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El hechicero Jaffar fue el despótico líder de Arabia entre el 1430 y el 1451 CI, causante de las Cruzadas contra Arabia. Se le consideraba un poderoso y despiadado hechicero que controlaba a los espíritus más terribles del desierto. Logró gobernar durante veinte largos años, pero su ambición acabó por condenarle.  

Historia[]

No sabemos cuáles fueron sus orígenes, más allá de ser el gobernante de una pequeña villa, pero su leyenda comenzó cuando llegó a tomar el poder en Arabia. Sus primeros pasos hacia el trono pasaron por aunar a una gran cantidad de tribus nómadas bajo su mando, reuniendo así una gran fuerza militar. Gracias al apoyo de jeques y emires aliados a su causa, es capaz de tomar el poder en Al-Haikk, asesinando a sus rivales y enemigos, autoproclamándose Gran Sultán. Entre sus fuerzas, Jaffar contaba con la inestimable ayuda de los Skavens, quienes asesinaron y conspiraron en su favor a cambio de Piedra Bruja. Jaffar se estableció como líder de la Confederación de Latón, entrando así en contacto y estableciendo alianzas con los más terribles Demonios. Así formó una coalición entre las ciudades de la Costa de Arabia, reinando sobre ellas con puño de hierro.

Los Skavens, temerosos del poder que había acumulado su nuevo aliado, decidieron conspirar para destruirle. Poco a poco, envenenaron la mente del ladino hechicero hasta lograr que este se volviera paranoico, creyendo que los reinos de Estalia pretendían invadir sus tierras. Y poco después, levantando un inmenso ejército, marchó hacia el norte. Los estalianos son un pueblo duro y feroz, pero a pesar de su férrea defensa, pronto se vieron abrumados. Innumerables estalianos fueron esclavizados y enviados al otro lado del mar, a los infames mercados de esclavos de Lashiek. La gran ciudad de Magritta pronto cayó en poder de Jaffar, y el resto de territorios aún no conquistados pidieron ayuda a las naciones del Viejo Mundo. Jaffar dividió sus fuerzas entonces, y uno de sus ejércitos marchó hacia el este, para tomar la ciudad tileana de Tobaro, mientras que el otro comenzó a capturar el resto de pequeños reinos y ciudades estalianas de la zona. Pero Jaffar no contaba con la alianza de los viejomundanos para detener su avance. El gran ejército llegado desde Bretonia y el Imperio era tan abrumador que Jaffar no pudo más que huir de vuelta a Arabia, saqueando buena parte de Estalia en el proceso. A todo esto, en el este, la ciudad de Tobaro había sido fortificada por los príncipes tileanos, reforzando sus huestes con ejércitos mercenarios. Los intentos de Jaffar por tomar la ciudad fracasaron, y esto incurrió en la ira de los príncipes de Tilea, quienes marcharían en busca de venganza. Comenzarían por tanto las Cruzadas contra Arabia.

Una vez en Arabia, Jaffar confiaba en la dureza del desierto como mayor aliado. Aunque Copher cayó rápidamente, la intención de Jaffar era acumular todas sus fuerzas en Al-Haikk, la capital, y allí atraer y derrotar a los cruzados en un interminable y brutal asedio. En un primer momento su estrategia funcionó. El hostigamiento constante y el arduo clima lograron doblegar a buena parte del ejército cruzado, quienes sufrían más y más bajas según avanzaban los días. Pero las fuerzas de Jaffar poco a poco comenzaban a resquebrajarse. Muchos emires y príncipes se rebelaron contra el propio Jaffar, aliándose con los invasores, y los nómadas abandonaban su causa paulatinamente. Además, sus aliados Skavens se esfumaron repetidamente cuando los planes del sultán comenzaron a torcerse. Llegó entonces el momento de la batalla final, y a las puertas de Al-Haikk, la situación era incontrolable. Una gran rebelión dentro de la ciudad provocó que Jaffar tuviera que salir al exterior, y combatir a los cruzados en campo abierto. En la Batalla de Al-Haikk, Jaffar plantó cara al ejército cruzado, y durante un momento fue capaz de repeler a los invasores, gracias al poder de los Djinns, completamente desatados. Pero una segunda carga legendaria de los viejomundanos acabó por sentenciarle a él y a su ejército. En la tormenta de desesperación que le atenazaba, Jaffar pactó con Kairos Tejedestinos, quien asistió al hechicero enviando fuerzas demoníacas. Sangre comenzó a llover del cielo, y terribles demonios del señor del cambio surgieron de las dunas, entre chillidos aterradores y tormentas de arena. Pero ni con la ayuda demoníaca, Jaffar pudo lograr la victoria. Murió a manos de un bretoniano desconocido, mientras huía del campo de batalla.

Su legado permaneció tras su muerte. Largo tiempo tardaron los cruzados y sus nuevos aliados árabes en acabar con todos los fieles a Jaffar. Y creó una mácula que condicionaría las relaciones entre Arabia y el Viejo mundo, que aún hoy se recuerda con resquemor. Los Caballeros del Sol Llameante lucen orgullosos un tapiz sobre las Cruzadas. En el tapiz, Jaffar es representado como un digno enemigo, un hechicero atractivo que comandaba sus huestes con fiereza y estrategia. La escena representa a Jaffar sobre unas ruinas devoradas por la arena, con su báculo en alto, mientras una horda enfervorecida clama a su líder, y unos demonios alados les observan desde el cielo. En muchas ordenes de caballería recuerdan a Jaffar como el mas digno rival que jamás han tenido, un genio político y militar. 

Jaffar es descrito como un hombre sabio y apuesto, ataviado con una armadura negra como la misma noche, un amenazante báculo y siempre vestido de coloridas sedas. Se decía que era un hechicero sumamente carismático, famoso por su perspicacia. Pero sus ansias de poder le traicionaban, así como su falta de empatía y compasión, siendo un tirano que provocaba odio y rechazo entre sus súbditos. 

Fuentes[]

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