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Otwin, conocido como el Rey Berserker, fue rey de la tribu de los Turingios del Drakwald durante la época de Sigmar, pasando a ser su conde tras la formación del Imperio.

Descripción[]

El barbado rey de los turingios era un gigantón, un hombre grande y fuerte con el cuerpo adornado con tatuajes y pendientes que le atravesaban la carne. Portaba siempre una corona que era poco más un amasijo de pinchos dorados clavados a través de la piel de la cabeza, por lo que solía sangrar en ocasiones. Tanto en momentos de paz como en la batalla, Otwin llevaba poco más que un taparrabos de oscura malla de hierro y torques de bronce como vestimenta. Solo en ocasiones formales o cuando hacia frío se ponía una capa.

Cuando Otwin acudía a la batalla, lo hacia armado con una enorme hacha de doble filo, la cual siempre llevaba encadenada a la muñeca, ya que sólo se separaría de ella con la victoria o la muerte. Al igual que sus guerreros, consumía previamente a una batalla sustancias alucinógenas para inducirse en un delirio combativo, golpeándose el pecho desnudo con guanteletes con pinchos haciéndose sangre y llevando su furia berserker aún más alto. Con la mente totalmente nublada por la niebla roja, se lanzaba como un poseso contra el enemigo, soltando espuma por la boca, sonriendo maníacamente, y abriendo un sangriento surco con su hacha. Cuando estaba en este estado podía ser peligroso hasta para sus aliados más cercanos.

Pese a todo esto, aunque era un hombre duro, fuera del frenesí de la batalla el rey Otwin no era alguien brutal, de echo demostró ser en varias ocasiones un persona bastante razonable e inteligente pese a su salvaje aspecto.

Historia[]

El Rey Berseker[]

Después de que Sigmar se convirtiera en el rey de los Umberógenos en el año -8, inició el proceso de unificar las tribus para formar una sola nación unificada. Durante sus primeros años de gobierno, gracias a la diplomacia, la cooperación y la guerra, había logrado que varias se aliaran con él, como los Udoses, Tutógenos y Asoborneos entre otros. Alrededor del año -4, trató de acercarse al pueblo de los Turingios,

Sigmar hizo todo lo que estaba en sus manos para evitar la guerra entre ambas tribus, ofreciéndole a Otwin su Juramento de Espada y la oportunidad de unirse a su coalición pero, para consternación de Sigmar, rechazó todos los emisarios que le envió. Al igual que el pueblo, el Rey Berserker era muy orgulloso y beligerante, y se negaba someterse a nadie que no se hubiera ganado su obediencia a través del combate. Por ello, decidió enfrentarse a Sigmar y a sus huestes en batalla.

Otwin era astuto. Sabía perfectamente que no puede ganar ya que las huestes de Sigmar le superaban ampliamente en número, pero también sabía que no seguiría siendo rey mucho tiempo si no se enfrentara a él. Cuando su ejército fuera derrotado en batalla, buscaría condiciones, pues el honor ya se habrá satisfecho. A Sigmar se sintió frustrado que gente tuviera que morir por una mera cuestión de honor.

En plena batalla, el Rey Berserker desafió a Sigmar a un duelo, quien levantó su martillo Ghal Maraz a vista de todos en señal de aceptaba el desafío. Pese a ganarse una cuantas heridas en la confrontación, Sigmar salió victorioso, y estranguló a Otwin hasta despejarle la mente de la furia berseker que la nublaba. Tras hacerle recobrar el juicio, Sigmar le dio dos opciones a Otwin: que hicieran el Juramento de Espada con él y pasara a formar parte de su hermandad de guerreros, o que pereciera y todo su pueblo fuera expulsado de sus tierras.

Con el honor satisfecho, Otwin aceptó sin dudar unirse a Sigmar, comentando que el rey Umberógeno era un guerrero digno con el que recorrer el camino hacia el Salón de Ulric. Con esto, el rey Otwin y su temible pueblo prometieron lealtad al Imperio.

Batalla del Paso del Fuego Negro[]

Para el año -1, Sigmar ya había logrado la cooperación de todas casi todas las tribus más importantes del futuro Imperio, e hizo una llamada de armas a sus hermanos reyes para hacer frente junto a sus aliado Enanos a la gran horda de Orcos y Goblins que se estaba concentrando en el Paso del Fuego Negro. Otwin y sus bersekers turingios acudieron inmediatamente a combatir a la amenaza de los Pieles Verdes.

Al comienzo de la Batalla del Paso del Fuego Negro, el rey Otwin cargó hacia los orcos, un guerrero solitario contra una horda, y su sed de batalla se propagó por sus guerreros en un instante. Con un grito de rabia igual al del enemigo, los berserker turingios cargaron hacia las líneas de los pieles verdes. Los berserker lucharon magníficamente bien, su cuña de combate se introdujo en el ejército enemigo y se hundió en el centro del mismo, matando a muchos orcos en el proceso.

No obstante, la superioridad numérica de los Pieles Verdes era avasalladora y, como si se tratara de las mandíbulas de una trampa, empezaron a rodear y masacrar a los Turingios. Cientos de berserker profundizaron aún más entre los orcos, pero iban aminorando el ritmo y se veían arrastrados a la muerte en un número cada vez mayor. El Rey Berseker no pareció darse cuenta de la situación, y simplemente siguió abriéndose paso a hachazos entre tantos orcos como podía alcanzar.

Su cuerpo terminó cubierto de profundas heridas, de un largo tajo en el muslo manando sangre que le bajaba por la pierna y la hoja de una espada rota sobresaliéndole del hombro, y aun así continuo luchando. Hubiese caido en aquel momento si no fuera por que Sigmar había previsto que arremetería como loco contra el enemigo, así que le había pedido a la reina Freya de los Asoborneos que lo protegiera. Los supervivientes fueron rescatados por una carga de los carros de guerra asoborneos liderados por la reina.

Después de que Sigmar matara al Kaudillo, el ejercito aliado de Humanos y Enanos derrotaron definitivamente a los Pieles Verdes. Los heridos fueron tratados y se honraron a los caidos, y aquella misma noche festejaron la victoria. Otwin y sus hermanos reyes se reunieron en torno a Sigmar, mostrando sin excepción una expresión de lealtad, y se arrodillaron ante él, declarándolo Emperador de la nación que acababa de forjar.

Conde del Imperio[]

Al año de la gran victoria en el Paso del Fuego Negro, todos los reyes aliados viajaron a Reikdorf para participar en la coronación oficial de Sigmar como Emperador. El encargado de coronarlo sería el propio Ar-Ulric, pero primero puso a prueba a Sigmar para saber si contaba con el favor de Ulric. Para ello, hizo que se sumergiera en las agua heladas del Caldero de la Aflicción. Hecho esto, Otwin y el resto de soberanos rodearon el caldero, y el Ar-Ulric les hizo un corte a cada uno en la mano para que vertieran su sangre en el mismo. Superado la prueba, Sigmar emergió del caldero, renaciendo en sangre de reyes, y fue declarado oficialmente Emperador.

A este evento le siguió varios días de festejos, y tras esto, Sigmar proclamó sus primeros edictos como Emperador. Entre ellos estaba suprimir el título de rey y substituirlo por el de Conde, aunque conservarían todas sus tierras y derechos como gobernantes de sus gentes. Con todo, a pesar de su nuevo título, Otwin nunca se despojó de su título regio y siguió siendo conocido como el Rey Berseker.

Tras varios años dejando sus asuntos en orden, Sigmar reunió un gran ejercito para atacar Jutonsryk, la ciudad de los Jutones. Durante años el Rey Marius se había negado a unirse a la coalición de Sigmar, y se negó enviarle ayuda militar en la batalla del Paso del Fuego Negro. Sigmar quería ajustarle las cuentas al rey Marius por ello, pero también esperaba que tanto él como su pueblo se unieran a su Imperio.

Mientras que la mayoría de Condes enviaron tropas a sigmar, junto con el Conde Aldred de los Endalos, el rey berserker había respondió personalmente al llamamiento a las armas de Sigmar junto con varios cientos guerreros. Otwin obsequió a Sigmar con tres valiosos toros de su manada y se mataron cientos de vacas turingias para alimentar a los combatientes antes de que emprendieran la marcha hacia Jutonsryk. Se celebró un gran banquete en la frontera jutona, con ofrendas a Ulric, Taal y Shallya. A la mañana siguiente, con Otwin y Aldred al lado del emperador, el ejército de Sigmar cruzó la frontera.

Lo que siguió fue un largo sitio a la capital Jutona. Otwin y sus guerreros trataron en varias ocasiones de asaltar sus murallas, pero en todas ellas fueron repelidos por los mercenarios de Marius. El largo asedio se cobró su precio en Otwin, lo habían hecho adelgazar bastante y las costillas se le veían con claridad en el pecho, aunque seguía siendo siendo enorme y amenazador.

Tras dos años de asedio constante, los ejércitos de Sigmar finalmente lograron abrir brecha en la defensas de la ciudad. Viendo su oportunidad, el Emepradfor dio orden de atacar con todas sus fuerzas. Durante el asaltó, Sigmar se enfrentó directamente contra Marius y consiguió derribarlo. La excitación de la batalla, el pensar que Marius los hubiese hubiese abandonado cuando más lo necesitaban, y en la gran cantidad de vidas, recursos y tiempo sacrificados para asaltar Jutonsryk, hizo que la ira y la sed de sangre nublaran la mente de Sigmar.

Ignorando sus peticiones de clemencia, Sigmar se dispuso a destrozarle el cráneo a Marius con Ghal Maraz. Antes de que el martillo impactara, Otwin intervino agarrando el mango del arma deteniéndola a medio golpe. Con la mente aún embriagada por la violencia, Sigmar no lo reconoció y le lanzó un puñetazo al rostro, pero Otwin bajó la cabeza y las púas doradas que llevaba incrustadas alrededor del cráneo arrancaron pedazos ensangrentados de la mano de Sigmar. El dolor fue atroz y se apartó tambaleándose del Rey Berseker, quien le arrancó a Ghal Maraz de las manos.

Otwin le dijo que si mataba a Marius, sería un acto de oscuridad que mancillaría todo lo que habéis logrado. Sus palabras lograron dispersar la niebla roja de su cabeza, y Sigmar recobró el sentido común, comprendiendo lo que estuvo a punto de hacer. Con la mente más calmada, se acercó al derrotado Rey Jutón, y le ofreció la oportunidad de formar parte de su nación. Pese a sus reproches iniciales, Marius comprendió que también era parte responsable de aquello, y aceptó unirse al Imperio de Sigmar.

Invasión del Caos[]

Alrededor del año 9 CI, se produjo una invasión del Imperio por parte de un gran Ejercito del Caos. Antes esta amenaza, Sigmar consiguió reunir un ejército de Ocho mil guerreros del Imperio, formado por udoses, umberógenos, turingios y jutones principalmente. Junto con el ahora conde Marius y el caudillo udose Conn Carsten, Otwin marchó junto a Sigmar para encontrarse con los bárbaros del Norte. Pero lo que en un principio pensaba que sería otra gran victoria apra el Emperador, se combirtio en la primera derrota de Sigmar en la batalla.

Otwin y sus Berserkers se llevaron la peor parte. El avance de los turingios flaqueó cuando fueron golpeados por certeros flechazos de arqueros a caballo y luego, a las órdenes de un poderoso caudillo llamado Cormac Hacha Roja, la caballería pesada de los Norses destrozaron a los Turingios sin clemencia. Los lanceros jutones hicieron retroceder a los guerreros intrusos, pero no antes de que Otwin recibiera una lanzada en el pecho. Marius dirigió el contraataque y sacó al herido Otwin del enfrentamiento cruzado sobre su silla.

Comprendiendo que no podían ganar, Sigmar ordenó la retirada de su ejercito del campo de batalla, mientras ballesteros mercenarios contratados por Marius cubrían la retirada. Otwin fue atendido por Cradoc, curandero personal de Sigmar. La lanza le rompió tres costillas y le rozó el pulmón derecho, por lo tuvo que viajar recostado en un carromato, pese a sus quejas de querer levantarse. Durante el trayecto, comentó con Sigmar la derrota sufrida, y dedujo que se alegró de haber impedido que matara a Marius en Jutonsryk, pues su intervención había le había salvado la vida y protegido al ejercito mientras se retiraba. Sigmar no pudo negar esto último.

Sigmar decidió retirarse a Middenheim, gobernada por el Conde y amigo de la infancia Pendrag. Necesitaba ganar todo el tiempo posible para que el resto de condes reunieran sus fuerzas, y sabía la Llama de Ulric atraería a los seguidores de los Dioses Oscuros como las polillas a una lámpara. Como predijo, los ejércitos del Caos rodearon la ciudad, ahora reforzado por cientos de Hombres Bestia, listos para asediar la ciudad. Contra todo consejo, el conde Otwin acudió al campo de batalla para luchar junto a sus aliados.

Durante trece días, las hordas del caos atacaron la ciudad, siendo rechazados en cada ocasión por los defensores. En el último día, lograron abrir brecha en las defensas y penetrar en la ciudad. El conde Otwin acompaño a Pendrag en la contraofensiva para expulsar a los invasores. Uno de los comandantes del grupo de asalto del Caos era Gerreon, un guerrero umberógeno que fuera amigo de Sigmar hace casi dos décadas, pero que le traicionó e intentó matarlo. Ahora era un fiel devoto de Slaanesh y se hacia llamar Azazel.

Junto con Marius, Otwin ayudó a Pendrag en su duelo contra Azazel. Las bendiciones del príncipe del placer hacia que irradiase un aura que hacía que la mayoría de los que se enfrentaban a él les costase soportar la idea de dañar algo tan bello, pero Otwin estaba demasiado sumido en su rabia berserker como para dejarse atrapar por adornos insignificantes como la perfección física, haciéndolo inmunes a los encantos del espadachín. Sus dos compañeros también no lograban evitar caer en las tentaciones de Azazel.

Pese a todo, aunque eran tres guerreros experimentados contra uno, Azazel era un espadachin de una habilidad inhumana, e irió mortalmente a Pendrag. Esto lo dejó momentáneamente vulnerable al furioso ataque de Myrsa, el Guerrero Eterno y fiel servidor de Pendrag. Otwin y Marius corrieron a ayudarlo.

En el duelo, Azazel clavó su espada en el muslo de Otwin. Antes de que pudiera girar su arma para liberarla, Otwin le estrelló el puño contra el hombro. El espadachín se tambaleó, pero no soltó la espada. El rey berserker bajó la mano y agarró la hoja, y rugiendo de furia, tensó los músculos y partió la hoja de la espada de con la mano desnuda. Otwin cayó de espaldas con treinta centímetros de hierro incrustados en la pierna. Azazel se quedó con el cabo roto de una espada y el rostro crispado de rabia y malhumorado, viéndose obligado a escapar para no morir.

Pese a su herida, Otwin trató del ayudar al agonizante Pendrag, pero ya era demasiado tarde. Con su ultimo aliento, Pendrag nombró a Marius nuevo Conde de Middenland. Pese a esta tragedia, los defensores de la ciudad aguantaron el tiempo suficientemente para que un ejercito de los restantes Condes del Imperio llegara en su ayuda, y ambas fuerzas lograron derrotar definitivamente a la horda del caos.

La amenaza del Gran Nigromante[]

Los años pasaron y Otwin siguió gobernando el territorio de los Turingios en nombre de Sigmar, pero una nueva amenaza hizo acto de presencia, poniendo en peligro la existencia del Imperio en el año 15 CI. Se trataba de Nagash, el nigromante más poderoso de todos los tiempos. Buscaba algo que estaba en poder de Sigmar, la Corona de la Hechicería, un objeto de gran poder mágico que había creado hacía siglos. Sigmar sabía lo peligroso que era la corona, ya la había puesto a buen resguardo, para proteger al mundo de su mal.

Sabiendo que la fuerza de los ejércitos del Emperador se basaba en la unidad de sus tribus, Nagash hizo que sus fuerzas No Muertas atacaran al Imperio desde distintos frentes, para impedir que ninguno de los aliados de Sigmar pudiera ir en su ayuda. Las tierras del conde Otwin quedaron casi vacías, ya que su gente se había desperdigado tras la repentina invasión de los muertos que habían llegado de los páramos situados al noroeste. Estas tierras, que los vivos habían rehuido durante mucho tiempo, habían vomitado una voraz marea de muertos que había expulsado a los Turingios de sus tierras. Muchos luchaban ahora en Middenheim o hacía tiempo que habían huido a Marburgo, mientras que Otwin resistía en su castillo.

Esta situación se prolongó durante varios días, hasta que una enloquecida horda de flagelantes rompieron el sitio de su castillo. Otwin y unos mil guerreros siguieron al desquiciado ejército en su marcha a Reikdorf para ayudar a Sigmar en su enfrentamiento contra Nagash. Su llegada fue muy oportuna para favorecer la batalla en favor de los vivos, quienes obtuvieron la victoria después de que Sigmar destrozara el cuerpo del Gran Nigromante con Ghal Maraz.

Tras esto, se iniciaron los procesos de recuperación del Imperio, y Otwin siguió gobernando a los Turingios hasta el fin de sus días.

Fuentes[]

  • Trilogía La Leyenda de Sigmar: Heldenhammer, por Graham McNeill.
    • Cap. 8: Heraldos de guerra.
    • Cap. 16: Ser rey.
    • Cap. 19: Las espadas de los reyes.
    • Cap. 21: El paso del Fuego Negro.
    • Cap. 23: El nacimiento de un imperio.
  • Trilogía La Leyenda de Sigmar: Imperio, por Graham McNeill.
    • Cap. 1: Los últimos días de los reyes.
    • Cap. 2: El ascenso de un emperador.
    • Cap. 6: Reyes conflictivos.
    • Cap. 7: El Namathir.
    • Cap. 8: Una oscuridad en el corazón.
    • Cap. 17: Los lobos del norte.
    • Cap. 18: El Imperio en peligro.
    • Cap. 20: Los últimos días.
    • Cap. 21: El último día.
    • Cap. 22: La destrucción de los hombres.
  • Trilogía La Leyenda de Sigmar: El Rey Dios, por Graham McNeill.
    • Cap. 19: La última noche.
    • Cap. 23: El fin de todas las cosas.
    • Epílogo.