
"El oro se limpia con bastante facilidad, no importa la sangre o lo podridos que estén los dedos que lo han manejado."
- —Lietpold el Negro
Un comandante mercenario notorio, y en los últimos años, autoproclamado Príncipe Fronterizo, Lietpold el Negro (como se llama así mismo, a pesar de algunos epítetos menos amables que le han aplicado comúnmente antiguos compañeros y baladistas de tabernas, como Lietpold el Sanguinario, Lietpold el Carnicero o Lietpold el Mentiroso.
Historia[]
Es un guerrero cuyas acciones no sólo le han valido un Reino insignificante, si no que también ha ocupado un lugar en el folklore popular por sus hazañas, derramamientos de sangre y traiciones.
Como hombre, los defectos de Lietpold son a la vez muchos e infames: vanidoso, arrogante, feroz, paranoico, falso y cruel, por nombrar sólo algunos. Pero incluso aquellos a los que ha ofendido o traicionado reconocen su habilidad con las armas y el desprecio al peligro, así como su maestría innata de las tácticas de batalla. Esta combinación es lo que le ha llevado a la victoria en campos de batalla tan dispares como las llanuras abrasadoras de Estalia o las frías estepas del Norte de Kislev.
Si hay un factor que gobierna la vida y la carrera de Leitpold como mercenario por encima de su vanidad y orgullo, es su avaricia por el oro, que ha sido siempre su único y verdadero amo. Por lo tanto ha habido momentos en los que él y sus tropas se han cambiado de bando sin piedad cuando el enemigo le ha hecho una oferta mejor, y en otras ocasiones, cuando se ha dado la oportunidad de saquear el tren de equipaje del enemigo mientras los aliados huían o seguían luchando, o caer sobre un asentamiento indefenso durante una guerra sin órdenes e indiferente de su lealtad, la ha aprovechado sin pensarlo dos veces.
Tal comportamiento le ha hecho ganar a largo plazo pocos aliados y menos amigos, incluso entre aquellos mercenarios que viven y mueren con él en los campos de batalla del Viejo Mundo: fugitivos, asesinos, renegados, incluso villanos y descontentos de las compañías libres del Imperio son los que están dispuestos a seguir a un general con tan mala reputación.
Con los años la lista de enemigos de Leitpold (incluidos muchos ex-tesoreros) ha crecido mucho, y ninguna casa en el Imperio resulta segura para él, por lo que volvió su mirada en usurpar la corona del pequeño reino de Túmulo del Cuervo en los Reinos Fronterizos, junto a las Montañas Negras, al sur del Imperio. Durante la docena de años que gobernó, se convirtió en el tirano más sanguinario que los Reinos Fronterizos habían conocido jamás.
Su arrogancia llegó hasta tal punto que comenzó a reivindicar ser un bastardo relacionado con la sangre y la línea dinástica de Karl Franz y por ello exigió lealtad a las tierras de alrededor. Todo esto, sin embargo, quedó en nada cuando Tamurkhan vino del Este y arrasó el pequeño reino de Leitpold como la marea que desmorona un castillo de arena. Derrotado y obligado a retirarse ante la horda del Caos, Lietpold y lo que quedaba de su ejército huyeron a través del Paso del Fuego Negro, más allá de las tierras del Imperio, alertando de los horrores que estaban aún por llegar.