En Middenland, más que en ninguna otra parte del Imperio, Sigmar cede el primer puesto como el más adorado de los viejos dioses a Ulric, el dios lobo del invierno. En el norte del Imperio la vida es muy dura; los inviernos son muy fríos, la tierra es yerma y los bosques están repletos de Goblins y de Hombres Bestia. Ulric es el patrón de la zona porque es igual de duro que la misma tierra y la fuerza y la independencia que espera de sus seguidores preparan a la gente para la austeridad de su existencia.
Los sacerdotes de Ulric reflejan esta cualidad. Todos los clérigos de Ulric son feroces guerreros, ya que se prohíbe la entrada al culto a todo el que no persiga un objetivo relacionado con la guerra. Esto es así debido a que Ulric es básica y principalmente un guerrero, así que espera de sus adoradores que afronten los problemas cara a cara y por la fuerza de las armas siempre que sea posible. En combate, los sacerdotes de Ulric son la encarnación del carácter de su dios, pues hacen girar sus hachas y espadas sobre sus cabezas y gritan juramentos a sus enemigos con la ferocidad del mismo dios lobo. Los soldados a su alrededor se llenan de coraje, dado que la fe y la fuerza de los guerreros de Ulric es indomable.