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El Segundo Asedio de Altdorf fue la batalla definitiva en al campaña de conquista de Vlad von Carstein. En las décadas que había durado el conflicto, los ejércitos de Vlad ya habían logrado derrotado a los ejércitos de las provincias imperiales, y ahora solo quedaba la ciudad de Altdorf como último escalón de su pretensiones, pero al mando de las defensas estaba el Gran Teogonista Wilhelm III, quien con su sacrificio logró acabar definitivamente con la vida del Vampiro, y con su muerte, el ejercito de Sylvania definitivamente derrotado, poniendo fin a la primera de la Guerras de los Condes Vampiro.

Fue una gran victoria para el Imperio, pero el precio para obtenerla fue muy alto.

Contexto[]

Age of Legends por Clint Langley Vlad von Carstein imagen

Ya habían pasado 40 años desde que Vlad von Carstein decidiera lanzar su plan de conquista del Imperio. La guerra contra el Conde Vampiro estaba resultando larga y amarga. Cuarenta años intentando aferrarse a la esperanza de que un día, un día, se verían libres de la plaga que era Vlad von Carstein, conde vampiro de Sylvania.

En ocasiones, el Imperio salía triunfante, pero nada parecía poder detener al Conde Vampiro, pues cada vez que lo eliminaban acababa volviendo para cobrarse su venganza, arrasando sin piedad a los vivos. Pero la muerte no se limitaba solo al campo de batalla, pues el hambre y la enfermedad se extendieron a lo largo y ancho de los territorios del Imperio, muchas veces haciéndole el trabajo del ejército de Von Carstein al matar a millares.

El momento culminante llegaría durante el invierno del año 2051 CI, cuando el ejército de Sylvania puso bajo asedio Altdorf, la capital de Reikland.

El Asedio de Altdorf[]

Ejercito no muerto

Altdorf se alzaba sobre una serie de islas situadas entre las anchas playas fangosas de la confluencia de los ríos Reik y Talabec. La ciudad estaba rodeada por una larga zanja bordeado de estacas afiladas junto al muro de la ciudad, y el flujo del río Reik se había redirigido hasta allí para crear un foso de aguas de corriente rápida. Sin embargo, ninguna de las precauciones que tomaron los defensores sirvió de nada, pues no consiguieron detener al ejército de Sylvania ni siquiera por un momento.

Para las fuerzas de Vlad, las defensas de la ciudad eran lastimosamente insuficientes. Con desesperación, los habitantes habían cavado zanjas y clavado estacas, como si esperaran que los vampiros se lanzaran ciegamente contra los afilados palos de madera. Habían desviado el curso del Reik para que formara un foso de agua corriente. Dentro de las murallas de la ciudad, los canales se habían secado y los defensores habían dado en usarlos como senderos de atajo. El esfuerzo era innecesario, por supuesto. La superstición y el miedo les hacia recurrir a cualquier leyenda y superstición sobre las debilidades de los Vampiros porque necesitaban que fuesen verídicas. Desviaron el Reik porque necesitaban creer que eso les daba protección contra ellos, que el conde y sus parientes no podrían atravesar un río de corriente rápida.

Atrincherados en las bodegas, ocultos detrás de las tablas de madera que tapiaban las ventanas, los habitantes de Altdorf se olvidaron deliberadamente de los zombis, los necrófagos, los espantos y otros fantasmas que Von Carstein tenía a su disposición. Tenían pocas esperanzas. Las temblorosas madres, con los bebés en brazos y la espalda apoyada contra los fríos muros de piedra, permanecían atentas por si oían aproximarse a los vampiros, e intentaban reunir valor para matar a los que eran de su propia sangre antes que entregarlos a los monstruos para que se alimentaran. En las zonas oscuras de la ciudad se oían sollozos desesperados. Había llegado su fin.

Guerras condes Vampiro

Los defensores vieron grandes máquinas de asedio construidas con restos humanos fusionados entre sí y animadas mediante la Magia Negra avanzaron pesadamente hasta situarse frente a las murallas de la ciudad, mientras bandadas de enormes Murciélagos Vampiro la sobrevolaban ávidamente. Vlad lanzó a los defensores su ultimátum habitual: abrirle las puertas y servirle en vida, o luchar contra él y servirle en la muerte. Casi toda la población, incluido Ludwig, el pretendiente de Reikland al trono Imperial, quería rendirse, pero el Gran Teogonista Wilhelm III les convenció de que no lo hiciera. A continuación Wilhelm se encerró en el Gran Templo de Sigmar, y después de tres días de ayuno y plegarias volvió a salir asegurando que el propio Sigmar le había revelado el modo de salvar al Imperio. Sabía cuál era la fuente de la inmortalidad de von Carstein.

Aquel mismo día, Wilhelm mandó un agente al campamento de Vlad. Su nombre era Felix Mann, y era el más grande ladrón de su época. Le habían ofrecido el perdón y estaba bajo la influencia de una compulsión creada por el Gran Teogonista. Para ello, su tarea consistía en robarle al Conde Vampiro el ornado anillo que siempre llevaba puesto. Mediante el sigilo y el engaño, Mann logró abrirse camino hasta el centro del campamento Sylvano, y con el corazón en la boca por la tensión, se escurrió al interior del gran pabellón de seda negra donde los aristócratas No Muertos dormían en sus ataúdes abiertos. Tal era su confianza que nadie los protegía. Allí, el maestro de ladrones le sacó a von Carstein el anillo del dedo, y huyó para no volver jamás. Hasta el día de hoy nadie ha sabido qué fue de él, ni del anillo.

Cuando Vlad despertó y vio lo que había sucedido, montó en cólera y ordenó atacar de inmediato la ciudad. El ejército de No Muertos obedeció al momento la ardiente voluntad del Conde Vampiro, y las enormes torres de asedio óseas se lanzaron hacia las murallas. En las almenas de Altdorf los defensores estaban preparados. Los alabarderos empujaron las escaleras de asedio, y docenas de No Muertos cayeron al suelo agitando lentamente sus miembros. Los Esqueletos y los Espaderos de Reikland se enzarzaron en un salvaje combate. Diversos héroes Imperiales, equipados con formidables armas mágicas que habían sacado de las criptas de la ciudad, abatieron a numerosos aristócratas Vampiro, aunque a su vez ellos fueran también aniquilados.

Boceto portada Keepers of the flame por Geoff Taylor Volkmar

En el centro de ese vasto conflicto que estaba engullendo a toda la ciudad, el Gran Teogonista se enfrentó en combate personal con el Conde Vampiro Vlad. Era una batalla como pocas hayan podido ver los hombres. Los dos poderosos luchadores intercambiaron varios golpes. Tras una hora de frenética lucha, martillo sagrado contra espada mágica, Vlad empezó a cobrar ventaja, pues su enemigo se estaba agotando mientras que él seguía fresco como una rosa.

Percibiendo que su final estaba cerca, Wilhelm III cargó de cabeza contra Vlad con todas sus fuerzas. El descomunal impulso los arrastró a ambos contra la pared protectora del parapeto, de modo que ambos cayeron juntos por las almenas, hacia las zanjas erizadas de estacas afiladas, agarrados en un abrazo de muerte. En primer lugar Vlad fue empalado en un asta de madera al pie de la muralla, y a continuación Wilhelm cayó sobre él haciendo que el cuerpo del Conde aún se clavara más profundamente. Con un espantoso grito, Vlad von Carstein expiró para siempre, pues al carecer del poder que le otorgaba su anillo mágico por fin era vulnerable.

Murieron allí, al sol, atrapados juntos, Vampiro y hombre santo.

La última baja de la batalla de Altdorf fue Isabella von Carstein. Isabella estaba luchando en lo alto de una de las torres de la puerta de Altdorf. Protegida por una escolta de Guardia de los Túmulos, se enfrentó al recién pretendiente Ludwig y a sus Grandes Espaderos. Cuando los Tumularios se derrumbaron a su alrededor, Isabella se dio cuenta de que su amado había sido finalmente destruido y que sus poderes nigrománticos flaqueaban. Tan impactada quedó que se detuvo desolada en medio del combate. Incapaz de afrontar la idea de vivir eternamente sin su esposo, se lanzó desde lo alto de la torre, ante los mismos ojos de Ludwig y su guardia personal. El cuerpo de Isabella quedó empalado en las estacas que había abajo, igual que el de su marido, descomponiéndose inmediatamente hasta quedar convertida en una pila de polvo.

Después de la Batalla[]

Las agujas de Altdorf Ciudad Ardiendo por Tony Parker

La ciudad había quedado en ruinas. Pasaría mucho tiempo antes de que los altos campanarios de Altdorf recobraran la majestad que habían tenido; las tejas rotas dejaban a la vista vigas quemadas, y había agujeros enormes donde había habido casas. Los que quedaban vivos se habían despedido de los seres queridos caídos en defensa de su derecho a la libertad; hombres formales, que no habían querido ni pedido luchar, eran enterrados junto a soldados que habían dado la vida voluntariamente. Era el precio de la supervivencia.

Con el Conde Vlad destruido y sus ejércitos desmoronándose, los Sylvanos se vieron forzados a levantar el asedio y retirarse. Tan enormes eran las pérdidas de los hombres de Altdorf que, aun con el propio Vlad muerto y más de la mitad de los malditos Vampiros destruidos, el resto había podido huir sin que los persiguieran. Era difícil ver batirse en retirada al enemigo sin perseguirlo, pero hacerlo en las condiciones en que estaban habría sido un suicidio. A regañadientes, los héroes de Altdorf habían subido a lo alto de las murallas para mofarse del enemigo que huía de la luz.

El Liber Mortis de A. L. Ashbaugh Nigromancia

Lo que si hicieron fue arrasar el campamento de Vlad y liberar a los prisioneros supervivientes. En un cofre de ébano con refuerzos metálicos, entre los restos destrozados del pabellón negro, fueron encontradas las copias de los Nueve Libros de Nagash y el Liber Mortis que habían pertenecido al von Carstein. Fueron rápidamente guardados bajo llave en el interior del Gran Templo de Sigmar.

Se llevó a cabo un solemne funeral en memoria del Gran Teogonista Wilhelm III, al que asistieron todos los habitantes de Altdorf para despedirse y agradecerle que lo salvara de la oscuridad. Wilhelm fue enterrado entre los muros del Templo de Sigmar. Actualmente, la gente reza a su espíritu cuando la amenaza de las legiones No Muertas está cerca.

Aquel día, sin que mucho lo supieran, se llevó a cabo un segundo funeral aunque muy diferente del primero: una ceremonia discreta a la que, de hecho, no estaba invitado, celebrada entre los muros del terreno de la catedral para sepultar a Vlad von Carstein. En la tierra consagrada había cavado una sepultura de doble profundidad para enterrar a la criatura de modo que quedara debajo de la tumba donde descansaría Wilhelm, como última defensa contra la resurrección de la bestia.

Gran Templo de Sigmar

El Lector decapitó el cadáver de Von Carstein y cogió la cabeza para sacarle la materia gris y los tejidos conjuntivos y quemarlos, tras lo cual fueron enterrados en una sepultura no señalada. Con una rosa blanca en la boca y un par de dientes de ajo en el lugar de los ojos, el cuerpo de Vlad fue enterrado boca abajo, con los brazos atados a la espalda con alambre, las rótulas partidas y el negro corazón arrancado del pecho y quemado junto con el cerebro de Von Carstein. Nivelaron el interior de la sepultura y la prepararon para recibir el cuerpo de Wilhelm. El santo padre le rendiría un último servicio a Sigmar, incluso en la muerte, cómo guardián eterno del conde vampiro.

Ludwig hubiera querido aprovechar para invadir con sus tropas Sylvania y llevar la lucha hasta el corazón del enemigo, acabando de una vez por todas con la amenaza vampírica. Sin embargo, los demás pretendientes al trono se lo impidieron uniéndose contra él, pues temían que Ludwig utilizara su nueva popularidad como vencedor del asedio de Altdorf para asegurarse su coronación como Emperador. Así pues, aquel error estratégico permitió a los perniciosos señores de Sylvania disponer por tanto de tiempo para recobrar sus fuerzas.

Fuentes[]