Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo
Advertisement
Wiki La Biblioteca del Viejo Mundo

Gran Inmundicia de Nurgle por Wayne England

Señores de las Moscas, Señores Hediondos, Padres de las Plagas de Nurgle, Señores de la Plaga, Descompuestos

Los servidores de Nurgle vagan por los Desiertos del Caos en grandes procesiones. Viajan constantemente de un lugar a otro, predicando las glorias de la pestilencia, imbuyéndolo todo de tumefacciones repentinas, dejando a su paso plantas y cadáveres ulcerados, hinchados, abiertos y putrefactos. Los portadores de plaga cantan las alabanzas de su espantoso maestro, mientras oleadas de nurgletes se lamentan y gimotean, retorciéndose en el estado de transformación perpetua que define su existencia.

Y tras el gran desfile se hallan las recuas de seguidores mortales, enloquecidos de desesperación y fascinados por las maravillas que les han revelado los servidores de Nurgle. Pero de todos los miembros de esta indisciplinada hueste ninguno es tan horripilante como las Grandes Inmundicias.

Descripción

Gran Inmundicia Octava Art

Las corpulentas Grandes Inmundicias, o Señores de la Plaga, son los grandes demonios de Nurgle. Cada una es un facsímil del propio Nurgle, tanto físicamente como en términos de su personalidad. De hecho, sus subordinados lo denominan Nurgle o Padre Nurgle, aunque cada uno tiene su propio nombre demoníaco.

La Gran Inmundicia de Nurgle se considera la más fétida e infecta de todas las creaciones de los dioses oscuros, pues su piel es hinchada y gangrenosa y en algunos lugares deja entrever los órganos palpitantes que cubre, mientras que en otros está desgarrada por las enfermedades y está llena de pústulas sangrantes por todos lados. Algunos conocen a esta criatura como el señor de la putrefacción, pues su simple presencia infecta el aire con cualquier tipo de enfermedad contagiosa para todo ser vivo.

Estos horrores descomunales son una mezcla de descomposición absoluta y de todo lo que es grotesco. Son seres siniestros, cuya aflicción y corrupción evoca estremecimientos de locura a todos los que los contemplan. Carecen de vergüenza o sentido de la decencia, y se deleitan con los actos más viles. Sus dedos gruesos y carnosos hurgan en las profundidades de sus goteantes fosas nasales. Esparcen sus excrementos en todas direcciones con grandes nubes de tal pestilencia que la ventosidad más leve puede matar. Se atiborran de comida y bebida, derramando sus manjares corruptos por el suelo a través de las numerosas grietas y rajas de sus prodigiosas moles. Cuando no están satisfaciendo sus bestiales apetitos, ríen mientras pellizcan, acarician y arrullan a sus maullantes crías de nurgletes.

Gran Inmundicia de Nurgle de Hugh Jamieson

La Gran Inmundicia de Nurgle siempre trata de forma parental a todas las manadas de nurgletes, portadores de plaga y paladines mortales que la acompañan. Se enorgullece de los logros obtenidos con sus criaturas y proclama a viva voz el esplendor de las llagas y pústulas de aquellos que la rodean. Por supuesto, también se carcajea a pleno pulmón ante la destrucción llevada a cabo en nombre de Nurgle, ya que todas las formas de muerte y destrucción resultan placenteras para la hueste de la decadencia. Como el amor de Nurgle y sus creaciones le brinda una inmensa alegría, la Gran Inmundicia se encoleriza cuando los imprudentes seguidores enemigos del Caos intentan frustrar los grandes planes de Nurgle.

En el campo de batalla, una gran inmundicia resulta realmente aterradora, pues muestra su indignación con un ruido ensordecedor que se propaga por todo el campo de batalla. Se adentra en plena refriega farfullando obscenidades tan blasfemas que atrofian las almas de quienes las oyen. Masacra alegremente a sus enemigos, profiriendo repugnantes carcajadas de júbilo. Únicamente se detiene para desatar su formidable hechicería contra un objetivo digno de las bendiciones de Nurgle.

Gran Inmundicia del Caos por John Blanche

A causa de su gran volumen, una Gran Inmundicia avanza lentamente hacia el enemigo, pero es prácticamente imparable una vez alcanzado su objetivo. Los enemigos lo suficientemente imprudentes para interponerse en su camino, descubrirán rápidamente la gran fuerza que hay tras la gran corpulencia del gran demonio. Da buena cuenta de sus enemigos valiéndose de sus enormes espadas de hierro corrosivo y se habré camino destrozando los ejércitos enemigos a golpes propinados con sus flagelos de plaga, que la hacen tan imparables como la inevitable marcha de la decadencia y la podredumbre.

A veces atrapa a los guerreros que huyen y los introduce en sus supurantes fauces, para luego escupir los cadáveres parcialmente disueltos con un chorro de vómito tóxico. En los cuerpos de sus víctimas florecen las monstruosidades más espantosas, y el Amo de las Moscas, siempre paciente y cariñoso para con sus engendros, se detiene para asistir en el nacimiento de algún enemigo indescriptible o para cosechar los brotes de hongos y corrupción que aparecen en los convulsos muertos.

Manifestación

Gran Inmundicia de Nurgle

Las señales de la aparición de una gran inmundicia son visibles para todos, incluso para quienes niegan la existencia de semejante mácula en el mundo. El aire se vuelve denso y húmedo, y el viento parece detenerse, cargado con el aroma de la podredumbre, similar al de un diente podrido mezclado con el del cadáver de un animal que se ha dejado expuesto demasiado tiempo al sol.

La aparición de gusanos produce un cosquilleo en los dobleces de la ropa, entre los paños que se visten bajo las armaduras, y en los pliegues de la carne. Unas moscas negras e hinchadas aparecen de la nada, al principio de una en una y luego en numerosos enjambres.

Gran Inmundicia de Nurgle por Jon Hodgson

Conforme se acerca cl demonio, la plaga de moscas y gusanos se extiende. Lo infestan todo, desde los alimentos hasta el agua. Las frutas y verduras maduran en sus plantas con tal rapidez que estallan, derramando sus semillas sobre el suelo en una masa almibarada de viscosidades pálidas. Todo florece y madura hasta el momento perfecto para ser cosechado, para luego descomponerse en masas putrefactas de hediondez y perversidad.

Es entonces cuando aparece la gran inmundicia. Su terrible presencia se extiende a toda la región, provocando la aparición de verrugas, bubones y lesiones en la carne y en los tumores ya existentes. Toda vegetación cede a la descomposición y la putrefacción, marchitándose hasta la raíz. Nubes de moscas oscurecen cl cielo, y el propio aire muere, cargado con el hedor de la muerte. Y la estruendosa risa y los impíos murmullos vuelven a quienes los oyen locos de desesperación.

Aspecto

BC07 9345 AdvCometo Papa Nurgle por Filip Burburan Gran Inmundicia

Los grandes demonios de Nurgle están entre los más horribles de los conocidos por los mortales. Envueltos en nubes de moscas, son réplicas casi perfectas del propio Nurgle: formas bulbosas hinchadas por la corrupción. Su enfermiza piel verde se reduce a poco más que algunas zonas lisas entre pústulas abultadas, heridas cavernosas de las que manan torrentes de pus y trozos de carne, y extensiones de llagas palpitantes. Es un excelente caldo de cultivo para toda viruela y plaga que ha atormentado jamás a las buenas gentes del mundo de los mortales.

A través de las diversas grietas de su carne descompuesta y agrietada pueden verse los órganos internos, bombeando corrupción al resto de sus enormes cuerpos, rezumando porquerías y bilis sobre su grueso pellejo, decorándolo con contagios nuevos y frescos que irritan la carne. Y sobre su grotesco ser, arrastrándose, frotándose, mamando y ocultándose, hay toda una jauría de diminutos nurgletes, a quienes el Amo de las Moscas considera sus crías. Verdaderamente, las grandes inmundicias representan la descomposición y el deterioro inevitables de todas las cosas.

Jarvis Warcry Gran Inmundicia

A pesar de su macabro aspecto, los Descompuestos tienen una actitud alegre, y favorecen a sus mascotas y seguidores con atenciones casi paternales. Entre los putrefactos arrullos y las constantes alabanzas que manan de sus goteantes luces, su mera existencia empuja a la locura. Las grandes inmundicias se enorgullecen de los logros de sus criaturas, celebrando profusa y ruidosamente cada nueva aflicción, enfermedad y llaga. Cuando contemplan la destrucción provocada en nombre de Nurgle, sus estruendosas carcajadas pueden oírse a kilómetros de distancia.

Este amor a Nurgle y a sus hijos engendra una disposición alegre a luchar en su nombre, pues los campos de batalla cubiertos de cadáveres son un jardín fértil para criar nuevas enfermedades y pestilencias. Una gran inmundicia se abre camino en la batalla al frente de una oleada de mugre y descomposición, balanceando su enorme mangual y rociándolo todo con gotas de corrupción. Los Descompuestos destrozan ejércitos con cada golpe de sus formidables brazos, tan imparables con el inevitable avance del deterioro.

Capacidades

Gran Inmundicia por Clint Langley Warhammer 40000

La aparición de una Gran inmundicia es más que suficiente para desalentar a los héroes más audaces. El aire se agria con su presencia, llenándose de tina niebla pestilente que hace que la carne se rebele, infectando a todos los mortales con enfermedades atroces que causan estragos en cuerpo y mente. Con cada chorro de pestilencia nace una nueva plaga, y quienes tienen la desgracia de enfrentarse a estos demonios pierden toda esperanza de sobrevivir al encuentro.

La gran inmundicia contamina la tierra unto como el aire. Por dondequiera que pasa deja un rastro viscoso y resbaladizo que engendra nurgletes a millares. La hierba se aviva y crece hasta que ya no puede seguir soportando el peso de su forma hinchada. Las rocas se disuelven, y la tierra se convierte en una masa caldosa de excrementos y fango. Y aún peor, el rastro de un Señor del Hedor persiste durante décadas, polucionando la tierra y sembrando futuras calamidades para los incautos.

Aunque verlas y padecerlas es algo espantoso, luchar contra una gran inmundicia es mucho peor. Su piel goteante corroe los aceros más resistentes, y el demonio está siempre envuelto en volutas de humo acre y gotas de secreciones ácidas que desprende mientras vadea los más numerosos contingentes de enemigos. Y en ningún momento cesa de regurgitar el contenido de su amplia (y a menudo expuesta) garganta, escupiendo una combinación impía de entrañas, carne parcialmente digerida, gusanos y sus propios excrementos en un chorro que no sólo quema a sus víctimas, sino que las infecta con las más virulentas plagas conocidas por el hombre.

Miniaturas

Imágenes

Fuentes

  • Ejércitos Warhammer: Hordas del Caos (6ª Edición).
  • Ejércitos Warhammer: Demonios del Caos (7ª Edición).
  • Ejércitos Warhammer: Demonios del Caos (8ª Edición).
Advertisement