Con una vista impresionante, la Lorlay es una imponente formación de rocas ígneas que se alza orgullosa en el centro del Reik a más de 60 kilómetros río abajo de Grissenwald. Divide el gran río en dos, y los profundos canales a uno y otro lado de la sobresaliente isla fluyen con rapidez y, a pesar de la relativa estrechez del río en este punto, no se ha construido nunca cruce alguno. Aunque sería posible construir un puente en el lugar, nunca se ha hecho.
Hay leyendas románticas acerca de una hermosa doncella elfa, de piel clara y extremidades flexibles, que nada al amanecer y al anochecer en las rápidas aguas. Por ello, la Lorlay es un lugar popular donde los reiklandeses acaudalados celebran despedidas de soltero, y en las cercanías existe una sorprendente cantidad de posadas de primera clase que aprovechan la romántica leyenda de la Lorlay. Los relatos de la doncella acuática cantarina abundan especialmente entre los marineros de río de Reikland y, si hay que creer sus relatos, la han divisado por lo menos la mitad de los miembros de la marina.
La Lorlay[]
Las náyades son raras de ver en el Imperio, tanto que se discute su existencia. Sin embargo, aparecen en los cuentos populares de la mayor parte de lugares y a la mayoría se las describe como mujeres de una belleza deslumbrante, cuyo único deseo es atraer a los hombres a su perdición en las rocas y otros peligros. De todos estos relatos, el más conocido es el de la Lorlay, inmortalizado por el poeta Franz-Heinrich Holzer:
"Sentada está la doncella
arriba del monte, bella.
Brillan sus blancas retinas,
áureos cabellos peina.
De suaves y prestas manos,
canta canciones de antaño.
Son poderosas, atractivas,
llenas de gloriosas rimas.
Un barquero embelesado,
por el dolor de ese canto,
ignora los acantilados
y con él se va su barco.
Rápido los devora el Reik
como si fueran un pez,
atestiguando el poder
de la voz de la Lorlay."
- —Franz-Heinrich Holzer
En los últimos siglos no se ha informado de la presencia de náyades en la roca o en sus inmediaciones, y algunos eruditos han propuesto que las historias sobre su canto se deben al sonido del viento que silba a través de las brechas de la roca. Otros sostienen con firmeza que las náyades vivieron allí y que aún es posible que vuelvan: de vez en cuando, el dueño de una compañía de teatro monta una representación coral en la cima de la roca, con los cantantes disfrazados de náyades según las imagina la concurrencia.