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Glifo Quetzl

El Dios Protector

Los iniciados de Quetzl aman la guerra y son decididos y muy resistentes, tal y como corresponde a los elegidos del Dios de la Guerra. Quetzl es venerado dentro del panteón de los Hombres Lagarto como el protector y los desovados bajo su estrella están dotados de enormes protuberancias óseas y de pieles especialmente gruesas. Los que se han enfrentado a ellos alguna vez en combate aseguran haber visto flechas y virotes romperse y resquebrajarse al chocar contra sus escamas. Por eso, no sorprende que entre los principales adoradores de Quetzl se encuentren los Saurios de la Guardia del Templo.

Hueste Sagrada[]

Existen varias fuentes que hablan de Guerreros Saurios con cabezas provistas de enormes crestas óseas, aunque hay quien dice que estos testigos no se refieren a Hombres Lagarto nacidos bajo el signo de Quetzl, sino que se trata de la guardia del templo, unos guerreros inmensos y estoicos que protegen a los Magos Sacerdote Slann. Solo en un puñado de escritos se describe lo que se consideran verdaderos avistamientos de los hijos del Dios Protector y estos no solo cuentan con crestas óseas, sino con espinas y prominencias por todo el cuerpo. Si damos crédito a ciertas informaciones, estos saurios podrían estar adornados con un traje entero de armadura de hueso, aunque tales informes pueden estar forzando demasiado la credulidad para los instintos académicos de la mayoría de sabios.

Al profundizar en las historias que rodean a este Ancestral en particular, los estudiosos han descubierto varias referencias a su magia protectora, aunque al principio hubo quien concluyó erróneamente que tenían que ver con Tepok, el inescrutable dios que suele relacionarse con la protección contra los conjuros dañinos. Sin embargo, según los escritos de varios hechiceros que han estado en Lustria y han visto a los Hombres Lagarto en combate, al parecer a Quetzl también se le invoca para obtener protección mágica frente a los ataques físicos.

En las notas de su expedición a Lustria, tituladas “En el Jardín de los Dioses”, el renombrado hechicero del Colegio de Jade Cyrston von Danling afirma haber sido testigo de una incursión de castigo por parte de un ejército de Hombres Lagarto contra Puerto Cortacuellos. Los defensores se apresuraron a ocupar sus puestos defensivos y al final lograron tener preparados varios artilugios de artillería que utilizaron contra los saurios atacantes. Una bala de cañón de la primera andanada pareció impactar en el líder de los Hombres Lagarto, un enorme saurio montado a lomos de un Gélido sibilante. Cuando el proyectil le golpeó, el saurio se vio envuelto por una explosión de rayos de luz multicolor que cegó a muchos de los presentes con su deslumbrante brillo. El Saurio no parecía haber sufrido daño y la bala del cañón se había disuelto en el aire mágicamente.

Von Danling afirma que su propia vista mágica le permitió observar un detalle que pasó desapercibido para los no dotados de habilidad mágica. Según dice, una fantasmal mano con garras pareció manifestarse delante del Saurio, bloqueó físicamente la bala del cañón y la transmutó de materia mundana a pura materia mágica, de forma que se disipó bajo la acción de los vientos arcanos. Von Danling dice haber sentido la presencia de un ser de inconmensurable poder, aunque solo por un instante. En aquella milésima de segundo se sintió terriblemente humilde e insignificante ante una presencia de edad y poder incalculables. Lógicamente, afirma que dicha presencia no era otra que la del Ancestral Quetzl. La mayoría cree que el destacado hechicero von Danling había pasado demasiado tiempo al sol.

Fuentes[]