
La Promesa de Grombold fue una serie de escenarios que aparecieron en la White Dwarf publicado en dos partes, siendo una especie de mini precampaña de La Corona Némesis.
Las Minas Perdidas[]
Hace muchos meses, una expedición de Enanos de Zhufbar liderada por el prospector veterano Ruggi Barbarroja, partió al interior del Gran Bosque en busca de una colonia minera olvidada hace mucho tiempo que establecieron sus antepasados. Su objetivo era alcanzar las Colinas Aullantes, donde contaba al leyenda que se hallaban las minas repletas de grandes vetas de gromril. En caso de que las minas todavía existieran, los Enanos debían recuperarlas por una cuestión de honor. Sin embargo, la expedición no volvió nunca y ahora el Señor del Clan Grombold Kruddsson, el primo de Ruggi, ha organizado una segunda expedición para encontrar a su pariente. Temiéndose que su primo no desapareció simplemente porque sí, Grombold se ha hecho acompañar de muchos grandes guerreros y ha hecho la solemne promesa de encontrar a los Enanos perdidos o morir en el intento.
Grombold desconoce que las minas de sus ancestros fueron invadidas por nada menos que los eternos enemigos de los Enanos, los Goblins Nocturnos, y en este preciso instante, los supervivientes de la primera expedición enana yacen prisioneros y el kaudillo goblin los utiliza para divertirse o, a veces, para dar de comer a los Trolls...
El Sacrificio de Grombold[]

Cuando los Enanos entraron en el Gran Bosque se toparon con un guardia de caminos del Imperio que les dejó entrar en las tierras de su señor. Los Enanos lo trataron con fría cordialidad, pues los hombres del Imperio podían haber tenido algo que ver con la desaparición de los Enanos. ¿Y si la expedición había descubierto reliquias antiguas y los humanos se habían enterado y los habían asesinado para quedarse con el tesoro? Grombold no lo veía muy probable, pero en esos tiempos tan duros y siniestros nadie podía estar seguro de nada. El viaje a través del bosque fue realmente arduo, pues los Enanos no estaban acostumbrados a andar por los bosques y tuvieron que hacer gala de su gran resistencia para arrastrar todo el equipo por las colinas y la densa maleza.
Grombold conduce a los suyos con gran determinación hacia las Colinas Aullantes sin saber que está siendo observado. El primer indicio que tuvieron de la presencia de los maléficos Grobi fue cuando un Enano cayó muerto con una flecha roja clavada en el pecho. De repente todo el bosque cobró vida y unos Goblins con plumas montados en arañas gigantescas atacaron en masa a los Enanos. No tenían mucho tiempo para organizarse, pero Grombold no pensaba cancelar la misión, así que ordenó al Señor del Clan Snorri Cejopiedra seguir adelante para completar la misión mientras el reunía a la mitad de la partida de guerra a su alrededor y se preparaba para rechazar el asalto de los Goblins Silvanos...
Defensa a Ultranza[]
Mientras tanto la avanzadilla ha encontrado la entrada a las minas y ha esperado a que entren todos los Enanos posibles. Sabiendo que su ejército está demasiado diezmado como para hacer frente a todos los enemigos que puedan acercárseles, los Enanos se tragan su orgullo y mandan mensajeros al fuerte más cercano del Imperio para pedir ayuda, El resto del ejército entra en la mina y sella la puerta tras él para impedir la entrada a los Goblins Silvanos. Luego siguen adelante confiando en que sus mineros encontrarán un camino seguro.
Al cabo de poco, los mineros encuentran una galería secundaria que conduce hasta un salón inmenso Sin embargo, allí donde las hogueras de los Enanos antaño iluminaban una mina repleta de minerales, ahora no hay más que una caverna fría y oscura. En el centro de esta descomunal cámara encuentran una sala convertida en prisión y en su interior seis Enanos. Cinco yacen muertos, afeitados y desnudos, con el cuerpo cubierto de marcas extrañas. Solo el sexto sigue con vida y está loco de atar. Los Enanos montan en cólera y deciden liberar a los suyos, pero entonces una flecha disparada en la oscuridad les alerta de la presencia de enemigos. ¡Las runas de protección brillan y los Enanos reconocen el hedor de los Grobi!
Los Goblins Nocturnos surgieron en tropel de las sombras gritando improperios a los Enanos que se habían atrevido a penetrar en sus dominios. Las flechas pasaron silbando por los aires, los fanáticos empezaron a dar vueltas por la caverna y los malignos garrapatos fueron acercándose a saltos hacia los Enanos que estaban en el centro del salón, que parecían muy pocos comparados con aquella horda tan inmensa.
Sin embargo, los Enanos eran implacables y su grave cantar se oyó por toda la cámara retumbando como un trueno. Los Grobi se abalanzaron contra ellos y los Enanos los recibieron con el acero de sus hachas. La batalla fue cruenta y los Enanos muy pocos pero cada uno de ellos hizo pagar muy cara su vida a los Goblins. El suelo de la antecámara se volvió resbaladizo por la sangre de los Enanos y Goblins fueron derramando a medida que las flechas, los virotes, los hechizos, las hachas y las lanzas fueron cumpliendo con su labor.
En medio de toda aquella carnicería, un Enano de mirada alocada y medio muerto de hambre que balbuceaba incoherencias aprovechó la confusión reinante y se abrió paso a través de la mesa de cuerpos. Aunque no le temía las heridas esquivó incontables lanzas y flechas y no tardó en dejarlas atrás y empezar a correr por la caverna. Los Goblins Nocturnos situados en la retaguardia intentaron en vano atrapar a aquel Enano demente, pero estaba poseído por la locura y logró alejarse por los túneles y salones que no había visto desde la muerte de su señor, Ruggi Barbarroja. No tardó en encontrar un pasadizo hacia la superficie y, mientras se arrastraba hasta llegar a la luz del día, se le aclaró la mente un instante y se detuvo para mirar hacia un túnel lateral, un lugar en el que hasta los grobis temían entrar. Pero él ya había estado allí y lo que había visto iba a atormentarlo hasta el fin de los tiempos.
Luego la locura volvió a apoderase de él salió del túnel y fue a toda prisa hacia el bosque. Ya no esta prisionero, pero la pequeña parte de cordura que quedaba en él sabia bien que nunca iba a ser libre.
Secretos Desvelados[]
A medida que la batalla en las minas proseguía con furia, el prisionero Enano logró escabullirse y desaparecer por la entrada oculta de un túnel. Esta acción ofrecía a los atribulados enanos la esperanza de poder escapar de allí, ya que parecía que los Goblins no se habían percatado de la entrada. Grombold ordenó a los suyos que formasen un escudo para abrirse paso a través de las líneas de los Goblins. Se trataba de una táctica desesperada que dejaba al descubierto la retaguardia de la formación, con lo que la mayoría de los enanos murieron en el intento y sus cuerpos quedaron allí para servir de aliento a Trolls y a garrapatos cavernícolas. Los que sobrevivieron a la batalla, escaparon de las minas a través de cavernas y fisuras que parecían abiertas recientemente, Siguiendo la pista del enano, los restos de los maltrecha expedición huyó en dirección a la colina.
Batalla Precipitada[]
Airados por la incursión enana en su hogar adoptivo, los Goblins Nocturnos inundan las minas y el bosque. Mientras buscan a los Enanos que han escapado, se topan con la vanguardia de una fuerza imperial de revelo, provocando una batalla inesperada. Como los Goblins Nocturnos todavía no se han recuperado de su combate contra los Enanos y el grueso de las tropas del Imperio están de camino, la batalla es a la desesperada.
Karl Muller levantó una mano para acallar a los inexpertos herreruelos. Los mensajeros enanos les habían advertido de la presencia de una horda Goblin en esta zona del Gran Bosque, y el veterano batidor habría estado perdido de haber permitido que los pieles verdes le siguieran la pista. Calmando a su corcel, hizo una señal a los cazadores para que se adentraran en la espesura.
La marcha había sido larga, atravesando terreno en mal estado y ahora casi había atardecido. No era el momento ideal para efectuar una incursión en territorio enemigo, especialmente si se traba de Goblins. ya que eran mucho más audaces cuando caía la noche.
Los pensamientos de Muller se interrumpieron abruptamente cuando este percibió un movimiento a su izquierda. Mientras alcanzaba su pistola de repetición, mientras media docena de Goblins ataviados de negro surgieron de la espesura con un chillido repentino. La yegua de Muller se encabritó, obligandole a errar el tiro. Sin embargo, los Goblins fueron reducidos tan pronto como aparecieron, ya que los jóvenes herreruelos habían desatado una lluvia de proyectiles. Los disparos rompieron el silencio opresivo del bosque. Cuando el humo se aclaró, Muller logró divisar a los cazadores a través de los árboles; sus tropas estaban luchando contra más Goblins, aniquilando a las viles criaturas con una gran precisión en el tiro.
"¡Por el Emperador y Taal!" rugió el batidor, espoleando a su montura. Los pistoleros, dispuesto para la acción, le siguieron y la vanguardia imperial irrumpió desde sus posiciones ocultas. Los arcabuceros y los alabarderos formaron una línea, mientras los jinetes se precipitaban en el bosque para enfrentarse al enemigo. Sus gritos de guerra se vieron correspondidos por chillidos guturales, mientras los Goblins Nocturnos y los garrapatos de dientes afilados emergían de las profundidades del bosque. La batalla continuaba.
¡Apresad al Enano![]

Los Enanos, exhaustos, se sintieron aliviados de unir sus fuerzas a las imperiales. Mientras Grombold se entrevistaba con el general imperial, cinco de los mejores guerreros Enanos se lanzaban a la búsqueda del Enano chiflado; al parecer, este enano posee conocimientos de lo oscuros secretos descubiertos en las minas...
Antes de que la expedición pueda preguntarle al respecto, resuena en la distancia el sonido de unos cuernos siniestros. Los pieles verdes se aproximan y los Enanos no van a dejar que su camarada rescatado caiga en manos de sus enemigos más odiados.
Los guerreros de Durkol se habían abierto paso hasta el centro del campo, y ahora iniciaban la ardua caminata hasta la cima de la colina. El Orco Negro sobresalía entre los humanos y enanos que bloqueaban su camino y su enorme hacha se balanceaba de izquierda a derecha, abriéndose paso a través de las filas apretadas de sus enemigos odiados. Cuando se acervaba a la cima, ordenó a los Orcos y Goblins que protegiesen sus flancos. Pudo ver como se peleaban y empujaban, pero después de berrear uno de sus gruñidos adustos, se detuvieron para mirarle y continuar la lucha. Los Orcos Negros se abrían paso a través de la masa de cadáveres y, de repente empezaron a correr colina arriba en dirección a los taponez. Durkol babeó. Pronto, la victoria seria suya.
Entonces sus chikoz huyeron a la desbandada. Unos cohetes sibilantes les sobrevolaron y grandes explosiones empezaron a sacudir la tierra y a destrozar a los Orcos. Sus guerreros habían sido diezmados, pero Durkol seguía imperturbable. Entonces, a través del humo, distinguió la punta de una lanza. Después vio otra, seguida de una docena. Si hubiera sido capaz de sentir miedo, este habría sido el momento ideal de demostrarlo. Los caballeros imperiales, ataviados con una armadura dorada brillante rodeaban la cima de la colina e iniciaban la carga. Durkol emitió un rugido bestial para llamar la atención de los guerreros a su izquierda y hacer frente a la atronadora carga de caballería.

Grombold Kruddsson observó como los Caballeros del Sol Llameante iniciaban la carga y rogó a Grungni para que los humanejoz le dejaran tiempo suficiente. El sudor se deslizó por su frente y la sangre orca por la hoja de su hacha rúnica, aunque sabía que la batalla estaba a punto de acabar. Hizo acopio de energías y, junto a sus leales Mineros alcanzó la cima de la colina, donde les aguardaban los rostros agotados de los suyos. El Enano chiflado estaba herido y exhausto, parecía pálido y a punto de morir. Yacía en el suelo tosiendo débilmente.
Grombold se inclinó y le ofreció un trago de cerveza y, de repente, el enano de barba roja le agarró de la muñeca y abrió los ojos ampliamente.
- "¡Lo encontramos!" -jadeó. "En una caverna... abierta por un terremoto. ¡Por las hachas de Valaya!, lo vimos..."
- "¿Qué? ¿Qué visteis?" -insistió Grombold.
- "¡La... Corona Némesis!" -susurró el Enano chiflado y después perdió el conocimiento.
Grombold disponía de poco tiempo para sopesar aquellas palabras, ya que los Goblins estaban cerca. Se volvió para enfrentarse al enemigo, con el hacha en la mano. Tras lo que acababa de oír, le invadió un sentimiento de terror y determinación por igual, el enano juró por sus ancestros que aquel día ningún piel verde se aventuraría a poner un pie en la colina.
Fuentes[]
- White Dwarf 143, págs. 60 a 65.
- White Dwarf 144, págs. 60 a 66.