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El Primer Asedio de Altdorf fue el prolongado sitio al que fue sometida la ciudad de Altdorf por parte del enorme ejercito de Orcos y Goblins liderados por Gorbad Garra'ierro. La enorme horda de Pieles Verdes había arrasado las tierras de varias provincias imperiales y destruidos numerosos asentamientos pero acabó rompiéndose contra los muros de Altdorf.

El Kaudillo Orco se encontró con que los altdorfenses eran unos defensores bastante recios. Como pueblo orgulloso y astuto, el asedio no quebrantó su espíritu, es más, se convirtió en una cuestión de principios ignorar el hambre, la muerte y el horror de las incursiones de los Pieles Verdes. Incluso tras la muerte del emperador electoral, Sigismund V, siguieron combatiendo con determinación durante días hasta que, al no poder conquistar la capital de Reikland, el ejercito de Orcos y Goblins terminó por dispersarse, poniendo fin al ¡Waaagh! de Gorbad Garra'ierro.

Contexto[]

La horda de Gorbad Garra'ierro continuaba devastando las tierras del Imperio, aplastando los ejércitos Imperiales que se organizaban en un vano intento de detenerlos, y destruyendo y saqueando cada ciudad que se topaban en su imparable avance. La ciudad de Nuln quedó totalmente en ruinas tras el paso de Gorbad y sus fuerzas. En la Batalla de Grünberg, Gorbad Garra'ierro derrotó al ejercito comandado por Erich Adolphus, Conde Elector de Wissenland. Pese a esto, el Conde Adolphus consiguió herir de gravedad a Gorbad con su Colmillo Rúnico, antes de verse obligado a retirarse.

Kaudillo Gorbad por Dave Gallagher

Mientras esto acontecía, en Altdorf, el emperador Sigismund se preparó para la invasión de los Orcos fortificando los muros de la ciudad, más gruesos y altos que las murallas de Nuln; se organizó una milicia de campesinos para que estuvieran en vigilancia continua y reuniendo las cosechas. Una vez que cada hombre, mujer, niño y bestia en un radio de 80 kilómetros a la redonda estuviera a salvo dentro de la capital, el emperador ordenó que todas sus tierras fueran devastadas. Cuando los orcos llegaron, se encontraron los campos ya quemados, los pozos envenenados y todas las casa vacías.

Debido a ello, el ejército Piel Verde no perdió el tiempo en su habitual pillaje, y empezaron a pelearse por los pocos víveres que pudieron encontrar hasta que Gorbad, a quien la herida del pecho le provocaba un mal genio terrible e irritado por haber dejado escapar a sus enemigos, puso fin a la disputa decapitando a los cabecillas (y a unos cuantos Goblins que había por allí cerca por si acaso). En un intento de evitar que sus seguidores volvieran a pelearse de nuevo, ordenó al grueso de su ejército que siguiera avanzando a paso ligero hacia Altdorf

El asedio de Altdorf[]

Al poco de llegar a la capitál de la provincia de Reikland, Gorbad lanzó a sus fuerzas directamente al ataque contra las murallas de Altdorf, pero este primer asalto fue tan poco premeditado e irreflexivo que fue sangrientamente rechazado por las defensas de Altdorf después de que muchos guerreros Orcos y Goblins hubieron sufrido un gran número de bajas.

Torres de asedio

Impacientado por la tardanza en conquistar la ciudad, Gorbad vociferó a los kaudillos a sus órdenes que lanzaran un ataque tras otro, exigiendo a tribus enteras que atacasen a través de las extensiones pantanosas situadas al sur de Altdorf. Por desgracia, los pantanos dificultaron el avance de los Orcos y cientos de pieles verdes se ahogaron al caer en los lodazales tras las violentas discusiones que se produjeron sobre cuál era el mejor camino a seguir a través del cenagal o fueron pisoteados por sus propios compañeros en la precipitación. Finalmente Gorbad, al ver la confusión reinante entre sus filas, recuperó la sensatez táctica, detuvo aquel sacrificio inútil de tropas y ordenó preparar campamento para un prolongado asedio de la ciudad.

Sin embargo, el daño ya estaba hecho. Los pieles verdes seguían superando en número a los humanos, pero el ¡Waaagh! de Gorbad había sufrido su primer revés, y los campamentos de Orcos y Goblins que se establecieron en torno a Altdorf se llenaron de un resentimiento que nunca antes se había experimentado bajo el férreo liderazgo de Gorbad.

Catapulta Orcos y Goblins Lanzapiedroz imagen 4º edición Mark Gibbons

El Kaudillo ordenó a los Lanzapiedroz que se desplegaran en posición, pero algunas tribus decidieron no hacer caso y “escaquearse" para forrajear la zona por su cuenta. Al principio, atacó las murallas y bombardeó la ciudad arrojando enormes rocas con los inmensos Lanzapiedros, que destruyeron bastiones enteros y redujeron edificios a polvo. En represalia a ello, los cañones de la ciudad apuntaron contra las máquinas de guerra orcas y fueron silenciadas rápidamente al ser reducidas a astillas, y las salidas a la carga de las órdenes de caballería acabaron con cientos de Orcos con cada uno de sus ataques. A pesar de que las bajas de los hombres del Imperio fueron horrendas, para los Orcos fue todavía peor.

Incluso mientras las catapultas pieles verdes se enzarzaban en un intercambio de disparos a larga distancia con los toscos cañones Imperiales, el ¡Waaagh! ya había empezado a dispersarse. Muchos pieles verdes se escabulleron del lugar, a veces en peñas, otras en tribus enteras. Al poco tiempo todo Reikland estaba ardiendo, por efecto de los numerosos ataques de estos grupos independientes de desertores en su camino de retirada.

Gorbad, todavía débil por la herida sufrida en Grunberg (que ya no curaría nunca), seguía siendo un comandante astuto, y se dio cuenta de que no podría aguantar mucho tiempo aquella hemorragia de tropas desertoras, y que tampoco estaba en condiciones de liderar por sí mismo el asalto definitivo. Al ver que era imposible destrozar los muros de Altdorf, empezó a organizar una fuerza aérea donde lanzar su arma secreta contra la ciudad.

Warhammer poisonous wyvern by thegryph-d3cag35

En el noveno día de Brauzeit, ordenó cortar las cadenas de varios enormes carromatos que el ejército había ido arrastrando desde las montañas. Emitiendo un rugido ensordecedor y un hedor nauseabundo, media docena de gigantescas serpientes aladas de las Montañas del Fin del Mundo emergieron de sus húmedas jaulas. Gorbad lanzó a todas aquellas bestias reptilianas en un masivo asalto aéreo, coordinado con otro nuevo ataque a gran escala por tierra, mientras una lluvia de Goblins Voladores caía inesperadamente causando el pánico y la consternación a la capital imperial. Los monstruos furibundos sobrevolaron a los defensores de la ciudad y se lanzaron en picado contra ellos, destripándolos con sus garras afiladas y derribando los cañones Imperiales con facilidad, al tiempo que sembraban el terror en casi todos los humanos.

En medio de toda aquella conmoción, una de las serpientes aladas se coló en el palacio del Emperador echando abajo el techo del gran salón. Durante varias horas la criatura vagó por el interior del edificio sembrando la destrucción, zampándose a miembros del servicio por docenas, y defecando en el salón de los banquetes. Cada vez que los defensores trataban de detener el avance del lagarto encerrándolo en alguna de las salas, la Serpiente Alada volvía a abrirse camino atravesando con sus hombros otra pared en medio de una lluvia de astillas de madera y polvo de ladrillos.

Soldados de Middenheim por Russ Nicholson

Finalmente, cuando la Serpiente Alada llegó a la sala del trono el propio Emperador Sigismund le hizo frente al mando de un grupo de sus arqueros, pero la bestia se quitó de encima a los soldados con un potente coletazo y atrapó al Emperador entre sus fétidas fauces. Los registros Imperiales explican cómo los arqueros supervivientes huyeron de inmediato sin volver la vista atrás, mientras los horribles sonidos de masticamiento y crujir de huesos al partirse resonaban por toda la sala.

Algunos testimonios aseguran que apareció una segunda Serpiente Alada, y que ambas se pusieron a luchar por ver cual de ellas se daba un festín con los despojos reales. Sea como sea, una vez la bestia hubo saciado su apetito empezó a fabricarse un nido con los estandartes y tapices que adornaban la sala del trono y, cuando empezó a adormecerse, un grupo de furiosos caballeros cargó contra ella y vengó la muerte del Emperador. Al mismo tiempo, pero en otra parte de la ciudad, otra serpiente alada fue aniquilada al explotar un cañón de salvas por error.

Alabarderos del Imperio contra Guerreros Orcos por Paul Jeacock

Mientras tanto, fuera, el resto del asalto aéreo había causado muchas bajas, pero no había mucho más ya que, tal y como era de esperar, las serpientes aladas habían ignorado por completo las órdenes de abrir los portones de la ciudad de Altdorf a pesar de las concienzudas instrucciones recibidas por parte de los Orcos. Con la mayoría de las "armas secretas" del Kaudillo Orco fuera de combate (algunas muertas, otras durmiendo en algún rincón tras haberse llenado la barriga con la carne de sus enemigos), el asalto de los pieles verdes por tierra siguió estrellándose contra los muros de la ciudad, recibiendo numerosas bajas y apenas ninguna ganancia.

A pesar de que una palpable oleada de desesperación se cernió sobre las fuerzas imperiales a la muerte del Emperador y en distintos puntos los guerreros orcos lograron hacerse fuertes sobre las ensangrentadas almenas, la oportuna intervención del conde de Wissenland, que recogió a Ghal Maraz y reagrupó a los desanimados soldados imperiales, logró salvar la situación y tanto él como los supervivientes consiguieron repeler a los atacantes de las murallas. Tras la muerte del Emperador los ataques aéreos fueron disminuyendo paulatinamente hasta volver a un estado de sitio que parecía no terminar nunca.

Al inicio del asedio, Gorbad había liderado todos los ataques, pero, a medida que pasaba el tiempo, la herida mágica que Gorbad había sufrido por parte del Conde de Wissenland no solo no acababa de curarse, sino que había empezado a provocar un continuo sufrimiento al poderoso Señor de la Guerra Orco. Durante muchos días se retorció debido a un intenso dolor febril, y comenzó a gritar, a aullar a sus secuaces y a maldecir a sus subordinados por no poner en sus manos la ciudad de Altdorf.

Montón de Cañones Imperio Dimitri Bielak

Al empezar a caer los primeros copos de nieve, se le vio cada vez menos a la cabeza de sus guerreros, dado que la herida del Colmillo Rúnico lo atormentaba cada vez más y le iba mermando las fuerzas con cada día que pasaba. Cuando la ferocidad y la frecuencia de los ataques orcos empezó a disminuir, los defensores imperiales cobraron nuevos ánimos y realizaron más y más salidas fuera de las murallas para atacar a los pieles verdes. A medida que el invierno se fue acercando al Imperio, cientos de Orcos y Goblins empezaron a morir de hambre cada día y, finalmente, la horda orca empezó a disgregarse.

A medida que la fuerza del liderazgo de Gorbad se fue debilitando paralelamente a su fuerza física, el ejército del señor de la guerra empezó a desintegrarse, primero en pequeños contingentes y luego en cada vez mayor número. El poder de su Waaagh perdió su ímpetu y las tribus fueron volviendo a los bosques y las montañas de origen. Finalmente, incluso Gorbad tuvo que darse por vencido y dejar atrás la ciudad calcinada y marcada por el combate pero invicta.

Altdorf le había derrotado y el ¡Waaagh! había terminado.

Tras la Batalla[]

Grandes Espaderos Imperio contra Orco Negro por Adrian Smith

Tras la disolución del ejercito Piel Verde, cesó la amenaza que Gorbad Garra’ierro suponía para el Imperio, el cual inició un lento proceso de recuperación de la destrucción causada por los Orcos y Goblins. Durante el prolongado asedio, todos los templos de Altdorf experimentaron un marcado aumento en ofrendas en ese momento, y los Cultos del Imperio son testigo de un renacimiento religioso que barrió barrió la ciudad, especialmente en el Culto de Sigmar. Por ello, tras finalizar el asedio, la ciudad se vio sacudida por el escándalo cuando los cazadores de brujas descubrieron una buena cantidad de sectas del Caos en la ciudad, llevándose a cabo numerosas ejecuciones en la Colina Crepitante.

Por su parte, Gorbad Garra’ierro y las tribus que aún le eran leales se retiraron hacia el Este, regresando por el margen del río Reik de vuelta a las Montañas del Fin del Mundo. Con sus tropas exhaustas, el regreso al hogar fue difícil: fueron acosados por las fuerzas del vengativo Imperio y hasta atacados por tribus de los mismos Orcos que en el pasado habían luchado a su lado en el ¡Waaagh!, intentando aprovechar la situación para aumentar sus ganancias de saqueo. La mayor parte del botín acumulado por las tropas de Gorbad hasta ese momento se perdió o quedó abandonado durante aquella atropellada retirada.

Al ver el debilitado ejercito Piel Verde, los Enanos vieron su oportunidad de vengarse de Gorbad por su transgresiones pasadas y un ejercito a las órdenes del Gran Rey Kendrak Gottrison emboscó a las fuerzas en retirada en una montaña situada al sur del Paso del Fuego Negro. En la Batalla del Pico Sangriento, los Enanos derrotaron a los Pieles Verdes pero no se tienen constancia de que Gorbad cayera en la confrontación. Su nombre sigue infundiendo el temor en el corazón de todo hombre, mujer o niño del Imperio a día de hoy.

Conflicto canon[]

  • En el "Libro de Ejercito de Orcos y Goblins" de la 7ª Edición establece que el Patriarca Supremo de los Colegios de la Magia mató a una de las Serpiente Alada. Esto es imposible pues ni el Patriarca Supremo ni los Colegios de la Magia existían en esa época
  • En el "Libro de Ejercito de Orcos y Goblins" de la 8ª Edición establece que fueron Caballeros de la Reiksguard la que abatieron a la Serpiente Alada que mato al emperador. Esto no es posible pues la Reiksguard no se formaría hasta varios siglos mas tarde.
  • En "Altdorf: Corona del Imperio" se fecha el asedio en el año 1701 y no en el 1712 como indican las demás fuentes.

Fuentes[]