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Bendición de Asuryan por Matt Zeilinger Altos Elfos

Los Elfos calculan el tiempo de diferente manera a la de los Hombres y Enanos. Su historia se divide en reinados, no en siglos. Cada reinado de un Rey Fénix tiene reservada una época particular de la historia, descrita simplemente por la forma en la que gobernaron y las acciones que realizaron.

Además, los Elfos no cuentan los meses como los Hombres. Sus años se dividen en cuatro estaciones que le sirven para medir el tiempo: la estación del Frío, la estación de la Lluvia, la estación del Sol, y la estación de la Tormenta. Estas corresponden aproximadamente a invierno, primavera, verano y otoño. En los anales Élficos primero se indica el reinado del Rey Fénix, seguido por el año, después la estación y al final el día. De esta forma, V) 114, 3, 90 significa el nonagésimo día de la estación del Sol en el año ciento catorce del reinado de Caradryel el Pacificador.

Al examinar la cronología es conveniente tener en cuenta que normalmente hay un año de interregno entre la muerte de un Rey Fénix y la coronación de su sucesor,  pues habitualmente no se elige un nuevo Rey Fénix hasta que no ha pasado un año de la muerte del anterior. Este "año perdido" siempre se considera como el último año de reinado del rey fallecido.

Los Elfos inician su calendario el día en que Aenarion pasó a través de la llama del Templo de Asuryan. Antes de ello se encuentra el periodo del reinado del Trono Único, cuando Ulthuan se hallaba bajo el gobierno solitario de la Reina Eterna de Avelorn y el sistema, de algún modo, giraba alrededor de ellas. Este es un periodo acerca del cual se conoce bien poco, ya que hoy en día sobreviven pocas referencias a esa era.

Por consistencia, se indica también la duración de los reinados de los Reyes Fénix y las fechas aproximadas en el calendario Sigmarita del Imperio.

I) Aenarion, el Defensor[]

1-80 (del -4500 al -4420 en el Calendario Imperial)

Warhammer Armadura de dragón de Aenarion por Andrew Johanson

El reinado de Aenarion el Defensor fue una época siniestra. Fue una época de guerra. Fue una época de terror y furia. Los monstruos de pesadilla del Caos marchaban sin cesar por la tierra. Los portales polares, empleados en otros tiempos por las Ancestrales para viajar entre las estrellas de planeta en planeta, se habían colapsado y una marea de energía mágica incontrolada inundó el Mundo Conocido. De los destrozados portales surgieron los engendros del Caos: demonios babeantes, brujos, los perdidos y los condenados. Inmediatamente avanzaron para devorar el mundo. Los Ancestrales habían desaparecido, abandonando a sus hijos para que se enfrentasen en solitario a los demonios.

En Ulthuan, la isla natal de los Elfos, la larga y dorada era de paz llegaba a su final. De los mares turbulentos o de navíos demoníacos monstruosos, o excretados de las lágrimas de la fábrica del propio mundo, emergieron las Huestes del Caos, los abominables sirvientes de los Dioses del Caos, para masacrar a los indefensos Elfos. Cayeron sobre los hijos de la Reina Eterna como lobos sobre corderos recién nacidos. Inexpertos en la guerra y su magia solo la utilizaban para propósitos pacíficos, por lo que era ignorantes de todo conflicto, los Elfos no podían presentar ninguna resistencia. Guerreros de negras armaduras incendiaron los sagrados bosquecillos. Repugnantes Hombres Bestia masacraron pueblos y ciudades enteras. Los demonios aullaban y babeaban entre las ruinas de ciudades ancestrales.

Todo lo que los Elfos podían hacer era huir. Sus arcos y lanzas, empuñados solamente para cazar y en duelos de honor, eran inútiles contra las armaduras de los guerreros del Caos y los robustos pellejos de los demonios. Los Elfos se ocultaron en cavernas, bosques y montañas; rezaron a sus dioses para que no fueran encontrados y para que surgiera un héroe que les liberan del horror de sus atacantes.

El elegido de Asuryan[]

Demonios principal

Del despiadado baño de sangre de esta era terrible surgió Aenarion, el más grande y trágico de entre todos los héroes Elficos: un paladín condenado, un dios caído, el guerrero más poderoso de una era de guerra constante; el primero, el más amado y el más maldecido de los Reyes Fénix de Ulthuan. Este titán condenado al fracaso se eleva por encima de la historia de su época como un coloso. 

Poco se sabe de los primeros años de la vida de Aenarion. Se dice que era un aventurero, una de aquellas almas inquietas que junto con un pequeño grupo de seguidores abandonó la paz eterna de Avelorn en busca de fortuna y gloria en tierras lejanas a lo largo y ancho del mundo, pero que volvió raudo a la isla de Ulthuan en cuanto ésta le necesitó. Cuando llegó el Caos, Aenarion luchó tan bien como supo, pero se dio cuenta de que las frágiles armas de los Elfos y los pacíficos hechizos de la Reina Eterna no podían enfrentarse al poder de la oscuridad y la furia desatada del Caos. Harto de la matanza de su pueblo, viajó por la tierra destruida por la guerra, luchando para abrirse camino hasta el Templo de Asuryan, decidido a invocar la ayuda del Dios Creador.

Templo de Asuryan

Aunque los ejércitos del Caos asediaban el templo, Aenarion se mantuvo en pie delante de la llama eterna y rogó a Asuryan que ayudase a su pueblo. Si el dios le oyó, él no pudo ver ningún signo de ello. Aenarion quemó ofrendas, y el dios no le respondió. Sacrificó un cordero blanco. No llegó ninguna ayuda. Finalmente, desesperado, Aenarion se ofreció a sí mismo. diciendo que se lanzaría al fuego sagrado si Asuryan no salvaba a su gente. Como el dios no respondía, Aenarion mantuvo su promesa y se lanzó al furioso y caliente infierno blanco. La agonía destrozaba su cuerpo. El dolor laceraba sus miembros. Su pelo se incendió. Su corazón cesó de latir. Los que le vieron pensaron que estaba muerto. Entonces ocurrió el milagro.

Aenarion se negó a morir. Lenta, dolorosamente, se tambaleó entre las llamas. Mientras hacía eso, su piel quemada sanaba y su destrozado cabello renacía. Emergió de entre las llamas ileso, transformado por el fuego purificador. Su piel era clara y translúcida. El espíritu de Asuryan había entrado en él. Había una luz envolviendo su cuerpo que todos los presentes pudieron ver.  Todos se dieron cuenta que se había transformado en el recipiente de un poder trascendental. Por la voluntad divina de Asuryan pasó de ser un Elfo mortal al primer y más poderoso de los Reyes Fénix. Cuando habló, los Elfos se aprestaron a obedecerle.

Altos Elfos contra Guerreros del Caos por Paul Dainton

Aenarion empezó su reinado con una victoria muy halagüeña: fuera de los muros del templo, hizo frente a una horda de Demonios, guerreros y bestias aullantes cuyos negros corazones estaban decididos a destruir el lugar y extinguir para siempre sus fuegos sagrados. Aenarion surgió del templo para ponerse al mando de los Elfos en la guerra. Junto a los muros del templo se enfrentó con la rugiente horda del Caos. Recogió su lanza de caza y la lanzó contra Morkar, el general demoníaco del Caos. El arma atravesó el cuerpo del Caudillo del Caos y luego la garganta de su antes de enterrarse en el cuello de un minotauro. Desarmado, Aenarion caminó por los peldaños del templo hacia el paralizado enemigo. Se detuvo y recogió la espada de Morkar. 

Rugiendo en busca de venganza, los seguidores del Caos se abalanzaron contra él. Pero fue como si hubiesen asaltado una muralla de espadas con sus manos desnudas. El poder de Asuryan fluía intensamente por todo su cuerpo. Su espada estaba cargada con la muerte. Cada adorador del Caos que se puso a su alcance fue partido por la mitad. Ese día Aenarion podría haber destruido él solo un ejército.

Viendo como inflingía tamaña destrucción entre un enemigo supuestamente invencible, los Elfos del templo se enardecieron ante las acciones de Aenarion. Empuñaron sus lanzas y cargaron hacia adelante en ayuda de Aenarion, mientras los servidores del Caos se retiraban tambaleantes tras la derrota apabullante. Aquel día se produjo una gran matanza, y muy feliz fue la posterior celebración. Los Elfos habían conseguido una tremenda victoria. Todos los presentes juraron obediencia a Aenarion. 

El Reinado de Aenarion[]

Dragón élfico por Clint Langley

Las noticias de la victoria de Aenarion se extendieron rápidamente por Ulthuan. Todos los Elfos se alinearon con él, mientras los ejércitos del Caos trataban de recuperarse de la derrota. Desde el Templo de Asuryan. Aenarion tomó un barco y marchó hacia Caledor, el único lugar donde, los Elfos habían logrado resistir con éxito a las fuerzas del Caos. Allí Aenarion se reunió con el primer Príncipe Dragonero de Caledor, Caledor Domadragones, el más grande y poderoso de las Archimagos de la antigüedad. 

Caledor contempló a Aenarion como lo que realmente era, un dios mortal, y dobló inmediatamente su rodilla, jurándole lealtad. Montados sobre dragones, ambos volaron hasta el Templo Fortaleza del Yunque de Vaul. Fue aquí donde se forjó la armadura sagrada de Aenarion. junto con las armas y armaduras suficientes como para equipar a un ejército. Aenarion obtuvo tiempo necesario para elevar su estandarte, y muchos Elfos, supervivientes de la primera invasión, se agruparon entorno a él. Eran los soldados perfectos para la cruzada de Aenarion. La mayoría habían perdido a sus familias en los primeros ataques de las fuerzas del Caos. Tenían muchas deudas que saldar y estaban dispuestos a sacrificar su vida para obtener venganza. 

Bajo la supervisión de Aenarion y su consejero Caledor, los Elfos aprendieron todas las artes de la guerra. Mientras Aenarion hacía que los sacerdotes de Vaul forjasen armas de acero e ithilmar templado, Caledor tomó el tutelaje de sus colegas magos, enseñándoles todo tipo de hechicerías para desterrar y destruir. Aquel proceso cambió la suerte de los Elfos, pues con Aenarion a la cabeza del ejército fueron los hijos de Ulthuan quienes atacaron a los Demonios, derrotando a muchos de sus campeones infernales y haciendo retroceder a sus hordas de vuelta al Reino del Caos.

Dragon warmaster

Pero al poco tiempo las fuerzas del Caos se lanzaban de nuevo al ataque con redoblada ferocidad, y los cuernos plateados convocaron a Aenarion una vez más a la guerra. Se organizó un formidable ejército sagrado para proteger la patria de los Elfos; justo a tiempo, puesto que las ejércitos del Caos ya. 

Como un rayo. los Elfos descendieron de las montañas de Caledor. Caballeros montados sobre dragones aniquilaron a los ejércitos de Hombres Bestia. Fuerzas Élficas de infantería equipadas con las nuevas armas y armaduras pusieron en desbandada a las seguidores de los cuatro Dioses del Caos. En la campaña que siguió, Aenarion forjó su ejército de la misma manera que un herrero forja una espada. A lomos de Indraugnir, el más anciano de los dragones, Aenarion estaba en primera línea en todas las batallas. Grandes formaciones de bestias de aliento de fuego cayeron sobre los ejércitos de la oscuridad y los expulsaron del corazón de Ulthuan. empujándolos hasta las costas del continente. 

Slaanesh vs Altos Elfos

En Kourmel, lo que hoy se conoce como Ellyrion, Aenarion mató al Guardián de los Secretos N'Kari, haciendo desaparecer a este demonio del plano mortal durante muchos años. En las colinas al pie de las montañas del Sur de Cracia Aenarion aniquiló al ejército de adoradores de Khorne de Vorghan el Asesino. Limpió los linderos del bosque sagrado en la Isla de las Manzanas de las Bailarines del Cráneo de Slaanesh y su líder Aazella Silkenthings. El fuego del dragón quemó a Hugin el Señor de las Plagas y a sus legiones corruptas de Nurgle. Por un momento, la guerra parecía llegar a su fin. 

Con su ejército respaldándole, Aenarion combatió a los demonios, aniquiló a sus campeones y desmoralizó a sus ejércitos. Con la armadura forjada en la Forja de Vaul, Aenarion era prácticamente intocable y su ejército de Elfos y dragones destrozó a los demonios que se interpusieron ante ellos.

Una corta paz se instaló en Ulthuan, como un sudario sobre un cadáver. Era una paz de muerte y pesar en una tierra exhausta por la guerra y abatida por la muerte. Fue una época de amistades breves y felicidades pasajeras. El portal septentrional continuaba abierto y fuera de control, corrompiendo el corazón del mundo como un cáncer.

La marea de energía mágica continuaba creciendo. Ulthuan, situada desde siempre en un rasguño en el tejido de realidad, se encontraba saturada de energía mágica. Las montañas de Annulii parpadeaban continuamente con luces policromas. Las damas daban a luz a monstruos. Los gritos del Caos atronaban por las valles. Risas enloquecidas llenaban la ardiente noche. 

Abundaban las apariciones y los sucesos extraños. Los oráculos enloquecieron de miedo. El Guardián del Templo de Asuryan se arrancó sus ojos, pero ni de esa forma pudo evitar seguir teniendo terribles visiones. Cuando se le preguntaba por el destino del mundo, se negaba a hablar.

Mando de Altos Elfos

Durante ese tiempo, Aenarion fue a la corte de la Reina Eterna. Era una figura impresionante, un exhausto gigante en una armadura dorada. Allí conoció y se casó con la Reina Eterna, Astarielle. Poco se sabe de su cortejo pero se dice que por un breve tiempo fueron felices. Sus primeros hijos fueron gemelos, una hija, la futura Reina Eterna Yvraine y un hijo, Morelion. Entonces las fuerzas del Caos se lanzaron al ataque una vez más y los cuernos plateadas convocaron a Aenarion una vez más a la batalla.

La guerra continuó a lo largo y ancho de Ulthuan. Al principio, los Elfos y sus aliados draconianos llevaban ventaja. Sin embargo, lenta e inexorablemente, los seguidores del Caos recuperaron la iniciativa. Su número era inacabable. Procedentes de los portales de disformidad, las hordas demoníacas y engendros corruptos atacaron con fuerzas renovadas y su número parecía inacabable. Más y más hombres fueron transformados por el poder mutante de las grandes nubes de la magia del Caos que surgía de los polos. Más y más monstruos bajaban en enjambres de las brillantes montañas. Cada guerrero élfico que caía era prácticamente insustituible, una pérdida terrible y fueron muchos los héroes que murieron, pero por cada seguidor del Caos que caía habían más para ocupar su lugar, dispuestos a acabar con los Elfos.

La guerra se prolongó durante décadas, sin respiro o señal de victoria definitiva para ningún bando, así que los Elfos empezaron a descorazonarse. A veces, gracias a un esfuerzo heroico, los Elfos conseguían espacio de maniobra y conseguían limpiar sus tierras. A veces incluso enviaban expediciones a otros continentes para ayudar a los Enanos y a los humanos. Pero resultaba obvio que se estaba perdiendo la guerra. Los instantes de paz eran cada vez menores, y hasta esos breves respiros se veían manchados por el conocimiento de que los Demonios podían volver a aparecer en cualquier momento. Toda victoria simplemente retrasaba la inevitable derrota, mientras que cada derrota aceleraba el proceso inconmensurablemente. Al final todos los Elfos, incluido Aenarion, estaban exhaustos por el conflicto incesante. Las fuerzas del Caos luchaban sin mostrar ninguna debilidad ni piedad. Eran implacables, irracionales y mortíferas. 

High Level Play Ryan Barger Altos Elfos Demonios del Caos

Entonces tuvieron lugar dos incidentes que tuvieron una gran repercusión a lo largo de las largas eras de la historia Élfica, y que crearon las bases para los grandes dramas que seguirían.

Fue Caledor, el mago sabio y ancestral, el que propuso un plan para desbaratar los poderes del Caos. Después de casi un siglo de investigación sin resultado, Caledor consiguió descubrir de que la causa de la invasión del Caos y diseñó un plan desesperado para contenerla. Sabia ya que los viejos portales de los Ancestrales se habían colapsado, enviando oleadas de energía de transmutación a través de los restos de su ancestral sistema de portales. Era ese antiguo sistema de portales el que permitía que los seguidores de la oscuridad se movieran tan rápidamente por todo el mundo: la cataclísmica liberación de sus energías corruptoras era la responsable de la abundante creación de tantos Hombres Bestia y monstruos.

Caledor discurrió un plan para concentrar esas energías y devolverlas al Reino del Caos, para crear un vórtice cósmico que expulsaría a la magia del mundo y salvaría a sus habitantes del Caos. Era un plan desesperado, con pocas esperanzas de que funcionase, pero Caledor y muchos otros como él pensaban que una última y desesperada jugada sería preferible a la lenta muerte que el pueblo Élfico estabas sufriendo. 

Comandante Alto Elfo en Dragón

Aenarion se opuso a ésto, protestando ante el consejo con desesperación. Aunque en su corazón sabía que la guerra era imposible de ganar, estaba decidido a retrasar el final tanto como fuese posible en lugar de arriesgarse a que fallara el plan de Caledor y precipitase una derrota inmediata. En el campamento del ejército élfico, Aenarion y Caledor se encontraban en medio de su última gran discusión cuando le llegaron unas noticias fatales a Aenarion. Si las noticias de un brutal ataque demoníaco no hubieran llegado a Aenarion, probablemente habría hecho cambiar de idea a Caledor, pero ocurrió que apareció un mensajero herido y agonizante que le relató al Rey Fénix que un ejército de Demonios, Hombres Bestia y de Guerreros del Caos había caído sobre Avelorn. Su esposa, la Reina Eterna  Astarielle había sido asesinada y los cuerpos de sus hijos no habían sido encontrados. Se les suponía muertos o convertidos en juguetes de los Oscuros. Sobrepasado por la tristeza, Aenarion se retiró a su tienda. 

Cuando surgió de ella a la mañana siguiente había cambiado y ninguno de los que le miraron pudo sostener su mirada.

La Espada de Khaine[]

La Isla Marchita

Al oír las noticias sobre el destino que había sufrido su familia, Aenarion se vio dominado por la rabia, la amargura y una furia titánica inconmesurable. Juró que mataría a todos los adoradores del Caos que se encontrase sobre la faz del mundo. Pocos de las que le oyeron dudaron de su resolución o de su locura. Los poderes del Caos eran demasiado fuertes como para pretender erradicarlos por completo. Pero Aenarion no pensaba así. Anunció que se iba a la Isla Marchita. Aquellos que oyeron sus palabras quedaron llenos de temor. Todos ellos sabían que esto sólo podía significar una cosa: Aenarion iba a desenvainar la Espada de Khaine, a sacar a la luz a La Erradicadora, a empuñar la Hacedora de Viudas, el arma más definitiva y más mortífera.

Se trataba de un arma de terrible poder que había esperado desde el inicio de los tiempos incrustada en el gran altar negro de Khaine en la Isla Marchita. El arma era tan antigua como el mundo y tan mortífera como el veneno, una pieza del arma fatal forjada por el propio Vaul para el dios de la muerte Kahela Mensha Khaine, un fragmento de muerte cristalizada capaz de matar demonios y dioses indistintamente. Pero tal y como todos sabían, ningún mortal podía empuñarla y sobrevivir, pero Aenarion se encontrabas más allá de la esperanza y de la desesperación. Vivía para matar.

Caledor sabía lo que iba a pasar e intentó advertir a Aenarion. Le dijo que quedaría maldito si desenvainaba el arma, ya que tal poder era demasiado grande  para un ser mortal, y sólo podía ser comprada al precio del alma inmortal de Aenarion. 

Aenarion por Jon Sullivan

Poseído por unos instantes por el poder de la profecía, Caledor hablaría con unas palabras que resonarían por toda la eternidad. Le dijo a Aenarion que si buscaba ese poder corrupto, atraería eones de tragedia a los Elfos, que él y su descendencia serían maldecidos hasta la última generación, que los dioses le darían la espalda y que el propio Aenarion moriría con toda seguridad. El primer Rey Fénix no le respondió, sencillamente se subió a la espalda de Indraugnir y voló al interior de la siniestra noche. 

Poco se sabe de la búsqueda de Aenarion de la Isla Marchita. Lo que si es seguro es que consiguió llegar al lugar, ignorando indistintamente todas las advertencias de mortales e inmortales. Mientras volaba se produjeron numerosos milagros. Demonios alados asaltaron a Aenarion y a su montura mientras viajaban, intentando desviarlos de su camino. Los dioses Elficos susurraron advertencias en los oídos del Rey, pero no les prestó atención. Se desató una gran tormenta mientras se aproximaba a la isla, como si las propios elementos intentasen apartarle de su camino. 

Indraugnir era poderoso incluso para los patrones con los que se mide la fuerza de las dragones, pero incluso él quedó exhausto cuando llevó a Aenarion a su destino. Aenarion caminó los últimos kilómetros sobre las desoladas llanuras. Se dice que incluso el fantasma de su esposa fallecida le rogó que no siguiera adelante. Pero, aunque Aenarion amaba profundamente a su esposa, endureció su corazón una vez más, ignoró sus súplicas y arrancó la gran espada manchada de sangre del altar, sellando su destino y el de su pueblo. 

Un dios mortal[]

Espadachina sin Igual de Magali Villeneuve Altos Elfos

Cuando Aenarion regresó al combate, su poder no tenía rival, matando implacablemente a todo aquel que se interpuso en su camino. Nada ni nadie podía hacerle frente. Su brazo había sido robustecido por el Dios Creador y en su mano empuñaba a Hacedora de Viudas, cuyo poder era tan grande que dioses y demonios temblaron a su paso. Aenarion llenó a sus enemigos de terror y a sus propias tropas de fe inamovible y de un ansia de sangre inextinguible.

Los seguidores de Aenarion se volvían cada vez más brutales, crueles y despiadados, perdidos en un sueño de asesinatos y matanzas sin fin. Con cada victoria se volvían cada vez más indiferentes de su destino, luchando con un desprecio absoluto de sus vidas, poseídos por el deseo de derramar la sangre de sus enemigos. Todos los guerreros Élficos se volvieron indiferentes al peligro y el más indiferente de todos ellos era Aenarion. 

Antiguos anhelos, profundamente enterrados en el alma de los Elfos empezaron a despertarse. Una oscuridad de espíritu descendió sobre sus ejércitos. Algunos Elfos luchaban por el placer de la lucha y otros mataban por el placer de matar. Aenarion levantó un nuevo reino en el norte de Ulthuan, en la desolada tierra de Nagarythe, un lugar que reflejaba su propio tétrico estado de animo. Gran parte de los más brutales guerreros Élficos se sintieron atraídas a esa tierra.

Al parecer, la partida de Caledor enfureció a Aenarion enormemente, pero los demonios volvieron a atacar antes de que pudiese emprender alguna acción contra su antiguo amigo. Tal era el tamaño y la ferocidad del ataque demoníaco que se hizo obvio para todos excepto para Aenarion que la guerra estaba perdida y que el mundo se vería condenado a la oscuridad eterna.

Morathi imagen

Para sorpresa de todos, Aenarion tomó una nueva esposa, la extraña, misteriosa y hermosa vidente Morathi, a la cual la había rescatado de una banda de seguidores de Slaanesh. De este matrimonio nació un niño, Malekith, que llegaría a convertirse en el más odiado de las Elfos. La corte de Aenarion era un lugar salvaje, lleno de desesperada jovialidad y de febril regocijo. Se practicaban muchos deportes crueles, como caza de prisioneros capturados. Abundaban siniestros rumores.

La corte de Aenarion se ganó una reputación de oscura y terrible, igual que la naturaleza de su gobernante, y los Elfos de otros reinos se negaban a viajar allí. Las historias de la crueldad de Aenarion se extendieron por todo Ulthuan. 

Otros, sintiendo la creciente maldad en esa tierra, se retiraron. Incluso Caledor dirigió a sus jinetes de Dragones al sur, hacia su propia tierra. Estaba aterrado por el cambio acaecido en su antiguo amigo y podía ver la maldad en su alma luchando con la luz. Aenarion vio la partida de los jinetes Dragoneros como una traición y juró que se vengaría de su príncipe. Antes de que pudiese llevar a cabo alguna acción, llegaron a la tierra de los Elfos nuevas fuerzas del Caos. 

La guerra alcanzó su última etapa, una lucha desigual de poderes entre los Elfos y las inacabables legiones de los cuatro Dioses del Caos. Tocado por Asuryan y marcado por Khaine, Aenarion era un guerrero invencible, hijo de la luz y la oscuridad. Su espada le proporcionaba un poder más allá de lo concebible por los mortales: la llama eterna le confería la fuerza para usarlo. En combate, Aenarion mataba a cientos de enemigos. Su leal montura Indraugnir era un igual para cualquier demonio. Pero sólo había un Aenarion, y el número de sus seguidores era finito. 

Durante los largos años de la guerra, su cantidad fue descendiendo poco a poco hasta que sólo sobrevivieron los más salvajes, diestros y despiadados para proseguir la guerra contra el Caos. Para todos menos para Aenarion y sus seguidores estaba claro que la guerra estaba perdida y que el mundo estaba condenado. 

El Vórtice[]

Isla de los Muertos 01 por Jonathan Kirtz Altos Elfos

Al comprobar que Aenarion había perdido el juicio, Caledor Domadragones decidió que solo quedaba una cosa que podía hacerse. Hasta entonces había respetado la orden de su antiguo amigo que impedía la creación del vórtice. Pero ahora no había nada que perder. Convocó a los más grandes de entre los Magos Altos Elfos y se reunieron en la Isla de los Muertos para empezar el gran ritual. De alguna manera, los esbirros del Caos se enteraron del ritual y se dispusieron a impedirlo. Todas las fuerzas del Caos fueron llevadas hacia la isla al combate y los más poderosos brujos del ejército del Caos empezaron a trabajar para destruir los muros de hechizos que rodeaban la isla. 

Mientras Caledor Domadragones trataba de ejecutar el ritual, Aenarion no tenía otra elección. Reunió a sus tropas y se dirigió a defender  a los magos de la Isla de los Muertos. Los dos ejércitos chocaron en el centro de Ulthuan. Los dragones eran tan numerosas que sus alas oscurecían el cielo, lanzándose sobre la Hueste del Caos. Los Elfos y los esbirros de la oscuridad se enfrentaron tanto en el mar como en tierra, murieron a miles. El mar hervía con la agonía de los monstruos. Los dragones se estrellaban contra el suelo muertos por hechizos fatales. Mientras empezaba la creación del vórtice, los mares se embravecieron y se desató un viento terrible desde el Norte. Las cielos se oscurecieron, y rayos y truenos empezaron a desgarrar el firmamento.

Altos Elfos contra Demonios del Caos

Cuando la batalla alcanzaba su cénit, los hechiceros Altos Elfos entonaron el hechizo que crearía el vórtice. Se sucedieron una serie de rayos encadenados que parpadearon en el cielo. El mundo se estremeció. Durante un instante hubo calma y todo estaba en silencio. Entonces las montañas se agitaron. Terribles energías vibraron entre la tierra y el cielo. Desde las cimas de las montañas rayos de energía pura saltaron para converger sobre la Isla de los Muertos. Las nubes se arremolinaron y se precipitaron hacia su interior, desvaneciéndose como olas en un torbellino. El aire se fue espesando y se coaguló con la energía mágica. Todas los presentes tuvieron dificultades para respirar. Sus pulmones estaban saturados de energía mágica. Mientras Aenarion y su ejército inferior en número luchaban, los hechiceros trataban de completar el ritual. 

La tierra se separó y grandes cantidades de rocas inmensas se elevaron hacia el cielo por la creciente marea de magia. Sobre una de esas islas flotantes, Aenarion continuaba luchando, únicamente contaba a su lado con la ayuda de su leal Indraugnir. Libraba una batalla sangrienta contra cuatro grandes demonios del Caos. Era una batalla que ningún mortal podía ganar, pero Aenarion se resistía a verse abatido.  Aenarion golpeó frenéticamente con la Espada de Khaine. Abrió un gran corte entre ambos ojos del Guardián de Secretos. Indraugnir exhaló una nube de llamas incandescentes a los aullantes demonios. Estos gritaron, balbucearon y pronunciaron palabras inconexas mientras el aire llameante los rodeaba. El Señor de la Transformación le lanzó un rayo de energía mágica. Aenarion desvió la estremecedora energía empleando su escudo, pero la fuerza del ataque lo denté de su montura. Aenarion se levantó y golpeó brutalmente al demonio, partiendo su cabeza en dos y separándole el brazo del cuerpo.

Aenarion última batalla Demonios del Caos Karl Kopinski

El Guardián de los Secretos N'Kari atrapó el cuerpo de Aenarion por detrás con sus gigantescas garras. Su terrible abrazo no podía penetrar la armadura de Aenarion, pero la presión era más de lo que un mortal podía resistir. Las costillas de Aenarion se rompieron con un estallido, como pequeñas ramas bajo la gigantesca presión. El simple dolor hubiese matado a un ser inferior, pero Aenarion había pasado a través del Fuego de Asuryan y la agonía no podía detenerle. Empuñando su espada al revés, la hundió en el pecho del demonio. Con un aullido terrible, el demonio se fue apagando y se desvaneció. 

En la mano de Aenarion, la Espada de Khaine goteaba llameante sangre y la espada demoníaca cobró vida propia. Susurró terribles amenazas y promesas a su mente. Habiendo bebido el alma del demonio, la espada llenó a Aenarion con renovadas energías. El Rey Fénix se tambaleó hasta el enorme cuerpo de la Gran Inmundicia. Esta le permitió acercarse mientras reía con una malicia sobrenatural. 

El Devorador de Almas se abalanzó sobre Indraugnir y lentamente fue derrotando al Dragón. La Gran Inmundicia vomitó un torrente de corrupción. El fétido líquido cubrió a Aenarion. Su cabeza dio vueltas y se sintió mareado, prácticamente incapaz de permanecer en pie entre los asquerosos vapores que le envolvían.

Mientras tanto, en la Isla de la Muerte, los hechiceros Elfos fueron muriendo uno a uno. Los menos poderosos en primer lugar, con sus cerebros quemados y su carne separada de los huesos por la corrosiva energía que habían desatado. Aún continuaban entonando el hechizo, sabiendo que si se detenían, el hechizo se descontrolaría y todo su esfuerzo no serviría para nada.

Aenarion golpeó con su espada al estómago del Demonio de Nurgle, abriendo de un tajo la carnosa cavidad y desparramando una aparentemente infinita marea de porquería. Una oleada de corrupción, pus, bilis y serpenteantes gusanos blancos amenazaban con llenar los pulmones de Aenarion. Las entrañas del demonio se extendían a su alrededor como tentáculos de un pulpo gigantesco. Lentamente, Aenarion era arrastrado hacia el interior de las entrañas del demonio. Aunque sus golpes de espada cortaban las vísceras que le apresaban, más tentáculos se situaban a su alrededor, sujetándole y arrastrándole hacia la repugnante cavidad.

Gritó a Indraugnir para que le ayudase. El viejo dragón volvió la cabeza y exhaló otro chorro de ardientes y feroces llamas hacia el demonio, quemando su carne. Protegido por su armadura mágica, Aenarion permaneció ileso en medio de la tormenta de fuego. El Devorador de Almas se aprovechó de la distracción de Indraugnir para infligirle una herida mortal. Sus poderosas garras atravesaron la piel escamada del dragón. Indraugnir rugió y golpeó al Devorador de Almas con renovada furia, invirtiendo sus últimas fuerzas para mantener ocupado al demonio del Dios de la Sangre.

Isla de los Muertos 02 por Jonathan Kirtz Altos Elfos

Prácticamente incapaz de permanecer en pie, Aenarion se tambaleó lanzándose al ataque. El Devorador de Almas le atacó y le asestó un golpe terrible, rompiéndole las huesos de su brazo izquierdo de tal modo que su escudo quedó colgando inútil a su costado. Otro golpe le fracturó el cráneo y casi le dejó inconsciente. El Rey Fénix se negó a caer. Hizo acopio de todas sus fuerzas e hizo que la Espada de Khaine trabase una enorme curva mortal. El golpe podía haber cortado en dos una montaña. Partió en dos al demonio. 

Cuando Aenarion hubo derrotado a los cuatro demonios, en la Isla de los Muertos, los últimos magos supervivientes completaron el hechizo. Durante un instante, todo quedó en silencio. Aenarion, mortalmente herido, trepó a la silla de su moribundo dragón y emprendió su último vuelo. Azotado por los violentos vientos, Indraugnir llevó al agonizante Rey Fénix muy alto, por encima del campo de batalla. Mirando hacia abajo pudo contemplar el último y espantoso acto del día. Con un terrible destello que cegó a los observadores, la isla desapareció en medio de una gran tormenta de energía mágica. 

El ritual había conseguido un éxito parcial. Se había creado un vórtice. El flujo de magia disminuyó y los demonios quedaron de repente desamparadas y agonizantes, como peces fuera del agua. Pero el precio había sido terrible. Los hechiceros Altos Elfos que habían tenido éxito abriendo el vórtice quedaron atrapados dentro de él, manteniéndolo eternamente abierto, eternamente atrapados en los últimos momentos de su batalla con el Caos.

El Fin de una Era[]

Indraugnir acarreó al moribundo Aenarion hacia la Isla Marchita. La marea mágica en retroceso había reducido su poder. El toque de Asuryan en su mente ya no era tan fuerte, y la Espada de Khaine ya no le proporcionaba una fuerza casi ilimitada. Los grandes días de la Alta Magia habían acabado. Mientras la energía se retiraba, lo mismo hizo la locura de la mente de Aenarion. El primer Rey Fénix había tenido tiempo para pensar en los insultos del demonio. Su consciencia luchaba aún con las promesas susurradas por la espada casi viva. Sabía que si alguien se adueñaba del arma de Khaine tendría poder suficiente para gobernar el mundo, así que se propuso devolverla a donde procedía.

Las fuerzas le fallaron a Indraugrir justo al llegar a la Isla Marchita. Tras aterrizar en la llanura de los Huesos, el viejo Dragón cayó exhausto en las orillas de la isla. Temblando a causa de la fatiga y las terribles heridas sufridas en su viejo cuerpo, Indraugnir se irguió, lanzó un último rugido de desafío, y cayó muerto al suelo. Con sus últimas fuerzas, Aenarion se arrastró en solitario hasta el altar de Khaine;  envainó la espada en su lugar de reposo, clavándola tan profundamente que nadie pudiera volverla a empuñar. Se dice que entonces Aenarion se derrumbó junto a su montura y abandonó por fin esa era del mundo.

Después de la calma llegó la tempestad. Los efectos inmediatos del ritual de Caledor fueron una serie de tormentas, terremotos y maremotos  de naturaleza mágica que devastaron Ulthuan durante tres días. Parecía como si toda la energía mágica del mundo estuviese quedando atrapada en el centro de la tormenta. Gigantescas olas recorrieron la superficie de las aguas del Mar Interior, grandes muros de agua que hundieron barcos y arrastraron los árboles arrancados a costas distantes. Los que pudieron huir lo hicieron. Las que no murieron allí mismo. 

Cuando las tormentas cesaron, e pudo comprobar que las puertas de la disformidad habían quedado selladas y las legiones demoníacas desaparecieron. Ulthuan había quedado en ruinas, aunque tenía la esperanza del futuro.

II) Bel-Shanaar el Explorador[]

1- 1669 (del -4419 al -2750 en el Calendario Imperial) 

Bel Shanaar warhammer total war por Guillem H. Pongiluppi

Después de la desaparición de Aenarion, las tierras de Ulthuan quedaron sepultadas en la confusión. La Reina Eterna estaba muerta, el Rey Fénix había desaparecido y el Príncipe Dragonero de Caledor se hallaba atrapado para toda la eternidad en la Isla de los Muertos junto con los más grandes de los Magos Altos Elfos. Con la pérdida de sus líderes, los ejércitos del Caos se hallaban en retirada y los Elfos estaban dándoles caza y destruyéndoles rápidamente. La tierra estaba en paz, pero la era dorada había desaparecido para siempre. La llegada del Caos había enseñado a los Elfos muchas lecciones amargas. Los Elfos juraron que nunca jamás se dejarían sorprender por ningún otro enemigo. 

La tierra estaba destruida, pero en Ulthuan existían muchos reinos poderosos. Surgieron nuevas ciudades rodeando a las viejas fortalezas. La mayor parte de las grandes ciudades Élficas se construyeron en este período, y en parte eso explica que se encuentren tan alejadas entre sí. Los príncipes de todos los reinos decidieron que necesitaban a alguien para unirles y dirigirles en caso de que tuviera lugar alguna otra guerra. Se convocó el Primer Concilio en el Templo de Asuryan, al cumplirse un año de la desaparición de Aenarion.

Allí se reveló que los primeros hijos de Aenarion, Morelion e Yvraine, habían sobrevivido. Presintiendo que se acercaba la catástrofe, su madre los había enviado a un escondite en el Valle Gaen. Perdidos, habían sido rescatados de un ataque del Caos por el Hombre Árbol Corazón de Roble y su pueblo. El Hombre Árbol los había mantenido a salvo en lo más profundo del bosque mientras duraba la guerra. Yvraine estaba a punto fiara ser coronada la nueva Reina Eterna. Astarielle viviría en su espíritu.

El segundo Rey Fénix[]

Altos Elfos Estrategia por Adrian Smith C as 2043

La elección obvia para el nuevo Rey Fénix era Malekith, el hijo de Aenarion y Morathi. Había crecido hasta convertirse en un poderoso guerrero, un gran hechicero y un excelente general. Era un experto y persuasivo orador, con un talento natural para la diplomacia y el liderazgo. Pero aún quedaban algunos que se acordaban de los crueles días de la corte de Aenarion en Nagarythe y dudaban que cualquier niño que hubiese crecido en ese lugar pudiera estar completamente cuerdo. 

También estaban las que se acordaban de las palabras de Caledor sobre la maldición en la descendencia de Aenarion y creyeron que era inteligente el recordárselo a otros. Y aún había otros que deseaban el matrimonio entre los dos tronos para simbolizar la renovación de los Reyes Élficos y la unión entre los antiguos gobernantes y los nuevos. Sin embargo, se destacó que Malekith era a duras penas útil para ésto. 

Siempre con amables palabras, Malekith dijo que no deseaba el título de rey para él mismo sino para honrar la memoria de su padre. Sin embargo, si los príncipes no se lo pedían, no le importaría lo más mínimo. El respetaría voluntariamente a aquel que fuese elegido. Las príncipes pensaron en las bellas palabras que había pronunciado y le tomaron la palabra. De entre ellos eligieron a Bel-Shanaar, Príncipe de Tiranoc, un Elfo que se había distinguido en el combate y que ya entonces se reconocía como una voz de paz y razón. Morathi elevó sus protestas al no haber sido elegido su hijo, pero este la tranquilizó y se mostró de acuerdo en que había sido una buena elección. Fue el primero en doblar su rodilla ante el futuro Rey Fénix.

Alandrian - El de la Mano Sangrienta por Tiernen Trevallion

Los astrólogo y geomantes Elfos estudiaron las presagios para adivinar cuándo seria el mejor momento para que el nuevo rey empezara el reinado y calcularon el mejor momento para que cruzase la llama. En el día de su coronación, los Sacerdotes de Asuryan entonaron los hechizos de protección que permitirían a Bel Shanaar andar ileso a través del fuego sagrado. La Guardia del Fénix, los supervivientes de aquellas guerreros que habían sido testigos de la Ascensión de Aenarion, esperaron más allá de las llamas para imponerle la nuevamente tejida capa emplumada de la realeza sobre sus hombros. La voz de Malekith fue la primera que se elevó para aclamarle.

Así empezaron los grandes días de la exploración y la reconstrucción. Durante los primeros siglos del largo reinado de Bel Shanaar, las Elfos se mantuvieron ocupados reconstruyendo su tierra y explorando el mundo circundante. Los buques élficos cruzaron los océanos y se trazaron mapas de las costas de las continentes. Se establecieron colonias en Lustria, en el Nuevo Mundo y en el Viejo Mundo. Se estableció contacto con las Enanos y empezó un largo periodo de amistad y comercio. 

La gente empezó a recuperarse de los horrores de la larga guerra con el Caos y mientras tanto la población fue creciendo. Bel Shanaar, marino de sorprendente habilidad, visitó personalmente las nuevas colonias e incluso se aventuró a visitar a Karaz-a-Karak en las Montañas del Fin del Mundo para llevar a cabo el Juramento de Amistad con los Reyes Enanos. Malekith se convirtió en su embajador personal en este territorio y así se plantaron las semillas de la tragedia.

El Culto del Placer[]

Culto al Placer por Magali Villeneuve Altos Elfos Oscuro

En esta época los Elfos se extendieron y se multiplicaron por todo el mundo. Las riquezas fluían hacia Ulthuan, volviendo a manar la opulencia y disfrutando de una gran prosperidad, pues grandes fueron sus tesoros. Las ciudades fueron bellamente adornadas con todas las maravillas del mundo. Pero aunque la gente no se dio cuenta, lenta, insidiosamente, el Caos regresó. Regresó de una forma contra la que no había defensa posible. Ningún ejército podría haberle expulsado hasta más allá de las fronteras, ningún arma podría haberse empuñado contra él. El Caos regresó en forma del Culto del Lujo y del Placer, dedicados a Slaanesh. Con la llegada de las nuevas riquezas, los Elfos se hicieron cada vez más indolentes y más amantes de llevar una vida sofisticada. Durante un largo tiempo, el Culto del Placer fue respetable y nadie lo relacionaba con una secreta adoración al Caos. 

Mientras tanto, Malekith había llevado a cabo numerosos viajes y había conseguido un gran renombre. En las colonias dirigió victoriosos ejércitos contra los Orcos que plagaban el Viejo Mundo y dio caza a los restos de los ejércitos del Caos. Se aventuró a ir a la Isla Marchita en busca de la armadura de su padre. Se dice que permaneció como extasiado delante del Altar de Khaine y que incluso colocó su mano en la empuñadura de la gigantesca arma. A él le pareció un cetro, no una espada, y puede que creyera que esto era un presagio. De su padre y de Indraugnir no encontró ni rastro. Su expedición le llevó a las antiguas colonias del norte del Nuevo Mundo. Allí, entre los escombros de una ciudad abandonada de una antigua civilización prehumana encontró la Corona de Hierro, un talismán de imponente poder de brujería. 

Malekith - El de la Mano Sangrienta por Tiernen Trevallion

A su regreso halló una isla en medio de un mar de sospechas y desconfianzas. El Culto del Placer era muy fuerte en Nagarythe, su patria y el lugar que albergó la corte de su padre. Su madre, la Dama Morathi, hacía mucho que era una devota del culto en cuestión. De hecho, las leyendas afirman que era uno de los miembros fundadores y que era su Sacerdotisa Mayor. El Rey Fénix empezaba a preocuparse por el Culto del Lujo. Sus excesos ya habían degenerado en sacrificios de seres vivos y su naturaleza Caótica empezaba a ser evidente. El siniestro nombre de Slaanesh se asociaba cada vez más con el culto. 

Aparentemente Malekith quedó horrorizado por lo que encontró en Nagarythe. Denunció a todo el conjunto de adoradores del placer, incluyendo a su madre, y los entregó al Rey Fénix. Era la gota que hizo derramar el vaso para la gente de Nagarythe. Se sintieron el pueblo más despreciado de Ulthuan. Habían aguantado lo peor de la batalla durante la guerra contra el Caos y a pesar de ello eran ultrajadas por sus amigos. Los príncipes se habían opuesto a elegir a su príncipe como Rey Fénix aunque era obviamente el que tenía más derecho a suceder a Aenarion. Ahora el Culto del Placer empezaba a ser perseguido por los enviados del distante Rey Fénix. El reino se volvió cada vez más rebelde y nada cooperativo con el Trono del Fénix, y se convirtió en refugio de los perseguidos seguidores del Culto del Placer. Se empezó a discutir si el Rey Fénix debía hacer cumplir su edicto contra el culto empleando la fuerza militar. Ulthuan se tambaleaba al borde de la guerra civil.

Una vez más Malekith apareció en escena. Su lealtad al rey y su odio al culto eran indiscutibles. A fin de congraciarse aún más con el Rey Fénix, lideró personalmente la cacería de los cultistas que aún no habían sido localizados. Un sudario de terror descendió una vez más sobre Ulthuan. Nadie sabía si su vecino era miembro de la secta proscrita. Los enviados del Rey Fénix podían aparecer en cualquier momento y llevarse a rastras a la gente de mayor reputación. 

Cáliz 04 - El de la Mano Sangrienta por Tiernen Trevallion

Parecía que los sirvientes de Slaanesh se hubieran integrado en todos los niveles de la sociedad. El propio Malekith hizo hincapié que no había forma de decir cuán alto había llegado la corrupción. Mientras tanto, en Nagarythe, la adoración al Culto del Placer se volvió más y más corrupta, frenética y perversa. Pocas eran ya las cosas que el Rey Fénix podía hacer, excepto declarar finalmente la guerra contra sus propios reinos. 

Reunió a sus generales y convocó el Concilio de Guerra en el Templo de Asuryan. En la víspera del concilio se descubrió el peor de los horrores. Malekith afirmaba que el propio Rey Fénix era un adorador secreto de Slaanesh. Dijo que, antes que pasar la vergüenza del interrogatorio, y según sus palabras, el Rey Fénix había prefirió envenenarse. Malekith actuó rápidamente para reinstaurar el orden.

Sin embargo, con esta acción se hizo patente que Malekith había llegado demasiado lejos. Nadie podía creer sinceramente que el rey hubiese sido un adorador secreto del culto. Ciertamente no los príncipes reunidos allí, que habían conocido a Bel Shanaar tan bien y durante tanto tiempo. Al final, las sospechas empezaron a recaer sobre Malekith, pero ya era demasiado tarde. Él y sus seguidores ya habían tomado el Templo de Asuryan, y Malekith tenía la corona que había quitado al muerto Rey Fénix. Entonces se descubrió toda la verdad sobre él.

Malekith en la Llama Sagrada de Asuryan por Dave Gallagher

Malekith estaba loco. Ambicionaba el trono y lo había ambicionado durante demasiado tiempo. Estaba dispuesto a sacrificarlo todo y a todos para conseguir su anhelada ambición. Ahora su objetivo estaba ya al alcance de su mano. Los príncipes y sus guardias personales se encontraban atrapados entre sus garras. Además, tenía un acuerdo secreto con sus compatriotas de Nagarythe, lo que significaba que un ejército de adoradores de Slaanesh estaba listo para imponer su voluntad sobre el resto de las Elfos, ahora vulnerables por carecer de un gobierno. 

En la creencia de que todo lo que tenía que hacer para asegurarse su ascendencia era autocoronarse y matar a los príncipes, Malekith se dirigió hacia el fuego sagrado, seguro de sí mismo; ya que, si su padre había aguantado el sacrificio, él podía hacerlo igual. Pero estaba equivocado. La Llama de Asuryan no permitiría que un cuerpo corrupto la atravesase sin sufrir daño alguno. Sus gritos fueron tan terribles que nadie de entre los que llegaron a oírlos pudo olvidarlos hasta el día de su muerte.

El fuego mágico que antaño hiciera revivir milagrosamente a Aenarion no trajo otra cosa que dolor y miseria a su traicionero hijo. Malekith quedó atrapado entre las llamas y su cuerpo quedó terriblemente quemado y desfigurado. Incapaz de cruzar las llamas, consiguió lanzarse hacia atrás a la plataforma desde la que había entrado. Su cuerpo se encontraba chamuscado y ennegrecido. Si antes había sido bello ahora era horrible; si antes había sido fuerte, ahora estaba lisiado. Si antes tenía una bella voz, ahora su voz sonaba desastrosa, escupida por unos pulmones destrozados y una garganta deshecha.

Creyendo que su líder se encontraba ante las puertas de la muerte y que la venganza de Asuryan caería sobre ellos, sus desmoralizados seguidores recogieron su cuerpo y huyeron del Templo, dejando a la mayoría de la flor y nata de la nobleza Elfica muerta en su interior y masacrando a todo aquel que les surgió al paso. 

Una nueva era de tragedia y conflicto estaba a punto de iniciarse.

III) Caledor  El Conquistador[]

1 - 550 (del -2749 al -2199 en el Calendario  Imperial) 

Caledor I portada novela Caledor por Jon Sullivan Altos Elfos

Una vez más, con la traición de Malekith, los Reinos Élficos se vieron asolados de nuevo por el conflicto. Malekith y sus seguidores huyeron hacia el norte, en dirección a Nagarythe. Sin un soberano que los guiara, los Elfos no les persiguieron. Se mantuvieron frenéticas discusiones entre los pocos príncipes supervivientes, el Sacerdote Principal del Templo de Asuryan y el Capitán de la Guardia del Fénix. Se llegó a la conclusión de que sólo existía un Elfo capaz de llevar a cabo la tarea. El tercer Rey Fénix sería Imrik, que después de acceder al trono tomó el nombre de Caledor I. Era el nieto del famoso mago de ese nombre y hermano del asesinado príncipe del reino de Caledor. Aunque no tenía el don de la magia de su abuelo. Caledor era un gran general y un formidable guerrero.

La Secesión[]

La traición de Malekith desencadenaría una cruenta guerra civil en Ulthuan, que devidiría la raza de los elfos para siempre.

La huida de los Elfos Oscuros[]

Ejército Elfos Oscuros por John Blanche

El cataclismo destruyó una gran parte de lo que había sido construido durante el largo reinado de Bel-Shanaar y dejó a los Elfos temporalmente demasiado débiles como para perseguir a sus malignos parientes. Las Arcas Negras navegaron hasta el desolado norte del Nuevo Mundo, cerca de donde Malekith había encontrado la Corona de Hierro.

Sus torres se convirtieron en los corazones de nuevas ciudades y a su alrededor surgió una nueva y malevolente nación. Unas pocas Arcas Negras permanecieron de guardia, patrullando por los tormentosos mares del norte. Allí capturaron a las bestias marinas expulsadas del fondo del océano por las tierras que se hundían, obligándolas a servir a sus malvados señores. Los Elfos Oscuros llamaron a su nueva tierra Naggaroth, en recuerdo de su antigua patria, y en poco tiempo se convirtió en un lugar mucho más siniestro y diabólico de lo que Nagarythe había sido jamás. 

Durante un siglo, ambos bandos trataron de recuperarse de las heridas sufridas durante la cruenta guerra civil. Al cabo del tiempo, empezó un largo periodo de guerra naval e incursiones en el Norte de Ulthuan. El Rey Brujo y los Elfos Oscuros intentaban reclamar lo que quedaba de sus antiguas posesiones y los Altos Elfos intentaban evitarlo. 

Ningún bando tenía fuerza suficiente para conseguir la victoria y la Isla Marchita, donde aun descansaba la Espada de Khaine, cambió de manos innumerables veces. Fue durante este periodo que Caledor supervisó la construcción de las fortalezas de la Puerta del Grifo, la Puerta del Fénix, la Puerta del Aguila, la Puerta del Dragón y la Puerta del Unicornio.

La caída de Caledor[]

Imagen Corsarios Elfos Oscuros

Caledor dirigió personalmente la última expedición a la Isla Marchita y la reconquistó para los Altos Elfos. Se dice que se situó delante del altar y que por un instante el Arma le llamó. Estuvo pensativo durante un tiempo, con la cabeza inclinada y al final, simplemente dijo que no.

En el viaje de regreso a casa tras la conquista de la Isla Marchita, el buque de Caledor se separó del resto de la flota de los Altos Elfos por causa de una caprichosa tormenta. Fue atacado por embarcaciones rápidas de los incursores Elfos Oscuros, que incendiaron el barco. Durante horas, Caledor y su tripulación lucharon contra los Elfos Oscuros, pero gradualmente estos se hicieron con el control de la situación y el Rey Fénix se dio cuenta de que él y los escasos guerreros que le quedaban no podrían ganar. Antes que caer en manos de los sirvientes del Rey Brujo, Caledor saltó por la borda al mar ataviado con toda su armadura. Así murió Caledor el Conquistador. 

Fue un triste final para un gran rey. 

IV) Caledor II,  el Guerrero[]

1-598 (del -2198 al -1600 en el Calendario Imperial)

La desaparición de Caledor Primero fue un duro golpe para las Elfos. El viejo guerrero había gobernado el reino de Ulthuan durante sus peores crisis y había mantenido el reino unido cuando podía fácilmente haberse dividido y haber sido conquistado. Había hecho la guerra a los Elfos Oscuros y había dejado al siguiente Rey Fénix un poderoso ejército, una segura línea de fortificaciones en el norte y la flota más potente del mundo. Trágicamente, todo fue en vano. 

El Consejo de Príncipes se reunió en el Templo de Asuryan. Recordando los sucesos del fatal Segundo Consejo, se duplicaron las fuerzas de la Guardia del Fénix y se les hizo jurar que ni una palabra de las deliberaciones de los príncipes debía caer en oídos de los espías. Buscando continuidad, eligieron al hijo de Caledor, que se convertiría en el Rey Fénix Caledor II y que había de enseñar a los príncipes Élficos la insensatez del gobierno hereditario. 

Primeros años[]

Caledor II el Guerrero

Si su padre había sido sabio, Caledor era un necio. Si su padre había sido un gran general, su hijo era temerario e impetuoso. Caledor II era vanidoso, pomposo, arrogante y altisonante. Solo compartía uno de los dones de su padre: era un poderoso guerrero. Pero para el pueblo de Elfos que buscaba desesperadamente tener un poco de estabilidad y conmocionado hasta el fondo por su secesión con sus parientes de Naggaroth. él significaba una mano conocida al timón. 

Su reinado empezó bien. Los Elfos limpiaron los mares del norte de sus parientes de Naggaroth. Cuando los Elfos regresaron al Viejo Mundo en masa, se reabrieron las rutas comerciales con los Enanos, que habían permanecido cerradas durante las Guerras de la Secesión y el comercio entre los dos reinos creció otra vez. Una vez más los Elfos mantuvieron un contacto continuo con los Enanos. Karaz Ankor se encontraba en esos momentos en el auge de su poder. Se trataba de una época dorada para la civilización Enana. Sus herreros rúnicos habían codificado todas las runas mágicas. Sus alquimistas experimentaban con la pólvora y sus ingenieros habían comprendido los principios básicas de la propulsión a vapor. El acero forjado por los Enanos era el mejor del mundo, y sus complicados juguetes de relojería hacían las delicias de los niños Elfos. A través de las Montañas del Fin del Mundo, grandes carreteras fortificadas unían sus ciudades subterráneas. 

Los rumores sobre la guerra civil entre los Reinos Élficos habían llegado hasta el imperio de los Enanos en el Viejo Mundo, pero realmente no entendían la situación. Las guerras intestinas y las matanzas entre los miembros de una misma raza eran para ellos conceptos completamente extraños; ningún Enano rompería jamás el juramento que le ligaba a su señor. Excepto por unas pocas batallas navales, la guerra no había alcanzado al Viejo Mundo. Seguros en sus fortalezas de las montañas, nunca pensaron en ello dos veces. Esa confianza iba a ser la causa de su ruina, y también la de los Elfos. 

La Guerra de la Barba[]

Elfos Oscuros contra Enanos

El Rey Brujo de Naggaroth tenía un nuevo plan. Al trasladarse grandes cantidades de Elfos al Viejo Mundo, el comercio entre los dos reinos creció una vez más. A Malekith se le habían mostrado las rutas comerciales secretas de los Enanos durante la época en que fue el embajador de Bel Shanaar, y empleó ese conocimiento en beneficio propio. Guerreros Elfos Oscuros, ataviados como soldados de Ulthuan, cayeron sobre las caravanas Enanas, matando a todos los miembros posibles y se apropiaron de las mercancías, dejaron señales inequívocas de su paso para que los Enanos pensasen que habían sido sus parientes de Ulthuan. Obviamente, las sospechas cayeron automáticamente sobre los Altos Elfos

El Gran Rey Gotrek exigió ser compensado por los Elfos. Cuando sus demandas llegaron al Rey Fénix, su respuesta fue inmediata y nada diplomática. Le envió un mensaje que decía que el Rey Fénix no respondía a exigencias, aunque sí a súplicas. Los Enanos son una raza quisquillosa y orgullosa; sugerirle a un rey Enano que suplique por cualquier cosa es casi tan malo como pedirle que se afeite la barba. El rey Gotrek envió una descortés respuesta a Caledor, en la que le decía que él no suplicaba a ningún Elfo ni a ningún dios y exigía el doble de la compensación que originalmente pedía, a causa del insulto implícito. Caledor le devolvió a su embajador con la barba afeitada y dijo a Gotrek que si quería una compensación, que viniera a Ulthuan a buscarla. 

Mientras todo ésto ocurría, los agentes de Naggaroth se encontraban por todo el Viejo Mundo creando más problemas y mancillando aún más la reputación de los Altos Elfo. Ahora era una cuestión de honor y sólo podía ocurrir una cosa. De este modo comenzó la Guerra de la Barba, nacida de la combinación peligrosa de honor y orgullo terco.

Enanos vs Elfos

Los ejércitos Enanos marcharon hacia la ciudad comercial de Tor Alessi (actualmente L'Anguille, en Bretonia) y le pusieron asedio. Gotrek efectuó un juramento en el que decía que obtendría su dinero o su equivalente en sangre Elfica, o se afeitaría la cabeza. Era un formidable juramento. Su embajador ya se había convertido en un Matatrolls a causa de la vergüenza  de que le hubieran afeitado su barba. Los Enanos estaban decididos a que su rey no tuviese que pasar por un destino similar.

Después de enterarse del ataque de los Enanos, Caledor se sintió ultrajado. Inmediatamente envió una expedición a Tor Alessi para levantar el asedio. Era una flota formidable y un poderoso ejército. Sus consejeros, al ver cómo se alejaban las altas velas de los barcos, quedaron aterrados porque eso dejaba a Ulthuan prácticamente indefensa. Caledor montó en cólera y quitó importancia a sus miedos, diciendo que eran totalmente infundados.

WarOfTheBeard

En el Viejo Mundo, la guerra se prolongó, a pesar de la llegada de la gran hueste de Caledor. Ninguno de los dos bandos era lo suficientemente fuerte como para derrotar al contrario. Las ciudades fortificadas de los Enanos eran prácticamente inexpugnables. Las tropas Enanas, duras y valientes, eran muy diferentes a todo con lo que los Elfos se habían llegado a enfrentar hasta entonces. Simplemente se negaban a abandonar o a admitir la derrota, incluso cuando se encontraban desesperadamente superados en número. Esta no era la valentía suicida de las Hordas del Caos o la furia de los guerreros de Malekith; esta increíble tenacidad estaba combinada con una increíble astucia y con una consumada habilidad militar. 

Los Enanos, por su parte, estaban asombrados por el poder de las fuerzas de los Elfos. Ellos habían juzgado el poder de Ulthuan según el modelo de la menos importante de sus provincias. Los inmensos ejércitos de caballeros con cotas de malla y la disciplinada infantería no era lo que se esperaban. Pero, siguiendo la más pura tradición Enana, no quisieron admitir su error, especialmente ante un Elfo.

La guerra engendró todo un legado de odio y amargura que duraría miles de años. En respuesta al mensajero afeitado, los vengativos Enanos talaron hasta el último árbol de bosques vírgenes para molestar a los Elfos. En venganza, los Elfos envenenaron las pequeñas lagunas y lagos subterráneos de donde los Enanos tomaban el agua, y una gran plaga se extendió a lo largo de las Montañas del Fin del Mundo. Ambos lados lucharon hasta que casi la totalidad de sus efectivos militares quedaron prácticamente exhaustos. 

La pérdida de la Corona del Fénix[]

Portada The Curse of the Phoenix Crown por Fred Rambaud Rey Fénix Caledor II Gran Rey Gotrek Rompeestrellas Altos Elfos Enanos

Cansado por la ausencia de resultados exitosos, Caledor II destituyó a sus generales y tomó el mando de la hueste élfica personalmente. Fue su último gran error. En el decimocuarto asedio de Tor Alessi, el Rey Fénix y sus guerreros cargaron directamente hasta lo más profundo de la infantería Enana y fue partido por la mitad por el Rey Gotrek, quien a continuación arrebató la Corona del Fénix de su cuerpo muerto y se la llevó como pago por la insolencia mostrada por los Elfos. 

Con esta victoria final, los Enanos se retiraron del campo de batalla al considerar que su honor había quedado satisfecho, y rechazaron todas las peticiones de devolución de la corona. Gotrek afirmaba que si querían podían ir a Karaz-a-Karak con un ejército y suplicar que se la devolviera. La primera corona del Fénix permanece hoy en día en la gran bóveda de la Montaña Eterna, fuente de odio enconado y recriminación entre los dos pueblos. Los Enanos se refieren a los Elfos como los rompejuramentos y los afeitabarbas, mientras los Elfos llaman a los Enanos ladrones. Fue una guerra mezquina, malévola y sin sentido; y lo peor aún estaba por llegar. 

Mientras los Elfos reunían una expedición suicida para asediar Karaz-a-Karak, la fortaleza más inexpugnable del mundo, les llegó la noticia de que los Elfos Oscuros habían invadido Ulthuan una vez más. El plan a largo plazo del Rey Brujo, en el que tanto Caledor como Gotrek habían desempeñado un papel involuntario, había cosechado sus frutos.

V) Caradryel, el Pacificador[]

1-603 (del -1599 al -997 en el Calendario Imperial)

Regimiento de Lanceros Elfos Oscuros por Dave Gallagher

Con la muerte de Caledor II, los Altos Elfos se encontraron una vez más en medio de una guerra sin un Rey Fénix. Navegando bajo un manto de magia negra, las flotas del Rey Brujo se apoderaron de la Isla Marchita y volvieron a tomar la mayor parte de las Tierras Sombrías. Varias Arcas Negras navegaron hasta las playas donde quedaron varadas para formar el núcleo de una nueva ciudad fortificada en el puerto de Anlec. Desde allí, los Elfos Oscuros se dirigieron hacia el sur para asediar la Puerta del Grifo. Para complicar aún más las cosas, la semilla de las hechicerías del Rey Brujo se había extendido por todo Ulthuan, atrayendo a todo tipo de bestias viles de sus guaridas en medio de las Montañas Annulii. Mientras los reinos del norte llevaban el peso de la lucha contra los Elfos Oscuros, solo los principados más afortunados se salvaron de sufrir los ataques de Arpías, Quimeras y otras bestias peores.

Los Altos Elfos se encontraron en medio de las fauces de una trampa, luchando una guerra de dos frentes contra dos poderosos enemigos. El Cuarto Consejo se reunió en el Templo de Asuryan y eligieron a Caradryel de Yvresse, que era tan diferente de Caledor II como la noche lo es del día. Era callado y no daba nada por sentado; se trataba de un soldado mediocre, pero era un hábil gobernante. El primer decreto de Caradryel fue tomar la dura decisión de abandonar las colonias del Viejo Mundo y regresase a Ulthuan. Enfrentado con la implacable hostilidad de los Enanos, le parecía estúpido mantener enormes ejércitos en ultramar, especialmente con una amenaza más urgente en la patria de los Elfos. 

Caradryel sabía que transcurrirían muchas edades del mundo antes de que los Enanos consintieran una reconciliación sin exigir una recompensa ruinosa, pero también sabía que no podía haber guerra si los Enanos no tenían a nadie con quien luchar. Así fue como Caradryel, abandonando a un lado el orgullo, pidió la forja de una nueva corona del Fénix y ordenó a los ejércitos que regresaran a casa. Entre los Altos Elfos más orgullosos se produjo un gran alboroto. Parecía un enorme insulto al orgullo Élfico que la Corona del Fénix permaneciera en manos de los Enanos. Caradryel, que era un individuo franco, replicó que prefería perder la corona que el reino y prosiguió con su política.

Jinetes del Bosque Elfos Silvanos por Des Hanley

Adicionalmente, se elevaron protestas entre las colonias Elficas del Viejo Mundo, ya que consideraron la partida de los ejércitos como una traición. Los que tenían parientes en Ulthuan elevaron grandes protestas. Una vez más, Caradryel se mantuvo firme y directo en su respuesta. Les replicó diciendo que si los Elfos del Viejo Mundo necesitaban de la protección de los ejércitos, que regresaran a Ulthuan, donde los ejércitos podían ofrecer esa protección con garantías. 

Muchos Elfos volvieron pero otros, como los de Athel Loren, se negaron a abandonar su patria adoptiva y permanecieron en el Viejo Mundo. Siguieron un camino diferente al de los Altos Elfos y se alejaron de la corriente principal de la Cultura élfica, autoproclamándose independientes del Trono del Fénix. Aislados de los suyos y de su cultura a partir de entonces tornaron un camino diferente al practicado en Ulthuan, manteniéndose fieles a la tradición élfica en algunos aspectos y apartándose en otros. Aunque entristecido por este giro de los acontecimientos, Caradryel se encogió de hombros y no les obligó a regresar: tenía cosas más importantes que hacer como para arriesgarse a empezar una nueva guerra civil. 

Caradryel concentró toda su atención en asuntos de guerra. Reconociendo su propia incompetencia como general, Caradryel apuntó la necesidad de delegar el mando de los ejércitos de los Altos Elfos a una sucesión de brillantes comandantes. Estos consiguieron muchas victorias en el campo de batalla. Tethlis de Caledor, en particular, se labró una impresionante reputación, levantando el asedio de la Puerta del Grifo y empujando a los Elfos Oscuros hasta el interior de los muros de Anlec

Elfos Oscuros Asedio

Con sus guerras en manos de veteranos, Caradryel continuó supervisando la larga retirada desde el Viejo Mundo. A medida que regresaban más tropas, se fortalecieron los ejércitos y se incrementó las fuerzas que guardaban las grandes puertas de las fortalezas de los pasos. También se inició un sistema de rotación de las unidades en las fortalezas, para que las fuerzas que protegieran estas valiosas ciudadelas, de forma que las fuerzas que las defendían siempre estuviesen frescas y casi al nivel máximo de sus fuerzas.

Durante el resto del reinado de Caradryel estallaron esporádicas guerras por todo el norte de Ulthuan. Más y más Elfos Oscuros arribaron procedentes de Naggaroth, empuñando sus espadas después haber pasado siglos alimentando el odio. Pero al llegar se encontraron con los ejércitos disciplinados y bien entrenados del Rey Fénix, muchos de los cuales eran veteranos de las guerras contra los Enanos. Los mares del norte fueron el escenario de muchas e importantes batallas navales y a pesar de un acelerado programa de construcción de navíos, los Altos Elfos nunca fueron capaces de mantener limpios los mares de sus enemigos. 

Caradryel se las arregló también para conseguir una nueva proeza: fue el primer Rey Fénix que murió pacíficamente en la cama. 

VI) Tethlis, el Asesino[]

1-304 (del -996 al -692 en el Calendario Imperial)

Warhammer Cataclysm Voluntarios Valientes por Mark Molnar Altos Elfos Guerreros Sombrios

El Quinto Consejo eligió a Tethlis de Caledor, el héroe de la Puerta del Grifo, para que fuese el nuevo Rey Fénix. Tethlis era otro dirigente de carácter guerrero. Había aprendido muy bien el valor de la preparación y de la organización de Caradryel y subió al Trono con un objetivo: expulsar de Ulthuan a los Elfos Oscuros y rescatar la Isla Marchita de entre las garras de Naggaroth. Para ello, llevó a cabo su plan con una sencillez y determinación inhumanas.

El corazón de Tethlis estaba lleno de un frío odio hacia los hijos de Naggaroth, ya que habían matado a toda su familia en una de sus numerosas incursiones. De este modo, los Elfos Oscuros forjaron a uno de sus más implacable de sus enemigos. No luchaba por el honor ni por la gloria, sino para acabar de una vez por todas con la amenaza de Naggaroth. Si el Rey Brujo había empezado esta larga guerra, Tethlis estaba determinado a terminarla, y podía haberlo conseguido de no ser por el declive del poder de los dragones.

Durante la última parte del reinado de Caradryel, los dragones habían empezado a comportarse de forma extraña y eran cada vez más increíblemente escasos. Por razones desconocidas, muchos empezaron a sumergirse en sueños cada vez más profundos despertándose, habitualmente, sólo una vez por siglo. Los Elfos necesitaban incrementar su poder en otras áreas para compensar la fuerza bruta y la potencia pura de estas gigantescas bestias.

Hueste de Lanzas de Asuryan por Carolina-Eade

Los primeros años del reinado de Tethlis vieron la formación de nuevos ejércitos. A cada ciudad Élfica se le pidió que tuviese un campo militar donde sus soldados pudieran entrenarse y luchar batallas simuladas. Concienzudamente,y  concediendo una meticulosa importancia por los detalles, Tethlis reconstruyó los ejércitos de los Elfos hasta llegar a una fuerza no vista desde los tiempos de Aenarion. Nunca envió al campo de batalla ningún ejército sin asegurarse de que llevaba una inmensa fuerza a la contienda y nunca luchó una batalla sin estar seguro de que podía ganarla. 

Al final, a base de un desgaste implacable, venció a los Elfos Oscuros. A lo largo de muchos siglos, numerosas y poderosas ofensivas les fueron empujando a través de las Tierras Sombrías. Estas campañas culminaron con el asalto de Anlec. Tethlis era frío y despiadado, incluso para los cánones Élficos. Después de salir victorioso,ordenó que se arrasara toda la ciudad. No se hicieron prisioneros, y se sembró sal en los campos. Aunque chocantes, sus órdenes fueron obedecidas. No quedó en Ulthuan ningún Elfo Oscuro con vida.

Tras limpiar y asegurar Ulthuan, Tethlis volvió su atención a la Isla Marchita, que todavía se encontraba en manos de las legiones del Rey Brujo. Se organizó el ejército Élfico más grande de todos los tiempos para reconquistar la isla. Miles de navíos transportaron decenas de miles de soldados por el mar. Los magos Elfos controlaron el tiempo y mantuvieron los cielos limpios de tormentas. Los mares fueron limpiados de barcos de Naggaroth, pero en las costas de la Isla Marchita se desplegó una hueste de Elfos Oscuros, determinada a negar a los Altos Elfos un lugar donde poner pie en la costa. 

Ballesteros elfos oscuros-0

Los Elfos desembarcaron y así empezó la Batalla de las Olas. Miles de Altos Elfos fueron derribados por los proyectiles de las ballestas mientras se dirigían hacia la costa. Los Lanzadores de Virotes montados en los barcos respondieron devolviendo el fuego y disparando nubes de flechas que volaron hasta los guerreros de Naggaroth que impedían el desembarco. Los mares se tiñeron de rojo con la sangre derramada. Completamente enloquecidos por el odio, los Elfos Oscuros cargaron hacia las aguas y se produjo un terrible combate. Ambos lados lucharon ensañadamente, con el agua carmesí arremolinándose a la altura de las rodillas. No había lugar para la habilidad; los guerreros simplemente se golpeaban frenéticamente unos a otros. Los heridos quedaban atrapados por las olas, eran pisoteados y desaparecían ahogados bajo las aguas poco profundas. Sangriento centímetro a sangriento centímetro, los Altos Elfos lucharon hasta llegar a la playa.

Desde los acantilados, los Elfos Oscuros les recibieron con una lluvia de fuego. Con su habitual falta de emoción, Tethlis se había preparado para ésto. Mientras los Elfos Oscuros luchaban en las playas, otro grupo de Altos Elfos había desembarcado en otro sitio. La caballería de los Yelmos Plateados rápidamente recorrió la costa y llegó hasta los Elfos Oscuros de los acantilados. En la terrible batalla que tuvo lugar a continuación la mayoría de los Elfos Oscuros fueron arrojados por las cimas de los acantilados, cayendo al vacío aullando de miedo y odio. Sus cuerpos quedaron destrozados por las rocas que se encontraban más abajo. 

Ahora los Elfos tenían asegurada la cabeza de playa en la que podrían desembarcar al resto del ejército. Rápidamente cubrieron toda la isla, enviando a sus oscuros parientes al mar. La carnicería fue horrible. Decenas de millares de Elfos Oscuros fueron asesinados cruelmente, hasta que incluso los estómagos de los capitanes élficos más duros no pudieron soportarlo. Tenían miedo de que a sus tropas les gustase tal matanza y que llegaran a ser tan malvados como aquellos contra los que luchaban. 

Valour of Ages MagaliVilleneuve Alto Elfo Elfo Oscuro

Muchos de los capitanes elevaron sus protestas porque no querían continuar hacia Naggaroth, alegando que ya habían conseguido su objetivo y que las pérdidas eran demasiado horrendas como para poder continuar. Tethlis insistió que tenían que continuar pero antes, atraído por un sentimiento irresistible, tenía que ir en peregrinaje hasta el Altar de Khaine

En la Llanura de los Huesos, el enorme yermo cubierto de esqueletos alrededor del Altar de Khaine, Tethlis vio algo que brillaba. Misteriosamente guiado por la luz, desenterró la Armadura de Dragón de Aenarion. Sin embargo, no encontró ningún rastro de los esqueletos de Aenarion o Indraugnir. Después, le entregó la armadura a Auaralion, el bisnieto de Morelion, el hijo de Aenarion y Astarielle. Se trató prácticamente de su último acto como Rey Fénix

Existen dos versiones sobre lo que pasó a continuación cuando Tethlis finalmente se puso ante Hacedora de Viudas. Algunos historiadores afirman que despidió a los Leones Blancos y al resto de su séquito, afirmando que quería estar un momento a solas para contemplar la espada que tanto daño había hecho a su gente. Se dice que un asesino Elfo Oscuro surgió de un escondite de entre los montones de huesos y le clavó a Tethlis una espada envenenada. Otros dicen que Tethlis, determinado a acabar la guerra, empuñó la Espada de Khaine, y cuando ésta empezó a moverse bajo su mano y empezó a liberarse, el rey fue muerto por uno de sus guardias personales que temía las consecuencias de volver a desenfundada de nuevo y liberar en el mundo la mortífera arma de Aenarion. 

Nadie sabe exactamente qué es lo que ocurrió. Los sabios se encuentran divididos a este respecto. Lo que sí es seguro es que Tethlis murió aquel día y que su gran ejército, al no contar con su liderazgo, abandonó la Isla Marchita y volvió sobre sus pasos. 

VII) Bel-Korhadris, el Rey Sabio[]

1-1189 (del -690 al +498 en el Calendario Imperial)

Gathering the Winds by Adam Lane Mago Alto Elfo Alta Magia

Con su pueblo exhausto por las guerras, los Elfos del Sexto Consejo eligieron a Bel-Korhadris de Saphery para ser el nuevo Rey Fénix. Bel-Korhadris tuvo el segundo reinado más largo de entre todos los Reyes Fénix. Era un príncipe hechicero y un afamado sabio. Aunque no descuidó la defensa de su reino, no era dado a la lucha, creyendo que la magia podía defender a Ulthuan por sí sola de cualquier ataque. De esta forma empezó la gran época de la erudición Élfica. Este periodo fue memorable por ser una época de paz prácticamente ininterrumpida. Bel-Korhadris reinó sabiamente y fue amado por todos sus súbditos. Los Elfos recuerdan esta época como el principio de una segunda edad de oro. Los Elfos Oscuros de Naggaroth habían quedado tan debilitados por la matanza de Tethlis que se mostraban temerosos de intentar algo más que incursiones, que consistían en actos simples y crueles de piratería y bandidaje.

Fue una suerte para los Altos Elfos que sus antiguos enemigos se mantuvieran calmados, porque la guerra de Tethlis había dejado una gran parte de Ulthuan en ruinas, con innumerables aldeas y ciudades atrapadas entre los ejércitos de la luz y la oscuridad. Peor aún, la demanda constante de guerreros para la guerra había dejado las laderas de las Montañas Annulii sin protección frente a los monstruos de los picos. Como resultado, muchas zonas de Ulthuan que habían sufrido poco los estragos de la guerra, fueron presa de Mantícoras y otras criaturas malignas. La primera acción de Bel-Korhadris como Rey Fénix fue, por lo tanto, decretar una época de renacimiento: las tierras arruinadas serían recuperadas, los asentamientos destruidos se reconstruirían, los monstruos serían expulsados y la gloria de Ulthuan se vería restaurada una vez más.

Libro de Hoeth

Durante el largo reinado de Bel-Korhadris se construyó la Torre Blanca de Hoeth en un lugar auspiciado por los geomantes. Durante mil años los Elfos levantaron esta inmensa estructura que casi tocaba el cielo. Sólo el poder de la magia permitió a los Elfos construir una torre tan inmensa. Los artesanos trabajaron durante casi un milenio en las intrincadas inscripciones. Puede decirse que ésta fue la mayor contribución de Bel-Korhadris al renacimiento de Ulthuan: una ciudadela de magia y sabiduría. Las sabios recogieron la sabiduría y el conocimiento de todos los lugares del mundo. Los magos escribieron pergaminos con los hechizos más poderosos para que fuesen preservados en sus bibliotecas. La torre fue protegida por un círculo de hechizos de ilusión y de defensa para proteger sus valiosos conocimientos. 

Mago Archimago Altos Elfos por Adrian Smith

A medida que avanzaba la construcción de la Torre Blanca, el Rey Sabio fundó la orden de los Señores del Saber de Hoeth, que serían guardianes y pupilos del saber allí reunido. Cada área del conocimiento se estudió allí, desde el arte de la guerra a la hechicería o la alquimia y la astronomía. Muchos y famosos sabios y hechiceros se reunieron en Hoeth y nunca  ha vuelto a tener lugar desde entonces un intercambio de conocimiento tan grande como el que tuvo lugar allí. En las sombras de la cúpula de aguja ahusada, miles de los filósofos más sabios debatieron sobre los conocimientos más valiosos y los saberes prohibidos. Dentro de la biblioteca un grupo de Señores del Conocimiento empezó a escribir el Libro de los Días, la gran historia del pueblo de los Elfos. sobre el cual estarían basadas todas las historias futuras. 

Fue durante esa época que los Maestros de la Espada de Hoeth se reunieron para estudiar el arte del dominio de la espada y para proteger la torre. De entre estos estudiosos soldados surgió la orden de los maestros guerreros errantes, que se dedican a recoger información por todos los continentes y llevan a cabo las misiones del Gran Señor del Conocimiento.

Aunque la pasión de Bel-Korhadris fue la búsqueda del conocimiento, reconoció que no bastarían la sabiduría y la magia ,para preservar a Ulthuan, y sabía que llegaría el día en que los Altos Elfos necesitarían ser unos maestros de la espada. Por este motivo, animó a los nobles de su corte a probar su valor personal aniquilando a las bestias que vagaban por sus tierras. De este modo, el reinado de Bel-Korhadris se convirtió en un renacimiento de la gloria personal que no se veía en Ulthuan desde antes de Aenarion, pues los nobles de todos los rangos aceptaron el encargo del Rey Fénix. Poco a poco, los reinos de Ulthuan fueron purificados con el fuego y la espada, y los monstruos fueron eliminados o expulsados de regreso a las Montañas Annulii a lamerse las heridas.

Warcry-Doncellas de Hoeth Altos Elfos por April Lee

De todas formas, la amenaza de estas criaturas nunca acabó del todo y, aunque de vez en cuando aparecía algún ejército lo suficientemente audaz como para adentrarse en las Montañas Annulii, podía pasar un millar de vidas entre sus picos, y aún así no encontraría las guaridas, nidos o madrigueras en las que se ocultaban las bestias. Cada vez que se aflojaba la presión en las montañas, sus viles criaturas volvían a deslizarse hasta el corazón de las tierras de Ulthuan. Bel-Korhadris no buscaba una victoria duradera contra las criaturas de las montañas, solo deseaba reclamar sus tierras, y que la habilidad en batalla de la nobleza de Ulthuan no se viese empañada por los años de paz relativa. 

Bel-Korhadris murió justo después de que se completase la Torre Blanca y fue enterrado entre sus cimientos con gran pompa y ceremonia. Bel-Korhadris es el único Rey Fénix que no fue embarcado en las naves blancas por la Guardia del Fénix. Se dice que su fantasma aún vaga en las criptas del interior de la torre y que, en ocasiones, ayuda a los sabios en sus investigaciones.

VIII) Aethis, el Poeta[]

1-630 (del 498 al 1120 en el Calendario Imperial)

Puerto Alto Elfo nivel 1 por Daarken

Aethis de Saphery fue el elegido para suceder a Bel-Korhadris. Fue el primer Rey Fénix que no heredó un reino inestable o que accedió al trono al final de una larga guerra. Durante su reinado continuó la duradera paz. Los Elfos Oscuros descansaban tranquilamente en Naggaroth. Sus incursiones cesaron. Muchos creían que se trataba de una raza en vías de extinción, apagándose poco a poco, e incluso abundaban los rumores acerca de la posible muerte del Rey Brujo. Los Enanos también estaban contentos de que les dejaran tranquilos. Durante los primeros siglos del reinado de Aethis llegó a Ulthuan la noticia de la fundación de un nuevo imperio humano, pero al parecer los Altos Elfos no tenían nada que temer. 

Aethis era un notable trovador y poeta. Reunió a todos los grandes artistas de Ulthuan en su corte de Saphery. Poetas, dramaturgos, pintores, escultores, escritores y bailarines, todos encontraron su lugar en su inmenso palacio de jade esculpido. Este fue el periodo más importante de la cultura Élfica, durante el cual se crearon la mayoría de sus obras de arte. Durante este periodo se vio la creación de las obras de teatro de Tazelle y los retratos animados de Torion Corazón de Fuego. Un ejército de escultores y artesanos embellecieron las montañas de Cracia: encima de la Puerta del Grifo, un gigantesco grifo de  más de ciento cincuenta metros de alto que parecía saltar desde la montaña. Era tan perfecto el trabajo de los escultores que se contaba la historia de que tomaría vida para defender el paso si aparecía algún invasor. 

Barcos y naves Altos Elfos por Jonathan Kirtz

Se gastaron grandes fortunas en proyectos tan grandiosos como esos. La ciudad de Lothern se transformó de un pequeño pueblo de pescadores a una gran ciudad para acomodar el incremento de comercio con las colonias y los otros reinos. Se estableció contacto con el viejo imperio humano de Cathay. A la corte del Emperador de Cathay llegaron representantes del Rey Fénix. La seda, las especias y el jade se convirtieron en apreciados bienes.

Confiados en sus fuerzas, los Elfos empezaron a disminuir el número de sus ejércitos y sus flotas. Después de casi quince siglos de paz relativa bajo Bel-Kohadris y Aethis, los recuerdos de las guerras y las viejas enemistades empezaron a desvanecerse. Se restablecieron contactos con los Enanos para recuperar la corona del Fénix. Fueron rehusados pero los Elfos no se lo tomaron como un insulto. 

Se instauró una relativa autocomplacencia. Muchos nobles dejaron a un lado sus obligaciones marciales y tradiciones, pensando que eran artes brutales y que no eran dignas de tiempos civilizados. En la corte se establecieron facciones y las intrigas, siempre un peligroso pasatiempo entre las Elfos en los tiempos pasados, empezó a ser para la mayoría una forma de vida. Las cuestiones que generaciones anteriores de príncipes habrían resuelto mediante la espada o la sabiduría, ahora se resolvían con la lisonja y los epigramas afilados. Extrañamente también fue durante este periodo cuando los Elfos se dieron cuenta de que eran una raza agonizante. Incluso durante los largos y dorados años de paz, la población decrecía. Sencillamente el número de nacimientos había empezado a disminuir y las grandes ciudades empezaron a quedar vacías. 

Vigilancia Nocturna Hermandad de la Espada de Belannaer por John Gravato Altos Elfos Maestros de la Espada

Pero no todo lo que rodeaba a Ulthuan era indolencia. Al norte, el Príncipe Valedor de Ellyrion se aseguró de que nunca faltase protección en las grandes puertas y de que los guerreros recibieran el mejor entrenamiento y equipo disponible en Ulthuan. En una ocasión, Valedor se topó con varios nobles de la corte del Rey Fénix que estaban a punto de vaciar una de las armerías de la Puerta del Grifo. Decenas de carros se habían cargado ya con escamas de ithilmar y escamas de dragón finamente labradas cuando Valedor los encontró. Infundidos con autoridad real, los nobles hablaron con osadía al principio, e informaron a Valedor que el Rey Fénix deseaba usar el "excedente" como vestuario en su última obra de teatro. Valedor montó en cólera y mató al noble de un solo golpe de su puño de hierro, momento que el resto de nobles, hedonistas miserables, aprovecharon para huir dejando que los guerreros de Valedor devolviesen las armas al lugar del que provenían. Más tarde se supo que Aethis no había dado instrucción alguna: los nobles habían actuado por iniciativa propia a fin de ganar el favor de su rey. Pero nada de eso preservaría al príncipe Valedor. Poco a poco, su nombre y su reputación fueron destruidos por aquellos a quienes había truncado los planes. En cuestión de un año había sido despojado de todo honor y título, y su familia había perdido toda su riqueza ancestral. 

Una vez más volvieron a surgir los cultos de los excesos, esta vez escondido tras un secreto que lo convertía en aún más atractivo a los ojos de los hastiados aristócratas Élficos. Tras un cierto tiempo, los Maestros de la Espada de Hoeth empezaron a investigar los cultos y a informar de sus descubrimientos a la Torre Blanca. Sus descubrimientos pusieron lo suficientemente nervioso al Gran Señor del Conocimiento tanto como para informar al Rey Fénix. El Canciller de la Corte fue descubierto como un espía secreto de Naggaroth. Cuando fue descubierto clavó una daga envenenada al corazón de Aethis.

Y así el octavo Rey Fénix fue asesinado por el que parecía un amigo de absoluta confianza.

IX) Morvael, el Impetuoso[]

1-381 (del 1121 al 1502 en el Calendario Imperial) 

Corsarios con prisionero por Dave Gallagher

El Octavo Consejo eligió a Morvael de Yvresse para suceder al asesinado Rey Fénix. Bajo el reinado de Aethis fue el Gran Señor del Conocimiento de la Torre Blanca. Aunque la había estudiado, tenía poco conocimiento de primera mano acerca del arte de la guerra. Su primera acción después de ser coronado fue ordenar una expedición de castigo contra Naggaroth. Se envió una flota Elfica hacia el frío norte y ésta fue masacrada rápidamente por los Elfos Oscuros

Cuando los pocos supervivientes llegaron a Ulthuan trayendo las noticias sobre la derrota, empezó a extenderse el pánico entre los Altos Elfos. Lo último que esperaban era una derrota. Habían supuesto que la amenaza de Naggaroth estaba prácticamente extinguida, pero ahora aparecía meridianamente claro que simplemente los Elfos Oscuros se habían dedicado a reconstruir sus fuerzas. 

Al haber permitido que durante los reinados de Aethis y Bel-Korhadris disminuyesen sus flotas y ejércitos, los Elfos de Ulthuan habían permitido que sus oscuros parientes les alcanzaran y casi les sobrepasasen en el terreno del poder militar. Durante los años de paz, los sirvientes del Rey Brujo habían explorado el mundo en busca de esclavos duros y belicosos. Ahora podían disponer de grandes contingentes de guerreros humanos esclavizados por las drogas y otras criaturas aún más siniestras. 

Un poderoso ejército de Elfos Oscuros se apoderó de la Isla Marchita y navegó hacia Ulthuan. Reconquistaron la ciudad maldita de Anlec y edificaron una gran fortaleza encima de los escombros. Rápidamente se dirigieron hacia el sur y sólo pudieron ser rechazados tras una lucha desesperada en los alrededores de la Puerta del Grifo

Empezó un nuevo periodo de guerras. Morvael, habiendo aprendido algunas lecciones de sus primeras derrotas, eligió a Mentheus de Caledor como mariscal de campo. Desesperado por la escasez de soldados, organizó un sistema de soldados de leva que ha perdurado hasta la actualidad en Ulthuan. Este requería que cada Elfo se pasase como mínimo una parte del año formando parte del ejército y que se autoabasteciese de su equipo de guerra. Era un sistema de reclutamiento que era capaz de hacer que de la menguada población de Ulthuan se pudiesen disponer de unos ejércitos de soldados ciudadanos mucho más poderosos de lo que su población en declive podía dar a pensar. 

Elfos Oscuros Asediando Ciudad Altos Elfos

Morvael tenía un alma muy sensible y llena de tensión, y a menudo era asaltado por terribles sueños y pesadillas. No le agradaba mandar a sus amigos, conocidos y súbditos a la muerte, pero para conservar el reino eran pocas las cosas que él podía hacer. Vació las arcas del Trono del Fénix para construir una flota nueva y poderosa capaz de llevar la guerra a los mares del norte y así detener el flujo de refuerzos que enviaba Naggaroth. Se vio obligado a utilizar a los Maestros de la Espada de Hoeth y a otros agentes para buscar a los devotos del Culto del Placer, quienes operaban como una importante red de espías de los Elfos Oscuros. A resultas de ello, también tuvo que soportar la nada agradable tarea de firmar sus sentencias de muerte. Durante muchas noches se cobijaba en su torre, y prematuramente se le dobló la espalda y envejeció a causa de sus tareas y preocupaciones. Pero por muy grande que fuera la desesperación de Morvael, jamás dejó que eclipsara su sentido del deber. Confió más que nunca en sus consejeros más próximos, y de su fe sacó fuerzas para reponer su maltrecha determinación. Mentheus de Caledor fue su asesor más cercano en todo momento, y Morvael llegó a confiar en el consejo y en la amistad de su general tanto como en su liderazgo y habilidad en el campo de batalla.

Durante más de un siglo se vivió un estado de guerra intermitente. Las flotas de Ulthuan recorrieron los mares destruyendo los barcos de los Elfos Oscuros que iban a la búsqueda de esclavos. Se construyeron dos nuevas fortalezas muy lejos de Ulthuan para hacer posibles esas misiones de tan largo alcance. En el extremo del Continente Oscuro se construyó la Fortaleza del Amanecer para reabastacer a las flotas y proteger las rutas comerciales hacia Catai. En el extremo de Lustria se completó la Ciudadela del Crepúsculo para servir de base desde donde las flotas Elficas pudiesen proteger las costas de la Lustria Meridional.

Yelmos plateados

Llegado el momento, se llegó al punto crítico de la guerra. Mentheus de Caledor asediaba Anlec con un gran ejército de Elfos. Morvael permanecía en el Templo de Asuryan esperando el resultado de la batalla. Cada noche era asaltado por sueños cada vez más pavorosos. Hay quien dice que se los enviaba el Rey Brujo para atormentarle. Con cada día que pasaba, se volvía más y más desesperado y desesperanzado al recibir a los mensajeros con las noticias sobre las bajas de su ejército y las escasas posibilidades de victoria.. 

Sin embargo, pese a los temores de Morvael, las fuerzas de Ulthuan se hicieron con el triunfo. Pero los Altos Elfos aún padecerían dos tragedias más en la víspera de la victoria. En el día que cayó Anlec, Mentheus cayó mientras dirigía el asalto. Su gran dragón Colmillo Nocturno entró en un estado de furia asesina y acabó con innumerables Elfos Oscuros y sus tropas de siervos monstruosos. La noticia de la muerte de Mentheus destrozó por completo la determinación de Morvael. Fatigado hasta la muerte, desesperado y abatido, Morvael abdicó entrando en las llamas sagradas de Asuryan. Ningún mortal puede sobrevivir a ésta ordalía dos veces. 

El cuerpo de Morvael ardió sobre la pira sagrada desde la medianoche hasta el mediodía siguiente, y cuando el sol estuvo en lo alto, el viento frío del norte esparció sus cenizas por el Mar Interior.

X) Bel-Hator, el Prudente[]

1-660 (del 1503 al 2162 en el Calendario Imperial)

Mago Alto Elfo by thegryph-d3caggn

Después de la victoria en Anlec, los Elfos se vieron obligados a elegir un nuevo rey. Mentheus de Caledor, la elección que parecía más obvia, estaba muerto. En la corte, numerosas facciones maniobraban para que fuese elegido su candidato. Algunos querían continuar con la guerra y apostaban por el hijo de Mentheus, Altheus. Otros pensaban que ya se habían perdido demasiadas vidas y querían que el Rey Fénix fuese más dado a la paz. Esta facción defendía la candidatura de Kregan de Yvresse. El Noveno Consejo llegó a un punto muerto y vieron que tenía que llegarse a un compromiso. Llegados a este punto se eligió y se coronó a Bel-Hathor, un príncipe hechicero de Saphery.

Al principio, la de Bel-Hathor no parecía la elección acertada pues, como la mayoría de los príncipes de Saphery, tenía algo de excéntrico. La mayoría de los otros príncipes le consideraban como una persona fácilmente manipulable para los objetivos de su facción. Estaban equivocados. Bel-Hathor resultó ser sorprendentemente sabio y con mucha fuerza de voluntad. Gracias a su personalidad, sofocó las luchas intestinas que habían brotado en la corte del Rey Fénix en el reinado de Aethis.

Rechazó todas las propuestas que le hicieron de ordenar la invasión de Naggaroth. Sabía que aunque podía ser factible que Ulthuan ganase la guerra en las desoladas tierras del norte, el coste sería tan elevado que los reinos Élficos no se recuperarían nunca. Las población de Elfos habían disminuido tanto en los últimos años que muchas de las ciudades se encontraban medio vacías y se habían abandonado la mayoría de las tierras. No estaba dispuesto a jugarse el futuro de la raza de los Elfos solo por la posibilidad de vengarse.

Norse Longship nórdico

Pronto su atención fue reclamada en otro lugar. En el viejo mundo la raza de los Hombres se había elevado del salvajismo para convertirse en la civilización dominante en poco más de dos milenios. Dos poderosos reinos dominaban la porción norte del Viejo Mundo. El Imperio, una alianza libre entre ciudades estado y provincias debían su lealtad al Emperador, y el reino de Bretonia. Más allá del Viejo Mundo se hallaba el reino de Norsca, el lugar de origen de los feroces Nórdicos, famosos por sus incursiones. 

Sus largos buques ya hacía mucho que perturbaban las costas de Ulthuan, deslizándose entre la pantalla de buques de guerra Élficos. Antes se consideraban simples molestias, ahora estaban alcanzaron tal frecuencia y fiereza que la armada de los Altos Elfos no pudo seguir controlando la amenaza. Durante los doscientos años que duró el reinado de Bel-Hathor, la flota norse liderada por Magnus el Loco intentó conquistar Lothern. Una empresa tan insensata como aquella requería de mucho tiempo, aunque gracias a ella este Norse consiguió un título honorífico, pero no fue la única ni la más grande de las incursiones de los Norses. No habían transcurrido dos siglos desde el ataque de Magnus y las incursiones se habían intensificado hasta el punto de que la flota élfica no estaba lo suficientemente equipada para poder hacerles frente. Un gran número de barcos de guerra élficos se habían perdido en enfrentamientos navales y muchos asentamientos de la costa este de Ulthuan habían sido saqueados.

Al comprobar que los ataques no hacían sino empeorar con el paso del tiempo, Bel-Hator convocó a los más grandes magos de Ulthuan y les instruyó para que se cuidaran de vigilar las rutas de acceso hacia Ulthuan por el Este. Después de tres décadas de preparativos, los magos rodearon las rutas de aproximación a la isla con un muro de hechizos, ilusiones, nieblas y traidores arrecifes móviles. Se hizo virtualmente imposible para los incursores Nórdicos el llegar a Ulthuan, excepto por pura casualidad. Las leyendas sobre esas terribles rutas marítimas llegaron al Viejo Mundo e hicieron hablar a los hombres del reino Elfico con pavor.  

Barco Manann

Los Nórdicos no eran los únicos hombres que se atrevieron a utilizar las rutas marítimas que conducían a Ulthuan. Cada vez más, los grandes poderes navales del Viejo Mundo, el Imperio y Bretonia se dirigieron por el océano hacia el oeste, buscando Ulthuan y las legendarias ciudades doradas de Lustria. Los hombres del Viejo Mundo eran marineros avezados, tozudos y obstinados, y finalmente llegó el momento en que algunos de sus navíos encontraron una ruta hacia Ulthuan. El Rey Fénix proclamó un edicto prohibiéndoles poner pie en Ulthuan. Sin embargo, accedió a que Finubar, Príncipe de Eataine, volviese al Viejo Mundo con ellos para conocer a sus nuevos soberanos. 

Finubar navegó hasta L'Anguille en Bretonia y desde allí pasó cincuenta años deambulando por el continente. A causa de la antigua disputa con los Enanos, hacía mucho que un Alto Elfo no ponía el pie sobre el Viejo Mundo. Se sintió a la vez impresionado y aterrado por lo que allí vio. Los reinos humanos eran enormes, abundantes y muy poblados. Los Hombres mostraban un gran ingenio y una enorme inventiva en sus obras de ingeniería y en su erudición. 

Finubar el navegante por Eric Polak

Finubar se había esperado encontrar chozas de barro, salvajes primitivos y anarquía por doquier. En vez de ésto se encontró poderosas ciudades rodeadas por murallas y ejércitos disciplinados, capaces de sojuzgar a los Orcos y de mantener paz sobre inmensas franjas de terreno. Vio que los humanos eran numerosos y cada vez lo eran más, y que sólo era cuestión de tiempo que eclipsaran a las razas más antiguas. Adicionalmente quedó fascinado por su tosca vitalidad y su exuberante cultura, su energía y su codicia. Rápidamente decidió que sería mejor para los Elfos tener a esas gentes como aliados más que como enemigos.

En sus viajes también llegó al perdido reino Elfico de Athel Loren. De nuevo, quedó a la vez impresionado y conmovido por lo que allí se encontró. Los Elfos de la vieja provincia fronteriza habían seguido un camino muy diferente al de los Altos Elfos, ya que se habían hecho uno con el bosque que era su hogar y eran tan diferentes de los Altos Elfos de Ulthuan como los Elfos Oscuros de Naggaroth. Poco después pasaron a ser conocidos por los Elfos de Ulthuan como los Elfos Silvanos. Aunque los Elfos de Athel Loren no fueron poco amistosos con Finubar, los intentos de acercamiento ulteriores resultaron imposibles y los embajadores enviados regresaban a Ulthuan y contaban que les habían tratado con indiferencia en el mejor de los casos y, en algunos, incluso con una clara hostilidad.

Cuando Finubar regresó finalmente a Ulthuan fue recibido como un gran héroe. Rápidamente le llevó las noticias al Rey Fénix Bel-Hathor, quien escuchó el informe elaborado por Finubar y revocó su edicto anterior en el que denegaba a los hombres del Viejo Mundo el acceso a Ulthuan. A petición de Finubar se abrió la ciudad de Lothern a los mercaderes humanos y se les proporcionaron pilotos élficos para guiar a sus flotas élficas a través de los accesos a Ulthuan. Ante tal invitación, los humanos que sentían inclinaciones marineras no tardaron en alcanzar la isla continente para ver por sí mismos sus maravillas. En poco tiempo, se agolpaban barcos procedentes del Imperio, Bretonia, Marienburgo y otros muchos que querían visitar la ciudad élfica más importante

De esta forma empezó un segundo periodo de gran crecimiento para Lothern. El Príncipe Finubar observó cómo su ciudad natal se convertía en el puerto comercial más grande del mundo y aquello le hizo feliz. Los humanos quedaron asombrados por la gracia y la majestuosidad de la civilización Elfica y quedaron agradablemente complacidos con el comercio que allí efectuaban. Los Elfos se mostraban encantados de tener poderosos aliados en el Viejo Mundo

Bel-Hator murió pacíficamente a una avanzada edad, y Finubar fue elegido su sucesor. 

XI) Finubar, el Navegante[]

Del 2163 a la actualidad en el Calendario Imperial

Puerto Elfo por DavidNash

Tras la experiencia inestimable obtenida durante su estancia en el Viejo Mundo, Finubar de Lothern parecía el príncipe mejor indicado para entender esta nueva época. Por su temperamento y experiencia, estaba preparado para tratar con la raza Humana y como originario de Lothern, había crecido con el conocimiento de la importancia del comercio y una actitud tolerante y cosmopolitadel mundo. De acuerdo a los deseos de Bel-Hathor, el concilio eligió a Finubar. 

Unos pocos miembros del consejo estaban descontentos con el nombramiento. Tal vez creyesen que esa sucesión rompía con la tradición, pero es más probable que sus sentimientos surgieran de la envidia. Los actos de Finubar no ayudaron a acabar con esas preocupaciones. No le importó dejar los asuntos cotidianos en manos de sus cortesanos de más confianza desde el primer día. De hecho, durante los primeros años de su reinado parecía un visitante en su propio reino, ya que pasaba largas temporadas recorriendo el mundo.

Los rivales de Finubar extendieron rumores en su ausencia, con vistas a reclamar el Trono del Fénix que se les había negado. Esas lenguas viperinas fueron acalladas súbitamente cuando la Reina Eterna Alarielle llegó sin previo aviso a una asamblea del consejo regente. En pie ante el Trono del Fénix, clavó su mirada en cada miembro del consejo y, con voz gélida, les recordó a los príncipes a quién le debían lealtad. Desde ese momento, cesaron las críticas al gobierno de Finubar.

Con el paso de los años, los viajes de Finubar se hicieron más esporádicos, aunque nadie sabía decir si su ansia de viajar se apaciguaba, o si sencillamente ya había encontrado lo que buscaba. Finubar repartía su tiempo entre los asuntos del gobierno y pedir consejo a Belannaer, uno de los Señores del Conocimiento de Hoeth más sabios y ancianos. Inauguró una nueva política de comercio y exploración. Los rápidos buques Elficos llegaron a lugares tan distantes como Cathay y Nippón en busca de artículos para comerciar. Riquezas incalculables nunca vistas inundaron Lothern. 

Tyrion y Teclis color por Paul Dainton

En el año ciento treinta y ocho, el reinado de Finubar fue ensombrecido por la llegada de la gran Incursión del Caos cuando parecía que los poderes oscuros habían vuelto para reclamar la tierra. Una inmensa invasión de Elfos Oscuros surgió de Naggaroth y el propio Rey Brujo regresó a Ulthuan. La guerra se extendió por todos los reinos de Ulthuan. Avelorn ardió y durante un tiempo pareció como si se hubiese perdido la Reina Eterna y el reino con ella. Entonces, dos poderosos héroes, los hermanos gemelos Tyrion y Teclis, se levantaron para rescatar al reino y repeler la invasión. Gracias al esfuerzo de los extraordinarios gemelos, los Elfos Oscuros fueron expulsados de Ulthuan y el reino fue salvado de la destrucción.

Las hazañas de los gemelos complacieron a Finubar, que les concedió una presencia cada vez mayor en sus consejos. El Rey Fénix creía que la guerra no había sido más que la primera confrontación de un nuevo periodo de destrucción, y estaba decidido a ganarse la lealtad de los mayores héroes de Ulthuan. En los años venidos, otros héroes se unieron a Tyrion y Teclis al lado de Finubar, y algunos de ellos alcanzarían tanta fama como los Reyes Fénix

Desde entonces, el mundo se ha vuelto más siniestro. A pesar de la protección mágica que se levantó durante el reinado de Bel-Korhadris, las incursiones de los Nórdicos se han vuelto cada vez más frecuentes. Una horda de Goblins bajo el mando de Grom el Panzudo de la Montaña Nublada sometió a pillaje el Este de Ulthuan. Los incursores Elfos Oscuros han cometido innumerables actos de piratería. La promesa de una nueva edad dorada ha desaparecido, y los Elfos y sus nuevos aliados han tomado las armas una vez más. 

Lanceros Altos Elfos por Adrian Smith imagen caja

La actualidad representa para los Elfos una época que promete la renovación y la destrucción a la vez. Sus viejos enemigos se han hecho más fuertes y, como contrapartida, ellos se han debilitado. Aunque pocos humanos lo adivinan, Ulthuan es una potencia en declive. Todavía puede reunir la flota más poderosa del Mundo Conocido y sus ejércitos son legítimamente temidos por sus enemigos, pero el reino no es sino una sombra de lo que había sido. Mucha gente de Ulthuan cree que los grandiosos días de los Elfos ya han pasado. 

A pesar de todo, cada año presenta nuevas oportunidades de obtener gloria y luchar contra el mal. Todavía quedan poderosos héroes Elficos, guerreros valientes y magos dispuestos a alzarse contra los Poderes Oscuros. Los dragones, aunque escasos, se están volviendo cada vez más inquietos en su largo sueño. El Rey Brujo está activo en el norte una vez más y la Espada de Khaine ronda los sueños de los guerreros cantando a sus almas historias de gloria prohibida. Los Altos Elfos todavía tienen un gran papel que jugar antes de que llegue el último acto del largo drama que llevan tanto tiempo representando. 

Fuentes[]