Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
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Hermano Chal

El hombre al que se recuerda como Hermano Chal era un simple iniciado que atendía los Jardines de Morr de Nuln hace unos trescientos años. Llevó una vida bastante anodina, y posiblemente no habría destacado jamás de no ser por su inusual talento para la talla de lápidas. Podía coger pedazos de mármol ordinarios y esculpirlos hasta darle las formas más fascinantes. Durante su juventud pasó gran parte del tiempo cincelando cuervos de obsidiana que casi parecían estar dotados de vida. Cuando terminaba, los colocaba sobre las lápidas de huéspedes especialmente ilustres; pronto los Jardines estuvieron llenos de aquellas exquisitas obras.

Conforme envejecía fue hablando cada vez menos, y cada vez que llevaban un nuevo huésped a las cámaras para su preparación se pasaba horas sentado en un taburete, observando la labor de sus compañeros clérigos. Tras la puesta del sol se retiraba a su taller, donde se le podía oír trabajando hasta el amanecer. Cuando los sacerdotes despertaban, encontraban una escultura del fallecido creada de tal forma que representaba a la persona en cuestión en el momento de su muerte. Los morrianos lo encontraban inquietante, pero creían que su talento se debía a la inspiración divina, por lo que permitían al hermano Chal que continuara su trabajo, y pronto varias obras macabras acompañaron a los cuervos negros.

La vida del hermano Chal tuvo un brusco e inesperado final cuando se disponía a esculpir la estatua de una hermosa mujer cuyo cadáver había sido recuperado en un río. Nadie sabe qué aspecto había de tener su última obra, porque cuando los sacerdotes entraron en su taller para admirarla, encontraron la estatua hecha añicos y al hermano Chal tirado en el suelo con la cabeza aplastada por uno de sus preciados cuervos. Los clérigos salieron a toda prisa, discutiendo las implicaciones del asesinato, cuando uno de ellos miró hacia los Jardines. Todos los cuervos de obsidiana habían cobrado vida y revoloteaban sobre sus cabezas, graznando una y otra vez el mismo nombre: Rudolf, uno de sus compañeros sacerdotes. Resultó que el tal Rudolf había estado recorriendo las calles de noche para asesinar mujeres jóvenes en el Cabañal. Ante semejante evidencia incriminatoria, Rudolf lo confesó todo, afirmando que el hermano Chal había grabado su nombre en la cabeza de la estatua para que todos pudieran verlo.

A causa de este milagro, se concedió al hermano Chal el título de alma venerable y se colocó una pequeña efigie suya en el centro de los Jardines. Todos los meses, una bandada de cuervos se posa sobre su cabeza y brazos, profiriendo el nombre de Rudolf con sus estridentes graznidos para recordar la vil fechoría que se cometió en suelo sagrado.

Los viejomundanos que sepultan en los Jardines de Morr a un ser querido asesinado injustamente suelen detenerse ante la efigie del hermano Chal y rezarle para que les revele la identidad del asesino. La estatua casi nunca ofrece pistas, pero aproximadamente una vez cada década aparece un cuervo y susurra el nombre una vez, para luego desplomarse al suelo empedrado y romperse en mil pedazos de obsidiana.

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