Gilles el Bretón y sus compañeros lucharon Doce Grandes Batallas contra la horda de enemigos que amenazaba con destruir a los bretonianos. Estas batallas se libraron a lo largo de dos años, desde el -1 al 0 (977 a 978), y por toda Bretonia. Cada una de ellas es el tema de más poemas épicos de los que podría leer un erudito durante toda una vida humana.
Las Grandes Batallas son el material de la épica nacional de Bretonia, y muchos caballeros tratan de visitar todos los campos de batalla al menos una vez durante su periodo de caballero novel. Cuando un caballero se dispone a buscar a la Dama del Lago, con frecuencia descubre que los acontecimientos de su búsqueda suelen ser similares a los de las Grandes Batallas, y su encuentro con la Dama tiene lugar en la víspera de su última y más grande gesta.
La Primera Batalla de Gilles el Unificador[]
A la mañana posterior a su encuentro con la Dama del Lago, imbuido de grandes poderes divinos y portando el estandarte sagrado de la Dama, Gilles conduce a sus ejércitos a la batalla y aplasta por completo el ejército orco que sitiaba Bordeleaux. Nunca se vio victoria más gloriosa, pues en la batalla, Gilles, Thierulf y Landuin fueron como brillantes dioses guerreros que lo aniquilaban todo a su paso, masacrando ellos solos a tantos enemigos como el resto de sus ejércitos combinados. Los orcos son expulsados hacia el mar y ninguno escapa a la ira de los bretonianos, y se unieron a Gilles con junto con sus ejércitos.
Gilles es nombrado Señor de las Batallas y los señores bretonianos se Inclinan ante él, formando así los primeros lazos de unión que acabarían por unificar los feudos en la nación de Bretonia.
Lord Marcus de Bordeleaux y lord Fredemund de Aquitaine, los asediados Señores de las tierras circundantes acuden a unirse al glorioso y sagrado estandarte de Gilles. Tras el banquete de celebración de la victoria, la Dama del Lago se apareció en la cámara privada en la que se habían reunido los nobles, y tanto Marcus como Fredemund bebieron del Grial. Marcus convirtió aquella cámara de su castillo en el primer santuario del Grial, y aún hoy sigue siendo un lugar de santidad inigualable.
Los caudillos de los bretonianos se unen a Gilles y pasan a llamarse los Compañeros, que sirven de inspiración para el pueblo bretoniano acuciado por las guerras.
La Segunda Batalla de Gilles el Unificador[]
Las Compañeros forman una compacta unidad de combate y se dirigen al galope hacia el sur para liberar Brionne dejando atrás a la mayor parte de sus ejércitos para proteger sus tierras. El ejército del abotargado kaudillo Orco Brogtar les corta el paso, pero Lord Fredemund invocó una gran bandada de halcones que derribaron del cielo a las bestias voladoras de los orcos, y los Compañeros demuestran ser imparables en batalla, abriéndose paso hasta el propio centro del ejército del Señor de la Guerra y Landuin acaba con la vida del enorme Orco. Atacados por todos los flancos por hordas sin fin de pieles verdes, los Compañeros se mantienen firmes; cuando la batalla llega al segundo día de intensos combates, los pieles verdes se baten en retirada y se dispersan.
La Tercera Batalla de Gilles el Unificador[]
Cabalgando sin descanso día y noche, los Compañeros llegan al castillo de Brionne, asediado por innumerables pieles verdes. En el momento en que los Compañeros atacan a las fuerzas asediantes por la retaguardia y se abren paso a través de las hordas enemigas, dispersándolos como si fueran paja al viento. El Señor Balduin de Brionne y sus últimos caballeros salen del castillo a la carga y se encontraron con Gilles en pleno centro del ejército orco. Cuando se saludaron estrechando sus manos hasta el antebrazo como hermanos, la Dama del Lago apareció repentinamente junto a ellos, y Balduin bebió del Grial mientras los orcos aullaban y morían en derredor, convirtiéndose en uno más de los Compañeros. A pesar de encontrarse en una inferioridad numérica de casi trescientos a uno, las bretonianos atraviesan a los pieles verdes como una guadaña al trigo, los orcos no pudieron resistir y fueron expulsados del campo.
La Cuarta Batalla de Gilles el Unificador[]
Alentados por las visiones de la Dama del Lago, los Compañeros cruzan el caudaloso río Brienne y parten al este, a través de Carcassonne, hacia Quenelles. Visiones constantes ocupan las mentes de los Compañeros en su apresurado camino hacia las tierras arrasadas de Carcassonne y libran una batalla al galope contra las tribus de jinetes de lobo goblins, que están causando estragos en aquella tierra. En mitad del viaje se unió a ellos lord Lambard de Carcassonne, pero aún no era un Compañero del Grial.
El humo cubre el cielo cuando los Compañeros se aproximan a la frontera oriental de Quenelles y una vez allí descubren que el Bosque de Loren es pasto de las llamas; había sido atacado por orcos. Algunos de los caballeros tenían miedo de aventurarse en su interior, temerosos de incurrir en la cólera de las hadas, pero Gilles les instó a continuar, afirmando que las hadas se mostrarían agradecidas con todo aquel que les prestase ayuda. Totalmente fatigados, aunque impulsados por los ánimos de la Dama, los Compañeros se enfrentan a los pieles verdes que talan e incendian los bosques bajo la puesta de sol.
En la noche de sangre y fuego que sigue, los Compañeros combaten con gran destreza e increíble majestad, sus espadas brillan con furia y sus ojos arden con el poder de la Dama. Las anteriores palabras de Gilles demostraron ser ciertas, pues los caballeros se desprendieron de su temor hacia las hadas como si fuera un manto, pues se dice que en el fragor de la batalla los mismos árboles sé alzaron y lucharon junto a los Compañeros y que espíritus feéricos del bosque aparecen y desaparecen entre la oscura espesura acometiendo a los enemigos con gran furia, apareciendo breves instantes para fulminar a cien, no, a mil orcos para luego desvanecerse una vez más.
A la sombra de los árboles se reunieron con el ejército de Rademund el Puro, señor de Quenelles, y cuando los últimos orcos huyeron, la Dama del lago concedió a todos los defensores un sueño apacible. Cuando despertaron, se encuentraron completamente renovados e incluso sus heridas habían sanado y, tanto Rademund como Lambard brillaban como sus demás Compañeros. Según dijeron, la Dama había acudido a ellos en sus sueños, y nadie pudo contradecirles.
Llenos de vigor, las Compañeros parten hacia el Norte en auxilio de los bretonianos de Parravon y Montfort.
La Quinta Batalla de Gilles el Unificador[]
La bella ciudad de Parravon, excavada en la ladera de las montañas, se encuentra en ruinas a la llegada de los Compañeros. Unos gigantes arrojan rocas inmensas contra la ciudad desde lo alto de las montañas. Montado sobre Glorfinial, su fiel pegaso, el Señor Agilgar y sus hermanos vuelan en círculos por encima de la ciudad para acometer a los atacantes desde arriba. Mientras el señor lucha por los aires, los Goblins Nocturnos de la tribu de la Mano Cortada prenden fuego a la ciudad, destruyen sus antiguos puertos y arrasan a la aterrorizada población dentro de las murallas de la ciudad. Los Compañeros cabalgan a toda prisa por las calles adoquinadas y aniquilan a todos los Goblins de la ciudad.
La Sexta Batalla de Gilles el Unificador[]
Tras dirigirse rápidamente a Montfort, los Compañeros, a quienes se había unido Agilgar, encuentran allí los restos del ejército del Señor Martrud resistiendo de forma heroica ante las fuerzas atacantes, pero lo superaban en número. El paso está repleto de miles de cadáveres y una masa de murciélagos cubre el cielo. En el otro extremo del paso, la fortaleza Imperial de Helmgart resiste también contra los Goblins Nocturnos de la Mano Cortada, que siguen manando de las montañas a ambos lados como una marea negra. Con un grito de guerra que estremeció a las mismísimas montañas, Gilles encabezó la carga de sus tropas, pero atacado repentinamente por otro ejército goblin por la retaguardia, Gilles es atravesado por un gigantesco y traicionero virote, disparado por una de las deshonrosas máquinas goblins.
Gravemente afligidos, los Compañeros se reunieron en torno a él y se ven obligados a abrirse paso luchando hasta el castillo de Montfort portando a Gilles en brazos, donde fueron recibidos por Martrud. Allí, los Compañeros luchan junto a los defensores de Montfort mientras fuera de las murallas aumenta la Marea de enemigos. Gilles yació en un sueño febril; los Compañeros temieron por su vida y se turnaron para cuidar de él. Finalmente, se concedió tal privilegio a los lores Agilgar y Martrud, los más recientes de sus filas. Mientras velaban, una hermosa doncella se apareció en la habitación y enjugó la frente de Gilles con un líquido extraído del Grial que portaba. Luego conminó a los nobles a beber del cáliz y con ello se convirtieron en auténticos caballeros del Grial.
Cuando los nobles volvieron su mirada a Gilles, vieron que había abierto los ojos y respiraba con normalidad , y profiriendo un gran rugido, se arrancó el virote del pecho. Insuflado por inspiración divina, Gilles se alza del que sus médicos creían que iba a ser su lecho de muerte y condujo a su ejército de regreso al campo de batalla. Poseído por una luz feérica visible en sus ojos, Gilles lucha como la reencarnación de un dios de la guerra. Tan pronto hubo atravesado las puertas, fue asaltado por tres serpientes aladas, a las que mató antes de dar un paso más; una de ellas murió con el maligno pivote alojado en un ojo. Inspirados por su líder, los sitiados contraatacaron una vez más, pero el número de enemigos era tal que tardaron una semana en romper el asedio y obligar a los goblins a retirarse a sus cavernas en las montañas.
La Séptima Batalla de Gilles el Unificador[]
Gilles no se conformó con la huida de sus enemigos, por lo que reunió a su ejército y los persiguió. Gilles y sus Compañeros se adentran en la oscuridad, llevando la batalla a los oscuros pasadizos que se extendían por debajo de la tierra. Les tapan los ojos a los caballos y se lanzan al galope por las amplias cavernas a la caza de los reyes de los Goblins Nocturnos, con la firme intención de poner fin a su poder en la región. Las inmundas cavernas se vieron iluminadas por la luz que emanaba de los caballeros del Grial, y con sus espadas reluciendo con una luz fantasmal, Gilles y sus Compañeros del Grial acaban con todos los Goblins y trolls que se interponen en su camino y se internan cada vez más en las montañas. En el corazón del reino Goblin, aniquilan a los reyes y el poder de los Goblins Nocturnos de la de la Mano Cortada termina, deshaciendo totalmente la unidad de las tribus goblins que comienzan a luchar entre ellas. Después dieron media vuelta y se abren paso de nuevo hacia la luz, volviendo a luchar todo el camino hasta regresar a la superficie, cubiertos por la sangre negra de sus enemigos.
La Octava Batalla de Gilles el Unificador[]
Contando ahora con diez de los señores bretonianos como Compañeros del Grial, Gilles, curado ya de su herida, se dirigió al oeste para enfrentarse contra los salvajes pieles verdes que están prendiendo fuego a las tierras de Gisoreux. Tras unir fuerzas con Beren, el señor de la región, Gilles hizo frente a una horda que contaba con muchos de los mejores chamanes orcos, que lanzaron su perversa magia contra los bretonianos, pero fue en vano. La magia maligna conjurada por los babeantes chamanes orcos se disipa sin causar daño alguno al acercarse a los Compañeras del Grial, pues el poder de la Dama los protege. Las Compañeros destrozan sin piedad a tales terribles enemigos.
La Novena Batalla de Gilles el Unificador[]
Rodeando el Bosque de Arden, los compañeros parten hacia el Oeste, pero temen que las tierras del norte estén ya totalmente arrasadas. Al acercarse a Mousillon, descubren que aquella espléndida tierra, antaño la más bella de todo el territorio bretoniano, ha sido asolada y está en llamas por los pieles verdes que las recorrían impunemente. El ganado yace descuartizado por los campos, los campos de cultivo se han reducido a poco más que tierra ennegrecida y el río está contaminado y repleto de cadáveres. Landuin de Mousillon sufrió un gran pesar en su corazón y desespera, ya que su tierra y su pueblo yacía arrasado y en ruinas, mientras los Hombres Bestia invaden los campos en manadas salvajes y por los pueblos deambulan hordas de muertos vivientes.
Abriéndose paso hasta la ciudad de Mousillon, los Compañeros del Grial se encuentran con los últimos supervivientes de la familia de Landuin y el Señor de Artois, cuyas tierras han sido dominadas por los Hombres Bestia. Folgar de Artois, les comunicó que una horda de hombres bestia y muertos vivientes se acercaba al lugar. Libran una batalla desesperada en todos los flancos. Cada uno de los Compañeros se encarga de defender una sección de la ciudad y todos ellos lucharon con un valor insuperable... Podría escribirse un poema épico de cada una de sus heroicas gestas (aunque se puede encontrar una versión abreviada de la batalla en Las hazañas de Le Breton, escrita en 2330 por San Malaure)
El propio Gilles decapitó a un draco bestial, al tiempo que Agilgar montado sobre Glorfinial, se enfrentaba con las bestias aladas que plagaban el cielo. Thierulf combatió y derrotó a un gigante de dos cabezas. La batalla terminó cuando el propio Landuin mató al hechicero que había levantado a los muertos, y la mitad del ejército enemigo se derrumbó.
Los hombres bestia huyeron hacia el al Bosque de Arden, perseguidos por los Compañeros. Beren y Folgar regresaron, radiantes, y narraron su encuentro con una doncella que llevaba un Grial al sobrepasar la linde del bosque. Los muertos siguen atestando los campos en las zonas más apartadas y a Landuin le duele abandonar Mousillon. No obstante, acompaña a los Compañeros al partir estos hacia el Norte y juntos eliminan a los enemigos de Lyonesse.
La Décima Batalla de Gilles el Unificador[]
Los victoriosos nobles fueron hacia el norte, cabalgando por el bosque de Arden (en el cual ninguna criatura inmunda se atrevió a importunar a las formidables tropas) hacia el puerto de L'Anguille, construido por elfos. Tras encontrar que la gran ciudad estaba sitiada por tierra y por mar por los incursores marinos del Norte y que los últimos defensores se encontraban luchando desde el imponente faro de L'Anguille, los Compañeros se abrieron paso hasta la ciudad. Lord Corduin de L'Anguille logró atravesar el cordón de asediadores para reunirse con los Compañeros, pero la batalla proseguía con furia a su alrededor, y las noches sucedían a los días sin que hubiera indicio alguno de victoria.
El asedio dura semanas enteras, durante las cuales los Compañeros infligen un gran número de bajas entre los salvajes norses, que continúan lanzándose contra los defensores buscando la gloria. Sin embargo, los defensores pueden resistir indefinidamente, ya que el faro fue astutamente construido para impedir que se pudiera cortar o envenenar el suministro de agua y está, como siempre, bien provisto.
Tratando de poner fin al asedio, el Señor Marcus de Bordeleaux trepa a lo alto del faro y lanza un desafío al líder de las tribus norses, Svengar de los Skaelings, a un duelo singular con la condición de que las tropas del perdedor se retirarían. El gigantesco guerrero era demasiado orgulloso para negarse, por lo que acepta el desafío y es transportado a lo alto del monumental faro por la magia oscura y lucharon a la vista de toda Bretonia. El skaeling es un guerrero formidable que lucha con dos martillos y son muchos los que han caído víctimas de sus manos ensangrentadas. El combate se extiende noche y día, el sol da paso a la luna y, al cernirse la oscuridad, parece que los elementos parecieron potenciar los martillos dobles de Svengar, quien empieza a tomar el control del combate; pero cuando el primer rayo de luz ilumina el faro, Lord Marcus sintió que sus fuerzas se renovaban y rechazó al nórdico. Con un golpe de gracia, Marcus partió en dos al gigante, y su cuerpo se estrelló contra las rocas del suelo.
Al morir su líder, y en señal de respeto al vencedor, los norses regresan a sus hogares en sus navíos.
La Undécima Batalla de Gilles el Unificador[]
Tras una única noche de descanso, los Compañeros cabalgaron hacia el este hasta Couronne, donde lord Carleond se unió a su ejército. Al llegar a Couronne, los Compañeros se preparan para enfrentarse a una marea de ejércitos orcos. La batalla da comenzó a orillas del río Sannez y aquel día el agua fluyó negra por la repugnante sangre derramada. Los Orcos se ven obligados a apartar la vista de las brillantes aureolas que rodean a los Compañeros y son aniquilados sin compasión al tratar de huir. Se derrama tantísima sangre, que su sangre convirtió la tierra en una ciénaga, e incluso hoy día la tierra sigue manchada de sangre.
La Duodécima Batalla de Gilles el Unificador[]
Los Compañeros se reunieron en Couronne, donde tuvieron noticias de que un ejército de dimensiones nunca antes vistas por los bretonianos se levanta frente a ellos. Del bosque de Arden emerge una descomunal horda de Hombres Bestia, entre las cuales se alzan gigantes, trolls, minotauros y otras indescriptibles criaturas del Caos. Mientras se aprestaban a afrontar esta amenaza, otro mensajero les comunicó que tribus enteras de Goblins y Orcos surgen de las Hermanas Blancas bajando por pasos de montaña y saliendo de oscuras cuevas hasta cubrir todas las tierras al sur del río Sannez con una marca de color verde.
Y cuando los Compañeros se disponen para la batalla, la ciudad de Couronne a sus espaldas es infestada por una nauseabunda plaga de alimañas y los malignos Skavens emergen de las alcantarillas para tomar el portón. Salen de la ciudad y se aproximan a la retaguardia de los Compañeros.
Mientras los nobles consultaban antes del combate, la Dama del Lago se unió a ellos. Hizo que los lores Corduin y Carleond bebieran del Grial, y al fin los Compañeros del Grial alcanzaron su total de doce miembros. Al estar los doce compañeros unidos por vez primera, la Dama bendijo al ejército con su sagrada luz y lo instó a luchar en su nombre. Gilles reorganiza rápidamente a sus fuerzas y divide a los Compañeros en tres grupos para que cada uno se ocupe de uno de los ejércitos de la oscuridad.
Contra los Skavens, Gilles manda al fiel y leal Thierulf de Lyonesse, acompañado por Carleond de Couronne (que ansía luchar contra aquellos que arrasaron su bella ciudad). Fredemund de Aquitaine, su primo Rademund de Quenelles y el sabio Marcus de Bordeleaux.
Contra los Hombres Bestia, Gilles manda al invencible Landuin, acompañado por Folgar de Artois, Beren de Gisoreux, el intratable Martrud de Montfort y Corduin de L'Anguille.
Y contra el mayor de los ejércitos enemigos, los Orcos, se lanza el propio Gilles, acompañado por el fuerte Lambard de Carcassonne, el joven Balduin de Brionne y, montado en su extraordinario Pegaso real, Agilgar de Parravon.
Envalentonado por la bendición de la Dama, los caballeros se arrojaron sobre el campo, seguros de que nadie podría resistirse a ellos. La batalla duró semanas, y durante todo su transcurso no cesaron de manar repugnantes criaturas de sus guaridas que se estrellaron contra los ejércitos bretonianos como olas contra un acantilado. Cuando al fin los ruidos de la batalla se silenciaron, las llanuras de Couronne estaban cubiertas de cadáveres que llegaban a la altura del hombro de un caballo. Cuando se quemaron los cuerpos de los enemigos, el humo de las hogueras oscureció el día y las llamas iluminaron la noche de tal modo que durante meses nadie fue capaz de diferenciar entre ambos.
Y así se unieron los bretonianos y se expulsó al enemigo de sus tierras. Grandiosas fueron las hazañas de aquel día, pues aquellas fueron las más épicas batallas de las que Bretonia fue y será nunca testigo. En presencia de todo el ejército, la Dama del Lago coronó Gilles como primer rey de Bretonia, y el clamor hizo temblar a las mismísimas montunas. ¡Así fue como las tierras fueron salvadas!
Fuentes[]
- White Dwarf 107. Pags 28-29.
- Warhammer Fantasy JdR: Caballeros del Grial (2ª Ed. Rol). Pags 16-19.