
Imagen ilustrativa.
Conocido como "el Sin Rostro" y el "Dios Hambriento", Khsar es el feroz dios del desierto cuyo aliento es el que le daba vida a las feroces tormentas de arena.
Descripción[]
Khsar no tiene forma animal, pero puede manifestarse en forma del viento del desierto. Era considerado un dios cruel y ávido, aún así se le rendía culto en las ciudades, siendo la deidad patrona de la ciudad de Bhagar. Sus gentes eran devotos seguidores y conocían bien los entresijos del desierto. También era especialmente venerado por las tribus que recorrían los vastos desiertos y yermos de la antigua Nehekhara.
Khsar era el menos predispuesto hacia la humanidad y cumplía el gran pacto a regañadientes, de modo que sus dones eran a menudo de doble filo y sus seguidores acudían a él cuando no hubiera mas remedio. No concedía bendiciones a sus seguidores, si no que los sometía constantemente a arduas pruebas para que se hicieran fuertes y demostraran su valía ante el inclemente desierto de Nehekhara, de lo contrario, no tendrían más opción que perecer ante la crueldad de sus arenas.
El dios del desierto sólo le entregaba sus dones a aquellos dispuestos a hacer sacrificios personales en su nombre, por lo que sus servidores se hacían cortes en los brazos y se dejaban sangrar sobre las arenas para apaciguarlo o rogarle que desatara furiosas tormentas sobre los campos de batalla, capaces de enterrar estructuras bajo capas de arenas en minutos y dejar los cuerpos de los muertos reducidos a huesos erosionados en pocos instantes. Los ávidos vientos de Khsar podían azotar a amigos y enemigos por igual, pero sus servidores podían aprovecharlos para asaltar por sorpresa a sus enemigos.
Se cree que el único don beneficioso que Khsar le entregaba de verdad a su gente era una raza de poderosos caballos del desierto. Estos corceles se les consideraba una raza aparte de los equinos usados por las ciudades de Nehekhara; estaban mejor adaptados al desierto, eran más rápidos y se compenetraban mejor con sus jinetes, quienes los cabalgaban con una habilidad sobrenatural, como si los corceles pudieran leerles el pensamiento. Por esta razón, las tribus los tenían en alta estima y los valoraban por encima de los rubíes. Se decía que preferían cortarse los brazos que entregar a sus caballos, y consideraban una gran tragedia la muerte de una de estas criaturas.
Las antiguas tribus del desierto no les solía interesar mucho los sacerdotes, pero en cambio, tenían a la Hija de las Arenas, una doncella que le ofrecían a Khsar como esposa, quien era el árbitro de sus leyes y cuando hablaba, su palabra era la voz del dios. Solo podía haber una Hija de las Arenas en cada tribu, y cuando se acercaba su hora, se preparaba a una niña para que fuera la siguiente esposa del inmisericorde dios.
Fuentes[]
- Ejércitos Warhammer: Reyes Funerarios (6ª Edición), pág. 27.
- Ejércitos Warhammer: Reyes Funerarios (8ª Edición).
- Warhammer Fantasy JdR: La Tentación del Señor Liche (2ª Ed. Rol), pág. 65.
- Saga El Ascenso de Nagash: Nagash, el Hechicero, por Mike Lee.
- Cap. 1: Una oración antes de la batalla.
- Cap. 7: La ira de Nagash.
- Cap. 8: Lluvia roja.
- El Panteón de Nehekhara.
- Saga El Ascenso de Nagash: Nagash, el Inmortal, por Mike Lee.
- Cap. 12: Hijos de un dios hambriento.