
Las Guerras Goblins es como se conoce a una larga serie de conflictos, contiendas e invasiones independientes que sufrieron los Enanos durante el periodo conocido como la Era de la Aflicción, que duraría casi mil quinientos años.
Esta etapa comienzan poco después de la victoria Enana en la Guerra de la Venganza, cuando el Imperio Enano se vio repentinamente afectado por desastres naturales que causaron grandes destrozos en las fortalezas y una gran mortandad. Poco después, los Enanos pronto se vieron atacados por toda partes por diversos invasores. Los Goblins fueron el enemigo más numeroso al que tuvieron que enfrentarse, razón por la que se las conoce como Guerras Goblins, aunque en honor a la verdad también combatieron contra Orcos, Skavens, Trolls, Ogros y viles seguidores del Caos, entre otras amenazas.
Tradicionalmente, se considera que la Guerras Goblins comienzan con la caída de Karak Ungor en el año – 1500 CI, y finaliza en el año 1 CI con la gran victoria en la Primera Batalla del Paso del Fuego Negro, en la que los Enanos derrotaron a una de las mayores hordas de Pieles Verdes de la historia, con la ayuda de sus aliados humanos. Con todo, las consecuencias todavía perviven hasta el día de hoy.
Contexto[]

A raíz de su dura victoria frente a los Altos Elfos en la Guerra de la Venganza, el futuro de la raza enana parecía dorado. Aunque tenían poco interés en colonizar las tierras ahora abandonadas, sus Karaks en las montaña finalmente parecían libres de ataques. O eso pensaron.
Sin apenas tiempo para recuperarse después del largo conflicto, las Montañas del Fin del Mundo empezaron a temblar: algunos picos terminaron por partirse en dos, dejando caer avalanchas de rocas que aplastaron todo lo que encontraron en los valles bajo ellas. La lava llenó las cavernas y todo el Reino Eterno quedó hecho estragos. Cada asentamiento Enano sufrió grandes calamidades: las descomunales murallas que rodeaban las fortalezas se rompieron en pedazos, minas colapsadas, galerías inundadas por ríos subterráneos... y miles de Enanos perecieron como resultado. Este triste acontecimiento marca el inicio de la Era de la Aflicción, pero lo peor aún estaba por llegar.
Debido a esta cadena de desastres naturales que asolaron su reino montañoso, los Enanos quedaron vulnerables a los ataques de nuevos enemigos: Salvajes pieles verdes, hombres ratas del subsuelo, codiciosos dragones, viles adoradores de los dioses oscuros, etc... Las numerosas invasiones que siguieron a aquel periodo dieron lugar a una serie de batallas y conflictos independientes a las que los Enanos llamaron en conjunto las Guerras Goblins.
Las Guerras Goblins[]

Los ataques se iniciaron antes incluso de que los últimos temblores hubieran acabado. Los enemigos se infiltraron por túneles sin vigilancia, arrollaron puestos de guardia mediante ataques sorpresa y barrieron incontables bosques y valles montañosos. Previamente, las fortalezas de los Enanos habían demostrado ser impenetrables ante todo invasor, pero ya no era así. Muchos muros defensivos habían caído, los antiguos bastiones eran poco más que pilas de ruinas y los niveles inferiores de catacumbas habían quedado comprometidos al abrirse en ellos numerosos pozos y simas. Las grandes puertas cubiertas de glifos que habían sido capaces de resistir los golpes de un Gigante, ahora colgaban fuera de sus goznes o estaban partidas en mil pedazos. Al detectar estos puntos débiles, los ejércitos enemigos ansiosos de tesoros empezaron a aparecer como lobos rondando una presa moribunda.
Karak-Ungor fue la primera de las fortalezas principales en caer, infestada de Goblins Nocturnos que emergieron desde las minas más profundas sin que nadie reparara en ellos, apareciendo súbitamente en el mismísimo centro de la ciudad de los Enanos. Los pieles verdes empezaron a asolar un barrio tras otro de la ciudad, precedidos por sus sanguinarios rebaños de Garrapatos. Una vez que hubieron superado las docenas de niveles de defensa interconectados que rodeaban los estratos más exteriores de la fortaleza, apenas quedaba ya ninguna resistencia organizada para detener la marea.

Con la esperanza de salvar a las mujeres y niños Enanos, el Rey Kargsson del Clan Yelmopétreo dio orden de abandonar la ciudad. A fin de dar a los refugiados tiempo para escapar, el Rey Kargsson lideró un contraataque sin posibilidad alguna de victoria, pero que logró contener al enemigo con una heroica acción de retaguardia.
Sabedor de que no había otro camino, ordenó que los túneles secretos fueran derrumbados una vez que el último de los refugiados Enanos lo hubiese cruzado. Así, el Rey Kargsson y su guardia quedaron encerrados junto con el enemigo. Lo último que los refugiados alcanzaron a ver de su Rey fue cómo entonaba su canción de muerte mientras blandía su famosa hacha rúnica Hendedom. Tras eso, las arcadas de los túneles fueron demolidas y ellos escaparon.
En aquellos tiempo convulsos, incluso aunque alguno de los maltrechos bastiones hubiese logrado que un mensajero superara el cerco enemigo, no hubiese importado, pues no habría llegado ningún tipo de ayuda. La guerra había cubierto todas las Montañas del Fin del Mundo y una nueva era había caído sobre Karaz-Ankor, amenazando su misma existencia. Se perdió todo contacto entre las diversas fortalezas, minas y puestos de vigilancia, que quedaron a su suerte, totalmente aislados unos de otros y rodeados por un mar de enemigos. Afrontar una situación tan ardua cambió para siempre la naturaleza del reino de los Enanos.

Karak-Varn, la gran ciudad y complejo minero que dominaba Agua Negra, había sido la fuente más rica que los Enanos había encontrado jamás del muy codiciado metal gromril. Lo habían estado excavando durante más de mil años, cuando tuvo lugar el gran terremoto. Las sacudidas fueron tan grandes que las aguas del lago empezaron a filtrarse por fisuras en la roca e inundar los niveles inferiores. Muchos miles de Enanos perecieron y un enorme tesoro que incluía muchos artefactos rúnicos de gran poder fue barrido por la tromba de agua. Pero lo peor fue que aquello no era más que el principio...
Sin previo aviso, los Skavens atacaron Karak-Varn desde bajo mientras los Orcos asaltaron las defensas exteriores. Atrapados entre esos dos enemigos inmisericordes, los Enanos tenían pocas posibilidades. Pese a organizar una defensa tenaz, en el espacio de un año tras el ataque inicial, Karak-Varn cayó. La mayor parte de su población murió en cruentos enfrentamientos subterráneos, aunque unos pocos clanes lograron abrirse camino hasta la libertad, algunos de ellos llegando hasta Zhufbar y ayudando en su defensa.
Los ataques eran tan numerosos que los meticulosos registros de los Enanos eran incapaces de llevar la cuenta al día. Las columnas de humo se elevaban muy alto sobre los picos nevados, cada una de ellas señalizando la destrucción de un asentamiento. Los desesperados refugiados que trataban de huir eran asolados por todo tipo de tragedias, pues los caminos estaban plagados de peligros, desde partidas de caza de jinetes de Lobos Goblins hasta grupos de Trolls hambrientos y terribles bestias que se veían atraídas por el olor de la sangre.

Los Enanos que intentaron atravesar las montañas por los túneles bajo tierra que aún estaban operativos también se los encontraron llenos de enemigos. Secciones enteras de galerías estaban ahora en disputa entre los Goblins Nocturnos y los Skavens, que, no obstante, aparcaban su enemistad mutua en cuanto detectaban a los Enanos.
Durante aquel periodo oscuro, la profanación de tumbas sagradas y el exterminio de clanes enteros enloqueció de rabia a muchos Enanos. Los guerreros dedicados al Culto de los Matadores, que siempre habían sido muy escasos y raros de ver, se convirtieron en una presencia de lo más común en todas las fortalezas Enanas que aún seguían en pie.
Otras pérdidas mayores incluyeron las minas de Ekrund, saqueadas por Orcos y que desalojaron a los Enanos de las Montañas Espinazo de Dragón. Las minas de oro de Gunbad fueron conquistadas por Goblins Nocturnos, así como el Monte Lanza de Plata lo fue por Orcos, aunque, en este caso, sus defensores resistieron dos sangrientas décadas. Toda la cara este de las Montañas del Fin del Mundo acabó por ser abandonada.
Voluntad de Hierro[]

Fue en ese periodo cuando la Montaña del Trueno, un volcán que había permanecido durmiente desde el inicio de la Era de la Aflicción, entró en actividad una vez más. Sus erupciones fijaron una gran migración de Trolls hacia las fortalezas Enanas que aún quedaban. Para combatir a estas criaturas, el Gran Rey Morgrim Barbanegra declaró las Guerras Troll, supusieron el arranque de una serie de contraataques desesperados que se extenderían durante casi trescientos años.
Aunque los Enanos ya estaban siendo asediados en todas partes, siguieron luchando. En ocasiones incluso lograron recuperar asentamientos perdidos o abrir rutas seguras entre fortalezas. Otras veces, se vieron al borde de la destrucción. Aquel era un equilibrio brutal, en el que los Enanos no eran completamente erradicados pero tampoco eran capaces de liberarse de sus enemigos y reconstruir sus reinos de antaño. Finalmente, la presión aumentó hasta un nivel insoportable para ellos, pues se unieron a la lucha un gran número de los Orcos y Goblins que habitaban en ese páramo barrido por el viento al que se conoce como las Tierras Yermas.

Durante casi un millar de años, los Enanos siguieron combatiendo; a veces recuperaban parte de sus tierras durante un tiempo y a veces se quedaban al borde de la destrucción. Finalmente, la creciente fuerza de los Orcos y de los Goblins en el sur propició la caída de casi todas las fortalezas enanas de aquella zona de las Montañas del Fin del Mundo.
Karak Ocho Picos cayó tras una desesperada y larga lucha en la vasta red de túneles y cavernas que había bajo la gran ciudad. Karak Azgal fue asaltada y saqueada. pero sus tesoros nunca fueron encontrados y los Orcos abandonaron sus cámaras enfurecidos, dejando tras ellos minas que acabarían por convertirse en nidos de dragones y cuevas de monstruos. Karak-Drazh fue atacada y capturada y se convirtió en la fortaleza orca de Peñasco Negro. Tras mil años de resistencia, los Enanos perdieron tres fortalezas en el periodo de cincuenta años.
Tras este segundo reverso de la fortuna, el que antaño fuera el glorioso imperio de los Enanos estaba roto en pedazos, en ruinas, su poderío se había terminado para siempre y sus tesoros se los habían repartido las hordas invasoras. Tiempo atrás, su poder había dominado el Viejo Mundo y ahora, en cambio, sus ejércitos se esforzaban por defender apenas un puñado de fortalezas que aún resistían.

Los Orcos y Goblins infestaban los grandes salones subterráneos en los que antaño recitaban heroicas sagas los bardos enanos, y saqueaban las forjas donde los Enanos habían creado armas y artefactos sin igual durante siglos. Los tesoros habían sido arrancados de sus cámaras y repartidos entre las hordas conquistadoras. Los Trolls habían profanado las tumbas de los reyes Enanos y roído sus huesos. Los fétidos Skavens se internaron en las catacumbas y pasajes extendiendo la enfermedad y la decadencia. Los Enanos se aferraron a las pocas fortalezas que les quedaban y afilaron sus hachas con amargura.
El Cisma Enano[]

Tras la pérdida de varias ciudades importantes, se inició un periodo de éxodo para los supervivientes. Las fortalezas de Karaz Ankor que todavía aguantaban se vieron reforzadas con la llegada refugiados procedentes de aquellas fortalezas que habían caído, aunque algunos de ellos no pudieron llegar hasta sus hermanos sitiados a través de las líneas de batalla pieles verdes. Sin embargo, algunos de estos clanes tomaron a una decisión trascendental: la única manera de asegurar su supervivencia era establecer nuevas fortalezas y asentamientos en las montañas al oeste.
Por mucho que les doliera, gran cantidad de Enanos se vieron obligados a abandonar sus tierras natales ancestrales, dejando tras de sí los familiares contornos de las Montañas del Fin del Mundo. Liderados por los supervivientes de Karak-Ocho-Picos, Karak-Azgal y Karak-Drazh, estos Enanos se abrieron camino hacia el oeste, asentándose en las regiones ricas en minerales de las Cuevas y las Montañas Negras y posteriormente fundarían asentamientos y minas al este de las Irrana, y al norte de las Apuccini. Aunque el principal destino sería las Montañas Grises.

En este tiempo, muchos Enanos abandonaron sus ancestrales hogares y vagaron hacia el Oeste hasta llegar a las Montañas Grises, en las que construyeron nuevas y prósperas fortalezas: aunque, evidentemente, estas nunca podrían rivalizar con las grandes obras de sus antepasados. Eran hogares toscos y humildes, con minas que daban cobre y estaño en vez de oro. Mediante el trabajo sin descanso, lograron refinar y expandir estos nuevos dominios, pese a saber que nunca llegarían a rivalizar en escala, capacidad de producción ni belleza arquitectónica con las grandes obras de sus ancestros. No importaba cuánto prosperasen las nuevas fortalezas, nunca llegarían a estar a la altura de las de las Montañas del Fin del Mundo.
De hecho, en esta época se produjo una disputa entre los Enanos decididos a combatir por las fortalezas perdidas costase lo que costase y aquellos que preferían empezar una nueva vida en algún otro lugar. El Gran Rey estaba furioso con estos clanes. En su ira, se decretó que los exiliados no serían considerados parientes sino traidores. Hizo una lista de todos y cada uno de los clanes en el Libro de los Agravios, para un futuro ajuste de cuentas una vez que la amenaza de los pieles verdes se hubiese calmado.

Los exiliados respondieron declarando su independencia de Karaz Ankor, e inscribieron el nombre del Gran Rey en su propio Libro de los Agravios. Aunque esta disputa no llegó a traslucirse en un conflicto, entre ambos bandos se intercambiaron duras palabras y algún que otro golpe y durante varios siglos cesaron las comunicaciones entre ellos.
En aquella época, no obstante, no había tiempo para reflexionar sobre esto. Con la caída de las fortalezas sureñas, tanto el Sumo Sacerdote de Grungni y el nuevo Gran Rey se dieron cuenta de que el futuro de su pueblo dependía de la arreglar la fisura entre los Enanos imperiales y los clanes exiliados. Emisarios fueron enviados con regalos y las páginas con los nombres de los Clanes Exiliados arrancadas del Libro de los Agravios de Karaz-a-Karak. El gesto de conciliación fue correspondido por los Enanos de las Montañas Grises quienes enviando sus propias páginas arrancadas al Gran Rey, y prometieron su lealtad a Karaz-Ankor.
Aunque satisfecho de que le prometieron su lealtad en lugar de la obediencia que él esperaba, el Gran Rey fue persuadido por el Sumo Sacerdote a pasar por alto aquel desaire. Aseguró a los exiliados que cualquiera que regresara a Karaz Ankor sería perdonado.

Algunos clanes decidieron volver, pero otros decidieron quedarse por diversas razones: Algunos se habían acostumbrado a su independencia, y muchos habían encontrado la riqueza en las montañas del oeste. Otros respondieron que solamente estaban expandiendo el reino de los Enanos, tal como habían hecho sus antepasados, y por tanto, no había nada que perdonarles. Otros clanes juraron que volverían a las montañas del Fin del Mundo una vez que se recuperaran sus ancestrales hogares en manos de los pieles verdes.
Los Enanos establecieron nuevas rutas mercantiles entre las Montañas Grises y las Montañas del Fin del Mundo e incluso volvieron a abrir rutas utilizadas en el pasado, cuando mercadeaban con los Elfos. Viajar aún era peligroso, no obstante, pues la tierra estaba llena de Orcos y Goblins y de las emergentes tribus de Hombres que empezaban a luchar contra los pieles verdes por la posesión de los bosques y los valles. Al descubrir esto, los Enanos hicieron todo lo que pudieron para ayudar a los seres humanos, en quienes veían un aliado natural contra los Pieles Verdes.
Alianza con los Humanos[]

Por esta época, los Enanos de las Montañas Grises intensifican su comercio con las tribus de Humanos que ocupaban las tierras que acabarían por convertirse en el Imperio. Haciendo frente a un enemigo común, los humanos y los enanos forjaron una amistad provisional, que más tarde acabaría floreciendo en un acuerdo mutuo que garantizaba tanto la supervivencia de los Enanos y como la ascensión de la raza humana. El comercio entre ambas razas creció poco a poco y los Herreros Enanos enseñaron a los humanos algunos de sus secretos menos importantes, entre ellos, la manera de convertir el hierro en armas y armaduras.
En el años -15 del CI se produjo un extraño giro del destino que acabó por unir aún más estrechamente a las dos razas. Mientras se dirigía viajaba desde Karaz-a-Karak a las fortalezas de las Montañas Grises para visitar a unos parientes, Kurgan Barbahierro, Gran Rey de los Enanos de la época, fue emboscado y capturado por los Orcos. Por suerte para él, no tardó en ser rescatado por Sigmar, príncipe de la tribu de los Unberogenos. El acontecimiento resulta afortunado, pues da comienzo una gran amistad entre Sigmar y Kurgan Barbahierro que desemboca en una alianza entre los hombres y Enanos. Agradecido por el rescate, el rey enano regala a Sigmar el martillo rúnico Ghal Maraz, una vieja herencia de su clan.
Sigmar termina por unificar a las diversas tribus del futuro Imperio, y junto a sus aliados Enanos, lleva a cabo una larga campaña militar en la que los pieles verdes son expulsados paulatinamente de la zona Oeste de las Montañas del Fin del Mundo, en la que innumerables Orcos y Goblins perdieron la vida o se vieron forzados a huir. Esta campaña culminará en la Batalla del paso del Fuego Negro, donde un inmenso ejército pielverde es destruido por las fuerzas combinadas de Sigmar y Kurgan Barbahierro. Aquella legendaria victoria puso fin a la Guerras Goblin.
Amanecer de una Nueva Era[]

Con la victoria en el Paso del Fuego Negro, comienza una nueva época de prosperidad para los Enanos, gracias a su alianza y tratados comerciales con los humanos del Imperio. Con las tierras occidentales estabilizándose y el Paso del Fuego Negro cerrado a los enemigos, los Enanos centraron sus esfuerzos en restablecer su presencia en las Montañas del Fin del Mundo. Se arrasaron sentamientos y madrigueras Orcos, Goblins Nocturnos, Skavens así como de diversos monstruos, se tacharon muchos agravios, y se recuperaron territorios y túneles perdidos
Sin embargo, hasta el día de hoy, todavía quedan muchas fortalezas que reclamar y venganzas que resarcir, y cada enano sueña con el fervoroso deseo de reclamar sus hogares ancestrales y destruir la inmundicia enemiga que allí habita, por lo que jamás cesarán en su empeño, ni dejarán que sus hachas pierdan filo mientras quede una sola afrenta que vengar en el Gran Libro de los Agravios.
Fuentes[]
- Ejércitos Warhammer: Enanos (7ª Edición).
- Ejércitos Warhammer: Enanos (8ª Edición).
- Warhammer Fantasy JdR: Dwarfs - Stone and Steel (1ª Ed. Rol).