
El Impasible
Según se dice, Tlazcotl representa la impasibilidad y la sangre fría de los Hombres Lagarto y a sus iniciados no les afectan en absoluto los acontecimientos que suceden a su alrededor, por extremos o desconcertantes que sean.
Simbología[]
Su icono es el de una serpiente con dos cabezas, una en cada extremo, que se miran fijamente entre si. Quienes están bendecidos por el dios Tlazcotl siempre presentan un color amarillo en sus cuerpo.
Se dice que los sirvientes de esta deidad son fríos, pacientes e indiferentes a todo (incluso para los estándares saurios) y totalmente faltos de emoción. Por esta razón, no sienten ningún tipo de miedo, ya que no hay nada que pueda afectarles. Ni siquiera las visiones que podrían reducir al más valiente de los humanos a una masa de escalofríos son capaces de inculcar el terror en estos guerreros, que seguirán luchando hasta que todos y cada uno de ellos acaben muertos.
Hueste Sagrada[]

Todos los viajeros que han entrado en contacto con los Hombres Lagarto los describen como seres fríos e impasibles, aunque algunos de ellos han tenido la desgracia de toparse con Hombres Lagarto nacidos bajo el signo de Tlazcotl. Un aventurero saqueador de tumbas afirma haber naufragado al sur de Puerto Cortacuellos y haberse abierto paso hacia el Sur por la costa con la esperanza de llegar a Ciudad Ciénaga antes de que los piratas que lo perseguían lograran alcanzarlo para arrebatarle la máscara de oro que había encontrado en unas ruinas de los Hombres Lagarto. Al cabo de una semana de viaje se encontró con una fuerza de Hombres Lagarto bloqueándole el camino y no tuvo más alternativa que hablar con ellos e intentar conseguir que le dejaran pasar por su territorio. Sus intentos de comunicación solo obtuvieron el silencio por respuesta y, a pesar de que los Saurios no le atacaron, no hicieron ningún esfuerzo por comunicarse con él.
Frustrado por la falta de comunicación y temiendo que los Hombres Lagarto decidieran detenerlo si pasaba demasiado tiempo en sus dominios y descubrieran así el objeto robado que llevaba, el aventurero siguió avanzando por la playa lanzando miradas nerviosas hacia atrás. Solo cuando se dio la vuelta una última vez vio que los Hombres Lagarto se habían dispuesto en una larga línea de batalla bloqueando la playa tanto en marea alta como baja y que los piratas que lo llevaban persiguiendo por la costa siete días acababan de hacerse visibles. Los piratas superaban en número a los saurios, pero los Hombres Lagarto no mostraron ni un ápice de miedo ante el avance de las maltrechas líneas de asesinos. La batalla que se produjo fue extremadamente sangrienta. Los despiadados piratas se lanzaron contra los saurios, pero los Hombres Lagarto se negaron a ceder ni un paso, aunque estaban siendo abatidos por la horda salvaje que estaba arremetiendo contra ellos.
Al ponerse el sol cambiaron las tornas de la batalla, ya que los piratas estaban demasiado agotados como para seguir luchando. Se retiraron, pero los saurios siguieron en sus puestos protegiendo su territorio como obedeciendo a alguna orden no pronunciada. El aventurero se dio la vuelta y prosiguió su viaje hacia el Sur sabiendo que los piratas no podrían seguirlo, aunque tuvo ciertos remordimientos por el hecho de que hubieran muerto tantos para, sin saberlo, permitirle huir con su tesoro.