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Karl Riemann

Carta de Warcry

"Sirvo al emperador y a mis compatriotas. No tengo tiempo para venganzas personales o tontas búsquedas"

Karl Reimann


Karl Reimann es el capitán de los Campeones de Wallache, una compañía mercenaria de Reikland. Es un veterano soldado que lidera a su regimiento de alabarderos con eficiencia y audacia.

Descripción[]

El capitán Karl Reimann es un guerrero con una fuerte resolución, con varios años de experiencia en la batalla a sus espaldas, habiendo pocas cosas que le puedan asustar. Reimann es un hombre habituado a la política de la guerra y la etiqueta cortesana, así como a sus aspectos prácticos, pero es ante todo un buen hombre y un capitán digno. Comanda a los hombres bajo su mando con valor y determinación, pero también piensa en su bienestar, sin dar muestras de debilidad delante de ellos.

Reimann es una figura de imponente poder imperial. Armado con una alabarda, porta una armadura pulimentada hasta brillar. En la coraza luce una cabeza de león rugiente bajo la cual figura la palabra «SIGMAR» en letra adornada con volutas. Tiene el pelo cano aunque aún le quedan unos cuantos buenos años de lucha activa. Las cinceladas facciones de su rostro llevan con orgullo las cicatrices de la batalla, y la órbita blanca de su ojo ciego parece clavarse en cada hombre que tiene delante. Su pelo gris blanquecino muy corto, el fino bigote y la cara surcada de cicatrices le confieren un aire distinguido.

Historia[]

Alto, estás caminando por la senda del Hereje. Si continúas, corres riesgo de... perderte.
Este artículo puede contener spoilers de Tormenta Mágica
El trasfondo que puedes leer en esta sección o artículo se basa en la campaña mundial de La Tormenta del Caos, que ha sido sustituida por la de El Fin de los Tiempos.

En defensa de Ostland[]

Rieman's Elites

Carta de Warcry

En el año 2521 se produjo una invasión del Imperio por parte de un gran ejercito del Caos liderados por el campeón Surtha Lenk, que había arrasado todo a su paso en su marcha hacia el sur. Wolfenburgo, la capital de la provincia de Ostland, era el siguiente obstáculo en su camino, y si no se le detenía, continuaría su avanza hacia el corazón de la nación. Por ello el Conde Elector Valmir von Raukov hizo una llamada de auxilio a todos los territorios vecinos para que enviaran tropas para la defensa de la ciudad.

La compañía de los Campeones de Wallache estuvo entre los primeros en responder a la súplica de ayuda de la ciudad. La unidad de Karl Reimann había sido seleccionada por el general Wallache para encaminarse al norte, mientras el resto de la compañía se dirigía al este para repeler los ataques de los merodeadores pieles verdes. Reimann y sus hombres llegaron a la ciudad frente a largas caravanas de refugiados que escapaban de la horda del Caos y buscaban seguridad tras las murallas de Wolfenburgo.

El ejercito de Lenk llegó a las pocas semanas y cercó la ciudad, y durante bastante tiempo trataría de tomar Wolfenburgo, pero los resolutos defensores rechazaron cada asalto, aún así el Conde Von Raukov estaba preocupado. Antes de la llegada del ejercito del Caos, había enviado a un escuadrón de Caballeros de la Sangre de Sigmar para ir en busca y escoltar una caravana de cañones procedente de Schmiedorf, pero no habían tenido noticias de ellos hasta ahora. Por ello, consideró imperativo enviar un pequeño destacamento fuera de la ciudad para averiguar que había pasado.

Ninguno de sus comandantes podía prescindir de soldados para aquella misión, así que buscó voluntarios en otra parte. El capitán Karl Reimann se ofreció voluntario junto a su veintidós hombres, asegurando al Conde Elector que no encontraría en todas las provincias del Imperio un regimiento de alabarderos más efectivo. Dado que necesitarían a alguien que pudiera protegerlos de los poderes de disformidad, se asigno a su compañía al Hechicero Brillante Gerhart Brennend.

Las maquinaciones del caos[]

El grupo salió de Wolfenburgo a través de un túnel secreto que los llevó a una zona boscosa alejada de los campamentos de los Kurgan. Una vez fuera, se dirigieron a Schmiedorf para ver si encontraban algo de la caravana de cañones o de los caballeros templarios. El viaje fue silencioso. Los hombres de Karl Reimann mantenían conversaciones susurradas, pero éstas nunca incluían al hechicero. El mago sabía que desconfiaban de él y que se sentían intranquilos por tenerlo en el destacamento. Únicamente el capitán Reimann hablaba con él, y generalmente era cuando deseaba conocer su opinión acerca de una posible línea de acción, o si quería que el hechicero interpretara el flujo de los Vientos de la Magia para advertirlos de peligros inminentes.

La compañía llegó a una zona que presentaba los indicios de que la caravana que buscaban había sufrido una emboscada. Sin embargo, los cañones no estaban por ningún lado ni tampoco había cadáveres. Reimann consideró que probablemente la horda del caos se lo habían llevado todo. Aquel ataque había acontecido hace algún tiempo, pero por fortuna para ellos aún quedaba algún rastro que podían seguir. Reimann declaró confiado que los cañones podrían estar aún intactos, en cuyo caso podrían recuperarlos. Puede que aunque hayan encontrado rastros de la caravana de cañones, aún no habían dado con la caravana en sí, por lo tanto la misión no concluiría hasta que hubieran determinado qué le sucedió, por lo que ordenó seguir las huellas.

El rastro les llevó hasta una cantera abandonada, ocupada por un pequeño campamento con unos cuantos Guerreros del Caos en la zona. Desde la lejanía vieron que las poderosas piezas de artillería habían sido destruidas, desmanteladas o voladas en pedazos, probablemente con los barriles de pólvora que habían transportado junto con los cañones. Sin embargo, los dementes adoradores de demonios habían preservado una, el más grande de los cañones de Schmiedorf, a la que el habían claveteado con punta, grabado runas del caos en el metal y tenían varios de los supervivientes encadenados al arma.

Antes de que pudieran hacer nada, un hechicero del Caos llevó a cabo un blasfemo ritual, sacrificando la vida de los prisioneros para invocar una entidad demoníaca y fusionarla a la pieza de artillería, lo que la transformó en un abominación de carne y metal con consciencia propia. Karl fue incapaz de apartar los ojos de la escena que se desarrollaba en la cantera. En todos sus años de servicio como soldado, jamás había presenciado un acontecimiento tan horrendo. Incluso un hombre con una resolución tan fuerte como la suya necesitó un momento para recobrar la compostura antes de poder actuar.

Todos eran conscientes de las terribles consecuencias que habría si se le daba la oportunidad al enemigo de emplear aquel Cañón Infernal contra Wolfenburgo. El piromante aconsejo destruirlo, aprovechando que en esos momentos era más vulnerable, y Reimann y sus soldados estaban de acuerdo. Los alabarderos superaban en número a la horda del brujo, pero el capitán era consciente de que no podían aspirar a vencer a guerreros acorazados servidores de los Dioses Oscuros si atacaban de primeras, así que sugirió crear antes de nada una distracción.

Usando sutilmente sus poderes de Aqshy, el Hechicero Gerhart hizo estallar varios de los barriles de pólvora, y la confusión se extendió entre los Guerreros del Caos. Entonces el aire se llenó con los belicosos gritos de los hombres del capitán Reimann, que se lanzaron sobre el campamento del Caos para enfrentarse con el enemigo, abatiendo a varios de ellos antes de que pudieran comprender que estaba pasando.

El capitán Reimann había dejado claro que él y sus hombres se trabarían en combate con los guerreros del Caos mientras el Piromante intentaba llegar hasta la infernal máquina y usaba su magia para destruir el ingenio poseído por el demonio. Tras acabar con el brujo del caos, Gerhart Brennend se enfrentó al cañon del caos, cuyos cañonazos abatía a enemigos y aliados por igual. Tras un corto pero intenso combate, el Hechicero del Imperio logró destruir el demoníaco cañón, produciendo un virulenta explosión que lanzó a todos los presentes al suelo.

Con la destrucción de aquella arma antinatural, el demonio aprisionado fue devuelto al Reino del Caos que lo había engendrado. El capitán Reimann y los alabarderos supervivientes se reincorporaron rápidamente, y con la ayuda de Brennend, acabaron con los últimos guerreros del Caos. Ahora que ya sabían cual era el destino de la caravana desaparecida, solo les quedaba regresar a Wolfenburgo y ayudar en sus defensas.

La caída de Wolfenburgo[]

Para cuando llegaron a las inmediaciones de la ciudad, vieron como los kurgans abandonaban sus campamentos para prepararse para derrotar por fin a Wolfenburgo en un asalto final. Sabían que debían entrar cuanto antes, pero descubrieron que el túnel por el que habían salido ahora se encontraba bloqueado. Le habían derrumbado el techo, por si acaso su salida había sido observada por algún servidor del Caos.

Gerhart Brennend sugería continuar luchando, pero los hombres de Reimann protestaron. Estaban cansados y desanimados, y tras toda las peripecias vividas ya solo quedaban diez de ellos. El veterano capitán puso orden entre sus filas y les permitió descansar, pero que estuvieran preparados para avanzar cuando lo ordenase. Tras esto, se llevó al hechicero brillante a un lugar apartado para discutir el rumbo de acción que debían tomar.

Mientras hablaban, en el campamento del Caos, Vendhal Deformacráneos, el principal Hechicero de Tzeentch de Surtha Lenk, llevó a cabo un terrible ritual con el que pudo desatar una violenta tormenta de disformidad sobre la ciudad de Wolfenburgo. Sus furiosos rayos de magia corrupta abrieron brechas en las murallas de la ciudad, y todos aquellos que eran alcanzados por los fulgurantes zarcillos de corrupción sufrían horrendas e incontrolables mutaciones. Los guerreros del ejercito del Caos entraron a tropel en la ciudad, matando a todo lo que se cruzaba en su camino y prendiendo fuego a los edificios.

Karl Reimann, los alabarderos bajo su mando, y el piromante Gerhart pudieron entrar en la ciudad a través de una de la brechas de las murallas, abriéndose paso como podían por aquella dantesca escena de muerte y locura, abatiendo a todo enemigo y aberración de la naturaleza que les saliera al paso. Al poco rato se cruzaron con Vendhal Deformacráneos, el cual llevaba un lustroso cráneo consigo y que era el catalizador de aquella tempestad, por lo que Gerhart Brennend decidió enfrentarse a él. Los hombres de Reikland se apartaron del hechicero para ocupar posiciones más defensivas. Ahora el mago de fuego estaba solo, y Karl rezó para pedir que los recursos de Gerhart fuesen equiparables a los del corrupto brujo.

El capitán Reimann se daba cuenta de que aquella podría muy bien ser la última batalla que librara en su vida. Estaba decidido a hacer que valiera la pena, y vender su vida a un alto precio, al igual que todos sus hombres. Para eso habían nacido, la vida del soldado era la única que habían conocido. Karl no podía imaginar ningún otro fin para su existencia. Por encima del estruendo de la tormenta de disformidad, el viejo capitán de Reikland alentó a sus hombres a presentar una última batalla. Bramando el grito de guerra de los ejércitos del Reik, los alabarderos se dispusieron a vender sus vidas a un precio verdaderamente elevado.

Mientras combatía, Karl presenció el duelo mágico entre el hechicero de batalla imperial y el brujo del caos, en las que el piromante llevaba las de perder. En un último y desesperado ataque, Brennend derribó a Vendhal contra un edificio incendiado, pero Karl contempló horrorizado al hechicero alzarse de las cenizas aparentemente ileso. Sin embargo, la última acometida del Mago Brillante no fue del todo inútil, pues a Vendhal se le cayó el cráneo a las calles. Sin entender muy bien por qué, Karl sabía que debía apoderarse de aquel objeto impío antes de que lo hiciera el brujo del Caos.

Karl obligó a los cansados músculos de sus piernas a correr, mientras la desesperación y la adrenalina le prestaban fuerzas. Con un golpe seco descargó la pesada asta de su alabarda sobre el objeto de hueso tornasolado. Se oyó un crujido fuerte como el trueno cuando el cráneo explotó. Karl fue lanzado al aire y cayó al suelo a varios metros de distancia, mientras la tormenta de disformidad se descontrolaba completamente.

Con la destrucción del potente talismán del brujo del Caos, no fue sólo la tormenta de disformidad la que cambió al romperse el eslabón que lo mantenía todo unido. Incapaz ahora de dominar aquellas energías caóticas, Vendhal Deformacráneos empezó a transformarse y mutar violentamente, siendo absorbido hacia el corazón de la tormenta mientras su cuerpo continuaba retorciéndose. El brujo del Caos había desaparecido, Wolfenburgo estaba condenada, y ya no quedaba nada que pudieran hacer.

Reimann se dispuso a conducir a sus hombres de vuelta al exterior de la ciudad, y vociferó al hechicero para que escapara él también. En esos momentos, de entre las ruinas, surgió un hombre embozado en una capa y con el cuerpo cubierto de cicatrices de quemadura. Se trataba de un viejo enemigo de Gerhart Brennend, y disparó al hechicero con una pistola. La bala solo le alcanzó en el hombro, y el hechicero brillante desató su magia para calcinar por completo a su aspirante a asesino, pero entre el dolor y al furia, perdió el control de sus poderes, arreciendo aún más los incendios de la ciudad hasta que toda Wolfenburgo ardió.

Tras el desastre[]

Tras la destrucción de Wolfenburgo, los supervivientes montaron un campamento en una colina cercana. El ejercito de Surtha Lenk abandonó el lugar y se encaminó de vuelta al norte, hacia Kislev. Algunos decían que era gracias a que Gerhart había causado la muerte de Vendhal Deformacráneos. Los soldados supervivientes, bajo el mando del veterano Karl Reimann, capitán de Reikland, se habían turnado para vigilar, organizando un perímetro de guardia en torno al campamento provisional establecido dentro de las ruinas de una granja de ovejas destruida.

El propio Gerhart Brennend fue uno de los últimos en llegar al campamento de refugiados. Nadie más se había unido al refugio durante los dos últimos días y ya no se esperaban nuevas llegadas. El capitán Reimann se acercó a Gerhart. El hechicero de fuego no habría afirmado ni por un segundo que el capitán de alabarderos se alegraba de verlo, pero al menos acusaba recibo de su presencia después de todo lo que habían pasado juntos. No obstante, Gerhart sentía aún que el hombre de Reikland no confiaba realmente en él.

El ambiente estaba alicaído por la destrucción de la ciudad, pero la partida del caos de vuelta a la tierras septentrionales y el retorno del legendario Estandarte de Wolfenburgo, el cual se creía perdido, ayudó a levantar los ánimos y llenar de esperanza a los supervivientes. Sin embargo, el Hechicero Brillante advirtió que la amenaza aún no había terminado, destrozando las expectativas de los refugiados. Gerhart supo que ya no era bien recibido allí. Incluso Reimann parecía evitarlo porque había visto de primera mano, con sus propios ojos, qué podía suceder cuando el mago de fuego perdía el control de su temperamento, por ello decidió marcharse sin que nadie se lo impidiera.

Curiosidades[]

  • En el juego de cartas Warcry su nombre aparece como Karl Riemann.

Fuentes[]

  • Novela: Tormenta Mágica, por Jonathan Green.
    • Cap. 6: Consejo de guerra.
    • Cap. 7: El asedio de Wolfenburgo.
    • Cap. 9: Caos «ex machina».
    • Cap. 11: El ojo de la tormenta.
    • Cap. 12: Vientos de cambio.
  • Cartas de WarCry.