El trasfondo que puedes leer en esta sección o artículo se basa en la campaña mundial de La Tormenta del Caos, que ha sido sustituida por la de El Fin de los Tiempos.
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"No mereze la pena hazerlo mientraz zigamos en los botez. Dentro o fuera de elloz, no importa mucho mientras zigamoz en loz botez"
- —Madrat Bormogg, adulando a Grimgor Piel´ierro
Ahora que ha quedado claro que Middenheim es el objetivo final de Archaón, Grimgor se dedica a abrirse camino a hachazos a través del Imperio para asegurarse de no perder su oportunidad de convertirse en el número uno de la contienda.
Los Orcos son Orcos, así que la ruta de Grimgor a través del Imperio fue poco... convencional, por llamarla de algún modo (¡es que, si los humanoz se empeñaban en escaparse, a él no le quedaba más remedio que perseguirlos!) y, a pesar de partir desde la frontera más al norte del Imperio, Grimgor se encontró con su ejército detenido en la ribera del río Talabec Superior. Como el conde elector de Ostermark tenía conocimiento de la proximidad de Grimgor, había previsto que los Orcos no cruzarían el río, ya que lo más probable es que ni siquiera supieran que iban a alcanzarlo. En un intento de aprovecharse de ello, el conde pidió permiso al Emperador para que distanciase a un grupo de la columna camino de Middenheim. El Emperador accedió a la petición y las tropas del conde acamparon al otro lado del río, dispuestas a capturar a los Orcos si intentaban cruzar el río delante de las narices del ejército imperial. Como era de esperar, los Orcos hicieron lo que se esperaba de ellos (puede que con una pizca de astucia, pero sin mucha inteligencia).
Con rapidez, el ejército imperial se reunió en la orilla más alejada, a la espera de que los Orcos se pusiesen a tiro. Los cañones, arcabuceros y ballesteros tomaron posiciones de disparo para acribillar a los Orcos cuando intentaran cruzar el río; y los alabarderos y la caballería los esperarían en tierra firme para aniquilarlos si lograban atravesarlo, sin darles tiempo a organizarse y continuar el ataque. Pero, incluso en esta trampa aparentemente segura, el conde había tenido que ser cauto, ya que hasta los temerarios Orcos podían retirarse si al tratar de cruzar el río eran acribillados por los proyectiles imperiales. El conde se vio obligado a replegarse a la espera de que los Orcos subiesen a bordo de sus botes rudimentarios (o "flotadorez", como Grimgor los llamaba orgullosamente) para lanzar su ataque justo en el momento en que los Orcos dudaran entre volverse o avanzar arriesgándose a sufrir bajas cuantiosas.