La Tormenta del Caos resultó ser especialmente destructiva en las provincias del norte, donde asoló Middenland, Hochland y Ostland. Inevitablemente, las fuerzas de Archaón descendieron cada vez más hacia el sur, arrasando todas las ciudades que encontraban a su paso. Mientras el Imperio se veía incapaz de cubrir los exorbitantes gastos de la reconstrucción, los supervivientes desesperaban, anhelando nostálgicos sus vidas anteriores y su Futuro.
Wolfenburgo es tan sólo un ejemplo de un lugar aterrorizado por la Tormenta. Antaño un núcleo de comercio y una hermosa ciudad, ahora yace en ruinas, cubierta por casi ocho millares de cadáveres, muchos de los cuales aún siguen sin enterrar. Los escasos miles que sobrevivieron recurrieron a la silenciosa Talabheim en busca de respuestas y de la ayuda que tanto necesitan, pero hasta ahora no han obtenido respuesta. En vez de eso, algunos de los habitantes más resueltos se han erigido corno líderes, pero su mandato está marcado por una dura justicia y una aplicación brutal de las nuevas (y a menudo conflictivas) leyes.
En estas ruinas hostiles, la gente lo ha perdido todo, incluida la esperanza, y muchos sienten que el Imperio les ha abandonado, por no hablar ya de los dioses. En consecuencia, muchos apelan a dioses nuevos y a extrañas sectas con creencias aún más extrañas, en busca de respuestas y de ayuda. Y en verdad abundan las sectas, y todas y cada una de ellas les ofrecen ayuda con la esperanza de aumentar su número de conversos.
Uno de estos grupos es el de las Fauces Fétidas. Esta secta, una relativa recién llegada, se formó al comienzo de la Tormenta del Caos cuando una joven muchacha llamada Reilla siguió a un ejército de mercenarios hacia el norte para detener la oleada de demonios y guerreros del Caos. Reilla, que tenía mucha experiencia satisfaciendo las necesidades de un soldado, esperaba hacerse rica aprovechando la coyuntura. Sin embargo, ni hizo fortuna ni logró casarse con un veterano conveniente, sino que tan sólo encontró muerte, descomposición y enfermedad. Su unidad se deshizo y abandonó el campo de batalla. Ella quedó rezagada, y fue capturada por un guerrero del Caos de Nurgle. Durante cinco días la muchacha fue torturada por el infecto villano, que le mostró horrores indescriptibles. Al final de este infierno, el guerrero la liberó, ordenándole que difundiera lo que había aprendido.
Reilla vagó aturdida durante el resto de la guerra, y cada semana descubría algún horror nuevo causando estragos en su cuerpo. Acudió a Nurgle en busca de solaz, y el Señor de la Descomposición le proporcionó seguidores, hombres y mujeres que padecían males semejantes. Veían a Reilla como su salvadora, como una mártir, y en honor a ella le adjudicaron un título: Fauces Fétidas. Con el tiempo se encontró tan enferma y tan afligida que era incapaz de caminar, y era tan espantosa que nadie podía soportar mirarla, por lo que sus seguidores la transportaban en un palanquín cerrado, llevándola de una aldea en ruinas a la siguiente para que pudiera compartir con los indigentes lo que le había enseñado el guerrero del Caos.
Ahora, Fauces Fétidas y su séquito han encontrado un nuevo hogar en Wolfenburgo. Al principio la gente se sintió asqueada por aquellos recién llegados, pero con el paso de los días sus tripas se retorcieron de hambre y padecieron nuevos brotes de enfermedades. Muchos han acabado escuchando las palabras del misterioso ser que se oculta dentro del palanquín.