
El primero de los Dragones del Caos. El Gran Draco.
En los tiempos en que los Altos Elfos lucharon sus grandes guerras contra las mareas del Caos liderados por el poderoso Aenarion, la raza ancestral de los Dragones estaban de su lado. Estos enormes seres significaron la némesis de los ejércitos de los Dioses Oscuros, ya que aparecían de los cielos lanzándose en picado sobre las malvadas huestes del Caos y aplastándolas o incinerándolas a millares.
Solo la fuerza de los más Grandes Demonios que habían invadido las tierras élficas, encarnaciones vivas del poder de sus dioses, era equiparable a la de los dragones. Los épicos enfrentamientos entre estos dos tipos de criaturas legendarias dieron lugar a acontecimientos de tal magnitud que los guerreros mortales no podían hacer otra cosa que quedarse mirándolos sobrecogidos y presos de admiración para, mas tarde, convertir aquellos hechos en cuentos, leyendas y canciones, que han sobrevivido al paso de los milenios y que se remontan a tiempos inmemoriales. El más famoso de estos enfrentamientos de todos cuantos se produjeron fue el duelo titánico que puso final a la batalla por la Isla de los Muertos. En él, el Señor Aenarion e Indraugnir, su dragón, lucharon contra los cuatro grandes demonios, cada uno enviado por uno de los Dioses Oscuros.
En esa misma batalla, mientras el valeroso héroe batallaba en los cielos, el Príncipe Dragón Learfin y su montura, Galrauch el Dragón Dorado, dirigieron el ataque de los ejércitos élficos contra el flanco izquierdo de una vasta fuerza de demonios de Tzeentch. Las brillantes escamas de Galrauch denotaban que era hermano del gran Indraugnir, el más poderoso de todos los dragones y, lógicamente la fuerza de Galrauch solo podía ser superada por la de la legendaria montura del Señor Aenarion. Los miles de puntos brillantes procedentes de sus preciosas escamas resplandecientes se tornaban rojos por la abrasadora llama que vertía sobre sus usurpadores.
La carnicería que sufrieron ambos bandos aquel día fue grande. Cuando el cielo se volvió color carmesí por el amanecer, Galrauch y Learfin llegaron hasta Garradefé, el mismísimo Señor de la Transformación con cabeza de pájaro, que se encontraba a la cabeza de la horda de demonios, coordinando sus ataques. Aquella criatura controlaba la magia del Caos con maestría inusual. Ráfagas de colorida energía del Caos se estrellaban contra las defensas del príncipe dragón y, aunque Learfin era un gran guerrero, su extraordinaria armadura y su destreza con la espada no eran suficientes para enfrentarse a los hechizos de aquel terrible demonio. Un fiero chorro de magia salió de los dedos del Señor de la Transformación e impacto en el príncipe dragón, quien se vio envuelto y consumido por un infierno de llamas. Enloquecido por la muerte de su amo, Galrauch se abalanzó contra el demonio con la firme intención de vengarse aunque ello le costara la vida.

Mientras Galrauch descendía en picado del cielo como un rayo dorado vengador, incomprensiblemente, el demonio no opuso resistencia sino que se limitó a sonreír enseñando sus dientes con una siniestra expresión de regocijo y sombrío júbilo. Las enormes mandíbulas de Galrauch se cerraron alrededor de la cabeza picuda de Garradefé, arrancándola de cuajo con suma facilidad, provocando una lluvia de icor multicolor. En un abrir y cerrar de ojos, el destrozado y dividido cuerpo del Gran Demonio se disolvió al instante hasta formar una neblina multicolor que envolvió al enfurecido dragón para luego desaparecer bajo su carne.
Galrauch, resplandeciente por la victoria, se elevó hacia el cielo y los Guerreros Elfos de tierra empezaron a lanzar alegres gritos de triunfo. No obstante, las voces se marchitaron de súbito al ver que, de repente, el cuerpo del Dragón empezó a sacudirse preso de violentas convulsiones. Tras unos segundos, el poderoso Dragón se quedó paralizado en el aire y una malvada luz iridiscente apareció en sus ojos. Para horror suyo, el dragón se giró y atacó a los asombrados Elfos con su aliento de fuego, cuyas llamas eran verdes y azules y de otros muchos colores iridiscentes y sobrenaturales. Los que eran alcanzados no ardieron vivos pues aquellas llamas no quemaban a nadie, en cambio acababan maldecidos pues su toque sembraba la locura y hacía aparecer extrañas mutaciones entre las filas de los Altos Elfos.
La escamosa piel del poderoso dragón empezó a adquirir un aspecto líquido, fluyendo como el agua, y sobre ella se formaron rostros maléficos que lanzaban carcajadas maníacas y cantaban alabanzas al Gran Conspirador. De la carne del Dragón emergieron unos tentáculos repugnantes y unas púas malsanas y, finalmente, la cabeza del que hasta hace unos minutos había sido el noble Galrauch se partió en dos hasta la base del cuello, de forma que el dragón se convirtió en una monstruosidad bicéfala. Donde antes tenía una cabeza, ahora había dos y, para horror de los Elfos, ambas se arremetieron contra sus filas. Una de las cabezas escupió una llamarada oscura que abrasó a decenas de ellos y la otra exhaló una neblina mágica que provocó mutaciones terribles y enloqueció a los guerreros.
Al principio, las cabezas estaban gobernadas por la misma voluntad, pero al cabo de poco tiempo, empezaron a atacarse la una a la otra con gran avidez y amargura, lo que significaba que el espíritu del gran Dragón no había sido destruido del todo. La mente del Señor de la Transformación consiguió arrebatarle de nuevo el control de su poderoso cuerpo y para entonces los Elfos y los Dragones habían derrotado la retaguardia de los ejércitos de Demonios. Ante la clara derrota de las fuerzas del Caos gracias al sacrificio de Aenarion, tuvo que huir de la ira vengativa de los Elfos y de los dragones, no sin antes dejar que enraizara en su interior un profundo odio hacia ambas especies.
Galrauch se escondió en las tierras de los mortales y permaneció aletargado durante siglos, aunque en determinados momentos de la historia despertaba de su sueño para sembrar la muerte y la destrucción en las tierras de los Elfos, Enanos y Humanos. Las leyendas dicen que fue el primero de los Dragones del Caos y que fueron muchas las criaturas que han nacido a partir de su sangre y de su maléfica hechicería. Se dice que el es el padre de todos los dragones bicéfalos del Caos, de las quimeras y de muchas otras criaturas retorcidas que atemorizan el mundo hoy en día.
Ha permanecido durmiente durante siglos, descansando en una gruta en las Montañas del Fin del Mundo. Aunque para un ser con un periodo vital tan corto como el hombre Galrauch solo existe en las leyendas, otras razas más longevas aún recuerdan las fechorías de esta terrible criatura. Los Enanos de Karak Vlag han excavado hasta llegar a los confines de la tierra. Fueron estos Enanos. súbditos del Rey Thurgrim Brazofuerte, los que dieron con la sala del tesoro de este dragón. Enseguida se requirió la presencia del Rey y este certificó que se trataba de Galrauch, el dragón protagonista de tantas leyendas narradas por sus ancestros. Aun con todo, la avaricia de los Enanos es tan grande que decidieron robar al dragón tantas joyas y oro como pudieran.

Sin embargo, antes de abandonarse a su bello sueño. Galrauch había lanzado una maldición sobre su precioso tesoro, que hizo que este se convirtiera en un arco iris de colores en cuanto el primer Enano abandonó la cueva. Esto despertó a Galrauch. Al principio se sintió confuso, puesto que las dos personalidades de su mente se manifestaron a un tiempo, luchando entre ellas por obtener el control del dragón; pero la ira superó a la razón cuando vio que los Enanos estaban robando su tesoro. Estos intentaron huir al verlo despertar, pero el dragón ya estaba sobre ellos, devorándolos a todos, antes de que pudieran reaccionar. El Rey y un guardaespaldas consiguieron escapar de la matanza gracias al sacrificio de los valientes a su cargo. El Rey corrió hacia la antesala y ordenó a los guardias que hiciesen sonar el cuerno para avisar al resto de clanes enanos del peligro que se avecinaba. Los Enanos se prepararon para combatir al dragón. Las fortalezas Enanas están preparadas para que el enemigo sea incapaz de penetrar en ellas, pero la gruta de Galrauch ya estaba dentro de la fortaleza rocosa y, además, el dragón se movía con facilidad por los túneles, con lo que no le resultó difícil llegar hasta el mismísimo corazón de Karak-Vlag.
Ahora que Galrauch había sido despertado, su demoníaca y retorcida mente estaba deseosa de extender el terror por el mundo una vez más. Con el hambre de siglos acumulada y sediento de venganza, Galrauch atacó con furia desaforada a los Enanos que habían turbado su sueño. Los Guerreros Enanos eran muy valientes y muchos de los más viejos aún recordaban los días en los que combatían contra dragones, pero, sin duda, no estaban preparados para frenar las catástrofes que podía desatar el más anciano dragón del Caos. Galrauch era versado en el arte de la magia y, aunque no hubiera practicado su oscuro arte durante cientos de años, no le costó en absoluto lanzar contra los Enanos ráfagas de fuego de las que ni las runas protectoras de estos los podían proteger. Durante días, los Enanos se enfrentaron al dragón, pero ni el más viejo de los Herreros Rúnicos pudo evitar la caída de Karak Vlag ante la magia de Galrauch. Los Enanos que sobrevivieron a la caída dicen que la fortaleza se saturó de magia hasta el punto de que ese lugar ya no existe en el reino material. Cuentan que la fortaleza cambia de fase entre el mundo real y los Reinos del Caos y que sus túneles, en los que un día reinaron grandes reyes enanos, están infestados de demonios.
Después de devorar los cuerpos y las almas de los Enanos, Galrauch estaba lleno de vigor. Alzó el vuelo y decidió averiguar en qué había cambiado el mundo durante su letargo. Vio cómo los reinos de los humanos se habían extendido por el mundo y cómo lo que antaño fueron bosques ahora eran pueblos y ciudades que se habían extendido como la viruela. Cuando volaba sobre Bretonia, divisó a uno de sus retoños. Deseoso de comprobar la fuerza de los de su raza, planeó hasta tomar tierra. Una vez allí. descubrió que su retoño no solo había sido asesinado, sino que, además, los bretonianos habían montado sobre las puertas de una ciudad fortificada los cráneos de varios dragones del Caos.
Enfurecido, el anciano dragón del Caos aterrizó en el patio del castillo y lanzó un desgarrador aullido con el que quiso hacer notar su furia a los presentes y que reverberó en las gruesas paredes de piedra. El Duque de Lac, que había acabado con los descendientes de Galrauch, cargó contra el dragón a lomos de su caballo blanco, al tiempo que su brillante armadura brillaba bajo el sol. Bajó su lanza y se aprestó a derrotar a este dragón como antes había derrotado a otros.
Galrauch dejó salir de una de sus bocas una nube de gas tóxico que dirigió contra el Duque. Una niebla gris cubrió el patio de armas oscureciendo el día. Los gritos horrorizados de los humanos llenaron el aire y, cuando se disolvió la niebla, lo único que quedaba del duque y su caballo eran la armadura del hombre y la barda del animal cubiertas por una sustancia negra y aceitosa. El dragón provocó el derrumbe de las torres más altas de la ciudad y la muerte de todos aquellos que pretendían refugiarse junto a las murallas. Los caballeros que tuvieron arrestos para enfrentarse al dragón murieron bajo sus garras, que rasgaban las plateadas armaduras como si de papel se tratase. Todo lo que queda de lo que hasta ese día había sido una orgullosa ciudad son las puertas de entrada sobre las que reposan los cráneos de los congéneres de Galrauch, una advertencia para todos aquellos que piensen siquiera en matar un dragón del Caos.
Se cuentan muchas historias sobre las andanzas de este terrible enemigo de la humanidad. Su amenazadora sombra ha sido vista en uno y otro confín del Viejo Mundo. Las tribus de Orcos huyen despavoridas ante la visión de esta malvada criatura. Incluso en Naggaroth sienten miedo cuando planea el dragón. Al luchar contra esta criatura maligna, sus adversarios no solo tienen que enfrentarse al poder de un dragón, sino también a los poderes mágicos de un Gran Demonio de Tzeentch, lo que ha llevado al desastre a todos los que lo han intentado. Cientos de nobles héroes han tratado de acabar con él, pero todos han fallado y ahora sus huesos adornan las cavernas en las que Galrauch ha hecho su guarida como testimonio de la enorme hechicería de este dragón brujo.
Sin embargo, lo más inquietante es que otras criaturas del Caos están despertando también. Se dice que muchos dragones del Caos y bestias terroríficas están saliendo de las tétricas cavernas y los profundos bosques en que descansaban. Se ha abierto un debate entre los eruditos y los filósofos del Imperio: son muchos los que creen que Galrauch es el heraldo de una nueva era de terror, un tiempo en el que el Caos volverá a la tierra y en el que el fin estará más próximo que nunca. Dicen que la profecía establece que un día las bestias del Caos se alzarán y reclamarán la tierra: pero en ningún lugar se habla de un héroe salvador. Los descreídos piensan que estas bestias están en vías de extinción gracias a las nuevas tecnologías empleadas por la humanidad. Aunque hay algo en lo que todos coinciden: Galrauch es una verdadera amenaza para el mundo. Pero nadie sabe qué hay que hacer para librarse de esta grotesca monstruosidad...
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Fuentes[]
- Ejércitos Warhammer: Hordas del Caos (6ª Edición).
- Ejércitos Warhammer: Guerreros del Caos (7ª Edición).
- Ejércitos Warhammer: Guerreros del Caos (8ª Edición).
- White Dwarf 90.