"Todo lo que vive es, en mayor o menor medida, un tabernáculo para las energías puras de la magia, y todas y cada una de las criaturas mortales son tanto un recipiente como un generador de las mismas. Cuanto mayores son la inteligencia, las respuestas emocionales y la creatividad de una especie, mayor efecto tienen sobre el flujo de esta energía, y más próxima se halla a su influencia. Como las vidas inteligentes son las más cercanas a la Disformidad, las formas físicas de los seres inteligentes poseen la capacidad de contener una mayor cantidad del propósito y poder de una entidad demoníaca que las formas de vida más sencillas, como plantas o ganado."
- —Extracto del Malefic Mallacarium.

Un noble imperial poseído por un demonio.
La Posesión consiste en la toma de control de una forma física por parte de un agente externo, ya sea un espíritu o un demonio. Aunque ya de por sí se trata de un evento poco usual, la mayoría de veces tiene que ver con los Demonios del Caos.
Los hechiceros vulgares y chamanes a veces incursionan en la nigromancia, invocando a los espíritus de los muertos o, peor aún, permitiendo que estos seres incorpóreos ocupen sus cuerpos para que puedan canalizar los pensamientos y deseos de los difuntos con sus seres queridos vivos. Hay un orden natural de las cosas: cuando un mortal muere, su espíritu queda libre para viajar al Reino de Morr. Los espiritistas y nigromantes perturban este orden natural para manipular fuerzas que es mejor no perturbar.
Aunque a veces consiguen comunicarse con los muertos, suele ser más frecuente contactar con algo mucho peor: un demonio.
Posesión Involuntaria[]
Algunos mortales nacen con una conexión más intensa con lo sobrenatural. La mayoría son descubiertos por los Colegios de la Magia y seleccionados como aprendices, unos pocos descubren sus talentos y desarrollan el uso de la magia de forma desorganizada, principalmente mediante ensayo y error. Pero el resto pueden vivir el resto de sus vidas sin conocer jamás el potencial que poseen, los poderes que podrían llegar a controlar con adiestramiento y estudio. Son a ellos a quienes buscan los demonios.
El motivo de esta atracción se debe a la capacidad latente de estos mortales para manipular la magia. Quizás el sujeto puede ver más allá del velo y percibir Fantasmas. Tal vez puedan sentir cuando sopla una ráfaga particularmente fuerte de los Vientos de la Magia, o percibir manifestaciones mágicas. En cualquier caso, esta conexión inconsciente permite a una entidad demoníaca atravesar las barreras naturales y ocupar la consciencia del individuo.
Por supuesto, no todos los poseídos involuntariamente son elegidos sistemáticamente por demonios. Algunos podrían ser víctimas de sacrificios, utilizadas por el mago de una secta para albergar un espíritu contencioso. Otros podrían ser hechiceros ambiciosos que accidentalmente manejan mal las energías mágicas, lo que resulta en un breve, aunque inquietante, ataque de posesión demoníaca. Pero, en cualquier caso, los resultados suelen ser los mismos.
Los demonios que entran a la fuerza en un recipiente mortal nunca revelan su presencia al principio. Si lo hicieran, el sujeto podría rechazarlos, ya que todavía son lo suficientemente fuertes como para expulsar al invasor de su cuerpo. En cambio, el demonio se abre camino profundamente en el inconsciente donde hurga y manipula sutilmente a lo largo de los meses para corromper gradualmente la mente y las acciones de su anfitrión. Por esta razón es más difícil detectar una posesión demoníaca, ya que los indicios de la misma tardan más en manifestarse.
Hay ocasiones en las que el anfitrión descubre que en su cabeza resuena algo más que sus propios pensamientos. Normalmente la cordura de la víctima se hace añicos, eliminando cualquier barrera que impida que el demonio asuma el control total sobre el anfitrión. El demonio se toma su tiempo para llegar a esta situación, diseccionando exquisitamente los pensamientos y recuerdos del mortal, devorando por completo la conciencia de su víctima.
Posesión Voluntaria[]
A diferencia de las posesiones demoníacas ocasionales e incidentales, hay algunos que invitan a tales entidades malignas a residir en su interior. Mediante rituales profanos, conjuran al demonio del Reino del Caos e intercambian sus almas por él. Solo el individuo más desesperado y maligno se ofrecería voluntario para sufrir tal destino, ya que la posesión tiene un costo terrible tanto en el espíritu como en el cuerpo.
Los candidatos a semejante blasfemia normalmente provienen de las Sectas del Caos. Como miembros establecidos, habiendo sido introducidos en el propósito secreto de la organización, algunos cultistas creen que es su deber servir a sus amos permitiendo que una entidad de este tipo invada sus cuerpos. Otros piensan, erróneamente, que tal acto los eleva al mismo nivel que los demonios. Y algunos creen que pueden retener su personalidad y controlar la fuerza maligna interna. Todos ellos se equivocan.
Al aceptar tal ser en sí mismo, la mente es inmediatamente devorada por el demonio, quien a su vez asume el control total del cuerpo del mortal. Los fragmentos que quedan de la mente del anfitrión son torturados cruelmente mientras dure la posesión. Aunque el demonio habita el cuerpo, no se preocupa por la carne mortal y comete todos los abusos que desea. Peor aún, las energías en estado puro del Caos retuercen y deforman a la víctima, haciendo que broten horribles mutaciones. Afortunadamente estos tormentos son limitados, ya que el cuerpo humano no puede resistir una posesión demoníaca por mucho tiempo. Llega un momento en que el cuerpo se reduce a desechos, lo que obliga al demonio a regresar al Reino del Caos. Del anfitrión no queda nada en este punto.
Señales de Posesión[]
Una vez que el demonio destruye o corrompe el alma de su víctima, es libre de hacer lo que se le antoje. De ahora en adelante, el demonio deforma y transmuta la forma física para que, con el tiempo, el cuerpo del anfitrión se asemeja a la verdadera forma del demonio. Es importante tener en cuenta que, al principio, un mortal poseído no se diferencia de ningún otro, al menos no para quienes no saben qué buscar.
El demonio se esconde dentro del mortal, ocultando su presencia al anfitrión, al menos por un tiempo. Poco después de ser invadida por la entidad, experimenta sensaciones extrañas. Pueden sentirse un poco más fuertes y saludables, con sentidos magnificados y un apetito increíble. También pueden ver cosas, imágenes extrañas por el rabillo del ojo. Es posible que vean figuras extrañas en las sombras, rostros extraños que le contemplan desde las nubes, o expresiones repulsivas en la gente que tiene delante. A medida que el demonio gana una influencia cada vez mayor, el mortal comienza a ver la entidad cuando se mira en un espejo, si bien cualquiera a su alrededor ve el rostro esperado, aunque demacrado y con una expresión horrorizada.
Los Templarios de Sigmar, más conocidos como Cazadores de Brujas, siguen una cuidadosa doctrina a la hora de identificar a un mortal en las garras de una posesión demoníaca. Los signos clave incluyen fuerza sobrenatural acompañada de ataques y convulsiones, cambios extremos de personalidad, conocimiento de eventos futuros o información oculta, y la capacidad de comprender y comunicarse en idiomas previamente desconocidos para el anfitrión. Hay otros signos que buscar, pero varían según el tipo de demonio. Los demonios de Slaanesh tienden a desarrollar una conducta lasciva y libidinosa, mientras que los demonios de Nurgle hieden a muerte y descomposición. Los demonios de Khorne son extremadamente violentos y propensos a cambios de humor extraños y excesivos, mientras que los demonios de Tzeentch son astutos confabuladores e idean planes infames que pueden tardar generaciones en dar frutos. Otros signos pueden incluir marcas extrañas debajo de la carne (que normalmente deletrean el nombre invertido de uno de los Dioses del Caos), pupilas dilatadas, vómitos espontáneos y violentos, mutaciones, apetitos y deseos malsanos, y mucho más. En todas estas circunstancias, el demonio tiene el control del anfitrión, y cuando estos signos han aparecido a penas hay esperanza para la víctima.
Durante las primeras etapas de posesión, especialmente en casos de posesión demoníaca accidental o forzada, el demonio ejerce su influencia de forma reservada; así es más difícil de detectar a través de medios normales. Aunque se esconden bien, todos los mortales poseídos reaccionan de la misma manera cuando se les presentan los sellos impíos de los Poderes Ruinosos, abandonando su cobertura y representando su locura. El anfitrión profiere carcajadas y alaridos, desatando un torrente de blasfemias obscenas.
El Exorcismo[]
Aunque la posesión es una experiencia terrible, quienes alojan un demonio en sus cuerpos tienen poco tiempo antes de que el monstruo devore sus almas. Pero no toda esperanza está perdida, ya que un demonio puede ser expulsado de su anfitrión a través de un exorcismo. El exorcismo como práctica ha existido desde la época de Sigmar, tal y como se narra en el Libro de Sigmar. Cuando el poderoso héroe cruzó por primera vez el río Reik y descubrió a un hombre cuya forma contenía un demonio, el miserable pidió ayuda, alegando que había sufrido durante mucho tiempo de espíritus no deseados. Sigmar invocó al demonio, exigiendo su nombre. El demonio no pudo resistirse y apareció ante él, revelándose como un sirviente de Lanshor conocido como Ll'hh'eeg'gae'ion'n. Sigmar atacó a la vil criatura, que huyó hacia las montañas. Sigmar lo siguió durante trece días y trece noches hasta que finalmente abatió a la criatura, enviándola entre gritos a su reino infernal.
Los sacerdotes y templarios de Sigmar siguen el ejemplo establecido por primera vez por su santo patrón y usan el poder de su dios para liberar a los mortales de las garras demoníacas. Para ello llevan a cabo un antiguo ritual de exorcismo. En él, los exorcistas conjuran el poder de Sigmar para arrebatar el control del demonio y obligarlo a actuar como exige el sacerdote. Dado que las criaturas del Caos no pueden soportar la presencia de Sigmar, deben obedecer las órdenes del exorcista.
El ritual del exorcismo es conocido casi exclusivamente por los sacerdotes sigmaritas y los Templarios Cazadores de Brujas. Algunas sacerdotisas de Shallya conocen un ritual de expulsión que funciona de manera similar al ritual sigmarita. Aunque la mayoría puede aprender los métodos y las palabras necesarias para el ritual, pocos tienen la determinación de enfrentarse al Caos en su forma más terrible. Para ser un exorcista, uno debe tener una salud física excelente, no superar la mediana edad y estar especialmente dedicado a la fe. El Caos obra por muchos caminos, y los demonios buscan cualquier debilidad que puedan para derrotar a los seguidores de Heldenhammer. Demasiados aspirantes a exorcistas se han visto destruídos física o psíquicamente por el poder de un Demonio del Caos.
Salmo Sigmarita de Exorcismo[]
"¡Escúchame y obedece, espíritu aborrecible! Yo te expulso por la fuerza de mi brazo, por mi férrea voluntad, por el fuego de mis palabras. ¡Sal del cuerpo de este mi siervo! ¡No volverás a reaparecer, ni en los sueños de la noche ni en los pensamientos del día!
¡Abandona este lugar, tú, vil depredador, tú, inmundo demonio! Te conmino a que te manifiestes, con los cabellos despeinados, y deshago tu furia. Así te expulso de este mundo, y así privo de tu poder a tus estrellas y constelaciones, dispersando la ruin obra de tu mano.
Por siempre te enfrentaré a los de tu ralea, y eterna será mi cólera ante la faz de tus amos. Pues el sol no se pondrá sobre el pueblo de MI Imperio, en tanto me tenga como su señor.
Y así fue como Sigmar expulsó al espíritu, con sus brujerías y conjuros, con sus maldiciones e invocaciones, y lo alejó de los muros de su sacro Imperio."
- —Extracto de las Admoniciones de Sigmar.
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Fuente[]
- Warhammer Fantasy JdR: Tomo de Corrupción (2ª Ed. Rol), págs. 20-21.