas. De todas formas, el Conde Elector realizó una gran defensa y la ciudad resistió el empuje pielverde.

Frustrado por esta media derrota, y cansado de lanzar a sus servidores contra las defensas de Wolfenburgo, Azhag lideró a su ejército hacia el sur, donde la horda sembró la destrucción y saqueó la región circundante, destruyendo la ciudad de Forstich. Azhag sería derrotado al año siguiente por el Mariscal Otto Blucher..

Preludio a la Tormenta del Caos[]

El trasfondo que puedes leer en esta sección o artículo se basa en la campaña mundial de La Tormenta del Caos, que ha sido sustituida por la de El Fin de los Tiempos.

En el año 2521, tras dejar un rastro de destrucción en su avance por los territorios de Kislev, un gran ejercito del Caos liderados por el Gran Zar Surtha Lenk invadió las tierras del Imperio a través de Ostland, llegando hasta la capital de la provincia, a la que cercaron para sitiarla. En las semanas previas, ante el avance de este gran ejército de tribus del norte, el Conde von Raukov reforzó las defensas y envió emisarios y mensajeros para solicitar ayuda a los territorios vecinos.

El más destacado fue un escuadrón de caballeros de la Sangre de Sigmar con la misión de escoltar un tren de artillería procedente de Schmiedorf. Habían llevado consigo el Estandarte de Wolfenburgo, pero desde su partida no se volvió saber de ellos, lo causó cierta consternación entre los defensores, pues según la leyenda, la ciudad caería si fuera atacada cuando el antiguo pabellón de guerra estuviera ausente. Pese a esto Valmir estaba decidido a no permitir que el conquistase la ciudad.

Surtha Lenk creyó que Wolfenburgo caería en poco tiempo, sin embargo, sus defensas demostraron ser mas fuertes de lo esperado, y las tropas estatales mostraron una determinación y una resolución encomiable protegiendo la ciudad. Los guerreros del Caos asaltaron las murallas en numerosas ocasiones, y en todas ellas fueron rechazados sufriendo un considerable numero de bajas. Los días se transformaron en semanas, y las semanas en meses, y la ciudad de Wolfenburgo todavía se erguía desafiante ante la horda del Caos.

La frustración empezó a extenderse en el campamento del caos, y entre los comandantes y sus guerreros empezaban a surgir voces que acusaban al propio Gran Zar de haberlos llevado a aquella situación de estancamiento. Era el cuarto mes de asedio, y el Zar Supremo, apesadumbrado por el descontento que cundía entre la horda, hizo llamar a su principal hechicero, Vendhal Deformacraneos, a su espantoso pabellón. Había decidido invocar el poder de los Dioses Oscuros y poner fin al cerco.

Al día siguiente por la noche, Vendhal llevó a cabo un espantoso y blasfemo ritual con el que convocó una feroz tormenta de disformidad sobre la propia Wolfenburgo. Los fosforescentes destellos de las Luces Boreales danzaron por encima de la ciudad. Luego llegó una tormenta invernal que irrumpió en la noche veraniega. Rayos golpearon como repetitivos martillazos contra las murallas de la ciudad. Fue tan salvaje e implacable que el puesto de guardia de encima de la puerta se derrumbó. Entre befas y chillidos, los Kurgans entraron en Wolfenburgo, pasando por la espada a todos los que estaban dentro y prendiendo fuego a los edificios.

Siguiendo a la enloquecida horda del Caos, el Hechicero del Caos entró en la ciudad condenada, y usó el poder corruptor de la tormenta que había desatado para metamorfosear la materia, provocar mutaciones entre los desesperados defensores y ciudadanos, y extender la locura por las calles. Vendhal pudo ser detenido por el Hechicero Brillante Gerhart Brennend. Pese a que el hechicero del Caos había sido destruido, poco se podía hacer para salvar la ciudad. Gran parte de la antigua ciudad centinela terminó arrasada hasta los cimientos a causa de las maquinaciones de los bárbaros, la intervención de siniestras entidades de terrorífico poder y el subsiguiente incendio que se propago rápidamente por las estrechas calles y edificios, de los cuales la mitad estaba construida con madera.

La ciudad fue saqueada, quemada, su gente esclavizada, asesinada o diseminada. El ejército de Surtha Lenk abandonó el osario en el que se había convertido la ciudad y se encaminó directamente de vuelta al norte, hacia Kislev, dejando la antes rebosante ciudad en una ruina humeante llena de sueños desvanecidos, vidas destrozadas y embrujados recuerdos de un mar de chillones Mutantes, atroces Hombres Bestia y otras incontables atrocidades.

Tras la destrucción de Wolfenburgo, los supervivientes montaron un campamento en una colina cercana, y durante los siguientes días llegaron más refugiados. La pesadumbre flotaba en el ambiente por la tragedia, pero un día, llegó al campamento un grupo que ayudó a levantar los ánimos. Se trataba de un sacerdote guerrero sigmarita llamado Wilhelm Faustus, liderando una banda de seguidores fieles. Traían consigo el Estandarte de Wolfenburgo, el cual se había dado por perdido. Con la retirada de las fuerzas del caos y el regreso del legendario estandarte, los refugiados se sintieron esperanzados ante las perspectiva de poder rehacer sus vidas y lograr que Wolfenburgo se alzará de entre las cenizas una vez más.

Sus esperanzas se vieron truncadas al saber que la horda de Surtha Lenk solo era la vanguardia de un ejército mucho mayor, liderado por Archaon, el denominado Señor del Fin de los Tiempos, y que lanzaría su gran invasión contra el Viejo Mundo en un futuro inminente.

Tras la Tormenta del Caos[]

En la actualidad Wolfenburgo yace en ruinas, su hermoso capitolio está hecho pedazos y el gran templo de Sigmar ha ardido hasta los cimientos. Solo quedan algunos de los edificios, siendo una masa de escombros, madera carbonizada y los huesos de los que murieron allí. De una población de alrededor de nueve mil personas ya apenas quedan mil cien viviendo en campamentos en las afueras, de la ciudad, pues temen lo que aún puede acecharles desde las ruinas si se adentran en ellas más tiempo del necesario para rapiñar algo entre los escombros

Los supervivientes han comenzado a reconstruir Wolfenburgo, pero como Ostland nunca fue una provincia rica anteriormente, lo hace lentamente. Las otrora poderosas murallas que rodean la ciudad están casi derribadas y las que aún permanecen en pie tienen los hoyos de los impactos de las piedras lanzadas por las catapultas.

De entre el gentío han surgido líderes capaces para intentar establecer algún tipo de orden, pero se trata de un orden riguroso en el que se administran severos castigos por las menores ofensas; tal es el precio de la supervivencia. Los wolfenburgueses que quedan no tienen ni idea de lo que sucederá a continuación, y no han recibido noticia alguna del resto de la nación. Aunque muchos se aferran a la promesa del Imperio, buscando expectantes hacia el oeste el alivio bajo las banderas de Karl Franz, muchos han desistido. Se sienten abandonados tanto por sus dioses como por sus gobernantes, la desesperación comienza a apoderarse de ellos.

Varios de ellos se han unido a cultos nuevos y extraños que ofrecen alivio o escape de la dura e intolerable existencia. No pocos de estos cultos son finas máscaras para ocultar su lealtad a las Fuerzas Malignas, habiendo descendido sobre los escombros como aves carroñeras para convertir a los ciudadanos desesperados y llevándoles hacia su despreciable redil. Cuanto más espere el emperador en enviar ayuda, peor será la corrupción obtenida hasta que Wolfenburgo esté rebosante de sectarios del Caos, locos y cambiados.

Lugares de Interés[]

Mapas[]

Fuentes[]