Skretch

El líder Skaven conocido como Skretch, Señor de la Guerra Skaven del Clan Escorbuto, fue antaño un prospero pirata con una mente criminal maestra. Pero su suerte se acabó el día en que su flota fue devorada por un Leviatán del Orbe, que confundió su apéndice luminiscente con un botín de Piedra Bruja. Desesperados por sobrevivir, los Skavens atrapados devoraron a la bestia gigante desde el interior, pero murieron asfixiados antes de poder escapar de su estómago. Cuando descubrió el cadáver de la enorme bestia a la deriva, el Conde Noctilus le lanzó un poderoso ritual nigromántico para levantar el Leviatán del Orbe, pero en su lugar devolvió la vida a Skretch y su tripulación.

A diferencia del resto de galeones que componen la flota, el Skabrus es la única nave Zombi de Dreadfleet. Los Skavens han aprovechado sus órganos al descubierto para construir generadores de disformidad y los gases del cadáver putrefacto de la gigantesca criatura flotante como combustible y como parte de su arsenal. Los Skavens han sustituido el Leviatán del Orbe por un cebo de barro bioluminesciente en la Campana Gritona de su antiguo barco.

Historia

Skretch se abrió camino hasta la capitanía trepando sobre las pilas de cadáveres de sus antiguos aliados, a los que más tarde o más temprano acababa apuñalando por la espalda. Durante bastante tiempo, él y su infestada flota fueron el terror de la costa de Tilea, lanzando ataques desde la ciudad Skaven de Puerto Espina hasta Sartosa, en busca de esclavos y tesoros. Esta situación se mantuvo hasta cierto día en que Skretch y los suyos tuvieron un aciago encuentro, un encuentro que les hizo caer en una irrefrenable espiral de oscuridad y no muerte.

Los Skavens siempre han sentido fascinación por un extraño mineral, una especie de energía de Magia Oscura cristalizada, llamado "Piedra Bruja". Su obsesión por él es total, pues para ellos es a la vez una potente droga, un manjar sin igual, la puerta a un enorme poder y el combustible que hace funcionar su salvaje magia. Por tanto no importaba cuanto oro lograra amasar Skretch, o cuantos esclavos capturase para hacer funcionar aún más deprisa las salas de máquinas de su nave: lo único capaz de calmar su violento mal humor era el enfermizo brillo verdinegro de la Piedra Bruja. Fue este ansia la que le llevó a ordenar a su flota que se pusiese a buscar el Cementerio de los Galeones, un lugar que según las leyendas literalmente destellaba de energía mágica cristalizada. Y en cieno sentido, dicha búsqueda tuvo éxito.

La noche antes del Geheimnisnacht, los Esclavos Skavens de Skretch acertaron a ver con sus avezados ojos un tenue brillo verde entre la niebla que se extendía ante ellos. Skretch mandó de inmediato embolsar las velas para aprovechar el poco viento que soplaba, y así poder dirigirse cuanto antes hacia allí. Mientras sus Hombres Rata le obedecían, el Señor de la Guerra Skaven se frotó las garras con satisfacción. Sin duda aquella luz indicaba la presencia de una gran reserva de Piedra Bruja, esperando a que alguien se la llevara. Sin embargo, cuando los barcos Skavens estuvieron más cerca, un par de ojos bulbosos se abrieron de pronto, seguidos por unas cavernosas fauces llenas de centenares de dientes largos como mástiles. Era un Leviatán del Orbe, un titánico monstruo marino que podía competir en tamaño incluso con el barco más grande de la armada de Skretch. Un apéndice luminiscente colgaba de su masiva cabeza, emitiendo una penetrante y nauseabunda fosforescencia verdosa.

La carnicería que siguió a aquella escena fue increíble. Los Skavens, presa del pánico, lanzaron contra la colosal criatura hasta el último proyectil que tenían a mano, mientras los Cañones de Disformidad disparaban una salva de energía antinatural tras otra contra sus flancos. Por desgracia para los Hombres Rata, el único efecto que tuvo esto fue encolerizar todavía más a la bestia. El Leviatán del Orbe entró en un estado de furia incontrolable, mordiendo y embistiendo hasta que todo lo que quedó de la flota de Skretch fueron astillas flotando en el agua, y varias esferas de bronce semidestruídas hundiéndose hacia el fondo, mientras dejaban escapar sus últimas y agónicas descargas de rayos. El Leviatán había dejado para el final al buque insignia de Skretch: abrió sobre él sus vastas fauces hasta tal extremo, que al volver a cerrarlas lo partió limpiamente por la mitad.

Milagrosamente, pese a que la nave de Skretch había quedado hecha añicos, la mayoría de su tripulación había sobrevivido al ataque, pues el Leviatán se la había tragado entera. En la cavernosa y fétida oscuridad del vientre de la criatura, los Skavens se dieron cuenta de que, pese a lo desesperado de su situación, aún no estaban ni mucho menos derrotados. Y así, contraatacaron, devorando el corazón y las entrañas del monstruo marino hasta matarlo, dejándolo convertido en poco más que una carcasa hueca. Pese a aquella hazaña, no obstante, los exhaustos Hombres Rata seguían atrapados en las tripas de la bestia, asfixiándose lentamente en la nauseabunda miasma que despedían sus potentes jugos gástricos. Uno a uno todos ellos fueron expirando, mientras de sus labios escapaban fútiles maldiciones.

Al igual que ocurre con todas las cosas que morían en el Gran Océano, el cuerpo de la bestia marina acabó en el Cementerio de los Galeones. Allí fue descubierto por el Conde Noctilus, quien supo ver de inmediato que una carcasa tan monstruosa ofrecía gran potencial bélico. Dicho y hecho, Noctilus lanzó sobre el cadáver del Leviatán un poderoso ritual nigromántico que no sólo le devolvió una semblanza de vida, sino que (sin que el Conde lo supiera), también revivió a los numerosos Skavens que se pudrían en su interior.

Quizás fuese la ingente cantidad de Piedra Bruja que Skretch y sus Hombres Rata habían engullido a lo largo de los años, o quizás fuese que hasta después de muertos seguían conservando parte de su personalidad frenética y traicionera; el caso es que tras aquella siniestra resurrección, ocultos en las apestosas tripas del monstruo, los Skavens se volvieron a poner a las órdenes de Skretch, y empezaron a reciclar los restos de su antiguo barco: reconstruyeron el puente, parte de las cubiertas y el motor; de modo que la propia bestia marina se convirtió en su nuevo barco. Cuando sintieron que la llamada de Noctilus iba a adueñarse de sus mentes, hicieron sonar su Campana Gritona de Piedra Bruja (montada sobre el amplio cráneo del Leviatán), para cancelar la magia del Conde Vampiro. A continuación, abriendo grandes agujeros en los podridos costados de la bestia, hicieron asomar los mismos Cañones de Disformidad que una vez habían sido el orgullo del barco de Skretch, y abrieron fuego contra el Parca Sangrienta de Noctilus.

El Conde Noctilus estaba impresionado. Aquella embarcación-Leviatán, que ahora pertenecía a los mismos Skavens que habían servido al monstruo como última comida, parecía poder llegar a ser una genuina amenaza incluso para su poderosa Parca Sangrienta. Consciente de la oportunidad que tenía de ganarse un nuevo e inusual aliado, el Vampiro pidió una tregua y se dirigió a parlamentar con Skretch cara a cara (aunque a ninguno de los dos les quedaba ya nada muy similar a una cara). Tras un breve intercambio de ideas, Noctilus propuso un acuerdo: toda la Piedra Bruja que el Capitán Skaven quisiera, a cambio de su eterna servidumbre a la Flota del Terror.

Skretch sabía ver un buen trato cuando lo tenía delante, y aceptó de inmediato. Y así fue como nació el monstruoso navío conocido como "Skabrus", comandado por un Capitán que no es otra cosa que un cadáver navegando en las tripas de otro cadáver, y al mando de una tropa de Skavens No Muertos igual de crueles y apestosos que eran en vida (si no más).

Fuentes

• Manual de Dreadfleet, págs. 62-63.
• White Dwarf 198, pág. 27.