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Capitan del Imperial de Altdorf

Kristoph Ledigar es un veterano General de Altdorf, el cual estaba al mando de una expedición que fue enviada a Lustria, con el objetivo de encontrar más tabillas de adivinación.

Esta armado con el Martillo de Santa Catalina.

La Expedición de Ledigar acabo luchando en la Batalla de Chapotek.

Historia[]

El nombramiento del General Kristoph Ledigar como líder de la expedición causó ciertas habladurías. El General era un militar muy dotado, estratega hábil y muy respetado por los soldados. Pero también era un hombre de avanzada edad y se había hablado ya de su retiro. Las malas lenguas dijeron que el Emperador concedía así a Ledigar una última gesta. Si la expedición tenia éxito, supondría un último rizo en la ya florida carrera del General, si fracasaba, la defensa de las frontera Imperiales no se vería especialmente afectada.

Ledigar ignoraba esos rumores, mostrando su habitual eficacia en el llamamiento de sus tripas. Para ello contó con la asistencia incondicional del Hechicero Ámbar Jurgen Helvitt. Este, un hombre fornido y grandilocuente, había luchando junto a Ledigar en varias ocasiones y los dos viejos camaradas mantenían una amistad que contaba ya décadas. Durante varias semanas los muelles de Altdorf latieron al ritmo del abastecimiento de los buques de Ledigar con todo lo imaginable desde cuerdas y municiones hasta barriles de aceite incendiario arábigo y redomas de antídotos.

La Expedición de Ledigar[]

Las expedicionarios provenían de distintas formaciones militares de todo el Imperio. Rebasarían las amenazas de Lustria, volviendo con el tesoro, o no volverían jamás.

Tropas Estatales[]

Las tropas de infantería del General Ledigar las formaban principalmente hombres de Altdorf y alrededores. Ya sea masacrando Hombres Bestia en Drakwald o combatiendo Nigromantes en las Colinas Aullantes, los soldados de Altdorf se enorgullecen de buscar la más intachable reputación. Si bien tal exhibición no inspira simpatías entre los contingentes menos fastuosos del Imperio, pocos son los que pueden, de hecho, medirse con ellos.

Cuando el Emperador Karl Franz impuso el sello real a la expedición de Kristoph Ledigar, le otorgó con ello la validez requerida para invocar las mejores compañías militares. No fue extraño, pues, que varios regimientos destacados de entre las tropas de Reikland se pusieran rápidamente bajo mando de Ledigar, incluyendo los extravagantes e irascibles Espaderos de la Guardia de la Puerta Gris, los selectos guerreros de la Compañía de Honor de Otto Helstein, y los heroicos Grandes Espaderos de Carroburgo.

Los hombres de Ledigar, pues, eran sobre todo veteranos bregados para los que la promesa de aventuras superaba con creces la amenaza de los peligros del viaje y las sombrías junglas de Lustria no entrañaban ningún temor.

Una multitud se agolpaba en los muelles en torno a los estandartes de cada regimiento, ansiosa de oír las hazañas de las que alardeaban, mientras los campeones se batían en duelo para resolver cuestiones de honor. A pesar de que la rivalidad entre estos hombres altivos distaba mucho de ser amistosa, llegando el momento, lucharían todos juntos como camaradas. Su sola presencia sentaba los más firmes cimientos sobre los que el General Ledigar podría aspirar a erigir su glorioso triunfo.

Los Cañones de Nuln[]

Con el discurrir del tiempo el Imperio se ha convertido en la tierra del ingenio y la inventiva y pocos son los campos de la ingeniería que han resultado más fructíferos que el de las armas de fuego y los proyectiles. Aunque las armerías y polvorines salpican todo el territorio, quedan todos bajo la supervisión de los expertos del colegio de Artillería Imperial de Nuln. Es por esto que los emisarios de Ledigar se dirigieron a esta ciudad ennegrecida por el hollín para abastecerse de armas. No quedaron en absoluto decepcionados.

Conocedor de las advertencias de desastre potencial emitidas por el Colegio Celestial, el Chambelán Mayor de Balística Ofensiva del Colegio se sintió en el deber de entregar a Ledigar una gran batería de armamento. El Grand Cañón "Juicio de Nuln" se preparó para el viaje, junto con uno de los Cañones de Salvas más raros y mortíferos del Colegio. Esa arma, llamada "Ira de Sigmar", acababa de volver de defender el puente de Kolngrado donde constituyó la piedra angular de la defensa del Imperio, limpiando el puente de pieles verdes aullantes con sus proyectiles, hasta que el enemigo se batió en retirada aterrorizado.

Acompañados por un pequeño contingente de Batidores, el convoy de artillería llegó a Altdorf un mes después. Junto con las carretas de munición, los cocheros y los ingenieros, Nuln añadió al pujante ejército de Ledigar el poder de las armas del Emperador.

Las órdenes de Caballería[]

En su juventud, Ledigar aprendió el valor de la caballería. En la sangrienta campaña conocida como el Saqueo de Reikland, el entonces Capitán Ledigar desplegó pequeñas partidas de Herreruelos que masacraron sin piedad las tropas del Caudillo de los Hombres Bestia Fellhoof con su rapidez y su potencia de fuego. Los Emisarios del General Ledigar solicitaron a las diversas Órdenes de Caballería que se unieran a la expedición durante semanas, pues, dadas las características de ésta, no contar con ellos invitaba al desastre. Sin embargo, el Mariscal del Reik Kurt Helborg había enviado recientemente un poderoso ejército contra los Hombres Bestia en la Matanza en Seis Picos, por lo que muchas Órdenes de Caballería habían quedado mermadas y no estaban en condiciones de volver al campo de Batalla.

Finalmente, en la frontera entre Ostland y Nordland, los mensajeros dieron con unos miembros de la Orden del Martillo Dorado, Jinetes de élite a lomos de Semigrifos, que aceptaron el desafió gustosos. Reflejo de la naturaleza agresiva y noble de sus monturas, los cabaleros acariciaron la promesa de encarar peligros en nombre del Emperador. Con ellos entre sus filas Ledigar se sabía capaz de capear cualquier amenaza. La expedición zarpó a los pocos días, hacia la gloria o la muerte.

Choque de Espadas[]

Mientras el combate alcanzaba proporciones febriles, el General Kristoph Ledigar y el Escamadura Kraq-Rok libraban un combate singular. Seguro de que la maniobra de los Imperiales había fracasado, el General Ledigar atajó desesperadamente hacía el caudillo Saurio que desollaba sin tregua a sus hombres.

Sabiéndose ampliamente superado, el viejo General del Imperio profirió un desafió y saltó temerariamente hacia su adversario, con la intención de zanjar el duelo con un solo golpe decisivo. Su martillo se precipitó sobre el cuello curtido de Kraq-Rok, pero el Saurio esquivó el golpe y contraatacó descargando su arma de tal modo que hizo caer a Ledigar de rodillas y cercenó brutalmente su mano derecha en medio de una lluvia espeluznante de sangre.

Fue entonces cuando, pareciendo inevitable la muerte de Kristoph Ledigar, una sombra poderosa se precipitó sobre los contendientes: Jurgen Helvitt, a lomos de Rasganubes, detuvo el duelo. Mientras el Grifo daba zarpazos y picotazos al Saurio, los valientes de la Compañía de Honor llevaron a Ledigar a cubierto. Instantes más tarde, cuando las filas de Hombres Lagarto viraron al unísono para encarase a los Elfos Oscuros que atacaban su retaguardia Helvitt ordenó la retirada.

Fuente[]