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Cultista de Nurgle por Dave Nash

La enfermedad es un aspecto demasiado común de la vida en el Imperio. Mucha gente pasa toda la vida padeciendo una u otra afección, y casi todos los hogares han perdido un familiar cercano a causa de alguna horrible plaga. La Sectas de Nurgle se ceban con quienes sucumben al dolor y la desesperación que provoca la presencia constante de enfermedad y descomposición. En su locura, llegan a creer que Nurgle les ofrece algún tipo de salvación o comprensión de la pestilencia y la entropía del mundo. Muy pocos caen en la cuenta de que estas ideas equivocadas no hacen más que alimentar el poder de Nurgle, dando lugar a un ciclo interminable de enfermedad y desesperación.

Descripción[]

Resulta difícil imaginar que alguien acepte voluntariamente a Nurgle, pues este dios personifica la descomposición de todas las cosas, la desesperación en la más horrorosa de sus formas. Cuando una plaga devasta toda una comunidad, el Padre Nurgle se ríe. Cuando la carne se desprende de los huesos de los muertos, el hedor de Nurgle no anda lejos. Es el sufrimiento que experimenta todo hombre y mujer, el miedo que se siente cuando aparece un extraño tumor en la carne y comienza a expandirse, cuando la mancha se transforma en una herida supurante que hiede a muerte. Siendo así, ¿Por qué iba nadie a suplicar ayuda a este perverso dios? Por pura desesperación.

Para comprender el poder y situación de Nurgle en el Viejo Mundo, primero hay que comprender cómo ve la gente las enfermedades. Las plagas son una maldición. Son la aflicción de quienes tienen alguna imperfección, ya sea por tener un origen humilde (pues la mayoría de las plagas brotan entre los plebeyos) o por algún defecto de personalidad. Para empeorar la situación, los afligidos contagian su mal a otros, culpables e inocentes por igual. La única forma de deshacerse de los enfermos se marcándolos como impuros y desterrándolos.

Esta actitud hacia la enfermedad tiene su origen en la Plaga Negra del año 1111. Aquel virulento contagio se extendió de ciudad en ciudad, arrasando pueblos enteros y dejando los campos desprovistos de mano de obra. Hizo mella en todas las clases sociales, sexos y edades. Fue un exterminio brutal, y el Imperio se vio incapaz de detener su avance. Aunque los historiadores atribuyen la plaga a las ratas, los efectos de aquella calamidad han dejado huella en el recuerdo de los viejomundanos, y el temor a una nueva plaga ha sesgado la actitud hacia los enfermos hasta el día de hoy.

Cada vez que se produce un brote, el pueblo expulsa a los afligidos para que la enfermedad no se propague. Es costumbre además colocar a los enfermos campanillas alrededor del cuello para anunciar su condición y que los sanos tengan tiempo de alejarse de ellos. Si no quedan suficientes campanillas, los enfermos tienen la obligación de gritar "¡Impuro!" cada vez que se aproximen a una comunidad. De no hacerlo así, se les castiga con la ejecución. Dada la hostilidad generalizada, la enfermedad no es sólo una sentencia de muerte, sino que también se convierte totalmente en la maldición que la gente considera que es. Los afligidos son expulsados de sus hogares y se ven obligados a vagar por el mundo, subsistiendo a base de la limosna de los misericordiosos. Si la plaga no los mata, lo hará la fatiga, la exposición a los elementos o el hambre.

Las sacerdotisas de Shallya se han esforzado a lo largo de los siglos por suavizar este tipo de actitud hacia los enfermos, y los resultados de su buena obra pueden verse en las ciudades. Gracias a sus esfuerzos, cada vez que una plaga azota una gran comunidad, ésta queda aislada hasta que la enfermedad haya desaparecido. Aunque este aislamiento impide el suministro de agua, comida y demás artículos necesarios, por lo menos la gente puede morir en sus propias casas.

Por tanto, ¿Qué debe hacer una persona cuando descubre un bubón malsano en su axila o ingle? Muchos podrían pedir ayuda a un costoso galeno, o recurrir a la afectuosa misericordia de una sacerdotisa. pero no hay muchos que tengan esta opción, por no hablar del oro necesario para pagar el tratamiento. Sus corazones se llenan de desesperación al comprender que su destino está sellado, y que no tienen esperanza alguna de recuperarse. Le embarga el pánico, y buscan cualquier cosa que pueda ayudarles. Y aquí es donde entran los sectarios de Nurgle. Sus fieles prometen poner fin al sufrimiento, detener el avance de la enfermedad, consolar a los afligidos en sus nuevas formas descompuestas. Y dada la postura inclemente del Imperio, no es de extrañar que la gente aproveche lo que sea.

Las sectas de Nurgle prosperan en comunidades aisladas, fuera de las rutas y caminos habituales del Imperio. Algunas personas adoran al dios oscuro con la esperanza de aplacarlo, complaciéndolo para que deposite su mano sobre quienes se niegan a inclinarse ante el Viejo Padre. Y en efecto, estos esfuerzos parecen dar su fruto... durante un tiempo. Poco a poco van apareciendo nuevas enfermedades, la gente empieza a morir, y una plaga devastadora asola el pueblo, acabando con todos los vivos y con su necia sumisión.

Símbolo[]

La mayoría de los seguidores de Nurgle deciden no llevar símbolo alguno, pues en su lugar prefieren los enfermizos colores verdosos, acres y amarillentos que les proporciona el Señor Podrido. En las ocasiones en que utilizan símbolos, casi siempre se trata de la silueta de una mosca Los sectarios acostumbran a vestir túnicas con capucha para ocultar sus mutaciones y los estragos de las enfermedades que padecen.

Sectas[]

Nurgle cuenta con pocas sectas organizadas en el Imperio, ya que prefiere cultivar individuos que sufran algún mal y atraerlos a su abrazo. Las sectas de Nurgle existentes se congregan en las ciudades del Imperio, prosperando en las alcantarillas o en los basureros, donde pueden llevar a cabo sus blasfemos rituales junto al origen de su sufrimiento mortal. Las sectas de Nurgle suelen agruparse en múltiplos de siete miembros. pues este número es sagrado para el Señor de la Descomposición.

Las sectas de Nurgle reclutan a sus miembros de entre aquellos que sufren terribles aflicciones, los nihilistas y los que han enloquecido a causa de la enfermedad o la desesperación. Nurgle les insta a vagar por el Viejo Mundo, propagando la pestilencia dondequiera que van. Aunque la mayoría de los sectarios acaban por sucumbir a las numerosas enfermedades que portan, unos pocos quedan curiosamente revigorizados por sus males y se transforman en seres repugnantes. Los sectarios de Nurgle también son extraordinariamente alegres; Nurgle está representado como una deidad "cariñosa" que enseña a sus seguidores a aceptar las enfermedades que consumen sus cuerpos como señal de su favor y su aprobación.

Habida cuenta de la gran cantidad de enfermos, localizar las sectas de Nurgle es sorprendentemente difícil, pues no sólo se mantienen en el anonimato, sino que se entremezclan con la población general y nunca dejan de moverse. Estas sectas se dejan sentir en lugares donde impera la más abyecta miseria e inmundicia, donde incluso los más avezados cazadores de brujas se detienen antes de entrar. Barrios enteros han sido reducidos a cenizas tras haberse descubierto una secta de Nurgle en ellos; el fuego purificador suele ser lo único capaz de detener las enfermedades que propagan.

Sectas Conocidas[]

Fuentes[]