
La Guerra de la Secesión, o simplemente La Secesión, fue la gran guerra civil que dividió a la raza de los Elfos para siempre. El conflicto comenzó con la traición y el regicidio de Malekith al tratar de hacerse con el trono del Rey Fénix y culminaría en un cataclismo mágico que causaría una gran destrucción en la isla continente de Ulthuan.
La Secesión es conocida por la muerte de millares de Elfos, de forma cruenta y feroz, que arrasaría su nación y asolaría todos los territorios que pisaran. Esto provocó la división de los supervivientes en dos facciones por siempre enfrentadas: los Altos Elfos y los Elfos Oscuros.
Prólogo[]

Incluso en la cúspide de su poder, un germen de corrupción roía las raíces del pueblo de los Elfos: el Caos había desplegado sus sombra sobre Ulthuan.
Las semillas que dieron lugar a este sangriento conflicto se plantaron siglos antes de que Malekith llevara a cabo su golpe de estado. Todo comenzó después de la expulsión de los demonios gracias al sacrificio de Caledor Domadragones y el Rey Fénix Aenarion, así como muchos otros héroes y magos, que permitió la creación del Gran Vórtice. Al quedar Ulthuan si nadie que los gobernase, los príncipes y regentes de los distintos reinos de Ulthuan se reunieron en el Claro de la Eternidad y formaron el Primer Concilio. Entre ellos estaba Morathi, viuda de Aenarion, y Malekith, el hijo de ambos, representando a Nagarythe, el reino forjado por Aenarion.
Malekith parecía ser el sucesor más obvio para el trono, sin embargo, en su lugar, la mayor parte de los miembros del concilio eligieron a Bel Shanaar, Príncipe de Tiranoc, un Elfo que se había distinguido en el combate y que ya entonces se reconocía como una voz de paz y razón. Morathi elevó sus protestas al no haber sido elegido su hijo, pero este la tranquilizó y se mostró de acuerdo en que había sido una buena elección. Malekith fue el primero en arrodillarse y en jurar fidelidad al nuevo Rey Fénix, pese a que su corazón estaba dominado por el resentimiento.
Los Cultos Oscuros[]

Alegando que Bel Shanaar gobernaría la isla mas sólidamente si el heredero de Aenarion no estaba cerca, el príncipe de Nagarythe viajó por el mundo y conoció la existencia de pequeñas colonias en desarrollo en las orillas de las tierras rodeadas de bosques a lo largo del océano. Viajó a Elthin Arvan, donde Malekith, forjó una alianza con los Enanos, y durante muchos siglos, junto a su amigo el Gran Rey Snorri Barbablanca dirigió victoriosos ejércitos contra los Orcos y dio caza a los restos de los ejércitos del Caos que plagaban el Viejo Mundo.
Bajo su regencia las colonias de Elthin Arvan prosperaron enormemente, y Athel Toralien se convirtió en la colonia más importante en tamaño y poder de todas. Pero a pesar del gran renombre y prestigio obtenido por sus hazañas y gobierno, el príncipe no estaba satisfecho. Ansioso de nuevas aventuras, organizó una expedición para explorar las tierras septentrionales del mundo.

Durante los siglos que estuvo Malekith ausente de Ulthuan, Morathi gobernó Nagarythe como regente en su nombre. La viuda de Aenarion siempre defendió el derecho de Malekith al trono de Ulthuan, por lo que buscó aliados en los otros reinos que apoyaran sus pretensiones; y al tiempo que defendía los intereses de su hijo en la corte del Ulthuan, trató de menoscabar en secreto el poder de Bel Shaanar, y para ello creo y fue propagando sutilmente los Cultos de los Excesos, del Lujo y al Placer.
Como la amenaza de los demonios había desaparecido, los Elfos de Ulthuan se olvidaron muchas de las lecciones de la guerra, y gracias a la prosperidad de las colonias, las riquezas fluyeron hacia Ulthuan. Pero con la llegada de la opulencia y la desidia, los Elfos se hicieron cada vez más indolentes, egoístas y más amantes de llevar una vida sofisticada, satisfaciendo sus sentidos intensificados con ceremonias dedicadas a dioses exóticos y prohibidos. Muchos habitantes de la isla, tanto plebeyos como nobles, incluso algunos de los príncipes más importantes de los diez reinos, se convirtieron en cultistas. Y con esto, Morathi, empezó a tejer su telaraña.
Al principio no se les prestó demasiada atención, pero los cultos fueron ganando más adeptos con cada nueva estación y sus ceremonias se volvieron cada vez mas depravadas. Instigados secretamente por Morathi, los sectarios empezaron a causar todo tipo de problemas en los diversos reinos e incluso empezaron practicar con Magia Oscura, afectando al Gran Vórtice.

Los cultistas alababan sin pudor a los Cytharai, los dioses más oscuros del panteón élfico, y lo que es peor, el siniestro nombre del Dios del Caos Slaanesh se asociaba cada vez más con las sectas. Los excesos ya habían degenerado en sacrificios de seres vivos, y su naturaleza caótica empezaba a ser evidente.
El propio Bel Shanaar parecía impotente para hacer frente a la agitación creciente que había en su reino. Los príncipes que habían caído en las garras de los cultos empezaron a extender el rumor de que Bel Shanaar era débil y un usurpador del Trono del Fénix. Los príncipes que aún se mostraban leales instaban al Rey Fénix a actuar con contundencia, siendo el más categórico de todo el príncipe Imrik del reino de Caledor, pero Bel Shanaar era reacio a actuar contra su propio pueblo.
El Regreso del Príncipe[]

La solución a este dilema pareció llegar con el repentino regreso de Malekith a Ulthuan tras varios años de expediciones. Aparentemente el príncipe de Nagarythe quedó horrorizado por lo que encontró en a su vuelta. Denunció a todo el conjunto de adoradores de los Cultos de los Excesos, renegando de su propia madre, y se ofreció para liderar las fuerzas del Rey Fénix contra los sectarios y aliados de su madre, jurando exterminar aquella mácula de Ulthuan.
Liderando un ejercito formado por soldadesca procedentes de todos los reinos, Malekith llevó la guerra a Nagarythe, ofreciendo misericordia a aquellos que se rindiera y se arrepintieran de sus actos y ningún perdón a aquellos que lo desafiaban. El conflicto duró meses, y aunque estuvo cargado de tribulaciones, Malekith se alzó con la victoria al conquistar la ciudad de Anlec, la capital de Nagarythe, y el epicentro de los Cultos de los Excesos y al Placer. Los cultistas que se rindieron fueron enviados con los sacerdotes para que fuera liberados de la corrupción espiritual que sufrían. Morathi fue capturada y enviada como prisionera a Tor Anroc, bajo la atenta vigilancia del Rey Fénix.

Parecía que la situación había vuelto a encauzarse, pero a pesar de la victoria, muchos de los sectarios lograron escapar y ocultarse entre la población élfica, donde continuaron sus prácticas, y con el paso de los años volvieron a ganar poder. A fin de congraciarse aún más con el Rey Fénix, Malekith lideró personalmente la cacería de los cultistas que aún no habían sido localizados, una tarea a la que se entregó con total entusiasmo, afirmando que nadie estaría a salvo de su escrutinio, ni el granjero más humilde ni el príncipe mas loado. Un sudario de terror descendió una vez más sobre Ulthuan. Nadie sabía si su vecino era miembro de las sectas proscritas, incluso varios de los príncipes que se consideraban entre los más rectos acabaron siendo descubiertos como sectarios.
A pesar de todo, los cultos volvieron alzarse con fuerza y Malekith se vio obligado a huir y refugiarse en el palacio de Bel Shanaar. En última instancia, parecía que solo una guerra podría acabar de raíz con el progreso de aquellos cultos decadentes. Así pues, Malekith solicitó al Rey Fénix convocar un Concilio de Príncipes en el Templo de Asuryan, bajo el pretexto de pedirles que le cedieran el control de los ejércitos de Ulthuan para poder erradicar los cultos.
Pero mientras los príncipes iban llegando al cónclave, Malekith puso en marcha su verdadero plan.
La Traición de Malekith[]

En secreto, Malekith siempre había ambicionado ser el Rey Fénix de Ulthuan al considerar que el puesto le pertenecía por derecho al ser el hijo de Aenarion; y desde hacía tiempo había estado planeando con su madre hacer avanzar su causa común y propiciar la caída de Bel Shanaar. Cuando se suponía que estaba persiguiendo y ajusticiando a los sectarios de los Cultos de los Excesos y del Placer, en realidad se aprovechaba de su posición para deshacerse de rivales políticos y cualquier amenaza a sus pretensiones. Sin que los demás reinos se dieran cuenta, los ejércitos de Nagarythe marcharon reforzados por los cultistas depravados y los practicantes de la Magia Oscura.
En la víspera del concilio, se reveló el peor de los horrores a los príncipes allí reunidos. Malekith afirmó que el propio Bel Shanaar era un miembro secreto del Culto al Placer y que cuando le había lanzado en privado tal acusación, se suicidó tomando veneno antes de que pudiera ser juzgado merecidamente. Con Ulthuan al borde nuevamente de la guerra civil, se propuso asumir la posición de Rey Fénix para restablecer la paz.

Sin embargo, la mayoría de príncipes no creyeron en aquellas acusaciones y empezaron a sospechar de las verdaderas intenciones de Malekith, pero en aquel momento, agentes de Nagarythe invadieron el templo, estallando un sangriento combate en su interior. Mientras todo esto ocurría, Malekith se introdujo en las llamas sagradas para recibir la bendición de Asuryan, la última prueba que todos los Reyes Fénix deben superar para demostrar que son dignos de la Corona, seguro que podría superar la prueba, tal y como su padre lo había hecho antes que él.
Pero estaba terriblemente equivocado. Las llamas no aceptaron su cuerpo corrupto, el fuego sagrado ardió, abrasando su alma y dejando su cuerpo mortal quemado y ennegrecido.
Creyendo que su líder había muerto abrasado y que la venganza de Asuryan caería sobre ellos, sus desmoralizados seguidores recogieron su cuerpo carbonizado y huyeron del Templo, dejando a la mayoría de la flor y nata de la nobleza élfica muerta en su interior, matando a todos aquellos que les surgía al paso para detenerlos.
La Guerra Civil[]

Aprovechando la confusión reinante, Morathi fue liberada de su prisión de Tiranoc y marchó con los seguidores de Malekith hacia el norte, con los restos calcinados de su hijo. Jurando venganza por aquella afrenta, Morathi tomó el mando de las fuerzas de Nagarythe en honor a su memoria. Para alegría suya, Malekith había conseguido sobrevivir milagrosamente a la llama sagrada, pero su cuerpo estaba destrozado, y de hecho aún ardía con el fuego de Asuryan, por lo que dedicó los siguientes años a cuidar de su hijo mientras este lo único que podía hacer era contemplar cómo la guerra estallaba por toda Ulthuan.
La guerra civil causó estragos en todos los reinos. Fue un periodo de gran confusión y rumores opuestos. Los hermanos lucharon entre ellos. En los lejanas reinos y colonias nadie sabía quién era el verdadero Rey Fénix. Algunos hablaban a favor de Caledor, otros a favor de Malekith, mientras los devotos de los cultos a los Dioses Oscuros sembraban la confusión por doquier.
Caledor el Conquistador[]

El puñado de príncipes que había sobrevivido a la masacre no se quedaron sin hacer nada. Ninguno de ellos era lo bastante fuerte como para suceder a Bel Shanaar y, además, cada uno tenía preocupaciones en su propio reino. En las mentes de los príncipes solo había un Elfo capaz de combatir a los de Nagarythe y este era lmrik de Caledor. Imrik era el nieto de Caledor Domadragones y, aunque no contaba con ninguna de las habilidades mágicas de sus antepasados, era un gran guerrero y un general brillante. Como príncipe de Caledor y líder de los jinetes dragón, Imrik controlaba el segundo reino más poderoso de Ulthuan, eclipsado únicamente por el poder de los ejércitos invasores de Nagarythe.
Cuando se produjo la matanza del Templo de Asuryan, Imrik cazaba en las montañas de Cracia junto a su primo Koradrel, hermano del Príncipe Regente de aquel reino, y desconocía la guerra en la que se había sumido la isla. Los príncipes enviaron heraldos para que localizaran a lmrik y le informaran de su decisión. Entretanto, Morathi había utilizado sus poderes mágicos y sus espías para adivinar el intento de los príncipes y envió a un grupo de asesinos para que asesinaran al futuro Rey Fénix. Los dioses, o el destino, decidirían quién llegaría primero hasta lmrik.

Fue después de este momento cuando ocurrió uno de los sucesos más importantes de la historia de las Elfos. Los asesinos de Morathi fueron los primeros que hallaron a Imrik y se acercaron a su presa con ánimo de matarlo. Envueltos en sombras mágicas, le tendieron una emboscada. Pero no habían contado con la lealtad y la habilidad en combate de los Cazadores de Cracia. Cuando los asesinos atacaron, Imrik estaba solo y era vulnerable, y probablemente habrían acabado con él si no fuese por la oportuna intervención del grupo de cracianos que lo habían acompañado a cazar oyeron el combate e intervinieron. Esos poderosos Elfos de las montañas saltaron entre los asesinos de Nagarythe y acabaron con ellos con sus grandes hachas y, aunque sufrieron graves pérdidas, salvaron la vida de Caledor.
Mientras este agradecía su gesto de valor a los guerreros, uno de los mensajeros le dio las terribles noticias. Malekith había intentado hacerse con el trono, matando a varios príncipes en el proceso, entre ellos los hermanos de Imrik y Koradrel. Los ejércitos de Nagarythe habían desatado el terror, y él había sido nombrado como nuevo Rey Fénix. Al descubrir la traición de Malekith, Imrik aceptó la responsabilidad. Después de eso, cuando le dijeron que sería mejor que aguardase la llegada de sus guardias personales para protegerlo de otros intentos de asesinato, Imrik contestó diciendo que no podría pensar en unos guardias mejores que esos cazadores, y les pidió que le acompañasen en su viaje hacia el templo. Las cazadores aceptaron, y de este modo se fundaron los famosas Leones Blancos de Cracia, así llamados porque iban ataviados con capas hechas con las pieles de los Leones Blancos del reino.

Rápidamente, Imrik y su nueva escolta personal viajaron a los Reinos Interiores y, desde allí tomaron un barco hacia el Templo de Asuryan. Con toda la ceremonia necesaria, caminó a través de las llamas sagradas y fue aceptado como puro por el dios Asuryan, saliendo de las llamas indemne para alivio de todos los presentes. Adoptó el nombre de Caledor en honor a su abuelo durante su coronación como el nuevo Rey Fénix. Después de los sacrificios que había hecho su familia para proteger Ulthuan de los Demonios, estaba dispuesto a llegar a donde fuera necesario para defender la isla y sus habitantes contra los renegados. Quería ser un ejemplo para sus súbditos, y sacrificó sus propios placeres y su futuro para convertirse en un líder para sus ejércitos.
No tenía tiempo para efectuar la boda ritual con la Reina Eterna ya que las legiones de Nagarythe se dirigían en dirección sur desde su siniestro reino, portando el estandarte de Malekith en su vanguardia. Caledor elevó su propio estandarte y llamó a todos los verdaderos Elfos para que se unieran a él en la defensa del reino.
Las Huestes de Anlec[]

Poco pudieron hacer para hacerles frente. Los ejércitos de Nagarythe eran enormes y muy versados en la hechicería y en la guerra, siendo la mayor fuerza militar del mundo. Sus comandantes eran veteranos de la guerra contra los demonios y muchos habían sido entrenados por la mano de Aenarion, después de que éste cogiese la Espada de Khaine. No había unos guerreros más feroces entre todos los Elfos. Además, la fortaleza de Anlec (donde había establecido su corte el propio Aenarion) era prácticamente inexpugnable. Los monstruos eran numerosos en las montañas de Nagarythe, saturadas y llenas de magia, y fueron capturadas y domados por los habitantes del reino. Su montañosa patria con sus valles fortificados era una base casi inexpugnable desde donde efectuar sus incursiones.
Era un conflicto que empezaba muy decantado a favor de los insurgentes, pues las legiones de Nagarythe habían aprendido bien de las enseñanzas guerreras de Aenarion. El credo del guerrero de Aenarion había dejado una marca indeleble en Nagarythe y su ciudadanía: una disciplina férrea, respaldada por el miedo a sus líderes, conducía a las legiones de Nagarythe. Caer era sinónimo de perdición, así que estos guerreros luchaban con un entusiasmo incomparable, pues era mejor caer luchando que perder y enfrentarse a la ira de los cultistas de Morathi. También había los que aprovechaban la oportunidad para arrebatar las tierras a sus coetáneos.
Estos renegados organizaron ejércitos y marcharon con regocijo. Mientras la anarquía reinaba, los Naggarothí se movían con rapidez, invadiendo y tomando muchos de los pasos vitales que atravesaban las Montañas Annulii, que separaban los Reinos Interiores de los Reinos Exteriores. Con ellos, surgieron muchas bestias caóticas que que habitaban las cordilleras de Ulthuan surcadas por los Vientos de la Magia.
Estalla el Conflicto[]

Con la elección de Caledor como nuevo Rey Fénix se pudo convocar a los poderosos jinetes de Dragoneros de Caledor y a las legiones de la Guardia del Fénix. El Rey Fénix Caledor reunió al resto de representantes de los demás reinos para formar un ejército que pudiera hacer frente a la amenaza de los ahora conocidos como Druchii, los Elfos Oscuros. Como andaban escasos de armas, Hotek, el Sumo Sacerdote de Vaul, prometió a Caledor y a sus aliados que él y su orden forjarían armas y armaduras, así como objetos de gran poder, con los que abastecer al ejército. Así, los fuegos de las fraguas del Templo de Vaul ardieron noche y día para equipar a las fuerzas de los Altos Elfos, partiendo nuevas remesas cada luna nueva.
Al principio, Morathi lanzó a sus guerreros aprovechando la confusión imperante en los reinos, muchos de los cuales había quedado sin gobernantes pues habían muerto en el Templo de Asuryan. Los reinos desconocían el peligro que corrían, hasta que las huestes de Nagarythe asediaron sus fortalezas. En Tiranoc y Ellyrion, agentes de los Cultos de los Excesos se habían infiltrado e influenciado a las familias de los príncipes gobernantes. Cuando estalló el conflicto, las fuerzas de Nagarythe ocuparon estos reinos y muchas comunidades élficas cayeron en manos de los seguidores de Morathi, ayudados por traidores que se encontraban en el interior de sus propios muros. Tomaron como rehenes a las familias y permitieron que los gobernantes siguieran ostentando el poder solo para representar la voluntad de Malekith.

A lo largo del invierno siguiente, Anlec intensificó las hostilidades contra los Elfos de Nagarythe que eran leales al Rey Fénix y obligó a retroceder a las facciones que se oponían al regreso de Morathi, quienes se vieron obligados a escapar a Elanardris, el territorio que comprendía las montañas orientales del reino, gobernadas por Eoloran de Anar, uno de los mayores héroes durante la guerra contra los demonios. Elanardris se convirtió en un refugio seguro para los disidentes, incluidos príncipes y capitanes, y miles de guerreros Naggarothi acamparon en las estribaciones de las montañas. La situación en las montañas empeoró cuando los Elfos que escapaban de Cracia desafiaron las traicioneras cumbres de la cordillera en su huida del azote de los Druchii.
Durinne, soberano del puerto de Galthyr, resistió todo el invierno, pero cuando la nieve empezó a derretirse, las fuerzas de reemplazo sitiaron la ciudad y finalmente los Druchii la ocuparon y se hicieron con un buen número de naves que habían elegido el cobijo de su puerto para pasar el verano. Aprovechando que se habían hecho con Tiranoc a causa de la debilidad del regente, y el norte de Ellyrion a pesar de la de la resistencia de sus habitantes, los Elfos Oscuros también se hicieron con los barcos de ambos reinos.

Una vez en disposición de esa flota no había rincón en Ulthuan fuera de su alcance. Viajaron hasta el reino de Eataine y asediar las ciudad de Lothern, acordonando los Estrechos de Lothern de norte a sur. El objetivo de los Naggarothi eran las puertas marítimas, y durante varios años hostigarían las murallas con artilugios bélicos, monstruos repugnantes y malvados métodos brujescos, al tiempo que sectarios internos y agentes infiltrados de Morathi llevaban actos de sabotaje para debilitar las defensas. Los Druchii habían talado hasta el último árbol, explotado los campos hasta convertirlos en eriales y arrasado todos los pueblos y granjas, torturando y asesinando cruelmente a aquellos que no lograron escapar, siempre a la vista de los defensores para minar su moral.
Sin embargo, Lothern aguantó con gran resolución durante cinco años, hasta que finalmente los ejércitos de Caledor llegaron para poner fin al asedio acompañado de varios dragones, expulsando de allí a los Druchii, y liberando la ciudad, poniendo a disposición del Rey Fénix la flota y el dominio de los mares. Lothern se convirtió en un remanso seguro contra el avance de los Druchii y en refugio de los Elfos obligados a huir de Ellyrion y Tiranoc por los guerreros de Anlec.
Con esta victoria, los ejércitos de Caledor lograron detener, y hacer retroceder, el avance de las fuerzas Druchii, hasta llegar a un punto muerto. Este fue el momento en el que los Anar se alzan oficialmente contra el régimen de Morathi.
La Caída de la Casa Anar[]

Durante los primeros años, la Casa de Anar y sus aliados se conformaron con realizar pequeñas escaramuzas a la fuerzas Druchii para entorpecer el avance de sus fuerzas, y darle tiempo a Caledor para que pudiera reorganizar su ejército. Cuando las fuerzas de Morathi se vieron obligadas a replegarse, enviaron un mensaje en el que proclamaban que Elanardris desafiaba a Anlec y que nunca se postraría ante la Reina Bruja. Esa artimaña era el cebo de la trampa, pues los comandantes Druchii nunca iban a tolerar tamaña afrenta contra Morathi.
La zona donde se llevaría a cabo la confrontación sería en el terreno cenagoso del Enniun Moreir, el Pantano Oscuro.
En la Batalla del Pantano Oscuro, el ejército de los Anar, comandado por Eothlir y Alith, hijo y nieto de Eoloran respectivamente, permanecieron firmes ante las poderosas huestes de Elfos Oscuros. En esta batalla, los Elfos leales eran superados en número en una proporción de 3 a 1, ante un enemigo cruel y veterano en muchas batallas. Eothlir era un gran estratega y los regimientos de arqueros que lucharon junto a él superaron a los Druchii durante largas horas. Cientos de Elfos Oscuros murieron cruzando el pantano, atravesados por flechas negras sin tener tiempo de alcanzar las líneas de batalla. Los guerreros Druchii, enloquecidos, se lanzaron sobre los regimientos de Eothlir, pero incluso entonces parecía que los Elfos leales lograrían imponerse. Gracias al apoyo de su bando, Eothlir logró resistir.

El estandarte altivo de los Anars ondeó durante un momento, justo antes de que fuese aplastado bajo el peso de un inmenso Dragón Negro. El general Druchii que montaba a la bestia era Kheranion, quien había sido el azote de los Naggarothi contrarios a la tiranía de Morathi y uno de los genocidas más despiadados de Nagarythe.
La bestia causó una enorme matanza entre los Elfos de los Anar, que empezaron a huir presas del pánico. Cuando el propio Eothlir fue herido de muerte por Kheranion, un estremecimiento de pánico se extendió por todo el ejército Alto Elfo. Mientras caía al suelo, la sangre le salió a borbotones por los labios y Eothlir solo pudo exhalar un último grito de advertencia a su hijo: "Alith, huye".
Pocos guerreros de Alith Anar sobrevivieron a aquella batalla. Fueron además perseguidos por los pantanos y ciénagas durante largas semanas, hasta que los Elfos Oscuros abandonaron la búsqueda. Cuando al final salieron de su escondite, Alith Anar y sus guerreros comprobaron que su hogar ancestral había quedado convertido en ruinas y se apilaban por doquier los cadáveres de viejos y jóvenes por igual. Allí supo que su madre había sido asesinada, y su abuelo, Eoloran, llevado a las mazmorras de Anlec, y nunca más se le volvió a ver.
Ese día, Alith Anar y sus guerreros profirieron juramentos terribles de venganza contra los Elfos Oscuros.

Con la destrucción Elanardris, Alith y sus seguidores huyeron a Ellyrion donde se unieron a las fuerzas del reino de Ellyrion, comandados por el príncipe Finudel y su hermana Athielle, contra las fuerzas Druchii, comandadas por Kheranion. Su presencia fue esencial en la Batalla de las Llanuras de Ellyrion. Allí, el ejército Elfo Oscuro había reunido decenas de lanzavirotes y la carnicería que desataron sobre los Altos Elfos fue terrible. Mientras el ejército del Rey Brujo avanzaba, los lanzavirotes destripadores se fueron silenciando uno tras otro, ya que Alith Anar y sus guerreros leales emergían de repente y mataban a su dotación. Kheranion y su bestia causaron una gran mortandad en las fuerzas ellyrianas, y a punto estuvieron de matar a Athielle, pero la oportuna llegada de los dragones de Caledor decantó la batalla a favor de los fuerzas del Rey Fénix, y Kheranion cayó muerto en el enfrentamiento.
Después de la batalla, Alith Anar y los suyo regresan a Nagarythe para continuar la guerra contra los Elfos Oscuros a su manera.
La Batalla por Avelorn[]

Tras seis años de campañas y luchas, Caledor había conseguido mantener a raya a los Druchii. Sin embargo, a pesar de que estas victorias habían conseguido repeler las últimas ofensivas de los Elfos Oscuros, cada Druchii acumula dos siglos de entrenamiento bélico, y la mayoría habían pasado muchos más años ejercitándose en la guerra, mientras que a Caledor le costaba reclutar a nuevos soldados, siendo muchos de ellos inexpertos en las lides de la guerra. También muchos tenían que ser destinados a las guarniciones que protegían las ciudades de los príncipes de los ataques de los miembros de las sectas ocultos.
Solo gracias a los dragones, había evitado que Ulthuan acabara sucumbiendo. Por ello, el Rey Fénix eludía la lucha abierta; sabiendo que no podía derrotarlos de manera definitiva. Por ello, mientras se organizaba un ejército profesional, intentaba retrasar la victoria del enemigo mientras le fuera posible, valiéndose de sus dragones para atacar los ejércitos de Morathi cuando marchaban, para luego retirarse. Los comandantes Druchii le siguieron el juego durante bastante tiempo, hasta que Morathi decidió que era momento de obligarle a entrar en acción.
Para ello, lideró una gran hueste de Druchii formado con soldados profesionales, fanáticos khainitas y bestias de las Annulii, y se dirigió hacía el reino de Avelorn. Hasta entonces, aunque los Elfos Oscuros habían causado un gran daño a los bosques encantados, no habían logrado un éxito realmente relevantes, pues apenas podían hacer frente a los poderes de la Reina Eterna Yvraine y los habitante faéricos de los bosques. Sin embargo, gracias a sus pactos con los demonios, Morathi estaba segura de igualar el poder de la Reina Eterna gracias a sus capacidades con la Magia Oscura.

Para la Hechicera Bruja, la invasión de Avelorn tenía un doble objetivo. Por un lado, estaba el de apoderarse de la energía mágica que había en Avelorn, y era lo que daba a la Reina Eterna sus poderes. Por el otro lado, quería ver humillada a Yvraine antes de matarla, pues, como hija de Aenarion y de su primera esposa, se había negado junto con los príncipes del Primer Consejo a que Malekith fuera coronado Rey Fénix.
Cuando Caledor se enteró de esto, envió a un ejercito comandado por su primo Thyrinor a unirse a las fuerzas de la Reina Eterna y protegerla a ella y el Valle de Gaen, que es donde radica el poder de Avelorn. El Aein Yshain debía ser protegido a toda costa. Su cercanía al Santuario de Isha impulsaba los poderes de Yvraine hasta sus cotas más elevadas. La estrategia de Yvraine consistía en atraer a Morathi y a sus huestes lo suficiente hasta el Valle de Gaen, conteniéndolos en el angosto istmo que separaba el Valle del resto de Ulthuan para reducir la ventaja numérica del ejército Druchii.

Aunque el general Asur no estaba del todo de acuerdo con el arriesgado plan de la Reina Eterna, accedió a ejecutarlo. Durante la batalla se enfrentó contra la propia Morathi en un combate aéreo. A pesar del poder destructivo de su dragón, la viuda de Aenarion hizo acopio de sus poderes oscuros para destruir a la bestia, haciendo caer a su jinete hacia una muerte inevitable. Con al muerte de Thyrinor, parecía que los Elfos Oscuros acabarían por imponerse, por lo que Yvraine decidió llevar a cabo un gran sacrifico. Sabiendo que Morathi corrompería aquella tierra para siempre, la Reina Eterna fundió su espíritu con el del árbol sagrado para desencadenar un cataclismo, aunque ello suponía perder gran parte de sus poderes.
El suelo del istmo empezó a temblar y aparecieron grietas enorme que lo atravesaban de costa a costa. Una muralla de aguas espumosas se precipitó por las hendiduras abiertas en la tierra de Avelorn sobre ambos ejércitos, cuyos integrantes empezaron a huir como podían. Morathi, atrapada en medio del desastre, llamó a los demonios para que la sacaran de allí justo cuando las trombas de mar colisionaban debajo de ella, destruyendo el istmo. Muchos Elfos de ambos bandos habían sido demasiado lentos y las aguas los habían engullido. Yvraine contempló la retirada del ejército Druchii en la orilla opuesta. La Reina Eterna suspiró, embargada por una sensación de vacío y de extenuación. El Valle de Gaen se había separado definitivamente del resto de Ulthuan, y la desaparición del istmo simbolizaba la desvinculación de sus poderes mágicos que la Reina Eterna había obrado entre su santuario y Ulthuan.
Los Guerreros Sombríos[]

Mientras todo esto acontecía. Alith Anar no se había quedado de brazos cruzados. Poco antes de la invasión de Avelorn por parte de Morathi, él y los suyos habían regresado a las antiguas tierras de Elanardris, Alith se proclamó Rey Sombrío y Señor de Nagarythe, y fundó el cuerpo de los Guerreros Sombríos. Pasó un año entrenando a sus guerreros, empezaron a tender emboscadas brutales a los ejércitos de Elfos Oscuros, mataron a mensajeros, destruyeron cadenas de suministros y cortaron el envió de tropas de refuerzo a las huestes Druchii.
Los ataques de los Guerreros Sombríos fueron recibidos con perplejidad en todo Ulthuan, y enseguida se corrió la voz entre los Elfos Oscuros y sus enemigos. Se contaban entre susurros que el ejército Sombrío estaba compuesto por espíritus de los sacrificados en honor de Ereth Khial que habían escapado del inframundo dominado por la diosa en busca de venganza. Cuando Alith oyó esas historias, decidió aprovecharse de ellas. Utilizaba como armas sus miedos y, a la mínima oportunidad, aterrorizaba a los Druchii. Tras cada ataque, vejaban los cadáveres de sus enemigos y los abandonaban a los carroñeros con las runas de la sombra y la venganza marcadas en sus restos. Los Sombríos siempre dejaban un puñado de supervivientes a los que permitían huir para que propagaran entre los demás su pavor y su espanto, extendiendo el miedo entre las filas enemigas.

Con el tiempo, sus ataques empezaron a ser más audaces. De igual modo que las legiones de Anlec habían propagado el sufrimiento y el pavor por Ulthuan, los Guerreros Sombríos de Alith sembraron el terror y la aflicción entre los Druchii. Sus incursiones abarcaban los territorios de Tiranoc y Nagarythe, y en ocasiones, incluso se animaban a adentrarse en el mismo Anlec para asesinar a miembros de las cortes y marcar sus cuerpos con sus aterradores símbolos. Era rara la vez que se reunían en gran número, de ese modo mantenían en una duda permanente a los ejércitos Druchii, que no sabían si marchar al sur o al norte, patrullar las montañas o emprender una batida por pantanos y llanuras.
Enfurecida por estos contratiempos, Morathi envió patrullas para dar caza a Alith y a los suyos, pero regresaban con las manos vacías, o en el mejor de los casos ni regresaban, ya que los castigos de la reina bruja a aquellos que le fallaban eran indescriptibles. De vez en cuando, Alith ordenaba una pausa en los ataques que podía prolongarse varias semanas, para que los Druchii pensaran que había sido capturado y ejecutado. Pero se equivocaban, y cuando regresaba, Anar emprendía una serie de ataques sincronizados por todos los territorios dominados por los Elfos Oscuros en los que asesinaron oficiales, quemaron campos y robaron suministros.
La Guerra se Intensifica[]

Las drásticas acciones emprendidas por la Reina Eterna y las acciones del Rey Sombrío propiciaron un cese de la lucha abierta. La ausencia de huestes Druchii que saquearan los reinos rebajó la presión que constreñía a Caledor. Sin embargo, la reunión de las tropas enviadas a Avelorn había supuesto una reducción en las guarniciones de todos los reinos orientales, lo que había tenido como consecuencia un aumento en los sacrificios y los asesinatos cometidos por los miembros de las sectas. Una paz relativa se instaló en Ulthuan mientras los bandos enfrentados se reagrupaban y estudiaban nuevas estrategias.
Por desgracia, la balanza volvió a decantarse a favor de los Elfos Oscuros.
Giro de los Acontecimientos[]

En Saphery, ya entonces un reino famoso por sus magos, los Príncipes Hechiceros habían estado luchando entre ellos, ya que habían demasiados en esa tierra que habían llevado sus investigaciones mágicas demasiado lejos y en cuyas almas había entrado la oscuridad.
Mientras el Príncipe Hechicero Thyriol ayudaba a encontrar a los sectarios en los demás reinos, las tinieblas se cebaron en sus propios dominios. Los agentes de Morathi llevaban mucho tiempo corrompiendo a varios vasallos hacia la senda tenebrosa. Estos magos traidores habían sido degenerados por Morathi y atraídos al estudio de la hechicería oscura, con lo cual no les costó subvertirse a la causa de Nagarythe. Entre los traidores estaban su hija Illeanith y su nieto Anamedion.
Thyriol tuvo que llevarse a casi todo los magos del ejército de Caledor para hacer frente a esta amenaza, pues las torres de Saphery albergaban muchos y muy valiosos secretos que no podían caer en las manos de los Druchii. Aunque el número de hechiceros corrompidos era inferior al de los magos leales al Trono del Rey Fénix, sus hechizos habían sido mejorados por una magia mucho más potente que la empleada por los otros magos. Duelos mágicos titánicos entre magos y hechiceros devastaron las tierras del reino.

En Cothique, el príncipe Tithrain tenía que vérselas con los refuerzos de Elfos Oscuros llegados de Elith Arvan, liderados por las sectarias khainitas Hellebron y Lirieth. Durante años, los Elfos de las colonias también se enfrentaron entre ellos a favor de uno de los bandos. Durante el asedio que había soportado su ciudad natal, la población se había inculcado el culto a Khaine, hasta que Alandrian, príncipe de la ciudad y padre de Hellebron y Lirieth, comunicó que la ciudad sería arrasada y todos sus habitantes serían evacuados a Ulthuan para combatir a favor de Morathi.
A su llegada a Cothique, los Druchii arrasaron todo lo que encontraron a su paso, y los sectarios Khainitas sacrificaron a los habitantes en honor a su dios. El príncipe Tithrain apenas pudo detenerlos con las pocas miles de tropas con las que contaba, y con los problemas que habían en otros lugares, el Rey Fénix Caledor no podía prescindir de tropas para ayudar a Cothique, por lo que tuvo que dejar a sus habitantes a su suerte, ocultándose en bosques y montañas mientras los khainitas les daban caza.
La situación duró varios meses hasta que Hellebron y Lirieth fueron llamadas por su padre al norte, para ayudarle a dar caza a Alith Anar y a sus tropas, y con la ayuda de hechiceros y videntes entrenados por Morathi, consiguieron tenderle una trampa. Lirieth murió durante el enfrentamiento contra el Rey Sombrío, pero su hermana la vengó y le arrebató la vida a su asesino. Los supervivientes se vieron obligados a huir y ocultarse de nuevo en las montañas, donde tardarían años en recuperar sus fuerzas, sin poder lanzar realizar ataques verdaderamente perjudiciales a los Druchii durante ese tiempo.
Con todo, el golpe más duro estaba aún por llegar, pues incluso en las tierras de Caledor, reino considerado incorruptible por muchos y, por tanto, a salvo de las tretas de los Naggarothi, se iba a producir uno de los golpes más duros a la moral del Rey Fénix de Ulthuan.
El Robo del Martillo de Vaul[]

Los primeros signos de sospecha llegaron cuando numerosos príncipes acusaron al Rey Fénix Caledor de no estar haciendo nada para ayudarlos y que apenas contaban con las armas necesarias con las que equipar a sus soldados. El Rey Fénix les aseguró que los fuegos de las fraguas del Templo de Vaul ardían día y noche para equipar a los ejércitos Asur, pero los príncipes le respondieron que desde hacía más de tres años no les habían llegado ni una sola remesa, y no era plausible que absolutamente todas hubiesen sido interceptadas. Ante estas noticias, Caledor voló inmediatamente hacia el Templo de Vaul para que Hotek, el Sumo Sacerdote, le diese explicaciones personalmente, pero lo que se encontró allí fue la más nefasta de las traiciones.
Incluso antes de que estallara la Guerra Civil, el sacerdote había sido manipulado por Morathi y se había unido a su causa. En los últimos años, Hotek había estado forjando en secreto armas con encantamientos para los ejércitos de los Elfos Oscuros usando el Martillo de Vaul, que Caledor Domadragones había usado para forjar armas para Aenarion, además de desviar las remesas de pertrechos hacia Nagarythe. Cuando Caledor se enteró de esto, trató de detenerlo, pero Hotek logró escapar y busco santuario en Anlec, la capital de los Druchii, llevándose consigo el Martillo de Vaul, utilizado para forjar los más extraordinarios artefactos de los Elfos, y las pieza de una poderosa armadura mágica en la que había estado trabajando lo últimos años para un propósito desconocido.

Aunque se logró recuperar el Templo de Vaul y sus forjas volvían a producir armas para los Altos Elfos, el robo del Martillo supuso un duro golpe pues limitaba en gran medida su capacidad de crear las armas y armaduras mágicas más poderosas.
Por primera vez desde que había sido coronado Rey Fénix, Caledor se sentía superado por la tarea que se le presentaba. Después de cada victoria que había cosechado, el enemigo había resurgido. Cualquier ventaja que creía poseer (los dragones, los magos de Saphery, los poderes de Reina Eterna, los artificios de Vaul) se la habían arrebatado. En trece años que duraba ya la contienda, nunca se había sentido derrotado, pero ahora no veía el modo de salir victorioso de ella.
El Regreso de Malekith[]

Como en ocasiones anteriores, la guerra quedó en suspenso sin un claro bando dominante. Todavía conmocionado por la traición de Hotek, Caledor se sintió alentado por las noticias llegadas de Saphery.
Thyriol y sus magos se habían impuesto a los Brujos Druchii. Muchos de ellos murieron, entre ellos su propio nieto Anamedion, y al resto los expulsaron de sus dominios; no obstante, buena parte del territorio de Saphery había quedado devastado por las batallas de magia libradas, y varios de los magos traidores, incluida Illeanith (su propia hija), quienes habían sobrevivido y huido a Nagarythe, para asolar al mundo con sus perversos poderes.
Ese año transcurrió sin incidentes destacables. Abundaron los rumores sobre luchas en Nagarythe, y Caledor oyó que los seguidores de Alith Anar habían reanudado las hostilidades contra las tropas de Morathi. Los príncipes habían dado su respaldo incondicional a Caledor y, valiéndose de todas sus influencias y habilidades políticas, habían hecho arribar naves cargadas de Elfos desde el otro lado del Gran Océano, desde Elthin Arvan y más allá, preparados para servir al Rey Fénix.
Liberación de Cothique[]

Los Druchii tampoco permanecieron de brazos cruzados, y continuaron realizando incursiones en Cracia con la intención de apoderarse del reino y establecer una ruta por tierra entre Cothique y Nagarythe. La flota de Eataine todavía controlaba los mares, y a menudo interceptaban las naves que transportaban suministros al reino Naggarothi desde los territorios ocupados en el este.
Por boca de Elfos liberados en esas acciones de abordaje, los súbditos del Rey Fénix se enteraron del terror que asoló Cothique. La población había sido esclavizada por los Elfos Oscuros invasores y obligada a trabajar en los campos y en las minas al son de los latigazos para proveer a Nagarythe de alimentos y de minerales. Los focos de resistencia habían sido exterminados, y todo aquel que simplemente miraba mal a los capataces Druchii era arrastrado hasta uno de los numerosos templos de Khaine, que habían proliferado a lo largo y a lo ancho del reino.

El miedo regía en Cothique, y los esclavos creían que habían sido abandonados a su suerte. Sin esperanzas de ser rescatados, muchos se habían unido a los Druchii y habían abrazado su tétrica adoración a los Dioses Oscuros, y en su caída habían arrastrado a sus familiares y amigos. Estas noticias eran lo que más perturbaba a Caledor. Había que cortar de cuajo el más leve indicio de que la colaboración con los Druchii era posible.
Con un nuevo ejército formado, el Rey Fénix Caledor y sus huestes cruzaron la frontera con Cothique sin hallar oposición. Sin embargo, lo que encontraron resultó mucho más desalentador que todo un ejército preparado para luchar. Pueblos y ciudades habían sido arrasados. Los campos y los caminos estaban sembrados de cadáveres recientes, y en las grandes ciudades, las masacres eran aún peores.
A primera vista, la carnicería no tenía sentido. Los campos estaban intactos, y no se habían saqueado los almacenes. Algunos cuerpos mostraban indicios de haber sido utilizados en rituales de sacrificio, pero la mayoría simplemente habían sido asesinados y abandonados a la intemperie, con un tajo en la garganta o una cuchillada en el estómago. Todo apuntaba a la recuperación de un Cothique yermo, y los Elfos marchaban en un silencio inquebrantable; algunos se veían sobrepasados por las escenas que presenciaban y se derrumbaban sobre las rodillas, llorando, incapaces de proseguir la marcha.

Tras varios días de marcha, el ejército todavía no se había encontrado con ningún obstáculo. Aquí y allá aparecían supervivientes anonadados que habían permanecido escondidos en las cuevas y en los bosques; algunos, incluso, se habían camuflado entre las pilas de cadáveres para escapar de las mortales atenciones de los Druchii. Todos ellos describían las orgías de sangre que habían asolado el reino desde la llegada de la primavera. Pueblos enteros habían desaparecido, arrasados por los Elfos Oscuros que recorrían los bosques y los campos destrozando todo lo que encontraban a su paso. Mataban por matar. Según pasaron los días, se hizo evidente que no hacía demasiado tiempo que los Druchii habían abandonado Cothique.
Cuando el Rey Fénix se entrevistó con el príncipe Thyriol, este le informó que el enemigo había sido llamado a Nagarythe, y que toda aquella matanza fue producto de la ira de los khainitas. Cuando se enteraron de que debían marcharse, resolvieron asesinar a cuantos pudieran antes de partir. Lo que no sabían era el propósito por el que las huestes había sido llamadas de regreso a Anlec, aunque era algo que estaban a punto de descubrir.
El Rey Brujo[]

Sin que hasta el momento nadie lo hubiera adivinado, Malekith sobrevivió milagrosamente a las llamas sagradas del Templo de Asuryan. Morathi se ocupó de su hijo y cuidó de él hasta restablecer su salud. Con ayuda de los poderes oscuros de la hechicería, consiguió que su hijo se recuperase rápidamente. No obstante, su ya de por sí torturada mente quedó alterada hasta rebasar los límites de la cordura. La amargura y la furia habían alimentado la voluntad de Malekith, manteniéndolo durante los largos años de agonía que había sufrido. Malekith sabía que debía dirigir en persona a sus seguidores, pero sabía también que su cuerpo estaba demasiado débil como para soportar los rigores de la batalla, por ello, haciendo acopio de sus fuerzas, ordenó que le forjaran una gigantesca armadura que le proporcionaría la fuerza necesaria a su ajado y quemado cuerpo.
Con el Martillo de Vaul y la ayuda de los hechiceros de Saphery traidores, Hotek terminó de forjar la fantástica armadura negra en la que había estado trabajando durante años, y que proporcionaría fuerza al maltrecho Malekith. Dado que resultaba imposible apagar los fuegos que aún ardían en la carne del príncipe y, por tanto las quemaduras nunca sanarían del todo, Hotek decidió fundir la armadura recién forjada directamente en el cuerpo de Malekith. Después de soportar el fuego de Asuryan, ni tan solo el infernal calor de sus forjas podría herirle. Ataviado con su armadura (la conocida como la Armadura de la Medianoche), Malekith pudo ponerse de nuevo al frente de sus ejércitos, y en la frente de su gran casco decorado con cuernos soldó la Corona de Hierro, un poderoso artefacto mágico que había encontrado en sus travesías. Tras jurar votos de venganza, Malekith obtuvo un gran poder como hechicero.
Después de aquel día, todo aquél que observase la figura de Malekith quedaba sobrecogido y temblaba, ya que era la encarnación del terror. La armadura fue cubierta de viles y malignas runas que obtenían su poder directamente del Reino del Caos, y que herían y confundían los ojos de cualquiera que la mirase. En su escudo se hallaba la runa de Slaanesh, del cual Malekith se declaraba descendiente por línea materna. En su espada se hallaba la runa de Khaine, como referencia al arma empuñada por su poderoso progenitor Aenarion. A partir de entonces, dejó de ser el príncipe de Nagarythe y, desde ese momento y por siempre jamás, sería conocido como el Rey Brujo.

Después, se lanzó a la batalla montado en una dragona negra, criada en secreto lejos de los ojos curiosos de los domadragones de Caledor. Sulekh era su nombre y era una bestia temible, llena de cicatrices de combate y la única superviviente de una nidada de ocho dragones. Su temperamento era diabólico e impredecible, y solo el Rey Brujo podía aproximarse a ella. Con promesas de sangre y masacre, y amenazas de dolor y humillación, Malekith había sometido a Sulekh a su voluntad y la había alimentado con Piedra Bruja, con lo que era verdaderamente monstruosa. La visión de ambos en el campo de batalla era aterradora, y allí donde el Rey Brujo lideraba a los ejércitos de Nagarythe siempre conseguían una victoria rápida.
Los primeros en sentir su ira fueron los Guerreros Sombríos de Alith Anar, quien no había muerto en la trampa de Alandrian años atrás. A quien Alandrian había matado en aquella ocasión era un seguidor que se hizo pasar por el Rey Sombrío, mientras que el propio Alith escapaba. Durante años, él y sus seguidores se mantuvieron ocultos en las montañas orientales de Nagarythe, y cuando se enteraron de la existencia del Rey Brujo, le desafiaron. Para su sorpresa, descubrieron que el Rey Brujo era Malekith resurgido. Fueron perseguidos hasta las montañas, pero gracias a que conocían las cumbres y los pasos mejor que nadie, lograron escapar. Tras esto, espiaron a las huestes de Elfos Oscuros.
Lucha de Estrategas[]

Al norte de Ellyrion, cerca de las estribaciones de las Annulii, Malekith y Caledor se enfrentaron por primera vez en batalla liderando respectivamente a su ejércitos, aunque el Rey Fénix todavía no sabía quien era el oscuro general que lideraba las fuerzas enemigas. No sin cierta dificultad, Caledor se hizo con la victoria, y Malekith huyó del campo de batalla montado en su dragona sin entrar en ningún momento al combate.
La alegría de aquella victoria le duró poco a Caledor, pues tras la batalla, el propio Alith Anar le informó de la situación: La primera noticia era que Malekith seguía vivo, y lo que había hecho aquel día no era sino una escabechina con un puñado de tiranocii asustados, obligados a luchar a favor del Rey Brujo para no sufrir un destino peor en manos de los cultistas. Malekith había sacrificado aquel ejército sin inmutarse, solo para medir las capacidades de Caledor como general, estratega y guerrero.
La segunda noticia era que Malekith estaba a disposición de un ejército mucho mayor y más peligroso. Morathi había sabido todo ese tiempo que su hijo sobreviviría y estuvo reuniendo un ejército para él, formado por los Druchii más despiadados, entrenando a auténticos caballeros de Anlec. Morathi los había mantenido ocultos en la Isla Marchita, donde habían sido aleccionados en las artes más mortíferas de Khaine en su mismo altar ensangrentado. Todo aquel ejército estaba reforzado por centenares de fanáticos cultistas, entre los que destacaban los servidores de Slaanesh.

Al enterarse de todo aquello, Caledor se vio obligado a replantear su estrategia. Ahora el plan consistía en negarle una victoria definitiva al Rey Brujo, para que la frustración se apoderará de él y cometiera errores, momento en el que lanzarían el ataque definitivo. Había que oponérsele con toda resistencia posible allí donde él y su ejército acometiera un avance, pero sin arriesgarse a comprometerse en una batalla abierta. A pesar de que los Druchii habían disfrutado de una breve supremacía naval con el regreso de los barcos de las colonias, varias batallas libradas a lo largo de las costas de Cothique y de Yvresse habían devuelto la ventaja a las fuerzas de Caledor, por lo que ahora sus ejércitos podían desplazarse más rápidamente tanto por el océano como por el Mar Interior.
El plan se puso en marcha. Se despacharon, con gran alarde y descaro, emisarios con destino a las guarniciones para que informaran de la artimaña que estaba fraguándose, con la esperanza de que las disposiciones fueran interceptadas y cayeran en manos de los Druchii. Entretanto, los príncipes regresaron a sus respectivos reinos con los verdaderos planes y con la instrucción tajante de que no se confiaran a nadie más.
Llegado el momento, Malekith ordenó a su huestes invadir Cracia. Fue cruel y muchas fueron sus victorias, pero a pesar de toda la astucia y ferocidad de las huestes de Nagarythe, no le sirvieron de nada. Cuando la verdad de lo ocurrido surgió a la superficie, lenta pero inexorablemente, los Elfos se pusieron de parte de Caledor. Los cracianos que se enfrentaron a Malekith ofrecieron una fiera resistencia, luchando una astuta campaña basada en las emboscadas y contraataques, mientras que los Sombríos de Anar destruían puentes y cortaban carreteras.

Ninguna de esas acciones habían detenido el avance Druchii, e incluso el número de bajas que habían infligido en el ejército de Malekith era tolerable, pero los continuos retrasos e interrupciones eran un permanente motivo de irritación para el Rey Brujo. Malekith se vio obligado a regresar a Nagarythe cuando su madre le informó de que el Rey Fénix había invadido Tiranoc, lo que suponía una amenaza pues la frontera oeste estaba desprotegida. Cuando el Rey Brujo salió a enfrentarse a Caledor en Tiranoc, este y sus guerreros se había replegado, solo para flanquear a los soldados de Nagarythe y contraatacarlos desde puntos inesperados.
Las predicciones de Caledor se cumplieron: minados por esta guerra de ataques relámpago de “golpear y huir”, los ejércitos del Rey Brujo avanzaban, vacilaban, se reagrupaban y volvían a atacar de nuevo. Los Elfos Oscuros carecían de las unidades necesarias para lanzar una ofensiva total sobre Ulthuan. Negando a Malekith la batalla que necesitaba para proclamar su victoria, el Rey Fénix y sus príncipes aliados consiguieron suavizar las ofensivas Druchii al tiempo que minimizaban sus bajas. A veces, Caledor tomaba la iniciativa y sondeaba los pasos entre Nagarythe y Ellyrion, o enviaba expediciones para realizar incursiones conjuntas con los Anar por la frontera con Cracia. Caledor se empecinaba en intentar empujar al enemigo a realizar un movimiento precipitado, pero el Rey Brujo era un general demasiado astuto como para dividir sus fuerzas o extender más de lo debido sus campañas.

Este duelo entre los ejércitos se prolongó durante varios años en los que ningún gobernante se impuso en Ulthuan, ya que ambos bandos no consiguieron la victoria aplastante necesaria para asegurar el poder. Los Druchii pusieron a prueba la determinación del Rey Fénix y de sus partidarios. Se incendiaron ciudades y se empujaron al exilio a poblaciones enteras, pero en cuanto el ejército de Nagarythe se marchaba, Caledor visitaba las regiones arrasadas; un gesto que demostraba su unión con el pueblo del que era soberano.
A pesar de que conservaba el temperamento irascible y la brusquedad a la hora de hablar, Caledor intentaba por todos los medios no sólo liderar con el ejemplo, sino también insuflar ánimos a quienes lo rodeaban. En el campo de batalla se mostraba implacable, y luchaba con denuedo a lomos de Maedrethnir, su dragón, siempre en la vanguardia de sus tropas. Cuando la retirada era inevitable, también allí estaba, mostrando a quien quisiera verla su ira, y su presencia reforzaba la determinación de aquellos que habían visto cómo las llamas consumían sus hogares.

Malekith y Morathi trataron por todos los medios de acabar con el Rey Fénix. Los viajes que Caledor realizaba entre los reinos eran objeto de emboscadas, y el Rey Fénix sufrió varios atentados contra su vida. Los Leones Blancos le salvaron de muchos intentos de asesinato. A pesar de las precauciones, la astucia de los asesinos khainitas, sumada a la determinación de Malekith por ver muerto a su rival, obligaban al Rey Fénix a convivir con el peligro permanente, y en una ocasión estuvieron a punto de lograr su objetivo. Las sectas, aunque habían perdido bastante de su pujanza y de su poder, todavía contaban con agentes y redes clandestinas.
Sobre Caledor no se cernió únicamente el peligro de un ataque físico, sino también mágico, aunque su guardia personal de hechiceros de Saphery rechazaron todos los mortíferos hechizos lanzados contra él. Durante todo un invierno vivió acosado por pesadillas y dolores de cabeza terribles. Temiendo que fueran obra de la brujería, convocó a Thyriol, quien confirmó que estaba siendo víctima de una maldición. El mago elaboró una serie de conjuros para contrarrestar el encantamiento y le dio talismanes que para proteger a Caledor de todo maleficio.
También hubo otros intentos menos sutiles de emplear la magia contra el Rey Fénix. Durante una travesía entre Ellyrion y Saphery por el Mar Interior, una tormenta devastadora envolvió la nave de Caledor. La nave sufrió numerosos desperfectos y docenas de Elfos que pertenecían a la tripulación desaparecieron arrastrados por las olas. Al final, el barco arribó renqueante a Lothern, después de que la tripulación luchara día y noche para evitar que el navío se hundiera, incluso el propio Caledor ayudó a achicar el agua, utilizando el legendario yelmo de batalla del Rey Fénix como balde.

Cada encontronazo con la muerte sólo servía para alimentar la determinación de Caledor. Desde que había empezado el conflicto, la guerra ya le había arrebatado a un hermano y a dos primos, además de otros parientes lejanos y numerosos amigos, pero se negaba a ceder. Se hizo de dominio público que cuando el Rey Fénix se irritaba, se rascaba la cicatriz que le había dejado la daga de un asesino, y todo el mundo sabía que en ese momento debía desistir de continuar la discusión con su monarca. A veces, en los días más calurosos del verano Caledor sufría accesos febriles, pues los efectos del veneno del arma no habían sido eliminados por completo.
A pesar de estas frecuentes causas de distracción, el Rey Fénix no perdía detalle del transcurso de la guerra. Todo ardid o artimaña, todo amago o reacción de Malekith se saldaba con un fracaso. Más de diez años después del primer ataque del Rey Brujo, la victoria no estaba más cercana para ninguno de los contendientes.
La Batalla de Maledor[]

Finalmente, en el campo de Maledor, en la entrada de los pasos de Nagarythe, el Rey Fénix se enfrentó en combate al propio Rey Brujo. Durante años, ambos habían sopesado sus fuerzas con el poder de sus ejércitos y en Maledor ambos tuvieron que enfrentarse cara a cara. A lomos de su cruel Sulekh, el Rey Brujo se puso al mando de su ejército lanzándolo a un ataque supremo contra las apretadas filas de lanceros y arqueros reunidos por Caledor.
La primera colisión entre ambos ejércitos retronó por todo el páramo. Los Señores de las Bestias soltaban todo tipo de monstruos que causaban estragos en las filas Asur antes de sucumbir a cientos de espadas y lanzas. Las khainitas liderabas por Hellebron se lanzaban como poseídas por demonios contra la guardia de Leones Blancos, acuchillando a sus enemigos con dagas envenenadas, sin importarles los poderosos hachazos de sus contrincantes. Los arqueros arrojaban un torrente de flechas sobre los caballeros Druchii. La falange de lanceros de Caledor se adentró cuanto pudo en la línea enemiga, creando un efecto de embudo que avivó las ansias de los Druchii de atacar a los más aguerridos soldados del Rey Fénix. Dragones, Grifos y Mantícoras se deslizaban por el cielo, obligados a mantenerse a una mayor altitud por las baterías de lanzavirotes de ambos ejércitos. Los jinetes de uno y otro bando libraban un duelo por el dominio aéreo.
Mientras las lanzas y las espadas, las hachas y las picas proseguían su batalla en tierra, una lucha mucho más esotérica, pero no por ello menos cruenta, tenía lugar en el cielo. Los vientos mágicos cambiaban de sentido continuamente como consecuencia de la pugna que mantenían los hechiceros de Morathi y los magos de Thyriol. Los hechiceros Elfos Oscuros desataron rayos de energía negra e invocaron el poder de tempestades con las que devastaron las líneas de guerreros del ejército del Rey Fénix. En la hueste de Caledor, los magos de Saphery dispersaron la Magia Oscura de los hechiceros de Morathi y sus discípulos, y lanzaron bolas de fuego y muros de llamas azules sobre la carga de los guerreros Naggarothi.

Al comprobar que su ataque perdía ímpetu, Malekith intervino. Lanzándose en picado desde el oscuro cielo, Sulekh y Malekith se estrellaron contra la hueste élficas. Unos rayos de color púrpura destellaban en las puntas de los dedos de Malekith matando a decenas de Elfos, mientras Sulekh escupía nubes de gas nocivo. Las flechas y las lanzas parecían no hacer daño en la armadura del Rey Brujo ni en las duras escamas de su dragón. Tres príncipes élficos: Tithrain, Carvalon y Finudel cayeron bajo la espada embrujada de Malekith y las garras de Sulekh.
A pesar de que la batalla se ponía en contra de su ejército, Caledor lideró el contraataque, montado sobre su dragón Maedrethnir, y rodeado de los cazadores de Cracia y flanqueados por la silenciosa Guardia del Fénix de Asuryan. Mientras Malekith causaba destrozos en la línea ellyriana, levantó la mirada y vio al enorme dragón rojo descendiendo en picado hacia él, con una figura enfundada en una armadura de oro como jinete. Finalmente el Rey Brujo y el Rey Fénix se enfrentaban cara a cara.
Las compañías de los Leones Blancos y de la Guardia del Fénix cargaban contra el ejército Naggarothi cuando la dragona negra de Malekith emprendía el vuelo para encontrarse cara a cara con el Rey Fénix. Las monturas draconianas de ambos reyes empezaron a volar en círculo y se lanzaban zarpazos y dentelladas, mientras sus jinetes trataban de controlarlos al tiempo que atacaban a su odiado enemigo. La espada de Malekith vertió un violento fuego crepitante que rodeó a Caledor. Sin embargo, los encantamientos de la armadura del Rey Fénix lo protegieron de sufrir cualquier tipo de daño, de modo que las llamas azules lo envolvieron sin causarle ningún mal, contratacándolo con su lanza, que poco podía hacer para atravesar la negra armadura de Malekith.
Las monstruosas criaturas sufrieron terribles heridas, viéndose obligadas a descender a tierra. Pero incluso en pleno descenso, los dos dragones se acercaron de nuevo, gruñendo y rugiendo. Maedrethnir forcejeó con la dragona, y ambos hicieron oscilar los cuellos buscando un hueco para clavar sus colmillos en el del rival. Los zarpazos iban y venían, provocando una lluvia de escamas y de sangre que se precipitaba al suelo. Los dragones, corcoveando y contorsionándose, enganchados por los colmillos y las garras, continuaban descendiendo, hasta caer como meteoros en el suelo, justo en medio de la batalla entre ambos ejércitos.

Los dragones peleaban encarnizadamente entre sí sin tener en cuenta a sus jinetes. En el frenesí de la pelea, los dragones se estrellaron sobre guerreros de ambos bandos sin distinción: khainitas y ellyrianos, Leones Blancos y Naggarothi cayeron desgarrados y pisoteados por las dos monstruosas moles.
La batalla continuaba de una manera feroz alrededor de los contendientes. Dragones y Mantícoras se lanzaban zarpazos en el cielo; los conjuros de destrucción y de protección estallaban por todas partes, y el restallido de los proyectiles y de las flechas resquebrajaba el aire. En el cielo todavía se extendía la convulsa nube de demonios, borbollando y ardiendo con energías infernales. Las compañías de lanceros de ambos bandos colisionaban, y los rugidos de sus gritos de batalla se sumaban al fragor del choque de metales; el suelo vibraba aporreado por los cascos de los caballos que emprendían la carga y por las pisadas de las botas de miles de guerreros.
Maedrethnir lanzó un alarido agónico cuando las zarpas de la dragona se clavaron en su cuello. De una dentellada, la montura de Caledor apresó un ala de Sulekh y apretó la mandíbula, atravesando huesos y tendones, hasta que la dragona lo soltó en medio de las convulsiones provocadas por el dolor. La sangre manaba a borbotones del cuello del dragón rojo, que retrocedió tambaleándose y dejando un rastro carmesí en el suelo rugoso.
Viendo su momento, el Rey Brujo ordenó a su bestia que arremetiera contra Caledor, al que atrapó con sus mandíbulas, y lo arrancó de su silla, lanzándolo por los aires, y cayendo en medio de los cadáveres de sus leales soldados. Su armadura de Ithilmar encantado impidió que Sulekh le arrancara el brazo, pero se lo dejó entumecido y dolorido, y su espada Lathrain se le resbaló de la mano.

Malekith forcejeó con las riendas de la bestia, intentando encaminar a Sulekh hacia Caledor, pero la dragona se había revelado, ansiosa por salir en persecución de Maedrethnir, que había huido caminando pesadamente con docenas de heridas y tajos sangrantes en los costados. La Dragona Negra había salido ligeramente mejor parada del enfrentamiento, aunque tenía las alas hechas jirones y la cabeza y el cuello recorridos por las marcas de las uñas y los dientes de su rival. Finalmente, la voluntad del Rey Brujo prevaleció, y la cabeza de la dragona se volvió hacia el derribado Rey Fénix.
Leones Blancos, un escuadrón de caballería y varios soldados del ejército de Caledor corrieron a interponerse en el camino de Malekith para proteger a su rey, cayendo a causa de la magia del Rey Brujo o las fauces de Sulekh. Mientras tanto, Caledor, respirando agitadamente, buscaba desesperadamente a Lathrain. Atisbó el destello de la hoja en una mata a no demasiada distancia, y fue hacia ella con la mano extendida. Entonces recibió un golpe descomunal en la espalda que lo lanzó por el aire, aterrizando brutalmente en medio de ellyrianos caídos, con el rostro pegado a la cara exangüe de Finudel.
En esta ocasión, el Rey Fénix levantó la mirada hacia Malekith, cuyos ojos incandescentes ardían con llamas rojas. Mientras los hechizos de Malekith arrojaban hacia atrás a los Leones Blancos, Sulekh amenazaba a Caledor escupiendo un veneno ácido. Con un grito desafiante, Caledor agarró a Mirialith, la Lanza del Fuego de Medianoche, de la mano muerta de Finudel y la arrojó sobre la boca abierta de Sulekh, destrozando el cerebro del Dragón Negro.
Mientras agonizaba, Sulekh lanzó a Malekith desde su lomo, yendo este a caer sobre las filas de la Guardia del Fénix. Rodeado de enemigos, a Malekith solo le quedaba la opción de abrirse camino y huir dejando a docenas de Elfos muertos a su paso, derramando metal fundido, fuego y sangre, mientras dejaba un rastro de pisadas candentes en la hierba ensangrentada.

El Rey Brujo recurrió al poder de la corona soldada a su cabeza, e introdujo las manos en los vientos mágicos para hacer acopio de toda la energía que pudo. Una nube oleaginosa atravesada por relámpagos se formó a su alrededor y lo ocultó de sus perseguidores. La nube fue extendiéndose más y más, hasta convertirse en una convulsa masa viviente que atrapó a los miembros de la Guardia del Fénix que habían salido tras de Malekith y les retorció los cuerpos y les rompió los huesos. De este modo, Malekith, el Rey Brujo, huyó de Maledor y regresó a Anlec, destrozado y amargado, con su ambición hecha añicos en aquel páramo manchado de sangre. Morathi observó la retirada de su hijo y supo que la batalla estaba perdida, por lo que siguió su ejemplo.
Los Altos Elfos soltaron gritos de victoria y alegría al ver a los líderes del ejército enemigo huir del campo de batalla. La pérdida del Rey Brujo fue un mazazo del que el ejército Druchii no se recuperó. Ver que su señor y general escapaba destrozó los ánimos de los guerreros. Aquellos príncipes y caballeros que tuvieron la oportunidad de escapar secundaron a su señor y enfilaron hacia el oeste, en dirección a Anlec. Aquí y allá, las compañías Naggarothi se las arreglaban para desentenderse de la lucha y retirarse hacia el sur, con destino a las torres de vigilancia repartidas a orillas del Naganar, Hellebron y las khainitas supervivientes entre ellos.
Caledor no se hallaba en condiciones de comandar el ejército, así que delegó el mando para la persecución del enemigo en su hermano Donen. Las tropas del Rey Fénix se desplegaron hacia el oeste, empujando a los Druchii que aún quedaban a las marismas que se extendían al norte del campo de batalla. Muchos Elfos Oscuros murieron ahogados en el lodo, arrastrados al fondo por el peso de las armaduras. Sin embargo, el terreno traicionero impidió perseverar en las tareas de persecución.
Con la caída de la noche, Donen se vio obligado a reunirse con su ejército, y los últimos guerreros enemigos desaparecieron en la oscuridad. Preocupado por el estado de su hermano, Donen voló de regreso junto al Rey Fénix y lo encontró atendido por los curanderos. Los Leones Blancos estaban apostados alrededor de Caledor, con los silenciosos guerreros del Guardia del Fénix cerca. No se respiraba un ambiente de victoria; no había ni rastro de júbilo entre los soldados. Los príncipes de tres reinos habían caído a manos del Rey Brujo, y sus respectivos ejércitos estaban profundamente abatidos. Los Elfos lloraban sus pérdidas; miles de guerreros no regresarían a sus hogares. Se había aplastado al grueso de las fuerzas de Nagarythe, pero a costa de un precio desorbitado.
La Secesión[]
Mientras huía de Maledor, humillado por la derrota y con las risas jubilosas de los Elfos victoriosos torturándole los oídos, Malekith perdió la paciencia, y se hizo plenamente consciente de la terrible realidad de su situación: Ulthuan no sería suya. Asuryan y los Príncipes le habían rechazado, y las gentes comunes no habían corrido a unirse a él tal como había esperado. Su ejército había quedado destrozado tras el combate inacabable y, como la resistencia de sus enemigos no parecía mermar, por mucha sangre que siguiera derramando no podría ocultar el hecho de que Caledor, el usurpador, había vencido. Cuando esta idea estalló en la mente del Rey Brujo en toda su magnitud, el resentimiento y la frustración se fusionaron en un odio terrible que ya no le abandonada por el resto de sus días.
Este incidente marcaría el inicio de una era de tragedias y conflictos.
La Última Táctica[]

Consumido por esta rabia, el Rey Brujo decidió llevar a cabo un plan desesperado con el que podría cambiar el curso de la guerra. Reunió a todos los hechiceros renegados y les reveló un plan tan insensato como audaz: iban a deshacer los hechizos que originaban el Gran Vórtice, permitiendo al Caos regresar al mundo.
En Nagarythe, Morathi y Malekith habían estudiado durante mucho tiempo las artes de la Magia Oscura. Un gran número de brujos y hechiceros los siguió, atraídos directamente con el poder del Caos. Malekith convocó a estos hechiceros oscuros y reunió un gran número de prisioneros a los que iba a preparar para un sacrificio masivo como parte de su plan final. Él, su madre y sus hechiceros liberarían la magia del vórtice de Ulthuan creado por Caledor Domadragones y desatando toda la furia de los Reino del Caos sobre la isla.

El Rey Brujo y sus seguidores obtendrían energía del Caos y se convertirían en semidioses. Con este poder, invocaría a las hordas de demonios para que lucharan a su lado y destruir así toda oposición. Malekith pretendía convertirse en el nuevo amo y señor de los demonios, teniendo así un ejército infinito e inmortal. Sabiendo que sus destinos estaban ligado al del Rey Brujo, los hechiceros acataron la táctica enloquecida, pese al peligro que suponía jugar con fuerzas tan incontrolables. Malekith y sus seguidores estaban dispuestos a arriesgarlo todo a cambio de la victoria, incluso el futuro del mundo. En sus mentes no cabía la opción del fracaso; vivir en el exilio y la oscuridad era algo impensable para el Rey Brujo. Si Ulthuan no se plegaba a su voluntad, sería completamente destruida. Prefería acabar con el mundo antes que verlo gobernado por otro. Ese sería el precio a su traición.
Tan locos se habían vuelto la mayoría de brujos Druchii que rápidamente accedieron. Sin embargo, solo uno de sus discípulos de Morathi, Urathion de Ullar, vio la realidad de la locura que entrañaba el plan de Malekith. En medio de la noche se deslizó fuera del palacio del Rey Brujo y huyó de Nagarythe para avisar al Rey Fénix de la condenación que se avecinaba. Terminó muerto por un virote envenenado disparado por un asesino después de que avisara al enemigo de los Elfos Oscuros.
El Ritual[]

Así empezó la última y mortífera confrontación. El Rey Brujo y sus hechiceros habían iniciado un ritual terrible que desharía el Vórtice. Cientos de prisioneros y esclavos fueron sacrificados para obtener la energía oscura necesaria para desestabilizar el Vórtice. Varios de los hechiceros murieron al no poder controlar aquella cantidad de energía caótica.
Situados en lo alto de sus torres negras, los hechiceros oscuros lucharon por hacerse con el control del Vórtice, al tiempo que los Magos Altos Elfos intentaron detenerles, pero era tal el poder del Rey Brujo que lenta e inexorablemente fue ganando la pugna. Grandes fuerzas hicieron estremecer la tierra. Las montañas temblaron y los mares bulleron ante la batalla mística librada entre la luz y la oscuridad por el control del remolino de poder en el centro de Ulthuan. Una vez más, una luz sobrenatural surgió de entre las montañas y nubes de energías mágicas surgieron hacia el cielo de los picos en erupción hacia el cielo. En el lejano norte del mundo, el Reino del Caos se desperezó y se dispuso a avanzar una vez más. En el campamento del Rey Fénix, Caledor rezó a todos los dioses y a su abuelo para que le ayudaran.
Cuando llegó la noche, las estrellas se vieron oscurecidas por unas luces mágicas parpadeantes y coronas de energía mágica con las que el Rey Brujo y su cónclave de hechiceros intentaban la última fase de su plan. Al estar impulsados por pactos demoníacos, su magia era más fuerte, de modo que las protecciones de los magos del Rey Fénix empezaron a desmoronarse. El propio vórtice aullaba y chillaba y después empezó a parpadear. Los Demonios del Caos acudieron en su ayuda, precipitándose desde las montañas montados sobre las corrientes de magia y atacando a los defensores Elfos, mientras caían los últimos hechizos de los defensores. Se oyó en el cielo la risa triunfante de los dioses del mal.

Fue entonces, cuando la magia del Rey Brujo entró en contacto con la Isla de los Muertos, en el corazón mismo del vórtice, nuevos actores inesperados entraron en escena. Liberados de su largo estasis, Caledor Domadragones y sus magos atrapados en el vórtice regresaron al reino de los vivos. Al constatar instantáneamente el peligro que corría Ulthuan, sumaron sus hechizos a los de los magos del Rey Fénix y, con una liberación colosal de energía mágica, volvieron a arrastrar el vórtice a su sitio una vez más. Los magos atrapados en la Isla de los Muertos no habían permitido que su obra fuese destruida.
Las poderosas siluetas cubiertas de luz enviaron la maligna ola de energía mística de regreso a Nagarythe. El gigantesco poder de tales energías liberadas alcanzó a Malekith y a sus seguidores. Muchos de los hechiceros del Rey Brujo cayeron muertos como piedras, destruidos por el poder mágico que habían desencadenado.
Aun así, los efectos secundarios del ritual y el contragolpe de magia hicieron estragos en Ulthuan. La tierra tembló y se revolvió como un caballo aterrorizado, y una Tormenta de Magia destructiva recorrió la isla.
El Cataclismo[]

Ni uno solo de los diez Reinos Élficos se salvó de sufrir las desastrosas consecuencias ocasionadas por las terribles energías desatadas, incluso la propia tierra se doblegó ante las titánicas fuerzas desencadenadas, y los terremotos destruyeron ciudades y derribaron montañas a lo largo y ancho de la isla-continente de Ulthuan. La explosión mágica fue tan grande que incluso se percibió en los salones de los Enanos en las Montañas del Fin del Mundo, a miles de kilómetros al este, ya que el acontecimiento está recogido en las crónicas de los Reyes Enanos.
En Caledor, la sacudida mágica hizo que varios volcanes estallaran violentamente en llamas y humo. Lluvia de rocas candentes se precipitaba como meteoritos al suelo destruyeron edificios, miles de caledorianos murieron por los gases y vapores venenosos o los ríos de lava que surgieron de las resquebrajaduras del suelo, y asentamientos enteros terminaron siendo engullidos por piroclásticas nubes de cenizas con sus habitantes en su interior.
Al este, al otro lado de la vasta extensión del Mar Interior, los magos de Saphery lo habían dado todo en el duelo por el control del Gran Vórtice, cantando y canalizando la energía en un intento por detener el desastre que estaba arrasando la isla. También ellos sintieron la reaparición de Caledor Domadragones, e interrumpieron sus ensalmos preocupados por la trascendencia del suceso. Mientras se hallaban absortos por el acontecimiento, sus torres empezaron a derrumbarse. Las calles quedaron sembradas de cascotes, y cientos de Elfos murieron abatidos por la lluvia de escombros y vigas. Innumerables artefactos mágicos y dispositivos de los sapherianos echaban fuego y centelleaban, siseaban y crujían con más magia de la que el mundo había visto en toda una era. Se produjeron detonaciones mágicas de menor intensidad que sacudieron la ciudad y provocaron incendios que se propagaron por los barrios.

Pero ninguna región sufrió tanto como los territorios del norte de Ulthuan. Las aguas del Gran Océano se retiraron cientos de kilómetros al interior, con la orilla extendiéndose hasta fundirse con la noche, mucho más allá de lo que cabía esperar de los efectos de una bajamar natural. Se podía ver a los peces dando coletazos sobre el suelo mojado y chapoteando en minúsculos charcos de agua estancada entre las rocas. Era como si un dios hubiera descendido al mundo y hubiera engullido de un trago el agua de los mares, dejando solo una vasta extensión de barro y arena húmeda que se expandía hacia el norte y el oeste.
Entonces, se oyó el ruido estruendoso y se divisó el primer destello de una ola gigantesca en la distancia. Lo que parecía una extraña niebla en el horizonte, resultó ser un tsunami de más de tres kilómetros de altura que se estrelló contra las costas del norte, y el mar se apresuró a cubrir toda Nagarythe y la mayor parte de las costas de Tiranoc. Ciudades enteras fueron barridas y millares de Elfos, en cantidades imposibles de contar, murieron ahogados bajo las aguas.
En Nagarythe, los hechiceros vasallos de Malekith contemplaban espantados cómo la ola gigantesca engullía sus tierras. En las últimas horas, mientras los mares se precipitaban a devorar la tierra, los hechiceros supervivientes usaron sus últimos poderes arcanos para hacer retroceder la tormenta que abatía Nagarythe. Energizadas por la Magia Oscura, enviaron hechizos siniestros y terribles sobre sus fortalezas. Mientras las olas golpeaban las colinas al pie de las montañas, las ciudadelas y palacios negros de los hechiceros rompieron sus cimientos separándose del continente y flotaron libres sobre la superficie de las aguas. Grandes como icebergs, fueron arrastrados hacia el norte llevándose a los restos de los seguidores del Rey Brujo.
En Anlec, Morathi recubrió el palacio de Aenarion con su magia. Sin embargo, no pudo proteger el resto de la ciudad. El agua se estrellaba contra la elevadísima torre y arrancaba piedras y ladrillos. La hechicera invocó a sus aliados demoníacos y escindió el inmenso palacio de la ciudad. El agua se arremolinaba y hacía espuma bajo el monumental edificio que se elevaba sobre las olas que reducían a ruinas Anlec.
El plan de Malekith había fallado y toda su energía se había malgastado. Su reino yacía bajo las olas y todos sus ejércitos habían sido destruidos. Sobre los castillos flotantes de Nagarythe, que mas tardes se denominarían como las Arcas Negras, el Rey Brujo y sus seguidores huyeron de la ira del cataclismo que ellos mismos habían desencadenado, y viajaron al noroeste, atravesando los mares revueltos.
Un Conflicto Sin Fin[]

El cataclismo destruyó una gran parte de lo que había sido construido durante el largo reinado de Bel Shanaar y dejó a los Elfos temporalmente demasiado débiles como para perseguir a sus malignos parientes. Las Arcas Negras navegaron hasta el desolado norte del Nuevo Mundo, cerca de donde Malekith había encontrado la Corona de Hierro. Sus torres se convirtieron en los corazones de nuevas ciudades y a su alrededor surgió una nueva y malevolente nación. Unas pocas Arcas Negras permanecieron de guardia, patrullando por los tormentosos mares del norte. Los Elfos Oscuros llamaron a su nueva tierra Naggaroth, en recuerdo de su antigua patria, y en poco tiempo se convirtió en un lugar mucho más siniestro y diabólico de lo que Nagarythe había sido jamás.
Ya no existía nunca más una única raza de Elfos; la guerra civil había traído la división, abriendo unas heridas que nunca podrán ser curadas. Ahora los Altos Elfos de Ulthuan y los Elfos Oscuros exiliados eran dos pueblos diferentes, unidos solo por su animadversión mutua, y por el convencimiento de que nunca conocerían la paz.
Fuentes[]
- Ejércitos Warhammer: Altos Elfos (4ª Edición), págs. 19-22.
- Ejércitos Warhammer: Altos Elfos (6ª Edición), págs. 50-53.
- Ejércitos Warhammer: Altos Elfos (7ª Edición), págs. 19-23.
- Ejércitos Warhammer: Altos Elfos (8ª Edición), págs. 18-19.
- Ejércitos Warhammer: Elfos Oscuros (4ª edición), págs. 5-6.
- Ejércitos Warhammer: Elfos Oscuros (7ª edición), págs. 8-11.
- Ejércitos Warhammer: Elfos Oscuros (8ª edición), págs. 18-19.
- Saga La Secesión: Malekith, por Gav Thorpe.
- Saga La Secesión: El Rey Sombrío, por Gav Thorpe.
- Saga La Secesión: Caledor, por Gav Thorpe.