
Las trufas bretonianas crecen bajo tierra o junto a las raíces de los árboles, y no asoman de forma evidente en la superficie. Resultaría imposible encontrarlas de no ser por los asombrosos sentidos del Mastín Trufador macho bretoniano. Estos perros pueden oler una trufa enterrada a más de treinta metros de distancia, y si pueden se abalanzan al lugar, excavan el hongo y lo devoran.
Descripción[]
Esto es malo por dos motivos. El primero es que el perro se ha comido la trufa. El segundo es que todo mastín trufador que se haya comido una trufa se vuelve extremadamente paranoico ante la posible presencia de machos rivales que compitan por la presencia de hembras, por lo que atacan a todo el que consideren una amenaza inmediata (independientemente de su especie). Varios buscadores de trufas pueden detallar con finas voces de soprano lo que sucede exactamente, aunque la mayoría de los hombres preferiría no escucharlo.
Para evitar estos accidentes, los buscadores de trufas más ricos y experimentados tienen dos perros, cada uno de los cuales sujeta con una robusta cadena a cuyo extremo hay una escarpia puntiaguda. Cuando el perro olfatea una trufa, el buscador clava una escarpia en el suelo para mantenerlo en el sitio, y luego se aleja con el otro a uno de sus lados y también lo clava al suelo. Ambos perros luchan por alcanzar la trufa, de modo que el buscador sabe justo dónde cavar: donde se cruzan sus líneas de visión.
Los buscadores de trufas pobres o principiantes sólo tienen un perro, así que esperan hasta que éste ha empezado a cavar. Luego lo alejan a rastras del lugar; clavan la cadena al suelo, y excavan ellos mismos la trufa. Sin embargo, esto deja al perro demasiado cerca de la trufa, y a veces se producen accidentes. Estos buscadores de trufas deben confiar en su fuerza, su velocidad, plegarias a la Dama y una sólida bragueta de armar (a ser posible con pinchos). La trufa debe conservarse en alcohol (normalmente se usa brandy barato) para que los perros no la huelan, y todas las herramientas que hayan estado en contacto con ella deben lavarse con el mismo liquido. Si algo huele a trufas, los mastines trufadores se volverán extremadamente afectuosos hacia ello e insistirán en volcar sus atenciones. Sin embargo, no se volverán peligrosamente violentos a no ser que lleguen a comerse el hongo.
A algunos señores les gusta embadurnar a los criminales con trufa y arrojarlos a los mastines trufadores. Hay dos formas de hacer esto Una de ellas implica sencillamente frotar la trufa ligeramente contra la piel; los resultados son dolorosos y profundamente vergonzosos, pero casi nunca fatales. La otra consiste en aplastar la trufa contra la piel, y ésta es mucho más grave.
Los mastines trufadores son perros notablemente feos, con una cara que parece que han sido rotos y vueltos a montar por un crío manazas de cinco años. Sólo los campesinos que reciban licencia de un noble pueden poseerlos, y deben controlarlos muy de cerca a todas horas para evitar que corran hacia el bosque y devoren todas las trufas.