
Seiscientos cincuenta años antes de la aparición del Imperio de los humanos, los reinos enanos se extendían por toda la vertiente occidental de las Montañas del Fin del Mundo. Con el paso de los siglos, los Enanos descubrieron que unas criaturas muy antiguas habitaban esporádicamente las cuevas y los túneles existentes bajo esas montañas. Incluso los Enanos más poderosos sentían una punzada de miedo cuando uno de aquellos dragones despertaba de su letargo y comenzaba a atacar a los que habían osado despertarlo.
Esta es la historia del gran dragón Skaladrak el Carmesí y de algunos de sus enfrentamientos con los Enanos.
La venganza del padre[]
La muerte de la hija de Baragor días antes de su boda hizo que el rey se volviera loco. Al enterarse de la noticia, se quedó pasmado e inmóvil sobre el trono de Karak-Kadrin. Por mucho que lo intentaran, ninguno de los miembros del clan real ni los líderes gremiales podían consolarlo. Mientras los súbditos del rey esperaban a que este superara la pena que le afligía, el silencio se apoderó de la fortaleza.
Al cabo de dos días, un Enano un tanto extraño llegó a Karak-Kadrin. Seguía la senda del matador y quería hacerse con provisiones para continuar su misión consistente en acabar con un dragón muy peligroso que había sido visto por aquella zona. Al presentarse ante el rey, el matador reconoció de inmediato el dolor que le atenazaba y le sugirió la única salida posible para un Enano honorable.
Baragor sacó un cuchillo del cinto y empezó a cortarse el pelo de los lados de la cabeza.
Baragor ha realizado el juramento del matador y se ha entrenado con otros matadores, aunque sus deberes como rey le han impedido dedicarse en exclusiva al sendero del matador. Dentro de poco unirá ambos votos para convertirse en el primer rey matador y fundar el Santuario de Grimnir en Karak-Kadrin.
Sin embargo, de momento ya le ha seguido la pista al gran dragón Skaladrak para poder vengar la muerte de su hija. Según cuenta la historia, Skaladrak no murió a manos de Baragor, pero puede que el rey le arrancara un ojo o le cortara una garra luchando contra él. Skaladrak, por su parte, está encantado de poder acabar con otro Enano entrometido.
Una visita inesperada[]
Dos mil años han pasado desde que el rey Baragor hizo su juramento como matador para, poco después, arrancar una escama al gran dragón Skaladrak. La bestia huyó tras sufrir aquella herida tan grave y el recién bautizado Ungrim, regresó a Karak-Kadrin para convertirla en la fortaleza de los enanos matadores. La trágica muerte de su hija provocó la proliferación de generaciones de matadores y de los valientes enanos que los siguieron.
Hoy en día, las caravanas y patrullas enanas que rodean Karak-Kadrin han empezado a desaparecer. Algunos matadragones solitarios han encontrado señales de un dragón que ronda la montaña y que ha pasado muy cerca de la fortaleza. Tras consultar su Libro de los Agravios, los Enanos descubren que solo hay un dragón lo suficientemente poderoso para llevar a cabo estos ataques. Skaladrak ha regresado.
Lo que los enanos no saben es que Skaladrak está cansado de alimentarse de grupos pequeños y que ha descubierto en lo alto de las montañas el pozo de una mina que llega hasta Karak Kadrin. Como esta mina está demasiado alta para sufrir el ataque de un ejército, los Enanos la han dejado sin protección. Skaladrak ha aprovechado su debilidad y ahora acecha en las oscuras cavernas de camino a la fortaleza.
¡Por Baragor![]
El regreso del dragón Skaladrak a Karak-Kadrin ha costado la vida de muchos enanos. Y, además, la gran memoria enana les hizo recordar las rapiñas del pasado y la pena que había causado al Rey Baragor, muerto hacía mucho tiempo. En general, el desastre reavivó la furia de los Enanos hasta un nivel desconocido desde la Guerra de la Barba.
Los matadores y los guerreros enanos se unieron para formar un ingente ejército en Karak-Kadrin. Unos días antes, marchaban desde la fortaleza bajo el mando de uno de los descendientes de Ungrim. Los matadragones habían seguido la pista de Skaladrak de vuelta a su guarida y el ejército se aproximaba al lugar donde descansaba la bestia. Al menos, habían llegado hasta allí sin tropezarse con un ejército enemigo.
Lo que los Enanos no sabían era que otra raza del universo del Warhammer también conocía la existencia de Skaladrak y su guarida. Sin embargo, a estos desalmados no les había preocupado exterminar el dragón mientras este concentraba todo su apetito cruel sobre Karak-Kadrin. En verdad, esta raza se había sentado para contemplar la carnicería desde hacía milenios. Sin embargo, ahora Skaladrak estaba en peligro de sufrir un ataque de los Enanos y ellos no podían permanecer aparte y perder su bestia terrorífica favorita.