Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Al Exaltado al Señor Ptra, el que camina por el cielo y cuyos ojos habitan en las estrellas de la noche. A su gran gloria yo: Karitamen, Déspota de las Tierras Conquistadas, Destructor de Orcos, Gobernante en Justica y Maestro en la Guerra, me encomiendo. Al divino dios Usirian, a quién todos adoramos, también me encomiendo. Por el fiable trazo de su estilo es posible disponer de muchos días en los asuntos venideros; ojalá mis pies envejezcan caminando por su divina presencia.

Yo, afirmo descender de sangre real, escupido de la divina materia del altísimo dios Ptra. Por su inefable voluntad, he sido cepillado por las plumas plateadas del sabio Tahoth. Yo, que aprendí bien los caminos del estilo, sí, y los pergaminos de mis antepasados, sirvo y serviré siempre al invencible Rey de Reyes Amenemhetum, llamado “El Grande”.

Por su voluntad tengo esto, mi reino, tallado en rojo de las manos de las razas verdes. Pues, desde mi primera etapa por mis tierras, les he doblegado con mi propia espada, cuando todos los demás huyeron de miedo, yo entré en batalla. Un total de 10.000 maté con mi propia hoja. Yo, que no conocí la derrota he empujado a los Orcos delante de mi carro de guerra. Yo que he alimentado a Djaf, Maestro de Chacales, con un total de 250.000 orejas cuenta esto la menor de mis obras; pues no lo hace Usirian, a quién todos adoramos, ¿no recoge tantas con una sola respiración de sus divinos pulmones?

Con mi segunda etapa, lleno de la fuerza de los sabuesos de Geheb, mi legión, avanzando con gran estruendo, cargué y maté a un total de 20.000 bárbaros. Yo, que desollé sus pálidas pieles obteniendo el amor de Amenemhetum con esta victoria, y él me alzó. Así, me convertí en Rey, y las espaldas de un total de 100 salvajes no eran suficientes para albergar el mapa de mis posesiones.

Así, con mi tercera etapa, los pueblos de mi reino me amaron y me llamaron liberación y justicia. Sí, y el espíritu de Basth ojos-amarillos se movía dentro de ellos, y gritaron que si gobernaba por un total de 1000 años sería demasiado poco tiempo. Me llamaron Karitamen, el Rey que no Podía ser Destruido, el que devana la victoria delante de él como los escarabajos del desierto.

Mirad ahora las Crónicas del Escarabajo de la Muerte y conoced bien, o dioses, cómo amamos a nuestro Rey. Pues por la gracia de Ptra, con su primera etapa, mató a los Orcos y con la segunda, a los pueblos salvajes, y con su tercera, trajo gran gozo a sus tierras. Sin embargo, con su cuarta, se salió del camino correcto.

El que se llamó el Escarabajo de la Muerte se llenó del veneno de Sokth, el dios de ojos muertos de los escorpiones. Había malicia en su corazón - inapropiadamente manipuló los ritos del culto de Djaf, y los conocimientos secretos de los sabios, y puso por escrito las formas de aquél cuya cara nunca se muestra, el gran dios Usirian, al que todos adoramos. Durante su reinado, hizo falsas estelas, escritos insolentes, en relación a los ritos de purificación del gran viaje, y los dejó para la posteridad. Los ojos dorados de Phakth cabeza de halcón, el que pone sus manos sobre la balanza de la justicia, se acercaron a nosotros.

Nosotros, los nobles de este reino, cuyas decisiones son venerables, le miramos con ira y conocimos sus graves faltas. Nosotros que sumábamos un total de 7.000 nos alzamos sobre las alas de Phakth para sacar el veneno del corazón de Karitamen, quién nos amó una vez, sí, y como el halcón espía a la serpiente dentro de los distritos de los lugares sagrados, así vimos uno que se deslizó a la manera de Qu’aph y vertió veneno en el hígado del rey. Ese Tetrahon, cuya alma alimente por siempre a los sirvientes de Valatp - cayó ante el descenso de nuestras hojas. Sí, y aunque con amor abrimos las entrañas de Karitamen a la luz sanadora de Ptra, el mal era demasiado grande para ser limpiado por el aro del sol.

Así acabamos esta crónica del que una vez fue rey, el que es llamado El Escarabajo de la Muerte, a quién pedimos que Asaph abrace en su encantador seno. Os pedimos Aspah, Ptra y el gran dios Usirian, a quién adoramos, aquí le guarden, que pueda avanzar de su cuarta a su séptima etapa, la primera del gran viaje que todos debemos realizar.

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