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Portada La Secesión Malekith por Jon Sullivan

La historia de los Elfos Oscuros es la historia del Rey Brujo. La raza élfica quedó destrozada hace miles de años a causa de las luchas y el derramamiento de sangre. De no haberse producido la insurrección de Malekith contra los Reyes Fénix, no existirían ni el reino de Naggaroth ni la propia raza de los Elfos Oscuros. Con el tiempo, los Elfos Oscuros crecieron para convertirse en los guerreros más despiadados del Mundo.

La Crónica de Naggaroth[]

El largo reinado de Malekith ha estado lleno de sangre y terror, gobernado con puño de hierro y reforzado por asesinatos y subterfugios. Su voluntad y solo su voluntad guía a los Naggarothi hacia su oscuro destino. El Rey Brujo puede consultar la opinión de los Príncipes Oscuros que se regodean en su gloria reflejada, pero únicamente cuando le divierte hacerlo. Únicamente presta atención en ocasiones a las voces sibilantes y siempre con un oído alerta para evitar el engaño. Incluso los consejeros más antiguos han recorrido el mundo durante una fracción de la existencia de Malekith y el Rey Brujo no confía en su consejo más de lo que haría en el de un chiquillo inteligente. Malekith ha vivido durante tanto tiempo y ha sido tan generoso con su semilla, que pocos nobles de Naggaroth no descienden de su linaje.

Elfa Oscura hechicera 01

Los Elfos Oscuros han ido a la guerra contra la odiada Ulthuan en numerosas ocasiones bajo el mando de Malekith para reclamar el derecho de nacimiento que se les ha negado durante los últimos milenios. Una y otra vez, los ejércitos del Rey Brujo han llevado la ruina a sus odiados adversarios, solo para ser rechazados a través del océano. Semejantes derrotas habrían sido una tragedia para un gobernante mortal, la ruina del trabajo de una vida. Para Malekith, que consiguió la inmortalidad tiempo atrás, son reveses que crean nuevas oportunidades. Cuando la fuerza bruta falla, el Rey Brujo envía asesinos infiltrados a socavar las defensas de Ulthuan. Y cuando la subversión no da resultados, Malekith busca aliados en otros reinos, engañando a sus ejércitos para que peleen por su causa sin necesitar mancharse las manos para hacer el trabajo sucio.

Hasta ahora, Ulthuan ha soportado todos los ataques, pagando su supervivencia con matanzas insostenibles. Los Fuegos de la guerra han dejado cicatrices en Ulthuan que solo sirven para templar el ánimo del Rey Brujo. Después de cada derrota, Malekith emerge más fuerte que antes y más convencido de triunfar. Allí donde losAltos Elfos lamentan la pérdida de cada uno de sus guerreros, el Rey Brujo malgasta las vidas de sus seguidores sin preocuparse por su supervivencia ya que son las armas de su venganza y nada más. Pronto llegará el momento en que los Altos Elfos no puedan pagar el precio de sangre que exige Malekith. Ese día, el Rey Brujo conseguirá finalmente su victoria y los Altos Elfos desaparecerán de una vez por todas.

La Era de la Gloria Eterna[]

I, 1-80 (Aprox. Del -4500 al -4419 según el Calendario Imperial)

Demonios principal

No existen registros de los primeros tiempos de los Elfos, ni siquiera en sus propias crónicas. Los Elfos fueron antaño una única raza que vivía en paz y alegría en el paraíso de Ulthuan y aprendieron las artes de la civilización y las habilidades de la magia de los enigmáticos Ancestrales. Por desgracia nada dura para siempre, y la Era Dorada de los Elfos fue una prueba más de ello. La aparición del Caos provocó la destrucción de este paraíso y los Elfos quedaron condenados a un lento declive.

El Surgimiento del Defensor[]

Cuando las grandes puertas estelares de los Ancestrales se colapsaron, se abrió una brecha cataclísmico en la realidad que permitió el paso de una oleada de Demonios que barrieron todo el mundo, dejando a su paso solo muerte y destrucción. Mantenidos por la magia del portal, los demonios deambularon en libertad matando a innumerables criaturas mortales y profanando las tierras. Cuando llegaron a Ulthuan, los demonios encontraron una isla imbuida de energía mágica y reunieron una horda masiva con la que devorar y destruir la tierra natal de los Elfos. Estos últimos estaban indefensos contra este ataque por sorpresa y la masacre causada, ya que hasta entonces se habían mantenido al margen de las depravaciones de la guerra y su reino era una figura que inspiraba paz.

Pero en medio de toda aquella matanza y derramamiento de sangre, emergió el mayor héroe élfico que ha caminado por el mundo: Aenarion. En él se aunaba el mayor espíritu guerrero y fue él quien reuniría a los Elfos y les enseñaría las artes de la guerra. Su corazón latía con el fuego de la batalla y su habilidad con la espada, la lanza y el arco continúan aún hoy en día sin encontrar rival a su altura. Como un rayo de esperanza, Aenarion luchó por todo Ulthuan y en su presencia se despertaba la naturaleza belicosa de los Elfos.

143822Asuryan

Aunque Aenarion y su grupo creciente de guerreros lucharon largo y tendido, la horda de demonios era inacabable. Aenarion invocó la ayuda de los dioses y les ofreció sacrificios para que intercedieran. Pero los dioses permanecieron en silencio. Desesperado, Aenarion se dirigió al fuego sagrado de Asuryan, el Señor de todos los dioses élficos, y se ofreció a sí mismo en sacrificio definitivo. Con plegarias en sus labios, Aenarion se lanzó a las llamas blancas sagradas. Aunque los fuegos místicos quemaron su cuerpo y cauterizaron su alma, Aenarion se negó a rendirse. Como era poseedor de una fuerza de voluntad tremenda, sobrevivió al castigo del fuego limpiador. Hacer frente a esa ordalía purificó a Aenarion, en cuyo interior empezó a brillar una luz, un destello de energía que infundía valor entre los Elfos y provocaba que los demonios se encogieran de miedo ante su presencia. Vigorizado por la pureza de Asuryan, Aenarion libró su guerra con mucho más celo. En poco tiempo, fue coronado Rey Fénix, el hijo renacido de Asuryan.

A medida que los ejércitos de Aenarion veían engrosar sus filas, la hueste demoníaca retrocedía ante la furia renovada de los Elfos y la balanza de la guerra empezó a cambiar e inclinarse a favor de los Asur. Fue en esta época cuando Aenarion conoció al primer Domadragones, el poderoso mago Caledor. Con la ayuda de sus jinetes dragón, Caledor había conseguido expulsar de sus tierras a la primera invasión de demonios. Los dos elfos vieron la fuerza que existía en el otro y, además, compartían un propósito común.

Altos Elfos contra Demonios del Caos

Caledor reconoció la bendición sagrada concedida a Aenarion y juró lealtad al Rey Fénix, añadiendo la fuerza de sus ejércitos a la hueste de Aenarion. Durante décadas los dos lucharon contra los demonios y los Elfos aprendieron la disciplina de la guerra. Su porte natural junto a la disciplina de Aenarion hicieron que los ejércitos de Ulthuan aumentaran de poder año tras año. Como la magia se arremolinaba por el mundo, Caledor envió a los sacerdotes del dios herrero Vaul para que uniesen las energías místicas y las convirtieran en armas con las que luchar contra los demonios.

Pero, a pesar de toda la fuerza de las huestes élficas unidas, las legiones de los demonios del Caos eran innumerables y el mago Caledor se dio cuenta de que solos no conseguirían nunca una victoria absoluta, así que elaboró un astuto plan para librar al mundo entero de la plaga del Caos, de una vez y para siempre. Domadragones y sus magos crearían un vórtice con el que desviarían el poder de los demonios y los devolverían al Reino del Caos. Aenarion maldijo a Caledor y le llamó loco, pues creía que esa táctica era solo un rapto de locura desesperada, ya que la magia y las armas que los Elfos usaban contra los demonios procedían de las energías del Caos que se desbordaban desde el Norte.

La Maldición de Khaine[]

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Pero entonces Aenarion recibió noticias que apagaron el encendido fuego de su corazón para convertirlo en un odio gélido: su esposa, la Reina Eterna Astarielle, había sido asesinada y sus hijos habían desaparecido. Lleno de ira, Aenarion juró que destruiría a todos los Demonios que existieran en venganza por ese acto ruin. Aunque mentes más calmadas le desaconsejaron ese curso de acción, Aenarion viajó a la Isla Marchita y entró en el Templo de Khaine, el Dios del Asesinato. Sobresaliendo del altar negro se hallaba el arma del Señor del Asesinato: Hacedora de Viudas, la Lanza de la Venganza, la Espada de Khaine, la Matadioses.

Era un arma maldita y, en cuanto Aenarion la cogió del altar, invitó a Khaine a entrar en su corazón y su alma, con lo que se condenó a sí mismo y a toda su estirpe. Armado con la espada del dios de la guerra, y montado a lomos de su enorme dragón Indraugnir, el imparable Aenarion mató Demonios a millares. Las hordas del Caos fueron expulsadas de Ulthuan gracias al poder de los Elfos. Los hechizos de salvaguarda y las relucientes lanzas protegieron las crecientes ciudades de los Elfos de los ataques y, durante un tiempo, hubo una frágil paz.

Aenarion se dedicó entonces a defender la causa de aquellos Elfos que más habían sufrido durante la guerra, pues la tristeza que sentían reflejaba la suya propia. Ellos, a su vez, se reunieron en torno al Rey Fénix y le correspondieron con una lealtad inquebrantable. Aenarion pronto aprendió a confiar en aquellos nuevos seguidores más que en sus aliados de antaño. En las devastadas tierras de Nagarythe, al norte de Ulthuan, Aenarion estableció su capital y su reino. Según el Rey Fénix, era adecuado que un rey gobernara desde una tierra que se correspondiese con su estado de ánimo.

Allí se construyó la gran fortaleza de Anlec, un bastión contra los Demonios desde el que los ejércitos de Aenarion podían partir. Sus torres se erigían más altas que las de cualquier otra ciudad de Ulthuan y una cortina de cinco muros rodeaba la fortaleza central, con capacidad para guarecer a diez mil guerreros. La ciudad se había construido como un gesto desafiante a las legiones del Caos y sus estandartes negros y plateados proclamaban que estas eran las tierras de Aenarion. Allí se dirigían los Elfos más belicosos y vengativos para servir en el ejército del Portador de la Muerte. Mientras que los demás Elfos luchaban por la supervivencia, los guerreros de Aenarion lo hacían por el simple placer de luchar, y mataban por el simple placer de matar. Desdeñaban la debilidad de espíritu que veían tan abundante en otras tierras, y juraron no caer nunca tan bajo ellos mismos.

Morathi imagen

Aunque su tristeza por la muerte de Astarielle nunca lo abandonó, Aenarion volvió a casarse para poder tener un hijo y heredero. La elegida fue la bella hechicera Morathi, una hechicera a la que Aenarion rescató de las garras de una hueste de Slaanesh. Muchos se sorprendieron con la elección, pues Morathi y Astarielle eran tan distintas como el día y la noche, pero llegado aquel punto, el Rey Fénix había adquirido un aspecto tan siniestro que pocos se atrevían a cuestionar ninguna de sus decisiones, y menos una tan personal. A aquellos que le preguntaron, Aenarion les dijo simplemente que había elegido una consorte acorde con los tiempos que corrían, sin explayarse más en la respuesta. Las leyendas afirman que Morathi hechizo al Rey Fenix, aunque nunca se sabrá si es verdad o si a Aenarion simplemente no le preocupaba su carácter e historia. Aunque estaba claro para todos que Morathi estaba genuinamente enamorada, nadie podía estar seguro de que el Rey Fénix correspondiese dichos afectos. De hecho, Aenarion rara vez mostraba ninguna emoción que no fuese la rabia o la desesperación. Por otra parte, en apariencia Aenarion había llegado a confiar en el consejo de Morathi de manera casi exclusiva. Con el paso de los años, esta influencia se hizo más evidente en cada decisión del Rey Fénix. Los Elfos de otras tierras contemplaban este hecho con preocupación creciente, pero a los habitantes de Nagarythe eso no les importaba lo más mínimo, pues amaban a Morathi casi tanto como a su rey.

A su debido tiempo, Morathi dio a luz a un niño hermoso y fuerte, al que Aenarion llamó Malekith y le reconoció como su heredero. Morathi enseñó desde pequeño a Malekith todos los secretos que entrañaban el gobierno y la diplomacia, mientras que Aenarion lo instruyó en su incomparable habilidad con las armas y sus dotes de mando. Malekith pronto se convirtió en uno de los mejores guerreros de Aenarion, aprendiendo además de su madre todo lo relacionado con la hechicería, de modo que igual manejaba las bolas de fuego y las profecías que la espada y la lanza. El joven príncipe parecía haber heredado todas las cualidades de sus padres, y bajo el tutelaje de éstos se convirtió no solo en un guerrero y hechicero hábil, sino en un líder de gran nivel.

Elfos Oscuro Discípulo

La corte de Aenarion se había convertido en un lugar salvaje, lleno de risas, júbilo y fiestas. Por aquel entonces, pocos en Nagarythe creían que fuera siquiera posible alcanzar una victoria duradera contra los Demonios, así que se dedicaban a disfrutar al máximo del presente sin preocuparse por nada más. No todos los aspectos de este comportamiento indulgente eran sanos e inofensivos, no obstante. La caza, los duelos y otros deportes sangrientos se volvieron cada vez más comunes, y empezaron a abundar los rumores de sacrificios a dioses prohibidos. La guerra y la muerte se convirtieron en las obsesiones gemelas de la corte de Aenarion, y muchos de sus más antiguos amigos (entre ellos Caledor) llegaron a un punto en que ya no podían soportarlo más y partieron para fundar su propio reino en las montañas del sur. La traición de Caledor desató la ira de Aenarion, y durante un tiempo muchos temieron que en Ulthuan estallara la guerra civil. De hecho haber llegado a ocurrir, de no ser porque los Demonios volvieron a aparecer, en una horda tan numerosa que eclipsaba cualquiera de sus asaltos previos.

El Gran Ritual[]

AENARION72dpi

Portada de la novela Aenarion

La guerra entre Elfos y Demonios alcanzó su estadío final. Tocado por Asuryan y marcado por Khaine, Aenarion era casi invencible, y aunque luchó al máximo de sus fuerzas, no podía estar en todas partes a la vez. Ulthuan estuvo al borde de la destrucción, y si no llegó a caer fue gracias a Caledor. Cuando el anciano hechicero vio el renovado ataque de los Demonios, se dio cuenta de que lograr contenerlo estaba más allá de la capacidad bélica de los Elfos. Por tanto, decidió no enviar Fuerzas en apoyo de Aenarion, y en vez de eso reunió a sus seguidores en la Isla de los Muertos, a fin de iniciar un desesperado ritual que drenase la esencia vital de los Demonios.

Cuando Aenarion se enteró de esto, quedó confuso. Caledor le había traicionado una segunda vez, pero al hacerlo había generado una ligera posibilidad de victoria. El orgullo y el deber libraron una batalla en el interior del alma de Aenarion: el orgullo le urgía a dejar a Caledor a su suerte por su comportamiento negligente, pero al final no pudo hacer caso omiso a su sentido del deber, así que reunió a sus fuerzas una vez más y se lanzó en ayuda de Caledor. Morathi, temerosa de perder a su rey, imploró a Aenarion que no acudiese, que se quedara con ella prometiéndole una vida juntos, que sobrevivirían a todas las eras del mundo. Sin embargo, en esta materia en particular, Aenarion no la escuchó. Cansado, se encaramó sobre la grupa de Indraugnir y se dirigió a encontrarse con su destino.

Aenarion última batalla Demonios del Caos Karl Kopinski

Lo que siguió fue una batalla que hizo estremecerse al mundo. A medida que los magos de Caledor iniciaban su gran ritual, Aenarion rodeó a los magos con su ejército para protegerlos mientras demonios de todos los Dioses del Caos los atacaban por todos los frentes. La hueste de Nagarythe se lanzó contra los Demonios con una furia nacida de la desesperación. Bajo un cielo que lloraba fuego y rayos, mantuvieron la línea en nombre de Aenarion. Ese día los Elfos lucharon como dioses renacidos, y su Rey Fénix mostró una determinación a la que no hacen justicia las meras palabras. Cuando el ritual alcanzaba ya su punto álgido, cuatro Grandes Demonios combinaron su poder para asaltar las protecciones mágicas establecidas por Caledor. Solo Aenarion e Indraugnir estaban lo bastante cerca como para detenerlos, y no dudaron en cargar de inmediato al combate. Pero aunque las cuatro bestias del Caos fueron derrotadas, la victoria dejó tanto a Aenarion como a Indraugnir mortalmente heridos.

Maltrecho y ensangrentado, Aenarion se negó a rendirse a pesar de sus heridas y siguió luchando mientras los hechizos de los magos aumentaban de poder. Al final, el malherido Rey Fénix cayó de rodillas, y los Demonios, sintiendo que la victoria estaba cercana, empezaron a reír y aullar con una voz única y terrible. Pero entonces Caledor completó de una vez por todas el ritual, y con una sacudida de energía que estremeció las montañas y agrietó la tierra, el Gran Vórtice de Caledor cobró vida. Una ensordecedora tempestad de remolinos, alaridos y energía mágica envolvió y devoró Ulthuan, matando a millares y arrasando para siempre aquellas fortalezas cuyos muros aún resistían en pie.

Isla de los Muertos 01 por Jonathan Kirtz Altos Elfos

Atrapados en el interior del ojo del vórtice se hallaban Caledor y sus magos, paralizados en una batalla eterna contra las fuerzas del Caos que trataban de contener. Con su último aliento, Aenarion volvió a montar de nuevo sobre Indraugnir, el cual, con sus últimas fuerzas, llevó al Rey Fénix una vez más hasta el Templo de Khaine. El acto final de Aenarion fue devolver la Hacedora de Viudas a su lugar de reposo, y exhaló su último aliento de vida; el primer y más grande de todos los Reyes Fénix había muerto a lomos del cadáver de su leal dragón.

Ulthuan estaba en ruinas, pero a medida que el Gran Vórtice se llevaba consigo a la magia que estaba corrompiendo al mundo, los Demonios se desvanecieron de vuelta a su impío reino. Los Elfos dieron gracias a los dioses, alabaron a Aenarion y se pusieron manos a la obra para crear un reino de luz y bienestar para alejar los demonios que los habían asaltado. Sin embargo, por mucho que se esforzaran, ya nunca podrían recuperar la grandeza de su Era de Gloria. Al haber blandido la poderosa Hacedora de Viudas, Aenarion había puesto en movimiento una serie de eventos que acabarían propiciando la debacle para el pueblo al que tanto se había esforzado por proteger.

La Era de la Traición[]

II, 1-1696 (del -4419 al -2723 según el Calendario Imperial) Tras la muerte de Aenarion, muchos Elfos miraron a su hijo, Malekith, para que los liderase, y le veían como el sucesor natural de su padre. Después de educarse en la corte de Nagarythe, se había convertido en un gran guerrero, un general hábil y un hechicero poderoso. Malekith pidió que permitieran honrar la memoria de su padre, pero unos pocos, sin embargo, alzaron sus voces contra ese curso de acción y se negaron a ello. Algunos de los príncipes a los que se pidió opinión creyeron que era mejor buscar a un gobernante con más edad, más frío y seguro para guiar a los Elfos en la reconstrucción de su civilización. Además, recordaron los malsanos rumores que habían rodeado a la corte de Aenarion y temieron por lo pervertido que pudiera haber quedado un niño criado en ese ambiente. Al final, prevaleció la opinión de quienes dudaban, y el elegido fue Bel Shanaar de Tiranoc. Malekith fue el primero en arrodillarse y en jurar fidelidad al nuevo Rey Fénix, pese a que su corazón estaba dominado por el resentimiento. Morathi no era tan temperamental, pero aún así se indignó y arremetió contra la iniquidad cometida contra su hijo.

Los Viajes de Malekith[]

Athel Toralien - El de la Mano Sangrienta por Tiernen Trevallion

Una vez derrotada la invasión demoníaca, los Elfos se dedicaron a explorar el mundo que había sido cambiado por el Caos. Malekith abandonó Ulthuan alegando que Bel Shanaar gobernaría la isla mas sólidamente si el heredero de Aenarion no estaba cerca. El príncipe de Nagarythe viajó por el mundo (tal vez siguiendo los pasos de padre en su juventud) y conoció la existencia de pequeñas colonias en desarrollo en las orillas de las tierras rodeadas de bosques a lo largo del océano. En la recién fundada ciudad de Tor Alessi conoció a Allisara, una sacerdotisa de Lileath, y se casó con ella. Por aquel entonces, Tor Alessi era la frontera oriental del imperio élfico, y la amenaza constante de las hordas de Orcos y las bestias del Caos de los bosques aseguraba a Malekith que allí habría enemigos suficientes como para contentar a su alma de guerrero.

En el Viejo Mundo, los Elfos conocieron a los Enanos y, en cuestión de poco tiempo, ambas razas luchaban juntas para enfrentarse a los fieros Orcos de las montañas y a las horribles bestias del Caos de los bosques. Al enfrentarse en la batalla contra brutales pieles verdes y monstruos deformes, Malekith perfeccionó sus habilidades en combate y acabó por convertirse en un gran líder. En dichas batallas Malekith hizo causa común con los Enanos, cuya civilización se expandió a partir de ahí hacia el oeste de las montañas. Su reputación aumentó de tal manera que a Bel Shanaar ya no le quedó otro remedio que reconocer las hazañas de Malekith y nombrarlo embajador de los Altos Elfos ante el Gran Rey de los Enanos, Snorri Barbablanca.

Con el transcurrir del tiempo, Malekith volvió a mostrarse inquieto y reemprendió sus viajes. Buscó la armadura de su padre en la Isla Marchita y quedó sobrecogido y paralizado frente al Altar de Khaine. Viajó hasta civilizaciones que la historia ya había olvidado, y llevó la guerra a los despóticos reinos del este. Las campañas de Malekith lo llevaron finalmente hasta las tierras que en el futuro serían el Imperio, Bretonia y las Tierras Yermas, pero Malekith siguió alejándose aún más. Su búsqueda lo llevó a las Montañas del Fin del Mundo, donde se enfrentó a las primeras tribus humanas en las llanuras devastadas de los Desiertos del Caos. Fue allí, en el gélido norte, donde Malekith llegó a una ciudad muerta que no había sido construida por la mano de humano, Enano o Elfo.

Malekith vagó por sus calles congeladas de una antigüedad imposible, entre edificios colosales cuya visión hería la vista de quien los miraba. El hielo había roto una bóveda ancestral y en su interior Malekith encontró un artefacto más antiguo que los propios Elfos. Era una corona de metal que estaba imbuida de los poderes de la más negra hechicería y que en la actualidad conocemos como la Corona de Hierro. Malekith la cogió y desveló sus secretos. Además, el artefacto despertó en él una curiosidad oscura y, desde aquel día, se dedicó al estudio de la magia prohibida, el poder del Caos.

Absorto en sus estudios, Malekith volvió a Tor Alessi con su esposa. Allisara se mostró jubilosa, pero a medida que la obsesión de Malekith fue quedando patente, dicha alegría se tornó en cautela. Aún peor, ella siempre había visto el destino de Malekith como una destellante línea de plata y ahora, en cambio, le resultaba del todo inescrutable. Cierta noche, un mes después del retorno de Malekith, Lileath le envió por fin una visión a la mente Allisara. A la mañana siguiente, Malekith despertó y vio que Allisara se había ido. Al principio la buscó con ahínco, pero pronto su obsesión con la magia volvió a dominarle, y ahogó cualquier recuerdo que tuviese sobre ella.

Sin embargo, estas investigaciones afectaron lentamente su aspecto y su carácter. Cada vez fue volviéndose más introvertido; su piel era cada vez más pálida, y su personalidad fue haciéndose progresivamente más siniestra y temible. Este contacto con la Magia Oscura había corrompido su espíritu y creado un insaciable deseo por obtener el poder supremo. Poco después, Malekith se embarcó rumbo al este, a Ulthuan, para reclamar su derecho al trono.

El Regreso de Malekith[]

Culto al Placer por Magali Villeneuve Altos Elfos Oscuro

Mientras Malekith exploraba el mundo, Ulthuan pasaba por nuevas tribulaciones en su ausencia. Como la amenaza de los demonios había desaparecido, se olvidaron muchas de las lecciones de la guerra. Muchos Elfos se convirtieron en indolentes y egoístas, satisfaciendo sus sentidos intensificados con ceremonias dedicadas a dioses exóticos y prohibidos. Desde los templos ancestrales de Nagarythe cubiertos por el humo asfixiante del incienso, habían surgido cultos al lujo, al placer y al exceso que primero crecieron en las ciudades y después empezaron a extenderse por los diez reinos. Estos cultos practicaban rituales obscenos de corrupción y sacrificios con lo que los templos oscuros ganaban más y más seguidores a dioses a los que no debía rendirse culto. Muchos de estos Elfos intentaban escapar de la pena amarga que la Incursión del Caos había provocado en sus vidas. En templos llenos del redoble de tambores, flautas evocadoras y vapores narcóticos, danzaban, celebraban y cantaban alabanzas blasfemas.

Bel Shanaar parecía impotente para hacer frente a la agitación creciente que había en su reino. Los cultos del placer fueron ganando más adeptos con cada nueva estación. El reino más afectado fue Nagarythe, pero Bel Shanaar era reacio a actuar contra las tierras del pueblo de Aenarion. Los príncipes que habían caído en las garras de los cultos empezaron a extender el rumor de que Bel Shanaar era débil y un usurpador del Trono del Fenix.

The sundering stefan kopinski Malekith Morathi

La isla estaba en un estado de agitación, y muchos de sus príncipes vieron a Malekith como un potencial salvador. Él aceptó ese papel de buen grado, jurando exterminar los cultos prohibidos, una tarea a la que se entregó con total entusiasmo, afirmando que ningún reino estaría a salvo de su ira, ni siquiera Nagarythe. Nadie escapaba al escrutinio de Malekith, ni el granjero más humilde ni el príncipe mas loado. Los cultistas que se rindieron fueron enviados a los castillos de Nagarythe para ser liberados de sus ilusiones. Cada mes anunciaba nuevas victorias, pero el triunfo definitivo parecía escapársele entre los dedos. Miles de cultistas eran capturados, pero siempre aparecían más para tomar su lugar. Cuando Malekith descubrió que Morathi era el poder en la sombra tras esos cultos, renegó públicamente de ella y ordenó que fuera apresada, junto a la de miles de seguidoras insensatas. En secreto, no obstante, madre e hijo planeaban juntos para hacer avanzar su causa común y propiciar la caída de Bel Shanaar.

En última instancia, parecía que solo una guerra podría acabar de raíz con el progreso de aquellos cultos decadentes. Así pues, Malekith solicitó al Rey Fénix convocar un concilio de príncipes en el Templo de Asuryan, bajo el pretexto de pedirles que le cedieran el control de los ejércitos de Ulthuan para poder erradicar el Culto al Placer. Pero mientras los príncipes iban llegando al cónclave, Malekith puso en marcha su verdadero plan. Sin que los demás reinos se dieran cuenta, los ejércitos de Nagarythe marcharon reforzados por los cultistas depravados y los practicantes de la Magia Oscura.

MalekithSacredFlame

Inconscientes del peligro que se cernía sobre sus tierras, los príncipes se reunieron para escuchar a Malekith, y quedaron horrorizados cuando su primer pronunciamiento fue declarar a Bel Shanaar un miembro del culto. Era algo difícil de rebatir, pues Malekith afirmó que Bel Shanaar había tomado la ruta del cobarde cuando le había lanzado en privado tal acusación y, para evitar ser llevado ante los príncipes, se había envenenado antes de que pudiera ser juzgado merecidamente. Con Ulthuan al borde nuevamente de la guerra civil, Malekith asumiría su justa posición como Rey Fénix y evitaría el inminente desastre.

Muchos de los príncipes no cayeron en el engaño y denunciaron a Malekith como un traidor y un asesino, pero justo en ese momento, agentes de Nagarythe invadieron el templo y estalló un combate entre los que eran leales a Malekith y los que se le oponían. Mientras la sangre de los príncipes se derramaba por el suelo de mármol, Malekith se dirigió hasta las llamas sagradas para recibir la bendición de Asuryan. Creyendo que lo único que necesitaba era coronarse como el nuevo Rey Fénix, Malekith penetró en la sagrada llama, la última prueba que todos los Reyes Fénix deben superar para demostrar que son dignos de la Corona. Malekith estaba seguro de que podría superar la prueba, tal y como su padre lo había hecho antes que él, pero estaba terriblemente equivocado.

Los gritos de Malekith resonaron en la cámara silenciando los de la lucha. Las llamas de Asuryan no pudieron soportar que su corrupto cuerpo las atravesara y le devoraron arrancándole el pelo, la piel y la carne. Finalmente Malekith no pudo resistir más y, con un grito de agonía, salió del juicio de Asuryan, siendo expulsado por el mismo extremo de la plataforma por el que había entrado, y cayó al suelo mientras su cuerpo carbonizado y deformado aún echaba humo. Creyendo que Malekith estaba a punto de morir, sus desalentados seguidores abandonaron la lucha, recogieron su cuerpo humeante y huyeron de allí rumbo a Nagarythe dejando los cadáveres de la mayoría de príncipes de Ulthuan en el templo.

La Guerra Civil[]

Mientras los seguidores de Malekith huían al norte con sus restos calcinados, Morathi tomó el mando de las fuerzas de Nagarythe en su nombre. Malekith aún vivía, pero su cuerpo estaba destrozado, y de hecho aún ardía con la llama de Asuryan, por lo que lo único que podía hacer era contemplar cómo la guerra estallaba por toda Ulthuan.

La Secesión[]

Secesión Altos Elfos Oscuros

Los hechiceros del Rey Brujo se situaron en lo alto de sus torres negras luchando por hacerse con el control del Vórtice, al tiempo que los magos de Saphery se centraban en cancelar el hechizo de desunión. Grandes fuerzas hicieron estremecer la tierra. Las montañas temblaron y los mares bulleron ante la batalla mística librada entre la luz y la oscuridad por el control del remolino de poder en el centro de Ulthuan.

Cuando llego la noche, las estrellas se vieron oscurecidas por unas luces mágicas parpadeantes y coronas de energía mágica con las que el Rey Brujo y su cónclave de hechiceros intentaban su último golpe. Al estar impulsados por pactos demoníacos, su magia era más fuerte, de modo que los escudos de los magos de los Reyes Fénix empezaron a desmoronarse. El propio vórtice aullaba y chillaba y después empezó a parpadear. Fue entonces, justo en el momento en el que el vórtice falló, que un nuevo poder entró en juego. Liberados de su largo estasis, Caledor Domadragones y sus magos atrapados en el vórtice regresaron al reino de los vivos. Al constatar instantáneamente el peligro que corría Ulthuan, sumaron sus hechizos a los de los magos del Rey Fénix y con una liberación colosal de energía mágica, volvieron a arrastrar el vórtice a su sitio una vez más.

De repente, una corriente de energía mística rebotó, alcanzando al Rey Brujo y a sus seguidores. Muchos de los hechiceros del Rey Brujo murieron. Aun así, los efectos secundarios del ritual y el contragolpe de magia hicieron estragos en Ulthuan. La tierra tembló y se revolvió como un caballo aterrorizado, y una tormenta de magia maléfica barrió la tierra. Nada podía resistirse a las terribles fuerzas liberadas, incluso la tierra se doblegó ante las titánicas fuerzas desencadenadas, y los terremotos destruyeron ciudades y derribaron montañas a lo largo y ancho de la isla continente de Ulthuan. Una ola gigante de más de trescientos metros de altura se estrelló contra las costas del norte, tragándose Nagarythe y Tiranoc. Ciudades enteras fueron barridas y millares de Elfos, en cantidades imposibles de contar, murieron ahogados bajo las olas, enterrados por los terremotos o alcanzados por rayos mágicos. La tierra se movió y agrietó, y la explosión mágica fue tan grande que incluso se percibió en las salas de los Enanos en las Montañas del Fin del Mundo, a miles de kilómetros al Este. Mientras la inundación arrasaba el reino de Malekith, sus seguidores usaron sus últimos poderes arcanos para hacer retroceder la tormenta que abatía Nagarythe. Energizadas por la magia oscura, sus ciudadelas negras rompieron sus cimientos y quedaron flotando entre las espumosas olas.

El plan de Malekith había fallado y toda su energía se había malgastado. Su reino yacía bajo las olas y y todos sus ejércitos habían sido destruidos. Sobre los castillos flotantes de Nagarythe, que mas tardes se denominarían como las Arcas Negras, el Rey Brujo y sus seguidores huyeron de la ira del cataclismo que ellos mismos habían desencadenado, viajaron al norte y al oeste, atravesando los mares revueltos hasta llegar a la helada desolación de Naggaroth, la Tierra del Frío.

La Era del Rencor[]

III, 1 – 2032 (del -2723 al -692 según el calendario Imperial)

Barcos y Naves Elfos Oscuros

Desposeído y vengativo, Malekith fundó un reino nuevo para su pueblo en la temida tierra de Naggaroth, desde la que los Elfos Oscuros proyectan una sombra de terror a todo el mundo. Ya no existía una única raza de Elfos; la guerra civil había traído la división, abriendo unas heridas que nunca podrán ser curadas. Ahora los Altos Elfos de Ulthuan y los Elfos Oscuros exiliados eran dos pueblos diferentes, unidos solo por su animadversión mutua.

La flota de Malekith navegó en dirección oeste durante muchas semanas soportando las fuertes lluvias, los vientos aullantes y las olas del tamaño de montañas que se habían desencadenado sobre Nagarythe y Tiranoc, hundiendo a ambas bajo el océano. Siempre siguiendo la puesta de sol, Malekith lideró a su gente del atardecer hacia la oscura y cálida noche. La flota navegó a través del Mar Frío y del Mar Maligno, cuyas aguas estaban azotadas por el temporal que se había cobrado ya muchas naves élficas y la vida de sus valerosas tripulaciones cuando intentaban explorar la costa escarpada de los mares occidentales. Fue en los confines al oeste del Mar Maligno, a la sombra de las heladas y recortadas Montañas de Hierro, donde las Arcas Negras de Nagarythe finalmente se detuvieron. Allí, en aquella tierra desolada, Malekith declaró que recrearía las glorias del reinado de Aenarion y construiría una capital que haría palidecer a las grandes ciudades de Ulthuan.

La Fundación de Naggarond[]

Las Arcas Negras que antes fueran el castillo de Malekith encallaron contra la costa rocosa, fusionándose con las rocas ricas en hierro y pizarra de las laderas de la montaña que bordeaban el agua. La comida era escasa, aunque Malekith y sus nobles emprendían cacerías por las estribaciones de las colinas y regresaban con ciervos, jabalíes y grandes mamuts peludos con los que se daban banquetes. Los vientos gélidos bajaban aullando del norte, arrastrando con ellos tormentas de nieve y aludes. Pero más peligrosos aún que los peligros de la congelación y la inanición eran los muchos depredadores que acechaban en estas tierras extrañas. Los oscuros bosques al sur y al este, y las imponentes montañas al oeste daban cobijo a muchas bestias horribles, por lo que centenares de Naggarothi eran devorados por la noche mientras dormían en campamentos en los páramos.

Sombras (Mark Gibbons)

Los exploradores encontraron rápidamente ricos filones de mineral en las montañas, pero el pueblo de Malekith no tenía aptitudes para la minería y la fundición, ni tampoco para construir los muros necesarios para guarecerse de las bestias mutantes, ni servían para ser granjeros o criar animales de granja. Los Elfos Oscuros eran guerreros y solo entendían de guerra: contra Demonios, Orcos, Hombres Bestia y, por último, contra los Altos Elfos. Malekith pronto se dio cuenta de que aunque todavía contaba con una fuerza extraordinaria en combate, a su pueblo le traía sin cuidado el proceso de construcción de una nueva civilización. Si los Druchii (o Elfos Oscuros, como los llamaban sus enemigos durante la guerra civil) concluyeron que si quería crear un nuevo reino allí en el oeste, necesitarían mano de obra que lo construyese.

De este modo empezaron las incursiones sangrientas de los Elfos Oscuros. Al principio, sus ataques estaban dirigidos únicamente contra los Elfos de Ulthuan, para robarles comida y otros suministros. Los Altos Elfos luchaban a muerte en su mayoría antes que ser capturados en batalla, de modo que la fuerza de Malekith no crecía en número rápidamente. Entonces llegaron noticias de las naves que habían viajado al Este, a los bosques y a las montañas de las colonias donde Malekith había luchado junto a los Enanos.

Hueste esclavista.

Los humanos primitivos vivían allí, en cuevas y cabañas de barro. Eran brutos y estúpidos, pero a los Elfos Oscuros no les preocupaba, pues los humanos también crecían rápidamente y eran físicamente fuertes. Sabiendo que estos salvajes disfrutaban de unas vidas cortas y que podían ser controlados fácilmente y crecer con rapidez, Malekith envió a muchas flotas en las décadas que siguieron para saquear los asentamientos humanos, capturarlos y llevarlos a Naggaroth.

Aunque entendían poco de lo que sus señores les pedían, los humanos aprendieron rápido a causa de los látigos de sus amos como excavar el mineral de la roca, cuidar del ganado y forrajear en los bosques. Guiados por albañiles y carpinteros elfos capturados, los esclavos empezaron a construir una ciudad alrededor de la ciudadela de Malekith. El Rey Brujo la bautizó como Naggarond, la Ciudad del Invierno, un lugar dominado por oscuras torres que empezaron a despuntar cada vez más por encima del creciente puerto pirata que crecía bajo su ominosa sombra negra.

La Guerra más Larga[]

Barco elfo oscuro

Una vez establecida su capital, Malekith concentró su atención de nuevo en Ulthuan. Algunas de sus gentes seguían llevando una existencia miserable en las ruinas de Nagarythe, mientras que la Isla Marchita y el Templo de Khaine seguían sin estar en poder de nadie. Aunque temía empuñar la espada de Khaine, Malekith conocía bien sus poderes y la venganza que Caledor podía desencadenar si los Naggarothi se atrevían a reclamarla. Para asegurarse de que el Rey Fénix no reclamaba la Matadioses, Malekith lideró un ataque que avanzó por las islas del Norte de Ulthuan, las Tierras Sombrías que quedaban de Nagarythe, lo poco que se había salvado del maremoto. Los Elfos de Ulthuan recordaban la lección que supuso la guerra civil y Malekith no logró atravesar las montañas para atacar los Reinos Interiores. En el mar, la flota creciente de los Altos Elfos aumentaba en osadía y los refuerzos y suministros de Naggaroth eran interceptados a menudo, debilitando el dominio de Malekith.

Caledor respondió a la invasión de Malekith con su típica determinación, ordenando la construcción de fortificaciones inmensas a cada lado de los pasos principales de las Montañas Annulii. Nunca más volvió a tener el paso libre Malekith para saquear y quemar los templos y ciudades de los alrededor del Mar Interior. Durante treinta años, Malekith exploró y asaltó los puestos avanzados de las montañas, pero los ejércitos de Caledor estaban bien organizados y eran disciplinados, por lo que conseguían imponerse a cada nuevo ataque. Mientras los ejércitos de Malekith refrenaban las incursiones y ataques esporádicos de los Naggarothi, los Altos Elfos acabaron la construcción de la primera de sus ciudadelas, la Puerta del Grifo, a la que los historiadores denominarían la Fortaleza Inconquistable. Las otras Grandes Puertas de las Annulii se construyeron en los años siguientes y pronto los pasos entre las tierras hundidas y los Reinos Interiores estuvieron divididos con murallas de centenares de metros de altura y custodiadas por fuertes defensores, máquinas de guerra ingeniosas y potentes hechizos de protección.

La Construcción de Ghrond[]

Ciudadela Elfos Oscuros por Dave Gallagher

Mientras Malekith luchaba en Ulthuan, el control de Naggaroth estaba en manos de su madre, Morathi. La hechicera ya era una gran practicante de las artes oscuras, aunque siempre trataba de aumentar su poder místico. Envió expediciones a los Desiertos del Caos en el Norte para que sus guerreros buscasen artefactos de los Dioses Oscuros y para que observasen el siempre cambiante miasma de energía del Caos. Pocas de estas expediciones regresaban y ninguna volvía a Naggaroth indemne. Los peligros eran demasiado grandes para que Morathi se aventurase allí en persona, así que ordenó construir una gran torre al norte de Naggaroth desde la que vigilaría personalmente la energía de los dioses.

Ghrond, la Torre Norte, es e! nombre que recibió esta ciudadela y el lugar donde Morathi fundó el Convento de Hechiceras. Para ello, ideó una serie de horribles pruebas de fuerza mágica y mental para encontrar a las videntes y brujas jóvenes más capacitadas. Muchas no sobrevivieron a sus pruebas; las que lo consiguieron salieron reforzadas de ellas y tan amargadas y devotas de la magia oscura como su señora. Morathi estableció este templo de hechiceras para estudiar el Reino del Caos, adentrarse en sus profundidades cautivadoras y trituradoras de mentes para distinguir sus secretos y aprender de lo que había pasado y de lo que habría de pasar. Con la ayuda de sus oráculos oscuros, los caminos del futuro se disponían ante Morathi como un mapa desquiciado; con este conocimiento, ella cambiaba el curso del destino para ella y su hijo. Pero, a pesar de todas sus predicciones y astucia, Morathi no consiguió localizar las líneas del destino que la conducirían a la victoria definitiva sobre Ulthuan.

La Guerra en Ulthuan[]

Altos Elfos contra Elfos Oscuros Adrian Smith

La guerra en el mar oscilaba tanto como la guerra en la tierra, pero después de doscientos años de batallas navales los Altos Elfos estaban consiguiendo imponerse. Sus naves y tripulaciones eran más disciplinadas que las de los corsarios de Naggaroth, más sedientes de sangre y que solían efectuar incursiones en asentamientos humanos y Orcos para luchar contra oponentes sorprendidos y poco sutiles. Los Altos Elfos atacaban con dureza a los convoyes de los Elfos Oscuros y, a continuación, se retiraban después de haber minado la fuerza de la flota de Naggarond. Incluso las poderosas Arcas Negras que antaño fueran invencibles, encontraban rivales a su altura. "El Palacio de la Feliz Destrucción", al mando de Luthern Fellheart, fue hundido por una embestida del espolón Lanza de Estrellas del buque dragón "Indraugnir" en una batalla naval no lejos de la Isla Marchita. Tras sufrir este revés en su confianza, los incursores de Naggaroth fueron más reacios a enfrentarse a las patrullas de los Altos Elfos en los años siguientes.

Aunque Malekith no podía hacer más incursiones en los Reinos Interiores, sus ejércitos permanecieron preparados en la parte más alejada de las Montañas Annulii, siempre dispuestos a atacar en un momento de debilidad. El agotamiento enorme de las flotas y ejércitos requeridos para vigilar un ataque de los Elfos Oscuros debilitó seriamente el apoyo que Ulthuan podía ofrecer a las colonias en el resto de continentes del Viejo Mundo. Con los Reinos Interiores a salvo frente a un ataque procedente de las fortalezas de la montaña, Caledor decidió que había llegado el momento de expulsar a Malekith y a sus Elfos Oscuros de Ulthuan de una vez y por todas. Cuando sus fronteras estuvieran protegidas por mar de nuevo, enviaría tropas y barcos para ayudar en las batallas que tenían lugar por doquier en el floreciente imperio élfico.

Valour of Ages MagaliVilleneuve Alto Elfo Elfo Oscuro

Durante casi diez años, las flotas de los Altos Elfos hundieron todas las naves naggarothi que se aproximaron a la costa septentrional. Su dominio naval era absoluto y los Elfos Oscuros aislados en Ulthuan sufrían ataques constantes en las puertas de la fortaleza inexpugnable de los pasos Annulii. Quizá de modo preventivo, Caledor decidió presionar aún más a Malekith lanzando una ofensiva contra las Tierras Sombrías en un intento de reclamar la Isla Marchita.

Enfrentados a esta repentina agresión, los Elfos Oscuros tuvieron que dejar de lado sus maquinaciones sediciosas para agruparse bajo el estandarte del Rey Brujo. Luchando por sus tierras ancestrales, los Naggarothi estaban llenos de odio y crueldad, con lo que el avance de Caledor fue paralizado rápidamente. Sabiendo que una retirada daría a los Elfos Oscuros la oportunidad de contraatacar, Caledor siguió adelante, luchando por cada loma, valle e isla. Después de diez años de combates, los Elfos Oscuros fueron expulsados de la Isla Marchita, aunque a un coste tremendo. El peor miedo de Malekith se confirmó cuando Caledor se dirigió al Templo de Khaine. Pero a pesar de los temores del Rey Brujo, Caledor resistió los susurros del Dios del Asesinato y dejó la Espada de Khaine tranquila en su altar negro.

Con la Isla Marchita en manos de los Altos Elfos, Caledor navegó de regreso a Lothern. Morathi vio su partida gracias a sus hechizos de predicción, así que invocó una tormenta para que hundiese la flota de los Altos Elfos. La mayoría de las naves sobrevivió a la fuerza del viento y de las olas, pero quedó diseminada, y el velero de Caledor se alejó mucho de su ruta. Guiados por la hechicería de Morathi, los piratas de Malekith la interceptaron rápidamente y abordaron la nave del Rey Fénix. Como sabía que trataban de capturarlo, y llevárselo como trofeo, Caledor se lanzó al mar, a pesar de que llevaba puesta la armadura, y escapó de la venganza tortuosa que Malekith había planeado para él. De este modo acabó el reinado de Caledor l, aunque su muerte no significó el fin de la guerra, ya que durante cinco mil años los Elfos Oscuros no han conocido la paz.

Hag Graef y Clar Karond[]

Warhammer Esclavos Enanos por John Wigley Elfos Oscuros

Durante la guerra, los Elfos Oscuros habían sido derrotados en varias ocasiones. Muchos de sus comandantes temían regresar a Naggarond a causa del temperamento del Rey Brujo y de las maquinaciones de Morathi. Esto provocó que muchos de ellos se dirigieran a la costa del Mar Maligno, muchos kilómetros al sur de Naggarond, y allí construyeron una ciudad donde vivir. La ciudad se llamó Hag Graef, el Abismo Negro.

Situada en un valle escarpado, la localización de su nueva ciudad era fácilmente defendible frente a las criaturas de las montañas y cualquier ataque punitivo que Malekith pudiera lanzar. Un río helado que atravesaba la ciudad hasta el Mar Maligno proporcionaba un puerto natural para las flotas de los Elfos Oscuros. Con el paso de los años, Hag Graef atrajo a otros Elfos Oscuros que trataban de escapar del Rey Brujo por alguna fechoría real o percibida. Muchos de los incursores que atravesaban el océano viajaban primero a Hag Graef para descargar una parte de sus esclavos y botines antes de que Malekith se cobrara su parte. Presintiendo que este caldero de discusión podía convertirse en una rebelión en el futuro, Malekith al principio pensó en aplastar a los disidentes y castigarlos por su insubordinación. Pero su castigo fue evitado por la intervención de Morathi, que tenía una aptitud política mucho mayor que la de su hijo.

Har Ganeth-low

Guiado por el consejo de Morathi, Malekith aceptó esta nueva ciudad. Prometió el mandato de la costa sur del Mar Maligno a los gobernantes de Hag Graef. Era un voto de fidelidad con el que el Rey Brujo aseguraba su protección. Fue un golpe maestro, ya que los nobles elfos oscuros de Hag Graef pronto comenzaron a concentrar todo su poder para luchar entre ellos. Conducidos por sus ambiciones egoístas, los gobernantes de Hag Graef pidieron ayuda a Malekith porque sabían que el apoyo del Rey Brujo podía inclinar la lucha de poder que atenazaba la ciudad. Malekith invitó a media docena de los nobles más poderosos de Hag Graef a un banquete. Les ofreció una opción. Les dijo que una de las copas de vino estaba envenenada y que al que arriesgara su vida para gobernar, Malekith le garantizaría compartir la ciudad. Tres de los nobles cogieron sus copas y bebieron sin dudarlo. Sabían que era mejor morir envenenados que soportar el gobierno de otros. Los otros tres también bebieron, uno a uno, para demostrar su valor frente a sus compañeros. Fue entonces cuando Malekith afirmó que todas las copas estaban envenenadas y que si no le juraban lealtad, no recibirían el antídoto.

Los otros príncipes que competían por el control pactaron con Malekith a cambio de guerreros y hechiceros, y le enviaron esclavos y naves a cambio de su patrocinio. Atrapadas con sus planes insignificantes, finalmente todas las familias gobernantes quedaron bajo el dominio de Malekith y solo los que contasen con el patrocinio del Rey Brujo podrían resistir las ambiciones de sus oponentes. Al final, gobernaron solo en nombre, ya que el Rey Brujo los había enfrentado entre ellos y ahora los controlaba totalmente.

Elfa Oscura hechicera 02

Desde Hag Graef, los Elfos Oscuros se aventuraron a las Montañas Espinazo Negro. Estas expediciones estaban llenas de peligros, ya que las tormentas y las Bestias del Caos se cobraban su peaje. Durante muchos años parecía como si los Elfos Oscuros estuvieran confinados a la zona de la costa del Mar Maligno, atrapados entre las amargas aguas y las implacables montañas. Esta situación cambiaría drásticamente cuando los Elfos de Hag Graef se dedicaron a excavar en las montañas. Un día, los esclavos atravesaron una veta de mineral para encontrarse en una cámara subterránea de muchos kilómetros de longitud.

Un mundo subterráneo oscuro brilló a la luz del farol, alimentado por docenas de pequeños riachuelos procedentes del núcleo de las montañas. Cuando los Elfos Oscuros siguieron excavando en las montañas, encontraron un entramado de cuevas semihundidas y túneles tan largos como una cadena montañosa. Muchos eran formaciones naturales, pero otros tenían el aspecto inquietante de haber sido excavados por manos mortales en el pasado. Las cavernas no estaban desiertas; todo tipo de animales extraños habitaba en el oscuro mundo subterráneo. Los Elfos Oscuros encontraron otras entradas y construyeron puertas fortificadas desde las que lanzar expediciones y protegerse de monstruos que amenazaban con invadir sus tierras.

Al este, un grupo de Elfos Oscuros fundó la ciudad de Clar Karond, conectada a Naggarond y Hag Graef mediante túneles subterráneos. Particularmente en los meses del frío invierno resultaba mucho más seguro viajar bajo tierra que por la superficie o atravesando las aguas azotadas por tormentas del Mar Maligno. Clar Karond creció en tamaño e importancia, ya que su localización al Este la convertía en un puerto natural para las naves de corsarios que regresaban. Desde Clar Karond, los esclavos y otros botines se enviaban con rapidez a las minas de Hag Graef o a la capital. Se ahorraban semanas de navegación si enviaban a las naves en sus incursiones desde Clar Karond, así que Malekith ordenó que se construyese un astillero allí. En cuestión de veinte años, iban y venían más naves procedentes de Clar Karond que de Naggarond y Hag Graef juntas. La oportunidad de beneficiarse de ello fue aprovechada otra vez por Malekith, que indispuso a las familias entre ellas con la falsa promesa de que controlarían este comercio lucrativo.

El Aumento del Culto a Khaine[]

Discípula Elfa Oscura Khaine

Mientras Clar Karond prosperaba, las intrigas políticas y las luchas internas crecían en Naggarond. Las sectas de los muchos cultos de Ulthuan continuaban influenciando a los Elfos Oscuros, pero una secta en particular sobresalía por encima de las otras. Se trataba de los cultistas de Khaine, el Dios del Asesinato, y sus sacrificios sangrientos suponían un gran espectáculo para los Elfos Oscuros. El humo que ascendía desde las piras cubría el cielo de la ciudad del Rey Brujo y turbas sedientas de sangre irrumpían en las calles, matando y mutilando en explosiones de violencia repentinas e inútiles. Pero en lugar de atajar estos excesos, Malekith alentaba la devoción de estos Elfos para sus propios fines. El Rey Brujo se proclamó a sí mismo la reencarnación mortal de Khaine, su instrumento despiadado en el reino de los vivos. Malekith juró devoción eterna al Señor del Asesinato en el templo de Naggarond y vertió una copa de su divina sangre en los braseros en los que las elfas brujas quemaban los corazones de sus sacrificios.

Morathi volvió a ayudar a su hijo, regalando a las elfas brujas de Khaine calderos de sangre sagrada. Las reinas brujas que lideraban el culto se bañaban en la sangre de sus sacrificios y rejuvenecían sus cuerpos, igual que había hecho Morathi. Pero, a diferencia de Morathi, que conservaba los secretos más íntimos de los calderos de sangre, la revivificación de las reinas brujas era solo temporal. A medida que transcurrían los meses, volvían a envejecer y tenían que volver a bañarse para recuperar su belleza.

Durante décadas, las elfas brujas más poderosas se siguieron bañando en sangre para darse cuenta demasiado tarde que Morathi las había atrapado con una adicción a la belleza eterna. La Anciana Hellebron, la Reina Bruja, la líder del culto, una vez se había negado a su baño ritual, pero envejeció tanto que sus leales seguidoras tuvieron que darle su propia sangre hasta que se arrepintió y volvió a bañarse en el caldero una vez más. Desde entonces, ha sido desafiante con Morathi, aunque en última instancia es Morathi la que controla el destino de las elfas brujas, no Hellebron.

La Invasión del Caos[]

Bárbaro del Caos de Ryan Barger

Cuando el reinado de Malekith estaba próximo a cumplir los mil años, se observó una gran alteración en el Reino del Caos. Ninguna hechicera o hechicero consiguió adivinar a que se debían estas tormentas, pero en cuestión de poco tiempo la intención de los Dioses del Caos se hizo patente.

Desde el norte llegó una gran hueste de humanos salvajes montados a lomos de perros salvajes y en carros de guerra tirados por enormes gatos depredadores. En su piel tenían cicatrices y tatuajes con símbolos de los Dioses Oscuros y pictogramas de bestias con muchas cabezas. Engendros deformes y bestias del Caos hinchadas corrían y se escabullían a su lado mientras en el cielo unas criaturas aladas con piel de hierro y cabezas de serpiente planeaban entre las nubes de tormenta antinatural. La horda andrajosa llenaba el horizonte y avanzaba en dirección al sur desde los Desiertos del Caos, parecía como si los propios dioses la persiguieran. Los aullidos y rugidos de las bestias podían oírse en kilómetros a la redonda y el frío no parecía ralentizar o detener su ataque.

Guerreros Elfos Oscuros contra Bárbaros del Caos

La horda del Caos llegó a Ghrond y se lanzó sobre la ciudad en un asalto precipitado aplastando sus muros negros en una marea frenética. Las ballestas de repetición de los Elfos Oscuros aniquilaron a centenares de estos dementes guerreros de tribus, pero seguían trepando por las colinas de cadáveres para continuar asaltando las almenas de la Torre Norte. Las hechiceras enviaron un aviso místico a su señora en Naggarond, aunque muchas fueron destruidas en el intento por entidades demoníacas arrastradas al sur por los vientos del Caos.

El asedio continuó durante tres semanas, hasta que al fin llegó el Rey Brujo con el ejército de Naggarond. La guardia negra cogió el relevo cargando con sus brutales alabardas a los guerreros del Caos y partiéndolos en dos. Los lanceros expulsaron a los seguidores del Caos de los muros de Ghrond y permitieron que los defensores salieran y reagruparan el ejército de Malekith. Unos jinetes de capas negras cabalgaron detrás de los que intentaban huir y cazaron a los supervivientes que trataban de escapar por la tundra baldía. Por la noche continuó la lucha y así siguieron hasta que no quedó vivo un solo guerrero del Caos, aunque para entonces también había caído más de la mitad de los guerreros de Malekith. Las hechiceras que habían sobrevivido fueron llevadas ante Malekith; él las encadenó y las envió a los altares para sacrificarlas por su fracaso al no predecir el ataque del Caos.

Conflictos en las Colonias[]

Caledor II el Guerrero

Mientras las ciudades de los Elfos Oscuros crecían en Naggaroth, sus hazañas en tierras lejanas también aumentaban. En el Nuevo Mundo que había al otro lado del océano, donde las flotas de esclavos aterrorizaban a las tribus de humanos primitivos, la influencia de Ulthuan era cada vez más fuerte. Las flotas de Altos Elfos patrullaban las costas y cada año que pasaba, las incursiones eran más y más peligrosas. Pronto los esclavos y los botines empezaron a escasear y Malekith estaba descontento.

Caledor II había sucedido en el trono al adversario de Malekith durante la guerra civil y bajo su reinado, sus colonias prosperaban como nunca antes lo habían hecho, y su amistad con los Enanos se fortalecía cada vez más. Temiendo una alianza entre ambas razas, el Rey Brujo ordenó a sus Corsarios del Arca Negra que interceptaran los convoyes comerciales de los Enanos y les proporcionó mapas de rutas secretas que había aprendido mientras era embajador de Snorri Barbablanca.

La última parte del plan de Malekith fue una sugerencia de Khalaeth Tejemuerte, dirigente de Hag Graef en aquella época. Los incursores se vistieron como Elfos de Ulthuan, ataviados con unas túnicas blancas y armaduras plateadas que los Elfos Oscuros tenían de sus incursiones en las Tierras Sombrías. Mientras ellos llenaban las arcas de Naggarond, los corsarios sembrarían la disensión entre Elfos y Enanos. Malekith se rió después de pensar que aquello suponía una traición para las dos razas que una vez lo alabaran como héroe; los bajitos y feos Enanos y sus decadentes primos de Ulthuan nunca más volverían a unir sus fuerzas contra él.

Mares de Sangre de David Gallagher Enanos Elfos Oscuros Man O' War

Los resultados de estos ataques clandestinos fueron mejores de lo que Malekith había esperado, pues eran las gentes de Ulthuan las que se llevaban las culpas por los actos vandálicos de sus siniestros congéneres. Caledor II demostró ser un Rey Fénix que pensaba demasiado en sí mismo y, cuando los Enanos le pidieron una explicación por los ataques perpetrados a sus mercaderes, salió a relucir su arrogancia. La tozudez de los Enanos también tuvo su culpa, y durante casi 500 años Ulthuan y los Enanos se enfrascaron en una guerra. Cuando la noticia del conflicto llegó a Naggaroth, Malekith se alegró.

A modo de celebración, organizó una gran ceremonia en Naggarond. El desenfreno duró un mes y culminó en una cacería masiva en la que un millar de esclavos se soltaron en los bosques y los Elfos Oscuros los cazaron durante las semanas siguientes. Los gritos para que Malekith liderase a su gente de vuelta a Ulthuan se hicieron cada vez más fuertes, pero el Rey Brujo exigió paciencia a sus súbditos. Los auspicios lanzados por Morathi eran buenos, pero ella sería la que avisaría cuando fuera el momento adecuado para atacar.

Durante siglos el poder de Ulthuan estuvo enfrentado al de los Enanos. Los Elfos Oscuros se aprovecharon de ello vagando por las costas y atacando donde les parecía. Sus flotas iban cargadas de refuerzos que eran enviados a las colonias y ejércitos incursores tendían emboscadas a muchos regimientos enanos mientras estos marchaban por las carreteras de la costa para atacar a los Altos Elfos. Mientras la desesperación y la muerte hacían mella en los reinos de los Enanos y los Elfos, el pueblo del Rey Brujo conoció una etapa de prosperidad como nunca había vivido antes.

Hellebron Mark Gibbon

En Naggaroth, los dominios de Malekith se extendían cada vez más. Regaló la ciudad de Har Ganeth a Hellebron y a sus cultistas khainitas. A cambio, las enloquecidas elfas brujas lucharían por el Rey Brujo y sus nobles cuando las necesitaran. Har Ganeth se convirtió en un centro floreciente del culto al sacrificio y sus templos ensangrentados rivalizaban con los de Naggarond. En el centro de Har Ganeth, Hellebron erigió un gran templo al que se ascendía por una escalera de hierro que tenía mil y un escalones. En lo alto de todo, los altares rebosantes de la sangre de los sacrificios que se realizaban a una escala casi industrial.

Cientos de personas eran sacrificadas cada día, decapitadas por los guerreros elegidos de Khaine. Las cabezas cortadas se arrojaban escaleras abajo y los Elfos Oscuros se peleaban entre ellos por coger las cabezas y llevárselas a casa. De estos rituales sangrientos surgió el culto de los verdugos, guardias del templo que tenían tanta habilidad con sus espadas que eran capaces de decapitar o eviscerar a un cautivo de un solo tajo.

Elfos Oscuros contra Enanos

Malekith envió asesinos educados y adiestrados en Har Ganeth para que sembraran la discordia en las colonias élficas y en las fortalezas enanas del Viejo Mundo; de este modo, Malekith quería asegurarse que no habría acuerdo posible entre Enanos y Elfos. La medida era del todo innecesaria, ya que Caledor II y el Gran Rey Gotrek Rompestrellas estaban resueltos a destruirse el uno al otro.

Los eventos finalmente tomaron un rumbo que Malekith consideró que era la señal para atacar. El convento de Hechiceras espió a una flota que abandonaba el puerto de Lothern; abordo de la nave insignia iba el Rey Fénix. Caledor II salía de Ulthuan para supervisar personalmente la guerra con los Enanos. Ulthuan jamás había sido tan vulnerable, pues sus guarniciones habían sido despojadas de buenos guerreros y sus mejores generales estaban muertos o habían caído en desgracia y habían sido apartados de la corte. Malekith observó Ulthuan con ojos ávidos y vio que era débil y vulnerable. Envió a sus Jinetes Oscuros a cada ciudad de Naggaroth y reunió al grueso de la flota naggarothi. Todas las Arcas Negras regresaron al Mar Maligno y un ejército como no se veía en cinco siglos se preparó para la invasión. Malekith confiaba en que Ulthuan, al estar dividido y sin líder, esta vez no podría resistir.

La Reconstrucción de Anlec[]

Mientras la armada de los Elfos Oscuros atravesaba el Mar Maligno, las naves del este llevaron la noticia a Malekith de que Caledor Il había muerto a manos del Gran Rey Gotrek Rompestrellas. Lejos de alegrarse con ello, el Rey Brujo quedó muy preocupado pues no esperaba ese giro en los acontecimientos y sus pensamientos se concentraron en ver quién sería el sucesor al trono de los Reyes Fénix. Con el incompetente Caledor II gobernando Ulthuan, Malekith estaba seguro de que podía ganar a los Elfos en una campaña rápida. Pero, si elegían otro rey con el mismo aplomo que Caledor I, la victoria sería imposible. Malekith decidió resolver el asunto personalmente y ordenó que su flota se dirigiese a toda velocidad a la costa de las Tierras Sombrías. Si los Elfos Oscuros atacaban antes de que un nuevo Rey Fénix fuese elegido, podrían aprovechar la confusión y la desorganización para asegurar la victoria.

Nagarythe

Empujados por la noticia, las Arcas Negras "Ciudadela de la Condenación" y "Palacio Jade del Dolor" atracaron entre las ruinas de Nagarythe. Malekith había elegido muy acertadamente el lugar del desembarco, entre las fortificaciones de la ancestral Anlec ahora cubiertas de vegetación. Reconstruiría Anlec y desde las tierras del gran Aenarion atacaría para reclamar el gobierno legítimo de Ulthuan. Gracias a muchos miles de esclavos trabajando bajo los látigos crueles de los capataces, las murallas y bastiones de Anlec fueron reconstruidos rápidamente alrededor de los cimientos de las Arcas Negras. En el lugar donde antes se hallara la sala del trono de Aenarion, Malekith izó su bandera para proclamar a Ulthuan que el heredero de Aenarion había regresado.

Mientras los esclavos se afanaban en levantar un nuevo palacio para mayor gloria del Rey Brujo, Malekith lanzó todo el poder de sus ejércitos que se dirigieron al sur y asediaron la Puerta del Grifo, que custodiaba los verdes Reinos Interiores.

Elfos Oscuros Asediando Ciudad Altos Elfos

Viendo que la guerra contra los Elfos Oscuros se había avivado, los príncipes de Ulthuan eligieron rápidamente a su nuevo rey. Caradryel, Príncipe de Yvresse, fue escogido por tratarse del más estable de los candidatos y su primer decreto consistió en convocar a todos los Elfos leales para que defendieran Ulthuan. De este modo, los Elfos abandonaron las colonias allende el mar para no regresar hasta muchos siglos después. Sus guerras y labores quedarían sin ser vistas por el mundo. Mientras los refuerzos se apresuraban para regresar a Ulthuan, Malekith envió toda la potencia de su ejército contra los escasos defensores de la Puerta del Grifo. Pero, a pesar de toda la fuerza de la hueste de los Naggarothi, la astucia al preparar las defensas y la resolución de los Altos Elfos impidió que el ejército de Malekith avanzara y el asedio se prolongó durante muchos años.

Mientras los Elfos de todo el globo regresaban ante la petición de Caradryel, el Rey Fénix instituyó un sistema de guarniciones rotatorias que aseguró que las puertas que bordeaban las Montañas Annulii estaban siempre defendidas con sus efectivos a máxima potencia. Los Elfos Oscuros no podían permitirse una estrategia y estaban cansados y desmoralizados, mientras que sus enemigos siempre parecían frescos y preparados. A pesar de la resistencia férrea de su pueblo, Caradryel había sacrificado muchas de las colonias exteriores y el poder de los Altos Elfos disminuía con el encogimiento de su imperio. En los restos agrietados y socavados de Nagarythe, Anlec crecía más y más mientras el Rey Brujo enviaba cada vez a más gente de regreso a Ulthuan, hasta que las ciudades de Naggaroth quedaron vacías a excepción de los esclavos y sus cuidadores. Toda la voluntad y la energía de Malekith estaba concentrada en romper las defensas de Ulthuan.

Soldados Altos Elfos

Caradryel no era un soldado, pero la guerra con los Enanos había forjado muchos grandes líderes y fueron estos Elfos los que el Rey Fénix puso al mando de sus ejércitos. De todos ellos, el más dotado para la guerra era Tethlis. Su experiencia en combate solo era igualada por su odio a los Elfos Oscuros, que lo habían dejado huérfano tras una de sus muchas incursiones. Tethlis había sido uno de los generales descartados por la arrogancia de Caledor II, pero Caradryel confió en su determinación fría. Encomendó a Tethlis; la misión de obligar a los Elfos Oscuros de Naggaroth a que regresaran tras los muros de la Puerta del Grifo. Tethlis aceptó esta orden con denodado entusiasmo y reunió a los veteranos más avezados de las guarniciones de varias puertas para formar un ejército con el que expulsaría a los Elfos Oscuros de regreso al mar. La ofensiva de los Altos Elfos fue totalmente inesperada y en forma de Columna de caballeros relucientes que cargó desde la Puerta del Grifo y jinetes dragón que planeaban desde el cielo. El Rey Brujo había dejado el asedio en manos de sus lugartenientes, así que los Elfos Oscuros huyeron antes de que Tethlis iniciara su furibundo ataque. Tethlis condujo a la hueste de Naggaroth hacia el Norte, hostigándolos constantemente y sin dejarles respiro para que recuperasen el coraje y se mantuviesen firmes. Cuando la noticia de la retirada llegó hasta Malekíth, éste montó en cólera y le arrancó la cabeza a uno de los mensajeros y la arrojó al resto de heraldos. El Rey Brujo reunió a sus mejores guerreros, los asesinos de Khaine, las hechiceras del Convento y los veteranos corsarios; con ellos,Malekith se puso en marcha para enfrentarse a la hueste de Tethlis.

Malekith 4 edicion

Ahora sabía que tendría que usar su nueva arma sobre los Elfos de Ulthuan. El Rey Brujo se montó en un enorme carro de hierro negro, encantado con hechizos de terror y destrucción. Dos reptiles fieros tiraban de él; eran gélidos que había encontrado en las cavernas subterráneas de Naggaroth. Tras Malekith, los nobles que habían probado su valía avanzaron. Algunos iban montados en otros carros, otros a lomos de más gélidos. Los Altos Elfos nunca habían visto antes a tantas de estas criaturas. Enfrentados al feroz asalto de estas bestias malolientes, los lanceros y arqueros retrocedieron desorganizados ante la carga de los Elfos Oscuros. Aunque el revés era inesperado, Tethlis no se había dirigido directamente a Anlec a lo loco. Llevaba consigo tropas de reserva de leones blancos y la guardia del fénix, de modo que los Altos Elfos se reagruparon y retiraron para colocarse tras las filas de estos guerreros mortíferos. A pesar de toda la furia de Tethlis, los Elfos Oscuros habían mantenido un punto de apoyo en Ulthuan y la Isla Marchita.

El Surgimiento del Asesino[]

A pesar de los intentos de los asesinos de Malekith para apresurar su fallecimiento, Caradryel reinó durante más de seis siglos, durante los que el Rey Brujo probó continuamente las defensas de Ulthuan. Cuando Caradryel murió pacíficamente en su lecho, los espías de Malekith regresaron de los Reinos Interiores con la noticia de que el concilio de príncipes había elegido a Tethlis como su sucesor. El Rey Brujo sabía que aquello no iba a ayudar a su deseo de reclamar Ulthuan. Tethlis tenía la tenacidad y el brío militar de Caledor I, que había desbaratado las ambiciones de Malekith muchos años atrás. El Rey Brujo esperaba que Tethlis reanudara su campaña contra Anlec y por eso retiró sus fuerzas para proteger su nueva capital. En cuestión de una década, los Altos Elfos regresaron lanzando ataques desde las Puertas Annulii para alcanzar el núcleo de las Tierras Sombrías.

Carro Leones Cracia

Los ejércitos de Tethlis eran más disciplinados y estaban mejor coordinados que cualquier otra fuerza a la que se hubiera enfrentado. Como ahora se adiestraban en las ciudades y aldeas, estos guerreros luchaban por defender sus hogares y por el cariño que profesaban a su monarca. Los guerreros de Malekith luchaban con amargura, por el odio que sentían hacia los Altos Elfos y por miedo a su señor. No se habían visto batallas tan sangrientas desde los días de la guerra civil. En cuestión de cuarenta años, la ofensiva de Tethlis, que se registraría en los anales de los Altos Elfos como "La Limpieza", amenazaba con expulsar del todo a los Elfos Oscuros de Ulthuan. Malekith contraatacó con ferocidad y en dos ocasiones se vio obligado a enfrentarse a Tethlis en el exterior de las puertas de Anlec. En la segunda ocasión, Malekith hizo avanzar a sus guerreros lanzándolos a una persecución feroz, pisándole los talones a Tethlis hasta la Puerta del Grifo.

Tras comprobar que la fortaleza estaba pobremente defendida, pues el ejército de Tethlis había quedado dispersado tras la persecución implacable, el Rey brujo ordenó un asalto inmediato. Sin embargo, Malekith iba a ser superado, ya que tanto el ataque como la fuga de Tethlis habían sido una trampa, un señuelo con el que atraer al Rey Brujo desde su fortaleza. Mientras los Elfos Oscuros se lanzaban hacia las puertas, los lanzavirotes de repetición y los arqueros desencadenaron una tormenta de proyectiles que acabó con uno de cada cinco atacantes con el primer disparo. El ejército de Tethlis se reagrupó de acuerdo con el plan del Rey Fénix y cortó la huida del Rey Brujo por el paso.

Asesino Elfos Oscuro

Solo la brutalidad de las Elfas Brujas y de los Verdugos de Khaine al frente del ejército les permitió romper el cerco y escapar. Mientras conducía a los restos de su ejército hacia el norte otra vez, Malekith maldijo el nombre de Tethlis y juró ver muerto al Rey Fénix.

La guerra continuó durante ciento cincuenta años, durante los cuales asesinos y agentes de Malekith trataron de matar a Tethlis en varias ocasiones. Estuvieron a punto de conseguirlo cuando lo capturaron mientras viajaba al norte desde la Puerta del Fénix. Su escolta de Leones Blancos era pequeña, pero lucharon a muerte por defender a su rey, aunque éste solo ya consiguiera deshacerse de media docena de sus atacantes. Aunque todos sus guardias murieron, Tethlis no sufrió un solo rasguño y regresó a la Puerta Fénix sano y salvo.

En los doscientos cincuenta años que transcurrieron desde su ascenso al Trono de los Reyes Fénix, Tethlis se había enfrentado a los Elfos Oscuros y ahora el ejército de los Altos Elfos estaba listo para el ataque final, advertido por los mensajeros demoníacos de Morathi, Malekith decidió atacar en primer lugar, antes de que el peso de las huestes de Ulthuan cayera sobre Anlec por última vez. Las nieves del frío invierno y los vientos arreciaron sobre Nagarythe y el ejército de Tethlis se vio obligado a retirarse a las puertas, incapaz de poder atacar hasta la siguiente primavera. Envolviendo su ejército con hechizos que mantenían alejado el frío del invierno, Malekith envió al ataque al resto de sus legiones. Sus órdenes fueron simples: tomad los Reinos Interiores o morid a manos del Rey Brujo y sus torturadores.

Regimiento de Lanceros Elfos Oscuros por Dave Gallagher

Los Altos Elfos se vieron superados por los primeros ataques. Varias fortalezas cayeron el primer mes y guarniciones aisladas fueron masacradas o tomadas cautivas. A Tethlis le pilló de sorpresa, así que no tuvo tiempo de movilizar sus ejércitos, especialmente en medio del frío invierno. Los Elfos Oscuros atravesaron la Puerta del Fénix y la Puerta del Dragón. Sin embargo, el éxito de los ejércitos de Malekith resultó ser su perdición. Siguieron presionando en los Reinos Interiores donde el tiempo era más benigno. Allí, la hueste de Tethlis los esperaba; además, habían vaciado de alimentos los almacenes de invierno y habían arrasado sus propias aldeas para negar cobijo a los Elfos Oscuros. Ni siquiera la magia de Morathi y sus hechiceras consiguió proteger a sus ejércitos del hambre y la sed, y los suministros eran escasos. A sabiendas de que si fallaban sería una invitación al desastre, los Altos Elfos vendieron caras sus vidas.

La batalla se hizo realmente dura en el asedio de Tor Lehan. Ambos bandos estaban tan decididos a no retirarse que al final lo consiguieron y ni un solo Alto Elfo o Druchii sobrevivió. Tor Lehan marcó el punto más alto del avance de los Elfos Oscuros. A medida que el invierno llegaba a su fin, llegaban más tropas atravesando el Mar Interior procedentes de los reinos del este, de modo que los Elfos Oscuros se vieron superados en número. Se hallaban a unos cuantos días de marcha del Templo de Asuryan, pero no podían continuar su ataque. El odio a los Altos Elfos y el miedo a su propio rey habían empujado a los Elfos Oscuros a aventurarse tan lejos, pero no les llevarían más allá. Con la ventaja de la sorpresa esfumada, la moral de los Elfos Oscuros se vino abajo. Sabían que, si se quedaban en los Reinos Interiores, se arriesgaban a que sus enemigos los rodeasen. Los comandantes de Malekith ordenaron retirarse a Nagarythe.

La Caída de Isla Marchita[]

Espadachina sin Igual de Magali Villeneuve Altos Elfos

Las recriminaciones de Malekith duraron poco tiempo, ya que Tethlis lanzó su inevitable contraataque. A pesar de toda su astucia y poder como hechicero, no había nada que el Rey Brujo pudiera hacer para detener el avance de los Altos Elfos hacia Nagarythe. Abandonó Anlec, rompiendo un asedio que había durado doscientos años, y se dirigió al santuario de la Isla Marchita. Al quedar vacío, Anlec fue destruido por el ejército de Tethlis, que arrasó toda señal de existencia a espada, fuego y magia. Incluso las piedras con las que estaba construida fueron fundidas o hechas añicos, de manera que no quedó rastro de Anlec en las tierras de Ulthuan. En el centro de los palacios se erigía un altar de Khaine, al que se habían sacrificado tantas vidas que podían oírse los espíritus elfos gritando por el tormento. El altar y la tierra que había bajo él, saturada de la sangre de tantos sacrificios, fueron desenterrados y llevados al mar, siendo arrojados a un abismo marino. Hasta el día de hoy, los gritos de las víctimas del Rey Brujo siguen frecuentando las olas de esa costa, aterrorizando a los marineros que se atreven a navegar por estas aguas.

Lanzavirotes destripador

No contento con haber expulsado al Rey Brujo y sus ejércitos de Ulthuan, Tethlis continuó el avance hasta la Isla Marchita. Una armada de centenares de naves abandonó las costas de la isla élfica para enfrentarse a una docena de Arcas Negras al mando de Menreith Fellheart, nieto del Señor del Palacio de la Feliz Destrucción que había sido hundido muchos siglos antes. Menreith estaba determinado a no sufrir el mismo destino que su antepasado y la Batalla de las Olas se recuerda como una de las más feroces y cruentas batallas navales libradas entre las dos razas de Elfos. A pesar del poder de las Arcas Negras, Menreith no pudo impedir que las fuerzas de Tethlis consiguieran alcanzar la Isla Marchita. Los Altos Elfos fueron recibidos con una ráfaga de proyectiles de las ballestas de repetición que sesgaron las tropas de Tethlis mientras desembarcaban. Los cadáveres y la sangre llenaban las aguas mientras continuaban las andanadas de disparos desde lo alto de los acantilados a los barcos.

Los tiburones percibieron la sangre en el agua y se concentraron allí para darse un festín con los muertos y los vivos. Al final, indiferentes a los peligros e impulsados únicamente por el odio a los Altos Elfos y la desesperación por proteger su último reducto en Ulthuan, los Elfos Oscuros cargaron hasta las aguas. En medio del ataque de los tiburones, las olas y los gritos de los heridos, los Asur y los Druchii luchaban a muerte, atacándose con una furia incontenible. Las aguas quedaron tenidas de rojo, pero al final los Altos Elfos consiguieron llegar a tierra.

Yelmos Plateados Altos Elfos

Las andanadas de las ballestas de repetición situadas en los acantilados eran implacables e impactaban tanto en amigos como a enemigos, porque los guerreros de Malekith sabían que tenían que expulsarlos de nuevo a las aguas donde las Arcas Negras los esperaban. Pero los Elfos Oscuros desconocían que Tethlis había enviado a un pequeño grupo de naves halcón, cada una con un mago a bordo, para que las rodeasen de una niebla que imposibilitara su detección. Esta fuerza había desembarcado en la Isla Marchita, varios kilómetros al sur del lugar del desembarco principal, y en sus filas contaba con docenas de Yelmos Plateados, organizados de entre las familias nobles más poderosas de Ulthuan. La caballería avanzó al galope por la línea costera hasta alcanzar la retaguardia de los Elfos Oscuros que disparaban desde los acantilados. Cogidos por sorpresa por la carga de los yelmos plateados, muchos Elfos Oscuros fueron empujados por los acantilados, estrellándose contra las afiladas rocas.

Una vez asegurada la cabeza de playa, los Altos Elfos enviaron más tropas a la Isla Marchita y avanzaron hasta el Templo de Khaine. La mayoría de los guerreros de Malekith seguía a bordo de las Arcas Negras y no podía intervenir. Al darse cuenta de que ni siquiera su atención personal conseguiría detener el avance vengativo de Tethlis, Malekith renunció a la Isla Marchita y huyó de allí a lomos de una mantícora y avisó a su flota para que regresase a Naggaroth.

Witch Elf vs White Lion

La Isla Marchita se había perdido y, con ella, se había eliminado toda presencia de los Elfos Oscuros en Ulthuan. Malekith conocía bien el temperamento de Tethlis y predijo que el Rey Fénix no estaría contento mientras el Rey Brujo siguiera con vida. Ocultos de los ojos y hechizos de los Altos Elfos, una cábala de asesinos le tendió una emboscada en los alrededores del Templo de Khaine. Si Tethlis intentaba atacar a Malekith, los asesinos le atacarían en seguida para evitar que el Rey Fénix acabase con la vida del Rey Brujo. Nadie en Naggaroth sabe a ciencia cierta lo que ocurrió cuando Tethlis llegó hasta el Altar de Khaine, pero nunca más se supo de él. Parece como si los asesinos de Malekith hubieran tenido éxito en su misión, aunque también circulan rumores de que los asesinos del Rey Brujo fueron asesinados por los Leones Blancos que guardaban a Tethlis, y que fue su propia escolta la que mató al Rey Fénix mientras intentaba llevarse la Espada de Khaine; una acción que hubiera sumido a los Elfos en una nueva era de oscuridad y matanza equivalente a la de los tiempos de Aenarion.

Ya fuera por mano amiga o enemiga, Tethlis murió en el Templo de Khaine y con él también murió el ardor guerrero que quedaba en los Altos Elfos y su deseo de continuar la guerra. Los Altos Elfos habían quemado sus propias tierras y visto como su pueblo era masacrado en la guerra contra los Elfos Oscuros, y ya estaban hartos de la batalla. Por su parte, Malekith sabía que sus ejércitos estaban desmoralizados y su espíritu de lucha se había desvanecido después de un millar de campos de batalla, así que los Elfos Oscuros regresaron a Naggaroth para reconstruir sus fuerzas. Vino una Era de Paz Abominable nacida de la sangre y el clamor de la guerra.

La Era de la Odiosa Paz[]

IV, 1 – 1816 (del -692 al 1123 según el Calendario Imperial)

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Exhaustos tras siglos de guerra, tanto los Altos Elfos como los Elfos Oscuros habían agotado sus fuerzas durante la Limpieza. En Naggaroth, los supervivientes de la guerra se retiraron a sus hogares, calmados y escarmentados tras la derrota. Ni siquiera todos los sacrificios nocturnos ordenados por Hellebron y las cacerías organizadas por el Rey Brujo consiguieron elevar la moral de los Elfos Oscuros. Los comandantes de la flota dispuestos a enfrentarse a las patrullas de Altos Elfos del este eran pocos, y las naves incursoras se desvanecían para regresar como cazadores solitarios, incapaces de reunir una gran fuerza con la que repetir las grandes invasiones del pasado. Al darse cuenta de que su pueblo necesitaba tiempo para revitalizar sus espíritus, y cauteloso ante cualquier amenaza que pudiera convertirse en el golpe fatal a su orgullo herido y que condujese a una sublevación, el Rey Brujo concentró todos sus recursos en reconstruir la fuerza de Naggaroth y sus ciudades. Instigó la construcción de una cadena de torres fortificadas a lo largo de la frontera con los Desiertos del Caos, para ayudar a Ghrond en su vigilancia eterna. Dispuso tres Arcas Negras en los Estrechos Traicioneros, para proteger esta franja de agua que separaba el Gran Charco del Mar Frío de las incursiones de los Altos Elfos.

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En poco tiempo llegó una noticia a Naggaroth que animó los fríos corazones de los Elfos Oscuros y que encendió en ellos su viejo deseo de matanzas y guerras. Kaledor Maglen, famoso Señor de los Sombras y gran explorador del Mundo Subterráneo, había descubierto un pasaje al oeste hacia el Mar Hirviente. Denominado el Camino Negro por estar surcado de kilómetros de túneles oscuros, esta nueva ruta permitiría que las flotas de Naggaroth se dirigieran al oeste, evitando la armada de Ulthuan. En el Mar Hirviente, las Arcas Negras descubrieron criaturas monstruosas a las que los Señores de las Bestias de Karond Kar consiguieron domesticar y someter a su voluntad. Con castillos de cúpulas afiladas sobre el lomo, estas criaturas del Mar Hirviente se convirtieron en la base de una nueva flota incursora.

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La construcción de las torres de vigilancia del norte se había completado y no transcurrió mucho tiempo hasta que las partidas del Caos empezaron a reunirse en los Desiertos del Caos para efectuar incursiones en las tierras de Naggaroth. Las patrullas destacadas en las fortificaciones conseguían mantener las tierras limpias de cualquier rastro de las tribus humanas primitivas procedentes del Sur con intenciones de saquear; todo lo que encontraban allí era una muerte horrible o las cadenas de los señores de los esclavos.

A pesar de todos sus intentos de recuperar el poder de los Elfos Oscuros, Malekith nunca consiguió volver a concentrar su objetivo en la recompensa definitiva: Ulthuan. Tenía allí destacados espías y agentes, y Morathi y su Convento de Hechiceras le proporcionaban mucha información. Una oleada de esfuerzos intelectuales tenía muy ocupada a la isla de los Elfos, debida al ascenso al poder de Bel-Korhadris, un mago de Saphery. El Rey Mago construyó un gran edificio a su mayor gloria y consagrado al estudio de las artes mágicas, la Torre Blanca de Hoeth, para que rivalizara con las afiladas agujas de la de Ghrond. El Rey Brujo presintió una debilidad creciente en el corazón de los Altos Elfos, un ablandamiento de sus almas a medida que transcurrían las generaciones y las batallas sangrientas de la Limpieza se iban desvaneciendo de la memoria. Pero para él aquellos amargos conflictos no estaban olvidados, ya que Malekith estaba tan inmerso en el conocimiento de la Magia Oscura que no envejecía, y a su pueblo les recordaba constantemente su deber para con su señor y las injusticias que habían cometido contra ellos

El Resurgimiento de los Cultos al Placer[]

Malekith se dio cuenta de que una guerra directa contra los Altos Elfos no servía para nada, pues sus armerías aún necesitaban tiempo para reunir fuerzas. Además, la agresión directa solo los sacaría de su deterioro introvertido, así que el Rey Brujo pensó en métodos más sutiles de derrotar a sus enemigos desde dentro. Aconsejado por Morathi, favoreció a los muchos cultos y sectas en las que participaban los Elfos Oscuros, apoyando abiertamente a los sumos sacerdotes y sumas sacerdotisas como Hellebron, Aegethir y Kherathi. Las ceremonias de los cultos se hicieron cada vez más extravagantes y la participación cada vez mayor.

Los lujos se amontonaban para los seguidores más dedicados de los siniestros dioses de los Elfos Oscuros. Desde las filas de estos fervientes cultistas, el Rey Brujo seleccionaba a los más inteligentes y devotos, que eran enviados a estudiar las artes del subterfugio y el espionaje con los Asesinos de Khaíne. Cuando estaban preparados, estos agentes viajaban de uno en uno por rutas ocultas hasta las costas de Ulthuan. Se mezclaban con los Altos Elfos y emprendían una vida normal como carpinteros, herreros, granjeros o poetas. Entretanto, se dedicaban a extender sus conocimientos venenosos y los cultos ancestrales al placer comenzaron a crecer de nuevo. Esta vez los cultos eran insidiosos y sutiles, y no ejecutaban ninguno de los extravagantes rituales que los habían puesto al descubierto en la época de Bel Shanaar. Siglo tras siglo, generación tras generación, las sectas ocultas florecían; un cáncer oscuro estaba minando el corazón de Ulthuan, permaneciendo oculto a la vista de sus gobernantes.

Malekith Languidece[]

Aun con la presencia reforzada de los Elfos Oscuros en Ulthuan, Malekith se apagaba. Sin saberlo el Rey Brujo, la misma abulia que había afectado a sus odiados parientes se albergaba ahora en su negro corazón. Él creía estar simplemente aguardando a que sus planes dieran fruto, esperando pacientemente el momento oportuno. Lo cierto es que Malekith, maestro del engaño, solo se engañaba a sí mismo. Su cuerpo era inmortal, pero su alma estaba agotada. Sin el reto constante de los ejércitos de Ulthuan ni la provocación de sus altaneros gobernantes, su espíritu se embotaba.

Como siempre, aquello que no estaba claro para el Rey Brujo era de una obviedad siniestra a ojos de su madre. Morathi veía con amargura creciente cómo Malekith se recluía lejos del mundo. Ella ofreció sacrificios diarios a Khaine para que le diera un nuevo vigor a Malekith. Cuando eso falló, instigo una rebelión en la ciudad septentrional de Har Kaldra con la esperanza de que eso empujase a su hijo a actuar. Cuando las noticias de la revuelta llegaron a Malekith, tuvo un tremendo ataque de cólera y destruyó la ciudadela rebelde y todo lo que había tras sus muros. Morathi se alegró durante un tiempo, pues parecía que Malekith había recuperado su antiguo vigor. Por desgracia, ese resurgir fue pasajero. En consecuencia, el carácter de la propia Morathi se ensombreció; y las cosas pronto empeoraron.

Kindred of Laith-Kourn by Adam Lane Elfos Silvanos

Un año después de la destrucción de Har Kaldra, llegó hasta Naggarond un mensajero del remoto Athel Loren. Su nombre era Hrothar el Señor del Viento, y portaba noticias que sacaron al Rey Brujo de su ensimismamiento. Cuando Allisara, la esposa de Malekith, huyó de él tantos siglos antes, acabó llegando a Athel Loren. Dentro de sus fronteras intemporales hizo una nueva vida, pero poco a poco, se arrepintió de su abandono. Aunque los Elfos Silvanos estaban aislados de casi todo lo que sucedía en Ulthuan y Naggaroth, Allisara fue sabiendo paulatinamente que sus visiones se habían hecho realidad. Ahora la consumían la culpa y la pesadumbre decía Hrothar, y regresaría al lado de Malekith si él así lo deseaba. Tales nuevas encendieron un destello de calidez en el corazón frio de Malekith. Así, cuando Hrothar regresó a Athel Loren, lo hizo para preparar el regreso de Allisara. Los Elfos de Athel Loren, que para entonces habían aceptado a Allisara como a una de los suyos, se comprometieron a enviar con ella una escolta de varios cientos de guerreros Elfos Silvanos para que llegase sana y salva a Naggaroth.

Warhammer Elfa Oscura by Wiggers123

Malekith trató de ocultar el regreso de Allisara a los espías de su madre, pero su esfuerzo Fue infructuoso. La Hechicera Bruja juró que Allisara jamás alcanzaría las costas de Naggaroth, ya que su presencia solo serviría para debilitar más la mermada determinación de Malekith. Pero ni Morathi usaba contravenir abiertamente los deseos de su hijo, así que recurrió a otros planes. Viajó a Ulthuan de incógnito y engatusó al Príncipe Valedor, un guerrero cuya vida había sido destrozada por las intrigas de la corte de Aethis. Enloquecido por sus desgracias, Valedor fue convencido fácilmente de que la escolta de Allisara procedía de un antiguo reino Élfico que estaba conchabado con los Elfos Oscuros. En consecuencia, el ejército de Valedor se enfrentó a la escolta de Allisara en las orillas de Bretonia. Muchos Elfos murieron ese día sin saber por qué combatían en realidad. Allisara fue la última en perecer en esa batalla, atravesada por la lanza de Valedor. Cuando su sangre manchó las manos del príncipe, el velo de la demencia cayó de sus ojos. Atormentado por la culpa, Valedor se arrojó desde un risco al mar tumultuoso.

El Rey Brujo Revigorizado[]

Verdugo imagen 5ª edición

Pasaron semanas antes de que nadie en Naggaroth supiera del destino de Allisara, y aún más tiempo antes de que las noticias sobre dicho suceso llegasen a Malekith, pues nadie tenía el valor de dárselas. Al fin fue Morathi quien, ocultando su júbilo cuidadosamente bajo una expresión gélida, le reveló el sino de Allisara. La Hechicera Bruja observó con deleite cómo se extinguía para siempre la última chispa de calidez del corazón de su hijo, y cómo la furia creciente consumía el manto de apatía que con tanta pesadez había caído sobre él. Malekith había convocado un consejo de guerra al caer la noche.

Para la medianoche, ocho miembros del consejo estaban muertos y el resto temía por sus vidas. Resultó que: muchos de los señores Naggarothi creían que el letargo de Malekith anunciaba la oportunidad para que ascendiera al trono un nuevo monarca, por lo que habían dilapidado sus fuerzas y las de sus ejércitos enfrentándose entre sí. La venganza del Rey Brujo fue rápida e implacable. Casas enteras de nobles fueron erradicadas de la noche a la mañana, sus hijos e hijas asesinados. Los que sobrevivieron sabían muy bien que seguían vivos sólo por designio del Rey Brujo, y se apresuraron a reconstruir sus ejércitos.

Maestros Espadas MG

Cuando Aethis sucedió a Bel-Korhadris como Rey Fénix, Malekith supo que había llegado el momento de soltar a todos sus agentes ocultos. No habría un momento más oportuno para atacar, pues Aethis era un esteta pusilánime de voluntad débil y muy poca consideración por la seguridad nacional. Bajo su reinado florecieron las artes y, al abrigo de este cambio en la sociedad, los cultos creados por Malekith se extendieron rápidamente y atacaron sin previo aviso. Los secuestros y asesinatos estaban a la orden del día en las ciudades de Ulthuan. El terror de este enemigo oculto se apoderó de esta tierra, paralizando a los Altos Elfos. Los nobles eran encontrados muertos en sus lechos, los magos desaparecían de sus torres y los niños de sus clases. El pánico se apoderó de todo Ulthuan, ya que estos crímenes se multiplicaban y cada vez eran más osados y horribles, hasta que Aethis finalmente actuó.

Aunque los cultistas de Malekith estaban causando estragos, sí encontraron oposición. Cuando Bel-Korhadris terminó de construir la Torre Blanca de Hoeth, fundó una compañía de guardianes místicos para que la protegieran, los Maestros de la Espada. Ni el Rey Fénix ni Malekith sabían que los maestros de la espada libraban una guerra silenciosa contra los cultos del placer y el conflicto alcanzó su clímax en el propio Lothern, cuando la lucha estalló en las calles de la ciudad entre los agentes naggarothi y los maestros de la espada, y en la que todos los cultistas fueron eliminados. Obligados a abandonar alguno de sus planes más audaces por la persecución llevada a cabo por los maestros de la espada, los cultos al exceso se desvanecieron de nuevo en la sociedad de los Altos Elfos y continuaron su labor en secreto. Incluso aunque algunos cultistas fueron descubiertos y ejecutados, fueron enviados más agentes desde Naggaroth para engrosar el número de cultistas. Algunos de ellos fueron descubiertos y asesinados en cuanto llegaron a la costa, pero otros burlaron a la guardia de los Altos Elfos y se establecieron para ocupar el mismo puesto que sus predecesores, y en algunos casos incluso para fundar otros cultos nuevos.

Ejercito Elfos Oscuros Druchii

Estos siglos de lenta infiltración tuvieron su fruto cuando Girathon, uno de los agentes más leales de Malekith, alcanzó la posición de canciller del Rey Fénix. Girathon usó su poder para subvertir muchas de las órdenes de Aethis y sembrar la confusión por todo el reino. Cuando sus lealtades fueron descubiertas, ya era demasiado tarde, el Rey Fénix estaba muerto. Siguiendo órdenes de Malekith, Girathon había estrangulado a Aethis hasta la muerte con una de las bufandas doradas de seda que tanto gustaban al monarca, aunque después también fue asesinado. Malekith ordenó un desfile y tres días de sacrificios en gratitud a su agente muerto. Lo que hizo más notable la muerte de Girathon fue su total falsedad. Girathon llevaba mucho tiempo siendo el espía maestro del Rey Brujo y cuando entró en contacto directo con el Rey Fénix, ideó su propia captura y la subsiguiente oportunidad para atacar a Aethis.

Para salvarse del castigo, Girathon buscó a un inocente servidor de la corte y puso a este en su lugar lanzando un encantamiento sobre su víctima para darle su propia apariencia. Fue este pobre diablo al que torturaron hasta la muerte, aun cuando seguía alegando su inocencia, mientras Girathon al frente de una nave halcón levó anclas del puerto y lideró a su tripulación a una emboscada de los Elfos Oscuros que los aguardaba a unas pocas millas de tierra.

Girathon continuó sirviendo al Rey Brujo durante otros trescientos años, en los que regresó a Ulthuan en ocho ocasiones. Había planeado su propia muerte para poder continuar operando en el interior de Naggaroth y Ulthuan en el más absoluto de los secretos. Se divertía llevando a cabo actos de sabotaje en los que después culpaba a un Elfo inocente, que solía ser ejecutado por sus viles acciones. Finalmente, el talento natural de Girathon para las maquinaciones y la política acabó con él y fue el propio Malekith el que lo mató cuando supo que había maquinado un plan para hacerse con el control de Ghrond.

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Al poco del fallecimiento de Aethis, Malekith descubrió cual había sido el papel de Morathi en la muerte de Allisara. Consumido por la rabia, ordenó que se la encarcelase en la más profunda de las mazmorras. Durante casi un año entero Morathi languideció mientras Malekith contemplaba su destino.

Finalmente, fue obligada a postrarse ante el trono del Rey Brujo, desdichada pero impenitente. Durante un largo momento Malekith observó a su madre en silencio, y luego habló en un tono mesurado. No recibiría más castigo por sus actos, decretó el Rey Brujo, pues ahora sabía que la muerte de Allisara solo le había hecho más fuerte. Le concedería el perdón esta vez, dijo, pero también advirtió a su madre que no toleraría un segundo intento de inmiscuirse en su destino. Fue bueno para la Hechicera Bruja que el Rey Brujo no viera su rostro mientras se alzaba para abandonar la sala del trono, pues ver su sonrisa habría hecho que Malekith se cuestionara si mostrar clemencia era lo más razonable.

El Día de la Sangre[]

Rey Brujo Malekith Elfos Oscuros

Tras la muerte de Aethis, el gobierno de Ulthuan pasó a manos de Morvael, que sería conocido en la historia como el Impetuoso. Enfurecido por las acciones de los agentes de Malekith, Morvael se apresuró a reunir una nueva flota de guerra y enviarla a Naggaroth con el objetivo de vengar el asesinato de Aethis. Sin embargo, las Hechiceras de Ghrond predijeron el asalto de los Altos Elfos en las señales de los Reinos del Caos y enviaron el aviso al sur, a Naggaroth. Ahora los ejércitos del Rey Brujo habían retornado a su antiguo esplendor, y Malekith los envió contra la hueste de Altos Elfos tan pronto como ésta tocó tierra en Arheim. Superados en número y mal preparados para el combate, los Altos Elfos resultaron masacrados. Los Elfos Oscuros lucharon salvajemente y aquella matanza se celebra como el Día de la Sangre.

Los Altos Elfos supervivientes huían hacia el oeste sobre las aguas enrojecidas por la sangre derramada de sus camaradas caídos. Más de la mitad de la flota de los Altos Elfos fue destruida y, al percibir la debilidad en las defensas de Ulthuan, Malekith no vaciló en hacer una llamada a las armas, enviando a sus huestes y flotas sobre Ulthuan una vez más. La era de la Odiosa Paz había concluido. La Era de la Sangre estaba a punto de comenzar.

La Era de la Sangre[]

V, 1-381 (del 1123 al 1503 según el Calendario Imperial)

Caldero Fundición Asedio Altos Elfos

Igual que ocurriera en el pasado, Anlec se convirtió en el punto principal donde se llevó a cabo la ocupación de los Elfos Oscuros y fue reconstruido en el transcurso de una década con piedra negra procedente de las canteras de Naggaroth. Aunque carecía del tamaño y grandeza de sus encarnaciones anteriores, esta nueva era una fortaleza formidable. Y lo más importante es que se trataba de una base segura desde la que los ejércitos de Elfos Oscuros podían asediar la Puerta del Grifo una vez más.

Cuando los Elfos Oscuros atacaron Nagarythe, el Rey Fénix Morvael reunió todas las tropas que pudo. Con tantos guerreros perdidos en el ataque a Naggaroth, se vio obligado a establecer un sistema de levas de milicia sobre el pueblo de Ulthuan para reforzar sus ejércitos, insistiendo en que todos los Altos Elfos debían instruirse para el servicio militar.

Cuando Malekith se enteró de la situación, despreció a estas nuevas tropas, tildándolas de que estaban formadas por panaderos cobardes y campesinos sin ninguna aptitud para la guerra. Y así fue al principio. Las primeras levas no consiguieron muchos resultados al enfrentarse a los guerreros curtidos de Naggaroth, pero su presencia aseguraba que la Puerta del Grifo estaría siempre defendida, y aunque la Puerta del Grifo contuvo la marea oscura de los Naggarothi en los siguientes trece años, sus defensores lograron la victoria gracias a su firme determinación y la astucia del diseño de la fortaleza más que a la habilidad de los defensores con las armas.

Elfos Oscuros Asedio

Los sangrientos meses de asedio se convirtieron en años, pero ninguno de los dos bandos se impuso. Aunque inicialmente frustrado porque su ataque se había detenido, el Rey Brujo pronto se mostró optimista e incluso pareció divertirle la situación. Sus ejércitos no podían abrirse paso hacia las tierras centrales de Ulthuan, pero sus guerreros despiadados estaban deshaciéndose poco a poco de las milicias inexpertas de Altos Elfos sin sufrir demasiadas bajas. Malekith estaba seguro que la calidad de sus tropas unida al poder de sus hechiceras resultaría un rival demasiado grande para la guarnición y que solo sería cuestión de tiempo que la fortaleza tras la Puerta del Grifo se quedaran sin tropas y cayera en manos del ejército del Rey Brujo, con lo cual Ulthuan estaría a su merced.

Puerto Elfo por DavidNash

Malekith tenía otra razón para confiar en ello, ya que estaba utilizando su magia para enviar pesadillas a la mente del Rey Fenix, probar su cordura con visiones de Ulthuan rodeado de llamas e inundada de sangre, y a la familia de Morvael clavada en estacas en medio de las ruinas de la Torre Blanca de Hoeth. Una estación tras otra, estos sueños terribles eran cada vez más oscuros, y pronto incluso le atenazaban durante el día, haciendo que Morvael fuera cada vez más sombrío e inquietante, hasta que Malekith destrozó los nervios del Rey Fénix convirtiéndolo en una criatura nerviosa y babeante.

Luchando contra la locura y conducido por una paranoia total, Morvael vació las arcas para reconstruir la flota de los Altos Elfos. Este resurgir se hizo notar rápidamente, cuando las naves de guerra de los Asur atacaron las rutas de suministro desde Naggaroth a Anlec, cortando el suministro de guerreros, comida y armas a Malekith. Mientras las batallas en el mar eran cada vez más encarnizadas, Mentheus de Caledor, un famoso general, tomó cartas en el asunto. Mentheus reunió un ejército en un desesperado intento de acabar con el asedio a la Puerta del Grifo. Con una hueste formada por levas de lanceros procedentes de Cracia y Cothique, Mentheus marchó hacia la Puerta del Grifo acompañado por un grupo de magos de la Torre Blanca.

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Malekith respondió lanzando un ataque aún más potente sobre la puerta del Grifo. Esta vez, el propio Rey Brujo lideró a las tropas atacantes. Con la espada y su hechicería barrió a los defensores de las murallas de la Puerta del Grifo y abrió una brecha en los muros exteriores, solo el torreón central se mantuvo intacto. En aquel momento la fortaleza podría haber caído, pero las fuerzas de Elfos Oscuros se dispersaron y muchos de ellos se distrajeron dando rienda suelta a los placeres crueles que estaban infligiendo a los prisioneros. Después, durante su momento más difícil, Mentheus de Caledor alcanzó la Puerta del Grifo con una gran cantidad de tropas de refuerzo, obligando a huir al ejército de Naggaroth. Aunque Malekith se enfureció, no pudo reunir a sus fuerzas con suficiente rapidez, debilitadas como estaban por la carencia de suministros, y el ejército de Naggaroth se vio obligado a abandonar la fortaleza tras el ataque de las falanges de lanzas de Mentheus.

Durante las décadas siguientes, los combates esporádicos entre los Elfos Oscuros y los Altos Elfos se extendieron por todas las Tierras Sombrías. Incapaz de reunir los suministros necesarios para llevar a cabo una batalla adecuadamente, Malekith tuvo que enviar a sus ejércitos en ataques relámpago y golpes de mano al enemigo, acechando a las fuerzas de Mentheus y tendiéndoles emboscadas para debilitarlos poco a poco, tareas muy pobres para un ejército de tal magnificencia. Peor aún, los largos años de la guerra habían convertido a los ciudadanos de las levas de Ulthuan en regimientos tan tenaces y decididos como los de los Elfos Oscuros a los que combatían. Finalmente, tras más de tres siglos de derramamiento de sangre, el ejército de Mentheus se impuso e hizo retroceder a las huestes del Rey Brujo hasta las puertas de la propia Anlec. Allí los Elfos Oscuros se enfrentaron a Mentheus, decididos a que Anlec no volviera a caer nunca más en manos de los Altos Elfos.

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Esa batalla final duró tres semanas, y los momentos de respiro eran escasos. Una vez más, el Rey Brujo tomó personalmente el mando de la lucha, liderando a su ejército desde su carro negro, y todos los guerreros de la hueste de los Altos Elfos a los que enfrentó sufrieron enormemente su furia. En el asalto final a Anlec, Mentheus fue asesinado de un disparo de un lanzavirotes, y su dragón, Colmillo Nocturno, se volvió loco. La bestia desató toda su furia sobre el ejército de los Elfos Oscuros, que quedaron dispersos a causa de la carga furiosa del dragón, y la propia Anlec antes de sucumbir finalmente a sus heridas, causadas por los hechizos de los Druchii. Con las defensas de Anlec agrietadas, Malekith se vio obligado a renunciar a Nagarythe nuevamente, más lleno de amargura y rabia que nunca. A su regreso a Naggaroth, el Rey Brujo ordenó la ejecución de los almirantes que habían fracasado tan lamentablemente en romper el bloqueo de los Altos Elfos. Transcurrieron largas semanas hasta que Morathi se atrevió a hablar con él.

El Rey Brujo tenía dispuesta una venganza final. Pese a que las torres de Anlec cayeron, Morvael finalmente sucumbió a la desesperación. Enloquecido por sus sueños y sobrecogido por los terrores desatados por los Elfos Oscuros, Morvael se suicidó. En el Templo de Asuryan, el Rey Fenix abdicó y se lanzó a las llamas del fuego sagrado, donde pereció. Siete Reyes Fénix ya habían muerto, y Malekith les había sobrevivido a todos gracias a las energías oscuras. El Rey Brujo juró que iba a sobrevivir para ver morir al último de los Reyes Fénix parecer, incluso si para ello tenía que esperar otros cinco mil años.

La Era del Tormento Glorioso[]

VI, 1 – 798 (del 1503 al 2300 según el Calendario Imperial)

Maranith MagaliVilleneuve Corsario Elfo Oscuro

Entonces Malekith desvió su mirada de Ulthuan y se fijó en el resto del mundo. Había observado que en el mundo habrían crecido nuevos poderes y estaba decidido a conseguir que su riqueza engrandeciera la causa del Rey Brujo. Y así fue como Malekith decretó que la Era del Tormento Glorioso había empezado. Animó a los Príncipes Oscuros de Naggaroth a embarcar y recorrer el mundo, sembrando el terror allí donde pudieran.

Durante una edad, los guerreros de Naggaroth dejaron a un lado sus guerras cruentas con los Elfos de Ulthuan para aventurarse más allá de los océanos. Impulsados por la necesidad de reunir un gran poder, capitanes de naves elfas oscuras con príncipes ansiosos de gloria cruzaron los océanos en busca de nuevos lugares que saquear y aventuras. La competencia entre las muchas dinastías nobles de Naggaroth que dominaban las ciudades crearon rivalidades entre familias que impulsaron la expansión masiva de las flotas incursoras. Todo Druchii con un poco de determinación, valentía y crueldad podía hacer fortuna luchando en costas distantes.

El mundo aprendió rápidamente a temer a los estabilizados bajeles de los Elfos Oscuros. Cada amanecer, la flota de cascos negros zarpaba de Arnheim, Kannaroth y Padravan, para retornar semanas después con las bodegas llenas de esclavos, tesoros y riquezas de tierras distantes. Desde el Mar Hirviente, las Arcas Negras ahora podían efectuar incursiones en las tierras orientales del lejano este. Para los Elfos Oscuros se trataba de territorios inexplorados, aunque por cada flota que regresaba con botines y esclavos, media docena de ellas fracasaba y tenía que regresar a Naggaroth.

Expansión por el Este[]

Corsario Elfos Oscuro

Los éxitos más notables fueron los de Laithikir Fellheart, la última de un largo linaje de comandantes de arcas negras además de tratarse de una elfa muy astuta. Laithíkir había aprendido a seguir las naves de los Altos Elfos ocultando su Arca Negra entre sombras y tormentas y siguiéndolas en sus cada vez más frecuentes viajes a las tierras de oriente. Ocultándose en las sombras de Ulthuan, podía efectuar incursiones en los ajetreados puertos marítimos y convoyes que comerciaban con los Altos Elfos. La noticia de su éxito llegó a oídos de otros capitanes, y en cuestión de una década media docena de flotas de los Elfos Oscuros atacaban los asentamientos del misterioso lejano Este y regresaban a sus tierras con decenas de miles de esclavos y montones de productos exóticos como el jade brujo, el marfil, fuego de tigre, seda y especias. Más ansiosos que nunca de demostrar su poder, los Elfos Oscuros apreciaban mucho estos artículos robados y su valor se disparaba.

La competencia por conseguir el permiso del Rey Brujo para efectuar incursiones en estas tierras impulsó un período de guerras internas y politiqueos que sirvieron para llenar las arcas de Malekíth con oro y plata. En el Templo de la Diosa de los Cien Ojos, los corsarios crucificaron a un centenar de sacerdotes de túnicas rojas y robaron una docena de estatuas de oro, que fueron presentadas a Morathi como un regalo. El Arca Negra "Ciudadela de la Desolación" hundió innumerables flotas de muchas naciones y sus incursores saquearon ciudades enteras. Desde sus guaridas ocultas, los incursores elfos oscuros saqueaban convoyes de oro y de comerciantes de esclavos, llevando las riquezas de otros reyes para que adornasen los palacios de Malekith.

Elfa Bruja Masacre

En un puerto desafortunado, los Elfos Oscuros rodearon la ciudad y bloquearon todas las salidas; entonces, las Elfas Brujas desataron su ataque en el interior de los muros. Los kainitas llamaron a la ciudad Khairith Irlean, el lugar de los Mil Placeres Sangrientos. Cuando los ejércitos del Emperador Dragón llegaron, los Elfos Oscuros ya habían regresado al mar. A su paso, únicamente habían alejado una ciudad vacía llena de cadáveres desmembrados y carbonizados, cubiertos de moscas y putrefactos. Las piedras de los edificios estaban teñidas de rojo. La escena era tan impactante que la ciudad fue totalmente arrasada y se eliminó cualquier alusión a ella de los mapas y documentos.

Incluso Malekith no resistió inmune a la atracción de la pasión por los viajes. Viajó a los rincones más lejanos del mundo a la cabeza de una flota negra, llevando la ruina y la consternación a su paso. En una capital del este, unos místicos los atacaron con ilusiones y apariciones bestiales mientras derrumbaban las torres que protegían la ciudad. Malekith desató su propia hechicería, enloqueciendo a los místicos y haciendo que les hirviera la sangre en las venas. La ciudad era poco más que una ruina cuando Malekith la abandonó y, como último acto despectivo, invocó una gran ola para que ahogase a los que quedaban vivos. Las bóvedas rotas de los templos y los escalones amurallados del gran templo pirámide siguen siendo golpeados por las olas en marea baja como recordatorio ominoso del poder del Rey Brujo.

Masacre en el Viejo Mundo[]

Caballeros Gelidos contra Bretonianos

Al Este, las patrullas marítimas de los Altos Elfos estaban siendo cercadas cada vez más por las crecientes incursiones de Norses mientras las flotas incursoras de Naggaroth saqueaban las costas del Imperio, Bretonia, Estalia y Tilea. Los puertos de la costa de Bretonia ardían sin control, sus habitantes eran pasados por la espada de los incursores u ofrecidos en sacrificios de sangre rituales. El Duque Bastintaal de L'Anguille regresó de su cruzada para descubrir que su castillo había sido derruido hasta los cimientos y cubierto con sangre coagulada que cubría hasta las rodillas los cuerpos desmembrados de los miembros de su casa que colgaban de columnas y dinteles.

Los sombras de la Torre del Olvido saquearon la ciudad de Anducci en las tierras del sur de Tilea e irrumpieron en las casas de sus habitantes llevándose a todos los niños de sus camas. El comandante de la Torre del Olvido, Randelle Doomwhisper, les ofreció pagar un rescate para devolver los niños a sus padres. Cuando los aterrorizados tileanos reunieron todas sus riquezas y provisiones, los Elfos Oscuros atacaron la ciudad y mataron a todo el mundo. Los niños cautivos fueron llevados a Naggaroth, aunque se desconoce para que oscuro fin.

Imperio contra Elfos Oscuros Asedio Sol Llameante

Durante un tiempo, el Imperio protegió bien sus costas, pero las divisiones y la guerra civil habían dividido al pueblo de Sigmar. En la confusión y anarquía de los siglos siguientes, los Elfos Oscuros aprovecharon para continuar sus saqueos. Y estos se hicieron tan audaces que llegaron a efectuar una incursión en el puerto de Marienburgo. A cubierto por la noche, los incursores atacaron la ciudad. Sus Dragones infernales se deslizaban sin esfuerzo por los mares más revueltos y sus tripulaciones destruyeron a siete mercantes bajo los cañones de la Isla de Rijker, la fortaleza puerto. Los Elfos Oscuros desembarcaban lo que querían y, a continuación, quemaban las naves y las enviaban de vuelta al puerto, destruyendo de paso a más veleros. A la luz de las naves ardiendo, los corsarios reían y ofrecían sacrificios a sus dioses y diosas malignos.

Nadie Está a Salvo[]

Elfos Oscuros vs Hombres Lagarto

Bajo las Montañas Espinazo Negro, los Elfos Oscuros se aventuraron aún más lejos y llegaron hasta Lustria, en el Sur. Asaltaban continuamente el asentamiento de los Altos Elfos de Arnheim en la costa Este del Nuevo Mundo, y en la actualidad, la ciudad está en un estado de guerra casi continua.

En el interior de las junglas ancestrales, los Elfos Oscuros descubrieron los templos elevados y los oscuros tesoros de las bóvedas ocultas de los Slann y de sus sirvientes, los Hombres Lagarto. Cargadas de oro y artefactos extraños, estas expediciones eran recibidas con grandes celebraciones a su regreso. Las historias de incursores que llegaban a ciudades repletas de oro e inmensos zigurats prehistóricos se iban adornando cada vez, por lo que el número de Elfos Oscuros que se adentraba en sus húmedas junglas era cada vez mayor. Ahora las incursiones a Lustria se producen cada pocos años. Durante siglos, los Hombres Lagarto han lanzado ataques como represalia sobre Naggaroth en sucesivos intentos de recuperar sus tesoros y la enemistad entre ambas razas es particularmente sangrienta.

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Cuando las riquezas de las tierras bárbaras fluyeron hasta el tesoro del Rey Brujo, las flotas de Elfos Oscuros se volvieron a expandir eclipsando las glorias de antaño. Bajo el mando de Malekith iniciaron los asaltos sobre las costas de Ulthuan, eliminando a todos los adversarios que encontraron. También se buscaron ventajas más sutiles: los barcos de los Elfos Oscuros seguían a los buques mercantes de Ulthuan y averiguaban la localización de los aliados más cercanos de los Altos Elfos. Esta información permitía que los Elfos Oscuros pudieran infiltrarse en las cortes de estos reinos. Gracias a ello consiguieron algunas gangas, mientras que en otros casos se dedicaban a minarlos desde dentro para evitar que pudieran ayudar a los Altos Elfos en las guerras venideras.

A lo largo de siglos, muchos reinos experimentaron el frío alcance y las retorcidas traiciones de la diplomacia de los Elfos Oscuros. Sin embargo pocos de los que fueron desangrados debido a las garras de Malekith eran totalmente reacios a volver a recibirlo como aliado más tarde pues el encanto de los Elfos Oscuros seguía haciendo efecto. Los embajadores del Rey Brujo podían hablar de forma encantadora cuando lo deseaban, limando las asperezas causadas con anterioridad y eran lo suficientemente generosos para despertar incluso la avaricia mejor guardada También ayudaba que los emisarios de Malekith conocieran íntimamente los mayores pecados y deseos ocultos, y que usaran este conocimiento para alcanzar muchos corazones que, de otra forma, se hubieran negado a abrirse a ellos. Únicamente en Athel Loren sus palabras melifluas cayeron en oídos sordos. Los Elfos Silvanos los escucharon educadamente durante un tiempo pero luego ordenaron a los Altos Elfos que se fueran junto con ellos y no regresaran nunca.

Finubar el navegante

Malekith observó complacido cómo los tentáculos de la influencia de los Elfos Oscuros se enroscaban alrededor del mundo. El Rey Brujo tenía tantos informadores y peones en otras tierras que, a menudo, recibían datos de la llegada de una flota de Altos Elfos a su destino antes incluso de que lo hiciera el Rey Fénix. Aún mejor, tirando de las cuerdas de algunas marionetas, Malekith podía asaltar a sus odiados enemigos con los ejércitos y flotas de otras tierras mientras mantenía en secreto su participación. Durante más de doscientos años el Rey Brujo se deleitó con este nuevo método de guerra. De hecho, Malekith podría haber continuado este camino durante siglos al resultarle terriblemente agradable, pero sus espías trajeron noticias funestas: a pesar de sus contrariedades, los Altos Elfos no habían perdido su fuerza. Finubar el Navegante, el Rey Fénix recién coronado, había logrado unir a su gente hasta un grado que no se había visto desde los días de Aenarion.

Estas noticias no eran tolerables. El Rey Brujo convocó a Morathi y a sus consejeros más cercanos a la sala del trono en una noche de tormenta. Era hora de que los ejércitos de Naggaroth volvieran a dejar caer su furia sobre Ulthuan; la Era de la Venganza había empezado...

La Era de la Venganza[]

VII, 1 – 223 (del 2300 hasta la actualidad según el Calendario Imperial)

Tras restaurar su poder y su gloria, Malekith concentra su atención una vez más sobre el Trono del Fénix en Ulthuan e inicia una guerra que continúa hasta practicamente la actualidad.

Apenas el Rey Brujo había decretado la Era de la Venganza y un nuevo asalto sobre Ulthuan cuando una gran horda de norteños atacó desde los Desiertos del Caos. Mientras los Elfos Oscuros extendían sus incursiones terroríficas hasta las regiones más remotas del mundo, los augures de Ghrond empezaron a percibir cambios en el Reino del Caos. Las energías siempre cambiantes del Caos aumentaron, tensándose e hirviendo como si se tratara de una marea. Oleadas de desesperación e ira afloraron a través de los vórtices miásmicos de energía pura, llevando escenas de muerte y destrucción que aterrorizaban y estremecían a quienes las veían. La guerra era inminente. Se aproximaba el Caos.

Heraldos de Destrucción[]

Jinetes Bárbaros por Tyler James

Tanta importancia dieron Malekith y Morathi a estas visiones, que viajaron a Ghrond para presenciar escenas de matanzas y miseria que protagonizaban ellos mismos. Los campos nevados ahora estaban cubiertos de sangre y ciudades extrañas con cúpulas en forma de cebolla ardían con fuegos mágicos mientras bestias informes que arrastraban los pies se alimentaban en las montañas de Carne fresca. Las imágenes emergían una y otra vez de las energías deslumbrantes, un poco diferentes, con algún cambio de un detalle pequeño o evento, mientras los hilos del destino se entrelazaban y desenmarañaban cambiando el futuro.

Malekith sintió que se aproximaban tiempos difíciles y que él estaría preparado para atacar a los odiados Altos Elfos. Con el poder del Caos fortaleciéndose, más tribus de bárbaros del Caos procedentes del Norte intentaban romper el cordón de las torres de defensa septentrionales. El peligro de una invasión del Norte preocupaba a Malekith enormemente, ya que no podría invadir Ulthuan mientras las fronteras de Naggaroth no fuesen seguras. Muchos en la corte de Malekith le aconsejaron que renunciase a la invasión, pero el Rey Brujo tenía otros planes. Le preocupó durante un tiempo que sus ejércitos no bastasen para doblegar Ulthuan, pero su orgullo no le permitiría postergar el ataque.

Morathi Inferno 5 por Mark Gibbons

Donde otros temían una guerra en dos frentes, fue Morathi la que convirtió su consternación en oportunidad. En una gran caravana, formada por un centenar de carros repletos y tirados por un millar de gélidos, la hechicera bruja lideró una expedición al Norte. Con ella, llevó diez mil esclavos, las riquezas de reyes distantes y una escolta de hechiceras. Se enviaron mensajeros al este y al oeste declarando que la Reina de los Elfos recompensaría bien a quien luchara por ella. La primera tribu que encontró Morathi al principio estaba recelosa, pero cuando vieron su belleza fría quedaron totalmente hechizados. Complacidos por concubinas y tras recibir tesoros de oro, plata y piedras preciosas, el caudillo de la tribu juró fidelidad a la "Reina Elfa". Lo mismo ocurrió en el campamento siguiente y en el siguiente. A medida que la noticia se extendía, las tribus recorrían cientos de kilómetros para ver a Morathi y ella tuvo que construir un palacio de hielo y roca negra azabache en el que recibir a sus visitantes. Morathi dispensaba todo tipo de atenciones a los guerreros de las tribus y les ofrecía joyas y esclavos y tantos placeres que no se pueden nombrar. Cada instante que pasaba en esa tosca compañía le ponía la piel de gallina, pero mantuvo esa repugnancia en secreto. Las visitas se sucedieron durante muchos meses, hasta que ella consiguió reunir a una horda de guerreros de tribus compuesta por decenas de miles de hombres. El año anterior, estos mismos guerreros habían intentado saquear las ciudades de los Elfos Oscuros; ahora, eran títeres de Morathi dispuestos a luchar por el Rey Brujo.

Los esclavos de los astilleros de Clar Karond trabajaban incesantemente día y noche construyendo enormes naves de madera y hierro para que transportasen al ejército de guerreros del norte, pues los bárbaros del Caos estaban aterrorizados de las Arcas Negras y eran demasiado torpes como para navegar a lomos de los dragones infernales y los dragones marinos. Guiada por marineros elfos oscuros, esta flotilla atravesó el Mar Maligno para esperar su carga humana. Al oeste de Har Ganeth, las tribus se reunieron bajo la sombra de la Columna Negra, un imponente templo de los Dioses del Caos que se había construido con obsidiana y tenia incrustados los cráneos de los sacrificios. Desde allí embarcaron y siguieron a las Arcas Negras a través del Mar Frio. Cuando los Elfos Oscuros zarparon hacia Ulthuan partió con ellas una hueste casi tan numerosa como la suya. El tamaño y la furia del ataque combinado de tropas del Caos y de los Elfos Oscuros acabaron con toda resistencia. Las Arcas Negras atracaron en Nagarythe y las huestes con estandartes negros sitiaron y superaron rápidamente las defensas de la Puerta del Fénix, la del Unicornio y la del Grifo.

Destrucción de Avelorn[]

Portada La Sangre de Aenarion 01 por Raymond Swanland Tyrion

Mientras los bárbaros del Caos embutidos en pieles saqueaban, quemaban a su antojo y saciaban su deseo de matar en las tierras de Ellyrion, Tiranoc y Cracia, la vanguardia de los Elfos Oscuros se dirigió al reino de los bosques de Avelorn, hogar de la Reina Eterna de Ulthuan. El objetivo de Malekith era doble: sembrar el pánico y la consternación matando a la Reina Élfica y corromper los poderes mágicos que ella poseía. Pero, aunque las fuerzas del Rey Brujo irrumpieron en Avelorn y rodearon el campamento de la Reina Eterna, ella consiguió escapar con la ayuda del Príncipe Tyrion, que se abrió paso a través de los Elfos Oscuros y huyó con la Reina Eterna adentrándose en el bosque. Los Elfos Oscuros quemaron Avelorn y continuaron arrasando el bosque en busca de la Reina Eterna y su guerrero. Las arboledas ancestrales ardieron con fuego negro cuando la hueste del Rey Brujo recrudeció su ataque en pos de la Reina Eterna. Miles de Altos Elfos fueron masacrados en combate, o arrojados a piras de sacrificio a Khaine y Anath Raema. El Rey Brujo quería matar a Alarielle a toda costa, pero la Reina Eterna eludía al Rey Brujo. Cuando ya era demasiado tarde, Malekith supo que ella había escapado a su asalto, rescatada por el advenedizo Príncipe Tyrion.

Warhammer sacrifice to khaine

En otro lugar, los ejércitos de Naggaroth continuaban el avance, con los generales de Malekith dispuestos a superar a sus rivales y, ansiosos por ganar el favor de su señor, causaron una marea de sangre y destrucción como no se había visto en milenios. Pronto toda Ulthuan estuvo en llamas. La Isla Marchita cayó nuevamente en manos de los Naggarothi, que volvieron a erigir el Altar de Khaine. En Ellyrion, los maestros de jinetes decidieron contraatacar, pero la hechicería de Malekith destruyó su ejército y dispersó a los supervivientes. Las naves elfas oscuras atravesaron Lothern hacia el Mar Interior y la victoria estaba al alcance de Malekith.

Mientras Ulthuan ardía, al Rey Brujo se le agotó la paciencia y exigió que encontraran a la Reina Eterna, o que le llevaran su cadáver para probar que había muerto. El Rey Brujo hizo llamar a sus cuatro Asesinos más letales y les prometió riquezas sin límite a cambio de la muerte de la Reina Eterna. Los cuatro asesinos de Khaine comprometieron sus vidas y sus almas para llevar a Alarielle ante Malekith y a continuación, salieron en su búsqueda. En las tierras devastadas de Avelorn, jugaron al juego del ratón y el gato con la Reina Eterna y su guardián. A pesar de acercarse a ella en varias ocasiones, su presa siempre los eludía, pero la red se fue apretando cada vez más. La destrucción de Ulthuan parecía una mera cuestión de tiempo.

Teclis 3

Solo en Lothern y la Torre Blanca, los Elfos Oscuros fueron contenidos en su avance. Asediados, los defensores desesperados resistieron rogando a los dioses por su salvación. Al Rey Brujo no le importaban esos bastiones, pero se vanagloriaba en la destrucción y en la matanza, y sin piedad aplastaba a todos los ejércitos que se le interponían. La única mácula en el triunfo de Malekith era saber que la Reina Eterna seguía viva y libre, al haber eludido de algún modo a todos sus perseguidores. Primero, acabaría con las esperanzas de sus enemigos y después los destruiría para siempre. Sin embargo, a los Altos Elfos aún les quedaba un rayo de esperanza, a pesar de la oscuridad que había devorado sus tierras. La Reina Eterna seguía con vida, aunque oculta, y circulaban historias de que un joven mago de Saphery que tenía poderes mágicos podía rivalizar con el Rey Brujo. Al parecer, invocaba tormentas sobre sus enemigos y destruía ejércitos con conflagraciones de llamas blancas. Se trataba de Teclis, el hermano del Príncipe Tyrion, y pronto Malekith y sus seguidores maldecirían su nombre.

Los Asesinos que buscaban a la Reina Eterna llegaron hasta su presa una noche casi por casualidad. El Príncipe Tyrion luchó con una habilidad salvaje y desafiando al peligro, por lo que consiguió acabar con los cuatro asesinos. Pero con el último aliento de vida, el último Asesino envió a un familiar demoniaco para avisar a Malekith de la localización de la Reina Eterna. Cuando la criatura con alas de murciélago llegó al campamento de Malekith con la noticia de que sus Asesinos no habían logrado acabar con la Reina Eterna, el Rey Brujo recurrió a medidas desesperadas.

Slaanesh vs Altos Elfos

Por medio de pactos impíos de sangre y depravación, hizo un trato con N'Kari, primero entre los Grandes Demonios de Slaanesh. El Rey Brujo era reacio a hacerlo, porque ni siquiera un Elfo inmortal quiere llamar la atención de un Príncipe Oscuro, pero creía, y con razón, que la Reina Eterna y su protector estaban más allá de las habilidades de sus siervos mortales. A cambio de sacrificios y favores oscuros, el Guardián de los Secretos cazaría a Alarielle y devoraría su alma. N'Kari accedió de buen grado a las condiciones del Rey Brujo. El alma de una Reina Eterna era un bocado más suculento que cualquier otro, y además el Demonio había buscado venganza contra Tyrion desde su derrota ignominiosa algunos años antes. Con gritos estridentes de placer, N'Kari partió en busca de su víctima recorriendo a toda velocidad los bosques quemados de Avelorn en pos de la Reina Eterna. Cuando el Demonio se marchó a emprender la caza, el Rey Brujo sintió un escalofrío en su pecho y se cuestionó su sabiduría por hacer ese trato.

En las semanas subsiguientes Malekith trató de despejar sus dudas con sangre. Atacó la fortaleza de Tindalor con Magia Oscura, y observó satisfecho cómo los tentáculos demoníacos temían la ciudad piedra a piedra. En Eataine contempló a Kouran encabezar a la Guardia Negra en el asalto al templo de Lileath y alimentar a las voraces Hidras de Guerra con su Sacerdotisas. El Rey Brujo capturó personalmente a Adran, Alto Comandante de Caledor; y supervisó su sacrificio a la temida Hekarti. Pero ni siquiera todo eso apaciguó a Malekith; nunca había tenido la victoria definitiva tan cerca, pero las incontables derrotas le habían hecho desconfiar de la benevolencia del destino.

El gran demonio descendió sobre Tyrion y Alarielle en las últimas horas del crepúsculo. A pesar de todo su poder y habilidad, Tyrion fue herido y batido con facilidad por N'Kari. Mientras el demonio del Caos amenazaba a la Reina Eterna, un relámpago surgió en medio de la oscuridad, hiriendo a N'Kari en la espalda. A la luz de las estrellas surgió una figura demacrada, con una espada en la mano envuelta en una magia crepitante. Era Teclis, el Señor del Conocimiento de Saphery. Con un bramido de odio, N'Kari atacó, pero un gran chisporroteo de energía rodeó a Teclis. Cuando lo tocó, la esfera brillante rompió el aura mágica que unía a N'Kari con el resto de los mortales, arrojándolo de vuelta a los Reinos del Caos. Cuando los Vientos de la Magia le llevaron noticias de que N'Kari había sido expulsado, el Rey Brujo aulló de frustración y lo interpretó como un presagio de que su invasión estaba en peligro.

La Batalla de la Llanura Finuval[]

El Asalto a Lothern por Paul Dainton Altos Elfos contra Elfos Oscuros

VII-2 (Año 2302 del Calendario Imperial)

En ese momento, Malekith estaba fuera de sí. La ira y el odio le impulsaban a continuar; a hacer caso omiso de la increíble supervivencia de la Reina Eterna, y a exterminar a su maldita parentela. Encolerizado porque Alarielle aún vivía, Malekith concentró toda su furia sobre los Altos Elfos. Las Elfas Brujas mantuvieron encendidos los fuegos de Khaine día y noche, lanzando cautivos a centenares a las piras. Los ríos de Ulthuan corrían rojos por la sangre, pues una masacre gratuita recorría la isla. Parecía como si los Altos Elfos estuvieran siendo eliminados por la venganza de Malekith.

Pero el Rey Brujo era más sabio y calculador que la última vez que guerreó en Ulthuan. Si ésta no era la hora marcada para su venganza, que así fuese, aunque juró que el devenir de los acontecimientos serviría a su causa de todos modos. Las semanas siguientes el Rey Brujo dispuso que sus generales más leales y sus tropas embarcasen para volver a Naggaroth. Se tomó muchas molestias para ocultar su marcha, si bien los Elfos Oscuros que quedaban en Ulthuan estaban tan ebrios de sangre que esas medidas apenas fueron necesarias.

En un acto final de desafío, el ejército de Ulthuan reunió las fuerzas que le quedaban en la Llanura Finuval. Allí acudieron Altos Elfos de todos los reinos y de mas allá de los mares para concentrarse a luchar su última batalla. El Rey Brujo no estaba impresionado ante un ejército de aurigas de Tiranoc, caballería de Ellyrion, magos de Saphery y regimientos de la milicia. Más allá de Ulthuan, las huestes del Rey Brujo marchaban hacía la Llanura Finuval para aplastar a la última resistencia. La hueste de Malekith hacía parecer pequeña a la de los Altos Elfos pues eran menos de la mitad de tamaño que el que invadiera Ulthuan. Aunque el Rey Brujo comandaba el ejército (su soberbia no le dejaba más opción) solo contenía unos pocos millares de sus guerreros de elite. Casi una cuarta parte de sus huestes eran Guerreros del Caos, supervivientes de la invasión cubiertos de cicatrices que marchaban bajo el estandarte de Malekith y su promesa de gloria. El resto eran Elfos Oscuros, pero se trataba de la soldadesca de Príncipes Oscuros que habían perdido el favor de Malekith y se les consideraba tan prescindibles como los seres primitivos que peleaban a su lado. Los Señores de las Bestias espoleaban a gigantescas hidras de guerra para que se situasen en la línea de batalla mientras las Elfas Brujas gritaban juramentos obscenos a Khaíne. Los corsarios, ataviados con capas hechas con escamas de dragones marinos, descubrían afiladas espadas con las que atacarían a sus odiados enemigos. Las hechiceras y las reinas brujas brincaban en rituales oscuros en los que invocaban su poder. Y junto a Malekith se hallaba Urian Hojaenvenenada, el campeón del Rey Brujo y el guerrero más mortífero de Naggaroth.

Elvenspearmen

Los dos ejércitos se enfrentaron como si una marea negra tratase de devorar a una roca blanca. Urian Hojaenvenenada dio muerte a una veintena de héroes élficos mientras buscaba al Príncipe Tyrion, quien a su vez se cobró una docena de vidas de Elfos Oscuros con su espada rúnica, Colmillo Solar. Malekith canalizó energías impías para lanzar una lluvia de fuego y destrucción sobre sus enemigos mientras luchaba contra los contrahechizos de Teclis. Los Demonios aullaban y gimoteaban a medida que las titánicas energías mágicas abrían brechas hacia el Reino del Caos. Sobre el prado, la sangre de los Elfos Oscuros y Altos Elfos cubría la hierba y convertía el suelo en un lodazal carmesí.

A muchas leguas de allí Morathi observaba la batalla a través de su espejo encantado. Malekith había tratado de ocultarle su plan pero, como siempre, se podría haber ahorrado el esfuerzo. Ni la propia Hechicera Bruja sabía por qué la batalla la tenía tan fascinada. Ver a los norteños aún prendados de ella sacrificarse en su nombre le ocasionaba cierto júbilo, y saber que jamás tendría que soportar su compañía, una innegable satisfacción. Sin embargo nada de eso explicaba por qué le llamaba tanto la atención. Pasó su mirada en Urian, y en su lucha personal contra un Príncipe. Por vez primera en muchos miles de años, Morathi se sorprendió. Por muy imposible que pareciese, el enemigo de Hojaenvenenada era la viva imagen de Aenarion, más joven y menos agotado por las preocupaciones, sin marcas de las ordalías del pasado, pero aún así, era su amado.

La Hechicera Bruja observaba horrorizada cómo el joven Príncipe perdía el equilibrio y la espada de Urian caía sobre él en un golpe mortal. En ese momento Morathi hizo algo que no había hecho en milenios: sintió pánico. Recurrió a los Vientos de la Magia y reunió cada ápice de su poder mágico para crear un encantamiento que desviase el golpe de Hojaenvenenada. Realmente exhausta por el esfuerzo de haber canalizado esa magia a tal distancia, observó aliviada cómo el arma de Urian rebotaba en la armadura de su oponente y vio con desinterés cómo el Príncipe Oscuro moría.

Teclis y Tyrion Altos Elfos

Entretanto en la llanura Finuval, el Rey Brujo tenía más preocupaciones que la muerte de Hojaenvenenada. Hasta entonces Teclis había tenido ventaja por su talento, pero Malekith había aprendido sus artes oscuras durante miles de años, y todo el peso de esa experiencia comenzaba a cambiar las tornas. Al comprobar que la fuerza de Ulthuan no podría imponerse sobre la de Naggaroth, Teclis trató de destruir al Rey Brujo. El mago elfo susurro una plegaria a Asuryan e invocó el poder de su Báculo Lunar, un regalo que le había hecho Alarielle. Con el acompañamiento de todas sus plegarias, Teclis desató un rayo de energía directamente sobre el Rey Brujo. Al percibir el peligro, Malekith invocó todas sus artes y poder para desviar el impacto letal, pero fue demasiado lento y no pudo desviarlo por completo. El rayo impactó en el Rey Brujo y lo devoró con sus energías. No se trataba de un hechizo ordinario. La explosión mágica despertó la venganza de Asuryan que todavía persistía dentro del cuerpo y el alma de Malekith y que había ardido en su pecho durante casi cinco mil años. La espantosa quemadura de antaño se inflamó de nuevo y recorrió todo el cuerpo de Malekith y abrasó su carne y su mente. Atormentado por el juicio del dios, el Rey Brujo reunió el poder que le quedaba y se arrojó al Reino del Caos, donde la venganza de Asuryan no podía seguirle.

En vista de la aparente destrucción de su señor, los Elfos Oscuros huyeron de la ira de Tyrion y Teclis, dejando a sus aliados en la estacada contra los Altos Elfos sedientos de venganza. Muchos Naggarothi se desembarazaron de sus armas y armaduras con la prisa de su huida; esos fueron perseguidos sin cuartel por los Altos Elfos. Otros mantuvieron la disciplina, o siguieron luchando por puro odio. Kouran Manoscura de la Guardia Negra llevó al grueso del ejército de Malekith hasta Nagarythe con una determinación despiadada. Cualquiera que no pudiera seguir el ritmo brutal era abandonado a su suerte. En tres ocasiones se enfrentaron los Príncipes Altos Elfos a Kouran, y en tres ocasiones despedazó a sus ejércitos, incluso con sus propios guerreros mortalmente extenuados. No obstante esas pequeñas victorias no compensaban la derrota estrepitosa. Malekith había evitado la destrucción de sus mejores guerreros, pero él mismo había sido expulsado del mundo mortal.

Alto Elfo Cuerno

Mientras la noticia de la caída del Rey Brujo se extendía por Ulthuan, los Altos Elfos se reagruparon a la llamada mientras los Elfos Oscuros se desvanecían y regresaban a sus veleros. En Caledor, grandes dragones fueron despertados de su letargo mientras los ejércitos de Altos Elfos acudían en ayuda de Hoeth y Lothern. Los bárbaros del Norte luchaban ignorantes contra los renacientes Altos Elfos y, con el paso de los años, los Naggarothi desaparecieron con sus botines, de regreso a sus gélidas ciudades del Norte. Ulthuan estaba en ruinas, pero el futuro de Naggaroth era incierto...

El Año de las Espadas[]

VII, 3.

A su regreso a Naggarond, Kouran halló la capital en guerra, Morathi encarcelada y no menos de ocho Príncipes Oscuros reclamando el trono de Malekith que creían vacío. Sin embargo Kouran no estaba dispuesto a tolerar esa deslealtad. Decretó que la Torre Negra de Malekith era un recinto prohibido, e hizo cumplir su orden con las armas de la Guardia Negra. Los agentes de Morathi no tardaron en contactar con Kouran. Le informaron de que su señora se había recluido por propia voluntad antes que dar a sus enemigos la satisfacción de ejecutarla. La Hechicera Bruja observaba el caos reinante con interés. Tenía la certeza de que el Rey Brujo regresaría, pero no estaba dispuesta a permitir que Naggarond se desintegrara en su ausencia. El tesoro de Morathi era abundante, y sus cadenas no impedían que lo empleara en los diferentes cultos de Asesinos de Naggarond. Los barrotes de la prisión poco podían contener la malicia de la Hechicera Bruja.

Kouran

Un mes más tarde, Kouran invitó a los ocho contendientes por el trono al palacio del Rey Brujo. Les dijo que podrían traer cualquier arma que desearan pero que debían acudir solos. Los Príncipes Oscuros cruzaran las puertas negras con la paranoia a flor de piel, y la piel cubierta de cicatrices de intentos de asesinato. Se reunieron en silencio al pie del trono de Malekith, ante un banquete del que ninguno probaba bocado por temor al veneno.

Mientras los Príncipes Oscuros tomaban asiento; Kouran habló. Lo apropiado sería, dijo, que el nuevo Rey de los Elfos Oscuros ascendiese al trono únicamente tras haber demostrado su fuerza y decisión. Prosiguió con una advertencia a los pretendientes: la sala del trono estaba sellada, y permanecería así hasta que no quedase más que un ocupante con vida, y si él, Kouran, era ese ocupante, conservaría el trono y el reino hasta el regreso de Malekith. No le importaba lo que hiciese cualquier otro en caso de salir victorioso. En ese momento, los pretendientes se pusieron en pie furiosos e hicieron a un lado sus trifulcas ante la arrogancia de Kouran. Este, por su parte, caminó hacia el trono del Rey Brujo poniendo sumo cuidado en no dar la espalda a los nobles reunidos y cogió su alabarda de entre las sombras.

Una hora más tarde se abrieron las puertas de la sala del trono para que saliese el Capitán de la Guardia Negra. Tras de sí quedaba la cámara manchada de sangre y vísceras, aunque él estaba extrañamente impoluto salvo por un rasguño en su mejilla izquierda. Esa noche la Guardia Negra salió de palacio y tomó las calles de Naggarond, donde mataron a las familias y partidarios de los finados que pretendían usurpar el trono. Kouran liberó personalmente a Morathi de su cautiverio y recibió una recompensa inconmensurable por ello.

Durante seis meses, Morathi y Kouran purgaron Naggarond. Cientos de nobles fueron llevados a Har Ganeth encadenados, o arrojados a las piras de sacrificio. Únicamente cuando el último conspirador hubo sido eliminado, Morathi se dirigió al norte, hacia Ghrond, dejando a Kouran como regente en el trono vacío.

El Ritual del Despertar[]

VII, 76.

Morathi capturó al Príncipe Tyrion y la Isla Marchita empleando cada ápice de su brujería y sus artificios. Desde la desaparición de Malekith, la Hechicera Bruja estaba cada vez más con vencida de que el joven príncipe era tan similar a su antecesor en el carácter como en la apariencia. Sus únicos defectos eran la errónea lealtad hacia Finubar y el estar prendado de la Reina Eterna. Morathi estaba segura de que Aenarion habría despreciado a estos gobernantes de Ulthuan y eso la llevaba a pensar que su renacimiento estaba incompleto. Pero ella podía arreglarlo. Si Malekith no podía seguir reinando, lo haría Aenarion.

Sin embargo el plan de Morathi encontraría oposición. La visión mística de Teclis le avisó del rapto de su hermano en cuanto este se produjo. Con ayuda de la princesa Eldyra, cuyo padre había sido uno de los camaradas más próximos a Tyrion, el Gran Señor del Conocimiento reunió un ejército y marchó hacia el norte. Ante el contraataque de los Altos Elfos, Morathi cedió el mando de su ejército a su acólita de (cierta) confianza Lyssa Filocruel e inició un ritual sobre el Altar de Khaine. La sangre rebosaba por los laterales del templo mientras la Hechicera Bruja sacrificaba cientos de esclavos y docenas de sus propias Hechiceras a Khaine, implorando al Señor del Asesinato que restaurase la antigua gloria de su amado.

Por desgracia para Morathi, una traidora en sus filas (de la que luego se pensó que trabajaba para la Anciana Hellebron, quien no tenía ningún deseo de que regresara Aenarion ni de que aumentase el poder de Morathi) interrumpió el ritual y desató a Tyrion. Al tiempo que el príncipe luchaba por abrirse camino, los Altos Elfos rompieron las líneas de Filocruel y combatieron hasta llegar a la pirámide oscura. Entre hebras de magia que se desenmarañaban, Teclis y Eldyra encabezaron la carga hasta la cima del templo. Morathi se dio cuenta de que la batalla estaba perdida y, con ello, sus esperanzas de recuperar el alma despedazada de Aenarion. Al menos por el momento. Antes de partir besó a Tyrion que perdió la ocasión de matarla a causa de la sorpresa y la repulsa. Acto seguido Morathi llamó a su fiel Sulephet y emprendió el vuelo de regreso a Ghrond, dejando que sus seguidoras escapasen como pudieran.

Saqueo en la Selva[]

VII, 90.

Elfos Oscuros Lustria

Después de pasar casi un siglo buscando infructuosamente señales de la supervivencia de Malekith, Morathi se decidió a atraer el favor de Khaine con ofrendas poco comunes. Así, ofreció grandes recompensas para cualquiera que le trajese víctimas propiciatorias exóticas de las selvas de Lustria. La nobleza de Naggaroth se puso en marcha para satisfacer los deseos de la Hechicera Bruja, puesto que no tenían ninguna duda sobre quién escogería al nuevo rey en caso de que el Rey Brujo se hubiera perdido para siempre.

Y así, infinidad de bajeles partieron hacia las costas de Lustria y sus densas junglas interiores. Zarparon con sus cubiertas atestadas de guerreros despiadados, y las pocas naves que regresaron lo hicieron con las bodegas repletas de bestias enjauladas. Los Eslizones y los Saurios eran presas comunes, y la magia helada les mantenía adormecidos y dóciles. A medida que pasaba el tiempo y la competición iba en aumento, los incursores se aventuraban cada vez más y se cobraban presas cada vez mayores. Pronto los Coatl,Bastiodones y otras criaturas aun mas grandes morían en los sacrificios de Morathi, aunque después de que un Carnosaurio hiciera una sangría en pleno ritual y destruyera gran parte del templo en el proceso, la Hechicera Bruja prohibió que se trajesen más de esas bestias a su presencia.

Elfa bruja Khaine

La situación se prolongó durante doce años. Millares de Elfos Oscuros perecieron para llevar a Morathi esos tesoros, pero a la hechicera solo le importaban Khaine y su búsqueda desesperada. Una noche de la Estación del Salvajismo, Morathi ofrendó su mayor tesoro: un Mago Sacerdote Slann apresado en Tlanxla y lobotomizado por la daga de un Asesino. Cuando la sangre de la criatura manó derramándose del altar, el cielo se iluminó con llamas y las murallas de Ghrond sangraron icor demoníaco. Al día siguiente Morathi ordenó que cesaran las expediciones a Lustria. La Hechicera Bruja había obtenido una respuesta y ahora todo lo que debía hacer era esperar.

El Regreso del Rey Brujo[]

VII, 102.

Aunque Malekith no resultó destruido a causa del hechizo de Teclis, vagó por el Reino del Caos durante una eternidad. Al final Malekith logró abrirse camino de vuelta al mundo de los mortales. Una patrulla de Jinetes Oscuros descubrió el cuerpo quebrado del Rey Brujo bajo la sombra de las torres de vigilancia del norte. Su piel acorazada estaba desgarrada y llena de brechas y hendida. Morathi cuidó de su hijo durante un año, vertiendo toda su vil magia y su maldad en el alma de Malekith para revivirlo. En medio de horribles pesadillas, el Rey Brujo hablaba de castillos de hueso y bosques de ojos.

Cuando la fiebre al final cedió, los ojos de Malekith ardían con una nueva luz. Su antigua ira impetuosa había sido reemplazada por una frialdad que desgarraba el alma de quienes lo miraban. Nunca ha hablado de lo que sufrió en el Reino del Caos, ni siquiera a su madre. Morathi temía que una porción del alma de su hijo aún estuviera atrapada en aquel reino más allá del mundo mortal, pero el Rey Brujo evitaba entrar en esa discusión. El único indicio que tenía la Hechicera Bruja era un pitón quebrado de un cuerno de Demonio que los Jinetes Oscuros habían hallado junto a Malekith.

Odio sin Límites[]

VII, 105– 223.

Malekith Ravenheart

Durante los últimos doscientos años, Malekith ha tramado y conspirado con videntes y demonios esperando el momento de su venganza contra Teclis y su estirpe. Repuesto al fin de sus penalidades, el Rey Brujo comenzó a trazar nuevos planes para la destrucción de Ulthuan. Invocó a sus capitanes Corsarios y les animó que lanzasen sus incursiones contra las colonias lejanas de los Altos Elfos así como contra los reinos que comerciaban con ellos.

Es conocida la caída de la colonia de Tor Elasor a manos del temido Lokhir Fellhearth. Por orden del Rey Brujo, Lokhir Fellhearth lideró una gran flota contra Tor Elasor, una colonia remota de los Altos Elfos. Al alba, una andanada de proyectiles mágicos desde las Arcas Negras "Torre del Bendito Terror" y "Agonía Inmortal" abrió brecha en los muros orientados a la costa y dejó vía libre para que los Corsarios saqueasen la ciudad al otro lado. Aunque los Altos Elfos de su interior pelearon con bravura, no eran rivales para la fiereza de sus atacantes. Al ocaso, Tor Elasor era una pila de ruinas sanguinolentas. Fellhearth clavó al guardián, el Príncipe Datherion, al muro más alto de la torre del homenaje. El ataque fue tan veloz que ni las noticias escaparon hacia Ulthuan. Cuando el Señor del Mar Aislinn llegó con una flota para averiguar la causa del silencio de Tor Elasor, la colonia era un matadero de despojos y putrefacción por doquier.

El Señor del Mar Aislinn atacó el Arca Negra de "Torre del Bendito Terror" en el Mar de las Serpientes. Su comandante, Lokhir Fellheart , desató a varios Saqueadores Malditos contra la flota de los Altos Elfos. Aislinn trató de entablar combate con el Arca Negra directamente con su propio Buque Dragón, el Kalendirian, pero fue superado. Utilizando su contingente personal de Leones Blancos y Guardias del Mar de Lothern, Aislinn se enfrentó a Fellheart y sus corsarios en un último y desesperado combate. Los dos comandantes se batieron en duelo, insensibles a los gritos de los moribundos. Aislinn logró desarmar una de las espadas de Fellheart, pero su magia se la devolvió casi al instante. El Señor Kraken se rio, clavó sus espadas en el pecho de Aislinn y lo arrojó por la borda. Seis meses después, lo encontraron en las costas de Eataine. A pesar de la derrota contra Lokhir Fellheart, ahora no tenía ni una cicatriz y no tenía ningún recuerdo de los meses perdidos. A partir de ese momento, Aislinn fue aclamado como el Heraldo de Mathlann, porque seguramente solo el dios de los mares podría haber librado al almirante de su tumba acuática.

Tras observar que los reinos de Ulthuan y Bretonia hacían causa común en diversas ocasiones, el Rey Brujo decidió que el reino humano debería ser castigado. Malekith envió emisarios a los Hombres Bestia del Bosque de Arden y a los pieles verdes del Cerro del Orco, y consiguió tal masacre que el Rey Charlen se vio forzado a dejar sin defensas muchas fortalezas costeras para sofocar el tumulto en sus tierras. Los Elfos Oscuros asaltaron la costa norte de Bretonia aprovechando que sus ejércitos estaban distraídos. Los pueblos y ciudades ardieron hasta los cimientos, sus defensores fueron masacrados y sus campesinos enviados al norte para servir de esclavos en Naggaroth. L'Anguille, el mayor de los puertos de Bretonia, acabó en ruinas. El Rey Brujo quedó complacido puesto que pasaría un tiempo antes de que los caballeros de Bretonia tuvieran fuerzas suficientes como para luchar por una causa que no fuera la suya.

Henchidos de orgullo tras su victoria en la batalla de la Llanura Finuval, la confianza de los Altos Elfos aumentó y con ella su atrevimiento. Una expedición liderada por Eltharion de Tor Yvresse llegó a atacar la propia Naggarond. Atacaron por sorpresa a muchas guarniciones de los Elfos Oscuros y las aniquilaron, asegurándose de que ningún Druchii quedaba con vida para poder avisar al Rey Brujo. Cuando al fin el ejército de Eltharion llegó a Naggarond, los Elfos más audaces se disfrazaron con las vestimentas de los Elfos Oscuros y abrieron las puertas de la ciudad desde el interior. El resto de Altos Elfos que esperaba en el exterior entró en la ciudad y se dedicó a arrasar y matar todo cuanto encontraron a su paso, prendiendo fuego a toda la ciudad para después darse a la fuga con las primeras luces del amanecer. Eltharion fue el primer general de Ulthuan que se atrevió a atacar la misma Naggarond y vivió para contarlo. Ultrajado por el saqueo Eltharion, el Rey Brujo ordenó una campaña de represalia contra Yvresse. Al estar siendo atacados por el ¡Waaagh! de Grom, el reino solo pudo reunir una defensa simbólica. Cuando llegó la ayuda de Cothique, los Elfos Oscuros se habían retirado dejando solo ruinas a su paso.

Noche de Placer y Dolor[]

VII, 152.

En el punto álgido de la estación de Decadencia, cuando los Ritos de Atharti (la Diosa del Placer) estaban en su cénit, el Rey Brujo cavilaba en su torre. El deseo de venganza había exterminado tiempo atrás su deseo de gratificación, y Malekith había pasado la tarde planeando su siguiente golpe maestro. Sin embargo, conforme la noche avanzaba, el Rey Brujo se dio cuenta de que algo iba mal. Los gritos parecían más desesperados, las risas más oscuras y atormentadas. Salió al balcón de hierro de sus habitaciones y miró al laberinto de callejuelas oscuras donde descubrió lo que ya sospechaba; la anarquía ya no se debía a la diversión sino a la batalla.

Los Demonios estaban sueltos en Naggarond debido a las indulgencias de la noche. No, eso no era del todo cierto, se corrigió el Rey Brujo a sí mismo, al ver al Guardián de los Secretos de cuernos rotos. Se trataba de un ataque planeado, una venganza, ya que era el propio N'kari quien lideraba la hueste. El Rey Brujo tamborileó los dedos en la barandilla y observó el desarrollo de la batalla con interés. Las hordas de Diablillas hacían cabriolas junto al Gran Demonio, riendo alegres mientras sus garras arremetían contra el enemigo; pero los muertos caían en ambos bandos, ya que la guardia de la ciudad se había movilizado. Las Diablillas caían sobre los adoquines chorreando icor de las heridas producidas por lanzas y virotes. Los Elfos Oscuros solo eran vencidos allí donde N'kari combatía, ya que ningún escudo podría defenderles contra ese elegante bruto. Malekith observó con aprobación cómo, poco a poco, los Elfos Oscuros cedieron las calles buscando un terreno más favorable. Cada retirada dejaba una marea de muertos y moribundos allí donde se había plantado cara.

Los Demonios parecían no acabarse, observó el Rey Brujo, aunque no pudo determinar de dónde llegaban sus refuerzos. Supuso que probablemente de la mansión de algún estúpido que había llevado demasiado lejos los ritos a Atharti. Los muros de lanzas se habían desplazado hasta quedar en la puerta de la gran explanada bajo la Torre Negra y Malekith notó complacido que Kouran había tomado el mando. Minutos antes, el Capitán de la Guardia Negra había estado rezando a Atharti con el mismo abandono de cualquiera de sus compatriotas, pero viéndolo ahora resultaba imposible notarlo. A una orden de Kouran, los lanceros hicieron retroceder a las Diablillas y aprovecharon para huir hacia la explanada. Al notar la victoria, las Diablillas dieron un grito de pura alegría. Los Demonios corrieron hacia la explanada solo para ser segados a cientos gracias a las máquinas de guerra del palacio.

Ahora los Demonios inundaban una trampa de tres lados. En el lado más lejano de la explanada, los lanceros se reformaron incluyendo a las tropas de refresco. De las nueve puertas de la ciudad llegaron los Jinetes Oscuros y los Caballeros Gélidos con sus lanzas brillando bajo la luz de las estrellas. En los escalones de basalto bajo la torre del Rey Brujo formaba la Guardia Negra de Nagarond.

Las lanzas ensartaron a las Diablillas mientras las alabardas las decapitaban, pero a pesar de ello siguieron adelante. Los Demonios se deslizaban por la explanada mientras eran eliminadas por los Rayos de Kharaidon que lanzaban las Hechiceras ocultas entre las filas. Las Diablillas montadas, al ser demasiado rápidas para ser abatidas, rodearon las filas de Guardias Negros. Cuando lo hicieron, los Asesinos aparecieron en los soportales de la Torre Negra, eliminando la amenaza con sus armas envenenadas. A pesar de ello, los Demonios seguían avanzando.

N'kari se quedó atrás, pero otras dos Guardianes de los Secretos se unieron al combate, dispersando a los Elfos Oscuros como muñecos rotos. Sobre la lucha, los dedos de Malekith cesaron en su tamborileo. Había permitido que esta charada continuara para su propia diversión y para purgar a los débiles entre sus guerreros, pero había llegado el momento de intervenir. Recogió su capa y salió de su habitación iniciando el largo descenso hacia las calles. No corrió. Era suficientemente malo que el Rey Brujo se viera forzado a interceder, pero no tenía intención de sufrir la indignidad de la prisa.

Malekith avanzó hacia el combate. Con un chasquear de dedos envió una oleada de fuego negro a través de las Diablillas que asediaban a los lanceros, llenando el aire con el hedor de la carne demoníaca carbonizada. Tras avanzar otros pocos pasos, Malekith señaló con el brazo al Guardián de lo Secretos y cerró su puño de hierro. La bestia aulló de dolor cuando todos los huesos de su cuerpo impío explotaban a la vez. El avance de los Demonios quedó interrumpido y la Guardia Negra pudo penetrar en la explanada. Allí, atraparon al segundo Guardián de los Secretos contra la estatua de Khaine y lo partieron por la mitad.

Fue entonces cuando N'kari bramó y cargó directamente contra el Rey Brujo. El Demonio no se preocupaba por el resultado de la batalla, ya que había organizado toda esta matanza únicamente para conseguir el alma corrupta de Malekith. Sin mediar palabra, la Guardia Negra se movió para bloquear el avance del Guardián de los Secretos, pero N'kari era el más poderoso de los suyos y no supusieron un obstáculo. Un golpe circular arrojó a Kouran por los aires mientras que otros Elfos acabaron convertidos en una ruina sanguinolenta bajo las pezuñas del Demonio, o bajo el impacto de sus puños monstruosos. Con un aullido triunfante, N'kari avanzó hasta enfrentarse personalmente a Malekith en los escalones de la Torre Negra. Cuando el Gran Demonio se aproximó a él, Malekith rio por primera vez en siglos. La última vez que había luchado contra N'kari fue bajo los muros de la Fortaleza Fronteriza en el Reino del Caos. Allí, el Demonio había estado en el pico de su poder, mientras que el Rey Brujo se encontraba moribundo. Ahora las tornas habían cambiado y Malekith estaba decidido a obtener su venganza.

El guardián de los secretos no frenó al acercarse a Malekith, sino que bajó la cabeza y cargó, buscando empalar al Rey Brujo con su único cuerno. En respuesta, Malekith envió un fuego oscuro para tambalear y cegar al Demonio. Cuando N'kari llegó a su altura, Malekith se hizo a un lado, golpeando profundamente la carne del Demonio. N'kari rugió de dolor y se giró hacia su presa intentando desgarrarlo. Malekith se retiró esquivando cada golpe. Una y otra vez envió llamas oscuras contra el Gran Demonio, pero ahora N'kari ya estaba preparado y lograba desviarlo gracias a sus defensas mágicas.

Malekith combatía con su espalda apoyada en la columnata. N'kari golpeó una vez más, pero el Rey Brujo se agachó. El golpe destrozó la columna de piedra, enviando escombros en todas direcciones. Aprovechando el momento de confusión de N'kari, el Rey Brujo levantó la hoja negra y se lanzó al ataque con una oleada de golpes rápidos. Con cada golpe, Destructora brillaba débilmente al minar la sangre mágica del Demonio. Debilitado, N'kari tropezó y gritó de dolor cuando Destructora perforó su hombro. Con su último esfuerzo, el Gran Demonio se puso en pie. Sus brazos inferiores volvieron a atacar y en esta ocasión Malekith fue demasiado lento. Las manos de N'kari agarraron al Rey Brujo por los hombros, atrapando sus brazos junto a su cuerpo.

N'´kari rio al ver luchar al Rey Brujo para alzarse desde el suelo. Su lengua serpentina resiguió la armadura de su cautico dejando un rastro de baba hedionda a su paso. Cuando un puñado de Guardias Negros cargaron en ayuda de su señor, N'kari hizo un gesto perezoso con una garra y envió una nube de fragmentos mágicos para que destrozara su carne. Cuando los cuerpos sin vida cayeron al suelo, el Gran Demonio sujetó con ambas manos la garganta blindada de Malekith.

Con una amplia sonrisa, N'kari empezó a apretar, pero el Rey Brujo no estaba acabado aún. Durante unos segundos pudo reunir magia y lanzarla en una muestra de poder devastador. Un rayo negro cayó desde el cielo y golpeó al Gran Demonio destrozando sus defensas mágicas y su carne. N'kari se tambaleó por el impacto y Malekith se libró de su agarre. Antes de que el Demonio pudiera recuperarse blandió a Destructora con todas sus fuerzas y cortó la cabeza de N'kari de un solo golpe.

Y así Malekith liberó Naggarond. A pesar de que las Diablillas podrían haber continuado luchando, la muerte de N'kari alteró el equilibrio mágico que permitía que sus refuerzos llegaran al mundo mortal. Al ver aflojar a sus enemigos, los Elfos Oscuros encontraron nuevas fuerzas. Recorrieron las calles ensangrentadas alabando a Khaine y a Malekith y no dejaron descansar sus espadas hasta que los Demonios estuvieran muertos.

Al acabar la batalla, Malekith se situó frente a la Torre Negra y declaró que para celebrar la victoria, los Ritos de Atharti continuarían durante otro día y otra noche. Después, el Rey Brujo entró en el templo y entregó la cabeza de N'kari como ofrenda. No pudo pensar en un tributo más apropiado para la Diosa de los Deseos que el cuerpo de un Demonio del placer aniquilado.

Cruzada de Sangre[]

VII, 168.

(En construcción, disculpen las molestias).

Batalla de Sangre y Oro[]

VII, 172.

(En construcción, disculpen las molestias).

Competición de Corsarios[]

VII, 183.

(En construcción, disculpen las molestias).

El Asedio de Barak Varr[]

VII, 194.

(En construcción, disculpen las molestias).

Traición en el Drakwald[]

VII, 214.

(En construcción, disculpen las molestias).

Cothique se Marchita[]

VII, 218.

(En construcción, disculpen las molestias).

La Caída de Arnheim[]

VII, 222.

(En construcción, disculpen las molestias).

El Albor de la Nueva Era[]

Malekith y los Druchii Total War

VII, 223.

Tras muchos años de preparación, el Rey Brujo estaba preparado para desatar todo el poderío de sus ejércitos contra Ulthuan una vez más. Durante siglos había debilitado y hostigado a los Altos Elfos, destruyendo sus colonias de ultramar y aislándolos de posibles aliados.

Ahora, Malekith consideraba que era el momento de que sus obras diesen fruto. Las lunas habían brillado con la luz de la matanza a lo largo de toda la Estación de la Sangre, y no había un signo más certero del favor de Khaine. Por toda la costa de Naggaroth las Arcas Negras estaban listas para zarpar de sus amarraderos y poner rumbo a levante.

El Rey Brujo finalmente tenía su momento triunfal al alcance de su mano.

El Fin de los Tiempos[]

Fin trans
El trasfondo de esta sección o artículo se basa en la campaña de El Fin de los Tiempos, que ha sustituido la línea argumental de La Tormenta del Caos.

Como en otros lugares, los norteños se desparramaron en dirección sur, a través del Glaciar Hierro Congelado, hacia Naggaroth. Sus negros estandartes contrastaban con el cielo cargado de tormentas; los pasos de sus pies envueltos en hierro parecían el retumbar del trueno en tierras lejanas. Esta era la Horda Sanguinaria, y Valkia su terrorífica señora. Había oído la voz de Khorne bramando por entre los cielos atronadores, y ahora dirigía a sus seguidores hacia el sur para tomar cráneos en su nombre. A la Reina de la Sangre no le importaba la estrategia de Archaón; ella solo sabía que Khorne exigía sangre, y así resolvió saciar su monstruosa sed.

Si bien la horda marchaba entre violentos alaridos y el estruendo de los tambores, increíblemente los Naggarothi fueron tomados por sorpresa. Demasiado tiempo habían dependido de las hechiceras de Ghrond para alertar de tales peligros, pero la Torre de la Profecía permaneció silenciosa tras un escudo de brujería. Patrullas fronterizas con ropajes del color de los cuervos huyeron ante el avance de los norteños, dirigiendo sus rápidos corceles al sur, hacia la seguridad de las torres de vigilancia. Uno a uno, los jinetes oscuros fueron alcanzados por demonios aullantes y arrancados de sus caballos. Sólo unos pocos alcanzaron la torre de Volroth, donde perecieron a causa de sus heridas.

Sin embargo, al fin se había efectuado el aviso, transmitido de torre a torre hasta alcanzar Naggarond. Ebnir Despelleja Almas, el general de más confianza del Rey Brujo, cabalgó hasta Volroth con las fuerzas que pudo reunir, pero se topó con que la fortaleza ya había caído. Los antaño orgullosos muros de obsidiana habían sido demolidos por las rugientes criaturas-engendro de los Desiertos del Caos; todo lo que quedaba de una guarnición de en torno a ochenta mil eran imponentes cúmulos de cráneos ensangrentados. Despelleja Almas lanzó a su ejército a masacrar a aquellos invasores que se habían demorado entre las derruidas agujas de Volroth, pero el grueso de la Horda Sanguinaria ya se había internado más allá de la línea de torres de vigilancia.

La invasión de los norteños se fue dividiendo a medida que avanzaba más hacia el sur, pues los distintos caudillos tribales abandonaban el camino de Valkia para tomar cráneos por su cuenta. La Reina de la Sangre permaneció fiel a su rumbo, barriendo a las huestes Naggarothi organizadas contra ella, y puso la siniestra Naggarond bajo asedio. Otras partidas de guerra viajaron al este para asaltar Har Ganeth, y allí se vieron abrumadas por guerreros cuya sed de matanza eclipsaba incluso a la suya. Algunos caudillos se dirigieron hacia el sur, solo para toparse con las despiadadas legiones de Hag Graef. Malus Darkblade demostró su valía como inspirado líder guerrero en esas semanas, enterrando la Carretera Oscura con los cadáveres de los caídos. Sin embargo, el Señor de Hag Graef tan sólo procuraba prevenir que los norteños asaltasen su ciudad; no le importaba que Naggarond cayera, siempre y cuando Malekith cayera con ella. Pero de Malekith no había noticia alguna.

Fue Kouran Manoscura, fiel señor de la Guardia Negra, quien lideró la defensa de Naggarond. Hasta en dos ocasiones se enfrentó a Valkia en combate singular mientras su ejército asaltaba las murallas, y ambas veces el duelo terminó en tablas cuando el devenir de la batalla los terminó separando. Por desgracia, si bien Kouran era un soldado leal y habilidoso, carecía de la chispa de brillantez necesaria para romper el asedio. Mientras el conflicto se alargaba, los señores y damas del Consejo Negro se debatían entre sus deseos. Por mucho que desearan el regreso del Rey Brujo, para que este castigase a los norteños por su impertinencia, también temían la cólera de Malekith en cuanto viese el estado de su reino. Al fin, tras tres meses de sitio, el Rey Brujo regresó. No pronunció palabra sobre dónde había estado, y nadie se atrevió a preguntar, como tampoco nadie se atrevió a preguntar de quién era la sangre seca que formaba una gruesa costra sobre sus guanteletes. Algunos decían que había viajado a través del Reino del Caos, otros que había hollado la penumbra del Mirai, pero nadie podía asegurar nada.

Inicialmente, Malekith estaba de buen humor, aunque eso se disipó como sangre en el frío océano tan pronto como su consejo le informó de los males del reino. Durante largo tiempo el Rey Brujo había planeado comenzar un nuevo ataque contra la odiada Ulthuan, pero semejante empresa era imposible mientras Naggaroth se encontrase invadida. Llamando a su lado al dragón Seraphon, Malekith expulsó a la Horda Sanguinaria de los muros de Naggaroth, y ordenó el regreso de todas las fuerzas Naggarothi destinadas a Ulthuan. La venganza ancestral tendría que esperar a que aquellos invasores advenedizos hubiesen aprendido lo insensato de sus actos.

Ver artículo principal: El Fin de los Tiempos.

Fuentes[]

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