
Los santuarios son muy comunes en el Viejo Mundo, si hay algo que todo viajero puede esperar encontrar en una travesía son santuarios. En todos los caminos, senderos, ríos y prácticamente cualquier parte del Viejo Mundo (y más allá) existe al menos una estructura sencilla cuyo único propósito es venerar a algún ser divino.
Descripción[]
Los templos siempre incluyen uno o más santuarios, pero por lo general se trata de estructuras independientes y aisladas, erigidas por los habitantes de una aldea o barrio, por los miembros de un gremio determinado o por alguna otra unidad social. Esencialmente, los santuarios son templos en miniatura, lugares donde se presentan las ofrendas y se reza para aplacar la ira de un dios o ganarse su favor.

Los santuarios suelen estar conectados con el templo más cercano de la deidad en cuestión, y reciben regularmente visitas de adoradores que viven demasiado lejos del templo. El mantenimiento del santuario es responsabilidad de quienes lo usan, y es costumbre hacer una ofrenda en metálico después de haber rezado en un santuario, para contribuir a su cuidado.
Muchos no son más que un pequeño altar, con una imagen del dios y una inscripción apropiada, generalmente cubierto por una somera estructura de madera o piedra. El espacio interior es pequeño y sin apenas muebles, excepto por los pilares que sujetan el techo y un altar o estatua, y sirve como lugar donde los viajeros pueden resguardarse del mal tiempo, rezar y hacer ofrendas. En algunos santuarios, las ofrendas pueden hacerse arrojando monedas en pequeños agujeros del altar o del suelo; estos llevan a pozos de los que se recogen de vez en cuando por la gente responsable del mantenimiento del santuario. Por lo general, estos agujeros sólo pueden ser alcanzados mediante paneles escondidos, y los personajes que roben en un santuario podrían incurrir en la ira de la deidad correspondiente.
Por lo general son construidos y mantenidos por los habitantes de un asentamiento cercano, pero también pueden depender de las donaciones de los viajeros para su conservación. Pueden estar dedicados a varias deidades; en zonas naturales, son comunes los consagrados a Ulric o a Taal y Rhya, mientras que en cualquier otro lugar pueden dedicarse a una o más de las deidades locales o a una deidad nacional como Sigmar Heldenhammer. A lo largo de los caminos y en pequeños caseríos, es posible encontrar santuarios dedicados a deidades menores, como los patronos de alguna artesanía determinada, o los espíritus de algún lugar cercano como un manantial, un cueva especialmente impresionante, un cruce de caminos o un puente.

La mayoría de estos santuarios son bastante pequeños, incluso burdos; algunos no son más que una estatua tallada de Ranald, un icono de Sigmar o un refugio dedicado a Shallya. Pueden ser increíblemente antiguos, remontándose a la era de Sigmar, o muy recientes, reflejando las tendencias modernas en lo relativo a los dioses y su lugar en la sociedad imperial. Algunos santuarios son lo bastante grandes y suntuosos para ser considerados templos en toda regla. Es muy posible que contengan un ídolo de la deidad principal del lugar y pequeñas capillas dedicadas a otras divinidades, espíritus y almas venerables. Asumiendo que no hayan sido profanados por ladrones, estos lugares pueden estar decorados con impactantes frescos, estatuas policromadas, altares de exquisita factura y reliquias menores.
Pero no todos los santuarios están en buen estado. Aunque es costumbre realizar donativos para contribuir a su mantenimiento, estos recintos son tan vulnerables al robo y el abuso como el hogar de cualquier mortal. Algunos santuarios son abandonados para enmohecerse y pudrirse junto a caminos apenas transitados, mientras que otros son destruidos u ocupados por pieles verdes, sectarios del Caos u Hombres Bestia, que profanan estos lugares sagrados a su forma única y especial.
Imágenes[]
Fuentes[]
- Warhammer Fantasy JdR 1ª Edición, págs. 189-190.
- Warhammer Fantasy JdR: Tomo de Salvación (2ª Ed. Rol), pág. 157.