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Bárbaro del Caos de Ryan Barger

Los Kurgans son uno de los pueblos más importantes de los territorios del Norte, famosos por ser grandes guerreros, incluso entre los demás pueblos guerreros de la región. Se dice que incluso sus mujeres son diestras con la espada y el hacha y que se lanzan ansiosamente al combate. Son una raza salvaje, misteriosa y temida, que cabalga sobre corceles tan veloces que les permiten recorrer la tierra tan rápido como los pájaros. Sus dominios se encuentran lejos del Viejo Mundo, sin embargo, su velocidad de movimiento es tal que uno nunca puede estar seguro de dónde o cuándo se producirá su próximo ataque.

Descripción[]

Guerrero Bárbaro del Caos por Adrian Smith Kurgan

Miles de generaciones de vivir bajo condiciones adversas les han echo aumentar de tamaño respecto al resto de los humanos del Viejo Mundo. Lo que acentúa todavía más este hecho es la tradición de exponer a merced de los elementos a sus hijos imperfectos y malformados, eliminando así las líneas de sangre débiles. Los kurgans tienen tendencia a ser más morenos que la mayoría de la gente del Imperio, siendo muy común el pelo de color negro azabache.

Los kurgans viven en familias tribales, al igual que hacen los Norses, pero no en ciudades o aldeas asentados, sino en grupos errantes que deambulan por la inmensidad de las estepas y los desiertos con su ganado. Están liderados por jefes que reclaman una conexión especial con sus dioses, que les dictan la dirección a la que viajar. Viajan con sus familias enteras, por lo que muchos de ellos literalmente nacen en la silla de montar. Debido a su estilo de vida, para los Kurgans cabalgar es tan normal como caminar, por lo que no suelen levantar estructuras muy duraderas, a excepción de los enormes obeliscos erigidos en honor de guerreros muertos en combate.

Los kurgans vagan por las Estepas Orientales siguiendo a las manadas que los sustentan y librando guerras contra las tribus rivales. Al ser nómadas, dependen de monturas bajas y resistentes (que destacan por su velocidad y su capacidad para subsistir sin apenas alimentos) para cazar cabezas de ganado salvaje, antílopes y demás fauna natural. Carecen de la noción de hogar fijo, ya que el mundo siempre está cambiando; por ello se conforman con vagar de un lado a otro y vivir de la tierra. La mayoría de los viejomundanos suele cometer el error de considerar a los kurgans como un único grupo, y resulta fácil cometer este error, ya que los kurgans están viajando constantemente.

Correligionarios de la Garra de Muerte por Chris Trevas Bárbaros del Caos

En realidad, el pueblo conocido como los kurgans son varias tribus independientes que no profesan lealtad a ningún jefe ni poseen concepto alguno de nación. Luchan contra kurgans y no kurgans por igual, librando brutales batallas hasta el punto de casi extinguirse, con la misma frecuencia con la que atacan Kislev, Norsca y el Imperio. El pueblo de los Kurgans supera a todos los demás bárbaros en su salvaje estilo de vida. Aunque tienen la apariencia de humanos, siguiendo un patrón muy feo, la mayoría de estos muestran alguna mácula del Caos, ya sea benigno o no, y estas marcas son ostentosas y exhibidas para mostrar el interés que los señores de la oscuridad han mostrado sobre ellos. Muchos van más allá y tratan de hacer que sus hijos sean aún más grotescos vendando sus cráneos cuando todavía son jóvenes, para que sus cabezas crezcan de la manera larga y delgada tan distintiva de su gente.

Apenas han avanzado en la civilización, pues no usan el fuego, ni ningún tipo de de gusto en la preparación de su comida, alimentándose de raíces que encuentran en los campos, y de carne medio cruda de cualquier clase de animal. Y se dice medio cruda, pues le dan un tipo de cocción colocándolo entre sus propios muslos y el lomo de sus caballos.

Territorio[]

Ejército del Caos 2

Los pocos cartógrafos que reconocen la existencia de los Kurgans los consignan a un rincón lejano del mapa, pero de hecho su territorio supera con creces el de cualquier otro reino humano. De hecho, todo lo que es el Imperio desde el Mar de las Garras hasta las Montañas del Fin del Mundo encajaría varias veces dentro del territorio que controlan los Kurgans.

Las Estepas Orientales son planicies masivas con extensiones interminables de pastizales secos y sin árboles, que se encuentran más allá de la gran cadena montañosa conocida como las Montañas de los Lamentos. Limitan con las heladas tierras del norte, con un gran desierto al sur y con las poderosas tierras de Catay, muy al este. Sobre este vasto territorio hay muchas tribus, tanto de humanos como de otras razas, pero en las áreas norteñas que se encuentran dentro de la Umbra, los Kurgan son maestros indiscutibles.

Jinetes Bárbaros por Tyler James

Sin embargo, ni siquiera esta extensión da la medida aproximada de sus dominios, ya que los Kurgans no reconocen fronteras ni límites, excepto tal vez por esa última frontera al norte. Ningún obstáculo puede detenerlos; sus determinadas monturas los llevan como el viento sobre las altas montañas, los grandes desiertos y los caudalosos ríos. Viajan a donde quieran, y hay pocos que se atrevan a oponerse.

Los Kurgans viajan casi invariablemente a caballo, algunos con carromatos para cargar tiendas y altares. Hay algunos grupos que no montan, si no que eligen vagar a pie, posiblemente porque han perdido sus monturas a causa de alguna enfermedad o accidente, o porque se han asentado permanentemente en algún lugar abandonado. No se sabe por qué elegirían alterar por completo su estilo de vida de esa manera. Tal vez hay algo de importancia en el lugar, por lo que no es completamente inaudito para una tribu apoderarse de la tierra que ha atacado, y luego intentar defenderla, mientras arrebatan riquezas de dicho territorio.

Con todo, la mayoría de ellos están en constante movimiento, ya sea a lo largo de antiguas rutas entre el verano y el invierno, o recorriendo las estepas aparentemente al azar. Es esta fluidez lo que les permite el mayor favor cuando la Umbra se expande y las oscuras legiones marchan al frente. Los Kurgans son los más aptos y lo que están más dispuestos a unirse a estas cruzadas malditas, ya que son capaces de poner a disposición a a todos y cada uno de los miembros de su raza.

Tribus Kurgans[]

Cabezas bárbaros del Caos

Como ya se ha indicado, el pueblo de los Kurgans está conformado por innumerables tribus menores. Aunque se puede escribir los nombres de ciertas tribus en un mapa, esto solo dará la indicación más estrecha de su verdadera extensión y ubicación. Porque en la inmensidad de la estepa no hay confinamientos, y se confía mucho más en la relación con la horda con la que cabalgan que en el gran nombre tribal. En cierto sentido, la tribu de los Kurgan es aquella gente con la que se viaja, sin importar su origen, sus posesiones serán aquellas que puedan llevar consigo, y su tierra será allá donde sea que se encuentren. Algunas de las tribus más conocidas son las siguientes:

Valores de los Kurgans[]

Músico Bárbaro del Caos por Adrian Smith

En el Viejo Mundo hay una gran confusión en lo relativo a la identidad de los kurgans. Algunos creen que son una especie de mutantes, más próximos a los hombres bestia que a los humanos. Otros creen que son una raza de superhombres, ya que son enormes, musculosos, de pelo negro y todos ellos guerreros. Los hay que piensan que ni siquiera son humanos, sino demonios atrapados en carne humana (esta última creencia es más común entre los supervivientes a alguna de sus incursiones).

La cuestión es bastante sencilla. La reputación de los kurgans se debe a aquellos que se enfrentan a las huestes de guerra que bajan de las Estepas Orientales para capturar esclavos y destruir las construcciones civilizadas. Como la mayoría de los habitantes del Viejo Mundo sólo se ha encontrado a estos individuos como enemigos, creen que toda su raza está compuesta por brutos belicosos obsesionados con el saqueo y el pillaje. La verdad es que los kurgans posen una cultura tan compleja y rica como cualquier otra. Son un pueblo profundamente espiritual, y ven la obra de sus dioses en todas las cosas, desde los susurros del viento hasta el mecer de las hierbas de las Estepas. Sus dioses son dinámicos, seres que conservan el mundo en su estado natural, que es el cambio constante y el flujo perpetuo.

Todo se halla en un proceso de conversión. Así, las mutaciones no son una aflicción, sino una evolución de la voluntad divina manifestada en la carne. Cuando un mortal sufre algún cambio en su forma, se dice que ha sido favorecido por el dios de su tribu y se le otorga un lugar especial dentro de su sociedad. Para fomentar estos cambios, muchos kurgans atan las cabezas de sus hijos para que crezcan con formas peculiares, alargadas y deformes. Como el cuerpo es la expresión física de lo divino, los kurgans hacen especial hincapié en la fuerza y maestría de la forma física.

Cultura Kurgan[]

Aunque existen diferencias entre cada una de las tribus (siendo la más destacada el dios al que veneran), todas ellas valoran la fuerza más que ninguna otra virtud. Son un pueblo de guerreros curtidos; sus rasgos más estimados son el coraje, la habilidad y la fuerza de sus músculos. El guerrero más poderoso de la tribu recibe el título de zar (que en su idioma significa "jefe tribal"). Este cargo se mantiene mediante el poder, el favor de su divino maestro y la lealtad de sus guerreros, que debe ganarse concediendo regalos a cambio de su servicio. La escarificación facial es el símbolo más evidente de la capacidad de un zar, y una vez ganada una batalla, el chamán (un hechicero del Caos) practica una incisión en la mejilla del líder.

Por debajo del zar están sus audaces y salvajes guerreros, que viven para combatir. Después de cada batalla, el zar reparte el botín entre sus guerreros, y quienes cuentan con su favor reciben las mejores partes. El oro, la plata y demás metales preciosos se funden para fabricar brazaletes. Aquél que tiene mayor número de brazaletes es quien ha logrado más victorias, y el resto de la tribu le profesa un gran respeto y temor.

Cuando no están luchando, los guerreros abastecen al resto de la tribu en calidad de cazadores. Cabalgan hacia las estepas para abatir a algún antílope o res con la que alimentar a la tribu. Esta es también una oportunidad para que los guerreros demuestren su valía ante sus congéneres, y a menudo llevan engendros del Caos y otras criaturas para celebrar suntuosos festines. De esta forma no sólo alimentan a la tribu, sino que también se mantienen en forma para cuando sean convocados a la batalla.

Esclavos[]

Los kurgans son también notorios esclavistas. Como parte del botín de guerra, capturan a los supervivientes y les tatúan la cara con la marca de un zar concreto. La tinta usada para estos tatuajes suele contener cierta cantidad de piedra de disformidad, para comenzar el proceso de mutación y destruir con ella toda lealtad previa del esclavo.

Un esclavo se considera una inversión. El zar debe alimentar y vestir a sus esclavos, y mantenerlos lo bastante sanos y robustos para que le puedan servir. A cambio de sus atenciones, los esclavos están obligados a luchar por él. Las tribus rivales enfrentan a sus esclavos en arenas de combate. Como capturan esclavos de los mismos lugares, es muy común que viejos camaradas se vean obligados a luchar entre sí en sangrientos duelos a muerte. Los que ganan estos combates consiguen mayor libertad y posición, y quienes se alzan victoriosos en repetidas ocasiones pueden incluso quedar libres de la esclavitud y convertirse en miembros plenos de la tribu, posiblemente incluso desplazando al mismísimo zar.

Mujeres[]

Las mujeres ocupan un extraño lugar en las tribus kurgans. Como pueblo, carecen del concepto de matrimonio, tan sólo el de reproducción. Una mujer escoge a sus compañeros en función de su fama y su superioridad en el campo de batalla. Las mujeres que engendran hijos de grandes guerreros ocupan un lugar especial en la tribu, mientras que las que se conforman con los guerreros débiles y sin éxito son tratadas con desprecio hasta que sus hijos puedan demostrar lo que valen.

Aunque los hombres proporcionan gran parte de la comida, las mujeres también recolectan alimentos en las estepas. Pasan todo el día cosechando cereales para molerlos y elaborar harina, y también recogen otros alimentos vegetales en su recorrido por la región. Al final del día, las mujeres reparten semillas para reabastecer lo que han cogido de cara a la próxima vez que pasen por el mismo lugar.

Además, no es raro ver alguna que otra mujer guerrera kurgan, especialmente en tiempos más recientes.

Religión[]

Estrella del Caos 02

En general, los kurgans no se concentran en la adoración de un dios en particular. Consideran a estos dioses aspectos del mundo natural. Si cae un rayo, puede deberse a la voluntad de Tchar, El que Cambia las Cosas, mientras que una epidemia podría ser una bendición de Nieglen, el Padre de las Plagas. Cada piedra, cada planta, incluso las mismas nubes que flotan en el cielo encierran los secretos de los dioses.

Ninguno de los dioses oscuros ejerce más influencia que los demás. Una tribu concreta podría ser partidaria de un único dios, o incluso de un par de ellos. Algunas tribus veneran a los cuatro, y hasta incluyen a alguno más. En términos generales, los kurgans conocen a las Fuerzas Malignas por los nombres de Khorne, Loesh (Slaanesh), Nieglen (Nurgle) y Tchar (Tzeentch).

Chamanes[]

Como los dioses están muy activos en las vidas del pueblo kurgan, sus servidores ejercen una influencia increíble sobre la tribu. Los chamanes se vinculan a los caudillos que han logrado grandes victorias en combate; en cierto sentido, se casan con un zar. Disponer del servicio de uno de estos hechiceros es señal de gran favor de los dioses. Los chamanes llevan a cabo rituales, lanzan hechizos y emplean malignas brujerías para ayudar a las huestes de guerra en sus incursiones contra el odiado Imperio. Las tribus kurgan que veneran al Rey de los Cráneos no tienen interés alguno en la magia, por lo que matan a estos hechiceros dondequiera que los encuentran.

Los Kurgans y la Guerra[]

Bárbaros del Caos por Adrian Smith

Los kurgans creen que librar guerras es su deber, pues la guerra es la portadora del mayor cambio de todos: la muerte. Tales incursiones se aprovechan para saquear y mejorar el estatus dentro de la tribu, o incluso para obtener el favor de los dioses oscuros. Más al oeste, los kul, dolgans y hastings acosan regularmente Kislev, enviando incursores a través del paso elevado para atacar despiadadamente a los stanista dispersos entre las sombras de las montañas. Las demás tribus luchan entre sí casi constantemente, robándose mutuamente las mujeres y provisiones hasta que alguna tribu les devuelve el favor. Aún siendo las incursiones una parte importante de la vida de los kurgan, muchas las realizan en los Desiertos del Caos, donde cazan para conseguir carne o para demostrar su fuerza a sus amos infernales.

Al llevar una vida de batallas continuadas, este pueblo es especialmente duro y peligroso. La guerra es una piedra angular de sus creencias, y consideran que la muerte en combate es la expresión definitiva de la gloria divina. Cuando los ejércitos del Caos se congregan en el norte, las tribus kurgans responden a la llamada. Abandonan sus pastizales y toman las armas junto a las ingentes hordas de demonios y mutantes en su cruzada para arrasar el Viejo Mundo. Esta disposición no sólo se debe a su sentido del deber para con los dioses oscuros, sino también al hecho de que estas guerras les son muy provechosas. La destrucción de toda una ciudad enemiga proporciona a los kurgans acceso a más recursos y contribuye a regular su propia población. Y cuando la guerra toca a su fin, los kurgans abandonan la horda y colonizan el nuevo territorio tan rápidamente como se unieron a ella.

Portada novela Blades of Chaos por Paul Dainton

Los Kurgan combaten sin un orden estándar de batalla, pero al ser extremadamente rápidos y repentinos en sus movimientos, se dispersan y luego se unen rápidamente en grupos sueltos. Se dispersan por las vastas llanuras, superando los terraplenes, y saquean el campamento de su enemigo casi antes de que se haya dado cuenta de su presencia. Son guerreros terribles, ya que cuando están en combate cuerpo a cuerpo con espadas y mayales, pelean sin tener en cuenta su propia seguridad, y mientras su enemigo intenta detener el ataque de las espadas, lo enredarán con sus cadenas para que pierda toda capacidad de caminar o cabalgar.

Si hay algo que se puede decir de los kurgans es que son muy meticulosos a la hora de masacrar a sus enemigos. Despedazan a cualquiera que crea poder enfrentarse a ellos, y persiguen a los fugitivos hasta el fin del mundo. Los supervivientes (los que no sucumben a sus heridas) son sometidos a una vida de esclavitud y penurias.

Al final de cada batalla, los kurgans reparten el botín de guerra y amontonan a sus víctimas en grandes hogueras que arden durante días. Una vez que se extinguen las llamas, utilizan a sus esclavos para que saquen los cráneos, y ellos mismos los apilan en montículos. El kurgan que tenga más cráneos y los apile más rápidamente recibe un gran honor: una cicatriz en su mejilla para señalar su victoria.

Barbaros del Caos Imagen 5ª

Para los jinetes unirse a una horda más grande supone una gran ventaja, ya que pueden cabalgar como exploradores y hacerse con los botines más fáciles, y cuando la horda es inevitablemente obligada a retroceder o las ganancias menguan, siempre pueden escapar de las vengativas fuerzas enemigas que marchan contra ellos. De esta manera, las tribus de jinetes pueden seguir a estas hordas, y cuando finalmente se encuentran lejos de donde comenzaron se van por su cuenta. Por lo tanto, se pueden encontrar por todo el mundo conocido, llegando a cualquier ciudad, a cualquier puerta, incluso mientras las personas ciegas ante su presencia duermen bajo una falsa seguridad.

No hay fronteras, castillos, ni territorios que puedan servir de defensa contra los jinetes de las Tierras Sombrías, ya que no se preocupan por nada. Se mueven a voluntad a través de las llanuras, colinas y ríos, ninguna barrera puede contenerlos ni ningún ejercito detenerlos. En comparación, las fuerzas del Viejo Mundo se suelen desplazar lentamente, como caracoles que deben arrastrarse hacia adelante, y solo pueden luchar contra ellos allí donde su enemigo se muestra dispuesto. Los jinetes Kurgan no tienen ni honor ni osadía, nunca se enfrentarán con nuestras fuerzas directamente en una batalla decisiva, sino que huirán cuando se enfrenten a hombres decididos y solo tornarán para atacar y matar a los débiles, inocentes y mal preparados. Y cuando lo hacen, es sin ninguna misericordia de la compasión humana, como cuando Marcia Naissus registró la destrucción de una ciudad en los Reinos Fronterizos:

"Hubo tanta matanza y derramamiento de sangre que nadie pudo contar a los muertos. Los Kurgan saquearon los templos y los santuarios, y mataron a los sacerdotes y vírgenes. De esta manera devastaron esta tierra que nunca volverá a levantarse ni será como antes. Incluso años después, cuando volvimos a pasar por allí, tuvimos que acampar fuera de la ciudad, porque estaba cubierta de huesos humanos y el hedor de la muerte era tan grande que nadie podía entrar en el asentamiento."

La condenación del Gran Kurgan[]

Sería dicho en días antiguos, incluso antes de que el Gran Muro del Este se alzara, o que Sigmar el portador del martillo surgiera de las tierras verdes de Reik, que más allá de las Montañas de los Lamentos, crecía al este el poderoso imperio de los Kurgans. Su cruel dominio cubría las vastas estepas y se extendía ampliamente, un imperio de ágiles jinetes, bestias que rugían y temidos sortilegios que diezmaban a sus enemigos más rápido que cualquier flecha y cuyos filos de sus guerreros eran humedecidos constantemente con sangre. Tan poderoso era este imperio sin fortalezas ni fronteras que su gobernante era conocido solo como el Gran Kurgan, ya que sus dominios no eran sino una extensión de su voluntad. El Gran Kurgan reunió a todos los integrantes de su vasta raza belicosa mediante la guerra y la conquista, quienes llevaban su nombre bajo su yugo. Aquellos que se le opusieron fueron machacados por completo. Aquellos que se postraban a sus pies fueron convertidos en esclavos. Tan solo los poderosos podrían aspirar a ser dignos de ser reclutados en su inmensa hueste. Tan solo se arrodillaría ante los dioses del Caos.

Con una ansia inacabable de poder sobre las estepas y su gente, el Gran Kurgan rezó a los vientos del norte, sur, este y oeste. Rezó a la tierra y al cielo y a la lluvia. Rezó al sol por la mañana y por la noche a la Luna Oscura que le seguía en su alzamiento, otorgando muchas ofrendas de cautivos y saqueos. El Gran Kurgan era poderoso, pero sabía que las fuerzas que gobernaban los reinos dementes del Más Allá del Norte (Uttermost North) eran más poderosos aún, y un pacto con ellos se vincularía, y el poder que le darían, y la promesa de que no fallaría. El Gran Kurgan tenía muchas esposas, pero solo le habían dado cuatro hijos: cuatro hermanos que eran fieros rivales por el favor de su padre y la gloria de la conquista, hijos que ahora habían llegado a la edad, hijos prometidos a los Dioses del Caos.

Un día el Gran Kurgan reunió a sus hijos y les diría "Hijos míos, los dioses se ven complacidos en darme el dominio de todas las tierras de los Kurgan y las de más allá. Mi reino se extiende lejos y mis conquistas han sido muchas. Poderosos ejércitos de hombres, Orkos y Enanos he arrasado ante mí, lanzando a sus muertos en pilas tan altas como montañas que atestiguan mi gloria en los reinos de más allá. Nunca antes los Kurgan han conocido tal grandeza, ni tal gloria en batalla, y solo mencionar nuestro nombre conduce al miedo en los corazones del mundo".

Los hijos del Gran Kurgan corearon de júbilo pues estaban ansiosos de derramar la sangre de los enemigos de su padre, quienquiera que fuesen, pero en ese momento entre la ciudad de tiendas de los Kurgan una tormenta entró en erupción para acallar sus risas. Un viento lacerante asaltó a la multitud Kurgan, portando extraños olores a sangre, putrefacción, perfume y fuego abrasador. Ante este presagio todos se postraron en el suelo en señal de obediencia fuese un guerrero, hechicero o esclavo, ya que los Dioses del Caos se habían personificado.

En la tienda del Gran Kurgan, los estandartes y trofeos fueron derribados intenciionadamente y los cuatro hijos fueron presa del miedo mientras su padre se arrodillaba sabiendo era el tiempo de pagar el elevado precio que había sido pactado con los Dioses del Caos por sus victorias. Lanzando una mirada amarga sobre sus preciosos hijos dijo: "Por cada trato, hay un precio, y es el placer de los dioses el tomar de un hombre lo que más atesora, aunque éste no conocería su valor antes de que fuese demasiado tarde. Ahora debo pagar mis deudas".

La ciudad de tiendas de campaña repentinamente se llenó con seguidores de los Dioses Oscuros en toda su infinita variedad. Los Daemons llegaron, haciendo cabriolas y arrasando, daemons de podredumbre y matanza, daemons del exceso y de la transformación, llegaron para recolectar su deuda por el pago de un pacto. Los Grandes Dioses del Caos se llevaron a los hijos del Gran Kurgan, cuatro almas gritando mientras eran transfigurados con el stigmata de cada uno de los patrones del Gran Kurgan: Khorne -- Señor de la Batalla empapado en sangre, Nurgle -- Padre Corrupto de las Plagas, Slaanesh -- Príncipe de los Placeres y Tzeentch -- El que Cambia las Cosas.

Con sus únicos hijos tomados, el Gran Kurgan no derramó lágrimas, sino alzó su cáliz hecho de cráneo para darle las gracias a sus maestros, incluso aunque desde ese día para él cada victoria sería vacía y cada placer le sabría a ceniza. Con el pacto completado, los dioses volubles volvieron su atención a otro lado, y recibieron las pregarias del Gran Kurgan con un frío silencio. Aunque aún poderoso, una sombra de malos presagios le seguiría ahora al Gran Kurgan, y los hombres susurraban oscuras cosas a su paso y los guerreros hacían ofrendas a los dioses tras pasara su sombra para evitar su maldición.

Pronto, ante la falta de descendencia que seguirle, intrigas y asesinatos se extendieron ampliamente entre sus jefes y hechiceros, cada uno compitiendo por su propia gloria y poder ahroa que su sucesión estaba marcada como finalizada. Así que, pasados un puñado de años, el Gran Kurgan vio como su elogiado imperio cayó en desgracia, su gloria arrasada hasta quedar el polvo. Cuando el Gran Kurgan finalmente murió, nadie habló de su destino final, conviertiéndose en una leyenda casi olvidada para los hombres del norte, salvo en charlas de fogatas.

Pero para sus cuatro hijos, entregados antes los Vientos del Caos, se decía que los dioses tenían otros planes para sus juguetes, y con el tiempo, cada uno tendrían una condenación a medida para ellos.

Fuentes[]