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Geneviève

Genevieve Sandrine du Pointe du Lac Dieudonné, más conocida simplemente como Genevieve Dieudonné, es una vampira rebelde del clan Lahmia. En vida, Genevieve era hija de una cortesana de Bretonia, y le otorgado el Beso de Sangre a los dieciséis años.

Desde entonces, con más de seis siglos a sus espaldas, ha recorrido el mundo, practicando multitud de profesiones, viviendo numerosas aventuras, y adquiriendo muchos conocimientos. Hay pocas cosas que Genevieve no haya hecho y pocos lugares en los que no haya estado. En la actualidad reside en Altdorf, junto a su amante humano Detlef Sierck.

Descripción[]

Genevieve Dieudonné tiene el aspecto de una joven y atractiva chica de dieciséis años, con sedoso cabello castaño rojizo claro y ojos claros de mirada serena. En general, su apariencia es la de una persona tranquila y recatada, de modales sencillos y encantadores. Sin embargo, la que una vez fue hija de Bretonia es mucho más de lo que parece. Genevieve recibió el Beso Oscuro hace muchos siglos y es una vampiresa de más de seis siglos y medio de edad.

Genevieve undead by martinhanford1974-d3je2g8

La confianza que dan unos poderes sobrehumanos y los siglos de experiencia saldrán a la luz de vez en cuando, revelando ser algo más de lo que a simple vista aparenta. Una mujer sanguijuela. Una cosa muerta. Genevieve ha escuchado todo tipo de insultos muchas veces antes con respecto a su naturaleza.

Con el paso de los siglos, Genevieve ha escuchado todos los rumores, medias verdades y cuentos folclóricos concernientes a los vampiros y está un poco cansada de ellos. Es verdad, hay terribles e inhumanos vampiros movidos solamente por su sed de sangre, pero perturban a Genevieve de la misma manera que al resto de los mortales. Ella existe en un estado de semi-muerte, sin envejecer o cambiar, pero no necesita eludir la luz del día retirándose a un ataúd lleno de su tierra natal, ni otras cosas que se atribuyen normalmente como debilidades de los vampiros, aunque si sigue siendo vulnerable al fuego. En una ocasión, hacía cientos de años, la habían arrojado a una hoguera en una aldea las Montañas Negras. Necesitó diez años para que volviera a crecerle toda la piel.

Es verdad que se alimenta de sangre, pero no es una depredadora que acecha en la oscuridad en busca de presas fáciles. A lo largo de sus casi siete siglos de vida había sido y hecho muchas cosas, incluidas algunas de las que no se siente orgullosa, pero nunca había asesinado de forma indiscriminada. Ha matado para alimentarse, asesinado a varias personas sin las cuales el mundo salía ganando y había matado en combate, pero jamás había matado a alguien porque fuese el camino más fácil que se podía seguir.

Retrato Genevieve Dieudonne por Martin McKenna

Cuando se alimenta, prefiere tomar aquello que se le da con libertad, ofrecido voluntariamente por el amante que tenga en ese momento, sin usar nunca artimañas ni la fuerza. Genevieve ha tenido muchos amantes a lo largo de su existencia, y de cada uno de ellos ha tomado media pinta de sangre más o menos, una o dos veces a la semana. Nunca ha matado a un amante drenándolo por completo ni ha creado un vástago vampiro, algo de lo que ocasionalmente se arrepiente.

Genevieve Sandrine du Ponte du Lac Dieudonna ha viajado por muchos lugares en los aproximadamente seiscientos cincuenta años que han pasado desde que se transformara en un vampiro. A recorrido el Viejo Mundo a lo largo y a lo ancho, y viajado a tierras tan lejanas como Arabia y las Tierras Oscuras, e incluso a visitado la mítica Catai, donde aprendió artes marciales y algunos de sus conocimientos místicos.

Una de las cosas que tenía la longevidad —que Genevieve no le gustaba pensar en ello como inmortalidad, ya que muchos vampiros a los que había conocido estaban muertos—, era que uno llegaba a probarlo todo. En sus ya casi siete siglos había sido niña de la corte, prostituta, reina, soldado, músico, médico, sacerdotisa, agitadora, jugadora, terrateniente, indigente, herbolaria, forajida, guardaespaldas, luchadora de foso, estudiante, contrabandista, mercenaria, espía, trampera, alquimista y esclava. Había amado, odiado, matado y nunca había tenido hijos, había esclavizado vidas, viajado, estudiado, defendido y violado la ley, prosperado, se había arruinado, había pecado, había sido virtuosa, había torturado, sido misericordiosa, gobernado, había sido sojuzgada, conocido la verdadera felicidad y sufrido.

Cabe destacar el breve papel de heroína por accidente que desempeñó cuando logró frustrar el intento de asesinato de Karl Franz. A regañadientes, se le permitió residir públicamente en Altdorf con su amante mortal, el afamado dramaturgo Detlef Sierck. Como era de esperar, la mayoría de los lugareños (incluidos los sacerdotes de Morr) no se dejaron impresionar por tales méritos, pero todo intento por acabar con su no-vida fracasó, desde elaboradas conspiraciones políticas hasta la típica turba de linchamiento.

La Hermandad la protegió en secreto; pese a su situación como rebelde de tercera generación sin cabida en el clan Lahmia, su habilidad para influir en la mente de los mortales y suavizar su actitud frente a los vampiros les resulta de gran valor, pues así se mostrarán más sumisos y receptivos cuando Neferata los tome como esclavos.

Historia[]

Pasado[]

Genevieve Senderen du Pomte du Lac Dieudonne nació en en año 1839 C.I., en la ciudad de Parravon, situada al este de Bretonia, donde su padre era ministro de la primera familia y sus hermanas se contaban entre las más grandiosas bellezas de una corte famosa en todo el mundo conocido por sus grandes bellezas.

En el año 1851, cuando era una niña de doce años, vio por primera vez a Constant Drachenfels en persona. El Gran Hechicero atravesó Parravon a caballo con su ejército de muertos, ataviado con hermosas sedas y con el rostro cubierto por su máscara de oro. Todos aquellos que trataron de hacerle frente fueron despedazados por los No Muertos o los demonios a su servicio. Drachenfels recibió tributo de Parravon, pero de todos modos esclavizó a la primera familia. El padre de Genevieve también pereció y fue servido junto con otros funcionarios públicos como comida para uno de los asistentes demoníacos del hechicero.

Cuatro años más tarde llegó a casa de su tío el vampiro Chandagnac, perteneciente al Clan Lahmia, engendrado por la dama Melissa d’Acques. Por alguna razón que se ignora, Chandagnac decidió otorgarle el Beso Oscuro a Genevieve, quien nació por segunda vez, resurgiendo como una vampira que por siempre tendría el aspecto de una joven de dieciséis años.

Se desconoce cuanto tiempo permaneció pasó Genèvieve al lado de Chandagnac, pero lo que si se sabe es que Genevieve estuvo durante mucho tiempo viajando a lo largo y ancho del mundo, conociendo a muchas personas de gran renombre como el Rey Mono, cuando aún era el Príncipe Mono, o el emperador Magnus el Piadoso. Fue esclava en Arabia y en las Tierras Oscuras durante un tiempo, estuvo durante un siglo navegando entre la Gran Catai y las islas de Nipón, etc. y durante todos estos siglos practicó multitud de profesiones. Durante su estancia en Catai, Genevieve fue alumna del Maestro Po, con quien había compartido tres décadas. El maestro Po la adiestró en las artes marciales, le enseñó un poco de la magia de Catai, y también la educó en los relatos y las leyendas de aquel lejano reino oriental.

Llegado el momento, Genevieve regresó al Imperio y trabajaría durante unos cien años en la taberna La Luna Creciente en Altdorf, intercambiando un trago por otro, durante unos cien años. La longevidad acarrea una pesada carga de tedio. Genevieve, suspendida por toda la eternidad entre la vida y la muerte desde que recibió el Beso Oscuro, había estado dispuesta casi a cualquier cosa que aliviara su aburrimiento.

Todo esto cambiaría con la llegada de una importante figura a la taberna.

Oswald y Drachenfels[]

En el año 2480 entró en la taberna Oswald von Königswald, hijo de Maximilian von Königswald, Conde Elector de la provincia de Ostland. El príncipe heredero quería reclutarla para una misión de gran envergadura: acabar con la vida del Gran Hechicero. Oswald le contó que, tras siglos de inactividad, Constant Drachenfels estaba preparándose para volver al mundo y apoderarse del Imperio, y que debía detenerse al Gran Hechicero antes de que pudiera descargar una muerte terrible sobre todo un continente.

Portada Drachenfels por Adrian Smith Genevieve Dieudonné

Oswald conocía la historia del padre de ella. Sabía cosas de su vida que ella misma había olvidado. Le ofreció una oportunidad para vengarse, pero ella no se dejó tentar por ello. Pese a que Drachenfels había asesinado a su padre, había pasado tantos siglos desde aquello que Genevieve que casi había borrado aquello de su memoria. A veces se encontraba con que de su mente emergían los rostros de sus padres, sus hermanas, sus amigos de la corte, pero aquellos eran principalmente tiempos perdidos, una vida que le había sucedido a alguna otra persona.

Al comprobar que la venganza no la convencía, Oswald empeló otras tácticas. Apelo a la necesidad de Genevieve de variación, de cambio frente a la monotono tedio que suele implicar la inmortalidad. En la trastienda de la taberna, Oswald llegó incluso a ofrecerle la muñeca, pero ella declinó. La sangre aristocrática era demasiado preciosa para ella. Se sustentaba de personas sin amigos, aquellas a las que nadie lloraría. En Altdorf, había muchos cuya desaparición sería una ventaja para el Imperio, para el mundo, en realidad, y que habían constituido su alimento y su bebida desde que decidió establecerse allí.

Después de que Oswald le mostrase las pruebas que probaban el regreso de Constant Drachenfels, finalmente Genevieve aceptó unirse a él, más por su deseo de participar en una aventura como aquella que por otra cosa. Dado que aquella empresa no contaba ni con el apoyo ni el beneplácito del emperador Luitpold I, Oswald von Königswald se había visto obligado a formar un grupo de aventureros de distinta procedencia y origen, y también distintas motivaciones: algunos lo hacían por gloria, otros por las recompensas, y otros por tener la oportunidad de vengarse de Drachenfels.

Así, aparte de Oswald y Genevieve, también estaban estaban el erudito Sieur Jehan, y su escudero Conradin el cazarrecompensas Anton Veidt, el rey bandido Rudi Wegener, Stellan el Brujo, la bailarina asesina Erzbet, los Enanos Ueli y Menesh, y Heinroth el vengador.

Aquella fue una misión que duró tres meses, en la cual murieron varios compañeros antes incluso de que tuvieran oportunidad de acercarse al Castillo Drachenfels, y varios más cayeron una vez dentro de sus murallas. La propia Genevieve fue herida de gravedad en más de una ocasión debido las trampas y servidores del Gran Hechicero. En la ultima etapa de aquella misión, solo quedaban vivos Oswald, Genevieve, Menesh, Veidt, Rudi y Erzbet, y los tres último quedaron demasiado malheridos como para poder participar en la batalla final.

Oswald, Genevieve y Menesh llegaron hasta el corazón del castillo Drachenfels, donde el Gran Hechicero les esperaba, dándoles burlonamente la bienvenida. Menesh atacó a Drachenfels pero fue derrotado de manera insultantemente fácil, arrancándole un brazo en el proceso. Genevieve miró a Oswald y vio la duda en el rostro del príncipe. Había desenvainado la espada, pero le parecía débil ante la fuerza y el poder del Gran Hechicero.

Para aumentar su desesperación, Drachenfels abrió una ventana en el aire, y la sala del trono se lleno de hedor a carne quemada. Genevieve vio a un hombre que se retorcía en tormentos eternos mientras los demonios, le desgarraban la carne los gusanos le devoraban el rostro y las ratas le mordían las extremidades. Gritó su nombre y tendió una mano a través de la ventana, momento en que la sangre cayo como lluvia sobre la alfombra. Genevieve quedó horrorizada al comprender que se trataba de su padre, muerto hacía más seis siglos.

Drachenfels cerró la ventana sobre la condenada criatura a la que Genevieve había querido, y ella alzó la espada contra el hechicero, quién volvió a reír, y en torno a él empezaron a reunirse espíritus, espíritus maléficos, espíritus sirvientes. Proyectó una mano hacia Genevieve, y la marea de espíritus se abalanzó contra ella. Inconsciente, se perdió la batalla en la que Oswald von Königswald lograba derrotar y destruir a Constant Drachenfels.

La Cruzada Moral[]

Por su participación en la derrota del Gran Hechicero y la salvación del Viejo Mundo, los supervivientes del Castillo Drachenfels se convirtieron en héroes, y aunque el príncipe Oswald se llevó la mayor parte del reconocimiento, Genevieve se convirtió en una fuente de inspiración para canciones, baladas y obras de teatro. Ella rechazó todas las ofertas de recompensa y regresó a la taberna de la Luna Creciente. Su parte en la aventura había acabado y no quería volver a oír hablar de ella. Había habido demasiados muertos y cosas peores para que pudiera tomarse la historia a la ligera.

Sed Roja por Christopher Baker (Fangorn)

Pero la taberna había cambiado, y ahora estaba abarrotada de curiosos y trastornados. Los juglares querían que les contara su historia; los devotos querían reliquias de su persona; los parientes de las víctimas del monstruo le reclamaban, inexplicablemente, indemnizaciones; los políticos querían que se prestara a que su nombre figurara entre los partidarios de sus causas; un grupo clandestino de jóvenes hijos en la oscuridad quería formar una cofradía de vampiros en torno a ella para influir en el Emperador con el fin de que derogara ciertas leyes contra las prácticas de su especie.

Los leales a la causa de Drachenfels intentaron asesinarla en varias ocasiones, y los notables de mente estrecha que no podían soportar lo que ella era, desacreditaron su papel en la caída del Gran Hechicero e intentaron sugerir que era su ahijada secreta. Lo más inquietante de todo era la multitud de hombres jóvenes que se convirtieron en sus admiradores y que desnudaban sus cuellos y muñecas ante ella implorándole que bebiera en abundancia, y que a veces se cortaban las venas en su presencia. Algunos codician el Beso Oscuro y todo lo que éste conlleva; pero otros afirmaban que se contentarían con desangrarse por ella, morir entre temblores de éxtasis en sus brazos.

Tras un año de esto, ella sólo pudo soportar todo aquello hasta un cierto punto, y finalmente se marchó de la Luna Creciente.

Huyendo de su fama, viajó a Middenheim, donde Wulftic, Maestre del Templo de Ulric, contrató sus servicios como espía. Debía viajar al Festival de Ulric que tendría lugar en el este del Imperio. Wulftic le había pagado para que se acostara con los dignatarios a los que el culto quería ablandar. Le habían pagado un poco más por cualquier información militar secreta que pudiese averiguar mientras cumplía con su cometido. La de prostituta-espía no era la más noble de sus numerosas profesiones, pero era mejor que ser camarera de taberna. O heroína.

Desafortunadamente, en aquellos momento tenía lugar la Cruzada Moral del sacerdote Claes Glinka, que consideraba que todo lo que pudiese complacer a un hombre (música, arte, alcohol, relaciones sexuales con fines no reproductivos,…) eran tentaciones del Caos que corrompía la pureza de los hombres y debía estar prohibido, e imponían por la fuerza su dogma y castigaban severamente a los que se oponían.

La posada en la que Genevieve trabajaba fue cerrada y a ella la capturaron. Uno de sus «clientes» tenía que haberla delatado, pues el escuadrón de vigilancia de Glinka había ido a buscarla portando guadañas de plata y varas de espino, ristras de ajos en torno al cuello y las suficientes medallas de Shallya y Verena para hacer su paso más lento. Llegaron a su habitación de la posada Muralla Este justo después de que saliera el sol, cuando ella era más vulnerable.

Genevieve fue esposada con una cadenas de plata, engrilletada junto a un mercenario de Kislev llamado Vukotich, y la metieron en un carruaje de prisioneros junto a otros malhechores a ojos de la Cruzada Moral. La vampiresa pudo comprobar que el encargado de de conducir aquella caravana a su funesto destino era algo más de lo parecía. Se trataba de Dien Ch'ing, un hechicero procedente de Catai y adorador secreto de Tsien-Tsin, que era el nombre con el se conocía a Tzeentch en aquella lejana tierra. Los servidores de Tzeentch se habían infiltrado en el movimiento religiosos para corromperlo.

Debido a que estaban hechos de plata, Genevieve no podía romper sus grilletes, pero los de Vukotich eran de hierro, y sin que nadie se percatara, consiguió soltar los remaches. Cuando el carromato se detuvo, ella y el kislevita salieron huyendo, logrando eludir a los hombres que Dien Ch'ing envió a por ellos. Aunque estaban libres, todavía estaban unidos por una cadena de hierro templado.

Pensando que su acompañante no era más que una simple prostituta, Vukotich decidió cercenarle la mano para liberarse, solo para quedar sorprendido al ver que lo hizo nada. Más sorprendido se quedó al comprender que su acompañante era una vampiro, y aún más cuando cuando esta se presentó como Genevieve Dieudonne, la heroína que había ayudado a Oswald a derrotar a Drachenfels. Tras explicarle sus motivos de por que estaba allí, Genevieve aconsejo al mercenario buscar un lugar donde poder deshacerse de la cadena, pues contenía la plata suficiente que ella misma no pudiera romperla.

Portada Sangre Roja por David Gallagher Genevieve Vukotich

Ocultándose en los bosques circundantes, se toparon por casualidad con un encuentro clandestino: Wladislaw Blasko, señor mariscal de la fortaleza donde Claes Glinka daría un discurso, se reunió con Yevgeny Yefimovich, sacerdote de Tzeentch y principal artífice del plan de pervertir la Cruzada Moral en favor del dios del Caos. Ocultos desde donde estaban, Genevieve y Vukotich oyeron sus planes de asesinar a Glinka y poner a Blasko al frente.

En esos momentos Dien Ch'ing estaba usando sus poderes para localizar a Genevieve y Vukotich, y quedó horrorizado al comprobar que habían oído todo el plan. Como no podía admitir su error y que le sacaran del mismo, decidió enmendar el problema. Envió el espíritu de un antepasado para que negociar con ellos, ofreciéndoles grandes recompensas por permanecer apartados, y castigos si no lo hacían. Genevieve respondió destruyendo el espíritu.

La vampiresa consideraba que debían hacer algo, pero a Vukotich le importaba un ardite lo que le ocurriera a Glinka, aquella no era su lucha a menos que le pagaran. Genevieve entonces decidió contratar sus servicios. El mercenario le respondió que no tenia oro que pagarle, y ella le respondió que por lo menos tenía plata, mostrándole la cadena que los unía.

El dúo pasaron por el pueblo de Chloesti, cerca de donde Gliska daría su discurso al día siguiente, y vieron como los miembros de la Cruzada Moral destruían obras de arte por considerarla impuras. Haciéndose pasar por un matrimonio, se alojaron en una posada local. Por su parte, Dien Ch'ing, ante el fracaso de su antepasado, decidió tomar medidas más drásticas.

A la mañana siguiente, cuando estaban a punto de partir, la posada fue atacada por los Señores de los Cinco Elementos, un quinteto de elementales que representaban tierra, fuego, agua, aire y madera. Ante esta peligrosa amenaza, Genevieve recordó una de las fábulas de Catai que le había contado del maestro Po, una que trataba sobre cómo el príncipe mono venció a los Señores de los Cinco Elementos. Admitiendo su derrota, Genevieve pidió que fuera ejecutada por el más poderoso de ellos. Los seres elementales empezaron a discutir entre ellos por decidir quien de los cinco era, y terminaron por destruirse mutuamente.

Sin más amenazas de por medio, Genevieve y Vukotich siguieron hasta Agua Negra, el lugar donde los sectarios pretendían asesinar a Claes Glinka en medio de un gran discurso. Los dos llegaron a tiempo para salvar la vida al sacerdote puritano, enfrentándose a Wladislaw Blasko, Dien Ch'ing y otros infiltrados dentro de la Cruzada Moral. Blasko fue derribado y cayó en el lago, siendo arrastrado por su armadura al fondo. Por su parte Dien Ch'ing usó sus poderes para destruirlo, pero fue derrotado y obligado a huir al comprender que el plan había fracasado.

Genevieve y Vukotich había logrado detener el plan de los hechiceros del caos, y lo mas interesante de todo, durante la pelea los ropajes de Claes Glinka se rasgaron, dejando al descubierto que era un mutante de cuatro brazos. Esta revelación desmoronó por completo la Cruzada Moral, y la situación no tardaría en volver a como estaba antes.

Se encontró a un herrero que les cortó los grilletes. Genevieve estaba callada y rodeada de funcionarios que le formulaban preguntas. Finalmente decidió que estaba cansada de tantas atenciones y decidió retirarse al Convento de la Noche y el Solaz Eternos, dejando que Vukotich se quedara con la cadena con plata.

Regreso al Castillo Drachenfels[]

Drachenfels portada por Toni Deu

Genevieve había oído decir que existía un refugio remoto para vampiros, y varios de sus primos en la oscuridad le habían contado historias contradictorias acerca del Convento de la Noche y el Solaz Eternos, pero sólo cuando decidió apartarse del mundo realizó el esfuerzo de averiguar qué había, de verdad detrás de aquellas historias con el propósito de solicitar ser admitida en la orden de la Noche y el Solaz Eternos. Cuando necesitó encontrarlos, se pusieron en contacto con ella y fue admitida.

Genevieve estuvo viviendo en este lugar junto a su abuela en la oscuridad Melissa d’Acques. A pesar de que se retiró allí para huir de la fama y los politiqueos de los reinos humanos, los siglos pasados entre los hombres habían hecho que se interesara por los asuntos de éstos. Y así llegamos al año 2505. Tras veinticinco años residiendo en el lugar, empezó a tener sueños donde veía un rostro enmascarado dentro de su mente y oía una escalofriante risa.

A los poco días llegó al convento un mensajero de Oswald von Königswald, quien le entregó una carta donde le invitaba a reunirse con él ya que, con su inminente sucesión en el cargo de Conde Elector de Ostland, había decidido llevar a cabo una representación teatral de su victoria sobre Constant Drachenfels en el propio Castillo Drachenfels. Al cabo de una hora, Genevieve se encontraba a bordo de la barca fluvial, preparada para realizar un largo viaje.

Tras varios días de travesía a bordo del Emperador Luitpold, Genevieve llegó a Altdorf donde le esperaba Oswald Von Königswald, mucho mas mayor y maduro que el joven que conoció hacía tanto tiempo. Fue un reencuentro feliz entre ambos, después de tantos años. Durante la travesía al Palacio de los von Königswald en Altdorf, el príncipe le explicó la situación a Genevieve: quería que la representación de sus aventuras fuera lo más grandiosa posible, y había contratado el talento de Detlef Sierck, el mayor dramaturgo de la época, para llevarla a cabo y quien le interpretaría en la misma. Cuando Oswald le presentó Genevieve a Sierck, el dramaturgo quedó prendado de ella casi al instante.

Drachenfels genevieve Detlef Sierck y Oswald von Königswald por Dave Gallagher

Los días pasaron en el palacio mientras los ensayos tenían lugar. Aparte de Genevive, Oswald también había hecho llamar a Anton Veidt, Rudi Wegener, y Menesh. El príncipe había reunido a sus antiguos compañeros que aún estaban vivos para que se entrevistaran con Sierck y le ayudaran con la escritura del guion de la obra para que fuera lo más fiel posible a las peripecias vividas, así como también aconsejar a los actores que los interpretarían.

Pese a su condición de vampiro, Genevieve no tuvo problemas con el reparto. El único que le causaba cierta sospecha era Laszlo Lowenstein, el actor que encarnaría al propio Constant Drachenfels en la representación. Igualmente, durante este tiempo Genevive y Detlef se convirtieron en amantes.

Cuando todo estuvo listo, la compañía de teatro y los antiguos compañeros de Oswald viajaron al Castillo Drachenfels, mientras el propio príncipe se quedó atrás para arreglar los papeles de su sucesión como elector tras la inevitable muerte de su padre Maximilian por la edad. El viaje aconteció sin incidentes sin importancia, y al llegar al castillo, Rudi organizó una fiesta para todos, antes de marcharse a dormir.

La compañía empezó a organizarlo para la gran obra, y pronto empezaron los problemas.

Asesinatos[]

Portada Japonesa de Drachenfels por Akihiro Yamada

Henrik Kraly, mayordomo de Oswald al que puso al cargo en su ausencia, hizo llamar Genevive y Detlef en secreto para mostrares de un terrible acontecimiento: Rudi Wegener había sido asesinado, y su cadáver fue expertamente cortado para extraerle toda la grasa y sus ojos. Debido a aquel horrendo crimen, Kraly pensó en advertir a su señor del peligro, quizas con disuadirlo de la idea de venir al Castillo Drachenfels, pero Genevieve conocía muy bien como era Oswald, y un acontecimiento como aquel sólo haría que estuviese más decidido a venir. Con resignación, debían proseguir con la obra, y Kraly aseguró que aumentaría la vigilancia y daría con el responsable.

Con todo, Genevieve estaba intranquila por lo acontecido, la muerte de Rudi no era una buena señal, y aquella noche decidió investigar el Castillo Drachenfels, acompañando a Detlef Sierck, quien también estaba nervioso por la idea de tener a un demente en el lugar. Al adentrarse en una zona de la fortaleza parcialmente en ruinas, oyeron una especie de salmodia y música de flauta apenas audibles pero que sonaban horripilantes, como si se tratase de un liturgia religiosa estaría dedicado a un dios oscuro o un encantamiento mágico que conjuraba algo absolutamente vil. Se acercaron al lugar del que procedía aquel sonido, y a través de la rendija de una puerta, vieron una escena dantesca.

Dentro de un circulo de velas negras yacía el cuerpo del enano Menesh totalmente desollado, con la roja musculatura desnuda brillando a la luz de las velas, mientras unas sombras danzaban en torno a él, proyectadas por los invisibles participantes de la macabra escena. Al ver que los intestinos del enano se retorcían como serpientes, se dieron cuenta de que Menesh aun estaba, de algún modo, vivo.

En ese momento apareció Kraly con un grupo de alabarderos, y todos juntos entraron precipitadamente en la sala. Al derribar la puerta, provocó una ráfaga de aire que apagó las velas negras. La salmodia y la música cesaron de repente y se oyeron alaridos y el ruido de armas que entrechocaban en la oscuridad. Cuando Genevieve encendió un farol, allí no había nadie salvo ellos, y en su confusión los albarderos se habían atacado y heridos unos a otros. Lo peor de todo es que probablemente en su precipitada y desastrosa entrada mataran a pisotones a Menesh accidentalmente. Al examinar con más detenimiento el cuerpo del enano, comprobaron que, además de la piel, también le faltaban los riñones, los ojos y los órganos reproductores.

Los hombre de Kraly derriban la puerta por Martin McKenna

Dado que aquella atrocidad había sido cometida recientemente, el grupo trató de seguir el rastro del asesino, que les llevó hasta la habitación de Vargr Breughel, el fiel ayudante de dirección de Sierck, y al entrar en ella descubrieron que era un mutante. Pese a esto, Detlef se negó a creer que su ayudante y amigo fuera el asesino, pero Kraly no atendió a razones e hizo que lo torturada para sacarle una confesión. Al final Breughel decidió quitarse la vida, y dado que no se cometieron más crímenes en los siguientes días, Kraly notificó que Breughel fue quien mató a Rudi y a Menesh.

Pese a todo, Detlef celebró un funeral en honor a su amigo y siguió con los ensayos, hasta la llegada del séquito del ahora Conde Elector Oswald von Königswald, acompañado por el Emperador Karl Franz, los restantes Condes Electores, principales lideres religiosos y numerosos nobles. Tras una velada tranquila, a la mañana siguiente tendría lugar el gran estreno de la obra de Drachenfels.

La Gran Traición[]

Todo estaba listo para que empezara la representación, pero a pocas horas de que comenzase, Lilli Nissen, la actriz encargada de interpretar a Genevieve, encontró el rostro desollado de Anton Veidt en su vestuario. Tan aterrada quedó que decidió abandonada de inmediato el lugar, obligando a Detlef Sierck a recurrir a la verdadera Genevieve para que se representara a sí misma.

Pese a este cambio de última hora, Genevieve actuaba lo sorprendentemente bien. Aquella situación le resultaba, cuanto menos, curiosa. Había sido muchas cosas a lo largo de su inmortal vida, pero hasta ese momento nunca había actuado sobre un escenario, y menos aún se había representado a sí misma en una recreación de sus propias aventuras.

Genevieve Dieudonné por Martin McKenna

Sin embargo, en esos momentos no comprendía que justamente estaba en el lugar adecuado para que se completase un terrible complot de décadas de preparación.

Tras salir en los momentos puntuales, Laszlo Lowenstein se retiró hasta el acto final de la obra. En su camerino, realizó un ritual en el que se fusiono con un cuerpo construido con los trozos que extirpó de los antiguos compañeros de Oswald y Genevieve. Cuando hubo terminado, Laszlo Lowenstein había dejado de existir, ahora era el verdadero Gran Hechicero, y solo faltaba un último ingrediente para que su resurrección fuera completa.

Finalmente llegó el quinto y último acto, donde se recreaba la famosa derrota de Constant Drachenfels. Detlef Sierck, encarnado como Oswald von Königswald, Genevieve Dieudonné, y el actor que hacía de Menesh llegaron al trono del oscuro brujo, donde Constant Drachenfels les daba la bienvenida burlonamente. Como indicaba el guion, “Menesh” atacó al nigromante con un falso brazo, que lo derrotó fácilmente arrancándole el brazo en el proceso. Sierck y Genevieve quedaron sorprendidos al ver que el actor gritaba mucho mas que en los ensayos, y que el efecto de la sangre era mucho más realista, solo para darse cuenta que la extremidad arrancada no era la falsa prótesis, si no el verdadero brazo izquierdo del actor, que murió a causa de la hemorragia.

En su palco, Karl Franz comprendió que lo que estaba ocurriendo encima del escenario no era normal, pero antes de que pudiera dar una orden, el elector Oswald von Königswald le puso una daga en la garganta, instándole a ver el resto de la obra. En el patio de butacas el pánico y la confusión se desató entre los presentes cuando comprendieron finalmente que el verdadero gran Hechicero había regresado entre los muertos.

La horrible verdad que todos desconocían es que Constant Drachenfels derrotó a Oswald von Königswald hace 25 años, y no al revés como siempre se había creído. En lugar de matarlo, al ver la ambición y el odio que sentía Oswald hacia la Casa de Wilhelm III, hizo un trato con él. En ese momento, él le “mataría” y usaría la fama de su victoria para conseguir poder e influencia, y cuando regresara de la muerte, le entregaría a sus antiguos compañeros para hacerse un cuerpo nuevo y pondría a todo el Imperio en bandeja. Oswald aceptó el trato, y durante las siguientes décadas lo estuvo preparando todo.

Detlef Sierck ataca a Constant Drachenfels por Martin McKenna

Todo estaba saliendo según Constant Drachenfels lo había planeados, y lo único que quedaba por hacer esa usar la sangre de Genevieve para completar su resurrección. Detlef Sierck se interpuso entre él y la vampiresa con su espada de atrezo. Genevieve intentaba obligarlo a marcharse, a dejarla a merced de aquel monstruo, pero él no podía hacerlo. Indiferente ante aquel acto de valentía temeraria, una mano de Drachenfels cayó sobre el hombro izquierdo de Detlef, y ejerció fuerza suficiente para hacerle pedazos los huesos, hundiendo los dedos en su carne como gusanos.

Al ver a Sierck en peligro y la traición de Oswald, Genevieve Dieudonné se vio inundada por un frenesí asesino y se abalanzó sobre Drachenfels, quien se tambaleó pero permaneció de pie, arrojando lejos a Detlef para quitársela de encima.

Genevieve ciñó con las piernas la cintura del monstruo y hundió sus garras en los hombros acolchados. Cayeron trozos del traje de Lowenstein y dejaron a la vista la carne supurante que había debajo. Los gusanos que plagaban el cuerpo se le enroscaron en sus dedos al hundirlos en la carne para aferrar los huesos y partirlos. Ahora no sentía ningún asco ante aquella cosa, sólo la necesidad de matar.

Genevieve retiró una garra del hombro desgarrado del monstruo y le quitó la máscara, dejando a la vista su rostro putrefacto, para horror de los presentes. A ella no le interesaba dejar a la vista el rostro de su enemigo, sino sólo apartar del cuello de éste la protección de hierro y clavarle los colmillo. Genevieve chupó pero no había sangre y el polvo se le atascó en la garganta. Sentía como ácido en su cuerpo y que se marchitaba a medida que aquel la sensación se propagaba por su cuerpo, pero aún así continuó chupando.

Un hilo de algo rancio afluyó a su boca, más repugnante aún que la carne seca. Escupió un bocado que había logrado arrancar y volvió a hundir los dientes, esta vez mas arriba. Al Gran Hechicero se le desprendió una oreja y ella se la trago. Arranco una tira de carne gris de un lado de la cabeza, y dejo a la vista las suturas craneales de las que salió un fluido amarillo translúcido que ella lamió. Pese al severo castigo que el estaba propinando a su enemigo, Constant Drachenfels logró sacarse a Genevieve y le arrancó la ropa para dejarle las venas al descubierto, lista para extraerle toda su sangre y volver a estar completo.

Antes de que pudiera continuar, Drachenfels recibió el golpe de lleno en la parte posterior de la cintura, pero retuvo a Genevieve, reacio a renunciar a la sangre que lo reviviría. Al darse la vuelta, vio a Detlef Sierck, armado con un martillo de herrero usado para montar los decorados, listo para volver atacar.

Al verlo, el Gran Hechicero experimentó un miedo momentáneo cuando los recuerdos de su primera y humillante derrota a manos de Sigmar inundaron su mente. Intentó protegerse, pero fue en vano. Detlef continuó golpeándolo, destrozando su cuerpo con cada martillazo, hasta que la vida lo abandonó por completo. Esta vez sí, Constant Drachenfels, estaba muerto.

Al ver que el Gran Hechicero había sido destruido, Oswald von Königswald se dejó dominar por el pánico. Tras confesar todo el desprecio que siempre había sentido por él, le cortó el cuello a Karl Franz antes de intentar escapar. El barón Johann von Mecklenberg y sus aliados le cerraron el paso, por lo que retrocedió ante ellos y corrió hacia el escenario. Genevieve lo vio aproximarse y avanzo con paso tambaleante para cerrarle el paso. Estaba debilitada por el ataque contra Drachenfels y sufría náuseas debido a los efectos de su carne ponzoñosa, pero a pesar de ello era más fuerte que un hombre normal.

Cerró un puño y le propinó a Oswald un golpe que le aplastó la nariz. Se lamió la sangre de los nudillos y descubrió que era sólo sangre, sin nada especial. Lleno de cólera, Oswald se lanzó contra ella, desenfundado su espada, la cual contenía plata. Tras un breve forcejeo, tenía la punta de su arma en el pecho de la mujer vampiro, listo para acabar con su No-Vida.

De entre el público, el barón Johann les lanzó una espada, que Detlef atrapó al vuelo por la empuñadura, y se enfrentó al traicionero Conde Elector. Tras un intercambio de estocadas, el dramaturgo consiguió acabar con la vida de Oswald von Königswald.

Tras el estreno de Drachenfels, se trataron inmediatamente a los heridos. Genevieve Dieudonné Genevieve se alimento con sangre de voluntarios, y se recobro en dos o tres días. Detlef tardó más tiempo en recuperarse. El Emperador también sobrevivió a su herida en el cuello, aunque necesito varios meses para recuperarse.

Por la hazaña de aquel día, tanto Detlef Sierck como Genevieve Dieudonné fueron proclamados salvadores del Imperio.

El Demonio de la Trampilla[]

Tras la derrota definitiva de Drachenfels, tanto Genevieve como Detlef se convirtieron en héroes reconocidos en todo el Imperio. Detlef tuvo gran éxito con varias obras, y con los beneficios obtenidos, compró un teatro bautizándolo como Teatro Memorial Vargr Breughel. Genevieve se fue a vivir con él, estrechando aún más su relación.

Llegado el tiempo, Detlef decidió estrenar su versión de “La extraña historia del doctor Zhiekhill y el señor Chaida”, una historia de terror que trataba sobre la dualidad del ser humano y del atractivo del mal que residía en él. Desde el incidente en el Castillo Drachenfels, Genevieve se había negado en rotundo volver a pisar un escenario, pero eso no le impedía asistir a las representaciones. Para el aquel estreno, lo hizo acompañada del propio príncipe Luitpold.

El estreno fue todo un éxito de critica y publico, elogiándose la actuación de Sierck en su doble papel de Zhiekhill y Chaida. En realidad, todos los actores hicieron un gran trabajo, pero todos no dudaban en señalar que quien más destacaba era Eva Savinien, un joven promesa del teatro con un enorme potencial. Detlef también atribuía el éxito de sus obras al “demonio de la Trampilla”, una especie de espíritu guardián del Vargr Breughel, al que siempre le dejaban el palco siete reservado con cada función, y siempre quedaba un peculiar olor y una sustancia viscosa cuando terminaba.

Pese al éxito, esta obra también causaba algunos problemas. Por un lado, Mornan Tybalt, el tesorero de la casa imperial, se mostraba contrario a que se representaran obras que tratara temas tan oscuros y terribles, y empezó a utilizar su influencia para lograr que se cancelara la representación. Por otro lado, dentro de la compañía, el talento de Eva Savinien eclipsaba por completo a casi todo el reparto.

Esto fue especialmente duro para Illona Horvathy, la anterior gran actriz femenina de la compañía, quien ya había participado en "Drachenfels". Seguía siendo una gran actriz, pero estaba claro que Eva no tardaría superaría, además que la edad empezaba a afectar su carrera, lo cual también empezó a perjudicar su matrimonio con el también actor Reinhardt Jessner. Genevieve trató de consolarla, pero poco podía hacer ya que dada su condición de vampiro tendría siempre el cuerpo de una jovencita de unas dieciséis primaveras.

El éxito de Eva se debía a que el Demonio de la Trampilla le daba consejo en secretos, desplazándose por el teatro a través de las pasadizos secretos que contenía el teatro. Con su éxito asegurado, el “espíritu guardián” consideraba que ya no lo necesitaba, peor Eva se sentía insegura y quería que continuase con ella. Ante la negativa de este, rompió furiosa un espejo del camerino, solo para ver el verdadero aspecto del Demonio de la Trampilla y salir corriendo aterrada.

Detlef y Genevieve fueron corriendo a ver que pasaba y se sorprendieron al ver la galería tras el espejo, del que salía el mismo olor y sustancia viscosa que el palco siete. Mientras Detlef se quedó atrás para calmar la situación, Genevieve decidió explorar los pasadizos a ver a donde conducía. Tras un tiempo recorriendo aquellos túneles desconocidos, llegó hasta una guarida secreta, aunque su inquilino no se encontraba allí en esos momentos. Lo que más le llamó la atención fue toda una librería dedicada a la obra de un dramaturgo del siglo precedente llamado Bruno Malvoisin.

Al regresar al teatro, Genevieve le preguntó a Detlef sobre Bruno Malvoisin. Este le respondió que fue un antiguo dramaturgo que según las leyendas ofendió a los Dioses del Caos con sus obras y estos le maldijeron y despareció. Al preguntarle a Genevieve por qué ese repentino interés por un dramaturgo muerto, ella le respondió que cree que Bruno Malvoisin era el Demonio de la Trampilla.

Por su parte Eva se había recuperado del ataque de pánico, de echo se había recuperado casi demasiado rápidamente, y ella aseguró que no había sido nada. Esto se debía a que había sido poseída por el Animus, una máscara creada por Constant Drachenfels con el poder de fusionarse en la cara de quienes la llevaban y controlar su psique aprovechándose de la crueldad, rencor y maldad de su interior. Un incauto se puso la máscara al encontrarla en las ruinas del Castillo Drachenfels. Con el objetivo de destruir tanto a Genevieve Dieudonné como a Detlef Sierck, el Animus viajó lo más rápidamente posible a Altdorf, ignorando por completo los daños que recibía su huésped durante la travesía.

Al llegar al Teatro Memorial Vargr Breughel, el Animus se tropezó repentinamente con la aterrada Eva, desprendiéndose del rostro de su ahora arruinado portador y fusionándose con el de la actriz. En su nuevo cuerpo, el Animus empezó a prepararlo todo para cumplir la venganza de su creador. No le bastaba con matar a Genevieve y a Detlef, primero debía destruir su relación, y por ello durante los siguientes días empezó a seducir al dramaturgo y manipularlo para que se volviera más violento. También manipuló a Reinhardt Jessner al ver que sentía lujuria por Eva y animadversión contra Detlef.

Por su parte, Genevieve siguió explorando la algarabía de pasadizos y galerías que ocultaba el teatro para dar con Bruno Malvoisin, queriendo ayudarlo al comprender que debía estar sufriendo. Finalmente, consiguió dar con el mutante en el palco siete cuando se estaba preparando todo para una nueva función. A pesar del horrible cuerpo mutado de Bruno, Genevieve no se deja llevar por el miedo y mantiene una conversación formal con él, tratándolo como si fuera normal.

En ese momento, en el escenario, el Animus-Eva llega al punto culmen de su plan para destruir la relación entre Detlef con la vampiresa, pero para su consternación fracasa, pues el dramaturgo resiste sus tentaciones. El Animus trata de atacar a Detlef, sin embargo es reducido fácilmente pues Eva no es muy fuerte. Oportunamente para él, en esos momentos llega Reinhardt, totalmente fuera de si por culpa de la manipulaciones del Animus-Eva. Al ver su oportunidad, la máscara se desprende de ella y se funde en el rostro de Reinhardt, convirtiéndolo en un ser imparable.

Al ver aquello, el mutado Bruno Malvoisin se lanza inmediatamente al escenario para detener al poseído actor, pero se ve obligado a retirarse cuando la mayoría de los presentes, horrorizados por su monstruosa apariencia, le atacan a él. Libre de aquella amenaza, el Animus-Reinhardt persigue a Detlef y a Genevieve con intenciones asesinas, matando a todo aquel que se interpusiera en su camino e ignorando las terribles heridas que sufría su anfitrión, incluso cuando le rocían con alcohol y le prenden fuego o termina con armas atravesándole el cuerpo.

El Animus-Reinhardt persigue de manera implacable a su principales objetivos aún cuando estos tratan de escabullirse por el alcantarillado. Ahí abajo, Malvoisin se lanzó de nuevo contra Reinhardt apartándolo de Detlef y Genevieve y estrellándolo contra la pared ennegrecida por el humo. Reinhardt sufrió varias fracturas y las espadas le rasgaron la carne abriendo tajos de color rojo vivo en su cuerpo carbonizado. Viendo que aquel cuerpo ya no podía continuar, el Animus lo abandonó y se fundió con el mutado cuerpo de Bruno Malvoisin.

Sin embargo, tal era el odio y amargura que Bruno sentía hacia si mismo que no podía controlarlo. Dentro de su mente, Malvoisin luchaba con el Animus, tragándose la criatura de Drachenfels de un bocado. Aun sabiendo que no sobreviviría a la experiencia, Bruno Malvoisin prevaleció y el Animus acabó siendo destruido. El cuerpo sin vida de Malvoisin se desplomó mientras el fuego ardía en su interior. Genevieve percibió que algo en él había cambiado. El bulto de su cuerpo era aún la criatura marina en que se había convertido, pero su cabeza estaba encogida y blanca. Donde lo había tocado la máscara, había un rostro que debía ser su cara original. Estaba en reposo.

Pese a que la amenaza había terminado, Genevieve decidió marcharse de Altdorf. Pese a que lo amaba, no se hacían ningún bien el uno al otro y que ella era una nefasta influencia para él. Lo besó y abandonó la cámara, dejando a Detlef Sierck con el cadáver de Bruno, al que el estaba eternamente agradecido por salvarle la vida a ambos, y prometió revivir sus obras.

La Maldición de la Casa de Udolpho[]

Para alejarse de Detlef, Genevieve decidió viajar hacia Tilea. Mientras vagaba por las tierras de Miragliano, fue sorprendida por una tormenta que la obligó a refugiarse en la Hacienda Udolpho, donde queda atrapada por la extraña maldición convocada el patriarca de la familia, el viejo Melmoth Udolpho, que la hizo olvidarse de quien era y creer que era un miembro de la casa de Udolpho.

Uñas de plata portada por Toni Deu

Además de ella, también había otras personas que también habían caído en la maldición, creyéndose ser miembros de la familia y cuyo relación sanguínea variaba a los designios de Melmoth. Todos ellos luchaban, conspiraban y se mataban constantemente entre sí para asegurarse todas las riquezas de la familia, solo para volver a la vida y continuar con el demente juego del viejo patriarca. Genevieve, creyendo ser Genevieve Udolpho, participaba en este drama, aunque su papel dentro de la familia era actuar como voz de la razón, aunque sin mucho éxito.

Debido a la maldición, Genevieve creía haber pasado toda su vida en la Hacienda Udolpho sin salir nunca de entre sus muros, aunque apenas recordaba mucho de vivir allí. Había grandes blancos en su memoria y, sin embargo, a veces le venían a la mente impresiones de sus anteriores peripecias por el mundo, aunque no sabía lo que era. Por olvidar, había olvidado su propia condición de vampiro, y aunque cada vez que veía sangre, sentía una excitación, no lograba comprender el por qué.

No se sabe durante cuanto tiempo estuvo allí, pero una noche llegaron a la hacienda tres personas: el sacerdote de Morr Aleksandr (en realidad en era un revolucionario fugado llamado Aleksandr Kloszowski), el mercader Ysidro D’Amato y su cortesana Antonia Marsillach. Tanto Aleksandr como Ysidro cayeron bajo el influjo de la maldición y ambos creyendo ser Montoni Udolpho, hijo desparecido del viejo Melmoth, y terminaron atrapados en las intrigas de los Udolpho. Mientras Antonia no llegó a sucumbir a la magia del lugar.

Al final todo desencadena en una batalla campal entre todos los “Udolphos” luchando entre sí. Al ver tanta sangre, Genevieve fue incapaz de contener sus impulsos y se abalanza sobre uno de sus “familiares” para alimentarse. Al hacer esto, se libra del conjuro que al hace creerse una Udolpho y recuerda perfectamente quien era. Libre de la maldición, saca a Antonia y a un todavía poseído Aleksandr de la hacienda, haciendo que recuerde quien era realmente.

Una vez a salvo, contemplan como la mansión empieza arder como consecuencia de los enfrentamiento del resto de “Udolphos”, que continúan peleando por hacerse con las riquezas del viejo Melmoth. Sin embargo, Genevieve sabe que la maldición reparará los desperfectos de la casa, y devolverá a la vida a los que mueran, solo para continuar con aquella locura una vez más, y continuará así hasta que el viejo Melmoth fallezca. Entonces, tal vez, todos despertarán.

Caza del Unicornio[]

Tras desenredarse de las intrigas de los Udolpho, En el año 2508 Genevieve acompañó al revolucionario Aleksandr Kloszowski y a la amante que éste tenía en ese momento, de vuelta al Imperio, hasta donde había viajado con ellos por carecer de otros compañeros. Había discutido de política con el revolucionario, oponiendo su fría y cauta experiencia al feroz idealismo exultante de él. Una noche, Kloszowski le había permitido que lo sangrara cuando Antonia estaba distraída

Una vez en el Imperio, tomaron rumbos distintos, ella se dirigió a Middenheim mientras Kloszowski y Antonia se fueron a Altdorf. Genevieve se había sentido atraída hacia Middenheim, la ciudad del Lobo Blanco, porque necesitaba la distracción de la gente a su alrededor y le hacía falta satisfacer su sed roja. Una semana después de separarse de Kloszowski y Antonia, fue capturada por agentes del canciller imperial, Mornan Tybalt.

Había encontrado a un guardia de la muralla y había hecho el amor con él, tomando como pago un poco de la sangre del joven que se había puesto bizco de placer cuando lamía la sangre acumulada sobre su garganta. Luego, los guardias habían ido a buscarla y se la habían llevado, desnuda y cubierta sólo con una manta, a una posada de la parte más lujosa de la ciudad, donde la dejaron sentada en una habitación a oscuras, atada a una silla.

Genevieve No Muerta portada por Toni Deu

Poco después apareció Mornan Tybalt, quien utilizó su breve asociación con Kloszowski para chantajearla para que asesinara al conde Rudiger von Unheimlich, su principal rival político en la corte. Si ella se negaba a hacer lo que él quería, la llevaría a juicio acusada de ser una cómplice del famoso revolucionario Kloszowski, y se vería implicada en un enredo de conspiraciones contra Karl-Franz y el Imperio. Intentaría que se le aplicara el castigo más severo: una vida de confinamiento con grilletes de plata en las profundidades del Alcázar Mundsen.

Igualmente, Tybalt también le aseguró que usaría de toda su considerable influencia para hacer clausurar el Teatro Memorial Vargr Breughel y presentar varias acusaciones contra el dramaturgo Detlef Sierck, arruinando su carrera. El canciller insinuó que resultaría fácil quebrantar a Detlef que, últimamente, ya no era el que había sido. Genevieve, que ya se sentía bastante culpable con respecto a Detlef y no quería causarle más dolor, aceptó la misión de Tybalt.

Von Unheimlich era el cazador más sobresaliente del Imperio, y Genevieve debía aprovecharse de ello para matarlo, haciendo que pareciera un accidente si podía. El conde Rudiger tenía además un hijo, Doremus, un joven sensible y la esperanza del linaje von Unheimlich. Aunque no era probable que le causara problemas, Tybalt detestaba dejar cabos sueltos, así que debía encargarse de él también.

Genevieve viajó hacia el refugio de caza que el conde tenía en el Drakwald, ya que se había propuesto cazar una hembra unicornio, acompañado por su hijo Doremus, su amante del momento, Sylvana de Castries, y sus amigos el duque Otho Waernicke, canciller de la Liga de Karl Franz, y el conde Magnus Schellerup, además de varios sirvientes. Uno de ellos era Bakhus, cazador y guía del conde, y espía de Tybalt, quien le chantajeaba ya que empezaba a sufrir mutaciones. Genevieve se hizo pasar por su amante para estar cerca de Rudiger.

Genevieve acompañó a la partida de Rudiger para dar cazar a un unicornio. Doremus abatió a uno pero se trataba de un macho, que se deshizo rápidamente tras su muerte. Sólo las hembras de unicornio constituían un trofeo además de representar un desafío mayor. El Conde Rudiger von Unheimlich estaba obsesionado con cazar a una y emular la hazaña de un bisabuelo suyo, quien logró cazar una y cuyo cuerno se exhibe ahora en refugio de caza de los von Unheimlich.

Aún así, habiendo matado a un macho de la caballada, haría que la hembra actuara contra el grupo, dándole la oportunidad de cazarla, así que el grupo de Rudiger se retiro al refugio a descansar.

Tras haber pasado tres días en el refugio, Genevieve detestaba al conde von Unheimlich. Era muy frío y exigente con su hijo Doremus, trataba a su amante como a una sirvienta tonta, era tremendamente autoritario con sus sirvientes y creía fervientemente en la superioridad de la nobleza. Además la trataba a ella con desprecio debido a su condición. Tampoco hablaba mucho de su fallecida esposa Serafina, muerta a una edad temprana en un accidente de accidente de caza. Ciertamente, Genevieve admitía que, aunque estaba allí coaccionada por Tybalt, no tendría repartos ni remordimientos en acabar con su vida.

Con el conde Magnus Schellerup, en cambio, Genevieve si que tuvo una mejor impresión. Era mucho más afectuoso y amable con Doremus de lo que era su propio padre, y no mostraba los mismo prejuicios hacia Genevieve que von Unheimlich. Incluso le ofreció su propia sangre para que se alimentara, cuando comprendió que no se había alimentado en días.

La situación dio un vuelco cuando Rudiger von Unheimlich descubrió a su amante Sylvana engañándolo con Otho. En su ira por aquel insulto a su honor, deicidio organizar una nueva cacería, con Otho y Sylvana como presas. Tras darles tiempo para alejarse lo suficiente, salió en su búsqueda para cazarlos siendo acompañado por Magnus y a su hijo, ordenando a Bakhus y Genevieve que se quedaran en el refugio.

Al primero que encontraron fue al aterrado Otho, totalmente sucio y lleno de moratones. Rudiger decidió perdonarle la vida a cambio de que abandonara la Liga de Karl Franz y le cediera su puesto a Rudinger, a lo que Otho aceptó. Antes de marcharse, Otho le informó que se había topado con la hembra unicornio. Aquello era una buena noticia para Rudinger pero en es momentos iba tras otra presa, y le ordenó al humillado duque que se largara de su hacienda antes de que regresara de aquella cacería.

No tardaron en encontrar a Sylvana cuando trataba de cruzar una falla a través de una árbol derribado, pero al contrario que con Otho, en esta ocasión el Conde Rudiger no tuvo reparos en abatirla con certeros disparos de su arco, y su cuerpo cayó al agua que había debajo, que se suponen que tienen propiedades mágicas. Sin embargo, mientras estaba distraído con esto, la yegua unicornio apareció e hirió de gravedad al conde Magnus con su cuerno, teniendo que regresar al refugio para tratar la herida. Aunque grave, la herida no es letal, así que Genevieve le aplica las curas necesarias. Magnus quiere decirle algo a Doremus pero queda inconsciente.

Rudinger ordena esta vez que a Bakhus y Genevieve les acompañen, indiferente a la herida de su amigo, para ir tras la yegua. En ese momento, Genevieve decidió que mataría al conde von Unheimlich. Sabía que él tenía las manos manchadas de sangre. Había matado a Sylvana de Castries y sabía que no era la primera vez que había matado a alguien cercano a él en las proximidades del refugio de Rudiger.

El grupo regresó a los bosques para siguió el rastro de la yegua, y tras un rato Rudinger se marchó corriendo en cabeza, olvidada toda cautela por el entusiasmo de la persecución. Con simples gesto, Bakhus le preguntó a Genevieve si debía ocuparse de Doremus, pero ella negó con la cabeza, y sugirió regresar al refugio, pues el conde Magnus corría peligro, ya que la yegua seguía su rastro de sangre y querrá rematarlo. Y lo que es más, el conde Rudiger sabía que eso iba a ocurrir y estaba usando a su viejo amigo como cebo.

Genevieve regresó corriendo al refugio pero ya era tarde. El conde Rudinger estaba frente a las destrozadas puertas. La yegua ya había estado allí y terminado el trabajo pero para su frustración ya no estaba. El conde Magnus yacía muerto, con signos de haber sido ensartado varias veces. Doremus tardó en llegar y se dejó llevar por la congoja por la muerte de la única persona que le había mostrado afecto. Rudiger regresó al bosque a grandes zancadas, decidido a tomar venganza.

Genevieve atendió el cadáver de Magnus, y al contemplar más detenidamente el rostro de Magnus y luego a Doremus, comprendió lo que acontecía y sabía lo qué tenía que hacer, yendo directamente a por Rudinger para matarlo.

Sin embargo, el conde von Unheimlich la estaba esperando con el arco de guerra alzado y una flecha de punta de plata preparada. Sabía desde el principio que Mornan Tybalt la había enviado allí para matarlo, ya que Bakhus se lo había contado. Pues algo que él entendía y Tybalt no es que un hombre tiene algo más que un precio. Pese a todo, Rudiger se sentía fascinado y atraído por Genevieve, sugiriéndole que se quedara con él. De primeras Genevieve aceptó u juntos fueron tras el rastro de la unicornio, uniéndoseles poco después Doremus.

Justo cuando tienen a la yegua a tiro, el suelo se derrumba bajo sus pies a causa de un viejo túnel enano y se encuentran detrás de una cascada en la falla donde Rudinger mató a Sylvana. Allí Genevieve y Doremus se encontraron a la amante moribunda, pero convertida en una planta debido a las propiedades mágicas del agua. Ella le dice a Doremus que el conde mató a su madre Serafina, algo que el joven siempre había sospechado, y Genevieve entonces le dice que Rudinger también mató a su padre.

En ese momento aparece Rudinger y le pregunta a la vampira como lo supo. Genevieve le responde que el conde Magnus solo presentaba cornadas, cuando la verdadera yegua habría usado sus pezuñas también, y que usó el cuerno de unicornio que había en el refugio. Rudinger sacó el arma del crimen de su aljaba y dijo que no tuvo más remedio. No culpó a Magnus de que lo engañara, acusando a su esposa Serafina de ser la responsable, y por eso la mató. Aún así no podía permitir que Magnus le arrebatase a su heredero. El apellido Von Unheimlich debía continuar aunque el linaje se hubiera interrumpido, pero los remordimientos lo estaban reconcomiendo y hubiera terminado revelando la verdad, así que no pudo otra opción.

Genevieve se abalanza contra Rudinger y ambos caen al agua durante el forcejeo. El conde trata de usar el cuerno como arma contra Genevieve ya que contiene plata, pero al final es ella la que acaba triunfante y acaba con su vida. Al salir del agua Genevieve se encuentra con la yegua unicornio, y al verla comprende que es una criatura vieja y quería el fin de su vida, tras haber perdido a su último semental. La vampira le concede una muerte misericordiosa y le arranca el cuerno.

Al reencontrarse con Doremus, le entrega el cuerno, pidiéndole que regresase a casa y enterrase a su padre, que adopte su apellido o el de Magnus. Pese a lo que hizo Rudinger, el hecho que dejara vivir Magnus durante tanto tiempo significaba algo, así que le aconsejó que fuera el hombre que su habría querido que fueras. Tras despedirse de él, Genevieve se perdió en los bosques para vivir un tiempo en ellos.

Tras contemplar el cuerno del unicornio, Doremus decide arrojarlo al río antes de regresar al refugio.

Conspiración del Decreto de Saneamiento[]

Tras unos años, Genevieve terminaría volviendo a Altdorf. En este momento, el Padre Templario Antiochus Bland, un sumo sacerdote del culto a Morr había logrado instaurar su Decreto de Saneamiento, cuya Cláusula 17 indicaba que el culto de Morr tenían manga ancha para actuar contra aquellos sospechosos de ser criaturas No Muertas, especialmente contra los Vampiros que se ocultaban dentro de la sociedad, lo que propició un creciente sentimiento contra los No Muertos en El Imperio.

Entre los propios vampiros había quienes veían esto como algo pasajero, pero otros veían al Padre Templario como una autentica amenaza. Uno de ellos era el barón Wietzak aparentemente había movidos fichas para asesinarlo. Había quienes veían esto como una imprudencia pues el asesinato de Antiochus Bland solo intensificaría el odio hacia los No Muertos, desencadenando una nueva serie de guerras contra los vampiros. Por esta razón, Genevieve regresó a la capital del Imperio para frustrar el complot, reuniéndose primero con su abuela en la oscuridad Melissa d’Acques, quién ya había viajado allí para realizar las primeras investigaciones.

Al poco de llegar a Altdorf, Genevieve es identificada como un vampiro mientras caminaba por la plaza de los reyes, provocando que una turba furiosa quisiera ejecutarla. Afortunadamente pudo escapar y escabullirse por el sistema de alcantarillado, usando los pasadizos subterráneos para llegar hasta el Teatro Memorial Vargr Breughel donde, tras diez años desde su partida, volvió a reunirse con Detlef Sierck.

Fue un reencuentro feliz entre ambos. Genevieve seguía estando igual que siempre pero Detlef había envejecido y ganado algo de peso. También su carrera como dramaturgo y actor estaba algo de capa caída, y ahora aquellos momentos estaba escribiendo una obra basada en las aventuras de Genevieve con Vukotich durante la Cruzada Moral de Claes Glinka, aunque con algunas licencias. Esto el estaba causando algunos problemas con Bland, que no veía con buenos ojos que el dramaturgo escribiera obras donde se presentaba a los vampiros de manera positiva.

Portada Uñas de Plata por Clint Langley Vampiresa Condes Vampiro

Pese al tiempo pasado Genevieve y Detlef continuaban amándose y reiniciaron su romance. Al día siguiente Melissa d’Acques se reunió con ellos, y para sorpresa de Detlef, se trataba de una niña que desde hacia poco trabajaba en su teatro. Genevieve y Melissa le explicaron los motivos por lo que estaban allí al dramaturgo, y debían evitar la muerte de Antiochus Bland encontrando primero al asesino. Por este motivo, se dividieron en dos grupos: Melissa y Detlef irían a busca información entre la comunidad de vampiros de Altdorf, mientras que Genevieve tendría que acercarse al Padre Templario para vigilarlo y protegerlo.

Haciéndose pasar por una joven de Wissenland deseosa de matar vampiros llamada Jenny Godgift, Genevieve se presenta en el Templo de Morr queriendo ser guardaespaldas de Antiochus Bland. Tras mostrar sus habilidades, el hermano Preiss, uno de los asociados más cercano a Bland, decidió admitirla en el templo.

Genevieve fue presentada ante el Padre Templario Bland, quien aceptó sus servicios. Junto a él estaba la hermana Liesel von Sutin, escriba y proclamadora de Bland, quien informó que ya habían identificado quién era la asesina que los vampiros habían enviado para acabar con su vida. No era otra que la propia Genevieve Dieudonné. Esta revelación sorprendió a la autentica Genevieve, pues sabía que ella no estaba allí para matar a Bland, si no para justo lo contrario, proteger su vida.

Aquella noche, decidió recorrer el templo, encontrándose con la hermana Liesel, al conversar con ella comprendió que era un devota de Shallya y no de Morr, y también que ella era la verdadera mano ejecutora del Decreto de Saneamiento y de la política de contra los no Muertos de Bland, pero cuyos esfuerzos apenas eran reconocidos por los demás miembros de la orden. Liesel le recomendó a “Jenny Godgift” que, en caso de que la vampiresa “Genevieve” atacase, siendo algo que inevitablemente haría, si se da el caso de que tuviera que escoger entre salvar al Padre Templario y salvarse ella, que escogiera la última opción.

En esos momentos Genevieve oyó un sonido procedente de otro lugar, detectado el olor a sangre recién derramada además de un peculiar olor a hierbas que no pudo identificar. Al investigar vio que los guardias habían sido atacados, aparentemente por un vampiro. Fue inmediatamente a las dependencias de Bland, encontrándose al Padre Templario gravemente herido, y a su atacante también. Genevieve se sorprendió al ver que la asesina tenía un enorme parecido con ella misma, pero pronto comprendió que se trataba de un disfraz y reconoció ala persona detrás de todo aquello.

Se trataba de la actriz Eva Savinien, armada con colmillos y garras postizos pero letales. Eva tambien la reconoció a ella, y vio que su presencia más que oportuna, ya que si fuera destruida o capturada en ese momento, el embuste de que “Genevieve asesinó a Antiochus Bland” cobraría una mayor verosimilitud. Ambas mujeres se enfrentaron, y Genevieve le peguntó cuanto el barón Wietzak por matar a Bland, pero Eva respondió que él no tenia nada que ver con aquello. Pese al feroz ataque de Eva, Genevieve salio triunfante, y durante la confrontación Eva quedó envuelta en llamas y murió.

Tras poner a Bland a salvo, Genevieve por fin pudo identificar que el olor a hierbas procedían de una planta somnífera, indicando que Eva tenía un aliado dentro del Templo de Morr que había drogado a los guardias para que fueran fácilmente despachados por la asesina

Pronto llegó la hermana Liesel junto a varios guardias, y no poco después la dama Melissa d’Acques junto con Detlef Sierck, quienes había tenido éxito en sus investigaciones. Al verla sin su disfraz de Jenny Godgift, Liesel acusó a Genevieve de intentar asesinar a Antiochus Bland, pero ella, junto con Melissa y Detlef, lograron revatirla y demostrar que fue la propia Liesel von Sutin la verdadera responsable de aquel complot. Pese a desenmascarar a los verdaderos responsable, el padre Bland agonizaba a causa de la herida, así que para salvarle la vida, la dama Melissa decidió otorgarle el Beso de Sangre, aconsejando a los demás que lo encerraran y le dejaran una cabra para cuando despertara.

Tras esto, el Culto de Morr anunció una campaña de «vuelta a los asuntos básicos», y los sacerdotes se ocupaban de sus anteriores buenas obras y deberes funerarios. La Cláusula 17 fue, por discreto acuerdo, borrada del Decreto de Saneamiento, y la totalidad de la campaña contra los No Muertos cayó en el más absoluto olvido.

Solucionado el asunto, Genevieve decidió quedarse en Altdorf con Detlef Sierck, y contraer nupcias con él.

Familia[]

  • Padre Desconocido - ministro de la primera familia de Parravon, muerto a manos de Drachenfels.
  • Cirielle – Hermana de Genevieve, fue una joven de pasmosa hermosura y considerada la tonta de la familia. Murió en 1901 de peste.
  • Hermanos Desconocidos.
  • Tío Desconocido
  • Chandagnac - Padre vampírico, muerto a manos de sacerdotes de Ulric.
  • Melissa d’Acques - Abuela Vampírica.
  • Kattarin - Zarina de Kislev, hermana vampírica de Genenvieve.

Curiosidades[]

Fuentes[]

  • Saga Genevieve la Vampira: Drachenfels, por Jack Yeovil.
    • Prólogo.
      • Capítulo 1.
      • Capítulo 2.
      • Capítulo 3.
      • Capítulo 4.
      • Capítulo 5.
    • Primer Acto.
      • Capítulo 2.
    • Tercer Acto.
      • Capítulo 1.
      • Capítulo 2.
      • Capítulo 4.
      • Capítulo 8.
      • Capítulo 9.
    • Cuarto Acto.
      • Capítulo 1.
      • Capítulo 3.
      • Capítulo 6.
    • Quinto Acto.
      • Capítulo 1.
      • Capítulo 2.
      • Capítulo 4.
      • Capítulo 6.
      • Capítulo 8.
      • Capítulo 9.
      • Capítulo 10.
      • Capítulo 11.
      • Capítulo 12.
      • Capítulo 14.
      • Capítulo 15.
    • Epílogo.
  • Saga Genevieve la Vampira: Uñas de plata, por Jack Yeovil.
    • Relato: Sed Roja.
    • Relato: El Factor Ibby el Pez.
      • Capítulo 1.
      • Capítulo 2.
      • Capítulo 3.
      • Capítulo 6.
      • Capítulo 7.
      • Capítulo 8.
      • Capítulo 12.
      • Capítulo 14.
      • Capítulo 15.
      • Capítulo 16.
  • Saga Genevieve la Vampira: Genevieve No Muerta, por Jack Yeovil.
    • Relato: Sangre de Escenario.
      • Capítulo 1.
      • Capítulo 2.
      • Capítulo 3.
      • Capítulo 6.
      • Capítulo 8.
      • Capítulo 10.
      • Capítulo 12.
      • Capítulo 14.
      • Capítulo 15.
      • Capítulo 16.
      • Capítulo 17.
      • Capítulo 18.
      • Capítulo 19.
      • Capítulo 20.
      • Capítulo 21.
      • Capítulo 22.
    • Relato: La Fría Casa Desnuda.
      • Capítulo 3.
      • Capítulo 6.
      • Capítulo 7.
      • Capítulo 14.
      • Capítulo 22.
      • Capítulo 26.
      • Capítulo 28.
    • Relato: Marfil de Unicornio.
      • Capítulo 2.
      • Capítulo 5.
      • Capítulo 6.
      • Capítulo 8.
      • Capítulo 9.
      • Capítulo 11.
      • Capítulo 13.
      • Capítulo 14.
      • Capítulo 15.
      • Capítulo 16.
  • Warhammer Fantasy JdR: Los Amos de la Noche (2ª Ed. Rol), pág. 56.
  • Warhammer Fantasy JdR: La Oscura Sombra de la Muerte (1ª Ed. Rol), pág. 116.
  • White Dwarf 117 (Edición Inglesa), pág. 29.