Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Cuando los antiguos Señores de los Vampiros escaparon de la

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destrucción de Lahmia y huyeron hacia el Norte, Ushoran, el Señor de las Máscaras, se encontraba entre ellos. Se trataba del Señor de los Vampiros más poderoso y orgulloso; así que, al poco tiempo, desafió al resto de vampiros por la supremacía. Sin embargo, los vampiros se resistieron y decidieron que ninguno de ellos volvería a gobernar sobre los demás de nuevo. Prefirieron dirigirse al Norte y entonces dividirse, libres para elegir cada uno su propio camino hacia la condenación.

Ushoran enfureció. Con un rencor profundo los rechazó, los maldijo y después partió.

Se puso al frente de unos pocos seguidores y se dirigió al Oeste, hacia un pequeño reino humano. Strigos era el nombre de ese reino situado al pie de las colinas más occidentales de las Montañas del Fin del Mundo, allí donde el río Ciego desemboca en las llanuras. La capital de ese reino era la gran ciudad amurallada de Mourkain (aunque puede encontrarse en algunos antiguos mapas imperiales con el nombre de Morgheim). En cuestión de pocos siglos, los hijos del Señor de las Máscaras ocuparon posiciones relevantes en la ciudad y Ushoran se hizo con el poder absoluto del reino y gobernó sobre los Strigoi durante muchos siglos. Los humanos lo veneraban como una divinidad de un modo que guardaba ciertas reminiscencias con el Ancestral Culto de la Sangre en Lahmia. A unos pocos hombres, elegidos entre la nobleza, se les concedió la vida eterna como vampiros y formaron el grupo de los ministros más próximos a Ushoran y los sumos sacerdotes de su culto. Una vez más, los sacrificios humanos se consumaron en noches sin lunas; pero Ushoran y sus sacerdotes, sabiamente, supieron elegir sus víctimas de entre los enemigos capturados, los esclavos y los criminales para que los habitantes de Strigoi nunca se sintieran amenazados por sus terribles amos.

Pero gobernar en paz no era el destino final de este clan vampírico. Cuando los ejércitos de Strigos libraron una batalla en el norte del reino, en la que rechazaron una incursión de uno de los reinos humanos vecinos, sobrevino el desastre. Desde más allá de las Montañas del Fin del Mundo, surgió una ingente horda de pielesverdes. Los Orcos invasores arrasaron las llanuras de Strigos, aniquilaron las patrullas fronterizas y, poco después, asediaron Mourkain. Cuando Ushoran, que se encontraba al frente de su ejército en las tierras del norte, tuvo noticias del ataque, se dirigió inmediatamente a defender su ciudad.

En la Batalla de la Llanura de la Ceniza, un reducido ejército de Strigos se enfrentó contra una innumerable horda Orca bajo las murallas de la ciudad. Tras una larga y cruenta lucha, los Strigoi fueron derrotados y tuvieron que replegarse desesperadamente hacia el interior de la ciudad.

Cuando el poderoso Chamán Orco que estaba al frente de la horda vio que las puertas de la ciudad se abrían para que entrasen los restos del ejército, aprovechó la ocasión y lanzó un ataque general contra las defensas de la puerta. Un Jefe Orco y el Chamán, montados en Serpientes Aladas, cayeron sobre los humanos asediados en la entrada de la ciudad. En esas puertas se decidió el destino de Mourkain, ya que fue allí donde tuvo lugar el último intento de resistencia de Ushoran. El duelo entre los Orcos y el Señor de los Vampiros fue épico, pero, al final, el noble no muerto sucumbió ante los grandes poderes del Chamán y fue destruido. Su grito agonizante todavía resuena por las noches entre las siniestras ruinas de la gran ciudad de Mourkain.

Después, los Orcos se abalanzaron sobre la capital y devastaron todo lo que encontraron a su paso, matando o esclavizando a la población. Lo que una vez fuera un orgulloso reino, había sido completamente barrido de la historia. En la actualidad, a esta zona se la conoce como las Tierras Yermas. Los pocos supervivientes que pudieron escapar de la devastación orca se han convertido en un grupo disperso de nómadas, conocidos como los Striganos, que viajan por los reinos humanos en pequeñas caravanas y malviven como pueden. Sus mitos y leyendas todavía recuerdan la edad dorada en la que "el rey no muerto" gobernaba la rica y próspera Strigos y profetizan la llegada del día en que vuelva y guíe a su gente para reclamar su ancestral tierra y reconstruirla en todo su esplendor.

No todos los vampiros Strigoi fueron destruidos con Ushoran. Algunos sobrevivieron y huyeron a los reinos humanos del norte. Como necesitaban ayuda, buscaron a otros de su clase y los encontraron en los bosques de Sylvania. No obstante, el orgulloso Conde von Carstein todavía recordaba la rencorosa arrogancia de Ushoran y la traspasó a sus servidores, a los que persiguió como animales por los bosques.

Tras el episodio de la sangrienta traición, los pocos Strigoi que quedaron se dispersaron por el Viejo Mundo. Siempre que se encontraban con vampiros de otros clanes recibían el mismo tratamiento que el que los von Carstein les dispensaron; así que, pronto, los Vampiros Strigoi tuvieron que esconderse de la ira de los de su propia especie y comenzaron una vida de carroñeros en los límites de la sociedad humana. Desde la oscuridad de cunetas, bosques y edificios abandonados, espiaban a los Vampiros del Clan Lahmia y von Carstein en los bailes y banquetes de la aristocracia. Su belleza, nobleza y opulencia les hacían recordar a los miserables Strigoi todo lo que habían perdido, por lo que el odio y la envidia comenzaron a devorar sus mentes. También comenzaron a tener el mismo sentimiento hacia los marciales Vampiros del Clan Dragón Sangriento y hacia los poderosos Vampiros del Clan Necrarca; que, a cambio, les trataban respectivamente como un enemigo al que destruir en un duelo o como un especimen interesante para diseccionar en sus laboratorios.

Los Strigoi lentamente se transformaron en criaturas desesperadas, odiadas tanto por los vivos como por los vampiros. En su desolación, muchos de ellos se volvieron completamente locos y se convirtieron en seres solitarios; criaturas patéticas temerosas de alimentarse de los humanos por miedo a atraer la atención de los cazadores de brujas o, incluso peor, de otros vampiros. Por esa razón se escondieron en los cementerios, donde desenterraban cadáveres recientes para alimentarse con su sangre fría y donde podían ocultarse durante el día en las húmedas criptas y en las alcantarillas cerca de donde se alimentaban. Su apariencia física pronto empezó a reflejar su miserable condición a medida que iban degenerando hasta convertirse en grotescas monstruosidades encorvadas. Los rasgos más bestiales de su raza fueron los únicos en prevalecer y erradicaron cualquier rasgo de apariencia humana.

Aunque la mayoría de ellos han degenerado hasta volverse locos, poseen aún muchos de los poderes innatos que tienen todos los vampiros. Su autoridad sobre los muertos vivientes y sobre multitud de criaturas nocturnas es aún fuerte. No han perdido el poder de levantar a los muertos de sus tumbas y someterlos a su voluntad, aunque lo hacen de una forma instintiva. Además, aunque su magia es menos sutil que la de otras formas de nigromancia más refinadas practicadas por los otros vampiros, no por ello es menos efectiva.

Manadas de Necrófagos carroñeros se ven atraídas hacia estas criaturas solitarias y, a menudo, forman grotescas cortes a su alrededor. Los saqueadores de tumbas y aquellos hombres viles que viven de los despojos de las batallas y del saqueo de cadáveres han aprendido demasiado bien que deben llevar a cabo estos actos antes de que caiga la noche y que luego deben desaparecer. Con la llegada de la oscuridad, diferentes tipos de carroñeros aparecen siempre en estos lugares de muerte; manadas de Necrófagos liderados por enormes, rápidos y mortíferos cazadores nocturnos: los Vampiros Strigoi. No es, por tanto, de extrañar que los habitantes del Viejo Mundo se refieran a ellos como "los Reyes Necrófagos".

La misma gente supersticiosa que dice tales cosas acusa a los errantes Striganos de estar en contacto con esas peligrosas criaturas y de venerarlas y servirlas. Se dice que los nómadas a veces raptan niños para dárselos como ofrenda a los Reyes Necrófagos en una especie de parodia de los rituales del antiguo Strigos. Otros aseguran que los Striganos ayudan a los Vampiros Strigoi a trasladarse de una ciudad a otra en sus caravanas, con lo que contribuyen a extender su maligna plaga. Esos rumores normalmente resultan falsos y han sido la causa de que los Striganos sean a menudo perseguidos, repudiados e incluso aniquilados.

Los Vampiros Strigoi son escasos y se encuentran en su mayoría en las provincias más al sur del Imperio, en Tilea y en los Reinos Fronterizos. Parecen verse impelidos a dirigirse hacia las Tierras Yermas, el antiguo Strigos. A veces, poderosos Vampiros Strigoi forman un vasto ejército de muertos vivientes y se dirigen hacia el Sur en un intento desesperado de recrear el reino que una vez fue suyo y que han perdido; pero siempre se les ha podido detener. Por lo menos, hasta ahora...

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