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Dios del Caos Khorne

Khorne, Dios de la Sangre, Señor del Trono de Cráneos

Las leyendas cuentan que cuando Khorne se levantó para convertirse en el primero de los Dioses del Caos, rápidamente se enfrentó a Slaanesh. En inferioridad y solo, el Príncipe del Caos pidió una tregua al Dios de la Sangre. Como muestra de sus intenciones honestas, Slaanesh habló a Khorne de una espada, una espada que estaba languideciendo en las Bóvedas Aegis de Tzeentch. No era una espada ordinaria, pues había nacido en los tiempos de la oscuridad, y era más antigua que los propios Dioses Oscuros del Caos.

Intrigado pese a todo, Khorne decidió que él, y solo él podía poseer esta oscura espada. El pérfido Tzeentch no podía justificar ningún derecho sobre un tesoro como ese. ¿No era el Señor de los Cráneos el más poderoso de los Dioses, señor de guerreros y amo absoluto de las masacres? La obsesión dominó al Señor de la Sangre, empujándole a realizar grandes sacrificios para obtener la espada.

Así, Khorne envió a buena parte de sus sirvientes a reclamar el tesoro, aunque no lo hizo imprudentemente. El Dios de la Sangre había forjado un pacto con el Padre Nurgle, cediéndole territorios a su corpulento hermano para comprar su ayuda sobre el campo de batalla. Así fue como los ejércitos de Khorne y Nurgle marcharon hacia el Laberinto de Cristal en tal número, que Tzeentch no podía albergar ninguna esperanza de triunfar. Durante la batalla un par de Devoradores de Almas se abrieron camino hasta las Bóvedas Aegis. Matando a sus guardianes, robaron la espada.

Cuando Khorne finalmente empuñó la espada por la que tan duro había luchado, su satisfacción fue tal que, por un instante, casi eclipsó su rabia. Había vencido a Slaanesh, doblegado a Nurgle a su voluntad y humillado a Tzeentch. El Dios de la Sangre había demostrado inequívocamente que era superior a sus hermanos. La espada era símbolo de su victoria, y Khorne juró que siempre estaría junto a él. Las leyendas dicen que desenfundar esta dolorosa arma es llamar a la calamidad, y que Khorne podría partir la existencia por la mitad con un solo golpe, si ese fuera su deseo.

Fuente[]

  • Ejércitos Warhammer: Demonios del Caos (7ª Edición), págs. 7, 85.
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