Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Al norte de las Montañas de los Lamentos, al este de Norsca (más allá del Mar Helado), se extiende una gran llanura conocida como las Estepas Orientales. Carece de cualquier forma de civilización; está formada por kilómetros de praderas vacías salpicadas por los ocasionales árboles achaparrados o monolitos negros erigidos para conmemorar la muerte de un gran paladín del Caos. Las Estepas Orientales limitan al norte con unos páramos helados, y al sur con un vasto e inhóspito desierto. Aunque es el hogar de muchas razas de una gran variedad de especies, las Estepas Orientales son célebres por encima de todo debido a las tribus de los kurgan.

Los kurgan vagan por las Estepas Orientales, siguiendo a sus manadas y librando guerras contra las tribus rivales. Al ser nómadas, dependen de monturas bajas y resistentes (que destacan por su velocidad y su capacidad para subsistir sin apenas alimentos) para cazar cabezas de ganado salvaje, antílopes y demás fauna natural.

Sociedad Kurgan.

Los kurgan son nómadas. Vagan por las Estepas Orientales siguiendo a las manadas que los sustentan. Carecen de la noción de hogar fijo, ya que el mundo siempre está cambiando; por ello se conforman con vagar de un lado a otro y vivir de la tierra. La mayoría de los viejomundanos suele cometer el error de considerar a los kurgan como un único grupo, y resulta fácil cometer este error, ya que los kurgan están viajando constantemente. En realidad, el pueblo conocido como los kurgan son varias tribus independientes que no profesan lealtad a ningún jefe ni poseen concepto alguno de nación. Luchan contra kurgans y no kurgans por igual, librando brutales batallas hasta el punto de casi extinguirse, con la misma frecuencia con la que atacan Kislev, Norsca y el Imperio. Aunque existen innumerables tribus, las más conocidas son las de los kvelligs, gharghars, tahmaks, hastlings, tokmars, yusak, khazags, avags, dolgans y los terribles kul.

Valores de los Kurgan.

En el Viejo Mundo hay una gran confusión en lo relativo a la identidad de los kurgan. Algunos creen que son una especie de mutantes, más próximos a los hombres bestia que a los humanos. Otros creen que son una raza de superhombres, ya que son enormes, musculosos, de pelo negro y todos ellos guerreros. Los hay que piensan que ni siquiera son humanos, sino demonios atrapados en carne humana (esta última creencia es más común entre los supervivientes a alguna de sus incursiones).

La cuestión es bastante sencilla. La reputación de los kurgan se debe a aquellos que se enfrentan a las huestes de guerra que bajan de las Estepas Orientales para capturar esclavos y destruir las construcciones civilizadas. Como la mayoría de los habitantes del Viejo Mundo sólo se ha encontrado a estos individuos como enemigos, creen que toda su raza está compuesta por brutos belicosos obsesionados con el saqueo y el pillaje. La verdad es que los kurgan posen una cultura tan compleja y rica como cualquier otra. Son un pueblo profundamente espiritual, y ven la obra de sus dioses en todas las cosas, desde los susurros del viento hasta el mecer de las hierbas de las Estepas. Sus dioses son dinámicos, seres que conservan el mundo en su estado natural, que es el cambio constante y el flujo perpetuo. Todo se halla en un proceso de conversión. Así, las mutaciones no son una aflicción, sino una evolución de la voluntad divina manifestada en la carne. Cuando un mortal sufre algún cambio en su forma, se dice que ha sido favorecido por el dios de su tribu y se le otorga un lugar especial dentro de su sociedad. Para fomentar estos cambios, muchos kurgan atan las cabezas de sus hijos para que crezcan con formas peculiares, alargadas y deformes. Como el cuerpo es la expresión física de lo divino, los kurgan hacen especial hincapié en la fuerza y maestría de la forma física.

Cultura Kurgan.

Aunque existen diferencias entre cada una de las tribus (siendo la más destacada el dios al que veneran), todas ellas valoran la fuerza más que ninguna otra virtud. Son un pueblo de guerreros curtidos; sus rasgos más estimados son el coraje, la habilidad y la fuerza de sus músculos. El guerrero más poderoso de la tribu recibe el título de zar (que en su idioma significa "jefe tribal"). Este cargo se mantiene mediante el poder, el favor de su divino maestro y la lealtad de sus guerreros, que debe ganarse concediendo regalos a cambio de su servicio. La escarificación facial es el símbolo más evidente de la capacidad de un zar, y una vez ganada una batalla, el chamán (un hechicero del Caos) practica una incisión en la mejilla del líder.

Por debajo del zar están sus audaces y salvajes guerreros, que viven para combatir. Después de cada batalla, el zar reparte el botín entre sus guerreros, y quienes cuentan con su favor reciben las mejores partes. El oro, la plata y demás metales preciosos se funden para fabricar brazaletes. Aquél que tiene mayor número de brazaletes es quien ha logrado más victorias, y el resto de la tribu le profesa un gran respeto y temor.

Cuando no están luchando, los guerreros abastecen al resto de la tribu en calidad de cazadores. Cabalgan hacia las estepas para abatir a algún antílope o res con la que alimentar a la tribu. Esta es también una oportunidad para que los guerreros demuestren su valía ante sus congéneres, y a menudo llevan engendros del Caos y otras criaturas para celebrar suntuosos festines. De esta forma no sólo alimentan a la tribu, sino que también se mantienen en forma para cuando sean convocados a la batalla.

Esclavos.

Los kurgan son también notorios esclavistas. Como parte del botín de guerra, capturan a los supervivientes y les tatúan la cara con la marca de un zar concreto. La tinta usada para estos tatuajes suele contener cierta cantidad de piedra de disformidad, para comenzar el proceso de mutación y destruir con ella toda lealtad previa del esclavo.

Un esclavo se considera una inversión. El zar debe alimentar y vestir a sus esclavos, y mantenerlos lo bastante sanos y robustos para que le puedan servir. A cambio de sus atenciones, los esclavos están obligados a luchar por él. Las tribus rivales enfrentan a sus esclavos en arenas de combate. Como capturan esclavos de los mismos lugares, es muy común que viejos camaradas se vean obligados a luchar entre sí en sangrientos duelos a muerte. Los que ganan estos combates consiguen mayor libertad y posición, y quienes se alzan victoriosos en repetidas ocasiones pueden incluso quedar libres de la esclavitud y convertirse en miembros plenos de la tribu, posiblemente incluso desplazando al mismísimo zar.

Chamanes.

Como los dioses están muy activos en las vidas del pueblo kurgan, sus servidores ejercen una influencia increíble sobre la tribu. Los chamanes se vinculan a los caudillos que han logrado grandes victorias en combate; en cierto sentido, se casan con un zar. Disponer del servicio de uno de estos hechiceros es señal de gran favor de los dioses. Los chamanes llevan a cabo rituales, lanzan hechizos y emplean malignas brujerías para ayudar a las huestes de guerra en sus incursiones contra el odiado Imperio. Las tribus kurgan que veneran al Rey de los Cráneos no tienen interés alguno en la magia, por lo que matan a estos hechiceros dondequiera que los encuentran.

Mujeres.

Las mujeres ocupan un extraño lugar en las tribus kurgan. Como pueblo, carecen del concepto de matrimonio, tan sólo el de reproducción. Una mujer escoge a sus compañeros en función de su fama y su superioridad en el campo de batalla. Las mujeres que engendran hijos de grandes guerreros ocupan un lugar especial en la tribu, mientras que las que se conforman con los guerreros débiles y sin éxito son tratadas con desprecio hasta que sus hijos puedan demostrar lo que valen.

Aunque los hombres proporcionan gran parte de la comida, las mujeres también recolectan alimentos en las estepas. Pasan todo el día cosechando cereales para molerlos y elaborar harina, y también recogen otros alimentos vegetales en su recorrido por la región. Al final del día, las mujeres reparten semillas para reabastecer lo que han cogido de cara a la próxima vez que pasen por el mismo lugar.

Religión.

Los kurgan veneran a las Fuerzas Malignas. Consideran a estos dioses aspectos del mundo natural. Si cae un rayo, puede deberse a la voluntad de Tchar, El que Cambia las Cosas, mientras que una epidemia podría ser una bendición de Nieglen, el Padre de las Plagas. Cada piedra, cada planta, incluso las mismas nubes que flotan en el cielo encierran los secretos de los dioses.

Ninguno de los dioses oscuros ejerce más influencia que los demás. Una tribu concreta podría ser partidaria de un único dios, o incluso de un par de ellos. Algunas tribus veneran a los cuatro, y hasta incluyen a alguno más. En términos generales, los kurgan conocen a las Fuerzas Malignas por los nombres de Khorne, Loesh (Slaanesh), Nieglen (Nurgle) y Tchar (Tzeentch).

Los Kurgan y la Guerra.

Los kurgan creen que librar guerras es su deber, pues la guerra es la portadora del mayor cambio de todos: la muerte. Tales incursiones se aprovechan para saquear y mejorar el estatus dentro de la tribu, o incluso para obtener el favor de los dioses oscuros. Más al oeste, los kul, dolgans y hastings acosan regularmente Kislev, enviando incursores a través del paso elevado para atacar despiadadamente a los stanista dispersos entre las sombras de las montañas. Las demás tribus luchan entre sí casi constantemente, robándose mutuamente las mujeres y provisiones hasta que alguna tribu les devuelve el favor. Aun siendo las incursiones una parte importante de la vida de los kurgan, muchas las realizan en los Desiertos del Caos, donde cazan para conseguir carne o para demostrar su fuerza a sus amos infernales.

Al llevar una vida de batallas continuadas, este pueblo es especialmente duro y peligroso. La guerra es una piedra angular de sus creencias, y consideran que la muerte en combate es la expresión definitiva de la gloria divina. Cuando los ejércitos del Caos se congregan en el norte, las tribus kurgan responden a la llamada. Abandonan sus pastizales y toman las armas junto a las ingentes hordas de demonios y mutantes en su cruzada para arrasar el Viejo Mundo. Esta disposición no sólo se debe a su sentido del deber para con los dioses oscuros, sino también al hecho de que estas guerras les son muy provechosas. La destrucción de toda una ciudad enemiga proporciona a los kurgan acceso a más recursos y contribuye a regular su propia población. Y cuando la guerra toca a su fin, los kurgan abandonan la horda y colonizan el nuevo territorio tan rápidamente como se unieron a ella.

Si hay algo que se puede decir de los kurgan es que son muy meticulosos a la hora de masacrar a sus enemigos. Despedazan a cualquiera que crea poder enfrentarse a ellos, y persiguen a los fugitivos hasta el fin del mundo. Los supervivientes (los que no sucumben a sus heridas) son sometidos a una vida de esclavitud y penurias.

Al final de cada batalla, los kurgan reparten el botín de guerra y amontonan a sus víctimas en grandes hogueras que arden durante días. Una vez que se extinguen las llamas, utilizan a sus esclavos para que saquen los cráneos, y ellos mismos los apilan en montículos. El kurgan que tenga más cráneos y los apile más rápidamente recibe un gran honor: una cicatriz en su mejilla para señalar su victoria.

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