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Night-gobbos

Snikkit se agachó mientras la bala de cañón destruía la cara de roca pocos centímetros de su cabeza. Fragmentos de granito salieron disparados por los aires. Bajo las luces de las lunas llenas, pudo distinguir claramente los miles de ropajes oscuros de los Goblins que se movían como sombras por el escapado valle.

"Jefe, ¿eztá zeguro de ke vuestro aztuto plan funzionara? -gimió, limpiándose la gruesa capa de polvo de sus ropajes negros-. Eze muro pareze muy gruezo y no kreo ke podamoz pazar por enzima, ni zikiera zin ezos taponez disparándonos". Sus palabras quedaron ahogadas por un grito que era una mezcla de terror y placer. Un Goblin Volador salio disparado por encima de sus cabezas, catapultado hacia los aires hasta desaparecer en la negrura de la noche en dirección a los gruesos muros de la fortaleza enana. Los sólidos bastiones enanos estaban cubiertos de pequeñas muescas que indicaban allí donde otros Goblins Voladores habían fracasado en sus intentos de volar; pero aun así, para mayor diversión e incredulidad de Snikkit, la larga cola de entusiastas Goblins que aguardaban su turno se extendía hasta perderse en la distancia.

A lo largo del muro este de la fortaleza, las máquinas de asedio cubrían la plana superficie de granito como una enredadera. Desde esa distancia, los Goblins que empujaban las torres no eran más que pequeñas manchas. De vez en cuando, se apoyaban alguna escala en la muralla y los Goblins empezaban a subir por ella. Inmediatamente, aparecían los defensores en lo alto de la muralla y hacían caer la escala junto con el desafortunado Goblin que estaba subiendo, que se estrellaba contra el suelo; no obstante, por cada escala que caía otra ocupaba su lugar. El asedio de Karak-Ocho-Picos se encontraba en u horrible punto muerto y, en algún momento, uno de los dos ejércitos debería ceder.

Una cantidad ingente de Goblins se movian arriba y abajo. En agun lugar en medio de ese mar de pielesverdes. Grotbag Alientoapestoso esperaba que los kaudillos mantuvieran algún tipo de orden entre los miles de gobos que habían convergido hacia el paso. Ya era suficientemente difícil mantener a su pequeña tribu unida como para coordinar el ataque de una doce más de tribus. Había visto cómo los de la tribu de los Colmillos Negros disparaban una lluvia de flechas sobre la tribu del Diente Roto. Afortunadamente, la mayor parte de los Goblins parecía que intentaba acabar con los Enanos y el ejército mantenía, aparentemente, una formación. Era cierto que la formación no era demasiado ordenada ni uniforme, pero el hecho de que las tropas estuvieran mirando todas en una misma dirección era un buen indicio.

"Snakkit, viejo koolega -dijo Grotnsh cogiendo violentamente por el cuello a su compañero -, ezte no ex el momento para pedirme ekzplikaziones, ¿komprendido? -eñ Kaudillo Goblin dejó ir a su portaestandarte-. Ezas azkerozas rataz dijeron ke eztarían akó; y máz lez vale extar". Grotbag empezaba a tener dudas de que fuera así. Los Skavens odiaban a los Enanos casi tanto como los Goblins, pero sabía muy bien que no se podía confiar en ellos. Su líder había hecho un trato con Grotbag que les permitiría acabar con esos Enanos para siempre: pero mientras los chikoz de Grotbag estaban siendo volados en pedacitos, a las ratas no se las veía por ninguna parte. Probablemente se habían escurrido por algún confortable agujero y estaban comiendo queso mientras miraban divertidas cómo morían los Goblins.

Mientras el amargo pensamiento de haber sido traicionados se abría paso hacia la mente del General Goblin, este escuchó un grito de triunfo entre las filas Goblins. Por las aspilleras y ventanas de la muralla salía un extraño gas. Era de color verde putrefacto, muy denso y asqueroso. Hasta el General Goblin podían olerlo desde la distancia. Más y más columnas de ese hediondo gas empezaron a salir de la fortaleza. Los Skaven lo habían conseguido, habían penetrado en los niveles inferiores y habían utilizado su gas venenoso, tal y como estaba planeado.

"Zabía que el viejo Garracicatrizado no nos dejaría tiradoz. Zabía ke podíamoz konfiar en ezas ratas". El General Goblin levantó su espada.

"Chikoz, atentoz a mi zeñal. Experad" Grotbag gritó por encima de los cánticos de la gran masa de exultantes Goblins. El gas verdoso empezaba a salir por la parte superior de la fortaleza. Mientras hablaba, podía ver a los Enanos saltando de los parapetos, cayendo a una muerte que parecía preferible a la asfixia y el envenenamiento que representaba los asfixiantes vapores. El ejército goblin estaba a punto para asaltar la fortaleza, mientras que los Jefes intentaban desesperadamente retener a sus tropas. Lentamente, las puertas de la fortaleza se abrieron. Era el momento que estaban esperando. Los Enanos eran incapaces de permanecer por más tiempo en el interior de la fortaleza. Conocía demasiado bien a los Enanos: sabía que preferirían morir luchando a ahogarse hasta la muerte en medio de los capores tóxicos.

"¡A la karga! ¡A por elloz, muchachoz! ¡Extaremoz ruztiendo taponez antes de ke ze ponga el zol!". Con un agudo chillido, el ejército goblin entero cargó hacia adelante. Apretadas filas de lanzas se acercaron a los Enanos y la luna desapareció cubierta por los proyectiles de los cientos de Goblins Nocturnos que cubrían las laderas de la montañas del paso. La primera oleada de Goblins Nocturnos alcanzó la formación enana pero los Enanos eran unas tropas muy disciplinadas, y Gorbag casi desfalleció al ver cómo sus chikoz vacilaban. Oleada tras oleada de Goblins se estrelló contra el sólido muro de escudos de los Enanos para ser aniquilada en cuestión de segundos. Los tapones estaban decididos a defender su fortaleza; así que lo que debería haber sido una gran victoria goblin estaba convirtiéndose poco a poco en una carnicería. Buscando a su mejor chamán, Grotbag observó el alto sombrero de colores chillones del extraño goblin que había en el centro de una unidad de chikoz. Abriéndose camino, atravesó las apelotonadas filas de tropas que lo separaban del chamán. Snikkit corrió detrás de él mientras ondeaba el estandarte. Fazbag, el chamán, se había pasado las últimas horas reuniendo personalmente un grupo de Fanáticos Goblins Nocturnos; pero, en lugar de estar luchando en primera línea de la fuerza goblin, permanecían estúpidamente juntos en la retaguardia del ejército.

"¿Ké paza akí? -gruñó Grotbag cuando finalmente llegó junto al chamán-. Me dijizte ke podríamoz aplastar fázilmente a ezos taponez". Podía intuir que la desbandad de sus gobos era inminente. De hecho, ya había visto a algunos huyendo de la batalla y, para ser honestos, tal y como iban las cosas, estaba tentado de seguirlos.

"Y azí lo haremoz. ¿Vez ezto?" -le replicó con calma Fazbag. El chamán sacó un puñado de setas de un pequeña bolsa. En la oscuridad, su parte superior brillaba con un resplandor dorado. Uno por uno, Fazbag los fue entregando a los Goblins seleccionados que se habían reunido a su alrededor. Cada uno tomó una de las setas y la masticó.

"¿Ké ez esto?", preguntó Snikkit señalando las brillantes setas que el chamán estaba volviendo a guardar cuidadosamente en su bolsa.

"Ezpera y mira", replicó el chamán señalando a los Goblins que se las habían comido. Snikkit enarcó una ceja dubitativo. Los fanáticos cogieron sus pesadas bolas de metal, que estaban atadas a ellos por medio de una corta cadena. Mientras atravesaba las atestadas filas de tropas, Snikkit se dio cuenta de que el resto de gobos se apartaban rápidamente de ellos, de forma que en pocos segundos llegaron a primera línea. Entonces se percató de por qué habían actuado así los demás gobos. Los fanáticos empezaron a hacer girar sus pesadas bolas de hierro y, rápidamente, la combinación de inercia y del peso de las bolas envió a los enloquecidos gobos hacia adelante, girando como peonzas hacia la formación defensiva de los Enanos. Por la boca sacaban espumarajos; y sus risas enloquecidas provocaron escalofríos a Snikkit. La mayoría de ellos fueron abatidos por pivotes de ballesta, pero un par lograron chocar contra la sólida línea, enviando fragmentos de escudos, cascos y carne de enano a volar por el frío aire de la noche.

Tan sólo dos Goblins enloquecidos habían conseguido abrir un agujero en la línea defensiva enana, pero eso fue suficiente. Al ver el agujero en la formación, los Goblins de la tribu de la Luna Jorobada iniciaron un asalto total. Antes de que los Enanos pudieran cerrar los agujeros en su formación defensiva, los Goblins se habían abierto paso a través de ella. Poco después, el resto de la horda verde siguió su ejemplo. En pocos instantes, los valientes defensores se vieron sobrepasados. Cada Enano fue atravesados por docenas de afiladas puntas de lanza. Engullidos por la ingente masa de atacantes, los valientes Enanos no tenían posibilidad alguna. Las puertas de Karak-Ocho-Picos estaban abiertos a la horda goblin. Regimiento tras regimiento de pielsverdes atravesó la gigantesca entrada para saquear la ciudadela.

Horas después de la batalla, Grotbag podía oír aún los aullidos de los Enanos que eran horriblemente torturados por sus chikoz. Los gases se habían disipado rápidamente y Grotbag se sentaba en el trono del rey, en el Gran Salón. A su alrededor, en el salón, se habían reunido los Goblins; y, a su izquierda, había un pequeño número de Skavens. Eran la guardia personal del Vidente Skaven con el que había llegado a un acuerdo. Los Slavens podrían quedarse las minas de los niveles inferiores mientras que los Goblins Nocturnos tomarían posesión de la fortaleza. Grotbag no confiaba en que los rastreros Skavens mantuvieran su palabra, pero ya tenía planes para acabar también con ellos. No pasaría demasiado tiempo antes de que Karak-Ocho-Picos perteneciera única y exclusivamente a los Goblins. Esta noche, pensó, unidas en esta gloriosa victoria, las dos razas beberán juntas. Esa era una noche de celebraciones.

"Chikoz, Gobos y rataz, peztadme vuestras orejaz". Al decir esto, un buen número de collares, cada uno de ellos hecho con repugnantes trofeos arrancados a sus victimas enanas, fueron arrojados hacia Grotbag, que prosiguió: "Hoy hemoz pateado el kulo a loz taponez, ekzpulzándoloz de nuestra montaña. Mañana lez patearemos de la faz del mundo, pero hoy zelebrémozlo".

Tras finalizar su discurso de la victoria, Grotbag saltó del trono y se dirigió a las bodegas, donde se había preparado el banquete. Agarró al chamán mientras pasaba por su lado: "Fazbag, viejo kolega. ¿Zabes ké me apetezaría komer?", Fazbag miró suspicazmente a Grotbag: "Errr, no ¿Ke, Jefe?" Grotbag dió unos golpecitos a la pequeña bolsa que colgaba del cuello de Fazbanf. -"Eztofado de enano y zetas".

Curiosidades[]

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