
No contento con acechar por todas partes, el Caos extiende sus tentaciones ante todos para que las acepten y las reclamen para sí mismos. La corrupción florece en todas las comunidades cada año que nacen mutantes del seno de mujeres virtuosas. La gente deja a un lado todo afán de lucha a cambio de los dones instantáneos que ofrecen los grandes tentadores, los perversos demonios del Caos. ¿Para qué luchar? ¿Para qué resistirse a la desesperación, el cambio y la corrupción, cuando resulta tan fácil aceptarlos?
Opiniones comunes sobre las sectas[]

Para el viejomundano común, la amenaza de otra Incursión del Caos es real y terrorífica, aunque también es una amenaza distante. Antes de cualquier incursión, muy pocos habitantes del Viejo Mundo habían visto a un paladín del Caos. Desde luego, nadie vivo había presenciado los Vientos Negros que soplaron desde los Desiertos del Caos para envolver Praag, ni había sido testigo de la demencial mezcla de carne y piedra que dejó a su paso. Y menos aún habían llegado a imaginar el terror de los guerreros del Caos, los demonios y las interminables hordas de engendros que se tambaleaban tras los campeones de la oscuridad.
Aunque la historia ha registrado estos acontecimientos con todo detalle, para la mayoría no son sino un mal sueño, cosas que van más allá de la comprensión de las mentes normales. La gente hace lo que puede, apartando a un lado todo pensamiento de la inminente destrucción de todo lo que les es querido mientras trabajan en la forja, pregonan sus productos en las esquinas o rezan sus plegarias a Sigmar en sus templos. Por supuesto, todos los que viven en Kislev o a lo largo de la costa del Mar de las Garras conocen la verdad, pero para la persona media la amenaza de una invasión es sólo un temor lejano aunque persistente.

Esto no quiere decir que los viejomundanos no se preocupen por las Fuerzas Malignas; nada más lejos de la realidad. Los encuentros más habituales con la corrupción se dan en el seno de sus propias familias: la decepción que sienten cuando un buen amigo o un ser querido resulta ser un sectario al servicio de uno de los dioses oscuros, o el punzante hedor de un pueblo en llamas después de que los Cazadores de Brujas lo hayan purificado de toda mancha. La seducción del Caos es omnipresente. siempre tentando, alterando y distorsionando las vidas de los ciudadanos comunes.
Demasiadas personas son capaces de trazar su linaje hasta encontrar una mácula, algún defecto que las avergüenza. Puede que a alguno de sus primos se le abriera un tercer ojo, o que sacrificase a toda su familia para poder adquirir los siniestros secretos de Slaanesh. O tal vez recogió sus cosas y si marchó en pos de su fortuna en los diversos campos de batalla de las Tierras Sombrías. Mucha más gente de la cuenta conoce o ha conocido a alguien cuya vida ha sido destrozada por estas oscuras fuerzas, y, para la mayoría, el miedo de que esto pueda sucederles es mucho más apremiante que el avance de Archaón hacía el sur o los rumores de otra incursión más en las gélidas costas que dominan el Mar de las Garras.
Posiblemente los más despreciables siervos del Caos son aquellos que lo abrazan voluntariamente. La opinión general es que tal traición es una falta de fibra moral, un defecto de su carácter que los impulsa a tomar semejante decisión. Pero la seducción es mucho más poderosa de lo que la mayoría sospecha. Las emociones más viles son fuertes motivadores, y estando a mano la solución (ya sea para saciar la lujuria o para sofocar las llamas de la ira), muy pocos poseen la voluntad necesaria para resistirse a la llamada de los dioses oscuros.
La Seducción del Caos[]
El Caos es una enfermedad insidiosa. Se propaga mediante la ambición, la envidia, el odio y demás emociones bajas. Se oculta tras una fachada de inocencia y belleza. Promete redención, libertad, poder y el cumplimiento de todo deseo, pero recompensa la lealtad transformando las formas físicas y consumiendo las almas de sus víctimas. El toque del Caos atraviesa todas las barreras sociales, penetra en los corazones y mentes de los más devotos y devora todo lo que toca.
Definición de las Sectas[]

Muchos de los siervos del Caos que viven en el Imperio son mutantes malditos, individuos que han sido tocados por la mano del Caos. Aunque puede que conserven parte de sus creencias y honor, la corrupción les ha despojado de su determinación, volviéndolos contra las mismas cosas que aman y respetan. Si se les permite sobrevivir acaban conviniéndose en abominaciones descerebradas, cuyo único objetivo es la masacre y destrucción de todo y todos.
Los demás son los sectarios. Mientras que los mutantes son víctimas del Caos, los sectarios lo aceptan. Donde un mutante ve su aflicción como una maldición, un sectario considera estos cambios recompensas. Cualquiera puede ser un sectario, sea cual sea su clase social o profesión. Hombres y mujeres se ven atraídos por igual por el Caos. Permanecen ocultos, completamente establecidos en el Imperio, desde los más grandes palacios de Nuln hasta la cabaña más mugrienta de las Tierras Desoladas.
En contra de la creencia popular, el sectario medio es imposible de diferenciar de un habitante ordinario del Viejo Mundo. Puede que tenga una familia, posea un hogar y tierras, e incluso asista a los oficios del templo sigmarita. Es muy posible que un sectario sea un elemento positivo en su comunidad, muy apreciado y querido por todos. Generalmente los sectarios ocultan sus dobles vidas tras un velo de respetabilidad, lo que explica por qué los cazadores de brujas tienen tantos problemas a la hora de erradicar las muchas y variadas sectas que erosionan la moral del Imperio.
Puede parecer que las Fuerzas Malignas obtienen un gran placer al corromper a sus siervos mortales, incluso más aún que cuando sus siervos demoníacos siembran el caos durante una de sus muchas Incursiones. La razón de esto sólo puede especularse, pero sea cual sea la causa, muchos mortales sucumben a la tentación, arrojando sus aullantes almas condenadas a las fauces del Reino del Caos. Y los sectarios cabalgan sobre esta ola de almas, deleitándose en su propia locura y corrupción para recibir las recompensas del Caos.
Aunque explicar los motivos por los que la gente se une a las sectas revelaría mucho sobre el propósito y función de las mismas, dice muy poco sobre el cómo y el por qué de su fundación. ¿Qué puede empujar a un individuo a deshonrar todo aquello a lo que representa al crear una organización cuyo único propósito es deshacer el orden del Imperio?
Las sectas suelen formarse alrededor de alguna personalidad, un individuo con el suficiente carisma para seducir a hombres y mujeres y disuadirlos de sus buenas intenciones y creencias. Se trata de un corruptor, un lobo con piel de cordero, y sabe muy bien lo que se hace. No abriga ilusiones sobre el poder del Caos, sobre lo que hace ni sobre el peligro que supone para el Viejo Mundo. Corrompe de buena gana.
Organización de las Sectas[]

Las sectas pueden ser de cualquier tamaño, desde un puñado de necios descarriados hasta una enorme e insidiosa sociedad secreta compuesta por miles de miembros. Muchas de ellas se hacen pasar por organizaciones inocuas, hermandades militares, orfanatos o incluso templos bien establecidos. Cuanto mayor y más destacada sea la facción, más atractiva resulta para las sectas establecidas, pues tienen mayor facilidad para infiltrarse en su jerarquía sin ser detectadas.
Cualquiera puede fundar una secta, y de hecho hay centenares, incluso miles de pequeñas células dispersas por todo el Viejo Mundo y más allá. Sin embargo, las sectas del Caos más perniciosas son las que están dirigidas por un mago sectario, un ser de gran poder que interactúa con un demonio o con el mismísimo dios oscuro. Se les puede identificar por la delatora marca del Caos, y lidera a su grupo a través de subalternos conocidos como acólitos. Todos juntos conforman un conventículo o círculo interior.
Sectarios[]

No existe ninguna característica destacable que distinga a estos hombres y mujeres corrompidos del resto de ciudadanos temerosos de los dioses. No, los sectarios llevan todo tipo de estilos de vida y se ven atraídos por las maquinaciones de estas destructivas sociedades por ignorancia, curiosidad o frustración. Ya sea mediante promesas de poder, satisfacción de ansias o un deseo desesperado de venganza, estas personas siempre hallan esperanza y significado en el interior de estos grupos.
Curiosamente, la mayoría de los miembros no son conscientes de su afiliación. Tal vez creen que forman parte de una hermandad de guerreros, de coleccionistas o de intelectuales, pero muy pocos sospechan que están relacionados con la adoración de un dios oscuro. De hecho siguen llevando vidas normales, e incluso puede que sean miembros muy respetables de su comunidad, que tengan puestos de gran responsabilidad o que salvaguarden a sus compatriotas de amenazas externas. Pero sean cuales sean sus actividades externas, estos sectarios clandestinos son leales a su grupo, y cuanto más se hunden en la corrupción, más aceptan la oscuridad por lo que es.
Pero, ¿por qué? ;Por qué habría un mortal, especialmente en una región tan devota como es el Imperio, renunciar a su alma inmortal? A buen seguro los castigos aplicados por los cazadores de brujas deberían disuadir a la mayoría de alejarse de la gracia de Sigmar, ¿no es cierto?
Existen muchos motivos por los que los mortales apelan a los dioses oscuros. El ocio, la curiosidad, la ambición, la codicia e incluso la desesperación pueden desviar a un mortal del camino de la salvación y llevarlo por el sendero de la perdición. Hay tantos como colores, y lo que pueda parecer atractivo para unos es posible que repugne a otros.
Aburrimiento[]

"Oh, cómo odio Middenheim. Incluso su nombre... Esta ciudad no es más que un montón de basura. ¡Y qué olor! Daría cualquier cosa por disfrutar de las fiestas de Altdorf. Si padre fuera menos adulador y más hombre, no nos habríamos ido jamás. Me aburro, me aburro, me aburro. ¿Es que no hay nada que hacer por aquí?"
- —Anónimo
Mientras que algunas personas recurren al Caos para conseguir algo, hay otras que lo hacen porque no tienen nada mejor que hacer. Puede que su vida resulte aburrida y carente de emoción. Tal vez el vino haya perdido su sabor y los suntuosos banquetes ya no tengan el mismo esplendor. Las sectas hedonistas ofrecen estímulos para los sentidos, y las que tratan misterios arcanos podrían seducir a un aprendiz avanzado mientras aguarda su promoción.
Para el plebeyo medio la vida puede parecer insignificante, poco más que una serie de días laboriosos y noches tranquilas con pocas diversiones que compensen la miseria de su existencia. Los jóvenes vástagos ociosos de los poderosos suelen entretenerse con lo prohibido para huir de las exigencias de su posición, mientras que otros se ven arrastrados a una secta por las circunstancias tras unirse a una cábala secreta ignorando la fuerza o propósito oculto que la originó.
Hay una gran diversidad de sociedades secretas, grupos de intelectuales, filósofos, teólogos e incluso guerreros. Ser invitado a una de estas sociedades es una señal de honor. Muy pocos rechazan tales invitaciones, y la mayoría permanecen en ellas aun tras descubrir el verdadero propósito de la organización.
Unirse a una secta es excitante. Está prohibido. Va en contra de todo lo aceptado por la sociedad imperial. Las sectas son misteriosas, extrañas y novedosas, y ofrecen experiencias poco habituales que, de otro modo, resultarían imposibles de vivir llevando una vida honrada. Un candidato puede paladear nuevos sabores, gozar del amor de una mujer que esté más allá de su alcance, o matar sin temor al castigo. Una vez que te unes a una secta, la vida ya nunca vuelve a ser igual.
Ambición[]

"¡Ese bastardo de Krieg! Le odio. Creyó que le había mirado directamente a los ojos. ¿Sabe lo que me obligó a hacer? Me hizo lamer el estiércol de sus botas. Y luego, como recompensa, me azotó con su fusta. Lo mataría si pudiera... si tan sólo hubiera una forma…"
- —Anónimo
Poder. Está en todas partes. Pero para la mayoría de los habitantes del Viejo Mundo, está fuera de su alcance. Los nobles viven a salvo, protegidos tras los muros de sus fincas. Los sacerdotes habitan en la comodidad de sus templos, saboreando las suntuosas comidas proporcionadas por las monedas que tanto les cuesta ganar a los plebeyos. Las patrullas de caminos, los cazadores de brujas, los templarios y demás, con la excusa de defender la seguridad del Imperio, deciden quién vive y quién muere, a veces con un desprecio veleidoso por los individuos o las circunstancias. El Imperio es verdaderamente un lugar de clases sociales, privilegios y deseos.
La vida de un viejomundano típico es terrible. Los habitantes de las ciudades viven hacinados: familias enteras apresadas en viviendas de una o dos habitaciones. El crimen está muy extendido por las calles, y los asesinatos, agresiones y robos son comunes. La situación no es mejor en el campo; en él, un viejomundano puede aspirar a malas condiciones agrícolas, refugios pequeños con techumbres de mala muerte y los omnipresentes ataques de forajidos, hombres bestia y cosas aún peores. Y en las regiones salvajes hay lugares extraños en los que ningún hombre cuerdo se atrevería a adentrarse. La vida es temor.
Para algunos, la mera posibilidad de alzarse por encima de la mugre y la pobreza es demasiado tentador, un cebo que atrae a la gente más rápidamente que una oveja nueva a un pastor de Wissenland. El poder conlleva el fin del hambre, de la enfermedad y del desprecio de los demás hombres, que usan a sus inferiores como si fueran objetos y luego los tiran con el resto de los desperdicios.
Pero los pobres y oprimidos no son los únicos que se sienten tentados por el poder. Una vida privilegiada no está carente de deseos. En las clases más altas siempre impera el deseo de tener más: más oro, más influencia política, más mujeres, mejores cargos o el favor del Conde. Ni siquiera los sacerdotes son inmunes a la envidia, y los políticos religiosos son tan carroñeros como los de las cortes de los nobles. Y los magister no son ninguna excepción: muchos ansían adquirir más conocimientos, o más poder para alcanzar el codiciado título de líder de sus respectivas órdenes.
Y las sectas son la forma de conseguirlo. Son el camino a la supremacía, aunque sólo sea temporal. Las sectas recompensan la lealtad con responsabilidades, poder temporal, excesos y todo aquello que el sectario necesite para continuar sirviéndolas. Una secta con contactos poderosos podría proporcionar a uno de sus miembros una mejor categoría en la corte de un duque, concediéndole un asiento a su lado. O bien una familia de campesinos pobres conseguiría comida abundante para no volver a pasar hambre; tal vez incluso le sobrase para comerciar con los demás y mejorar así su situación dentro de la comunidad. Cualquier cosa es posible si se sirve a una secta.
Anarquía[]
"¡No habrá justicia en tanto los perpetradores de injusticias sigan conservando el poder!"
- —Anónimo
Parece que muchas sectas se forman para destruir el poder establecido, para derribar las estructuras de poder existentes y reconstruir el mundo según sus perversos ideales. Tras percibir algún error en el sistema, podría reunirse una cábala de individuos frustrados y enfurecidos para derrocar a sus enemigos; pero cuanto más fuerte se hace su rabia, mayor es su tendencia a sucumbir a la oscuridad que florece en tales emociones extremas.
Confusión[]

"¿Y ahora qué? ¿Qué es eso del Padre Verde? ¿Que se preocupa por quién? ¿Por los que sufren y por los moribundos? Vaya, pues me viene que ni pintado. Mucho mejor que ningún dios de la guerra que haya sido Emperador o no sé qué tontería más."
- —Anónimo
Hay quienes especulan que la confusión religiosa puede también ser motivo principal de la expansión y renovación de las sectas del Caos. Aunque la fe sigmarita es poderosa e influyente, los demás dioses siguen prosperando por todo el Imperio. Ulric, Myrmidia y los demás siguen teniendo un gran peso en los corazones y mentes de muchos viejomundanos.
Pero es preciso tener en cuenta las similitudes que existen entre estas figuras y los dioses oscuros. Ulric es un dios de la batalla, al igual que Khorne. Luego está Khaine, el dios del asesinato. O incluso el dios toro al que veneran los pocos enanos que han caído víctimas del influjo del Caos, y el panteón de dioses y demonios al que adoran las tribus nórdicas. El parecido entre todas estas entidades suele confundir a los que no están del todo familiarizados con estas doctrinas. Esto puede llevar a errores de juicio y a una afiliación a los principios erróneos que defienden estos seres. Por esta razón, existe un creciente movimiento que pretende abolir las antiguas religiones y proclamar el culto de Sigmar como la única y verdadera religión del Imperio.
Algunas sectas se aprovechan de los ignorantes. Se presentan a sí mismas como una rama de alguna religión ya existente, afirmando que conocen su verdadera historia. Al principio, sus dogmas tienen sentido. Los sectarios revelan datos perjudiciales sobre las religiones establecidas, distorsionando la verdad para adecuarla a sus propios fines. Y cuanto más deconstruyen las verdades de una fe, más libertad tienen para introducir mensajes nuevos más apropiados para sus propósitos.
Desesperación[]
"La semana pasada perdí a mi único hijo en un ataque de los hombres bestia. Ayer, mi mujer de diez años murió de viruela. Hoy he descubierto una plaga en mis cultivos. ¡Al infierno tú ,y tu condenado Imperio!"
- —Anónimo
La desesperación es uno de los motivos más poderosos. Apenas hay esperanza, ni amor, ni desde luego justicia en el Viejo Mundo. Cuando el hambre es una compañera constante, las plagas asolan aldeas y ciudades por igual. Cuando los cazadores de brujas queman una aldea por dar cobijo a un niño mutante, y cuando se suman todas las injusticias, muy pocos son capaces de soportar tanta tragedia durante mucho tiempo. Hay sectas que se nutren de estas tragedias, prometiendo a los fatigados y melancólicas que los sacarán de sus desesperantes vidas y les proporcionarán maravillas y comodidades. Naturalmente, la culpable de tantas calamidades suele ser una secta del Caos. que planta las semillas de la corrupción en tan fértiles suelos.
Miedo[]
"Esa cosa... eso de ahí fuera... me... me controla.. ¡tengo que hacerlo!"
- —Anónimo
Los individuos que han tenido algún roce con el Caos suelen quedar tan marcados por la experiencia que deciden servir a aquello que odian, en la extraña creencia de que así evitarán el horrible destino que se cierne sobre todos ellos. Los miembros de estas sectas son muy conscientes de a quién sirven, y conocen las implicaciones de dicho servicio. El poder del Caos va más allá de la com-prensión mortal, y el fin del mundo cs inevitable; tal vez prestando un devoto servicio logren escapar de su inminente destrucción.
Estructura[]
Como se ha mencionado anteriormente, cualquiera puede ser un sectario del Caos. No hay talento alguno que permita diferenciar a un sectario de los demás. Es un estado mental, una convicción y adherencia a los ideales defendidos por la organización. Al sufrir una mutación, cosa que puede ocurrir en cualquier momento (aunque suele coincidir con alguna muestra de servicio a un dios oscuro), el sectario ya puede convertirse en un acólito sectario.
Acólitos Sectarios[]

Aunque en una secta del Caos puede haber implicada una enorme cantidad de gente, sólo unos cuantos elegidos son conscientes del verdadero propósito de la organización. Este circulo interior manipula al resto, guiando al cuerpo a su perdición. El corazón enfermo de toda secta es el conventículo. Éste incluye a los verdaderos miembros de la secta, que comprenden sus lealtades y propugnan activamente los intereses del grupo.
Son los siervos de mayor confianza del mago (el líder de la secta). Para convenirse en acólito (como se autodenominan muchos de ellos), deben haberse ganado la marca del dios al que venere la secta. Esta señal de favor es reconocida de inmediato por el mago, quien a su vez introduce al individuo en el conventículo.
Mago Sectario[]

Las sectas más peligrosas son aquellas que están dirigidas por un mago sectario. Estos líderes están profundamente corrompidos por el Caos y lucen una de sus horripilantes recompensas. Los magos están demasiado alterados para caminar entre el resto de humanos, por lo que deben actuar desde las sombras, impartiendo órdenes y edictos a sus acólitos, quienes a su vez comunican los deseos de la secta al resto de la organización.
Algunos magos pueden comunicarse directamente con su deidad protectora, pero la mayoría recurren a intermediarios como los familiares. Estas criaturas mágicas son similares a las empleadas por los magister, pero se trata siempre de criaturas viles o demonios impíos. Unos pocos magos usan artefactos mágicos que contienen la esencia de un demonio para cubrir la distancia que separa al mundo del hombre del Reino del Caos.
Actividades de las Sectas[]

Una vez formada una secta del Caos, nadie sabe lo que será capaz de hacer. Las sectas simplemente procuran seguir activas, y si además obtienen resultados, tanto mejor. Algunas de ellas podrían intentar asumir el control de una aldea o pueblo. seduciendo a miembros destacados del gobierno e implicándolos cada vez más en los planes del mago. Si una secta logra establecerse de este modo puede volverse muy peligrosa, pues si consigue controlar las vidas de muchos ciudadanos podría condenados a un destino de corrupción. En tales casos la secta puede actuar impunemente, secuestrando gente en las calles para sus oscuros sacrificios y construyendo grandes templos en las mismas narices de las autoridades.
Los gobiernos no son los únicos grupos que corren riesgo de ser infiltrados. Existen numerosas historias de corrupción dentro de cultos legalizados. desde los santuarios rurales hasta los grandes templos de la capital, Altdorf. La tentación también es intensa en los Colegios de la Magia, donde los aspirantes a magister son seducidos por el poder que ofrece la magia oscura. Hasta las instituciones más virtuosas y caritativas corren peligro, y muchos orfanatos se han convertido en los cotos de caza de terribles sectarios que buscaban carne inocente para ofrecerla en sus blasfemos rituales.
Las instrucciones de la deidad (ya provengan del familiar o del propio dios) no parecen seguir ninguna lógica. Una secta podría declarar la guerra a un grupo rival, y como resultado del conflicto podría producirse una serie de muertes inexplicables e inconexas. De igual modo, la secta podría urdir planes para establecerse en un negocio rentable, situándose en una posición privilegiada que les beneficie en sus futuros planes y maquinaciones. Una cosa está clara: el éxito o fracaso de los actos de una secta del Caos son siempre la señal más evidente de favor divino.
Sectas en el Imperio[]
Las sectas del Caos son una amenaza para el Imperio tan peligrosa como los temibles ejércitos que se congregan en los Desiertos del Caos. Culebrean hacia el corazón del orden establecido, deteriorando las fibras morales y éticas de las buenas gentes del Imperio y sus obras Las sectas desmantelan el orden establecido, corroen los valores que proporcionan al Imperio fuerza ante las adversidades.
Pero erradicar estas organizaciones es mucho más difícil de lo que cabría esperar. ¿La razón? No hay un único tipo de secta. Es posible hablar en términos generales, pero no hay dos sectas iguales en términos de tamaño, fuerza o motivación. La suya es una amenaza diversa, una problemática hidra, pues por cada secta que destruyen los cazadores de brujas, aparecen otras dos para ocupar su lugar.
Sectas de Cada Dios[]
Fuente[]
- Warhammer Fantasy JdR: Tomo de Corrupción (2ª Ed. Rol), págs. 62-67.