
Los guerreros se reunieron en apretujadas filas en lo alto del túmulo funerario. Estaban agrupados en una formación defensiva. Con sus robustos escudos formaban un círculo que protegía a los ballesteros situados en el centro del montículo. Totalmente rodeados por los enemigos, no eran más que un pequeño islote Enano en un infinito mar de pieles verdes. Una nueva oleada de Goblins Nocturnos asaltó nuevamente su posición. Un gigantesco amontonamiento de estas abyectas criaturas yacían muertas o agonizantes a los pies de los Enanos. Aquellos Goblins no eran rival para los bravos y hábiles Enanos y muchos pequeñajos más cayeron bajo el filo de las bellamente trabajadas hachas enanas. No obstante, tres de los defensores cayeron cuando las afiladas lanzas goblins atravesaron algunos huecos en el muro de escudos. Más y más pieles verdes subían chillando y pisoteando los cadáveres aún calientes de sus compañeros. A Duregar le dolían todos y cada uno de los músculos del cuerpo a causa de la matanza sin fin, pero sabía que no podía permitiese ningún respiro.
"Manteneos firmes. No rompáis la línea". Su voz era serena, lo cual era notable, dado el brete en que se hallaba su ejército. Aunque por cada Enano caído habían muerto doce Goblins o más, todavía estaba rodeados por cientos. A Duregar le parecía que sus guerreros habían estado luchando durante una eternidad. Desde que abandonaron precipitadamente su fortaleza, los Enanos de Karaz-a-Karak habían estado luchando. Había pasado casi una semana desde que recibieran la noticia de que el Rey Belegar había conseguido reconquistar la ciudadela de Karak-Ocho-Picos. Los guerreros del Rey habían sufrido fuertes pérdidas y necesitaban refuerzos para mantener el control de la fortaleza. Duregar había reunido a sus clanes a toda prisa y se había dirigido hacia el Sur a paso de marcha. En cuanto sus fuerzas llegaron a la entrada del Paso del Perro Loco, que conducía a la fortaleza sitiada, fueron atacados súbitamente por una gran fuerza de Orcos. sus guerreros, llenos de energía y resueltos a ayudar a sus parientes, habían despachado rápidamente a los Orcos. El Paso del Perro Loco estaba abierto.
Con un poderoso golpe de hacha, la cabeza del Goblin al que se enfrentaba Duregar se separó de sus hombros. En el breve respiro que siguió, Duregar contempló la masacre que le rodeaba. Los supervivientes de la última oleada de atacantes Goblins huían en desbandada.
"Ballesteros, preparad vuestros virotes", gritó a la línea de soldados que había a sus espaldas, en el centro del montículo. Mientras decía estas palabras pudo ver a los Goblins Nocturnos, con el borde de sus túnicas empapado en la sangre que fluía montículo abajo, que se preparaban para la siguiente carga. "Cuidado con sus flechas, escudos en alto", dijo Duregar. Estas pequeñas escaramuzas siempre venían seguidas por una nube de flechas que caía sobre el montículo. Era una táctica típicamente Goblin, debilitar al rival con fuego del proyectiles antes de arremeter contra él con hordas de soldados en un asalto salvaje. El choque de las flechas contra los escudos venian acompañados de los gemidos de aquellos a los que la armadura no había salvado. El Comandante Enano se enjugó su amplia frente de sangre Goblin. Si tan sólo todavía estuvieran los Matatrolls a su lado, hubiera podido tener alguna oportunidad. Cuando su fuerza de rescate atravesó el paso había esperado una fuerte resistencia. No habían encontrado ninguna hasta que pudieron ver la puerta a simple vista. Entonces se confirmaron sus temores: se dirigían hacia una trampa. Cientos de Goblins habían emergido de las tumbas en ruinas de los ancestros de los Enanos. La fuerza Orca que había derrotado en la boca del paso se habían reagrupado, cortando toda posibilidad de retirada. Frente a ellos las puertas del Karak estaban cerradas. Habían visto a unos Trolls de Piedra que bajaban por los escalones de piedra y los Matatrolls habían marchado para interceptarlos y afrontar su destino. ¿Qué había sido de guerreros que no conocían el miedo? Duregar no lo sabía: había estado demasiado ocupado organizando sus fuerzas, pero el hecho de no ver ninguna de las asquerosas caras de los Trolls por allí le dio una idea de lo que había pasado.
Mientras la sólida linea frontal se preparaba para la inevitable carga de los Goblins, el centro de la formación fue destruido casi por completo al caerle encima un enorme pedrusco. El lanzapiedroz de los Goblins Nocturnos colocados frente a la puerta de la torre había alzando finalmente a su objetivo.
Un gran Goblin que empuñaba un tridente pinchagarrapatos cubierto de terribles pinchos apunto con él a Duregar, gritando lo que sólo podía ser un desafío en su salvaje idioma gutural. Al lado del Goblin, un enorme Garrapato mostró sus ensangrentados colmillos. Obviamente, aquel era el líder de las fuerzas goblins. Duregar sintió cómo el coraje de sus antepasados fluía a través de sus venas. Si iba a morir, caería con la cabeza de aquella vil criatura en su mano. El Comandante Enano dio un paso al frente elevando su hacha para responder al desafío, "¡Yo, Duregar pariente del Rey Belegar de Karak-Ocho-Picos, lidero a estos guerreros! ¡Yo te figo que estamos dispuestos a morir aquí, en la tierra de nuestros antepasados, antes que rendirnos a ti, inmundo piel verde!" Mientras hablaba, Duregar vio un intenso brillo malicioso en el ojo del Kaudillo Goblin, Como respuesta, al horda goblin cargó cacareando y aullando frenéticamente
Con las disciplinadas filas centrales de los Enanos diezmadas, la formación enana empezó a ceder. Duregar sabía que pronto acabaría todo. Arengó con voz atronadora a sus guerreros "Hermanos, hoy venderemos caras nuestras vidas, Tal vez muramos, pero la victoria de los Grobi será demasiado amarga para su gusto". De repente, una extraordinaria explosión hizo salir despedidos grandes trozos de roca y escombros por los aires. "¿Qué inmundo truco están tramado ahora?", maldijo Duregar. Su portaestandarte se acercó, resollando. "Señor esto no es ningún truco maligno, Nuestra salvación depende de la destreza de Belegar y sus guerreros". Duregar se giró había las puertas. Las puertas del Karak habían saltado por los aires. A través de la nube de escombros, pudo intuir la efigie del estandarte del Rey Belegar y las siluetas de los Enanos marchando hacia la batalla, abriendo una gran brecha entre las lineas de Goblins Nocturnos.
"¡Por Belegar!", tronó el Comandante Enano. Con aquel aliento de esperanza, los Enanos lucharon con renovada determinación. Los Goblins cayeron ante la furia de los Enanos mientras estos descendían del promontorio. Mientras Duregar luchaba contra las apretadas filas de Goblins Nocturnos pudo ver a la fuerza de Belegar. Su primo luchaba al frente de una formación bien definida, rodeado por su escolta. En su cabeza, la corona de oro de Karak-Ocho-Picos relucía a la luz del atardecer. Las magnificas armas de los Martilladores aplastaban el cráneo de cualquier pielverde que se atreviera a permanecer entre ellos y los hombres de Duregar. En cuestión de minutos, los dos ejércitos enanos se encantaron y los dos parientes, Belegar y Duregar, siguieron combatiendo espalda contra espalda contra los Goblins Nocturnos que se habían recuperado del shock del asalto inicial.
"Saludos, Duregar. ¿Qué te parecería pasarte por mi sañón y tomarte una cerveza?", preguntó Belegar mientras empalaba a un Goblin particularmente feo.
"Claro. Despedazar Grobi da mucha sed, te lo aseguro" respondió Duregar igualando la habilidad de su primo con el hacha mientras otro asaltante caía muerto.
Belegar gritó una orden a su ejército: "Rompehierros, formad una retaguardia. Regresamos a la fortaleza". De las estribaciones del paso llovieron flechas contra los clanes enanos ahora reunidos. Los proyectiles alcanzaron tanto a Enanos como a Goblins; y muchos pieles verdes cayeron víctimas de sus propias tropas. La armadura perfectamente forjada de los Enanos protegió a la mayoría de las saetas empenachadas. Lentamente, la masa sólida de Enanos regresó hacia las puertas, donde una unidad de Arcabuceros disparó su mortífera carga de plomo contra los Goblins, que fueron rápidamente disuadidos de perseguir a los Enanos.
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Las antorchas iluminaban las paredes del gran salón, donde unos grabados en la piedra narraban la historia de los Enanos del Karak. Los supervivientes de ambos ejércitos se sentaron en largos bancos en la parte delantera del salón. El semblante de todos era hosco. Muchos Enanos habían caído ese día; y cada guerrero en la colosal estancia pensó en la desaparición de sus parientes. Belegar alzó su jarra de cerveza y habló a los Enanos congregados: "Mañana tendremos tiempo para lamentar la pérdida de muchos de nuestros familiares y amigos más queridos. Esta es una pena que no podemos enterrar con nuestros antepasados, pues nunca los olvidaderemos -rompió el sello de un grueso tomo de cuero-. Durante doscientos años, el Libro de los Agravios de Karak-Ocho-Picos ha permanecido en silencio. Hoy recordaremos este día con una nueva anotación". Limpió el polvo de una de las páginas y empezó a anotar el agravió.
Duregark que estaba sentado cerca del trono de Belegar, habló: "Aunque mañana debamos llorar, esta es una noche de celebración. Aquí, reunidos en este salón, hay suficientes Enanos para asegurar que este salón nunca más vuelva a caer en manos de los Grobi. !Larga vida al Rey de Karak-Ocho-Picos!" Belegar alzó su jarra y la vació de un solo trago. Un grito de júbilo resonó por el salón cuando los Enanos se unieron a la fiesta y celebraron la reconquista de Karak-Ocho-Picos hasta altas horas de la madrugada.
Curiosidades[]
- Este relato fue escrito por Space James McQuirk.
Fuente[]
- White Dwarf 69, págs. 25-26.