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Imagen Libro del Caos

En esta página se reúnen todos los fragmentos encontrados que componen el Liber Maleficus. Fue escrito por Marius Hollseher.

Capítulo I: La Profecía[]

La Profecía del Fin de los Tiempos:

"Está predicho que está por llegar el fin del tiempo. En el norte se extiende un poder sin igual. La mano del Caos ha lanzado sobre el mundo una sombra inmensa e impenetrable, y no es posible desterrarla ni derrotarla.

Está escrito que pronto las estrellas comenzarán a caer del cielo, y las lunas se volverán rojas como la sangre. Del corazón de la tormenta surgirán los ejércitos de los Dioses Oscuros. Los patéticos príncipes y señores del mundo mortal reunirán sus insignificantes ejércitos; pero esto no les salvará. Los Señores del Caos caerán sobre ellos y los aniquilarán completamente.

Es la patética vanidad de los mortales la que les hace creer que sus débiles aullidos y frágiles armas pueden detener la llegada de la noche. Porque ya es demasiado tarde, y hace eones se perdió toda esperanza. Se aproxima el momento de la Gloria Infernal, y no hay nada que pueda hacerse, excepto arrodillarse ante los Dioses del Caos mientras todavía hay tiempo. Pero hay que ser rápido, pues el tiempo hasta la llegada del Caos son unos meros latidos de corazón.

Y con el triunfo final del Caos toda la vida se marchitará, y se convertirá en una aullante masa de almas perdidas que soportará durante toda la eternidad las formas en las que se convertirá por los caprichosos designios de los Dioses del Caos.

Desesperad, mortales, pues el Reino del Caos ha comenzado."

Capítulo II: El Reino del Caos[]

Epígrafe I En el Reino de Khorne[]

1:1 Sobre La Escalera Baluarte

"Y caí, empujado por vientos fétidos, hacia un muro de un intenso color rojo y hierro ennegrecido. Cada vez estaba más asustado, pues me encontraba en el Reino Exterior de Khorne, el Dios de la Sangre, y ese muro era del bastión que protegía sus tierras interiores. En esos momentos me pareció que el hedor de la muerte paraba mi caída y avancé volando hacia unas frescas y vívidas visiones de desesperación.

Y entonces, delante de mí vi una escalera, rodeada de pináculos y arcos de sangre y huesos decorados, rodeados por demonios encadenados, hierro negro, escalones de bronce y horripilantes bocas aullantes. Todo lo que podía hablar o balbucear vomitaba alegorías a Khorne y aullaba canciones de muerte. La escalera, cuyos peldaños no habían sido construidos para los mortales, subía hasta una altura vertiginosa, con breves descansos con runas profanas y manchadas piedras de sacrificio. En la propia estructura de la construcción del bastión demoníaco había pequeños descansos, cada uno de los cuales podía albergar el palacio de un noble de nuestro pequeño mundo. La escalera, deforme y desgarradora, sus demonios balbuceaban de regocijo ante su demente geometría. Pero aún así seguí subiendo, siempre hacia arriba, hacia la nube de entrañas que tenía sobre mi cabeza.

Contemplé las tierras yermas de Khorne más allá del bastión, teñidas de rojo por la sangre y manchadas de almas. Por todas partes, los demonios luchaban entre ellos, inmunes al miedo o al dolor. El aire estaba saturado del gusto a sangre, el hedor a muerte y el terrible sonido de la matanza eterna."

1:2 Sobre el Árbol de las Almas

"Caminé por los prados de Khorne, bajo el cielo broncíneo. Todo eran campos de flores negras, cada una una sombra atrapada en la muerte, cada flor una cara retorcida, cada hoja un cráneo pequeño, cada tallo una columna de huesos diminutos. Moscas salpicadas de carmesí chupaban el néctar ensangrentado de los campos corruptos y el aire estaba lleno de un hedor a desesperación. Las flores de la muerte asintieron a mi paso y susurraron las unas a las otras. A mis pies lombrices carmesíes y gusanos se comían la sangre vital de los caídos de Khorne. Los gritos lejanos de demonios, bailando y cabriolando alrededor de sus fronteras y jardines de sangre, llegaron a mis oídos, soplados a través de ese prado oscuro por una brisa hecha dulce con el olor de la carne podrida.

Y luego llegué al Árbol de las Sombras Malditas.

Almas vivientes pendían colgando de sus ramas y almas vivientes habían sido enterradas entre sus raíces hacía mucho tiempo, en el invierno de esa tierra sangrienta. Retorcidas por el dolor y el aborrecimiento a sí mismas, deformadas por la lealtad al Caos, las sombras habían hecho su pacto de sangre y ahora tenían su recompensa. Esas sombras malditas, ahora condenadas para toda la eternidad y lamentándose por su culpa, farfullaban arrepentimientos,temores y promesas de gratitud desde cada rama y brote, salvo una cuyo desafiante ojo me encontré. Me detuve ante el resplandor de ese ojo, y esperé un rato. El árbol hablaba con una voz de madera crujiendo y rompiéndose, como si mil hachas golpearan su corazón de madera.

-Por mi fe rota y oscuras promesas, un mortal camina aquí. Por todos los mortales que han probado mis frutos y bebido de mis dulces flores, probaré su néctar, beberé de su sangre. Por una vez mis raíces comeran de su carne, él es mío, y lo que era suyo es mío. Un cuerpo... Un cuerpo... Estaré libre de este confinamiento. Mi lealtad es verdadera y clara, mataré en nombre de Khorne. Sangre más allá de medida le daré. Oh, estar libre de esta jaula de madera, para poder marchar una vez más al ritmo de mi corazón...

El árbol azotó sus ramas a mi alrededor, y huí, porque mi destino no estaba con esas almas atrapadas y horribles..."

Epígrafe II: En el Reino de Nurgle[]

1:1 Sobre la Fortaleza de los Caídos y los Jardines del Caos

"Allí, en el distante horizonte, se erigía la Fortaleza de los Caídos. La fortaleza era imposible de asediar, titánica e inamovible. Sus torres, más altas que cualquier palacio mortal, herían los cielos. Sus portales eran fauces abiertas que podían engullir y vomitar ejércitos enteros. El veneno supuraba por sus muros, contaminándolo todo a su alrededor. Los esclavos habían trabajado hasta la extenuación y la muerte para tallar manualmente esa fortaleza en la escoria volcánica. Era el producto de millares de generaciones de miseria.

Ante las puertas de la fortificación se extendía un bosque de muerte. Los cadáveres yacían en él hasta donde mi vista alcanzaba a ver. Allí la muerte se alimentaba de la muerte. Esos eran los Jardines del Caos.

Allí los oscuros árboles se habían petrificado, y viles criaturas aladas anidaban entre sus ramas, royendo los restos de los caídos, sus nidos estaban construidos con los huesos de los muertos. Las tumbas de los caídos se habían convertido en una fértil marga absorbida por los árboles de ese siniestro bosque. Atravesados por las raíces de lo árboles los muertos volvían a levantarse y de cada rama pendía un cráneo, enmohecido e impregnado de alabanzas, un cargamento cruel y macabro. Sus fauces descarnadas parloteaban en el aire gélido. Sólo los horrendos e incesantes aullidos de las sombras torturadas turbaban el campo.

En ese lugar observé el destino de la humanidad y lloré por el futuro. Y proseguí hacia adelante, hacia el interior del Reino del Caos."

Epígrafe III En el Reino de Tzeentch[]

1:1 Sobre la Ciudad Ineludible

"La ciudad estaba construida de una locura oscura, y se esparcía por toda la tierra para llenarme de pavor, porque el camino que recorría me llevaría a su portal. Las piedras de la ciudad habían sido extraídas de la noche y en todos sus detalles y aderezos celebraban la maldad. Ninguna lluvia podía lavar el polvo del mal de ese lugar y ningún viento podría expulsar su aire corrupto. La locura había servido como arquitecto, ingeniero y maestro de albañiles de la ciudad, y había guiado todos sus niveles y plomadas.

Di vuelta a mis pasos hacia el horizonte lejano, y todavía la ciudad estaba delante de mí. Una vez más me volví, y otra vez, y otro giro. Con cada curso recién elegido me acercaba a las puertas de la ciudad, y sus torres y paredes se alzaban más altas. La puerta fatídica era el final de cada camino, y la desesperación roía mi corazón.

Mientras me detenía a buscar un nuevo paisaje, vi que no estaba solo en el camino inevitable y horrible. Entre mí y la ciudad había un hombre, con la cabeza inclinada y los ojos bajos, perdidos en una profunda contemplación. Mientras lo miraba, se volvió hacia la ciudad. Sus pasos eran firmes, pero no llegó más cerca de la puerta, y vi que pasaba por delante de mí, y se alejaba de las puertas hasta que desapareció en las lejanas nieblas.

Asique era posible evitar la ciudad y su oscuridad, y resolví marchar, contra toda razón, a la ciudad. Y cuando lo hice, la ciudad no se acercó más, pero pronto se perdió a mi vista..."

2:1 Sobre el Castillo Errante

"El cielo se volvió más oscuro que la más oscura de las tormentas y empezó a soplar un viento gélido. No llovió agua, sino una ducha de polvo mortal, hojas amarillentas y restos de banderas. No era una tormenta lo que cubría el cielo, sino un castillo tan poderoso como los que pueden encontrarse en las tierras mortales. Muchas veces me he imaginado que las nubes eran árboles, peces y montañas, y ahora la debilidad de algún anónimo y despreocupado poder había conferido a esa fortaleza la función de nube. Era una isla arrancada de la tierra, flotando como la niebla en la brisa, pero sólido y firme. Con todo lo que he visto, esto era tan extraño como cualquiera de mis visiones.

El castillo estaba vació como cualquier ruina. Como un animal disecado y montado bajo un cristal, o un pez en salmora, había sido preservado por la voluntad del Caos. Abandonado para que flotara libremente por los cielos, todo era silencio y desolación en ese lugar. Las torres del castillo ya no conocían el sonido de los hombres, sus salas no albergaban ningún orgulloso noble. Sus puertas no admitían visitantes, ningún centinela hacía guardia y ningún portero esperaba a la puerta. Incluso los carroñeros, únicos visitantes de sus tristes portales, habían abandonado la hospitalidad de los moradores.

La sombra del castillo cruzó mi visión, y ya no pude ver más."

Epígrafe IV En el Reino de Slaanesh[]

1:1 Sobre la Fortaleza de la Marca

"Allí, en las tierras de Slaanesh extendidas por debajo de ella, había una fortaleza de caprichos y debilidades. Era una cosa desagradable, manchada por la guerra y las victorias. Sus torres, más altas que cualquier palacio, herían el cielo. Sus puertas eran mandíbulas batientes que podían tragar y vomitar ejércitos enteros. Sus paredes eran de piedra oscurecida, veteadas de colores antinaturales y rayadas de cal y mortero podridos. Aquí, en la Marca de Slaanesh, estaba la fortaleza, un signo de soberanía, odiada y condenada por los fieles de Khorne.

Ante las puertas de la fortaleza se extendía un bosque de muerte. Desde los muros hasta el horizonte lejano se encontraba los desoladores restos de la batalla: cadáveres, las espadas herrumbrosas y armaduras de los caídos, los estandartes de Slaanesh y Khorne, abandonados y olvidados hacía siglos.

Las tumbas de los caídos se habían convertido en un rico matorral, absorbido por la espesura de un bosque oscuro. Perforados por las raíces de los árboles, los muertos se habían revuelto una vez más, y cada rama llevaba una calavera, mohosa y embarazada de odio, una carga macabra y cruel. Sólo la incesante y espantosa risa de las sombras atrapadas perturbaba el campo. Sus quijadas mandíbulas chocaban en el aire quieto; la única respuesta era el chirrido de las velas de un molino de viento y la molienda de sus piedras.

Porque a la sombra del castillo giraba un molino de viento, sus aspas se movían en el aire quieto, y su brisa impura agitaba los estandartes hechos jirones de los muertos. En el interior, las piedras de amolar se estremecían y gemían, mientras que entre ellas, encajados y aplastados, estaban los cuerpos vivientes de los caídos, aplastados para hacer un rico mortero de sangre y hueso, tendones y cerebros. Así se mantenía y fortalecía la fortaleza, sus muros manteniéndose altos y marcados por el poder de la mortalidad. Así era el campo antes de su cosecha.

Y en los imponentes salones del castillo, los señores demoníacos comían y partían el pan, en una parodia consciente de las pequeñas comodidades de un hombre. Todo esto lo vi en un instante, y luego mi visión fue arrastrada hacia adelante..."

Epígrafe V El Reino del Caos[]

1:1 La Llanura de los Huesos y el Árbol de las Sombras Malditas

"Anduve a través de la llanura de hueso bajo el cielo broncíneo. Por doquier había cráneos de los caídos, y crecían entre ellos flores negras, cuyos brotes eran almas esclavizadas. Moscas color carmesí absorbían el rojo néctar de ese campo y el aire dejaba un regusto a sangre en la boca. Las flores negras asintieron con sus cabezas a mi paso y susurraron en la amarga brisa. El lejano chillido de un Demonio llegó a mis oídos y el sonido de una risa atormentada se alejó y fue engullido por el silencio.

Y entonces llegué al Árbol de las Sombras Malditas.

Almas vivientes habían colgado de sus ramas y almas vivientes habían alimentado sus raíces en épocas pasadas. Retorcidas de dolor por su errada lealtad, las sombras habían hecho su pacto y ahora tenían su recompensa. Aquellas mismas sombras gemían su arrepentimiento y agonía, implorando piedad en cada rama, excepto una, cuya mirada rebelde se cruzó con la mía. Me detuve en el brillo de esos ojos. El Árbol de las Sombras Malditas habló con una voz astillada, gritando como si un millar de hachas golpeasen su corazón de madera. 

"Por mi fe rota y mis oscuras promesas, un mortal camina por el jardín de la sangre. Cuando mis raíces prueben su cuerpo mortal, será mío y yo seré él. Un hombre... un hombre... seré libre en carne y hueso. Te mataré para mi amo. Derramaré sangre infinita sobre los campos de batalla en el mundo. ¡Oh... liberado de este cuerpo de madera podré seguir de nuevo los latidos de mi corazón!"

El árbol se estremeció y agitó sus oscuras ramas y yo escapé, pues mi destino no era yacer entre aquellas almas prisioneras y horrendas..." 

Capítulo III: En el Interior del Caos[]

Epígrafe I: Sobre las visiones en el Interior del Reino del Caos[]

1:1 Los Paladines del Caos

"Sobre el horizonte se alzaba una silueta terrible, un símbolo de muerte y de un mundo más allá de la tumba. Era el sepulcro de un gran señor de tiempos ancestrales, ante cuyo nombre el mundo había temblado una vez.

Era una enorme tumba de piedra oscura, un mausoleo que empequeñecía los palacios de los mortales. El amenazador edificio estaba rodeado por un aura de maldad. El hedor de la muerte y la desesperación cubría las torres en forma de cráneo.

En él descansa el más grande de los Paladines del Caos, un dios mortal, que en tiempos ancestrales había puesto de rodillas al mundo. Las siniestras cámaras estaban repletas de los cráneos de sus víctimas, el interior de las grandes catacumbas brillaba con las armas de los que habían caído por su mano. Sobre las almenas de la tumba ondeaban los estandartes de aquellos a los que había derrotado.

Bajo la sombra de la tumba estaban reunidos los guerreros del norte. Los bárbaros se preparaban para la guerra, recitando las sagas del Caos y ofreciéndole presentes al héroe muerto. Rogaban al Señor de la Guerra caído que regresara al mundo de los vivos, trayendo consigo la victoria para sus armas y entregándoles el mundo."

1:2 Los Príncipes Demonios

"No sabía qué me aterrorizaba más, si la gloria blasfema del Príncipe Demonio o el hecho de que anhelaba la bendición impía que había recibido".

"Con un fuerte grito se elevó, más brillante que el sol y mucho más feroz, en su mano sostenía una vara de hueso retorcida, doblemente cruzada para formar la señal de su señor oscuro, un símbolo de su poder y fruto de los deseos mortales más realizados, se elevó por encima de la compañía, mucho más alto que ella, y con una mirada de oscuro orgullo sobre sus asustados esclavos, gruñó y oyó el sonido del odio noble resonando en los cielos, fijó la mirada en la salvaje mirada de la furia inmortal y vio la muerte en sus ojos, y en este brezal, sus pálidos sirvientes se giraron, atemorizados y sobrecogidos mientras veían como su señor se transformaba en una de las criaturas más poderosas a las que los mortales llaman Príncipe Demonio".

Epígrafe II: Un Mundo Cambiante[]

1:1 El Mapa del Caos

"Mientras caminaba por aquel vasto y enloquecido paisaje, decidí trazar un mapa de mi viaje. ¡Oh, que arrogancia la del hombre que intenta guardar un registro de la banalidad divina! Cada vez que mis ojos se posan en esta página, aquello que veo es distinto a lo que vi la vez anterior. Mientras lo miro permanece sin cambios, pero en cuanto cierro el libro, los continentes y accidentes geográficos cambian y se mueven, sin detenerse nunca en el mismo lugar."

Capítulo IV: Las Criaturas del Caos[]

Epígrafe I: Sobre las criaturas de Khorne[]

1:1 Los Juggernauts de Khorne

"Y en cuanto al Juggernaut: jamás vi algo semejante. Era un vigoroso corcel, de hierro, bronce y acero, un ente vivo de metal más alto que un hombre y que rugía con la furia de un millar de millares de muertos. Su gran cabeza semejaba a partes iguales un mastín, a un toro y a la misma esencia del odio hecha carne. De cerca vimos las copiosas placas remachadas de su piel, forjadas en fuegos impíos inscritas con runas de desprecio ultramundano. Cuando mostró sus colmillos de bronce, todo nuestro coraje se desvaneció y dimos media vuelta, huyendo hacia la noche".

2:1 El Trono de Sangre de Khorne

"El Trono era la glorificación de la guerra en su forma más pura y depravada. Carente de todo honor, gloria y hasta de la rectitud de una venganza justa".

3:1 El Devorador de Almas

"Vi una bestia iracunda, encadenada a un muro de hueso con una cadena broncínea ensangrentada. Cada uno de sus bramidos hacía temblar el suelo bajo mis pies; cada palabra que salía de su boca estaba plena de furia bélica. Cuando la mirada del Demonio se posó en mí, me exigió con voz atronadora que lo liberase, para que pudiera traer la gloria de la sangre de nuevo a ese reino. Por un instante sopesé su petición, pues un aliado sería muy bienvenido en ese ominoso reino. Entonces me percaté de mi propia locura; aquel Demonio no albergaba en su negro corazón lealtad alguna hacía un ser como yo; tenía la furia por todo amo, y la matanza como única compañera.

Abandoné el lugar a toda prisa, y recé para que aquellas cadenas resistieran hasta bien después de mi partida".

4:1 Los Cañones de Cráneos de Khorne

"A la sombra de la asediada Fortaleza Fronteriza vi la hueste del Dios de la Sangre en su terrible esplender. Los cañones sobre la cordillera llamaron mi atención. Dispuestos en batería, vomitaban fuego y sangre contra los gráciles Demonios que salían a defender la fortaleza. Tenía por seguro que ningún ejército, formado por mortales o no, sería capaz de resistir tal descarga. Y así fue, ya que momentos después, los defensores se batieron en retirada, abandonando los restos calcinados de sus compañeros a la escasa merced de sus enemigos".

5:1 Los Mastines de Khorne

"En lontananza vi a un Señor de la Transformación, sus alas estaban quebradas y sus miembros bañados de sangre. Cuando la bruma de la contienda se despejó, pude ver una jauría Mastines de Khorne acosándole de cerca. El Señor Emplumado vomitó un fuego iridiscente contra sus perseguidores, mas sus collares brillaron tenuemente y las llamas se extinguieron. Agotadas sus fuerzas, el Señor de la Transformación hincó las rodillas en tierra. La jauría, como una sola fuera, se lanzó sobre su presa, y no quedó de ella más que vísceras destrozadas y plumas ensangrentadas".

Epígrafe II: Sobre las criaturas de Nurgle[]

1:1 Las Grandes Inmundicias de Nurgle

"Mientras me acercaba pensé que su piel giraba y se retorcía. Entonces vi a docenas de pequeños Demonios atravesando su carne, royendo sus huesos y succionando sus viles secreciones. Todo este horror fue desmentido por la voz refinada de la bestia que me dio la bienvenida como a un hijo perdido hacía mucho tiempo, a pesar de que yo caí de rodillas vomitando".

Epígrafe III: Sobre las criaturas de Slaanesh[]

1:1 Las Diablillas de Slaanesh

"El Diablo emergió de su refugio y, al punto, fue emboscado por tres o cuatro Diablillas, que le arrojaron redes lastradas para inmovilizarlo. Al principio se debatió con gran furia, coceó y golpeó con sus garras tratando de evadirse. Entonces las Diablillas trajeron un cuerno hueco retorcido, con repulsivas imágenes talladas, y obligaron a su cautivo a sorber de su argénteo cáliz. Cuando las redes fueron retiradas, el Diablo permaneció inmóvil y dócil para que sus nuevas amas lo llevasen a la batalla".

1:2 La tentación de las Diablillas de Slaanesh

"Fue allí, en aquel jardín extraño, donde encontré a las más bellas de las criaturas. Sus voces eran embriagadoras y su roce producía el éxtasis. Me rogaron que me uniera a ellas, para evitar juntos el tedio de la existencia. Sin embargo, aunque mi cuerpo anhelaba quedarse, mi alma veía claramente la trampa. Endurecí mi corazón a sus peticiones lastimeras y hui de allí, aunque la alegría de mi fuga solo era comparable a un dolor inexplicable."

2:1 Los Diablos de Slaanesh

"Tienen tanta hambre de almas como los mortales anhelan el vino y la comida".

3:1 El Guardián de los Secretos

"Me concedió todo cuanto deseaba, pero me arrebató todo lo que apreciaba. Pero daría cualquier cosa por volver a contemplar su belleza una vez más."

4:1 Los Desolladores Infernales y el Sacrificio a Slaanesh

"Tres de los desdichados fueron sacrificados inmediatamente, arrastrados a la vorágine del malvado Demonio de acero. El cuarto, tuvo un golpe de suerte y se enganchó en la cadena central. Durante un instante se quedó allí, con los talones ensangrentados mientras la máquina cargaba sucesivamente. Una de las Diablillas extendió una garra. Al principio, acarició la mejilla del desgraciado, como una madre calma a un niño asustado. Entonces, como yo sabía que sucedería, su sonrisa cariñosa se transformó en una mueca de maldad pura. La garra se convirtió en una mancha que seccionó las muñecas de la víctima. Un momento después, todo lo que quedaba del compañero eran sus manos cortadas aún agarradas a la cadena, y un grito vacío resonó en la noche."

5:1 Las Rastreaalmas de Slaanesh

"Cuando vi por primera vez a las cazadoras salvajes, el horror de sus garras y el aspecto obsceno de sus corceles fueron lo que más afligieron mi alma. Por suerte, no he podido ver más con el ojo de mi mente por más tiempo, pero el canto ultraterreno de las cazadoras aún resuenan en mis sueños. Es un sonido aterrador y maravilloso a la vez, poseedor de una belleza etérea que solo queda eclipsado por su perversidad. Cuanto más trato de alejarlo de mi pensamiento, más ávidamente mi mente añora sus armonías blasfemas."

6:1 Carro de la Demencia de Slaanesh

"Durante la arremetida del carro, el enemigo dio media vuelta y huyó de las terribles cuchillas. De golpe, la cruel arma del artilugio ordenó un alto y durante unos largos instantes el Ingenio Demoníaco se mantuvo quieto y en silencio. Solo cuando el enemigo templó sus nervios y recuperó la formación el carro volvió a avanzar mientras las Diablillas cantaban con alegría salvaje sobre él.

En esta ocasión el enemigo no huyó, sino que preparó sus armas para la carga y se mantuvo firme bajo sus estandartes. Ver semejante valor en un momento tan oscuro hizo estremecer a mi corazón. Durante unos instantes fugaces me atreví a imaginar que el valor era el arma que podía vencer a todos los ciudadanos de ese reino innoble, que el honor y la camaradería superarían cualquier terror y que vería desvanecerse para siempre a los impíos. Entonces el Carro impactó contra la línea del frente y todas mis esperanzas se desvanecieron bajo una lluvia de sangre y miembros arrancados".

Epígrafe IV: Sobre las criaturas de Tzeentch[]

1:1 Los Incineradores de Tzeentch

"Al principio creí que eran hongos sin mente, meciéndose al viento. Hasta que uno de ellos lanzó una gran llamarada de fuego y sus compañeros empezaron a reír tontamente".

2:1 Los Aulladores de Tzeentch

"Note que dentro de estas gráciles y frágiles criaturas se ocultaba un formidable instinto depredador. Pasé muy cautelosamente entre sus nidos, tratando que no olieran mi magia y me devoraran junto con ella."

3:1 Los Horrores de Tzeentch

"Los horrores son Rosas, los Horrores son Azules ¡Donde antes había uno, ahora hay dos!"

4:1 El Señor de la Transformación de Tzeentch

"El Demonio mentía con cada aliento. No puede evitar engañar y desalentar, intrigar y malograr. Contra más conversábamos, más cerca me vi de un único hecho ineluctable: no conseguiría sabiduría aquí. La mente del Demonio era un laberinto de engaños. La verdad estaba oculta en el corazón de ese laberinto y mucho más allá de mi corto alcance".

Epígrafe V: Sobre las criaturas del Caos Absoluto[]

Las Furias del Caos

"Vi como las Furias se abalanzaban sobre el cadáver chillando mientras se peleaban por el trozo de carne más suculento."

Fuentes[]

  • Ejércitos Warhammer: Caos (4ª Edición).
  • Suplemento: Paladines del Caos (5ª Edición).
  • Ejércitos Warhammer: Guerreros del Caos (7ª Edición).
  • Ejércitos Warhammer: Demonios del Caos (8ª Edición).
  • Ejércitos Warhammer: Demonios del Caos (7ª Edición).
  • Ejércitos Warhammer: Demonios del Caos (8ª Edición).
  • Actualización Oficial (White Dwarf) Demonios del Caos (8ª Edición).