Aunque el Tribunal de Edictos alberga los tribunales de la ciudad y la provincia, ni siquiera su enorme tamaño puede manejar la enorme cantidad de casos diarios que ocurren en Talabheim. Cuatrocientos cincuenta años atrás, se fundó el Tribunal de Hombres Libres. Fue diseñado para escuchar las quejas del hombre común, manejada por litigantes y jueces públicos.
Como uno se puede imaginar, el Tribunal de Hombres Libres se convirtió justamente en la pesadilla que se suponía que debía evitar. Cada día, multitud de gente aguarda en largas colas para que sus casos sean escuchados. Aquellos con dinero suficiente (pero el suficiente como para que su caso sea tratado en La Gran Corte) son adelantados en la cola por su litigante. Aunque las colas son increíblemente largas, los fallos son sorprendentemente rápidos, ya que los jueces dictan sentencia con una combinación de conocimiento de la ley y un alterado sentido de la justicia. Los plebeyos temen y con razón llegar a un juez irritado que pueda dictar una sentencia extremadamente dura ante la más mínima provocación por estar de mal humor.