El trasfondo de esta sección o artículo se basa en la campaña de El Fin de los Tiempos, que ha sustituido la línea argumental de La Tormenta del Caos.
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Vilitch ante el trono de Archaón en el Templo de Ulric
Archaón el Elegido se sentaba sobre un trono de cráneos en el corazón de un templo profanado, y contemplaba la ruina que había forjado.
Había sustituido oraciones e himnos por los gritos de los condenados. Había manchado la llama de la esperanza con sombras y sangre. Las estatuas habían sido tiradas y destrozadas, cubiertas de símbolos profanos. Los suelos de mosaico habían desaparecido bajo una gruesa capa de sangre y cráneos. Archaón había ordenado que el techo abovedado de la cámara central del templo estuviera lleno de cadenas de hierro colgadas. De muchas de ellas pendían los cuerpos de los defensores de Middenheim. La mayoría había muerto hacía tiempo. Algunos, los verdaderamente desafortunados, no lo estaban.
Un gran pozo dominaba el piso de la cámara, donde una vez se habían colocado filas de bancos. Este pozo estaba lleno hasta el borde de sangre burbujeante, y unos sucios vapores se elevaban de él en hinchadas nubes. El trono de Archaón dominaba la fosa, sentado en el estrado donde una vez había ardido la llama de Ulric. En el reposabrazos estaba el cráneo recién lacado de Valten. Sobre el trono, abrazado con garras demoníacas de bronce, Ghal Maraz era exhibido como un trofeo para que todos lo vieran.
Las Espadas del Caos estaban situados en filas silenciosas alrededor del estrado. Alineados desde la arqueada entrada del templo, hasta el macabro trono de Archaón. La absoluta presencia física de los caballeros reunidos era palpable. Archaón sabía que, en caso de necesidad, podía ser el mejor de cualquiera de estos poderosos guerreros, pero el miedo que evocaban en otros era gratificante.
Las Espadas volvieron la cabeza hacia la entrada del templo mientras Vilitch el Maldito subía los escalones. Poseía una figura distintiva. El musculoso guerrero, estaba acorazado en una armadura barroca con la marca de Tzeentch. El horrible gemelo parecido a un gusano unido a él brotaba de un hombro, con la cabeza sin ojos danzando mientras dirigía la musculosa forma de su hermano sin mente.
Bajo su yelmo, el labio de Archaón se encogió de disgusto. Los dones de los dioses eran a menudo extraños, pero este hechicero parecido a un gusano y su hermano golem ofendían la sensibilidad de guerrero de Archaón. Era evidente que la aversión era mutua; el Maldito había respondido a la convocatoria de Archaón, aunque lo suficientemente lento como para ser un insulto. Sin embargo, Vilitch pareció marchitarse un poco bajo la constante mirada de los guardaespaldas de Archaón. El Maldito vaciló al borde de la penumbra iluminada por el fuego, Archaón lo dejó allí durante largos momentos antes de reconocer su presencia.
Finalmente, la voz del Elegido brotó por el espacio cavernoso, clara y dura como el choque de una espada contra la armadura.
"Acércate, Maldito".
Con postura sumisa y las manos muy lejos de sus armas, Vilitch el Maldito caminaba entre las filas amenazantes de los caballeros del Caos. Se dejó caer de rodillas ante el trono de Archaón. Mientras su cabeza con casco se mantenía baja en deferencia, el cráneo sin ojos del Maldito se inclinó hacia Archaón. Sus labios se entreabrieron en una sonrisa obsequiosa, llena de colmillos. La voz de Vilitch era un gemido que resonaba extrañamente y raspaba los nervios de Archaón.
"¡Salve Archaón, Señor del Fin de los Tiempos, Rey de Tres Ojos, Elegido de los propios Dioses! Oh, todopoderoso maestro, ¿qué necesitas de este humilde servidor?".
Para evidente sorpresa de Vilitch, no fue Archaón quien contestó. Una enorme y rugosa forma se desplegó de las escasas sombras detrás del trono del Elegido. Kairos Tejedestinos se arrastró para estar junto al trono de Archaón.
"Eres un fiel servidor del poderoso Tzeentch, ¿verdad, Vilitch?" La voz del demonio era un graznido deformado, pero Vilitch oía la sinfonía de acordes sutiles que resonaban tras él. Aquí estaba una criatura de astucia inmortal, y Vilitch hizo una pausa antes de dar su respuesta. Archaón observó que el retorcido hechicero parecía de repente más cauteloso, como si sólo ahora se diera cuenta de las profundidades de las aguas en las que nadaba.
"Soy un fiel servidor de los poderes ruinosos, gran Tejedestinos, indudablemente indigno de tu divina mirada. Fue Tzeentch quien consideró oportuno bendecirme con poder. Así que le debo mi primera y más vinculante lealtad. Sin embargo, yo también rindo homenaje al Elegido, ya que, ¿cuáles son las palabras del poderoso Archaón, sino las palabras de los dioses?".
Las cabezas de Kairos asintieron lentamente.
"¿Ves, Elegido? Aquí está uno cuya lealtad es absoluta, pero cuya mente es tan afilada como una espada, es tal como dije. El Maldito irá a Averheim en tu nombre, no tendrás que preocuparte por una larga marcha hacia el sur. No cuando tienes... otras obligaciones".
Las palabras de Kairos llevaban un toque de amenaza, pero la respuesta de Archaón fue fríamente divertida.
"No cuestiono la lealtad de esta criatura ni un segundo, Tejedestinos. Es por su naturaleza. ¿No son en el fondo todos los lacayos de Tzeentch conspiradores?".
Las plumas de Kairos se agitaron ante esta respuesta y encorvó los hombros.
"Ten cuidado, Elegido, los dioses oyen todo".
"¿Quieres que envíe al Maldito al sur para sacar al Emperador de su agujero de rata?" continuó Archaón, como si Kairos no hubiera hablado. "¿En nombre de quién haría esta obra, la mía o la tuya?"
Kairos gruñó airadamente, pero Archaón lo cortó.
"Coges cada oportunidad de recordarme mi deuda con los dioses, demonio, como si creyeras que lo he olvidado, ¿acaso no me consideras digno?"
El demonio devolvió la mirada de Archaón, una mirada inescrutable.
"Eres el Elegido de los Dioses, el Rey de Tres Ojos. No importa lo que yo piense, mientras cumplas tu jurado propósito".
Durante un largo rato, el silencio se alargó. Gritos y gemidos resonaron desde la ciudad afuera. La tormenta retumbó y rugió por encima.
Entonces el Elegido se levantó, paseando por el estrado para asomarse directamente sobre la forma arrodillada de Vilitch.
"Los dioses tendrán lo que desean, Tejedestinos, igual que yo tendré lo mío. Levanta, Maldito".
Vilitch se levantó lentamente. Archaón sintió los vientos de magia surgiendo alrededor del bastón del Maldito, mantenidos en suspenso en caso de que el hechicero fuera forzado a luchar. Sin embargo, Matarreyes permaneció firmemente en su vaina. Archaón tenía otros planes para éste.
"Vas a reunir una fuerza entre los que están acampados, Maldito", ordenó Archaón. "Con este ejército a la espalda, marcharás hacia el sur. Tira abajo las murallas de Averheim. Rompe las puertas de la ciudad y mata a sus defensores. Pero no mates al Emperador. Su vida es mía, y mía sola. Me lo traerás encadenado a mi llegada".
Vilitch asintió enérgicamente, con la cabeza de su hermano títere moviéndose en un grotesco eco del gesto.
"Entiendo, gran Elegido, será como tú ordenes".
Mientras Vilitch se volvía para irse, Archaón se agachó y lo atrapó por el hombro. El Maldito se retorció ante el toque, con el poder de Archaón quemando su carne de venas azules como una marca.
"Si el Emperador muere antes de que llegue, tu destino será más terrible que cualquier cosa que puedas imaginar, Maldito".
Vilitch volvió a asentir con la cabeza, estremeciéndose por el ardiente toque de Archaón durante un largo rato más antes de que el Elegido lo liberara. Con los hombros encorvados, Vilitch se apresuró a salir del templo, claramente ansioso por alejarse del Rey de Tres Ojos lo más rápido posible.
Archaón observó a la figura que se tambaleaba retrocediendo a través de la arqueada entrada del templo y luego volvió su mirada hacia Kairos.
"Él es tu criatura, Tejedestinos, ¿quieres seguirla, o tu duelo con el hechicero lobo ha atenuado tu entusiasmo por la batalla?"
Kairos frenó el tono burlón de Archaón.
"No creas que has obtenido alguna victoria aquí, Elegido, los dioses esperan su deuda, y no se mantendrán esperando para siempre".
Diciendo esto, el demonio se desapareció en una nube brillante de motas policromáticas que parpadeó rápidamente hasta desaparecer. Archaón observó cómo la nube se disipaba, luego se volvió y andó lentamente hacia su trono. Extendió una mano enfundada en un guantelete, recorriendo la piel desollada de Gregor Martak, antes de recoger el cráneo desnudo de Valten de su lugar de reposo. Miró fijamente a sus ojos vacíos. No quedaba desafío en esas órbitas huecas. La finalidad de la muerte, según Archaón, era el único castigo razonable por desafiar su voluntad.
El Elegido permaneció así durante largos minutos, todavía como una estatua, perdido en sus pensamientos. En lo alto, la tormenta rugía, un contexto adecuado para las incesantes maquinaciones del intelecto agudo del Elegido.
En medio de las sombras más profundas del fondo del cavernoso salón, algo vasto se movía en la cúspide de la realidad. Los fuegos parpadeaban en la oscuridad. Un viento caliente como un horno sopló a través del templo, sacudiendo las cadenas colgadas. Una voz gruñó desde la penumbra, ardiente, enojada y vasta.
"Son débiles, estos cobardes hechiceros que envías al sur, te fallarán".
Archaón no se volvió. Su mirada se mantuvo fija en el cráneo sin carne de Valten. Lentamente, su agarre se apretó hasta que rajas finas como pelos se extendieron por el hueso. Finalmente, con un crujido, el cráneo se rompió.
"Lo sé", respondió, dejando que el polvo de los huesos se deslizara por sus dedos como si fueran granos de arena, "pero su presencia evitará que Karl Franz huya más lejos". La vida del Emperador me pertenece.
En respuesta, un gruñido de aprobación retumbó en las sombras.
"De hecho, su cráneo pertenece a Khorne".
Prefacio | Mensajeros ante la Muerte | Venganza como Guía | El Fin del Invierno | Contendientes | Batalla | Discurso Esperanzador | Asesinos al Acecho | Tras la Última Resistencia de Middenheim | Preparativos para el Fin del Mundo | Los Planes del Elegido
Fuente[]
- The End Times IV - Thanquol.