Thyrinor fue un Príncipe Dragonero de Caledor que participó en la Guerra de la Secesión. Era un primo cercano de Imrik, futuro Rey Fénix Caledor I, así como de Dorien y Caledrian, y durante la guerra que escindiría la raza de los Elfos, se mantuvo siempre fiel al trono de Ulthuan.
Descripción[]
Thyrinor era un apuesto Príncipe Dragonero, rubio y de ojos azules. Tenía una excelente relación con sus primos, especialmente con Imrik y Dorien, y combatió a su lado en numerosas ocasiones, pero a diferencia de ellos dos, Thyrinor era menos impetuoso y bastante más reflexivo y razonable. Tenía un gran don para la elocuencia y la retorica, lo que unido a su personalidad juiciosa y perspicacia lo hacían mucho mas dotados en los asuntos de política élfica y la intrigas de la corte del Rey Fénix, siempre buscando el beneficio para el reino de Caledor. Imrik siempre supo valorar los consejos de su primo, tanto antes como cuando se convirtió en el Rey Fénix Caledor I, sirviendo como contrapunto a su carácter más impulsivo y poco dado a la diplomacia.
Pese a esto, no hacía de Thyrinor menos ducho en la guerra, todo lo contrario, fue uno de los Príncipe Dragón de Caledor más reconocidos de su época, asistiendo en la batalla montado en la dragona azul Anaegnir. Al igual que sus primos, acudía al combate enfundado en una loriga de oro y plata, y armado con armas mágicas. Muchos fueron los enemigos que cayeron ante el poder de Anaegnir o de su lanza mágica.
Se sabe además que Thyrinor estaba casado.
Historia[]
En las Colonias[]
El príncipe Thyrinor vivió durante la época de regencia del Rey Fénix Bel Shanaar. Dado que su reinado se caracterizó por una época de paz y prosperidad para todo Ulthuan, Thyrinor viajó con sus primos Imrik y Dorien a Tor Arlieth, la principal colonia que el reino de Caledor poseía en Elthin Arvan. Montados en sus dragones, numerosas fueron las amenazas a las que tuvieron que enfrentarse allí como salvajes tribus Pieles Verdes, peligrosas bandas de Hombres Bestia y monstruos de diversa índole, pero Thyrinor y sus primos acabaron con todas ellas, aumentando tanto su reputación y prestigio como los del reino de Caledor.
Thyrinor residió en Tor Arlieth durante años junto con sus primos, hasta que llegó el día en que los tres lideraron un gran ejercito de Elfos para hacer frente a una gran horda de Pieles Verdes, sin embargo no fueron los únicos que se habían marcado ese objetivo: un ejército procedente de Athel Toralien, la principal colonia de Nagarythe, también se había movilizado para a hacer frente a los Orcos y Goblins, acercándose demasiado a los territorios dominados por los caledonianos.
Aunque Thyrinor no profesaba una animadversión tan grande hacia los Naggarothi como Dorien, su presencia seguía sin gustarle. Esto era una opinión que compartía con Imrik, aún así su primo decidió llevar la situación lo más diplomáticamente posible, y le sugirió a Maldiar, el general Naggarothi unir fuerzas contra el enemigo. Sin embargo, el arrogante comandante Elfo desdeñó su proposición y ordenó a su ejército lanzarse contra los Pieles Verdes para demostrarle a los caledorianos que no necesitaba su ayuda. Imrik era uno de los mayores estrategas y comandantes de su época, y no tardó en ver que el ataque de los Naggarothi había sido demasiado precipitado y que sería derrotados por los Orcos, así que ordenó a sus tropas lanzarse contra el enemigo.
Siguiendo las ordenes de su primo y montado sobre Anaegnir, Thyrinor lideró el ataque caledoriano. Los arqueros y lanzavirotes causaban estragos entre los Goblins mientras los lanceros se aproximaban de frente y la caballería atacó el flanco de los Orcos. La masacre fue brutal y pronto los Pieles Verdes supervivientes comenzaron a huir. Por su parte, Imrik y Dorien se enfrentaron al Kaudillo y a la Serpiente Alada que montaban, dando muerte a ambos. Maldiar no se mostró nada complacido por la ayuda, y él y Dorien por poco llegan a la manos, aunque Imrik logró calmar la situación, llegando a un cuerdo con el general Naggarothi de repartirse el botín equitativamente pese al desagrado de este, antes de volver a sus respectivas colonias.
Nada más regresar a Tor Arlieth, los tres Príncipes Dragoneros fueron informados de que había llegado una carta escrita por Caledrian. En ella, el príncipe regente de Caledor les hablaba de las crecientes tensiones y problemas entre Nagarythe y los restantes reinos de Ulthuan. Incluso en las colonias, habían oído noticias y rumores de la situación. Hacía varias décadas que Malekith, hijo de Aenarion, había desaparecido para explorar el mundo, y durante su ausencia, su madre Morathi se había convertido en regente. Durante la regencia de la viuda de Aenarion, el culto a los Cytharai, las deidades más siniestras del panteón Élfico, había crecido en Nagarythe y se estaba expandiendo al resto de reinos, causando toda clase disturbios. Pese a esto, el Rey Fénix Bel Shanaar se negara a actuar directamente contra Nagarythe.
Por ello, Caledrian pedía a Imrik que regresara a Ulthuan, con Dorien y con Thyrinor si quería, para representar a Caledor en el consejo del Rey Fénix. Imrik no dudó en regresar cuanto antes a Tor Caled, su hogar ancestral, montado en su dragón, y Thyrinor y Dorien decidieron acompañarlo.
Tribulaciones en Ulthuan[]
Al poco de su regreso a Tor Caled, participó en un consejo organizado por Caledrian entre los numerosos príncipes de Caledor para discutir la acción a tomar sobre el asunto de Nagarythe y las sectas. Thyrinor siempre se mostró favorable en apoyar a Bel Shanaar. A los pocos días, acompañó a Imrik para participar en un consejo de Príncipes en la corte del Rey Fénix en Tor Anroc, donde se buscaría una solución a aquel peliagudo tema.
Debido a la natural personalidad taciturna de Imrik y su poca paciencia con el comportamiento cortesanos, la presencia de Thyrinor fue de gran ayuda para su primo. Había tantos Elfos que conocer, tantas presentaciones, ceremonias y banquetes, que Imrik dependía absolutamente de Thyrinor para recordar quién era quién y dónde se suponía que se encontraba. En situaciones dudosas, Imrik se había mordido la lengua en numerosas ocasiones, aconsejado por Thyrinor de que cultivara su paciencia y evitara importunar a nadie.
En el consejo de Príncipes, se decidió formar un ejercito con tropas de los distintos reinos para tratar la amenaza de Nagarythe. Thyrinor llevó el peso de las conversaciones, y puso mucho cuidado en resaltar la importancia de cada uno de los reinos en el plan general, asegurándose de que sus interlocutores creyeran que serían ellos quienes asumirían buena parte del control de la fuerza. Ahora solo quedaba elegir al comandante de aquel gran ejercito.
Thyrinor intentó convencer a su primo para que aceptara el puesto, pues era un renombrado general y gozaba del respeto, cuando no de la amistad, de muchos príncipes, además de que era una oportunidad única para Caledor; los príncipes elegirían a un general de entre ellos y el cargo acarrearía un prestigio enorme que podría allanar el camino hacia el Trono del Fénix. Para frustración suya, Imrik no quería ocupar semejante posición: Su única preocupación era mantener el bienestar del reino de Caledor, y no ambicionaba una posición más elevada de la que ya tenía.
Durante las siguientes jornadas, se enviaron heraldos a Tor Caled rogando que algún príncipe de Caledor aceptara el puesto de general del Rey Fénix. Caledrian insistía, respaldado por Imrik, en que Caledor no debía enredarse en los intríngulis políticos de aquel nuevo ejército, decisión a la que se oponía tanto Thyrinor y como su primo Dorien, afirmando que era una estupidez permitir que los demás reinos eligieran un general sin contar con la opinión de Caledor. Si los guerreros caledorianos iban a luchar, sus príncipes tenían la obligación de saber quién iba a comandarlos.
Varias semanas más tarde, se llevó a cabo un nuevo consejo de príncipes para elegir al general, y por petición de Caledrian pidió Imrik que asistiera como representante de Caledor, ya que Dorien era demasiado impetuoso, y Thyrinor estaba demasiado deseoso de satisfacer a Bel Shanaar. Imrik viajó a Tor Anroc sin su hermano menor ni su primo para evitarse distracciones. Ambos se habían quejado amargamente de su decisión, tal como Imrik había esperado, hasta que les había dejado claro que su presencia le supondría un motivo de irritación y un estorbo. Dorien se calmó ligeramente cuando Imrik le encargó la custodia de su familia. Thyrinor se había mostrado más terco, y el asunto sólo se zanjó cuando Caledrian ordenó personalmente a su primo que permaneciera en Tor Caled.
Durante los debates para la elección se presentó por sorpresa Malekith, habiendo regresado en secreto a Ulthuan. Su presencia se consideró de lo más oportuna para la mayoría de príncipes, y fue elegido general del gran ejército. Imrik regresó a Tor Caled resentido por la noticia del regreso de Malekith, e informó de lo acontecido a sus hermanos y pares príncipes. Como casi nadie estaba dispuesto a ir a la guerra bajo el mando de un naggarothi, Caladrian declaró que ninguna casa noble de Caledor se uniera al ejército de Bel Shanaar, aunque si se acordó enviar armas forjadas en el Forja de Vaul.
El ejercito liderado por el príncipe Malekith asedió Anlec y cosechó una gran victoria, restableciendo su autoridad sobre Nagarythe y arrestando a su madre Morathi y llevándola ante el Rey Fénix Bel Shanaar, el cual decretó que debería permanecer prisionera en Tor Anoc.
Horrenda Traición[]
Con la derrota y la encarcelación de Morathi, la paz pareció volver a Ulthuan. Con Nagarythe de nuevo bajo el control de Malekith, se empezaron a perseguir a los cultos del placer, desbaratando muchas sectas, y logrando que la violencia que habían asolado Ulthuan comenzaba a amainar hasta casi desaparecer. Durante este periodo de paz, Thyrinor llevaba una vida tranquila junto a sus familiares y aliados en Caledor, realizando actividades lúdicas como llevar a los hijos de los príncipes a las Montañas Espinazo del Dragón a ver exhibiciones de las ancestrales criaturas.
Sin embargo, esta época de paz no duraría para siempre, y tras más de dos décadas de aparente calma y orden, la armonía de Ulthuan volvió a fragmentarse. La sectas resurgieron con más fuerza que nunca. Ciudades y pueblos de toda Ulthuan fueron escenario de disturbios o sufrieron incendios, y varios príncipes y nobles de menor rango fueron asesinados o tomados como rehenes. Incluso Malekith se había visto obligado a huir de Nagarythe con un cuerpo de guerreros leales y buscar asilo en Tor Anroc, en la corte del Rey Fénix. Ante esta situación, Bel Shanaar convocó a todos los príncipes para un nuevo consejo en el Templo de Asuryan, en la Isla de la Llama. El Rey Fénix deseaba que aquella nueva revuelta fuera aplastada rápidamente. Se revisaría la propuesta de un ejército unido bajo su estandarte y se buscaría nombrar al comandante de ese ejército.
Ante esto, Caledrian volvió a pedir a Imrik que asistiera, pero en esta ocasión su hermano se negó, recordándole a su hermano mayor que llevaba demasiado tiempo evitando a los príncipes de los demás reinos. Además, había aceptado una invitación de su lejano primo Koradrel para participar en una cacería en las montañas de Cracia, y como no quería ser molestado, no pensaba decirle a nadie donde estaría exactamente. Comprendiendo que no lograría cambiar a su hermano de opinión, Caledrian pidió a Thyrinor que lo acompañara. Su primo no tuvo nada que objetar, pues nunca había visitado el interior del Templo de Asuryan y consideraba un privilegio tener la oportunidad de ver la llama sagrada que bendijo a Aenarion.
Así, días mas tarde, dos docenas de príncipes procedentes de todos los reinos de Ulthuan; algunos líderes de reinos; otros, poderosos nobles, así como sus respectivas comitivas, se congregaron en la Isla de la Llama. Solo faltaban Malekith y el propio Rey Fénix Bel Shanaar, pero a medida que transcurría el día sin noticias de ellos, los ánimos empezaron a encenderse y algunos príncipes empezaron a proponer la idea de regresar a sus tierras. Elodhir, hijo de Bel Shanaar, empezaba a preocuparse por su retraso, temiendo que las sectas se hubieran enterado de lo que planeaban, Thyrinor, intentando sonar todo lo tranquilizador que le fue posible, le quitó hierro al asunto. La situación pareció calmarse cuando llegó un barco con la bandera de Tiranoc, pero Thyrinor se dió cuenta de algo no iba bien cuanto solo vio a Malekith, desembarcando con su séquito y sus caballeros de Anlec.
Una vez en el interior del templo de Asuryan, Thyrinor se sentó junto a su primo en la mesas dispuestas frente a la llama sagrada de Asuryan. Malekith se detuvo delante de la mesa reservada para Bel Shanaar y anunció una terrible noticia: El príncipe de Nagarythe aseguró que Bel Shanaar era un miembro de las sectas y que se había suicidado cuando fue descubierto. Esta revelación causó gran consternación y confusión entre los príncipes estallando discusiones en la sala. Thyrinor se quedó sin respiración del espanto y notó cómo se le constreñía la garganta impidiéndole expulsar el grito de consternación que le había brotado en el interior. Se volvió a Caledrian, quien a su vez se había quedado lívido y con la mandíbula y los puños fuertemente apretados.
Bathinair, príncipe regente de Yvresse, fue el primero en sugerir que había que coronar a un nuevo Rey Fénix. El tumulto se apoderó del templo y los príncipes se levantaron de sus sillas, dedicándose frenéticos aspavientos unos a otros. Thyrinor no conseguía digerir lo que estaba oyendo. Hizo el ademán de ponerse en pie, pero Caledrian lo empujó de nuevo contra la silla, advirtiéndole de que Bathinair estaba con Malekith. También advirtió a su primo sobre los guerreros que acompañaron a Malekith. Thyrinor se volvió hacia los caballeros de negro de Anlec, que habían retrocedido y ahora bloqueaban la puerta del templo con sus cuerpos recubiertos por las armaduras; tenían los brazos cruzados en sus petos repujados y sus ojos oscuros lanzaban miradas fulminantes a través de las viseras de los yelmos altos. Tanto Thyrinor como Caledrian comprendieron que algo malo estaba punto de ocurrir, y se prepararon para ello.
Malekith se presentó como para ser elegido como sucesor a la Corona del Fénix, aportando numerosos argumentos de por qué debería ser nombrado Rey Fénix lo más pronto posible, pero no fueron pocos los príncipes que se mostraban reacio a ellos, argumentando que Consejo no podía tomar a la ligera una decisión tan importante, además de que debía aclararse la muerte de Bel Shanaar. Frustrado por su negativa, Malekith trató de imponer su derecho a ser coronado como Rey Fénix, y sus aspavientos hicieron que Mianderin, el Sumo Sacerdote de Asuryan, descubriera que portaba una espada, lo cual desobedecía las leyes del templo, y exigió que la entregara. Thyrinor notó que Caledrian se ponía tenso a su lado. Con las palabras de su primo frescas en la memoria, se volvió a los caballeros de Anlec. Ellos también llevaban armas prendidas de la cintura, y sobre sus empuñaduras habían posado las manos enfundadas en los guanteletes.
No soportando más que se le negara lo que consideraba que era suyo por derecho, el hijo de Aenarion desenfundó su espada mágica. Thyrinor se quedó rígido en la silla, petrificado por el resplandor que despidió Avanuir en el puño de Malekith. Los guerreros de Malekith también desenfundaron sus armas y atacaron a los príncipes allí reunidos. Por puro instinto, Thyrinor se puso en pie y se llevó la mano a la cintura, pero no halló su espada, pues todos los príncipes, a excepción de Malekith, habían acatado las restricciones de Asuryan. Desarmados, los príncipes y los sacerdotes trataron de defenderse como pudieron.
Caledrian agarró una silla y arremetió con ella contra el guerrero naggarothi que tenía más cerca. Thyrinor se abalanzó sobre el guerrero que atacaba a su primo y lo tiró al suelo. El caballero armó el puño y lo descargó en Thyrinor, que quedó aturdido por el golpe y retrocedió tambaleándose, haciéndole chiribitas los ojos. El caballero se levantó rápidamente y su temible figura se cernió sobre Caledrian. Aún aturdido, Thyrinor se lanzó sobre el caballero que se disponía a acabar con su primo, se aferró al brazo del naggarothi que empuñaba la espada cuando éste ya emprendía el movimiento de descenso e intentó retorcérselo para obligarle a soltarla.
El caballero descargó un codazo contra la barbilla de Thyrinor, que salió volando por los aires agitando brazos y piernas. Caledrian aprovechó aquel momento de distracción y cogió otra silla para usarla de escudo, logrando evitar un fatal espadazo pero quedando indefenso por la fuerza del impacto. Thyrinor embistió de nuevo al guerrero, que esta vez se dio la vuelta y descargó la espada contra el caledoriano; la punta de la hoja rozó el pecho y el brazo de Thyrinor, y la sangre salió pulverizada de las incisiones. Con un grito agónico, el príncipe se derrumbó en el suelo, apretándose la extremidad herida con la mano del brazo sano.
Pese al aturdimiento provocado por el dolor, acertó a ver a Caledrian sorprendiendo al guerrero por la espalda y apretándole el brazo alrededor de la garganta. El caballero dio unas sacudidas, pero no consiguió zafarse del príncipe caledoriano. Thyrinor intentó levantarse, sin embargo, le fallaron las piernas y cayó de nuevo desplomado en el suelo. Con la mano libre, Caledrian arrancó la espada, pero una sombra se cernió sobre él por su espalda. Thyrinor intentó gritar para avisar a su primo, pero fue demasiado tarde. Una fuente de sangre reemplazó a la cabeza de Caledrian, decapitado de un solo tajo por la espada de un caballero.
El guerrero anterior recuperó su arma y volvió sobre Thyrinor. Sin medios para defenderse, el caledoriano hizo una pirueta para eludir el golpe, dejando una estela de sangre y profiriendo un aullido de dolor, y se refugió debajo de una mesa que un segundo después vibró por el impacto de un golpe. A través del bosque de piernas embutidas en grebas, Thyrinor vislumbró una alfombra de cuerpos ensangrentados en el suelo. Fascinado por la carnicería, levantó la mirada y vio a Malekith dirigiéndose hacia la llama de Asuryan mientras mataba a todo el que intentaba detenerlo. Para demostrar que era digno de ser el nuevo Rey Fénix, se introdujo en el fuego sagrado al igual que había echo su padre, pero el rey de los dioses élficos pudo ver su corrupción, y por sus transgresión fue castigado.
El suelo tembló, y las poderosas vibraciones arrojaron a Thyrinor, así como a los restantes príncipes, sacerdotes y caballeros, por los aires. Las baldosas del suelo se cubrieron de grietas y se abrió un surco de tres pasos de ancho en la pared oriental que arrojó una nube de polvo y piedras que dificultó la respiración de Thyrinor. Con un restallido ensordecedor, la llama sagrada explotó e inundó la sala de luz blanca. En su interior, Malekith se derrumbó sobre las rodillas y se llevó las manos a la cara; levantó la cabeza y lanzó un grito agónico mientras lo consumían las llamas.
Thyrinor sintió que el dolor que expresaba aquel grito le partía el corazón; era un grito tan desgarradoramente escalofriante, tan rebosante de ira y de frustración, que le revolvió el estómago y le llegó hasta la cabeza, donde su recuerdo se instalaría para siempre. La figura abrasada se puso en pie lentamente y se arrojó fuera de las llamas. El cuerpo calcinado y humeante de Malekith aterrizó en el suelo despidiendo nubes de ceniza. Sus seguidores de Malekith recogieron su cuerpo completamente destrozado y huyeron del Templo de Asuryan, dejando el lugar lleno de elfos asesinados.
Comienzo de la Guerra[]
Thyrinor emergió tambaleante de debajo de la mesa y se topó con el resultado de una masacre atroz: el suelo estaba sembrado de cuerpos y de extremidades, tanto de príncipes como de sacerdotes. Deambuló titubeante por el templo en busca de supervivientes, resbalándole los pies en los charcos de sangre y en los montones de vísceras. La elite de la nobleza elfa yacía desmembrada y despedazada alrededor de Thyrinor. Al caledoriano se le saltaron las lágrimas; tanto por lo que había ocurrido como por lo que se desplegaba ante sus ojos y por el temor que le infundía el futuro que presagiaba. Thyrinor quedó arrodillado en el suelo y acunando en el regazo el cuerpo decapitado de su primo Caledrian.
Aparte de él, solo unos pocos príncipes lograron sobrevivir a la carnicería, entre ellos Finudel, príncipe regente de Ellyrion, y Thyriol, Príncipe mago de Saphery. En esos momentos entró Carathril, el leal heraldo del Rey Fénix. Todos ellos estaban conmocionados por los acontecido, todavía incapaces de concebir la traición de Malekith y como arrojaría las tinieblas de Nagarythe sobre todos ellos. Thyrinor informó a los presentes de que Malekith había muerto al introducirse en la llama sagrada, sin embargo, la amenaza de Nagarythe seguía presente, y su madre Morathi, la cual estaba confabulada con él, no tardaría en desatar su venganza sobre el resto de reinos.
Carathril informó llevaba un mensaje del fallecido Bel Shanaar, una misiva destinada al príncipe Imrik y que solo él podía leerla. Thyrinor le convenció de que la leyera, pues entre ellos no se encontraba ningún partidario de Nagarythe, y los que había sobrevivido se mantenían leales a Ulthuan. En el mensaje, Bel Shanaar confesaba sus sospechas que tenía hacia Malekith, por lo que lo había elegido a Imrik para que fuera el comandante de los ejércitos de Ulthuan. Para los presentes, esto último era casi como si Bel Shanaar hubiera elegido a Imrik para que fuera su sucesor como Rey Fénix, y todos de los presentes estaban de acuerdo de que era el mejor candidato para liderarlos en esos oscuros momentos.
El problema es que, como informó Thyrinor, su primo se encontraba en algún lugar perdido en las montañas de Cracia. Finudel sugirió a los Heraldos Negros para encontrarlo. Thyrinor se inquietó al oír aquella sugerencia, pues lo heraldos negros eran Elfos de Nagarythe, de modo que recibió con alivio la objeción de Carathril. Entonces Thyrinor sugirió que fuera el propio Carathril el que fuera en su búsqueda. Todos los príncipes supervivientes le proporcionaron toda la ayuda y el mejor equipo y guerreros que disponían en ese momento para facilitarle la búsqueda. Carathril partió de inmediato para dar con Imrik antes de que lo hicieran sus enemigos. Thyrinor y los restantes príncipes supervivientes se quedaron allí para encargarse informar a todas las comitivas de lo acontecido y hacerse cargo de los muertos.
Carathril tuvo éxito en su misión y logró dar con Imrik, informándole de las trágicas y terribles noticias, y de que había sido elegido como sucesor de Bel Shanaar. Imrik partió de inmediato a la Isla de la Llama. No solo se había convertido en el príncipe regente de Caledor con el asesinato de Caledrian, si no que además había sido elegido como nuevo Rey Fénix, intoduciendose en la llama sagrada y recibiendo la bendición de Asuryan. Tras esto, adoptó el nombre de Caledor I en honor a su abuelo, y de inmediato se puso a organizarlo todo para hacer frente a los ejércitos de Nagarythe.
Aprovechando la confusión inicial por la masacre en el Templo de Asuryan, Morathi había sido liberada de su prisión de Tiranoc y marchó con los seguidores de Malekith de regreso a Anlec, con los restos calcinados de su hijo. Jurando venganza por aquella afrenta, Morathi tomó el mando de las fuerzas de Nagarythe, e invadió los reinos vecinos, apoderándose rápidamente de Tiranoc y asediando constantemente a Ellyrion y Cracia. Incluso los reinos que estaban lejos de Nagarythe también se vieron atacados.
Para contrarrestar el hecho de que sus enemigos tomaran la iniciativa, Thyrinor viajo juntó a sus primos Caledor y Dorien a las montañas del Espinazo de Dragón y para despertar de las bestias draconianas que dormitaban en sus cavernas. Caledor había permanecido mudo casi todo el viaje; Thyrinor había intentado sonsacarle alguna pista de los pensamientos que rondaban por la cabeza del Rey Fénix, pero había fracasado. Caledor estaba preocupado, eso era evidente para cualquiera, y su porte mientras esperaba la respuesta de los dragones no ayudaba a paliar los temores de Thyrinor. Los elfos aguardaron largo rato. Thyrinor intentó entablar una conversación con Dorien, pero éste parecía haberse contagiado del ánimo de su hermano y apenas le respondía con monosílabos. Al final, Thyrinor se dio por vencido y se sentó en una roca, absorto en sus propios pensamientos tenebrosos.
Despertaron menos de las deseadas, pero si las suficientes para frenar el avance de los ejércitos naggarothi. Los tres Príncipes Dragoneros le explicaron la situación, y de esta manera Thyrinor volvió a entrar en combate montado en la dragona azul Anaegnir, aunque en esta ocasión fuera con el triste objetivo de llevar la muerte y la destrucción a otros Elfos.
Campos de Ellyrion[]
Varias fueron las batallas en las que Thyrinor participó para derrotar a los ejércitos Naggarothi, a los que se les empezó a conocer como Elfos Oscuros o Druchii. En una ocasión, el y su primo Dorien volaron hasta Ellyrion en sus dragones, adelantándose al resto del ejército Asur para intentar asistir cuanto antes al príncipe regente Finudel y a su hermana Athielle en la batalla contra las hordas naggarothi lideradas por Kheranion, un despiadado general que ya había causado numerosas matanzas desde que comenzó la guerra, entre ellos, la destrucción de toda la Casa Anar.
Al aproximarse al campo de batalla, Thyrinor y Dorien vieron algo que les costaba creer, el ejercito druchii estaba siendo atacado en el flanco sur de los druchii por una fuerza que también llevaba los colores y motivos naggarothi. Thyrinor no pudo evitar exclamar su satisfacción al ver que los naggarothi se estaban matando entre ellos, pero la alegría le duró poco al ver que Kheranion causaba estragos en las filas ellyrianas con su Dragón Negro Colmillos Sangrientos, así que los dos príncipes dragoneros se dirigieron inmediatamente a hacerle frente.
El general Druchii estaba a punto de acabar con Athielle cuando se percató de su presencia. Trató de hacerles frente pero fue inútil. Masculló una maldición cuando, un segundo antes de que la lanza de Thyrinor encontrara su objetivo, su mirada se topó con los penetrantes ojos azules del príncipe caledoriano y sólo vio ira en ellos. La punta de la lanza atravesó el peto de Kheranion, lo que provocó una explosión de fuego mágico que destrozó el interior de Kheranion, arrancándolo de las correas esmaltadas que lo mantenían fijo al asiento. Thyrinor extrajo la lanza con un giro de muñeca y el cuerpo sin vida de Kheranion cayó dando volteretas en el aire y se estrelló contra el suelo. Muerto su amo, Colmillos Sangrientos huyó del campo de batalla
Thyrinor y Dorien atendieron a Finudel y Athielle antes de encargarse del resto del ejército Druchii, Los príncipes de Ellyrion les agradecieron su ayuda pero les advirtieron que no atacaran a los Naggarothi del sur pues eran aliados suyo. A ambos príncipes caledorianos les pareció extraño esto, pero hicieron lo que pidieron, y no tardaron en derrotar al restante ejercito de Elfos Oscuros.
Tras la batalla, se celebró la victoria en el campamento caledoriano. Thyrinor estaba un poco achispado, pero le daba igual. Ese día había matado al general druchii y sus invitados ellyrianos habían brindado repetidamente en su honor. Por la que parecía ser la vigésima vez, narró el duelo con el jinete del dragón negro a una audiencia entusiasmada, poniendo mucho cuidado en otorgar a Dorien igual mérito en la muerte del naggarothi.
El silencio se propagó entre los caledorianos congregados ante la presencia del líder de los guerreros naggarothi que había luchado a favor de los príncipes de Ellyrion. El individuo se presentó como Alith Anar, el último miembro superviviente de la Casa Anar. Pese a que tanto Finudel como Athielle hablaron en su favor, Dorien, quien sentía una gran animadversión hacia los naggarothi, se alejó refunfuñando para no estar en su presencia. Tratando de ser más diplomático que su primo, Thyrinor se presentó ante Alith y trató de entablar conversación con él, sabiendo que la casa Anar fuera una de las estirpes más nobles de toda Ulthuan y que se habían enfrentado a Morathi cuando era la regente de Naggarythe.
Pese a que trató de ser lo mas formal y educado posible, Thyrinor no podía negar que la presencia de Alith le resultaba profundamente desasosegante. Daba muestras de una personalidad y comportamiento sombrío y cargado de sentimientos de venganza, lamentando que Kheranion, el asesino de su familia, hubiera tenido una muerte rápida. Igualmente Thyrinor pudo percibir que su espíritu estaba impregnado de una tenebrosidad que le llegaba hasta las entrañas, y no quería participar de ella. Tras brindar por la victoria, Thyrinor se dio la vuelta y llamó a Dorien, fingiendo preocupación por su primo para poder abandonar la compañía del Naggarothi.
Thyrinor compartió con Dorien sus temores con respecto a Alith, y que prefería no tenerlo de su parte. Su primo le respondió que acabará destapándose como un traidor y que Finudel cometió un error al fiarse de él. Thyrinor desterró al príncipe naggarothi de sus pensamientos, y trató de disfrutar de la velada antes de partir a la mañana siguiente para combatir a los Druchii en otros territorios.
Muerte en Avelorn[]
La guerra se prolongó durante años, sin que ningún bando pudiera sobreponerse al otro. Aún con los Dragones, el Rey Fénix no disponía de fuerzas suficientes para derrotar a los Druchii de manera definitiva, por ello trataba de retrasar la victoria del enemigo mientras le fuera posible, ganando todo el tiempo posible para formar el gran ejercito que necesitaba. Los comandantes Druchii le siguieron el juego durante bastante tiempo, hasta que Morathi decidió invadir el reino de Avelorn con una gran hueste de Druchii. Quería no solo humillar y matar a Yvraine, si no también apoderarse del Aein Yshain, el árbol sagrado de Isha, y que concentraba la energía mágica que había en Avelorn.
Ante esta amenaza, Yvraine envió un mensaje a Caledor para recordarle sus obligaciones con la Reina Eterna. Caledor I no acudió a Avelorn; por el contrario, envió a Thyrinor y a otros dos Príncipes Dragoneros junto con un ejército formado por diez mil guerreros. Thyrinor encabezaba las huestes, que cruzaron el Mar Interior a bordo de las naves de Eataine y desembarcaron en la costa de Avelorn, anticipándose al avance Druchii.
Allí, Thyrinor fue recibido, por la guardia de Doncellas de la Reina Eterna, con Yvraine manifestándose por medio de su capitana Altharielle. La estrategia de Yvraine para derrotar a los Druchii consistía en atraer a Morathi y sus huestes los suficiente hasta el Valle de Gaen, conteniéndolos en el angosto istmo que separaba el Valle del resto de Ulthuan para reducir parte de la ventaja numérica del ejército Druchii. Aunque Thyrinor no estaba del todo de acuerdo con el arriesgado plan de la Reina Eterna, accedió a ejecutarlo.
El caledoriano no pudo negar sentir miedo cuando divisó la negra figura de Morathi elevándose desde el corazón del ejército druchii en su Pegaso Oscuro. Más que por la vista, la inquietud del príncipe provenía de lo percibido con su sentido mágico, pues podía percibir como Morathi era un foco del viento más oscuro de la magia. Al percibir el temor que atenazaba a su jinete, su dragona Anaegnir trato de tranquilizarlo diciéndole que la hechicera no es más que una criatura, una cosa frágil que se la podía matar, pero Thyrinor le recordó que Morathi no había vivido tanto tiempo gracias a su fragilidad, y que ni siquiera los demonios pudieron destruirla.
Durante la batalla, Thyrinor se enfrentó contra la propia Morathi en combate aéreo, pero incluso con el devastador poder de su montura, no fue suficiente para derrotar a la viuda de Aenarion. En un momento dado del duelo, Anaegnir se lanzó precipitadamente hacia Morathi, con las fauces abiertas y las patas delanteras extendidas. Al percibir como la oscura hechicera concentraba sus poderes, Thyrinor trató de controlar a su montura, haciendo que se deslizara hacia un lado, pero ya era demasiado tarde, y Thyrinor y Anaegnir quedaron atrapados en una vorágine de humo asfixiante invocado por Morathi.
Dragón y jinete, zarandeados y azotados, salieron despedidos de mala manera por el cielo, perseguidos por la espiral de humo, cada vez más densa. La niebla tóxica se posó sobre sus hombros como una pesada piedra y le envolvió y le oprimió el cuello y el pecho como si fuera la mano de un coloso. Anaegnir también forcejeaba, escupiendo llamas y sacudiendo la cabeza mientras sus escamas se abollaban y sus huesos crujían.
Con un ruido de metal machacado, el peto de la armadura de Thyrinor cedió y le aplastó el pecho. Sus costillas se quebraron y el yelmo no soportó la presión y reventó; los trozos astillados de los huesos perforaron los pulmones y el corazón del príncipe. Anaegnir lanzó un alarido estridente; se le combaron las alas y se le partieron los huesos. La fuerza titánica de la magia negra estaba estrujando a jinete y dragón. Unos regueros carmesíes se deslizaron desde los ojos de Thyrinor, desde sus oídos, su nariz y su boca, y empaparon la túnica que vestía debajo de la armadura. Ahogado en su propia sangre, el príncipe se desplomó hacia un lado, sujeto por los arneses de la silla, escapándosele el aire que quedaba en su cuerpo, en sus órganos y en sus vasos sanguíneos.
Una ovación se propagó por las filas del ejército Naggarothi cuando los restos devastados del caledoriano y de su dragón se estrellaron contra la espesura del bosque.
Con la muerte de Thyrinor, parecía que los Elfos Oscuros acabarían por imponerse, por lo que Yvraine decidió llevar a cabo un gran sacrifico. Sabiendo que Morathi corrompería aquella tierra para siempre, la Reina Eterna fundió su espíritu con el del árbol sagrado para desencadenar un cataclismo, aunque ello suponía perder gran parte de sus poderes. El suelo del istmo empezó a temblar y agrietarse de costa a costa. Entonces titánicas murallas de agua espumosas se precipitó por las hendiduras abiertas, destruyendo el istmo. Muchos elfos de ambos ejércitos fueron demasiado lentos al intentar escapar y acabaron engullidos por las embravecidas aguas. Por su parte, Morathi tuvo que llamar a los demonios para que la sacaran de allí con vida.
Yvraine contempló la retirada del ejército enemigo en la orilla opuesta. Morathi y sus Druchii había sido derrotados a costa de un enorme sacrificio, no solo para ella si no para toda Ulthuan, pero había sido necesario para evitar un desastre aún mayor. La noticia de la separación definitiva del Valle de Gaen con el resto de Ulthuan fue un duro golpe para la moral del Rey Fénix Caledor pese a la victoria, golpe que se acrecentaría aún mas por la muerte de su primo Thyrinor.
Nota Aclaratoria[]
- No está claro si Thyrinor también es miembro de la Casa de Tor Caled o pertenece a otra rama de la familia.
Fuentes[]
- Saga de La Secesión: El Rey Sombrío, por Gav Thorpe.
- Cap. 16: Sangre en las llanuras.
- Cap. 17: Un destino cruel.
- Saga de La Secesión: Caledor, por Gav Thorpe.
- Cap. 1: El orgullo de Caledor.
- Cap. 2: El regreso del príncipe.
- Cap. 3: Se avivan las llamas.
- Cap. 4: El Consejo de los príncipes.
- Cap. 5: La elección de un rey.
- Cap. 9: Desde las llamas.
- Cap. 11: Los dragones negros.
- Cap. 13: El final de una era.