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Revisión del 12:23 12 nov 2018

Hermanas de la Espina Elfos Silvanos

Las Hermanas de la Espina son las sirvientas de Ariel. En muchos aspectos, son el reflejo de los Jinetes Salvajes de Kurnous, una hermandad dedicada a la hechicería y la sabiduría allí donde los siervos de Orión sólo conocen la gloria de la caza. Mientras que los Jinetes Salvajes van al combate sobre corceles tan implacables como ellos mismos, ellas cabalgan sobre los Corceles de Isha, cuya ferocidad queda oculta bajo su aspecto majestuoso.

La naturaleza y los orígenes de las doncellas de Ariel son un misterio, cosa que no ha impedido a los bardos cantar sobre ellos. Después de todo, rellenar los vacíos de la verdad ausente está en la naturaleza de los bardos. Según sus relatos, las Hermanas de la Espina podrían ser desde doncellas poseídas por Dríades, hasta pedazos del alma de Ariel que cobraron vida mediante la Magia Oscura, pasando por una cábala de hechiceras de Naggaroth exiliadas, entre otros cientos de teorías extravagantes. Ellas han oído todas esas historias (poco de lo que sucede en Athel Loren escapa a su conocimiento y su influencia alcanza casi todas las casas nobles), pero no les dan importancia. Con ellas, los bardos han oscurecido más la verdad de lo que ellas jamás habrían logrado.

Al contrario que los Jinetes Salvajes de Orión, respetados pero no especialmente queridos, las Hermanas de la Espina son amadas y temidas por igual por casi todos los Elfos Silvanos. Amadas porque responden con prontitud a las peticiones de ayuda; temidas porque el precio de su ayuda a menudo es más de lo que el necesitado querría pagar. Pueden proporcionar a un joven guerrero una audacia inigualable pero, a cambio, robarán todo rastro de amabilidad de su alma. Pueden oír las súplicas de una muchacha con el corazón roto y, años después, arrebatarle a su primogénito. Tienen incluso el poder de evitar la muerte, pero sólo lo harán a cambio de otra vida, y no suelen permitir a quien les pide ayuda que escoja qué vida se llevarán. En otras tierras, las Hermanas de la Espina serían condenadas a la hoguera, pero los habitantes de Athel Loren comprenden que debe haber un equilibrio y que aquellos que tratan con ellas voluntariamente deben estar preparados para afrontar las consecuencias.

Al igual que su señora, las Hermanas de la Espina son eternas; no parecen envejecer y sus heridas se curan con facilidad. Si una de ellas perece, sus hermanas llevan su cuerpo a los salones del interior hueco del Roble Eterno sobre unas andas de hiedra y raíces. Allí dormita hasta la llegada de la siguiente primavera, cuando la magia y la energía vital le insuflen de nuevo la vida. Sólo si su cuerpo es mutilado hasta quedar irreconocible o irrecuperable, el espíritu de la hermana caída abandona el mundo mortal, dejando a sus hermanas entregadas a la venganza.

Las Hermanas de la Espina conocen muchos modos de dar muerte. Saben usar todos los venenos imaginables, no sólo los que hacen añicos los huesos de un hombre en medio de convulsiones, sino también los que hacen hervir la sangre, provocan locura o hacen que el cuerpo se pudra desde dentro. También son versadas en antiguas maldiciones, cuyas palabras pueden minar toda fuerza o abocar a un individuo a un frenesí en el que masacrará a su propia estirpe. Pero esos métodos, si bien efectivos, son impersonales y poco deportivos. Las doncellas de Ariel prefieren mil veces enfrentarse a sus enemigos con la jabalina o el cuchillo siempre que les es posible. De ese modo pueden contemplar el miedo en los ojos de su víctima antes de que la vida se desvanezca de ellos.

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Fuente

  • Ejércitos Warhammer: Elfos Silvanos (8ª Edición).