El elegante barón se convirtió en la comidilla de la nobleza cuando le robó un baile a la Duquesa Feodora Elsenach. ¡Incluso la acompaño en su carruaje hasta su casa! Pero el escándalo fue olvidado a la mañana siguiente con noticias del arresto y encarcelamiento de la duquesa dentro del Palacio de Retribución. En el transcurso de una semana, fue ejecutada por alta traición, condenada por el descubrimiento de un altar dedicado a una deidad indescriptible oculta en su dormitorio. Las habladurías coincidieron en que el misterioso acompañante de la duquesa había participado en su fallecimiento, pero nadie que hubiera estado en el baile podía recordar nada sobre el hombre, que había desaparecido como si nunca hubiera existido.
Emmanuel Blanck, espía extraordinario por nombramiento Imperial, ha perfeccionado el arte de ser olvidable. Tiene mil máscaras; con un sutil fruncimiento de ceño o un rizo, puede transformar su rostro. Usando halagos y presunción, puede involucrar a una persona en una conversación cordial durante horas, recogiendo sus secretos más íntimos sin revelar nada sobre sí mismo. Entre sus muchos logros, se infiltró en los famosos Conspiradores del Polvo Negro, salvando la vida del propio Emperador. Derrocó a la Conspiración de los Cráneos, frustrando un ritual para convocar a un Devorador de Almas debajo del Templo de Sigmar de Altdorf. También jugó un papel decisivo en la influencia de los alborotadores del Impuesto de Botas de 2519 para que linchasen a los mismos demagogos que los habían incitado a la violencia.
Solo el maestro espía, el Duque von Fuchs, conoce la existencia de Blanck. Recurre a sus servicios en tiempos de crisis nacional. Los dos nunca se encuentran: el duque se comunica con el agente por medio de un oscuro código iluminado por una linterna al atardecer sobre los tejados de Altdorf. Cuando Blanck señala que ha recibido sus órdenes, von Fuchs confía en que resolverá el caso con la eficiencia que lo caracteriza.