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Trono Aquelarre

Intentar compensar una existencia maldita con la exuberancia y el lujo es algo habitual entre la elite vampírica. Un auténtico señor o señora de la no-muerte no querrá ensuciarse con el barro del campo de batalla como si fuera un simple campesino, ni se conformará con la dudosa dignidad de ir montado en alguna bestia de ultratumba. A menudo los monarcas de la noche van al combate en los opulentos palanquines de guerra conocidos como Tronos del Aquelarre. Estas construcciones de hueso son llevadas a cuestas por los espíritus de aquellos que se enamoraron de sus amos y lo único que obtuvieron a cambio fue una muerte violenta. Los hombres mortales se estremecen ante la belleza exótica de las Doncellas Lívidas que yacen sobre estos Tronos del Aquelarre, hipnotizados por una mirada fugaz, un beso lanzado al aire, o un dedo sutil invitándoles a una eternidad de esclavitud.

La leyenda de los Vampiros tiene su origen en el reino desértico de Lahmia, y son precisamente las Lahmias quienes son más famosas por utilizar los Tronos del Aquelarre. Aquellos que proceden de esas tierras se consideran los primeros entre la aristocracia de la noche, dado que fue su ciudad la primera en soportar la maldición del vampirismo. Todas las Lahmias descienden de Neferata, la Reina de los Misterios, de quien se dice que desprecia a los hombres con pasión. En consecuencia, hay muy pocas Lahmias que sean hombres. En vez de ello se decantan por las doncellas más hermosas escogidas de las familias nobles de Bretonia y el Imperio, a las que les dan el Beso de Sangre. Entonces se hacen con el control de los humanos que las rodean con astucia e intrigas, ya que las Lahmias suelen interesarse en los asuntos de los humanos… nadie puede estar seguro de cuantas de las señoras de alta cuna, damas y viudas nobles más excéntricas son en realidad miembros de los No Muertos.

Las Lahmias son criaturas hedonistas y caprichosas, que se esfuerzan mucho en presentarse con el mayor esplendor y majestad en todo momento. Así, los Tronos del Aquelarre que llevan a la hermandad de Lahmia van cargados con extraños artefactos y están decorados con almohadas de seda y demás refinamientos. A lo largo de los siglos, las Lahmias han perfeccionado el arte de la adivinación y el presentimiento, con tal de mantenerse siempre un paso por delante de quienes les persiguen. Los Tronos del Aquelarre portan grandes cuencos encantados, llenos a rebosar con sangre de vírgenes, en los que las Doncellas Lívidas pueden escudriñar el futuro. Nadie puede adivinar cuál es el objetivo final de las Lahmias.

A pesar de sus lujos, estos ostentosos palanquines son unas armas potentes sobre el campo de batalla. Los propios Vampiros se mueven tan rápidamente que parecen virtualmente invisibles, pero su auténtica fuerza reside en su unidad. Un aquelarre de Vampiros luchando al unísono es un reto tan formidable como un Dragón o un Príncipe Demonio.

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Fuente[]

  • Ejércitos Warhammer: Condes Vampiro (8ª Edición), pág. 52.