
Esta es la historia que Gorsqualor inscribió en mi monolito, cincelada sobre la Piedra Sulfurosa con el colmillo del dragón Gorgand, al que yo mismo maté.
"Ellos me abandonaron en el bosque, yo era un niño con la marca de Nurgle, decían que era una bestia y bestia es lo que era. Los míos me encontraron y me acogieron, aprendí la senda de Nurgle.
Me dediqué a honrar al Señor de la Plaga, pues eso es lo que Nurgle quería. Mis pequeños amigos me acompañaban a todas partes. Maté a muchos y contagié la plaga a muchos otros. Entonces Nurgle me demostró su alegría otorgándome un regalo: tras una piedra encontré una espada demonio insuperablemente oxidada. Su falta de brillo era asombrosa y era bien digna de Nurgle.
Muchos eran los compañeros astados que me seguían, yo era su señor. Nosotros éramos la maldición de los pueblos, la pestilencia nos acompañaba allá adonde íbamos. Mis cuernos crecieron al servicio de Nurgle. Entonces, el Señor de la Plaga me bendijo y mi cuerpo ardió como si estuviera hecho de sulfuro. Mi cuerpo echaba humo y todos me temían.
Mi fuerza aumentó. Fui a los desiertos, maté a muchas criaturas allí, Nurgle envió un gran molusco y siete mastines del Caos para que comunicaran mi llegada. Los desiertos se llenaron de cadáveres que dejábamos a nuestro paso. El Gran Nurgle me recompensó concediéndome el aspecto de un gran gusano y las criaturas se unían a mí para seguir mi voluntad.
Extendíamos la decadencia e hicimos que el hedor fuese grande. Caí defendiendo el honor de Nurgle. El enemigo me mató, pero no consiguió acabar conmigo, ya que mis huesos, ahora limpios de carne tras ser devorados por los que me seguían, yacen en el pozo negro. Vivo en el reino fúnebre de Nurgle y la dulce decadencia es mi consuelo y me otorga descanso".
Fuente[]
- Ejércitos Warhammer: Bestias del Caos (6ª Edición).