Pendrag fuera uno de los hermanos de armas de Sigmar, siendo el portador de sus Estandartes en las batallas. Tras la fundación del Imperio, se convertiría en el primer conde de Middenland.
Historia[]
Nacido en la tribu de los Umberógenos, Pendrag era un hombre de cabello largo y rojo como el sol de poniente. Aunque desmostró en varias ocasiones ser un feroz guerrero en combate, tenía un alma de erudito así como una mente más reflexiva y prudente que sus compañeros. No estaba en contra de la guerra cuando la causa era justa, pero siempre se mostró contrario a las matanzas innecesarias.
Primeros Años[]
Desde joven, Pendrag fue uno de los amigos de la infancia más cercanos de Sigmar, junto con Wolfgart y Trinovantes, teniendo sus tiranteces con él gemelo de este último, Gerreon. Llegado un momento, Pendrag se convirtió en aprendiz de Herrero Rúnico Alaric el Loco, quien le enseñó algunos conocimientos de la metalurgia de los Enanos. Cuando cumplió los quince años, participó en su primera batalla para ganarse su escudo, ya que simbolizaba el paso de un niño a la plena madurez. En este caso se enfrentaría a la horda orca del Kaudillo Grimgut Aplastahuesos, que amenazaba la población de Astofen.
La noche antes de la partida, Pendrag celebró junto a sus amigos la Noche de Sangre, un banquete en honor a Ulric para los que irian a la batalla por primera vez. Durante el festejo, Trinovantes le contó a los demás que había visto un cuervo posado en el tejado de la casa larga del rey aquella mañana, lo cual era un augurio considerado funesto pues indicaba la muerte de alguien. Pendrag bromeó de tal superstición, y no le dio más importancia.
En la subsecuente batalla del Puente de Astofen, fue asignado como el portaestandarte del ejercito Umberógeno, sosteniendo en lo alto el estandarte personal de Sigmar. Gracias al sacrificio estratégico de Trinovantes, los Umberógenos consiguieron derrotar a los Pieles Verdes, y el propio príncipe acabó con la vida del Kaudillo, vengando así la muerte de su amigo. El victorioso ejercito Umberógeno regresó a Reikdorf, donde se honraron a los caídos, y Trinovantes fue enterrado con todo los honores en la Colina de los Guerreros. Sin embargo, Gerreon, que no pudo participar en la batalla por tener un brazo roto, culpó a Sigmar de su muerte, para consternación de Ravenna, hermana de los gemelos.
Aquella noche, Sigmar se reunió con sus amigos Pendrag y Wolfgart en la Piedra de Juramentos, y les hablo de su sueño de levantar una gran nación formada por todas las tribus de los hombres. Sus dos hermanos de armas consideraban aquello como una empresa imposible pero Sigmar logró convencerlos que, aunque el camino será largo y difícil, serían capaces de lograrlo. Posando sus manos sobre Ghal Maraz juraron por todos los dioses de la tierra y sobre aquella poderosa arma que no descansarían hasta lograr la unificación de todas las tribus de los hombres.
La vida continuó en Reikdorf, y Pendrag continuó su aprendizaje en el trabajo bajo la tutela de Alaric, aprendiendo de él valiosos conocimientos de metalurgia, lo que le permitió a saber como fabricar armas y armaduras de hierro, mucho mejores que las de bronce que hasta entonces estaban empleando los Umberógenos. Al comprobar su eficacia, Sigmar tuvo la idea de reunir a todos los herreros umberógenos posibles para que para que Pendrag y Alaric les enseñaran a trabajar el hierro. Con el paso de los años, Pendrag llegaría a convertirse en uno de los mejores herreros y armeros de la nación, hasta el punto que los Enanos consideraban sus armas como «prácticas», lo que era posiblemente el mayor elogio que podían darle a la metalurgia humana.
Durante seis años, Pendrag llegó a liderar las fuerzas de caballería de Sigmar. Durante este tiempo, la ciudad de Reikdorf siguió creciendo y prosperando gracias al comercio con los Enanos y tribus aliadas. Partiendo de lo que había aprendido del maestro Alaric, Pendrag levantó una escuela en la zona nueva donde, dos veces a la semana, los niños umberógenos eran educados.
Igualmente, junto con Eoforth, erudito y principal consejero del rey Björn, desarrolló una forma rudimentaria de instrucción escrita para el Reikspiel, sacando ideas del concepto de lenguaje rúnico de los enanos. Sigmar, que vio en seguida las ventajas de esta técnica, le ordenó a Pendrag que perfeccionara más esta nueva forma de comunicación y que hiciera que la enseñaran en las escuelas. Estas, y otras aportaciones de Pendrag, terminaron siendo muy beneficiosas para Reikdorf.
También durante estos años, Gerreon terminó por pedirle disculpas a Sigmar por las cosas que le dijo tras la muerte de Trinovantes. Tanto Pendrag como Wolfgart se mostraron desconfiados de aquel repentino arrepentimiento pero Sigmar aceptó su disculpas. En los años, Gerreon pelearía al lado de Sigmar, Pendrag, Wolfgart y el resto en numerosas ocasiones, surgiendo entre ellos una genuina amistad.
Aliado de Sigmar[]
En el año -8, el rey Björn marchó de Reikdorf para apoyar al rey Krugar de los Taleutenos y del rey Aloysis de los Querusenos contra el ejercito de nórdicos que estaban invadiendo sus tierras, dejando a su hijo Sigmar la responsabilidad de salvaguardar su reino durante su ausencia. Durante este periodo, Pendrag cabalgó al lado de su amigo para defender el territorio de los Umberógenos del peligro, no solo de bandidos, Pieles Verdes y Hombres Bestia, sino también de las otras tribus que aprovechaban la ausencia del rey Björn y buena parte de sus fuerzas para saquear sus tierras.
También durante este periodo, se produjo uno de los más viles actos de traición que se recuerda en la historia de los Umberógenos. Gerreon, el guerrero al que todos consideraban un amigo fiel, trató de asesinar a Sigmar cuando estaba con su amada Ravenna. En el proceso, mató accidentalmente a su propia hermana, e hirió de gravedad a Sigmar, envenenándolo con cicuta del Brackenwalsch.
Sigmar pudo ser rescatado y atendido rápidamente, salvándose su vida. Mientras convalecía, Pendrag y varios rastreadores umberógenos fueron tras la pista del traidor Gerreon, pero este logró eludirlos. Después de que Sigmar escapara de la muerte, sus amigos Pendrag y Wolfgart le ayudaron a sobrellevar el dolor de perder a su amada Ravenna, así como con el proceso de recuperación de sus fuerzas.
Semanas más tardes del intento de asesinato, el ejército Umberógeno regresó victorioso de su guerra contra los Norses, aunque con la tragedia de traer en solmene procesión el cadáver del rey Björn, muerto a causa de su heridas en la batalla final. Tras enterrar con todos los honores a su padre y sucederle en el trono, el ahora Rey Sigmar inició el proceso de unificación de las tribus, y tanto Pendrag como Wolfgart estuvieron allí a su lado para ayudarlo.
El primer paso fue ganarse la lealtad del rey Wolfila de los Udoses, el prometió darle su juramento de Espada si le ayudaba a expulsar a los restantes norses de las tierras de su tribu. Sabiendo que los norses nunca serían parte de su visión de una nación unificada, Sigmar aceptó sin reparos. Apelando a los Juramentos de Espada que tanto Krugar como Aloysis le habían hecho a su padre, Sigmar formó un gran ejercito con el que atacar a los Norses.
Aquella fue una campaña que duró dos años, lográndose expulsar a los bárbaros del norte no solo de las tierras de los Udoses sino de sus propios territorios. Pese a su férrea resistencia, los tribus Norses fueron derrotadas y diezmadas, los supervivientes trataron de huir por mar, pero incluso así sufrían los ataques inconstantes de los ejércitos de Sigmar, cuyos disparos de catapulta hundieron numerosas naves, mandando a miles de hombres, mujeres y niños a perecer ahogadas.
Aunque comprendía que los norses y los oscuros dioses a los que adoraban siempre representarían una amenaza para el sueño de Sigmar, Pendrag era incapaz de soportar tanta matanza y así se lo hizo saber a su amigo. Considerando sus palabras, Sigmar dio por finalizada aquella campaña, dejando que unos pocos barcos pudieran escapar a través del Mar de las Garras para establecerse en las gélidas tierras del norte que se conocerían como Norsca.
Pendrag siguió trabajando como administrador de las tierras de los Umberógenos, y Reikdorf continuaron creciendo. Mientras tanto, Sigmar contactaba con otras tribus del futuro Imperio para convencerlas de que se unieran a su causa. Algunas aceptaron gracias a las habilidades diplomáticas de Sigmar y a las ventajas que suponían liarse con la creciente cialicion de tribus del Rey Umberógeno. Otras en cambio, necesitaron algo más de «persuasión».
Tal fue el caso de los Turingios, gobernados por el Rey Berserker Otwin. En el año -4 CI rechazó todas las ofertas y métodos pacíficos que Sigmar le ofrecía para unirse a él, prefiriendo presentarle batalla, pues su orgullo y honor no le permitiría aceptar la autoridad a otro sin combatir primero. Sigmar derrotó a Otwin en la batalla, y tanto él como los turingios aceptaron unirse sin reproche a su alianza de tribus.
En esta ocasión, Pendrag volvió a portaestandarte personal de Sigmar. Durante la batalla, perdió tres dedos de la mano izquierda cuando un hacha turingiana golpeó el mástil del estandarte y se deslizó a lo largo de él. A pesar de la pérdida de los dedos, Pendrag dejó caer el estandarte y Sigmar nunca se había sentido más orgulloso de su hermano de armas. El curandero Cradoc le había salvado el resto de dedos, pero Pendrag siempre llevaría las cicatrices de la batalla para ganarse a los turingios. Posteriormente, su amigo y mentor, el Herrero Rúnico Enano Alaric, le forjaría un guantelete de plata con dedos artificiales para reemplazar los que había perdido, asegurando que eran mejores que los originales.
Finalmente, en el año -1, tendría lugar la famosa Primera Batalla del Paso del Fuego Negro, donde la gran coalición de tribus de Sigmar y sus aliados Enanos se enfrentarían a la mayor horda de Pieles Verdes conocido hasta el momento. Pendrag participó en la batalla, luchando junto a su rey en la vanguardia con el estandarte carmesí de Sigmar en su mano de plata.
Siempre al lado de su soberano, Pendrag estuvo a punto de morir a manos de un gran Troll y sólo se salvó gracias a que Sigmar lo apartó del camino del garrote del Troll. Después de que su rey fuera golpeado por el vómito ácido de la bestia, Pendrag rápidamente cortó la armadura para salvarlo. Sigmar se enfrentó al Troll pero nada lograba detenerlo. Es entonces cuando la presencia de Pendrag resultó esencial para la salvación de Sigmar, aunque fuera de una manera totalmente indirecta y de la que no era consciente.
Hace veinte años, la Hechicera del Brackenwalsch le habia predicho al rey Marbad de los Endalos que tendría una muerte gloriosa salvando a Sigmar, y por ende al futuro Imperio. El momento llegaría cuando viera la mano de plata alzar el estandarte carmesí, entonces debía ir ante Sigmar y otorgarle su posesión más preciada. En aquel momento no entendió lo que significaba, pero en aquella batalla por fin comprendió su significado.
Marbad vio a Pendrag alzando el estandarte de Sigmar con su mano protesica, mientras este luchaba desesperadamente contra el troll. Al ver a Sigmar en peligro, Marbad cabalgó hacia él y le lanzó su espada mágica Ulfihard. Con ella, el rey Umberógeno pudo por fin matar a la bestia, mientras que Marbad moría a manos de los pieles verdes.
La batalla se prolongo durante varias horas más hasta que finalmente Sigmar pudo matar en duelo personal al Kaudillo que lideraba la horda, desmoralizando a los Pieles Verdes, otorgándole la victoria a Sigmar y sus aliados. Aquella noche, los reyes de las diversas tribus acordaron proclamar a Sigmar emperador de la nación que había creado, y todos los hombres del campamento se inclinaron ante su nuevo soberano.
Primer Conde de Middenheim[]
Tras la gran victoria en el paso del Fuego Negro, el recién fundado Imperio vio un año de paz y prosperidad. En ese tiempo, Pendrag pasó cada vez más tiempo con Eoforth compilando textos que registraban todo lo que los Enanos le habían enseñado. Se acercaba la fecha de la coronación de Sigmar por parte del Ar-Ulric, y tanto Pendrag como Wolfgart, al haber sido siempre los leales hermanos de armas de Sigmar, debían acompañarlo durante el evento.
La noche anterior se produjo una celebración, y Pendrag se aseguró de que Wolfgart no se pasara festejando y se emborrachara demasiado. La coronación tuvo lugar junto a la Piedra de Juramentos, pero antes Sigmar debía superar la prueba del Caldero de la Aflicción para recibir el juicio de su dios patrón Ulric. A una orden del Ar-Ulric, Pendrag y Wolfgart desnudaron a Sigmar para que pudiera entrar en las gélidas aguas del caldero. Tras superar la prueba, Ar-Ulric puso sobre la cabeza de Sigmar la magnifica corona forjada por Alaric, declarándolo como primer Emperador.
Las semanas posteriores a su coronación, en los primeros pronunciamientos y edictos emitidos por el nuevo emperador, creó el titulo de Conde y nombró a su amigo Pendrag fue nombrado como el primer Conde de Middenheim y le confió el gobierno de las marcas septentrionales del Imperio. La sorpresa que apareció en el rostro de Pendrag cuando oyó esto, e incluso trató de discutir con Sigmar que Myrsa, el Guerrero Eterno, merecía más esa posición, pero su amigo le recordó los grandes logros que había hecho para Reikdorf, y confiaba en el para que hiciera lo mismo con Middenheim.
Y así fue como comenzó el gobierno de Pendrag en la ciudad del Lobo Blanco. Con Myrsa a su lado para aconsejarlo, implementó una serie de políticas para modernizar la ciudad de los teutógenos y facilitar su comunicación y el comercio con otros territorios, entre cuyos principales proyectos estaba la construcción de cuatro viaductos que condujeran a la gran ciudadela, contando con la ayuda de Ingenieros enanos para ellos.
Tampoco se olvidó de su amigo y aliado Sigmar, y no dudo en enviarle guerreros para que combatieran a los adversarios que aún quedaban en el Imperio, entre ellos el Rey Marius de los Jutones, que durante años se había negado a unirse a la coalición de Sigmar, hasta que fue derrotado por el Emperador tras dos años de asedio, uniéndose al Imperio, y permitiendo que muchas riquezas llegarán a Middenheim, permitiendo financiar la construcción de los viaductos.
Sin embargo, Pendrag tampoco estaba libre de problemas. Envió noticias de incursiones cada vez más frecuentes por parte de los norses y otras tribus del caos. Hasta el momento, las incursiones se habían limitado a la costa septentrional, destruyendo docenas de asentamientos y masacrando a sus habitantes, aunque Pendrag advirtió que no pasaría mucho tiempo antes de que los bárbaros del norte se volvieran más audaces. Pero estas amenazas tuvieron que dejarse a un lado con la aparición de una nueva aún mas urgente.
A los pocos meses en su quinto año de gobierno, los sacerdotes de Morr informaron a Pendrag de sueños que estaban teniendo los dotados, donde les informaban que un gran mal había despertando en las Montañas Centrales. Menos de una semana después, recibieron las primeras historias de muertos vivientes atacando los pueblos en las estribaciones de las montañas. Pueblos enteros destruidos durante la noche, toda persona viva desaparecida y todas las tumbas de los cementerios fueron vaciadas.
Pendrag y Myrsa enviaron una gran fuerza de caballeros de Morr y templarios ulricanos a las montañas, pero solo regresó un superviviente a la ciudad, que envejeció años en cuestion de días hasta que murió, alzándose después como ser no Muerto que mató a varias personas hasta que pudo ser detenido.
Ante esta amenaza, Pendrag solicitó ayuda a Sigmar, quien viajó personalmente a Middenheim. Tras un feliz encuentro entre ambos amigos después de tanto tiempo sin verse, Pendrag le explicó la situación al emperador. Antes de destruir al No-Muerto que tenían capturado, le interrogaron, y este les dijo que servía al nigromante Morath, superviviente de Mourkain y portador de una corona de gran poder mágico, desafiándolo a enfrentarse a él en la Fortaleza de Bronce.
Pendrag y Sigmar lideraron un gran ejercito para extirpar aquel mal de las Montañas Centrales. En la consecuente batalla, las fuerzas imperiales se enfrentaron a una gran horda de No Muertos, y solo ellos dos consiguieron llegar hasta la torre más alta de la fortaleza, donde Morath les esperaba, mientras el resto de su ejercito contenía a los muertos vivientes. Potenciado por el poder de la corona de la Hechicería, atacó a los dos hermanos de armas con magia nigromántica, llenando sus mentes de desesperación y fatalidad.
Prendag no tuvo la fortaleza suficiente para soportar todo aquello, y Morath empezó a arrebatarle su fuerza vital, envejeciéndolo prematuramente. Por fortuna, usando toda su fuerza de voluntad, Sigmar logró resistir el ataque del nigromante y agarró al nigromante antes de que pudiera reaccionar, cayéndose la corona de la cabeza. Sigmar acabó con Morath al lanzarlo por la ventana de la torre, y con su muerte, los no muertos se desmoronaron, liberando las almas esclavizadas por el infame brujo.
Sigmar corrió al lado de Pendrag, quien agonizaba a causa de la hechicería de Morath. Impotente al no saber que hacer para salvar a su amigo, Sigmar sintió el poder de la Corona de la Hechicería, y de ella surgio una luz color ámbar que purgó la aborrecible magia del nigromante del cuerpo de Pendrag, restaurándolo a su anterior ser y salvándole la vida. Ante esto, Sigmar consideró que la corona era un artefacto de basto poder mágico que Morath había usado para el mal, pero que él usaría en beneficio del Imperio y sus súbditos, por lo que decidió adoptarla como su nuevo símbolo, denegando de la corona forjada por Alaric.
Usando el poder de la corona, Sigmar alivio el sufrimiento de muchos de sus guerreros heridos, e inicio el viaje de regreso a Middenheim. Al poco de llegar, Sigmar recibió la nefasta noticia de que los Ropsmenn se habían aliado con los Norses para atacar a los Udoses, asesinando al conde Wolfila y a su familia. Enfurecido por la muerte del que habia sido uno de su aliados más cercanos Sigmar reunió a las tropas nuevamente para desencadenar su venganza sobre los Ropsmenn. En honor a su amigo asesinado, Sigmar prescindió de Ghal Maraz y decidió combatir armado con la espada de Wolfila.
Lo que siguió fue una campaña de seis meses que llevó a los Ropsmenn casi hasta el exterminio. Pendrag acompañó a su amigo, llevando consigo Ghal Maraz y la Corona de Alaric. Aunque comprendía el deseo de Sigmar por castigarlos, le resultaba inimaginable en nivel de brutalidad de la misma, donde los ejércitos del Emperador causaban autenticas carnicerías. Mas preocupante era el hecho de que Sigmar se estaba volviendo cada vez mas despiadado y autoritario.
La siyuación llego a su culmen cuando ordenó atacar a los últimos remanentes de los Ropsmenn que intentaban huir desesperadamente a través de un rio helado. Pendrag sintió escalofrío al ver que los ojos de Sigmar eran pozos llenos de odio, pero aún así trato de hacerle ver que los ropsmenn eran un pueblo destrozado y que la muerte de Wolfila ya había sido vengada. Debían regresar a Reikdorf, pues ahora la amenaza era los bárbaros del norte, que atacaban con mas frecuencia sus costas y preparaban una invasión. También trató de hacerle ver que toda aquella matanza sería una mancha en el honor de todos los que habían participado, y lo único que conseguiría al perpetuarla sería mancillar todo lo que había logrado a lo largo de los años.
Tras escuchar las palabras de su hermano de armas, Sigmar luchó en lo más profundo de su mente por controlar el odio irracional que llenaba cada uno de sus pensamientos, con su cuerpo temblando por el esfuerzo. Al fin levantó la cabeza y a Pendrag se le partió el corazón al ver el dolor en los ojos de su amigo flotar hasta la superficie como si surgiera de una gran profundidad. Finalmente, Sigmar permitió que los supervivientes Ropsmenn huyeran y dio la orden de regresar a casa.
Durante la travesía de regreso, el emperador guardaba las distancias con su amigo y no quería verse obligado a entablar conversación más allá de lo necesario para el mantenimiento y rumbo del ejército. Pendrag habló poco con Sigmar, pues la brutalidad de la campaña todavía aparecía en sus pesadillas, y no deseaba revivir su papel en ella. Pendrag aún llevaba la corona y el martillo de Sigmar, ya que el emperador no había renunciado a la espada a dos manos del conde Wolfila y la corona de oro de Morath todavía brillaba sobre su frente.
Al regresar a Middenheim, Pendrag se despidió de su hermano de armas con rígida formalidad, como si su amistad había muerto junto con los ropsmenn. Percibiendo que serían necesarias para ayudar a Sigmar, Pendrag hizo que llevaran a Reikdorf Ghal Maraz y la Corona de Alaric. Aquella decisión resultó ser acertada, pues Sigmar terminó por darse cuenta de que la Corona de la Hechicería había estado corrompiéndolo, y tras liberarse de su influjo, el poder de los poderoso objetos rúnico de los enanos purgaron su cuerpo de toda influencia nauseabunda.
Tras poner la malvada corona buen recaudo, ordenó rápidamente llamar a sus ejércitos para hacer frente a la invasión de las hordas del caos.
Asedio de Middenheim[]
Habían pasado nueve años desde que Sigmar fue proclamado emperador, y ahora se enfrentaba a su mayor amenaza. Apoyado por los condes Otwin, Marius y el nuevo líder de los udoses, Conn Carsten, Sigmar consiguió organizar un ejercito de ocho mil guerreros para hacer frente a la horda del caos. A pesar del gran numero de la hueste enemiga, como en muchas tantas ocasiones, Sigmar estaba seguro de poder derrotarlos en una sola batalla campal, pero no tardó en aprender que había subestimado terriblemente a su enemigo.
En su primera batalla, a unas cincuenta millas de la costa septentrional, los guerreros del Caos respondieron y contrarrestaron todas las estrategias de Sigmar, y le infligieron la primera derrota de su vida. Cuando Sigmar ordenó al retirada, la disciplina del ejercito invasor desapareció y cayeron sobre los heridos. Por muy terrible que fuera dejarlos a su suerte, los viles apetitos de los guerreros del Caos garantizó que Sigmar pudiera retirar a sus hombres del campo de batalla, con los ballesteros mercenarios de Marius cubriendo la retirada.
Sigmar sabia que debía ganar tiempo para que el resto de condes reunieran sus fuerzas, así que se retiró a Middenheim, sabiendo que la Llama de Ulric atraería a los seguidores de los Dioses Oscuros como las polillas a una lámpara. Como predijo, los ejércitos del Caos rodearon la ciudad, ahora reforzado por cientos de Hombres Bestia, listos para asediar la ciudad. Sorpresa se llevaron Sigmar, Pendrag y Wolfgart al reconocer que uno de los comandantes enemigos era el traidor Gerreon.
Desde lo alto de la montaña del Fauschlag, Middenheim se erguía desafiante. El enemigo no podrían usar los montacargas, y el único viaducto de la ciudad estaría férreamente defendido. Sin embargo, quedaba la laberíntica red de túneles que había bajo de la montaña. Pendrag se sintió ofendido que, siendo el Conde de Middenland, se le ocultara la existencia de estos túneles. Myrsa se excusó diciendo que hace mucho tiempo se decidió que cuanta menos gente supiera de su existencia, mejor. Aun así, existía el riesgo de que el enemigo pudiera encontrar algunas entradas, por lo que habría que destinar fuerzas a proteger los caminos subterráneos.
Por fortuna, a través de esta red de cuevas, llegó fuerza de combate Enana de Karaz-a-Karak bajo el liderazgo de Alaric. Habían venido para ayudar a sus aliados humanos, y se encargarían de la defensa de los túneles. Igualmente, además de guerreros, el Herrero Rúnico también se trajo consigo el primero de los Colmillos Rúnicos que había forjado, que le fue entregado a Pendrag.
Los defensores de Middenheim resintieron durante trece días a los intensos asaltos del enemigo, hasta que en el último día los Hechiceros del Caos emplearon su magia corrupta para invocar a varios demonios. Estos lograron abrir brecha en las defensas del viaducto, permitiendo la entrada de decenas de guerreros del Caos en la ciudad.
El conde Pendrag lideró la contraofensiva para expulsar a los invasores, reencontrándose con Gerreon, ahora bajo el nombre de Azazel. Aunque embelesado por su apariencia, pudo resistir el embrujo que emanaba de su encanto y enfrentarse al hombre al que una vez había considera un hermano de armas. Pendrag era un guerrero consumado, y estaba armado con un Colmillo Rúnico, pero aún así no estaba a la altura de poder a la inhumana esgrima de Gerreon. Incluso cuando contó con el apoyo de los Condes Marius y Otwin durante el duelo, Pendrag no pudo prevalecer contra el campeón de Slaanesh, y acabó atravesado por su espada.
El haber herido de muerte al que en tiempos pasados había sido uno de sus mejores amigos, hizo que algo en el interior del alma de Gerreon se agitara, sintiéndose conmocionado y entristecido por lo que acababa de hacer. Esto lo dejo con la guardia baja ante la furia de Myrsa, Otwin y Marius, viéndose obligado a escapar de la batalla.
Con su último aliento, el agonizante Pendrag le entregó el Colmillo Rúnico a Myrsa, nombrándolo nuevo conde de Middenland. Tras esto Pendrag expiró, y su mano resbaló de la espada. A Myrsa le bajaron lágrimas por el rostro y los Lobos Blancos aullaron de dolor. Su pena se alzó hasta los cielos llamando a los Lobos de Ulric para que se llevaran el espíritu de ese gran guerrero a su última morada.
Pese a esta perdida, los defensores de la ciudad consiguieron aguantar aquel asedio durante el tiempo suficiente, permitiendo que los restantes condes del Imperio formaran un ejército y llegaran para socorrerlo. Atrapando al enemigo entre ambas fuerzas, lograron derrotar a la horda del caos. En menos de una hora, la roca Fauschlag estaba rodeada por guerreros del Imperio. Muy pocos servidores de los Dioses Oscuros lograron escapar de la vengativa carga de los ejércitos del Emperador.
Habían logrado una gran victoria, pero Sigmar sufrió la perdida de su amigo. Alaric, Wolfgart, Redwane y el nuevo conde de Middenland se encontraban junto al cuerpo de su hermano de armas y viejo amigo. Wolfgart y Redwane lloraban abiertamente. Incluso Alaric, un guerrero de una raza para la que las vidas de los hombres no eran más que un breve momento en el tiempo, no pudo evitar derramar lágrimas por Pendrag.
El hermano de armas de Sigmar estaba envuelto de azul y blanco, pues los guerreros de Middenheim le habían hecho una mortaja con el estandarte de su ciudad, y a Sigmar no se le ocurría un gesto más apropiado. Myrsa llevó desde entonces el Colmillo Rúnico, pero para honrar el fallecimiento de Pendrag, colocó la poderosa espada sobre el pecho de su señor caído.
Tras derrotar al ejercito del Caos, Sigmar llevó el cadáver de Pendrag a Reikdorf, en un féretro de hierro, cubierto con los colores azul y crema de Middenheim. Para preservar su cuerpo durante la travesía, fue conservado con vino alcanforado y nitrato potásico en polvo. Por su servicio y amistad, Pendrag fue enterrado con un lugar de honor en el interior de la Colina de los Guerreros.
Fuentes[]
- Trilogía La Leyenda de Sigmar: Heldenhammer, por Graham McNeill.
- Cap. 1: La víspera de la batalla.
- Cap. 2: El Puente de Astofen.
- Cap. 4: Hermanos de armas.
- Cap. 5: Los sueños de los reyes.
- Cap. 7: Toda nuestra gente.
- Cap. 8: Heraldos de guerra.
- Cap. 9: Los que se quedaron atrás.
- Cap. 11: Las bóvedas grises.
- Cap. 12: Uno debe cruzar.
- Cap. 14: Venganza.
- Cap. 16: Ser rey.
- Cap. 18: Skaranorak.
- Cap. 19: Las espadas de los reyes.
- Cap. 20: Defensores del imperio.
- Cap. 21: El paso del Fuego Negro.
- Cap. 22: La muerte de los héroes.
- Cap. 23: El nacimiento de un imperio.
- Trilogía La Leyenda de Sigmar: Imperio, por Graham McNeill.
- Cap. 1: Los últimos días de los reyes.
- Cap. 2: El ascenso de un emperador.
- Cap. 3: Ajustes de cuentas.
- Cap. 6: Reyes conflictivos.
- Cap. 10: La maldición de los muertos.
- Cap. 11: Las montañas del miedo.
- Cap. 12: La batalla de la Fortaleza de Bronce.
- Cap. 15: El precio de la traición.
- Cap. 17: Los lobos del norte.
- Cap. 18: El Imperio en peligro.
- Cap. 19: Los héroes del momento.
- Cap. 20: Los últimos días.
- Cap. 21: El último día.
- Cap. 22: La destrucción de los hombres.
- Trilogía La Leyenda de Sigmar: El Rey Dios, por Graham McNeill.
- Cap. 4: Nuevos amigos y viejos enemigos.